Heridas del alma.
15 años antes.
Fue un invierno largo y frio en el pueblo de Ena, un lugar muy pequeño y escondido entre el mar y las montañas. La gente que vivía ahí era poca y en su mayoría de edad avanzada, así que cuando una pareja joven llegó con su pequeña hija a instalarse en la casa más alejada, que en realidad no estaba tanto, todos se dieron cuenta.
Nadie hizo preguntas y ellos no hablaron de más, era evidente que estaban huyendo de algo, pero a nadie le importó, la gente que se muda a ese tipo de lugares generalmente lo hace para escapar. Al menos eso pensaba la señora Katsumoto, su vecina más cercana. Una mujer de mediana edad que vivía sola con sus dos hijos. Ella les dio la bienvenida y les ayudó a conseguir ropa y comida, ya que llegaron sin nada. A cambio, el hombre castaño se ofreció a ayudarla en cualquier cosa que la señora pudiera necesitar.
Así fue como la mujer pudo darse cuenta que eran una pareja muy particular. La joven de ojos verdes que debía rondar los veinticinco años lucía triste y cabizbaja, a pesar que su hija era una estrella brillante y alegre que solía hacer mucho escándalo. El hombre era amable y gentil con los vecinos y con la pequeña, pero muy frio y cortante con su mujer.
Los dos salían de la casa muy temprano por las mañanas, el sol aun no aparecía en el horizonte cuando ambos ya se encontraban en el jardín de atrás, aparentemente practicando artes marciales. Ella se veía muy fuerte y resistía las largas jornadas de entrenamiento, que no terminaban hasta que la niña corría presurosa hacia ellos, cerca de las diez de la mañana.
Después de eso no volvía a verlos hasta que él salía por las tardes y bajaba al pueblo, donde ayudaba a recibir los barcos cargados de los pescadores. Era evidente que lo hacía para perder el tiempo, lo más que llegaba a aceptar como pago era fruta, un trago de sake o algún presente para la niña, incluso si alguien se obstinaba y le ofrecía más, él le dejaba aquello a la primera persona que se topase por el camino.
Por el contrario, la mujer se sentaba en el pórtico de la casa, desde donde podía ver a la pequeña jugar con los niños más cercanos. Se llegaba a quedar ahí por horas sin mover un músculo de su rostro, a menos que la niña, que era una copia fiel de ella, le hiciera algún gesto que ella debiera responder.
Cuando él por fin volvía a la casa, ya caída la noche, siempre la encontraba en el mismo lugar, aguardándolo. Incluso en los días más fríos y llenos de neblina, como lo fueron ese diciembre y enero, ella estaba afuera, esperándolo fielmente. Pero él pasaba de largo, como si de un adorno más de la casa se tratase, entraba en ella y después la chica le seguía en silencio.
-No es suficiente—dijo el general con frialdad mientras miraba penetrantemente a la mujer frente a él. Ella respiraba agitadamente, producto del feroz entrenamiento.
-Hago todo lo que puedo.
-¡Por supuesto que no! ¿Crees que soy un tonto? -insistió molesto-. Podrías derrotarme con facilidad, no estás haciendo el esfuerzo.
-¡Si lo hago! -exclamó ella molesta, su tolerancia estaba siendo arrastrada al límite.
-Es hora que dejes de llorar, Júpiter-dijo con desprecio, poniendo un inusual énfasis en su nombre de batalla-. Quizá debí traer mejor a Urano, aunque ahora que lo pienso, a ella también le gusta vivir en su miseria.
Makoto abrió los ojos sorprendida por aquellas palabras tan hirientes. Neflyte no solía hablarle mucho durante los últimos meses, pero cuando lo hacía, sobre todo sin la presencia de Haru, se empeñaba en decir las cosas más crudas posibles.
-¡No te lo voy a permitir! -gritó fúrica mientras un par de lágrimas que pensó que ya no tenía salían de sus ojos. La castaña se fue con todo sobre el hombre que la había lastimado. Fuertes golpes se impactaron sobre él, haciéndolo retroceder hasta que un enorme árbol le cortó el camino.
