El vuelo de la Libélula.
20 años antes...
-Disculpen, ¿Aquí es el club de los generales caídos en desgracia? -preguntó el castaño con sarcasmo. Tres hombres que estaban de pie junto a un árbol, con la vista puesta en dos pequeñas que jugaban con unos aros y otra, en los brazos del rubio de ojos azules, voltearon a verlo con enfado.
-No puedes estar aquí si no traes una niña-resopló Jadeite con el mismo tono sarcástico, mientras le mostraba a la pequeña Enya en los brazos.
-¡Por supuesto! -chasqueó Neflyte mientras daba unos pasos hacia atrás y jalaba de detrás de un arbusto una carriola.
-¿Qué haces con Nerea? -recriminó el rubio de vuelta, con el rostro encendido en furia.
-Le dije que venía, e insistió en acompañarme- Neflyte tomó a la pequeña en los brazos y la niña comenzó a reír con alegría.
-En lugar de estar robando bebés, deberías tener el tuyo—dijo Kunzite sin mirarlo, sus ojos se centraban únicamente en la rubia platinada de poco más de un año de vida.
-Eso intento- contestó enfadado mientras miraba a la pequeña en sus brazos-. Una pequeña castaña de ojos verdes.
-Sí, mejor que se parezca a su madre-puntualizó Jadeite y los demás hombres rieron con él.
-No me gusta meterme en tus asuntos—intervino de nueva cuenta el plateado una vez que todos dejaron de reír-. Pero fuera de bromas, tendrás que hacer algo al respecto.
-¿Cuál es la prisa?
-Darien no quita el dedo del renglón contigo, no para de nombrarte en cualquier reunión.
-Vamos—dijo el castaño-. Luna, dile a las cosas por su nombre. Sólo a esa mujer le interesa lo que hacemos, a nadie más.
-Están poniendo en duda tu papel en este asunto.
Los tres hombres miraron con asombro a Zoycite, que permanecía quieto con los brazos cruzados al pecho.
-Eres más dudoso tú, compañero-expresó molesto Neflyte.
-Lo que Zoycite quiere decir, es que dudan de lo involucrado que estes con el reino y el juramento que hiciste.
-¡En ninguna parte de ese juramento vi que dijera que debería preñar a una senshi! O a dos...-soltó con furia. Nerea se removió en sus brazos inquieta.
-¡Cuida lo que dices! -amenazó Jadeite con rabia en los ojos. Enya despertó y comenzó a llorar.
-¿Lo que yo digo? ¿Están hablando en serio? Esa mujer nos tiene tomados por...bueno. - sus ojos se fueron hacia la niña de ojos azules que sostenía, quién lo miraba como si estuviera entendiendo-. No puedo comprender porque no estamos haciendo nada al respecto.
-Para entenderlo, tendrías que sostener a tu propia hija en brazos-respondió Kunzite.
-No hay nada que desee más que eso-musitó con tristeza, en una frase apenas audible. El general acercó con un poco más de fuerza a la pequeña Nerea a su pecho, el aroma a bebé era algo que disfrutaba, era algo que anhelaba y no se había dado cuenta hasta que el castillo comenzó a llenarse de él. Una pequeña mueca se dibujó en su rostro, recordando que aquel sueño que guardaba tan celosamente no estaba dentro de sus posibilidades.
-¿Es en serio? ¿Otra vez tú? -escucharon preguntar detrás de ellos. La hermosa senshi del mar miraba con desaprobación al grupo de hombres, con los brazos en jarra sobre su cintura y una sonrisa maliciosa en los labios. Vestía un hermoso y blanco camisón que se traslucía un poco con los rayos del sol, encima llevaba una bata abierta, que no lograba cumplir su función.
-Le pregunté si quería venir- respondió el castaño con una voz profunda y pícara.
-Es a mí a quién debes preguntar, chico travieso-refunfuñó con gracia la mujer agua marina. Neflyte sonrió con calidez mientras se acercaba a ella. Una vez que la niña estaba en la carriola, Michiru les sonrío con coquetería a los generales que la miraban complacidos. Se dejó observar unos segundos antes de irse.
Los hombres seguían un tanto embelesados por aquella cautivante imagen, cuando de nueva cuenta la voz de una mujer los trajo a la realidad.
