Holas! Muchísimas gracias a todos los que me dejaron Reviews!

Que sepáis que ahora ya me he leído el manga, eh? Y lo recomiendo!

Mmmm... Sobre la historia creo que se ha desviado un poco de la idea original, pero espero que os guste.

Advertencias: Tal vez un poquito de HitsuHina...


Capítulo 2: El fantasma

Cuando recobré la consciencia estaba bajo el agua. Creí que tan sólo habrían pasado unos segundos desde que me había golpeado, y busqué desesperado la salida a la superficie. La encontré, pero para mi asombro el agua empezaba a solidificarse de nuevo. Aquello era imposible. No hacía tanto frío como para que volviera a helarse en tan poco rato.

Saqué la cabeza al exterior. Udon se había ido.

"Maldito... Le ayudo y me deja aquí. Podría haber muerto perfectamente." -mascullé. -"Ese desgraciado... Mal nacido... Se las verá conmigo."

Esta vez conseguí salir sin ayuda y con menos esfuerzo.

Me senté en la superficie con las ropas empapadas y miré a mi alrededor extrañado. Había algo raro en el ambiente. Sentí un escalofrío y comencé a temblar. No era de extrañar dado que había estado mucho rato bajo el agua. Debía estar tan al borde de la hipotermia que no notaba siquiera el frío. Tampoco me dolía el corte de la nuca y eso que el hielo aún estaba manchado de sangre.

De demasiada sangre...

Me llevé inconsciente la mano a la zona de la herida. Sin embargo... No estaba allí. Me pasé los dedos una y otra vez. Nada. Ni un rasguño.

"¿Qué es lo que ocurre aquí?"

Intenté tranquilizarme. Quizá el corte no había sido tan profundo, las heridas de la cabeza siempre son muy escandalosas. El hecho de que hubiera tanta sangre no quería decir nada, probablemente el agua fría habría cicatrizado el rasguño. En aquel momento debía de pensar en mi hermana y en el idiota de Udon. Se las iba a hacer pagar muy caras. ¿Qué tipo de persona dejaría a otra hundida en aguas gélidas? Por muy mal que nos lleváramos aquello no tenía perdón. Yo le había ayudado a salir.

Me puse en pie y comencé a patinar en su busca. Al moverme escuché un sonido metálico. Me detuve en seco. No me había dado cuenta hasta ese instante... Sin atreverme a mirar hacia abajo me palpé el pecho. ¿Qué demonios era eso?

Grité.

Grité tan fuerte que estaba convencido se me habría escuchado hasta en el pueblo de al lado.

Tiré de ella varias veces pero era inútil. Estaba incrustada. Comencé a llorar sintiéndome impotente. No tenía ni idea de cómo había llegado a clavárseme una cadena de semejantes dimensiones, ni de dónde habría salido, pero era casi como si formara parte de mí. Todo me parecía una pesadilla, y quizá lo que me hacía sentir peor era el hecho de no sentir dolor alguno. Pero para ser una pesadilla todo parecía demasiado real.

Me quité las cuchillas de los pies y asustado corrí hacia mi casa. El camino era algo más largo de esa manera, pero no estaba dispuesto a pisar el hielo nunca más en la vida. Todo era culpa de esos endemoniados patines.

Salté la valla del terreno que tenían los Yamada con la intención de cruzar los campos para atajar.

Algo me detuvo: un aullido desgarrador que consiguió erizarme el vello de la nuca. Era mi hermana.

"¡Akemi!" -la llamé.

La voz no provenía de muy lejos, parecía que se encontraba en el interior del granero.

Si aquellos matones llegaban a hacerle algo lo lamentarían... Podía soportar muchas cosas, pero nadie le hacía sufrir si yo podía impedirlo.

Intenté seguir la dirección de aquel grito y di con el grupo.

Akemi lloraba desconsolada en el suelo, mientras Udon y su panda la rodeaban. Para mi sorpresa el señor Yamada también se encontraba allí contemplando la escena. Parecía preocupado, pero no hacía nada.

"¡Shiro-chan!" -gritó de nuevo entre aquel mar de lágrimas. Esta vez el grito me heló la sangre.

"¡Akemi!" -la llamé, corriendo hacia ella. Parecía que le estuvieran arrancando el alma. - "¡Estoy aquí Akemi¿Qué es lo que le habéis hecho bastardos?" -pregunté enfurecido, abriéndome paso hacia ella.