La mujer de ojos verdes lo acorraló, para la sorpresa de él, pero justo cuando estaba por dar la estocada final, detuvo su puño frente a su rostro.
-¡Hazlo! -gritó el con rabia, pero ella solo lo miró profundamente. Sus ojos esmeraldas que él tanto idolatraba habían perdido aquel brillo que adoraba.
Neflyte dudó unos segundos, pero justo cuando Makoto comenzó a bajar su puño, él le dio un fuerte y contundente rodillazo en el estómago, que la hizo perder el aire y el equilibrio. Cayó al suelo, notablemente impactada y muy adolorida.
-No tengas piedad, ellos no la tendrán contigo—le dijo mientras le pasaba por un lado, dejándola ahí tirada, vencida y humillada una vez más.
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Actualidad.
Haru colgó la llamada que había estado esperando. El resto de las chicas estaban dispuestas en el comedor principal, que era una de las pocas habitaciones que habían dejado sin destruir. Tres días tenían ahí instaladas, el cerco policiaco había mantenido a raya a los curiosos, aunque de vez en cuando, alguna de ellas rondaba por los jardines lanzando chispas y ráfagas de poder por si alguien lograba burlar a la ley.
-¡Tenemos al Rey! -gritó la castaña en cuanto entró al comedor, ninguna de las chicas reaccionó-. ¿Qué? ¿No se alegran?
-¡Ay Haru! —dijo Nerea que estaba recostada sobre la mesa, tuvo que levantar la cabeza para ver a su compañera-. Cualquiera puede secuestrar a Darien. Deja una puerta del calabozo abierta y él entrará solo.
Las demás chicas soltaron una fuerte risotada, acompañada ahora si de algarabía y una que otra anécdota rápida de haberle gastado una broma al monarca. Andrew, que también estaba en el lugar se encogió de hombros, hasta él le conocía esa fama.
-Bueno ya, puede ser que si fue sencillo-gruñó fastidiada-, Pero tienen el cristal dorado y vienen con ellos hacía aquí. Cuando lleguen, haremos que los demás vengan por él.
-Así podrás traer a Serena, pero ¿Cómo piensas traer a Luna y Artemis?
-Para eso tenemos a Diana—dijo Yune-. Al menos Artemis vendrá por ella, Luna sola no podrá hacer gran cosa.
-¡No haremos nada con Diana y Chibiusa! -exclamó Haru molesta-. Podemos usarlas como señuelo, pero nadie va a lastimarlas, ¿Entendido?
-¿Tú y quién más va a impedirlo? Humanita... -soltó Freya con malicia, las chicas la miraron sorprendidas.
-Basta Freya, la guerra no es entre nosotros. No hay razón para lastimarnos.
-¡Pues eso no fue lo que pensaron tus padres! Ellos no tuvieron escrúpulos para matar a los nuestros. De cierto modo, yo estoy feliz que el rey los haya destruido.
-A ver niña de hielo, ¡Retráctate! - gritó Enya mientras se alzaba de su asiento y montaba rumbo a la rubia.
-¿Qué dices? ¿Es en serio Enya? ¿Ya olvidaste lo que hicieron a tus padres? -Freya también se alistó para pelear-. Que hayan perdonado a tu hermano solamente fue para hacer más grande a su ejército, no un acto de buena voluntad.
-¡Ellos cuidaron de él! No te atrevas a hablar sin saber, pensé que eras más lista.
-Ares es el único general vivo, ¿No crees que lo hayan estado guardando para la señorita aquí presente?
-¿Qué tonterías dices Freya? -preguntó Nerea molesta, la chica del mechón agua marina se puso en pie, encarando directamente a la regente del hielo, para sorpresa de todos-. Esa idea tan retorcida es digna de Luna, quizá pasaste mucho tiempo con ella.
