Dulces sueños Amy.

-¿Alguna vez te hablaron sobre cómo se conocieron tus padres? -preguntó Haru a Freya, que estaba acostada, con los pies colgando por el frente, sobre la cama de ellos precisamente. La chica de cabellos rubios y destellos azules no dijo nada, siguió con la vista clavada en el cielo.

Haru tomó aquella foto que tenía rato observando, en ella aparecía una mujer de corta cabellera azul intenso, un hombre de cabellos caramelo, agarrados en una coleta que llevaba por delante de un hombro. Sus ojos verdes musgo estaban fijos en la mujer que a su vez sostenía a una pequeña niña, Freya naturalmente.

-Era muy pequeña cuando tus padres los mataron- soltó con frialdad. Haru sintió una punzada.

El saber que sus padres habían acabado con los padres de todas las demás chicas en el castillo era asunto que la tenía intranquila, el eslabón más débil de la cadena de confianza que había generado con ellas y que la tenía ahí, esperando junto con las demás que los cazadores furtivos trajeran a los cuatro malditos que habían permitido todo aquello.

-Mi madre me lo contó, ¿Quieres que te lo cuente yo a ti?

Freya dudó un segundo, después levantó su mano, dejando muy en claro que no cambiaría de posición y que, si Haru quería hablar, debía ir con ella a la cama. La castaña lo entendió de primera y con la fotografía en la mano se acostó a un lado, pasándola a su amiga en cuanto se hubo acomodado.

-Pues bueno, todo comenzó hace veintitrés años...

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23 años antes...

Amy Mizuno, la chica amable e inteligente que todos conocían y adoraban, la joven que tenía el sueño de estudiar medicina y con su conocimiento, salvar al mundo, era a la vez, la más tímida de todas. Así que para nadie fue sorpresa que el día que los generales volvieron a la vida, ella se pusiera tan pálida, que fue necesario llevarla un tiempo a la enfermería.

Zoycite por su parte, siempre fue el general más enigmático de todos. Tranquilo y silencioso, un tanto soso y aburrido, que guardaba para sí la mayoría de sus pensamientos. Era esta la razón por lo que, a la vista de todos, eran la pareja ideal... el detalle estaba que se animaran a hablarse.

Amy había dedicado los siguientes meses después de conocer al general a escapar. Se escondía en todos los rincones habidos y por haber, huyendo a la presencia del hombre de ojos verdes que, en definitiva, no la andaba buscando.

Sin embargo, para su mala fortuna o su destino, como Minako insistía en decirle, Zoycite solía toparla en los lugares más insospechados. Todos decían que aquel hombre, un estratega innato, hábil e inteligente, había puesto sus ojos en ella, pero no. Él también buscaba un refugio, un lugar al aire libre donde pudiera estar solo y por desgracia, habitualmente caían donde mismo.

-¡Deja de seguirme por favor! -suplicó desesperada cuando lo encontró recostado al pie de un árbol bastante alejado del palacio. Zoycite llevaba un libro y sus lentes redondos y enormes, que le daban un aire dulce e intelectual a la vez. Su chaleco verde menta sobre esa camisa blanca terminaban de darle el toque bohemio que la hizo verlo de verdad, por primera vez.

-Señorita. -dijo él, quitándose las gafas y sentándose en una mejor postura-. Le aseguro que no ha sido mi intención que me encuentre aquí. Pero creo que es momento que le pongamos un alto a todo esto—Amy se encendió en pena, el rojo de sus mejillas hizo sonreír al general.

-¿Y qué es lo que propone? -preguntó aun ruborizada, volteándose para no verlo, gesto que para él fue más que encantador.

-Bueno, ya que nos topamos en cada lugar y ambos buscamos lo mismo, ¿Qué le parecería si nos ponemos de acuerdo, y compartimos el mismo espacio?

-¿Qué dice?

Zoycite le propuso aquella tarde de otoño que dejaran de rehuir uno del otro. Que, si bien ninguno tenía interés romántico en el otro, compartir el mismo espacio no los mataría. A final de cuentas, cada uno buscaba un lugar para hundirse en alguna buena lectura, escuchar alguna bella canción o simplemente, pasar un tiempo en silencio. Las mismas actividades ciertamente, todas ellas tan personales que no tenían por qué hablarse si no querían.

