Refúgiate en mí.
5 años antes.
Esa mañana llovía sobre Tokio. Una noche antes cayó una fuerte tormenta eléctrica que ocasionó varias fallas de luz en casi toda la ciudad, desquició a la mayoría de los ciudadanos. Por tanto, en cuanto amaneció, aquellos que aun tenían energía en sus hogares no perdieron detalle de las noticias, querían enterarse de lo que ocurrió mientras dormían.
Una mujer de largos y ondulados cabellos marrones miraba desde la barra de la cocina la televisión encendida en la sala. Entre sus manos sostenía una taza de café recién hecho mientras esperaba que el tostador le devolviese lo que ella llamaba desayuno, pero que no era más que dos rodajas de pan a las que pensaba poner miel.
Pudo ver a través del monitor como la señal del noticiero se interrumpía para dar paso a un hombre de larga cabellera blanca y lisa al que todos conocían. Ese hombre de nombre Artemis que siempre daba las noticias del palacio, enfundado en un traje de color negro, algo que solo podía presagiar malas nuevas.
"La Reina Serenity y el Rey Endymion, notifican a todos los ciudadanos del mundo, que ayer por la noche, durante una difícil batalla que se llevó a cabo en el bosque Aokigahara en Tokio, Japón, los soberanos derrotaron a los sanguinarios asesinos fugitivos conocidos como Sailor Júpiter y Neflyte, general del norte. Además de éstos, en el lugar falleció la hija de ambos. Los reyes salieron con heridas de consideración, pero a salvo, restableciendo así la paz y el orden mundial. Se les pide amablemente no acercarse a la zona, seguiremos informando."
Y el hombre se fue del estrado del que hablaba, dejando a cientos de periodistas con dudas y manos levantadas.
-¡Andrew! - gritó la mujer. La taza se resbaló de sus manos estrellándose contra el suelo.
-¿Qué pasa mi amor? -preguntó el hombre rubio, saliendo del baño, el cepillo de dientes seguía en su mano. Al no recibir respuesta caminó un poco más, miró la taza en el sueloy luego la mirada verde de su esposa fija en el televisor.
Solo pudo mirar el enunciado debajo del comentarista.
"Se confirma la muerte de Sailor Júpiter, General Neflyte e hija."
Su sangre se heló.
-Andrew, mi amor—Reika se acercó a él y lo abrazó por la espalda. Él se quedó quieto, completamente en silencio y con una expresión de verdadero dolor en su rostro.
Sabía, porque siempre lo supo, que eso podía pasar. Cada vez que las noticias anunciaban que un escuadrón salía en búsqueda de la fugitiva pareja, su corazón brincaba desaforado. Después de todo, la mujer a la que buscaban era la madre de su hija y la amó, claro que la amó, aunque no lo suficiente.
Había confiado ciegamente, porque no le quedaba más remedio, en Neflyte. La última vez que lo vio, el general le juró que con su propia vida protegería a la senshi y a la hija de ambos, de todos en realidad. Le creyó, no tenía razones para no hacerlo. Saber que ninguno de los tres estaban ya con vida era una prueba inequívoca que su lucha, aquella guerra civil que había planeado por tantos años tenía una buena justificación. El palacio y sus gobernantes, los verdaderos, los que no eran títeres como Serena y Darien, estaban destruyendo el mundo en lugar de salvarlo.
Cuando por fin se pudo mover metió la mano en su bolsillo y sacó su cartera. Ahí escondida tenía una foto de Haru y Makoto, cuando la niña tenía apenas dos años. Sonreían de la misma manera y tenían los mismos hoyuelos en las mejillas. Las traicioneras lágrimas corrieron por sus ojos y se estrellaron en la foto, humedeciéndola un poco.
-¿Andrew? - apremió Reika. No sabía que decirle ni que hacer en ese momento. Habían pasado diez años desde la última vez que vio a Makoto y a la niña. Haru, la única hija del rubio doctor. Ellos nunca habían podido tener familia-. Cariño, lo siento tanto...
-Reika...
No dijo más, se dejó caer de rodillas en medio de la sala. Gritos y sollozos que denotaban todo el dolor que sentía salieron de su boca. La impotencia brotaba por sus poros, había perdido a su hija, el motor que lo hacía trabajar para conseguir un mundo libre.
Golpeó con fuerzas el suelo mientras las lágrimas comenzaron a manchar el piso y su ropa. Su mujer lo miró desde arriba, sabía que no podía hacer nada, que lo mejor era dejarlo sacar esa furia, esa tristeza y todo el dolor que sentía.
-¡Me dijo que las cuidaría! -gritó con fiereza-. ¡Ese imbécil me lo prometió! - continuó. Era rabia, impotencia, pero no contra el general, Andrew sabía que había hecho todo, que de él no había quedado salvarlas, pero tenía que decirlo, tenía que enojarse con alguien.