-¡Silencio! -exclamó Mirai con fuerza. Todas las chicas giraron a verla como si no hubiese más opción-. Dejen de decir tonterías, Freya ¿Qué diablos pasa contigo?
-Déjala Mirai, puedo entenderlo—intervino al fin Haru, su mirada paseó por cada una de las chicas-. Entiendo que todas estén molestas conmigo o mis padres, pero prometo que cuando los chicos estén aquí resolveremos esto para todos.
Freya le lanzó una mirada despectiva y se giró en sí misma para salir por la puerta más cercana. Asahí corrió tras ella para alcanzarla en el pasillo.
-¡Espera Freya! -gritó la rubia platinada, pero su compañera no se detuvo-. ¡Rayos mujer! No pienso correr detrás de ti siempre.
La regente de mercurio se frenó en seco y espero a que su amiga la alcanzara.
-No puedes pensar eso, ¿Qué pasa contigo? Soy apenas más pequeña que tú y recuerdo perfecto a papá hablarme sobre el general Neflyte y la senshi del trueno, no me dirás que tus padres no hablaron contigo.
-¿Puedo confesarte algo y prometes guardar el secreto? -cuestionó preocupada. Freya y Asahí tenían una relación muy estrecha, después de todo eran las mayores y cuando los padres de la primera fallecieron, Mina y Kunzite se encargaron de su crianza, habían crecido casi como hermanas.
-Claro, como siempre.
Freya metió una mano en el bolsillo de su chaqueta. Las chicas no solían andar transformadas en el castillo, después de todo, tenían poco pudiendo hacerlo.
-Desde que tengo esto en mis manos—dijo en voz baja, mientras mostraba en su palma el cristal de mercurio-. Siento algo, no sabría decirte que.
Los ojos de Asahí se movieron del cristal al rostro de Freya y de vuelta al cristal. Casi por inercia, la chica sacó también de aquel pequeño bolso que siempre cargaba el cristal de su madre, ambos resplandecieron vigorosos en cuanto estuvieron cerca -. Sé de qué hablas, yo siento lo mismo.
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15 años antes.
-¡Mujer, espera! -gritó la señora Katsumoto cuando vio a la joven castaña sentada en el portal aquella tarde como siempre. La chica se alteró y se levantó de inmediato, pero la súplica de la mujer la hizo detenerse justo en la puerta-. Tengo algo para ti.
Makoto sintió su corazón latir, después de todo no había hablado con nadie que no fueran Neflyte y Haru en mucho tiempo y tenía miedo de la reacción del general si se enteraba.
-No es necesario, se lo agradezco- contestó sin voltear, pero la mujer ya estaba tan cerca que la tomó del brazo, llamando su atención.
-No has visto lo que te traje, al menos recházalo cuando lo veas—la senshi giró apenada, atrapada por la mujer. Sus ojos se centraron en una canasta muy humilde pero impecable que llevaba dentro un pan recién horneado-. Es para ti y para tu familia, espero que saque una sonrisa de ese rostro tan triste tuyo.
-Se lo agradezco señora Katsumoto—dijo con una leve sonrisa-. Es usted muy amable.
-Es lo menos que puedo hacer por ustedes, Lady Júpiter.
Makoto se sobresaltó al escuchar aquel apelativo con el que era llamada en el palacio, sus ojos se abrieron asombrados y aterrados a la vez. Quiso volver a huir, pero la mujer la tenía tan fuertemente agarrada que tratar de zafarse de ella seguramente la lastimaría.
-No te preocupes, su secreto está a salvo en este pueblo. Todos lo sabemos y a nadie nos importa—dijo con una sonrisa sincera-. De hecho, personalmente creo que lo que hicieron fue muy valiente.
-Pero, ¿Cómo? -dijo vacilante, estaba sumamente nerviosa, rogando internamente porque Neflyte volviera a sacarla de esa situación.
-Mi hermana vive en Osaka, tengo una sobrina adolescente que sueña crecer y ser tú-dijo sonriendo. Los ojos marrones de la mujer se fijaron en los moretones que abundaban en la piel de la castaña-. No sabe lo que dice.