-Cierren la boca, no los vayan a ver babear—dijo la castaña mientras se paraba a un costado de Neflyte. Los generales se irguieron y sonrieron al verse atrapados-. ¿Qué haces aquí? -preguntó mirando al hombre de cabellos marrones.
-Vino a pedir consejos para …-comenzó Jadeite,, pero Neflyte lo reprendió con la mirada.
-¿Saben que? No quiero saber—dijo Makoto mientras tomaba a su compañero del brazo y lo jalaba hacia ella-. Te necesito para algo, ¿Estás libre? - Neflyte asintió con la cabeza y ambos se dieron la vuelta para regresar al palacio.
-¡Consigan un cuarto y ya dennos una sobrina! -gritó el rubio sin reparo. Enya volvió a llorar en sus brazos ante el susto que le ocasionó su fuerte voz.
-Jadeite no tiene un filtro-sonrió Makoto al hombre a su lado-. Todo para él es un juego.
-Ve la vida diferente, del lado de los tontos-sentenció Neflyte.
-Me gustaría ser un poco como él, quizá todo sería más fácil.
Neflyte se detuvo en seco y miró a Makoto con suspicacia. Sin previo aviso, se agachó un poco y levantó a la chica en brazos, acunándola entre ellos.
-¿Qué haces? -preguntó sorprendida pero divertida a la vez. Sintió en su brazo el consecutivo toque de tres dedos del general, una seña personal de que tendrían contacto, algo que habían inventado para que ella no se exaltara.
Neflyte caminó con Makoto en los brazos por todo el jardín, pasando a un lado de Mina y Amy que estaban sentadas a la sombra, cerca de uno de los pilares del pasillo que daba hacia el frente del palacio.
-Señoritas- saludó el castaño con una amplia sonrisa, mientras Makoto se agarraba de él con sus brazos alrededor del cuello y escondía su rostro, naturalmente ruborizado entre el cuello y el hombro de aquel hombre.
-¡Por Afrodita! -gritó Mina con entusiasmo. Makoto pataleó un poco llena de vergüenza hasta que uno de sus zapatos salió volando de sus pies.
-¡Espera! ¡Mi zapato! -gritó mirándolo a la cara.
-A dónde vamos no necesitarás eso-contestó con ese tono coqueto y atrevido que solía usar cuando actuaba el papel de seductor.
Mina y Amy se sonrojaron también.
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Querida Haru:
Deseo con el corazón que nunca conozcas la impotencia que se siente el tener que hacer algo por alguien y no poder. Elegir entre dos almas cuando solo puedes salvar a una, es la decisión más horrible que puedes tomar en tu vida. Yo tuve que hacerlo una vez, y hasta el día de hoy no pasa minuto del día que cargue con el dolor que resultó de la decisión que tome.
Hotaru se unió a nuestra red de mentiras y comenzó a salir con tu padre Neflyte y conmigo del palacio. Tratábamos de hacer las visitas espaciadas y en algunas ocasiones, debíamos salir sin ella, pero ninguno de los dos teníamos el corazón para negarnos cuando nos miraba con esos ojos suplicantes.
Ella y Asanuma formaban una linda pareja, él la trataba como una princesa y Hotaru era toda una damisela en apuros con él, de verla, se te podía olvidar lo poderosamente destructiva que podía llegar a ser.
Debo admitir que amaba verlos juntos, mi corazón saltaba de alegría como una adolescente, una parte de mí, añoraba aquellos momentos románticos que ellos comenzaban a vivir, y no es que no los tuviera, Andrew era todo un caballero conmigo, e incluso seguía teniendo detalles tiernos cuando nos encontrábamos, pero ya no estábamos en esa misma etapa. Por otro lado, Neflyte me cortejaba con la misma gracia y atención, pero cuando finges tantas cosas en la vida, llega un punto en que no sabes que es mentira y que es verdad. Al menos en aquel entonces yo no lo sabía. Mi cabeza estaba fría pero mi corazón comenzaba a ser un caos.