"¡Ake... -por un momento me quedé sin habla. - mi"

Uno puede estar preparado para muchas cosas. Pero creo que nadie lo está para lo que vi entonces:

Akemi lloraba desconsoladamente abrazada a mi cadáver. Me miré en mis propios ojos pálidos, muy abiertos y carentes de vida. ¿Qué significaba todo aquello?

Caí de rodillas junto a ella incapaz de sostenerme en pie.

Estaba muerto.

"¡No te mueras¡No me dejes Shiro-chan!"

Comencé a llorar. No se daba cuenta de que me encontraba allí con ella. De hecho ninguno se dio cuenta de que estaba allí. Tembloroso la abracé por la espalda. Pero no pudo sentirme.

"Si... Estoy aquí..." -conseguí decir a duras penas.

Nadie me escuchó.

"Akemi... Yo..." -comenzó Udon con voz rota.

"¡No me hables¡Tu lo mataste¡Tu lo mataste¡Asesino!"

"¡Fue un accidente!"

"¡Voy a matarte cabrón!" - gritó desperada, poniéndose en pié y tratando de lanzarse sobre el chico. El señor Yamada pudo sostenerla a tiempo y Udon se unió a los lloros asustado.

Aquello era imposible. Tenía que ser una pesadilla... Temblaba de arriba a bajo y estaba convencido que ya no era a causa del frío.

La señora Yamada irrumpió en aquel momento:

"Los señores Hitsugaya vienen hacia aquí." -comentó apenada, al tiempo que abrazaba a mi hermana con la intención de consolarla. - "Nadie tiene la culpa cielo... A ninguno nos gusta que pasen estas cosas."

Yo seguí contemplando con horror mi cuerpo hasta que el hombre lo tapó con una manta.

"Pobre niño, apenas había empezado a vivir... Pero si el señor lo ha reclamado en el cielo es porque tiene una misión importante para él. Nosotros no podemos comprender su voluntad, pero algo bueno debe de haber en ello."

El viejo matrimonio de los Yamada era estrictamente religioso y su fe rozaba muchas veces la estupidez, sin embargo todo el pueblo los admiraba por ello. Nosotros no es que fuéramos especialmente creyentes pero yo siempre había albergado la esperanza de que existiera algo más después de la muerte. Algo que no fuera simplemente morir y desaparecer... O en su defecto morir y no permanecer solo en el mundo. Y eso era justamente lo que me ocurría. Ninguna persona podía verme o escucharme, así que hablar con ellos o hacerme notar era algo inútil. Estaba solo. Completamente solo.

Durante varios meses visité cementerios y alrededores en busca de otros fantasmas o personas muertas. Sin embargo no encontré nada semejante y comencé a angustiarme. ¿Qué clase de alma era yo¿Dónde estaban los fallecidos de aquel lugar? A lo largo de la historia había habido varias muertes¿Porqué no me había encontrado a ninguno de ellos¿Estarían en el cielo? No, esa no era la pregunta... ¿Existía el cielo o algún lugar al que poder ir una vez muerto? Y si era así¿Dónde estaba¿Qué era lo que debía hacer para poder llegar allí? Tantas preguntas que sólo encontraban como respuesta un desquiciante silencio...

Ese día el calor era insoportable. Estábamos ya a finales de verano y yo seguía en el río... Vigilando a Akemi muy de cerca esperando ver su sonrisa una vez más. Pero aunque muchas veces parecía mostrarse alegre, sus ojos no desprendían el brillo que yo había contemplado tantas veces cuando aún estaba vivo.

Suspiré entristecido.

Mi hermana jugaba a salpicarse con otras chicas de su edad, sus nuevas compañeras de clase. Muchas veces las seguía y escuchaba sus conversaciones. Eran unas niñas bastante tontas...

Una de ellas salió del agua y corrió en mi dirección huyendo de las demás. Pero al estar completamente mojada resbaló en el césped y cayó de culo. El resto al verla, rieron a carcajadas y acudieron en su ayuda.

"¿Te has hecho daño?"

"Que va, no ha sido nada."

"Yuki, has chafado esas flores con tu enorme trasero¡Culo gordo!"

Niñatas estúpidas... -pensé.

La chica se dio media vuelta y distinguió las flores.

