La noche de los deseos.

19 años antes.

Hubo un pequeño lapso de tiempo al que el general llamó paraíso, y que básicamente comprendió el último mes del embarazo de la regente del trueno. Extrañamente dócil y gentil, la mujer de ojos verdes se dejaba consentir por él, que prácticamente vivía para ello.

Una mañana durante el mes de abril, ella se despertó antes que él, lo cual era sumamente raro, ya que Neflyte solía salir cuando las últimas estrellas estaban por desaparecer del firmamento, según él, para tratar asuntos importantes. No pudo evitar estudiarlo minuciosamente. El general era un hombre muy guapo, que apenas en enero había cumplido veintiocho años pero que en ocasiones aparentaba más, aunque eso no demeritaba su parte galante y varonil que le había ganado su buen club de fans, solo por debajo de Kunzite. Se veía tan tranquilo ahí dormido, que ella se acercó un poco, tratando de verlo con más detalle, pero su andar por la cama lo turbó y abrió los ojos.

-Buenos días preciosa, ¿Te gusta lo que ves?

-Me gustaba más cuando no hablaba—dijo sorprendida-. Buenos días Neflyte. Hoy no saliste temprano.

-Aún es de noche, fuiste tu quién despertó antes.

Makoto quiso mirar por la ventana, pero estaba muy bien cubierta por la gruesa cortina que impedía el paso de la luz, así que giró hacia el reloj en su mesa de noche para descubrir que efectivamente, apenas eran las cinco de la mañana.

-¡Vaya! Siento que he dormido mucho y esta niña que no ha dejado de moverse no ayuda tampoco—Neflyte sonrió.

-¿Te gustaría salir conmigo a ver el amanecer?

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Unos minutos más tarde, Makoto y Neflyte paseaban por el jardín que a esa hora estaba solo. En otros tiempos se hubieran topado con Haruka y Michiru, pero las mujeres seguían inmersas en un mundo frio y distante que cambió sus rutinas de forma alarmante.

Caminaron juntos hasta el jardín de atrás, lejos de la vista de los ciudadanos y medios que se aprontaban casi todo el día para verlos pasar. Fueron hasta un viejo roble donde solía sentarse Zoycite a leer, (aunque a horas más decentes) y se sentaron ahí, sobre una manta a su pie.

-Esa estrella es la más brillante de todas-aseguró ella señalando un punto tintineante en el cielo. El general sonrió.

-Es Júpiter.

-¡Oh! -respondió apenada-. Siempre fui mala en astronomía. Yo prefería economía doméstica honestamente. El hombre no pudo aguantar una risa algo escandalosa-. No te rías de mí.

-No es personal, me rio de todas cuando se equivocan.

-¿De todas? ¿Has traído a todas aquí? -preguntó inquieta. Una mirada socarrona en el rostro del general la hizo enrojecer.

-Haz sido la más dificil de convencer, si te sirve de algo.

-Si claro, eso me reconforta- soltó sarcástica. Quiso sonreír, pero la mueca de sus labios apenas si se curvó.

-¿Qué te tiene preocupada? -preguntó al ver su rostro. Makoto se ruborizó de inmediato.

-Esta niña esta por salir-exclamó-. Tengo miedo.

Neflyte se acercó a ella, recogiéndola en un abrazo tranquilizador, lo mejor que pudo ya que su vientre no le dejaba acercarse tanto.

-¿Qué te asusta? No hay nada de lo que debas preocuparte, tengo todo bajo control.

-¿Y si es rubia? ¿Y si tiene los ojos azules?

-Diré que me engañaste con Jadeite—dijo encogiéndose de hombros burlonamente. Ella lo miró con la peor cara de reprimenda que pudo poner-. No me van a creer que fue con Haruka, aunque pudiera intentarlo.

-¡Todo es una broma para ti! -exclamó molesta.

-Trato de que te relajes, es más... -agregó tomándola de la mano, besando sus nudillos-. Dime que quieres saber, le preguntaré a las estrellas.

-¿De verdad?

-¿Cuándo te he mentido?

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15 años antes.