Sin embargo, todos aquellos momentos de felicidad se vieron puestos en peligro una vez que tu padre Andrew y Asanuma entraron a trabajar al palacio. Tenían un consultorio particular que estaba ubicado lejos de las alas donde nos hospedamos, pegado a éste una habitación donde podían descansar e incluso, pasar la noche si era necesario. Luna nos prohibió ir sin la compañía de alguien más, probablemente recordando que Andrew había sido el amor imposible de algunas de nosotras (Lo sé, esa es una historia larga de contar)
Una tarde en el castillo, tu padre Neflyte estaba platicando con sus amigos cuando lo encontré. Necesitaba verlo con urgencia por un asunto que ya ni siquiera recuerdo, pero que en ese momento era muy importante. El punto fue que ambos estábamos tan de buen humor, que en un arranque de galantería él me alzó en brazos y me llevó de esa manera hasta la habitación (que para ese entonces no compartíamos aún). Sin embargo, y para nuestra mala suerte, tu padre Andrew presenció la escena a unos cuantos metros, lo que lo hizo enfadar considerablemente.
-¿Se divierten? -preguntó Andrew con una voz seria y casi iracunda.
-Esa es la idea-respondió Neflyte desafiante, dejando a Makoto de vuelta en el piso.
-¡Necesito hablar contigo, en este momento! -exclamó Andrew, no era una petición sino una orden expresa. No pude evitar ruborizarme y sentir como el alma se me iba a los pies, donde por cierto me faltaba un zapato. De inmediato y sin mediar más palabras abrí la puerta de mi alcoba, pero Neflyte nos cerró el paso.
-Vayan a otro lado, aquí no.
Unos minutos después estábamos en el consultorio. Tu padre es un hombre tranquilo y de alto respeto por los demás, pero estaba fúrico como no lo había visto nunca. Pude ver como luchaba por calmarse, jalando ese rubio cabello que tanto me gusta, mientras sus ojos azules me miraban con espanto. Reconozco que fue un error en su momento, nunca quise herirlo, aunque lo hice en varias ocasiones.
-¿A esto juegas cuando no te veo? ¡Me siento tan tonto! -exclamó dolido mientras caminaba de un lado a otro de la habitación. Su bata blanca se movía al compás de su andar.
-Ni siquiera puedo tratar de explicarte. Hemos hablado tantas veces de esto, sólo es actuación.
-¡Actuación! Todo es actuado lo sé... -soltó con tristeza mientras se detenía frente a mí. Sus manos ardientes tomaron mi rostro con cautela, pero su agarre se volvió más fuerte en medida que acercaba su rostro al mío-. ¿Con quién actúas? ¿Con él o conmigo?
En ese momento me solté de su agarre y debo admitir, que no pude más que soltarle una bofetada. Por qué ciertamente podría comprender sus celos, su dolor, pero eso no le daba derecho de pensar así de mí. Me hervía la sangre de pensar que él pudiera creer, que siendo tan fácil y cómodo para mí enamorarme de Neflyte y olvidar todo esto, prefiriera no solo jugar con él, sino con nuestras vidas, todo por un tonto capricho.
-Si crees que te engaño, ¿Por qué no mejor te vas y te olvidas de todo esto?
-¡Por qué te amo! Te amo tanto que no puedo irme y dejarte aquí, a merced de este infierno-contestó tajante y derrotado. Vi sus ojos cristalizarse, tratando de contener el llanto.
-¡Yo también te amo! -le dije en un susurro sincero.
-Entendería que no lo hicieras. Por lo que he escuchado, esos hombres y ustedes están unidos por el universo.
-¡Pero él y yo somos diferentes, es lo que te he estado tratando de explicar todo este tiempo! Él ama a Molly y yo te amo a ti.
-No sé qué pasa conmigo. Los celos me comen por dentro-soltó exhausto, retirándose de nuevo-. Quiero entender, pero no puedo... ¿Por qué no se levantan? ¿Por qué no simplemente se van?
-Es muy complejo, quisiera saberlo yo también
-¡Vámonos! Solos tú y yo, vámonos de aquí, ahora—su mirada era suplicante y melancólica. No me había visto así nunca y yo, no pude contenerme. Me puse en pie y tomé sus manos, besé sus nudillos y estaba a punto de decirle que sí, cuando unos pasos próximos nos alertaron.
Tomé a tu padre y lo jalé hacia un pequeño closet donde guardaban insumos médicos. Ambos quedamos en silencio, apretados el uno contra el otro, observando hacia afuera por una pequeña rendija, sin saber la tragedia que se avecinaba.
-¡Aquí, entra! —dijo Asanuma con un tono temeroso en su voz. Detrás de él, la tímida Hotaru entró en silencio.
Apenas ingresar al consultorio, cerraron la puerta y el chico se dirigió a la ventana, pero ésta estaba sellada desde afuera. Sus miradas se cruzaron con miedo y desesperanza. Quise salir en su ayuda, pero apenas me moví, la puerta se abrió de golpe.