"¡Vaya¡Son muy bonitas!" -exclamó acercándose a otras "intactas" y tomando unas cuantas. - "No había visto nunca de este tipo¿Y tú Akemi?"

Mi hermana se agachó y cogió una con delicadeza.

"Son blancas..." -dijo llevándosela a la nariz para aspirar su aroma. - "Blancas como la nieve." -murmuró melancólica.

Me puse en pie y avancé hacia ella.

"No estés triste Akemi..."

Sus ojos se llenaron de lágrimas.

"¿Estás bien Akemi?" -preguntó una de sus amigas.

Ella se dio la vuelta dejando caer la flor.

"Perdonad, pero es que no me gusta mucho venir al río."

"¡Entonces vayamos a mi casa!" -propuso una de ellas.

El resto asintió y una vez recogieron las cosas se alejaron de allí.

Me quedé un rato mirando aquellas flores blancas. Odiaba los momentos en los que teniendo a mi hermana tan de cerca no podía hacer nada para calmarla. Era un ser invisible y era incapaz de hacerle saber que seguía ahí, junto a ella. Apreté los dientes con rabia y cogí la flor que Akemi había dejado caer, la estrujé tanto como pude sabiendo que no sería capaz ni de deformarla siquiera un poco. Sin embargo... Cuando abrí la mano su apariencia había cambiado.

Contemplé la flor absorto tratando de comprender cómo había conseguido hacerlo. La había congelado.

Los meses pasaron y yo mientras seguía tratando de desarrollar aquella nueva habilidad, sin mucho éxito que digamos. Una vez la perfeccionara tal vez podría comunicarme con mi hermana de alguna manera. Esa era mi forma de pasar el tiempo y sabía que solo "vivía" para ello.

Durante ese periodo, algo fue cambiando en mi apariencia; la cadena que estaba incrustada en mi pecho se iba volviendo más ligera y pesada a la vez, se había acortado y dejaba ver un pequeño orificio en mi pecho que antes era completamente sólido. Pensé que si la cadena se desprendía completamente de mi cuerpo, mi alma cambiaría y tal vez entonces consiguiera llegar a aquel lugar que los vivos llamaban cielo...

Llegó de nuevo el invierno y el manto blanco de nieve y hielo volvió a cubrirlo todo. En aquellos momentos practicar era una estupidez puesto que no podía distinguir mis logros de los de la propia naturaleza.

Aquel día, mientras paseaba por la tarde por una de las calles de la ciudad ocurrió algo que yo creía casi imposible...

Frente a un lugar que parecía una antigua casa ruinosa y destartalada debido al paso del tiempo, se había parado un grupo de jóvenes equipados con linternas. A primera vista cualquiera podía decir que la casa estaba deshabitada, pero como esos chicos se habían parado a hablar yo me detuve junto a ellos para escucharlos, y mientras analizaba la fachada sin mucho interés contemplé con asombrosa claridad una silueta humana mirando a través de la ventana del último piso.

"Sí... Dicen que toda la familia murió en esta casa hace ya bastantes años." -comentó uno de ellos.

"¿Murieron en aquel incendio verdad?"

"Sí, encontraron los cuerpos totalmente carbonizados e irreconocibles... Después varias familias quisieron vivir de nuevo en la casa pero todos se iban asegurando que sus antiguos habitantes se aparecían."

Sentí un escalofrío y miré de nuevo a la figura... Se había esfumado.

"Pero ya no se aparece nadie desde hace un tiempo. O al menos ya no se habla de ello." -aseguró uno de los chavales.

"Exacto. No se habla... Pero eso no quiere decir que sus espíritus no sigan ahí dentro." -sonrió el primero. - "¿Y bien¿Quién es el primer valiente?"

Antes de que alguno de ellos se decidiera por entrar yo ya lo había hecho. Por primera vez en mucho tiempo, había dejado a un lado mis esfuerzos por que Akemi supiera que seguía allí, a sentir una irremediable curiosidad por saber si había otros fantasmas...

Inspeccioné todas las habitaciones de la casa buscando la silueta que había visto junto a la ventana. No encontré nada. Los chicos también dieron una brevísima vuelta y a parte de sus propios gritos, sustos y risotadas no ocurrió nada digno de mención.

Una vez se fueron, salí de aquella casa y me senté en el portal disgustado. Era evidente que todo había sido fruto de mi imaginación. Ya había perdido toda esperanza.