El grito de guerra de Makoto era inconfundible, sobre todo a aquella hora de la tarde. Neflyte se asomó a la puerta para verla ahí, lanzando patadas y golpes al aire, acompañada como si de su sombra se tratase por la pequeña Haru, que muy a su manera seguía los pasos de su madre.

El general no pudo más que sonreír, aunque muy disimuladamente y procurando no ser visto, después de todo, la manera fría y distante en la que trataba a la senshi del trueno fue lo que, a final de cuentas, la orilló a tomar su papel como maestra de su propia hija en defensa personal. Además de eso, Makoto pasaba tiempo con la niña, mostrándole fotos y contándole historias sobre el poder, la personalidad y las debilidades de cada una de sus pares de otros planetas, educando a la niña para enfrentarse a ellas, dentro de sus posibilidades.

Estaba satisfecho, aunque algo preocupado, aquel juego de desprecio y desconocimiento se había alargado por tantos meses que no encontraba la manera de comenzar a ceder, en virtud de haber visto un cambio real en ella. Makoto parecía haber dejado de buscarlo mucho tiempo atrás de cualquier modo, todo volvió a como habían estado desde el principio de los tiempos. Los primeros meses, ella se desvivía buscando su aprobación, pero nada le funcionó. Podía escucharla llorar por las noches, con el rostro hundido en la almohada. Él tampoco estaba bien, pero tenía que hacerlo, debía demostrar su punto.

-¡Papá, mira lo que hago! -gritó Haru mientras pegaba un brinco y daba una patada bastante aceptable. El general le sonrió ampliamente, completamente orgulloso-. Mamá me enseñó.

-Me alegra cariño, si sigues así pronto podrás ganarme.

La niña corrió a sus brazos y se refugió en él, mientras Makoto limpiándose el sudor pasó de largo, entrando en la casa.

-¿Qué hizo mamá? -preguntó la niña con esa mirada directa que había sacado de él, de algún modo.

-¿Por qué crees que hizo algo? -se extrañó con la pregunta.

-Azami dice que cuando los papas no se hablan es porque están enojados.

-¿Y supones que estamos enojados? - Neflyte la soltó de nuevo para entrar con ella a la casa. Estaba sorprendido de lo perspicaz que la niña era a pesar de su corta edad.

-Bueno, es que ya no veo que se rían juntos.

La niña se fue directo al baño, después de la advertencia de su madre que tendría que hacerlo si quería cenar. Neflyte se quedó en el portal, debatiéndose si era el momento de fumar la pipa de la paz.

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Actualidad.

Haru miraba una foto pegada en una de las hojas del diario de su madre, detrás de esa página comenzaba de nuevo el texto que la mujer había pausado varios meses atrás. En la imagen aparecía ella de cerca de cuatro años, su madre y su padre. Ellas dos vestían unos kimonos muy bellos mientras él la sostenía, con un semblante serio, pero con un dejo de ternura. Estaba por sonreír cuando su puerta abriéndose de golpe la hizo cerrar el libro de la misma manera.

-¡Freya por favor! Me asustas.

-Tenemos que hablar—dijo la rubia, cerrando la puerta tras ella.

-¿Qué pasa?

-Dame la zoicita, es mía- dijo amenazadoramente, con la pluma de mercurio en la mano.

-¿Para que la quieres? No tiene ningún poder. Ya habíamos hablado de eso, ustedes tendrían los cristales y guardaríamos las gemas.

-Te lo dije, es mía y la quiero. Dame las gemas, quiero las cuatro, yo las repartiré.

Haru se puso de pie, visiblemente nerviosa y asustada. Sabía que eso podía pasar en cualquier instante, pero esperaba no estar tan sola como en ese momento.

-No las tengo, y no podría darte las cuatro si las tuviera.

-¿Por qué no? -preguntó molesta, sus ojos azules eran inquisitivos.

-Ares tiene la jadeita, es de él y de nadie más. La nefrita es mía - La castaña llevó su mano al cuello, tomando la gema que colgaba de él.

-¿Y las otras dos?

-Dime para que las quieres y te diré dónde están- dijo Haru, sus ojos recorrían el lugar tratando de encontrar una salida.