Y así fue como las dos personas más serias del mundo comenzaron a salir sin salir. La biblioteca se había vuelto su lugar especial, mientras Amy se sentaba en aquel enorme y mullido sillón que se había mandado a traer solo para ella, (porque se podían decir muchas cosas del palacio, pero no que no consintieran de vez en cuando a sus habitantes) Zoycite gustaba de caminar de un lado a otro mientras leía.

Una cosa llevó a la otra, y no pasó mucho tiempo hasta que el general se animó a recitar en voz alta poemas de Neruda, Benedetti y Bécquer, haciendo suspirar, de manera muy imperceptible pero no por eso menos real, a la regente del hielo. Por su parte, ella compartía con él canciones y libros que le robaban el sueño y le alegraban el alma.

De más está decir que la biblioteca no era usada por nadie más, así que aquella noche de invierno, cuando la tormenta de nieve arreciaba afuera y los demás estaban refugiados en sus respectivas habitaciones, (al menos la mayoría) ellos dos estaban compartiendo una lectura al calor de la chimenea. Dos tazas de té y unas galletas que Makoto les había hecho a todos y de las cuales Zoycite logró robarse un puñado, eran su única compañía.

-Amy, -dijo el rubio a la par que bajaba su libro y se quietaba las gafas.

-¿Qué pasa? -preguntó ella sin darse cuenta, sus ojos seguían clavados en su propia lectura.

-Me gustas-soltó sin más.

Cuando la peli azul escuchó aquello, alzó más su libro en un vago intento de ocultar su sonrojo. No tenía palabras para aquello que acababa de escuchar a pesar que tenía mucho tiempo queriendo oírlo.

-¿No dirás nada? -insistió él, levantándose de su lugar y caminando con cautela hacía ella. Había aprendido durante esos últimos meses que Amy era como una mariposa, delicada, hermosa pero muy asustadiza y por ende, escurridiza.

-Creo...-su voz quebrada por los nervios-. Creo que también me gustas-murmuró.

-¿Lo crees o lo aseguras? -preguntó mientras con un dedo, bajaba un poco el libro para verla a la cara. Sus ojos azules se fijaron en él, brillantes y asustados.

Zoycite esperó lo que para él fue un tiempo razonable, pero la chica seguía sin emitir una respuesta a su argumento, así que con aquella tranquilidad que siempre lo caracterizaba, cerró el libro de la peli azul, lo puso a un lado en la mesa de noche y la tomó de la mano, guiándola al enorme ventanal, cubierto con una muy gruesa cortina de color gris que servía para proteger el lugar del frio. El general corrió dicha cortina y la belleza del jardín cubierta de nieve por completo inundó el corazón de ambos.

-También me gustas—dijo sin mirar y después de un largo, pero para nada incómodo silencio.

-¿Me quieres? -susurró mientras la abrazaba por la espalda. Amy quiso saltar alterada, pero él supo controlarla-. Por qué yo te quiero, te metiste en mi alma y ahora te quiero como no pensé que lo haría otra vez.

-¿Otra vez? - Amy pudo sentir la sonrisa del general contra su nuca.

-Te he querido desde siempre y por eso sé que debo darte tu espacio. Pero no puedo aguardar más para saber si tu sientes lo mismo por mí.

-¿Qué pasa si no lo siento? -preguntó cabizbaja. El amor no estaba en la lista de sensaciones vividas por aquella chica. Ciertamente le latía el corazón con mucha desesperación y el aire le faltaba, pero no tenía manera de saber si eso era amor o bien, el miedo que la aquejaba.

-No pasa nada. -sentenció Zoycite apretándola un poco más a él-. Te conozco y sé que lo que sientes por mí no lo has sentido por nadie más, ¿O me equivoco? - Amy asintió débilmente-. Tu cerebro quiere darle un nombre a algo que no conoce, yo te lo enseñaré mi querida princesa del hielo.