-Aquí están, ¿De verdad creíste que nos engañarías? -dijo Luna con fastidio mientras cerraba la puerta tras ella-. No puedo creerlo de ti, Saturno.
-Luna por favor, no es lo que parece-respondió la chica, tratando de negociar.
-Debo admitir que creíamos que sería Andrew quién diera problemas, ¿Pero él? Un simple chico mortal pretendiendo a la más poderosa de las guardianas de la tierra, es algo... decepcionante.
-Ella no ha hecho nada malo, ha sido mi culpa señora.
-¡Calla! No necesito explicaciones. Tú no eres digno para una guerrera, ella ya tiene asignada a una persona.
-Yo no quiero estar con ningún general, ellos son...
-Tampoco quiero tu opinión, Hotaru. —Luna avanzó unos pasos hacia ellos, acorralándolos contra la pared.
-¡Apártate! ¡No dejaré que le hagas daño! -dijo la chica con su voz calma pero amenazante.
-¿Qué piensas hacer? ¿Acaso crees que te tengo miedo? Ni siquiera tienes tu cristal y en cambio yo, tengo esto.
La mujer de negros cabellos sacó de entre sus ropas el cristal plateado. Se hablaba mucho de que Luna era capaz de manejarlo, pero nadie tenía pruebas de ello. Esa tarde por desgracia, lo vi con mis propios ojos.
La mirada de Hotaru se alteró y su gesto dulce y compasivo cambió a un tono sombrío y acabado.
-Por favor, deja que él se vaya, yo asumiré las consecuencias.
-Imposible- soltó la antes gata con una voz tan autoritaria, que la sangre me hirvió de inmediato.
Quise salir en su ayuda, pero Andrew estaba rígido frente a mí. Sus ojos parecían fijos en Asanuma, supe exactamente lo que estaba pensando. Sin embargo, no podía quedarme sin hacer nada y sólo mirar aquella injusticia. Moví mi cuerpo un poco, pero en ese momento el me abrazó con fuerza y me sujetó. Pude librarme, pero no lo hice. Sentí esa petición silenciosa de que me detuviera, miré en sus ojos esa sentencia maldita, esa que me decía que, si hacia un movimiento y tu padre y yo éramos detectados, todo habría terminado. Me quedé quieta entonces, en el acto más cobarde y vergonzoso de mi vida.
-No le harás daño, yo la quiero y antes tendrás que pasar por sobre mi para tocarla.
-Eso es algo irrelevante niño. Ustedes los humanos normales no lo entienden. Estás chicas no están hechas para ustedes, tienen una misión que cumplir. No es personal.
Asanuma se paró entre Hotaru y Luna en un despliegue de valentía que nunca había visto. Supuse que él sabía quién era ella desde siempre, la senshi más poderosa, la única capaz de volver por su cuenta de la propia muerte. La única capaz de hacerle frente a la misma princesa y, sin embargo, ese dulce chico que una vez juró protegerme, hacía lo propio con Hotaru, inocente, indefenso, incapaz, pero muy valiente.
-Lo cierto es que no te necesitamos en este momento, Saturno. Servirás de lección para todas las demás y sus estúpidos sueños que solo me estorban. Cuando reencarnes hablaremos de nuevo. Hazme un favor y saluda a Setsuna de mi parte—dijo con esa voz burlona llena de maldad, mi cuerpo se estremeció al escuchar aquello.
Luna blandió el cristal de plata y de éste, un enorme brillo salió cegadoramente., similar al que vimos antes de que la guardiana del tiempo desapareciera. Hotaru alcanzó a girar a Asanuma, cubriéndolo con su propio cuerpo. Casi podría jurar haber visto sus ojos púrpuras clavarse en mí, segundos antes del fin. Yo sujeté a Andrew, completamente sumergida en un estado de shock y dolor. Me sentí tan impotente, tan vulnerable, tan culpable.
Una mancha oscura apareció y desapareció ante mis ojos antes que tuviera que cerrarlos, incapaz de seguir mirando aquella fatídica escena. Todo pasó tan rápido, todo fue tan sin sentido.
Cuando la luz desapareció, Hotaru y Asanuma ya no estaban. Luna sonrió complacida y después de dar un rápido vistazo, aunque para mí fue eterno, salió por la puerta. No sabría decirte cuanto tiempo más permanecimos ahí. La mirada de tu padre estaba fija en el suelo, casi a punto de llorar. Yo no sabía que hacer ni cómo reaccionar.