Suspiré profundamente y alcé mi mirada al cielo. Y al hacer esto... Di un respingo asustado. Pensaba que me había quedado solo, pero sin ni siquiera darme cuenta de su presencia una niña aparentemente un año o dos mayor que yo estaba también apoyada en una de las paredes de aquel portal con la vista fija en el firmamento.

Que susto me has dado, maldita sea... -Pensé, con el corazón todavía latiendo a mil.

Y de pronto y por si fuera poco, aquella endiablada cría comenzó a cantar:

"... If I got the chance to become a comet I know I'd stay by your side, for always..."

Arqueé una ceja irritado...

"¡Por favor... Lo único que falta ahora es que se ponga a llover...!" -exclamé en voz alta.

Aquello pretendía ser un comentario que nadie debía escuchar, sin embargo la chiquilla dejó de cantar y me miró sorprendida.

Al darme cuenta de que me había oído yo también me la quedé mirando. Y así permanecimos unos segundos analizándonos el uno al otro.

"¿Puedes verme?" -preguntó ella no muy segura.

"Y tu a mi." -afirmé, al tiempo que me ponía en pie. Comprobé que de su pecho también caía una cadena aunque la suya parecía aún fuerte y perfectamente agarrada. Supuse que no llevaría mucho tiempo muerta. Me equivocaba.

"Creía que era el único fantasma en el mundo. Estuve buscando más, pero no encontré ninguno. Has debido de morir hace nada."

La chica negó con la cabeza.

"Creo que llevo muerta unos sesenta y dos años." -comentó. Yo abrí los ojos incrédulo. - "Lo que ocurre es que... Me he estado escondiendo de ellos."

"¿De ellos¿De quienes?"

"¿No los has visto nunca?"

Hice un gesto negativo.

"Son los dioses de la muerte, van vestidos de negro y llevan espadas. Matan a monstruos y hacen desaparecer a las personas con sus armas... Yo vivo aquí." -dijo señalando la casa abandonada. - "Se llevaron a toda mi familia pero yo pude esconderme. Lo mejor es no llamar la atención para que no sepan que todavía estás aquí."

"¿Monstruos¿Dioses de la muerte con espadas?" -pregunté escéptico. - "Eso es una tontería. Te lo estás inventando."

Ella me miró muy seria.

"Puedes pensar lo que quieras pero te advierto que pronto se fijarán en ti." -aseguró señalando el vacío de mi pecho. - "No tardarás en verlos."

Los dos nos quedamos en silencio mirándonos. Por fin había encontrado a otro fantasma pero... Resulta que era una niña tonta y chiflada.

Mejor solo que mal acompañado.

"Bueno, yo me largo." -anuncié, alejándome de allí.

"¿Qué¿Te vas?" -pregunto ella siguiéndome. - "Creí que te quedarías conmigo."

"¿Estás de broma? No pienso quedarme con una niñata a la que le asustan los "fantasmas" cuando resulta que ella es uno."

"Pero no son fantasmas, son.."

"¡Déjame en paz¡Y no me sigas!"

Ella se detuvo y se quedó ahí de pie viendo como me marchaba. Cuando llevaba ya un rato caminando me di la vuelta pensando que tal vez estuviera detrás... Pero me había vuelto a quedar solo.

Eres un idiota Toushiro, un auténtico idiota... -pensé.

Sin muchas ganas de buscar un lugar en el que dormir, me recosté sobre el suelo helado. Aunque sintiera frío no sabía de ningún caso de fantasma muerto por congelación, aquello ya sería el colmo.

Aquella vez y como solía ocurrirme a la hora de acostarme pensé en mi hermana, aunque su imagen pronto se desvaneció y dejo paso a la niña de la casa en ruinas. Me había portado mal con ella, no sabía muy bien porque lo había hecho. Por fin tenía la oportunidad de hablar y estar con alguien y lo había echado todo a perder. Cerré los ojos con fuerza intentando no pensar en ello, hasta que finalmente me quedé dormido.

Me desperté sintiéndome aprisionado. Notaba un incómodo peso sobre mi estómago. Parpadeé varias veces tratando de acostumbrarme a la luz de la mañana y caí en la cuenta de que aquel peso no era producto de mi imaginación. Aquella niña se encontraba durmiendo a mi lado y se le había antojado usarme de almohada. Me incorporé malhumorado y la comencé a sacudir por los hombros.