-Los traeré de vuelta, Chibiusa dijo...

-¡Chibiusa no sabe lo que dice! Ella no tiene el poder de traerlos.

-¿No quieres ver de vuelta a tu padre? ¡Porque yo sí! ¡Quiero verlo, aunque sea un fantasma!

-¡Ella no puede hacerlo!, la tonta ni siquiera te da bien la información. Además, necesitas los cuatro y mientras Ares no esté aquí, no lo podrás hacer.

-¡Buscaré a Asahí y a Enya... estarán de acuerdo conmigo y tú tendrás que darme tu nefrita!

Freya se fue con la misma pasión con la que había llegado, azotando ferozmente la puerta. Haru no perdió tiempo y puso el seguro, algo que sabía que no le funcionaría si cualquiera de ellas volvía y peor, si eran tres, pero le daba al menos un poco de tranquilidad.

-¿Qué harás si te quieren quitar la nefrita? -preguntó Helios desde la oscuridad. El hombre de cabellos blancos y pasiva presencia salía en su encuentro, tratando de calmarla.

-Lucharé, porque solo muerta me quitaran a mi padre.

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15 años antes.

-¿Qué es todo esto? -preguntó Neflyte a la señora Katsumoto, que estaba sentada en el tendido de su vendimia matutina. Alrededor de ellos la gente del pueblo se movía inusualmente, limpiando y adornando la única calle del lugar, que empezaba en la entrada del pueblo y terminaba en el malecón, como si un festival estuviera por comenzar.

-La noche de los deseos, señor Neflyte- contestó la mujer muy sonriente, entendida de que de igual manera no la comprendería. El hombre arqueó una ceja confundido, algo que la divirtió demasiado-. Esta noche hay un festival, la gente baja y lanza una luz al océano, es un tributo al dios del mar por sus favores, recibidos cada luz es un deseo que las mujeres envían rogando por la vida de sus hombres, padres e hijos que salen a altamar.

-Ya veo. -contestó secamente. Observó un par de segundos más aquella algarabía y volvió a su camino, rumbo a la montaña.

-Tienen que venir, es una tradición que todos cumplimos—El general se volvió a parar en seco, centrando su atención de nueva cuenta en la mujer. Ella no se cohibió en absoluto y sonriente se puso en pie para dirigirse a un bolso que llevaba consigo, de él sacó dos paquetes y se los entregó a Neflyte que los tomó con desconcierto-. Para ustedes, iba a llevárselos, pero ya que lo veo aquí.

-¿Qué es? -preguntó.

-Ropa, deben venir vestidos para la ocasión, sobre todo ellas. ¡Se verán adorables!

-¿Cuánto le debo? -preguntó secamente, no se molestó en abrir aquellos bultos.

-No es nada, es en agradecimiento por lo que hace usted por la gente del pueblo, todos cooperaron.

El hombre fuerte e inquebrantable se sintió abochornado por primera vez en mucho tiempo. Una mueca dulce se formó lentamente en sus labios, emocionando a la mujer frente a él.

-Gracias entonces. Se los diré a ellas.

La señora sonrió de vuelta y regresó a su sitio. El general se fue de ahí, con una sensación muy cálida en el corazón.

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-¿Qué es esto? -preguntó intrigada mientras abría las bolsas envueltas en papel café. Neflyte se giró para beber agua, sin darle demasiada importancia.

-Hay un festival esta noche. La gente del pueblo consiguió esto para ustedes y debemos ir.

-¿Iremos? -preguntó intrigada-. ¿Estás seguro?

-Sí, será bueno para Haru y … - Makoto lo miró esperando el final de la frase. Él se sintió observado así que caminó dándole la espalda, rumbo al baño -. Supongo que también para nosotros.

Un par de horas después, el general escuchaba el alboroto en el baño, Makoto luchaba para asear a la pequeña Haru que estaba tan emocionada por la fiesta que quería salir corriendo de la bañera a cada segundo. Por un instante, dudó si sería adecuado exponerse de esa manera, pero solo fue suficiente escuchar a la castaña soltar una carcajada, atrapada por algún comentario inocente de su hija, para decidir firmemente que deberían ir. Él sonrió de nuevo, por tercera vez en el día, quizá sería una buena idea después de todo.