Makoto no pudo evitar notar que la mujer se centraba en sus heridas, apenada se disculpó-. Practicamos artes marciales, no me duelen.
-Lo sé, puedo escucharlos todas las mañanas sin falta—la mujer se llevó un dedo a los labios en señal de que guardaría el secreto-. Por el momento no los están buscando.
-¿Ah no? -preguntó sorprendida. Su semblante al fin se relajó.
-Invítame un café y te cuento.
La señora Katsumoto pasó tanto tiempo en la casa que Neflyte se sorprendió de llegar y que Makoto no estuviera en la entrada. Su sorpresa fue en ascenso cuando encontró a la mujer adentro, bebiendo café con la castaña mientras los niños jugaban en el piso de la sala. Una extraña sensación de una vida normal le invadió por completo, pero su rostro no reflejó aquello, sino cierta desconfianza.
-General, buenas noches- saludó la mujer, Neflyte la miró impactado. Sus ojos giraron de inmediato hacia Makoto que pareció aterrarse de la nada-. Ella no me ha dicho nada, básicamente soy la única que ha hablado hasta ahora. Pero eso usted lo sabe, o al menos lo sospecha.
Neflyte decidió averiguar más al respecto y se sentó con ellas a la mesa. La mujer les contó que, según los medios de comunicación, el palacio estaba en búsqueda de una niña que no era la pequeña que corría por ahí, sino que buscaban a otra que podía tener entre seis meses y seis años, de cabellos negros y lacios y ojos violeta.
-Hotaru- susurró Makoto, triste y asustada.
-Sigue la pesquisa por ustedes, ahora son un peligro para la gente común como nosotros—Neflyte frunció el ceño-. Pero supongo que sabe general que en este pueblo nadie los señala.
-Mi nombre es Neflyte, al menos es el único que recuerdo—La mujer asintió con la cabeza-. ¿Por qué hace esto?
-Como le dije antes a su mujer, todos los que llegan a este pueblo están huyendo de algo. He visto los rostros de esas niñas en televisión, y no sonríen como Haru—Makoto sintió algo arder en su pecho con esas palabras-. Ni la pequeña que será la heredera parece una niña normal.
El castaño se puso de pie arrastrando la silla con mucho ímpetu, hasta los tres niños que jugaban voltearon curiosos. Makoto lo miró preocupada, sabía que algo había despertado en él, pero Neflyte ya no compartía esas cosas con ella. Lo dejó salir de la casa sin decir nada más.
-Mi esposo era como él, serio y demasiado decidido. Venimos aquí hace siete años huyendo de lo mismo que ustedes, de una vida impuesta que no queríamos.
-¿Qué pasó con él?
-Murió durante una tormenta, el barco en el que iba se hundió en el mar. Él no volvió, ni tampoco otros diez hombres del pueblo, demasiados comparado con la cantidad de gente que vivimos aquí.
-Lamento escucharlo- musitó con pena, la garganta se le cerró movida por aquella triste historia.
-No te preocupes, fue hace tiempo y estoy bien. Me quería y yo a él, aunque no me lo dijera. Hay hombres rudos que no saben expresarse, hay otros que sólo necesitan un ligero empujón- La mujer se puso en pie, llamando a sus hijos dispuesta a retirarse-. O a veces el empujón lo necesitamos nosotras, quién sabe...
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Flashback.
Decidió no bajar la mirada, porque sabía que eso la irritaría aún más, aunque era una labor francamente difícil, sobre todo por el nivel de dolor que estaba sufriendo.
Pero resistió, a pesar que todos sus órganos parecían estar siendo comprimidos dentro de su cuerpo y las descargas de energía parecían filosas espinas clavándose en su piel, el general no gritó, aunque estaba cerca de romperse un diente en el proceso.