Amy giró por sí misma para verlo a la cara. El galante y enigmático general de cabellos caramelo y orbes verdes la miraba con una sonrisa en los labios, unas pequeñas arrugas en la comisura de sus ojos que no eran más que una ventana a su felicidad. Se acercó a ella lentamente, bajando lo suficiente para estar a su altura, ella era tan pequeña, tan tierna y encantadora que él no pudo resistir acariciar sus mejillas antes de besarla por primera vez.

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15 años antes.

-¡Neflyte! -exclamó Makoto con tanta alegría que todos giraron a verla, pero el general simplemente le dio una fracción de segundo de su atención, en una mirada tan fría que ella por instinto, retrocedió un poco.

-Shadow, haz lo que te pedí- dijo el castaño dirigiéndose a su sombra, la misma se movió con destreza hasta perderse tras él.

-Una amiga está con ella, por favor que las cuide a ambas- susurró Andrew casi suplicante. Neflyte lo miró un poco más y asintió con la cabeza.

-Bueno, que estes vivo sólo significa me darás la oportunidad de destruirte una vez más, ¿Cuántas veces van? ¡Oh sí, esta será la tercera! -exclamó vanidoso-, y ya sabes lo que dicen de las terceras veces.

-Que son para los pobres diablos que no pudieron hacerlo a la primera—dijo Neflyte retadoramente, mirando con firmeza a su otrora compañero de armas.

Un fuerte ataque salió de Zoycite, el general del norte aventó con fuerza a Andrew de su paso, sacándolo de la zona de guerra. En cuanto esquivó aquellas espinas, un aro de energía se generó en su mano, lanzándolo contra el rubio.

Makoto tuvo que brincar hacía otro lado, estaba justo detrás de Zoycite cuando éste bloqueó el ataque, enviándolo hacía ella.

-Es estúpidamente loable que defiendas a una niña que no es tuya—Los ataques salían como ráfagas de las manos del ojiverde, estrellándose algunos contra el castaño y otros, siendo esquivados con facilidad.

-Te equivocas, esa niña es mía-sonrió-. Es más mía que mi propia alma.

Neflyte generó una fuerte lluvia de destellos que dieron de lleno contra Zoycite, el hombre comenzó a moverse al compás de los golpes que recibía, incapaz de contener ni uno solo. Makoto estaba realmente asombrada por aquello, una parte de su corazón no dejaba de dolerse al ver a uno de sus compañeros de los últimos años sucumbir de esa manera ante el ataque, tan terriblemente injusto.

-¡Zoycite! -gritó Amy con desesperación, la pequeña mujer atravesó su cuerpo entre su pareja y el ataque.

Ambos guerreros fueron lanzados contra la única pared que quedaba casi intacta en la casa. Sus cuerpos llenos de golpes y despidiendo humo producto de la fuerte energía permanecieron quietos un rato. Makoto estaba a punto de acercarse a verlos, pero Neflyte se apareció frente a ella y la bloqueó con un brazo.

-Son ellos o tu hija—dijo cruelmente, la regente del trueno se frenó de inmediato.

-¡Están poseídos, no son ellos...!

-Lo sé, y es por eso que son tan peligrosos.

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-¡No lo puedo creer! -gritó Serena entusiasmada, Amy se ofuscó tanto que la rubia tuvo que jalarla del brazo para evitar que corriera-. Vamos enséñamelo de nuevo. La peli azul no tuvo más remedio que mostrar de nuevo el anillo que el general le había dado la noche anterior con el cual le había pedido matrimonio.

-¡Muchas felicidades! -gritó Venus en un chillido tan agudo que Rei y Makoto tuvieron que taparse los oídos-. ¡Tienes que anunciarlo en mi boda!

-Es que Zoycite y yo no queremos hacer mucho escándalo-dijo en un murmullo, pero Venus pasó por alto aquello e insistió.

-¡Claro que no! Sólo te casas una vez en la vida y … bueno la gente como tú si se casa una vez en la vida, así que tenemos que hacer esto de forma espectacular.

-Si Amy quiere algo sencillo no deberías meter tu cuchara Mina. —intervino Rei con los brazos cruzados al pecho, su semblante daba la impresión de estar molesta, pero sus ojos decían otra cosa.