Cuando Makoto pasó a su lado, cargando a Haru completamente limpia y ella, escurriendo aun agua por su larga melena castaña, no pudo evitar oler el fresco perfume de rosas, que, hasta el momento, seguía siendo un misterio para él. Ni las estrellas le habían querido revelar de dónde venía o como lograba que durara siempre. Otra vez su corazón traidor se aceleraba por ella.

Pero lo mejor de todo fue verlas salir listas para el evento. La niña llevaba un hermoso kimono de color rosa intenso. Cientos de sakuras formaban el estampado alegre que completaba su adorable look, el cabello castaño recogido en un moño alto engalanaba su cabeza. Junto a ella su madre, la chica de ojos verdes que le había robado la respiración la primera vez que la vio, lo hacía de nuevo. Sobre ella un kimono de color rosa pálido por encima, y un tono más intenso en la parte de abajo. Cientos de hilos bordados a mano de un tenue brillo dorado resaltaba el cobrizo de sus rizos, que por más que había intentado amarrar en un moño, se rebelaban un poco.

Decir que se quedó sin habla fue poco, simplemente se perdió en aquella imagen incapaz de moverse. Ella lo notó, las facciones de él se desmoronaron en un gesto amable y cariño, como el que solía tener cuando estaban en el castillo, cuando tenía las cosas bajo control.

-¿Cómo nos vemos? -preguntó Haru muy animada, giraba sin control mostrando su atuendo.

-Son lo más bello que he visto nunca- respondió él, con ese porte galante que hacía mucho tiempo que no usaba. Makoto lo reconoció de inmediato y sonrojada bajó la mirada, sin decir ni una palabra. Neflyte tomó a la niña en los brazos y sobre la misma línea de caballerosidad, le ofreció la mano a la mujer-. ¿Vamos?

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19 años antes

Los primeros rayos del sol ya aparecían por el horizonte, llenando aquellos campos abiertos de tonos naranjas y amarillos propios del amanecer. Las flores todavía tenían gotas de rocío corriendo por sus pétalos y hojas, era una mañana un tanto fresca, pero sin duda primaveral.

A ellos dos realmente no les importaba, tenían un rato enfrascados en un largo y dulce beso que les robaba toda su atención. Los labios dulces de Makoto lo tenían realmente enloquecido, llevaba tanto tiempo añorándolos que, desde que la chica había cedido ante él apenas un mes atrás, se sentía tan en la gloria que nada más le importaba.

La bebé en su vientre debía estar de acuerdo con él, porque la sentía moverse bajo su mano mientras se deleitaba con su madre, al menos eso pensaba hasta que Makoto, notablemente asustada se separó de él.

-Tengo que decirte algo—dijo apresurada, sus ojos demostraban un poco de miedo.

-Déjame hablar primero Makoto—se impuso él, temeroso que ella estuviera por echarse de nuevo para atrás-. Necesito decirte de nuevo algo que ya sabes, pero si no te lo digo yo...

-Neflyte no es el momento...

-¿Qué pasa? -preguntó preocupado, aún más asustado.

-Creo que la niña ya viene.

-¿Estás jugando conmigo? -cuestionó nervioso, sus ojos abiertos y su sonrisa denotaban tanto alegría como ansiedad.

-¿Te parece que lo estoy?

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15 años antes.

Toda la gente del pueblo estaba congregada en el malecón, las luces de los globos de cantoya iluminaban de forma mística y romántica el pequeño muelle donde los pocos niños que había corrían sosteniendo luces artificiales que despedían miles de chispas de colores. Haru era una de ellas.

Mientras aquello se desarrollaba, Makoto y Neflyte la miraban desde el barandal en un nivel superior, donde la vista del mar era más espectacular y la brisa pegaba con más fuerza en sus rostros.

-¿Luces de colores y deseos para el dios del mar? -preguntó Neflyte casi a sí mismo, con la mirada fija en las olas que se formaban en el horizonte-. Estoy seguro que Michiru preferiría vino y chocolate.