-Esto es lo que me gusta de ustedes, resisten lo suficiente—dijo Luna mientras presionaba con fuerza la nefrita que estaba en su mano. A su lado, Artemis miraba ligeramente preocupado.
-Creí que era mi personalidad arrolladora- gruñó Neflyte en un descarado intento de molestar a la mujer. Ella sonrió burlona.
-Siempre has sido un problema general Neflyte, rebelde, obstinado y majadero. Un talento tan valioso como el tuyo está muy desperdiciado en ti.
-¿Talento? -preguntó aun reponiéndose de la tortura a lo que lo sometían cada cierto tiempo.
-Hablar con las estrellas, desde luego—un nivel de visión más amplio que el que pueda tener Neptuno o Marte. A final de cuentas, las estrellas lo saben todo, ¿O no?
-Que lo sepan no quiere decir que me lo cuenten.
-¿Qué es lo que te cuentan? -preguntó Artemis, hablando por primera vez. Su voz era nerviosa pero curiosa, el general no solía hablar con nadie sobre ese tema.
-Se los he dicho, sólo me cuentan lo que pregunto. Si no hago la pregunta correcta no me dirán lo que quiero saber.
Luna sonrió tenebrosamente. Para que Neflyte pudiera decirle lo que quería saber debía preguntar exactamente su duda, información que no estaba dispuesta a compartir con él. Ya lo había intentado con Rei, pero ella sólo podía ver visiones que no controlaba, o respuestas vagas a sus preguntas que debía interpretar. Michiru podía ver en el espejo hacía atrás, el pasado sin falla alguna. Del futuro sólo lo que él decidiera mostrarle, que por el momento era poco. Pero el hombre frente a ella tenía las respuestas, pero no las preguntas.
-Esa hija que esperas es algo muy especial. Será fuerte como su madre, algo que las demás difícilmente podrán equiparar—Neflyte sonrió orgulloso, sabía que eso era cierto-. Y además, tendrá el don de leer las estrellas. Ser fuerte y conocer el futuro es algo que no cualquiera- Volvió a sonreír, sabiendo que esto último no pasaría.
-No quisiera decepcionarte, ¿O sí?
Luna lo miró con recelo, se burlaba de ella de nuevo.
Fin de flashback
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15 años antes.
Makoto llevó a Haru a la cama, y ésta estaba tan cansada que básicamente llegó dormida, algo que le cayó perfecto a la mujer que ansiaba salir de la casa lo más pronto posible. Tapó a la criatura, después de todo la primavera seguía siendo muy fria entre las montañas y el mar, y salió con prisa, rumbo al jardín de atrás.
Cuando llegó lo vio ahí, con la vista clavada al cielo como acostumbraba. Estaba de pie, con un cigarro en la mano que se consumía solo, no es que fumara mucho, pero el aroma parecía relajarlo.
-Neflyte... -dijo a media voz, pero él no volteó.
Makoto se fue directo hacia él, agarrando su brazo derecho y aferrándose a él, sin miedo, con desesperación. Fue ahí donde él volteó, para verla recargada con la cabeza gacha, como quién abraza a alguien que no ha visto en mucho tiempo.
-¿Qué pasa? -preguntó toscamente, volviendo sus ojos al cielo.
-Necesito pedirte algo, sé que no tengo derecho a pedirte más, pero...
Neflyte se soltó del agarre y giró hacia ella, dejó caer el cigarrillo y lo apagó con el pie. Sus ojos se centraron en el rostro triste y desesperado de aquella mujer.
-¿Qué podrá ser?
-Hotaru.
-No. - contestó inmutable. Makoto se sorprendió.
-Puedes preguntarles a las estrellas, vamos por ella, ¡Yo la cuidaría! Tu no harás nada después.
-Imposible, no pasará.
-¡Pero Neflyte! ¿Por qué no? - Makoto lo miró desafiante, esa era una idea a la que no pensaba desistir.
-Simplemente no es posible.
-¿Ellos la tienen ya? -insistió.
-No. -su voz profunda dolía más con cada negación-. Ella está bien, confórmate con eso.