-Rei tiene razón, quizá Amy quiera algo menos pomposo que tú-agregó Makoto mientras abrazaba a la pequeña mujer de Mercurio-. Se hará como ustedes quieran—le dijo al oído.

-¡Eso lo dicen porque ustedes son un par de amargadas que no dan su brazo a torcer, de hecho, me sorprendería que Jadeite y Neflyte les pidan matrimonio un día. - refunfuñó la rubia, Serena que estaba un poco más atrás evitando la confrontación, abrió la boca sorprendida-. ¡Vamos Serena! Dile algo.

-Es que tu boda es incluso más grande que lo que fue la mía- dijo la chica de coletas, notablemente apenada pero divertida-. No quisiera ser Kunzite en estos momentos. —Todas, incluyendo Amy rieron.

-Sólo queremos que estén ustedes presentes y que sea aquí mismo, en el jardín de las fuentes. Algo muy pequeño.

-¡Dalo por hecho! -gritó de nueva cuenta Serena-. Hablaré con Luna para que se haga como tu quieras, aunque debo advertirte que tendremos que hacer el anuncio oficial—dijo entrecomillando con los dedos. Amy suspiró.

-¡Gracias chicas! -exclamó con moderada alegría-. Soy muy feliz.

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Zoycite escapó del siguiente ataque de Neflyte, llevando consigo a Amy. Makoto estaba de pie todavía en el mismo lugar, luchando contra la idea de que no quería atacarlos. Era evidente que sus amigos estaban ya muy debilitados y aunque Neflyte también estaba muy herido, los estaba barriendo con todo el poder que era capaz de desplegar.

-¡Más te vale que despiertes y me ayudes, Sailor Júpiter! - gritó el castaño para llamar su atención, su voz fue tan sombría que el mismo Andrew que estaba tirado detrás de unos arbustos, lastimado de un tobillo, no pudo evitar darse cuenta.

-¡No lo haré! ¡Son nuestros amigos! -contestó ella, con las lágrimas corriendo por sus mejillas.

Neflyte la ignoró con desprecio y volvió al ataque, ya estaba muy cansado y las heridas del día anterior no habían cicatrizado en absoluto, pero no tenía tiempo para dolerse.

-¡Burbujas de Mercurio! -se escuchó antes que todo volviera a nublarse. El grito de dolor de Neflyte que siguió a una explosión en las cercanías fue lo único que rompió el silencio sepulcral, resonando en los oídos de la oji verde.

-¡Ya basta Amy! ¡Detente! ¿No ves lo que estás haciendo?

-¿No ves lo que estás haciendo tú? -preguntó la senshi del hielo, mientras se abría paso entre la bruma, caminando hacia su amiga-. ¿Era gran cosa? Sólo te pidieron que tuvieras una hija con aquel hombre, a cambio todos tendríamos una vida tranquila. - Amy se paró frente a Makoto, desde su baja altura la miró a los ojos y continúo-. Pero siempre has sido así, rebelde e indomable. Persiguiendo un amor que no te corresponde.

-¡Eso no es verdad! -dijo tristemente, sin poder engañarse ni a ella misma.

-Es tu familia o es la mía-dijo fríamente-. Y ya que la tuya no te importa ni a ti, ¡Muere Makoto! —La senshi de traje azul levantó una mano hacia Júpiter y con voz calma invocó su elemento-. ¡Fulgor de agua de Mercurio!

-¡Trueno de Júpiter, resuena!

Ambos poderes chocaron entre sí a una muy corta distancia. Las dos mujeres fueron arrojadas en lados contrarios, mientras Makoto paró contra la cerca de la casa vecina, Amy se estrelló directamente en un pedazo de pared que aún quedaba en pie de lo que fue la casa de los padres de Andrew. Cayó desde el techo hasta el suelo en un golpe seco, sin poder detenerse.

-¡Amy! -gimió Zoycite muy preocupado, el hombre se lanzó en dirección a donde el cuerpo casi inerte de su mujer había caído.

Neflyte lo dejó acercarse, pero le cerró el paso acorralando a ambos contra la pared. Makoto sabía muy bien lo que había hecho, se quedó tirada con la espalda contra la cerca de madera, que se había partido al golpear.