-¡Ese infeliz de Darien! ¡Ese pedazo de mal nacido! - berreó con fuerza. Se puso de pie decidido y colérico, enfiló a la puerta-. ¡Voy a matarlo! ¡Mató a mi niña! ¡Mató a Makoto y a Neflyte!
Andrew aventó una mesa que le estorbaba, el florero y las demás cosas que estaban sobre ella volaron hasta caer cerca de un sillón. Corrió a la cocina, hacía un cajón de la alacena que tenía una trampa y donde escondía un arma, la que tenía para cuestiones de su propia seguridad por si acaso venían las senshis a buscarlo.
Reika quiso impedirlo, pero tuvo miedo, le llamaba constantemente pero el hombre no entendió. Se enfundó la pistola en el cinturón y sin mediar más palabra, se fue hacia la puerta, abriéndola le golpe.
Silencio.
La mujer miró confundida como la bestia sin escrupulos en la que su marido se había convertido estaba quieto en el umbral de la puerta. Se asustó pero fue hacia él, lo que haya visto debía ser algo importante.
Su sorpresa fue mayúscula cuando al llegar a su lado, parada en su portal, con sus hermosos y enormes ojos color esmeralda, su rostro rojo de tanto llorar y el cabello revuelto, Haru los miraba. Detrás de ella, un joven rubio con la cara sucia y una expresión igual de triste y del otro lado, un chico de cabellos chocolate, con la misma mirada de gema que conocían tan bien.
-¿Haru? -preguntó Reika, ante la imposibilidad de Andrew por hablar. La chica la miró unos segundos antes de volver la vista a su padre.
-¡Papá! -exclamó con la voz quebrada al borde del llanto, mientras lo abrazaba impulsivamente.
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13 años antes.
Ser abiertamente el último hombre soltero del palacio, aunque se le catalogara como padre de familia, aunado a llevar también la etiqueta de despreciado por la que debiera ser su mujer y por supuesto, la reputación que le precedía de muchos años atrás, le daba ciertas libertades que de vez en cuando algunos envidiaban.
Por eso aquella noche cuando volvió de la ciudad, con toda la fiesta encima y entró dando tumbos por los pasillos, tocando primero como desquiciado en la puerta de Jadeite, quién demás está decir lo mando al carajo, nadie se sorprendió. De hecho, era una cosa común desde que Makoto le confirmó que reanudó la relación con el doctor, padre de su hija.
Por supuesto que esto último nadie lo sabía, así que simplemente se quedaron con la idea de que la regente de Júpiter no lo amaba tanto como parecía. El general, notablemente herido de amor se cobijaba en la soledad de su azotea, aquella a la que ya no dejaba entrar a la oji verde. Un escándalo real. En otras ocasiones, como esa noche, bajaba al pueblo y se decía que, sentado en la barra de una cantina solitaria, bebía acompañado siempre del mismo borracho, otra alma vagabunda y sola que solía vivir en el otro lado de la mesa.
Neflyte llevaba en las manos su nefrita, como cualquier moneda de cobre que arrojaba al aire preguntando cierto o falso. La lanzaba y la cachaba a pesar que caminar era un asunto difícil en su estado de exceso de bebida. Pasó de largo su habitación, ni siquiera dio señales de detenerse. El hombre podría ser un vago, pero la niña jamás vería eso, la mujer del trueno solamente una vez.
En la oscuridad del jardín, una dulce voz llamó su atención, él se paró en seco y sonrió torpemente al escucharla.
-General, vaya fiesta que te cargas, pobre hombre.
-Señorita Kaio—dijo inclinándose, la nefrita cayó y botó hasta los pies de la regente del mar.
Michiru la tomó y le limpió el polvo. No pudo evitar mirarla fijamente mientras la sostenía entre sus dedos.
-Es linda, quien diría que guarda tantos secretos.
-El mar guarda muchos más, tengo entendido—Michiru sonrió-. Espero no haberte despertado.
-Salgo a caminar para despejarme, para tratar de olvidar—Neflyte se acercó a ella y la mujer le extendió el cristal-. ¿Funciona el alcohol? - Él negó con la cabeza-. Es una pena.
-¿Te acompaño? - Michiru tomó a Neflyte del brazo y juntos caminaron hacia la alcoba de ella, tenía una habitación en la misma zona en que el resto de las parejas, necesitaba un lugar más grande puesto que ella sola cuidaba de Nerea, Mirai y Yune, tres de las más grandes niñas del palacio. Haruka se había quedado del otro lado, en la recamara que compartían antes.
-No somos tan distintos general- musitó-. Ambos con el don de conocer cosas que la mayoría ignora, guapos- sonrió-. Y con la mala suerte de no ser amados por la persona que amamos.
-Debe ser una maldición- respondió.