"Eh tú!" -la llamé sin mucha amabilidad. - "¡Despierta!"

"Mmmm?" -murmuró adormilada. Pero se dio la vuelta y continúo durmiendo.

Resoplé en señal de desespero.

"Dormilona..." -volví a llamarla. Al girarse se había metido de lleno en un charco. - "Eh meona-como-te-llames, despierta!"

"¿Eh?" -dijo por fin sentándose en el suelo y restregándose los ojos. - "¿Ya es de día?" -preguntó inocentemente.

"Te dije que no me siguieras. ¿Qué es lo que haces aquí?"

La chica se me quedó mirando fijamente.

"No te seguí. Me puse a dar un paseo, te encontré dormido y pensé que también tenía sueño así que me quedé."

"¿Y crees que soy tan tonto como para creerme ese cuento para críos?"

La chica sonrió feliz.

"No sé¿Al fin y al cabo eres un crío, no?" -rió.

Me crucé de brazos enfadado sin saber qué contestarle. Ella también era una cría.

"¿Cómo te llamas?" -me preguntó alegre, poniéndose en pié.

"¿Y a ti que te importa eso?"

"¿No me lo vas a decir?"

No contesté y miré para otro lado. Era bastante molesta.

"Pues si no me lo dices te pondré yo uno¿Vale? Mmmmmm... Que te parece..."

"Me llamo Toushiro." -le contesté, antes de que me pusiera algún mote estúpido.

"¡Ah¡Es un buen nombre!" -exclamó. -"Te queda bien con el color de pelo, Shiro-chan" -agregó, revolviéndome los mechones tal y como solía hacer mi hermana.

Aparté su mano enfadado, no soportaba que otra persona que no conocía de nada hiciera eso, y menos aún que me llamara Shiro-chan.

"No me llames así, te he dicho que me llamo Toushiro. Hitsugaya Toushiro."

"Está bien... Yo me llamo Hinamori Momo."

"Meona-Momo" -traduje, para intentar hacerla rabiar tal y como había hecho ella conmigo. Pero tampoco pareció importarle mucho.

Eché a andar y ella comenzó a seguirme.

"Te dije que no me siguieras."

"Pero eso fue ayer."

Me crucé de brazos nuevamente y me di la vuelta para mirarla directamente a la cara.

"Vale, pues lo que te voy a decir ahora sirve para hoy y para todos los días: No me..."

Pero antes de que pudiera acabar la frase un extraño sonido que parecía el rugido de una extraña bestia resonó lejano. Me giré asustado... Aquel ruido no lo había hecho ningún animal. Hinamori tenía los ojos abiertos como platos y se había quedado petrificada.

"Es uno de ellos..." -alcanzó a articular.

To be continued...


Jojojo... Al final he cambiado el transcurso de los hechos y modificado un poco la historia y si lo continúo tendrá más capítulos de los que tenía pensados en un principio.

Y ahora la gran pregunta es... ¿Qué coño hago escribiendo a las tres de la mañana! Se suponía estaba cansadísima y tenía un sueño horroroso... Esto no es ni medio normal!

En fin, Os ha gustado? Cambiaríais algo? Qué os gustaría que pasara? Sabéis cuál es la canción que canta Momo? Críticas, dudas, sugerencias... Todo eso, y sobre todo si queréis que lo continúe; dejándome un Review, si?


RESUMEN -O PREVIEW- SÓLO APTO PARA FRIKIS (Hoy de la mano de Rangiku y Yumichika!)

Matsumoto: En el siguiente capítulo...

Yumichika: Aparezco yo! Así las lectoras se recrean la vista ;)

Matsumoto: Oye no te lo creas tanto, todos saben que la persona con más atractivo en la serie soy yo.

Yumichika: Pero no me llegas ni a la suela de sandalia bonita... Y además mi club de fans no es tan cutre como el tuyo.

Matsumoto: Qué has dicho! -No te metas con mis fans... GROAARRG!-

Yumichika: Nada, no he dicho nada... -Que sepáis que sus tetas no son auténticas -

Tousen: Paz, hermanos... Paz

...Matsumoto y Yumichika le arrean un buen puñetazo en la cabeza y siguen discutiendo...


Estoy como una regadera... No, tan solo es tarde y es culpa del cansancio.

Review Plis