De pronto, la puerta de la despensa se abrió y Neflyte estaba parado frente a nosotros. Recuerdo que nos tomó a ambos y desaparecimos con él. Aparecimos en mi alcoba, donde Andrew atinó a sentarse en la cama, completamente sumergido en su dolor y yo, tuve que correr al baño a vomitar.
Entre arcadas, le conté a Neflyte lo que habíamos visto. Él me sostuvo el cabello y se arrodilló conmigo en el baño. Por mis ojos no dejaban de correr lágrimas mientras sentía como el alma me abandonaba casi al mismo tiempo. Con rapidez, Neflyte se levantó y ordeno a Andrew que trajera paños húmedos, intercambiaron algunas palabras, quise ponerles atención, pero me fue imposible. Aunque debo admitir que escuchar la voz de Andrew me hizo calmar un poco.
Unos segundos después, la puerta de mi habitación se abrió de golpe. Eran Luna, Artemis y Darien. Todos miraron a Andrew con extrañeza, exigiendo una explicación de lo que hacía en mi alcoba y él, en un completo dominio de sí mismo, actuó como si nada hubiera pasado. Explicó que me encontraba mal y que Neflyte había ido por él para revisarme. No lo dudaron al ver mi estado.
Después de unas cuentas preguntas y de revisar la habitación un poco, decidieron irse, no sin antes mencionar que Asanuma ya no estaba en el castillo y que lo estaban buscando. Aprovecharon también para pedirle a Andrew que se fuera, y avisarle que sus servicios ya no serían requeridos.
Esa noche el mundo cambió para mí y para tus padres. Andrew se fue del palacio, aceptando de buena gana la explicación que Asanuma se había fugado con Hotaru y que los buscarían. Él dejó que creyeran que lo habían convencido con esa torpe mentira.
Neflyte se quedó a mi lado, cuidando el estado letárgico en el que me sumergí por varios días. Mi corazón desquebrajado, dolido, impotente y sobre todo sumamente culpable, no pudo soportar tanto dolor, pasé una gran cantidad de días en cama, sin querer comer o hablar con nadie. Neflyte era el único que me visitaba, más bien al único que dejaba entrar. Por todo este tiempo, no contesté las llamadas de Andrew, ni los mensajes.
Una noche recibí un texto, me decía que si no hablaba con él vendría al palacio. Me vi obligada a responder su llamada y fue ahí, donde después de pasar varios días pensándolo, después de no poder dormir imaginando la trágica muerte de Hotaru y Asanuma, lo cerca que ambos estuvimos de ese mismo final, y lo mal que me sentiría si algo malo le pasara a él por mi culpa, decidí terminar con la relación.
-¿Cómo estas hoy? -preguntó Neflyte trayéndome la habitual charola con comida. Sólo tomaba lo necesario para que me dejara en paz, así que había algunas más apiladas en la mesa de noche.
-Se acabó-respondí con la voz ahogada, mi cabeza cubierta con los edredones de la cama.
-¿Quieres que te deje sola? ¿Prefieres que me quede?
Destapé mi rostro para buscarlo en la habitación, estaba tan lejos, cerca de la puerta. Una especie de abandono recorrió mi cuerpo y por primera vez en mucho tiempo, desee no estar sola.
-¿Puedes venir aquí? -susurré con temor, esperando el rechazo. Pero Neflyte me sonrió levemente y se encaminó para sentarse en la cama, a la altura de mi cabeza.
-¿Quieres que hablemos?
Me senté en la cama sin decir una palabra, él me atrajo hacia sí en un abrazo tan cálido, mucho mejor que el de mis sábanas. No pensé en nada, me abandoné a la sensación de protección que sus brazos me proporcionaban y me quedé ahí, sollozando por mucho tiempo.
-Debí hacer algo, debí detenerla.
-No podías detenerla- respondió mientras acariciaba mi cabello-. Pero si hiciste algo, algo bueno.
-Claro que no.
-Makoto. —dijo mi nombre con sus labios pegados a mi frente. Pude sentir el aliento estrellarse casi como un beso-. Hay algo que debo decirte—Neflyte me levanto un poco más, poniendo nuestras cabezas a la misma altura, sin soltarme. Sentí sus labios acercarse a mi oído y comenzar a hablar en un tono tan bajo que apenas pude escucharle-. El muchacho está bien, lo puse a salvo.