-¡Resiste! ¡Amy por favor resiste! -pedía descontroladamente, en un ataque de emociones que no era propio de él. El general tomó a la mujer en sus brazos y arrodillado frente a ella, la puso en su regazo.

-¡Jamás te perdonaré! -el grito desgarrador ahogo su llanto, Neflyte bajó la mirada por un momento, dándole la privacidad que obviamente necesitaban. Sus ojos se fueron levemente hacia Makoto, que miraba aquella escena consumida en llanto.

-Mi amor, mi dulce niña-dijo mientras peinaba con la mano sus cabellos azules-. Nos espera nuestra hija en el castillo, tienes que venir conmigo.

-Ven aquí- ordenó Neflyte a la guerrera del trueno. Ella lo vio por un segundo, antes de comenzar a levantarse.

Fue algo complicado, ella también había salido herida de aquel encuentro de poderes, pero trató de no quejarse en absoluto, era la menos lastimada de los cuatro, una ventaja y a su vez, una vergüenza.

-Déjalos ir—dijo en voz baja una vez que llegó a su compañero, pero éste no la miró.

-Si se van, le dirán a Luna lo que Haru es.

-¿Una humana normal? -preguntó con reproche.

-Una amenaza para todos.

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Cuando Zoycite miró a Amy pararse al final del pasillo simplemente se quedó sin palabras, y no es que el hombre hablara mucho, pero una persona callada suele tener muchos pensamientos. Todos ellos iban hacia ella, a la dulce chica vestida de blanco que lucía simplemente angelical.

Fue tal el impacto de ese hermoso vestido calzado a la perfección en ese cuerpo exquisito, que más de un general sonrió complacido, porque hay bellezas que no puedes ignorar.

Una ligera curva en sus labios y todo el amor que sentía, gritaban a través de esos ojos verde musgo mientras la veía caminar hacia él, sonrojada desde luego.

Aquella fue la ceremonia que pidió, un acto sencillo rodeados solo de sus amigos más cercanos, los que vivían dentro del castillo. El jardín lucía espectacular, lleno de flores blancas traídas para la ocasión y un pequeño arco tapizado de zakuras que servía de fondo para el intercambio de votos.

-Amy, prometo ser tuyo en esta y en cada vida, tuyo y de nadie más. Seré tu escudo, tu defensa, tu guardián a toda hora. Seré aquel libro que cuente la historia de como dos almas solitarias se vuelven una para siempre. Te juro que seré la carta de amor que leas cada mañana al despertar y el que cada noche, vele tus sueños.

El general puso la argolla en el dedo de Amy, quién no perdió detalle de ese momento.

-Zoycite, prometo ser tuya en esta y en cada vida. Solamente tuya, de nadie más. Seré la brisa fresca que acaricia tus mejillas mientras lees bajo un árbol, la gota de rocío que contemples al despertar. Esa canción que bailas tan ligero cuando estás a solas, porque incluso a solas yo estaré contigo, mi amado Zoycite, seré para siempre tu sueño de paz.

Sellaron la promesa con un tierno beso frente a todos sus compañeros, sus amigos, sus hermanos.

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-Volveré por ti—le susurró quedo antes de dejarla con delicadeza en el suelo, Amy abrió los ojos un poco, asintiendo sin hablar-. Voy a destruirte maldito.

-No el día de hoy, amigo- respondió Neflyte mientras atacaba con una oleada de luz, evitando curiosamente tocar a Mercurio en el proceso.

Zoycite se alejó de su compañera llevando tras de sí al castaño. Makoto quiso seguirlos, pero su corazón la llevó a arrodillarse a un lado de Amy, cuando el general rubio vio aquello, su mirada se centró en ellas, una mirada roja y llena de maldad.

-No le hará nada y lo sabes, concéntrate en mí- dijo Neflyte tratando de jalar su atención.

-No quiero hacer esto—dijo Zoycite tomándose la cabeza con suma desesperación, su rostro cambiaba de expresión con suma facilidad. Dolor, impotencia y miedo gobernaban sus facciones y su alma.

-Sé que no—dijo Neflyte-. Siento no poder hacer más por ti compañero.