-¡Es que no puedo! -gritó en un despliegue de dolor. Makoto se fue contra él, golpeándolo en el pecho-. ¿Es que acaso no te sientes responsable? ¿Ya no tienes sentimientos?
-No puedes cuidar a tu hija, no podrás con otra.
-¿Cómo me dices eso? ¡Eres un animal! - La ojiverde arremetió de nuevo, haciendo retroceder al general. Los pies de Neflyte se desplazaban contra la tierra, formando surcos a su paso-. ¡Puedo entender que me odies! ¡No me hables! ¡No me mires si no quieres! ¡Abandóname a mi suerte si lo deseas! -cada grito iba acompañado de un puñetazo, que Neflyte apenas podía contener. Estaba siendo arrastrado hacia el borde del acantilado que daba al pueblo-. ¡Ódiame, despréciame! Pero por lo que más quieras, tienes que salvar a Hotaru.
Sus pies se detuvieron justo al borde, las pequeñas piedras sueltas comenzaron a caer a sus espaldas. Makoto lo miraba realmente fuera de sí, el brillo en sus ojos apareció de nuevo, pero para él no fue suficiente.
-Si la encuentran, tú ya no les harás falta. -dijo fríamente, sus palabras eran ciertas y ella lo sabía.
-¿Sabes dónde reencarnó? ¿Quién la tiene? -Neflyte no respondió, se limitó a mirarla con ese gesto carente de emociones que le gobernaba desde hace más de seis meses.
-¿Qué estas dispuesta a hacer por esa información? -preguntó retadoramente.
-¡Lo que sea! ¡Lo que me pidas!
-Arrójame, aviéntame por el risco.
Makoto abrió sus ojos impactada, no pensó que fuera a pedirle nada de esa naturaleza. Tan recio, tan frio, tan inhumano, le había pedido que lo hiriera peligrosamente. Neflyte no tenía su gema consigo, podía ser rastreado si la cargaba mucho tiempo. Arrojarlo desde esa altura lo dañaría severamente.
-Eso no.
-¿No qué harías lo que fuera necesario? -una mueca perversa se dibujó en sus labios. Neflyte tomó a Makoto por el cuello y con rapidez la alzó, girándola para cambiar de posición. Ahora ella, atrapada por la garganta colgaba sobre el abismo, Neflyte la miraba desde abajo, sabiendo que podía soltarla en cualquier momento.
-¿Dónde está Hotaru ahora? ¿Dónde están tus amigas?
Makoto llevó sus manos sobre las de él, tratando de soltarse.
-Neflyte...
-¡Vamos golpéame! ¡Sálvate tú! Nadie aquí lo hará por ti. ¿Dónde está la poderosa Sailor Júpiter?
-¡Suéltame!
-¿Quién me obligará? ¿Tú? No creo... ¿Haru? Esa pobre niña indefensa y completamente mortal, ¿Hotaru? ¿Rei? ¿Haruka? No las veo por aquí.
-¡Maldito! -gruñó entre dientes, su respiración comenzaba a sentirse cortada y su piel pálida como la luna comenzaba a tornarse roja por el esfuerzo.
Neflyte la contempló un rato más, la vio patalear y clavar sus uñas en sus manos, ningún intento aceptable por salir de ahí con vida. Cuando ella dejó de luchar, él se rindió y la atrajo hacia él, abrazándola con rudeza.
-Doblegaron a Amy y Zoycite—le dijo al oído-. Harán lo mismo con los demás. Cuando eso suceda sólo tendrás a Haru de tu lado, porque hasta yo podría caer en su trampa. No habrá amistades, únicamente enemigos.
-Tú no me harías daño-dijo en un hilo de voz, sus labios ahogados en el cuello del general—. Amy y Zoycite se cuidaron hasta el final.
-No somos como ellos, no tenemos ese tipo de conexión. Ya no.
Neflyte soltó a Makoto quién cayó lentamente de rodillas. El general se fue sin decir más y sin voltear.