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15 años antes.
La castaña picaba con destreza, algunos vegetales en la barra de la cocina, mientras echaba un vistazo a la pequeña Haru, que jugaba en el suelo de la sala, justó frente a ella. El reloj en la pared marcaba más allá de medio día, estaba nerviosa, muy preocupada.
Había decidido cerrar todas las ventanas, bajar las cortinas y cerrar con todos los pasadores las puertas. Precauciones que de nada le servirían frente a ninguna de sus compañeras, bueno quizá solo frente a Serena, pero en definitiva no sería ella quién viniera a buscarla. La castaña sonrío involuntariamente ante aquel pensamiento.
Su intranquilidad se agravó, cuando la poca luz natural que había en la casa comenzó a menguar. Seguramente se estaba nublando, pero para averiguarlo debía ir hacia alguna ventana.
Dejó el delantal sobre la mesa y echó de nuevo un vistazo a Haru, que se detuvo para verla andar rumbo a la ventana más próxima. Estaba por correr las cortinas, cuando golpes en la puerta la hicieron brincar asustada.
-Cariño, ya vine-escuchó desde el otro lado. Haru sonrió reconociendo aquella voz.
Cuando Makoto llegó a la puerta, la sonrisa de tranquilidad que se había dibujado en sus labios unos segundos antes se borró mágicamente. Efectivamente era Neflyte parado frente a ella, cargaba en las manos algunas compras que había hecho en el pueblo, sin embargo, el verdadero problema estaba justo detrás de él, en aquella neblina repentina que había cubierto las montañas.
-No es hora para la neblina—dijo ella mientras se abría paso para que el hombre ingresara a la casa.
-Al contrario, se habían tardado demasiado.
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Actualidad.
-Esas dos alimañas están en las mazmorras—dijo Asahí con orgullo mientras jugaba con las llaves colgadas en uno de sus dedos-. Ya le he dicho a Yune que no se acerque, pero no sé si me haga caso.
-Eres muy desalmada para ser hija del amor—se burló Enya con sarcasmo, la chica estaba sentada en el trono principal, con las piernas sobre uno de los descansa brazos.
-No te va ese lugar, mejor búscate otra cama-alegó Nerea, con la malicia dibujada en su rostro.
-¿Cómo no te buscas otra cara mejor tú? -replicó la guerrera del fuego.
-Ya, ya... las hermanitas no se deben pelear.
Ambas chicas voltearon a ver fulminantes a una joven de ojos azules y cabellos negros con destellos verdes. Su melena era larga y su tez apiñonada.
-Uy mira quién habla... ¿Quieres que te llevemos con tu hermanita? Se veía tan sola la pobrecita—se burló Enya, reincorporándose en el trono.
-Basta, no sean molestas-sentenció Haru que iba entrando a la habitación, seguida de cerca por Freya-. Mirai, ¿Cuándo llegaste?
-No me había ido, estuve buscando algo importante-respondió la chica con satisfacción-. Y aquí lo tengo—. En su mano, una luz brillante comenzó a tomar forma de un cetro, pero éste creció lo suficiente para revelar al fin el orbe granate de la mujer del tiempo.
-¡Eso es excelente! -dijo Haru emocionada. El resto de las chicas olvidaron su pelea y miraron con asombro aquella fabulosa arma.
-¿Qué hay con el espejo y la espada? ¿Nerea?
-Sí, si ya voy—dijo la chica del mechón turquesa, girando rápidamente y corriendo rumbo al pasillo que llevaba a las habitaciones del mal trecho palacio.
-¿De verdad crees que funcione? -preguntó Freya, un tanto dudosa.
-¡Vamos! La inteligente aquí eres tú, mi querida Freya. Funcionará, desde luego que funcionará...
CONTINUARÁ...
Muchas gracias a todos los que han llegado hasta aquí, estoy muy inspirada y entusiasmada con sus comentarios, así que por eso va fluyendo todo. Esperoi que lo disfruten tanto como yo escribiéndolo.
Agradecimientos a Genesis, LitaKino, Ladi Jupiter, ValeFer y a todos los invitados que me dejan sus reviews, me emociono mucho cada vez que me llega uno nuevo.
Lector anónimo, gracias por pasar, anímate a dejar tus comentarios.
Saludos.