-¡Hago esto por mi familia! - el oji verde lanzó un ataque que Neflyte esquivó con facilidad. La batalla estaba dictada, con Amy fuera de combate y Zoycite fuera de control, el general de ojos marrones solo necesitaba esperar la ventana para dar el toque final. Hablar con su compañero y escuchar lo que tenía que decir era su último acto de humanidad.

-También lo hago por la mía, puedo entenderte y espero que no me guardes rencor—Una espada larga y reluciente apareció en su mano, el filo reflejaba aquellas lágrimas que luchaban por salir de sus ojos.

-Realmente no tienes una familia, ¿Lo sabes? Y si así fuera—dijo mientras sacaba su propia espada-, esa seriamos nosotros y no ella.

Neflyte sonrió ante aquel hiriente comentario, a sabiendas que tenía una gran parte de razón.

-Y por eso te reitero que todo esto lo hago por mi familia.

El duelo de espadas comenzó con la ventaja para el rubio, puesto que su contrincante estaba lastimado de uno de sus brazos con antelación. Pero no tardó en emparejarse, después de todo, Zoycite no tenía gran fuerza de combate en comparación con Neflyte, aunque su espíritu inquebrantable era otra cosa.

Brincaron de un lado a otro mientras el filo de las espadas chocaba. Fue un duelo digno de mención entre dos lados de una misma moneda, un despliegue de destreza que dejaba claro por qué eran los guardias del rey.

Makoto miraba a ratos, asustada del daño que ambos se hacían, pero su mayor atención estaba en la mujer que descansaba en sus brazos, inmóvil y callada, que no perdía detalle de su hombre en batalla.

-Makoto—dijo delirante, su voz cortada por el dolor y cansancio.

-Tranquila, encontraremos la manera.

-Freya, salva a Freya.

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-Eres tan adorable—le dijo Rei mientras se acercaba a él. Zoycite estaba dando vueltas fuera de la habitación del palacio donde Amy tenía algunas horas en labor de parto. El aludido dio una leve sonrisa a la sacerdotisa y volvió a lo suyo, que a vista de todos era morir de nervios-. Deberías entrar- insistió.

-¿Lo crees? -preguntó nervioso.

-Bueno, es tu primera hija. Seguro querrás estar ahí.

-¿Y si algo sale mal? ¿Y si...?

-Todo va a estar bien—lo tranquilizó ella-. El fuego ha hablado.

Zoycite la miró con el ceño fruncido, Rei le regresó el gesto, tan segura de sí misma que él se ruborizó.

-Te lo agradezco- respondió tomando la mano de la morena y besando sus nudillos. Rei también se sonrojo.

-¡Ey! Ella es mía- gimoteó Jadeite mientras se acercaba a ambos. El resto de los habitantes estaba en las cercanías, con el mismo nerviosismo a flor de piel.

Como era costumbre ante las provocaciones, Zoycite lo miró con un ligero toque de desprecio en sus ojos y después de sonreírle una vez más a Rei, tocó en la puerta y entró cuando le dieron permiso.

-Eres un bobo-reprendió al oji azul. Éste le abrazó con descaro y la llevó de vuelta al jardín.

-Eso que hiciste fue muy lindo, ¿En realidad todo estará bien?

-Algunas complicaciones leves—dijo en un susurro-. Pero tenía que entrar, no puedo creer que sean tan cobardes.

-Cuando tengamos a nuestra hija, estaré ahí desde el principio—dijo jovial y tan convencido que la chica se encendió cual tomate. Después de todo, ella no había cedido ante él todavía.

-¡Que tontería estas diciendo! -resopló.

-Bueno, bueno... cuándo tengamos a nuestro hijo también, no te alteres mujer.

Tuvieron que pasar poco más de dos horas hasta que por fin esa puerta se abrió de nuevo. Cuando todos entraron y vieron a la nueva familia, el planeta se iluminó con amor una vez más, dejando a un lado, por un momento, el futuro siniestro que se cernía sobre ellos.

Acostada en la cama, bastante cansada, pero inmensamente feliz, Amy sostenía a la pequeña Freya, una criatura tan dulce e indefensa. Zoycite las abrazaba a ambas, lleno de orgullo y amor.