Makoto se sorprendió ante aquel comentario y no pudo ocultar una risita sincera, que hizo alegrar un poco el corazón de la senshi. Hacia tanto que no lo escuchaba hablar de esa manera.

-Y quizá no devolvería a los marineros que le parecieran guapos- agregó ella uniéndose al chiste.

-O ellos no querrían volver- remató el general.

Se sonrieron mutuamente, como dos adolescentes que coincidían en gustos, los ojos verdes relampaguearon vivazmente.

-¡Mamá! ¡Papá! -gritó Haru desde el muelle. La niña llevaba un globo iluminado en las manos que estaba a punto de dejar correr sobre el mar, ayudada por la señora Katsumoto.

-Casi cumple cuatro años- dijo él-. Hay que hablarle ya sobre lo que está pasando.

-Lo haré yo, si tú quieres- respondió ella mientras giraba hacia el frente, su mirada clavada en la niña.

-Lo haremos juntos, de a poco, pero juntos.

Ambos centraron su atención en la pequeña, que con torpeza bajaba a la orilla del mar junto a los otros niños, dejando correr sus barcos con las luces encima. Se veía sinceramente emocionada y feliz. Ese era el sueño que perseguían, ver a esa niña y al resto de los niños y ciudadanos no solo de Japón, sino del mundo, disfrutar de su vida sin imposiciones imperialistas como las que Luna tenía planeadas.

Mientras las luces se alejaban con las olas, llenando el horizonte de finos puntos de diversos colores, él sólo la veía a ella, desde la posición ventajosa de estar un paso más atrás. Quería mostrarse fuerte, pero era débil. Débil ante los sentimientos de la mujer que poseía su alma sin pedirlo, sin saberlo quizá. Estaba lista, puede que no lo suficiente, pero lo estaría pronto, le había costado mucho trabajo y más tiempo del que deseaba, pero al fin podría contarle, junto a Haru, el plan completo que los llevaría a donde deseaban estar.

Fuegos artificiales comenzaron a reventar en el cielo oscuro y estrellado, sorprendiendo a los presentes. Makoto los miraba ahora, tranquila pero alegre. La mano que tenía sobre la barandilla se vio de pronto aprisionada por la mano del general, llamando su atención hacia él. Estaba ya tan cerca y no se había dado cuenta. Ella se soltó con delicadeza y se giró hacia él, con el corazón latiéndole desaforado.

Solo fueron esos ojos marrones entrando en ella, moviéndose entre ese par de esmeraldas y esos labios que no había vuelto a probar en muchos meses. Sabía que él lo haría porque esa era la manera en que siempre se acercaba a ella, mostrándole lo mucho que deseaba probarla. Por eso no fue sorpresa cuando Neflyte la besó, lo que, si lo fue, fue su deseo de que lo hiciera, la sed que sintió por él cuando el general atrapó su rostro y acarició sus labios con los propios, con ternura, con cuidado, con una demencial calma que le hizo temblar las rodillas y sentir que su alma dejaría su cuerpo si no lo abrazaba ya.

-¡Papá! ¡Papá! ¿Me viste? -preguntó la niña corriendo a ellos. Neflyte le sonrió a Makoto mientras se separaba de ella y asintió con la cabeza-. ¡Pedí dos deseos!

-¿Dos? Era uno sólo tramposa—le recriminó Makoto, en un tono dulce y maternal. Sus ojos se iban sobre el general, sus mejillas seguían encendidas.

-Asami me dio el suyo, se lo cambié por mi paleta—Ninguno de los dos pudo disimular la sorpresa de su trato inocente.

-¿Y qué pediste?

-Si te lo digo no se cumplirá-respondió con suficiencia, como si su madre no supiera de esas cosas.

-Díselo a tu padre, él habla con las estrellas y ellas lo escucharan más pronto.

Haru sonrió con la sincera alegría de alguien que sabe que le dicen la verdad y que le gusta. Pidió los brazos de Neflyte y éste la levantó en el acto. Cuando estuvo a su altura, acunó su oído con sus pequeñas manos y comenzó a contarle sus deseos. Una vez que terminó, le dio un beso, se bajó y salió corriendo.