Ella no pudo evitar pensar que él nuevamente tenía razón. Era verdad que nunca pensó atacar a Amy y que, las demás vendrían eventualmente. Era cierto que no estaba capacitada para cuidar de Haru y Hotaru si la encontraba, tener a la regente de Saturno solo provocaría una cacería más intensa sobre ellos. Pero lo que más le dolía era que ellos ya no tenían esa conexión, ella lo sintió el día que todo se fracturó.
Quiso llorar, pero ya no había más lágrimas en sus ojos. Simplemente se quedó ahí, arañando el frio suelo con sus dedos. ¿Dónde estaba Sailor Júpiter? ¿Dónde estaba la mujer capaz de manipular el rayo y la naturaleza? ¿Cuándo fue, que aquella niña que salió adelante sola tras la tragedia, se había vuelto una princesa en apuros? Esa adolescente de trece años, que estuvo dispuesta a comerse el mundo que la catalogó como "problemática" estaría muy avergonzada de ella.
Dio un golpe seco en el suelo, sus nudillos se abrieron con la fricción. Recordó las heridas de Amy y Zoycite, las marcas de Neflyte, el pie de Andrew y la mirada asustada pero decidida de Reika. Todos habían hecho su parte, incluso la señora Katsumoto, sola en el mundo con dos hijos, sonreía y luchaba para abrirse paso, ella no estaba ahí llorando, sintiéndose la víctima. La sobrina de su vecina quería ser como ella al crecer, eso había dicho la mujer. También dijo que no sabía lo que decía y quizá no, pero una cosa si sabía Makoto Kino, si aquella chica quería ser como ella al crecer, le daría un ejemplo que seguir, algo que valiera la pena.
Neflyte escuchó la puerta de la casa cerrarse cuando ella entró. Su corazón apenas había logrado calmarse de sus palpitaciones desaforadas. Tenerla cerca aun le hacía revolución en su interior, pero debía resistir, tenía que hacerle entender que vivir solamente dependía de ella.
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Actualidad
-Freya - murmuró la chica que llevaba tres días encerrada en la mazmorra. La rubia la escuchó, pero siguió su camino-. Vamos Freya, escúchame por favor.
-Ya hemos escuchado demasiado de ti Chibiusa, no hay nada que me interese hablar contigo.
-¿Estás segura? -el tono meloso de su voz hizo dudar a la regente de Mercurio, que siendo una chica tan inteligente también era bastante curiosa.
-¿Qué quieres?
-Si me ayudas a salir de aquí, pudiera decirte como recuperar al menos a tu padre- soltó en voz baja, pero perfectamente audible.
-Eso no es posible, él está muerto.
-Papá podía hablar con ellos cuando murieron la segunda vez, él me lo dijo.
Los ojos azules de Freya escanearon por un largo tiempo la mirada magenta de la pequeña dama, que hablaba con toda la verdad que conocía. La rubia no encontró fallo ni duda, no el Chibiusa pero si en ella.
-No te ayudaré a escapar—le susurró muy bajito-. Pero si lo que me dices resulta cierto, podría abrir la puerta y tú te las arreglarías sola.
-Es cierto Freya, por la vida de mis padres que es verdad.
CONTINUARÁ...
Agradecimientos a Genésis, Ladi Jupiter, LitaKino1987, Jovides1 por sus comentarios. Me encanta leerlos y ver todas las teorías que tienen al respecto, este fic me tiene literal secuestrada y parece que la musa no se me va... hay que aprovecharla.
Aquí ya vemos que Makoto agarró la onda, le costó... no sé si lo suficiente, pero al menos es un inicio. Y pues no es todo tan fácil para Haru en la actualidad, hay demonios que debe vencer y estos están llegando para provocar problemas.
Gracias a los lectores anonimos, a los conocidos que me tienen bien emocionada con sus teorías jajaja. Me encantan sus comentarios, me hacen el día.
Saludos.,