En ese momento, Makoto no lo notó, pero Neflyte la abrazó por la espalda y les sonrió a los nuevos padres, una idea nacía en su mente y en su corazón.

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Silencio.

Silencio sepulcral.

Makoto giró asustada en busca de los generales, pero estos no estaban a su alcance. La oscuridad de la noche y sus ojos cansados de tanto llanto no le permitían enfocarlos bien.

El sonido de unos pasos que se dirigían hacia ella la puso en alerta, pero en lugar de pararse para estar preparada por si era necesario defenderse, se inclinó más hacía Amy, que permanecía con los ojos cerrados, respirando apenas.

-Muévete. -escuchó en una orden directa y fría, la voz de Neflyte.

Bajó a Amy de vuelta al suelo a tiempo para que el castaño depositara a un lado de ella, el cuerpo moribundo del taciturno general del oeste.

-Zoycite. - susurró la peli azul, con las últimas fuerzas que quedaban en ella.

-Mi amor- respondió.

Makoto y Neflyte los miraron por un tiempo, Zoycite buscó a tientas la mano de Amy y entrelazó sus dedos con los de ella. La regente del hielo volteó con dificultad para abrir sus ojos por última vez, centrando su atención en los ojos verdes de su amado esposo. Permanecieron así unos minutos en completo silencio.

Pasado un tiempo pertinente Neflyte se arrodilló a un lado de su compañero y puso una mano en su pecho, apenas con la fuerza necesaria para no molestar su ya variable respiración.

-Te extrañaré amigo—dijo con sinceridad.

-Eres un maldito loco-contestó-. Pero deseo que tengas éxito- Neflyte curvó sus labios en una mueca entre una sonrisa y el más grande pesar.

-¿Cuál es tu sueño? -preguntó a su oído, su mano en el pecho comenzaba a brillar.

-Que mi hija y mi mujer sean felices, que encuentren la paz.

Zoycite exhaló su último aliento. El brillo en su pecho creció con intensidad, cegando a todos por un momento.

-Makoto. -llamó la peliazul a su amiga, que ya estaba de rodillas también junto a ella.

-Amy yo...

Pero antes que cualquier cosa, Neflyte se acercó a ella y haciendo lo mismo que con Zoycite, apoyo su mano sobre su corazón, la chica brilló de inmediato.

-¿Cuál es tu sueño, querida Amy?

-Que Freya sea feliz, por supuesto, libre y feliz.

No hubo más, el brillo azul eléctrico envolvió a ambos por completo. Neflyte alcanzó a cerrar los ojos de la regente del hielo antes que fuera consumida por el universo.

-Dulces sueños Amy—se despidió de ella con lágrimas en los ojos.

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Cuando Haru terminó de contar la historia Freya seguía mirando al techo. Era notorio que varias lágrimas cayeron por sus mejillas y no se molestó en limpiarlas. Aferrada con fuerza a la fotografía, como si fuera lo único valioso en su vida, habló.

-Esos eran mamá y papá- dijo en voz baja-. Los recuerdo, vagamente, pero lo hago.

-Tenlos en tu mente y en tu corazón, querida Freya—dijo Haru mientras se reincorporaba en la cama-. Lamento mucho tu dolor.

La rubia no dijo nada más, así que Haru se puso en pie y salió de la habitación con un nudo en la garganta. Algunos minutos después, la nueva regente de Mercurio se incorporó de nuevo, sacó de su bolsillo un hermoso cristal azul resplandeciente, y una pequeña zoicita que parecía más brillante que nunca. Las puso sobre la foto que había dejado en la cama, un par de lágrimas más cayeron también sobre ella.

-Me hacen tanta falta—dijo en voz baja-. Juro que voy a vengarlos.

CONTINUARÁ...

Agradecimientos:

James, Genesis, Ladi Jupiter y Litakino1987 mil gracias por sus comentarios. Espero que disfruten este capítulo un tanto diferente, pero parte de la historia es entender que los llevó ahí. Agradezco mucho sus comentarios, me hacen el día y me inspiran a seguir escribiendo, aunque ya no tengo ojos para esto jajajaja.

Lector anónimo, muchas gracias por leer, espero te animes a dejar un comentario.

Saludos.