-¿Y bien? -preguntó intrigada ante la sonrisa de complicidad del hombre frente a ella.

-Pues sí, pidió dos deseos. Uno se lo cumpliré yo y el otro tú.

-No le daremos un perro y lo sabes, claro que me encantaría, pero no podemos darnos ese lujo todavía.

-No pidió eso-sonrió-. Consíguele una muñeca, yo me encargaré del resto.

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Pasaba de media noche cuando volvieron a su casa. El torbellino castaño venía rendido en brazos del general mientras que Makoto cargaba una muñeca hecha a mano por una de las ancianas del pueblo, una muy hermosa de risos color violeta, que ciertamente inquietaba un poco a la mujer pero que Haru había elegido insistente.

Él fue a llevar a la niña a su cuarto mientras ella permaneció un rato en la sala, recogiendo algunas cosas antes de dormir, estaba tan alterada por los eventos de un rato atrás que quería calmarse, se repetía, aunque esas no eran sus verdaderas intenciones.

Pero todo estaba escrito para esa noche, lo supo cuando vio salir a aquel hombre de la habitación donde había dejado a la niña y cerrar la puerta tras él. Neflyte la miró con intensidad parado aun en el portal y ella, le regresó el gesto desde media cocina, a solo unos pasos de él.

Miradas profundas que dijeron todo sin necesidad de palabras. Dos almas que se necesitaban y se extrañaban después de tanto tiempo, muy juntas pero a la vez separadas. Neflyte caminó hacia ella decidido y en silencio, tomó su rostro en cuanto la tuvo cerca y la besó, la besó con deseo y amor, porque no había otra manera de hacerlo.

Ella también lo abrazó por el cuello, convencida que quería aquello, que lo necesitaba y que no era un impulso más de su inmadurez. Sus dedos soltaron de su amarre a aquel cabello marrón que ya había crecido un poco y se revolvieron en él, con toda el hambre y la sed que había sentido en el muelle.

Una lluvia menuda comenzó a caer, el sonido relajante que servía para amortiguar un poco los pequeños gemidos que ella soltaba incapaz de controlarse. Después de todo, el general sabía hacer su trabajo, recorría su cuello con esos labios rudos y exigentes, arrancando suspiros y provocando más deseo. Ni siquiera pensó en como habían llegado a la otra habitación, pero estaban ahí, tumbados en la cama, sus manos recorrían las curvas de la senshi como si lo hubieran hecho siempre, explotando cada punto que la hiciera estremecer.

Sus ojos se encontraban de vez en cuando y aprovechaban para saludarse de vuelta con una ligera sonrisa cargada de satisfacción y erotismo. Aunque el kimono y aquella remera que vestía él ya habían cedido su paso y yacían en el suelo como mudos testigos, ella seguía arqueándose, esperando a aquel hombre para que la hiciera suya, como debió haber sido desde un principio

-Neflyte... te necesito. -suplicó ella, lista para él. El general estaba completamente extasiado, concentrado en internarse en ella con la agilidad de sus dedos.

-Y yo a ti. -le contestó con la misma voz jadeante y ansiosa-. Pero no puedo.

-¡¿Qué?! -preguntó completamente consternada, mientras tomaba el rostro de aquel hombre con sus manos y lo obligaba a mirarla de frente.

-No podemos arriesgarnos a darles lo que quieren- contestó con solemnidad.

Makoto entendió de inmediato de lo que le hablaba. La enorme posibilidad de engendrar esta vez a la verdadera heredera de su poder estaba latente si cedían ante aquella pasión que amenazaba por consumirlos. Sentía que era muy tarde para pensar con la cabeza fría, habían cruzado esa línea hacía mucho. Se tomó un tiempo para relajar su respiración y tratar de centrarse, no quería arruinarlo de nuevo.

-¿Me estás diciendo que planeaste una escapada épica de nuestra prisión, organizaste varias casas con recursos para nosotros, rutas de emergencia y como mantenernos por años sin ser detectados... y no planeaste esto con protección?

Neflyte la miró un momento, tratando de adivinar la verdadera intención de aquella pregunta en un rostro que parecía extremadamente sorprendido, rayando en la incredulidad.

-Pues yo... -tartamudeó ruborizado-. Hay cosas que no sé, cosas que no pregunto.

Ella lo miró impávida, mientras él parecía asustarse más con cada segundo que pasaba.

-¡Eres un tonto! -le dijo al fin sonriente, atrayéndolo hacía ella para besarlo de nuevo. Makoto lo tomó con fuerza y lo hizo rodar en la cama, quedando ella sobre él-. Pero esto no se va a quedar así, ¿Me oíste?

-Pero claro que no- respondió alegre, a un paso de ceder ante sus instintos. Neflyte hizo fuerza y volvió a girarse, dejándola de nuevo contra la cama-. Te prometo que no se quedará así, no hay nada que desee más que seas mía.

-Ya soy tuya, tonto... siempre he sido tuya y de nadie más.

Se besaron el resto de la noche, hasta que por fin el ruido de la lluvia agolpándose en la ventana y el mismo cansancio los hizo dormir, abrazados uno del otro, por primera vez en sus vidas.

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Actualidad.

-Los generales estaban bajo el mando del rey, juraron servirme como hombres de honor.

-Si hubiera un rey con honor lo pensaría, ¿Tú has visto alguno por aquí Readen? - El joven de cabellos marrones y mirada esmeralda sonrió medianamente desde su lugar, en el asiento de atrás junto al caído rey de la Tierra que venía amarrado. No se había quitado la capucha, pero un mechón rebelde se asomaba bajo ella.

-Debe ser terrible estar bajo el mando de un idiota-soltó despreocupado.

-Sus poderes obedecen al cristal dorado, si quisiera podría desarmarlos aquí mismo- agregó Darien, midiendo la resistencia de ambos muchachos.

-Tal vez a mí, pero no podrías con él-volvió a decir el rubio, mirando los ojos azules del monarca a través del espejo retrovisor. Darien puso un gesto confundido, que Ares disfrutó.

-No entiendo.

A modo de respuesta, el chico a su lado que no tenía más de quince años, aunque aparentaba unos diecisiete, sacó del bolsillo de su chaqueta una de sus manos y extendió la palma frente a él. Pequeños rayos comenzaban a formarse en una esfera de un radiante verde eléctrico que hicieron abrir al regente sus ojos, al grado de casi dilatar sus pupilas.

-¡No puede ser! ! Tu hermana... ¿Tú?!

-Y lo que falta por ver- sentenció el rubio, mientras echaba un vistazo a las ruinas del castillo que se apreciaban frente a ellos.

CONTINUARÁ...

Muchas gracias a todos por sus comentarios.

Minako992, pues si, Makoto no lo supo apreciar al hombre que tenía. Pero ya aprendió jajaja, vamos a ver como se portan ahora que ya son "amigos" de nuevo.

Ladi Jupiter, pues si... ya vimos de cierto que Haru tiene un hermano, medio hermano, pero hermano al fin... el verdadero regente de Júpiter y el único que puede usar el cristal... Darien acaba de entender que si van a estar en problemas.

Litakino1987, Si! Al fin saqué el chiste de Darien y lo secuestrable que es... ya puedo morir en paz. Aquí saco lo de que si es rubio es de Jadeite, porque ya sabes que para mí esos dos eran bien compas y así quiero seguir pensándolo. Makoto actúa como damisela en apuros, pero ya agarró la onda, al menos ya comenzó a mejorar y de aquí en adelante tiene que sacar la casta porque ya vio que la abandonan si no.

Jovides1, espero haber aclarado algunas de las dudas que me escribes... y ver que tantas más acabo de crear jajaja. De nuevo te dejé con las ganas yo lo sé... pero que irresponsables serian si se daban un revolcón así nada más... pero mira que le prometió no dejarla así... a ver que pasa más adelante porque un dios del trueno lo haces como si nada jajaja.

Abel, que gusto verte por acá, gracias por tu review y espero que sigas leyendo esta historia a la que le pongo todo mi cariño. Ya te he dicho que adoro como escribes y tus comentarios me hacen entusiasmarme, muchas gracias de verdad.

Lectores anónimos, muchas gracias por pasar!

Saludos.