-Es un precio que hay que pagar cuando se tiene el conocimiento- Él asintió-. ¿Has pensado algo de la propuesta hostil que te hicieron? -. Neflyte volvió a sonreír, no le sorprendió que aquella mujer supiera del avance que Luna había tenido hace apenas un mes, insinuando que quería una hija con él-. No deberías preocuparte, ¿Lo sabes?
-Ésta embarazada ya- contestó él, un gesto triunfante en su rostro.
-¿Lo hiciste?
-¿Me preguntas eso? -rio ligeramente.
-No, claro que no lo hiciste. Tienes mucha suerte, ¿Lo sabías?
-¿Y porque crees que me estaba alcoholizando? Si tenía que hacerlo al menos no lo recordaría.
Michiru también se rio, esa risa gentil y elegante que siempre la caracterizaba y que hacía tiempo que no se escuchaba en el lugar.
Extrañaba a Haruka, con todo el corazón le hacía falta, pero la mujer estaba realmente hundida en un mundo de tinieblas desde hacía dos años y no había manera de sacarla de ahí. Se rindió una tarde cuando le aventó la puerta en la cara, en uno de los muchos intentos de presentarle a las niñas.
-Me pregunto Michiru...- hizo una pausa mientras se tenían justo en la puerta de la habitación -. ¿Qué tanto sabes del futuro?
-Vaya, esa es una pregunta atrevida, pero te la responderé si tú me respondes a mí la mía- Neflyte sonrió en señal de aceptación-. ¿Sabes dónde está Hotaru?
-Sí, pero no te lo diré. Está bien.
-Bastará con eso- sonrió. Michiru hizo por entrar en su habitación, pero el general la tomó del brazo y tiró de ella hacia afuera, la mujer sonrió atrapada en el acto-. Sólo quería saber si ponías atención- bufó divertida-. Sé mucho, pero no creo que tanto como tú, sé lo que viene y puedo verte justo donde quieres estar, en el momento más feliz de tu vida. Pero veo imágenes sin voz, sin sentimientos. Lo que haya en tu corazón, mi estimado Neflyte es solo tuyo y de nadie más.
-Quizá del conocimiento de Rei- musitó.
-Sabes que no, esa pequeña broma que le jugaste no la dejará leer el fuego de la misma manera—dijo divertida mientras se llevó un dedo a los labios en señal de que guardaría silencio.
-Deberíamos hacer un club, él de los locos adivinos.
-Bueno general...- Michiru se soltó del agarre de aquel hombre y se giró de nuevo hacia él, viéndolo de frente a ese par de orbes marrones que mostraban un brillo de melancolía-. Podríamos ciertamente, pero en este momento tu club tan pensado me caería mejor si fuera más exclusivo—La regente del mar dio un paso hacía él, acortando la distancia. Neflyte la miró con seriedad, esos ojos azules reflejaban lo mismo que los suyos, soledad y tristeza.
-No debería... -murmuró apenas, su voz se cortaba por su respiración que comenzaba a agitarse.
-Lo sé, no deberíamos, pero, ¿Qué daño hacen dos almas solas y necesitadas?
-Creo que sabes que yo...
-Lo sé, y no te preocupes, no es amor lo que busco. Lo único que digo es que, si te sientes solo, siempre tendrás un lugar en mi cama.
Quizá fue el alcohol, el pesar que cargaba en su alma, porque después de todo era humano y el tiempo hacía estragos en los corazones solos. Después de luchar contra sí mismo, decidió doblarse sobre su altura hasta alcanzar la de la pequeña y exquisita mujer. Se inclinó tan suave y tan lento que Michiru tuvo que terminar la distancia con un ligero empujón, estrellando sus labios en los de él, en un beso cálido y tranquilo. No tardó mucho en volverse exigente y ansioso, a final de cuentas solo eran dos guerreros con necesidades, aplastados por la misma soledad.
Cuando la puerta de aquella habitación se cerró, el mundo hizo una tregua para ambos.
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Actualidad.
-Señor Furuhata- saludó Ares con una ligera reverencia hacia el hombre en la habitación de Haru. No se había retirado del palacio desde hacía cinco días, pero trataba de no salir mucho tampoco a los pasillos, las chicas se alteraban de verlo.
-¡Ares! ¡Que gusto me da verte! ¿Dónde está Raeden?
-Fue con Haru a llevar al rey a las mazmorras.
-¿Darien?
Andrew empezó a escuchar el eco de su propia voz retumbar en su cabeza. Ese maldito hombre le había hecho pasar el momento más atroz de su vida, aunado al hecho de que fue quien dio muerte a Makoto y a Neflylte. La venganza era algo que había cultivado durante cinco años, y que se acrecentaba cada vez que miraba los ojos verdes en los chicos que recibió en su casa, a los que también llamaba hijos.
Corrió entonces directo hasta donde las escaleras que daban a los calabozos se encontraban. No hubo nadie que frenara su camino, así que cuando reaccionó, la penumbra y la humedad del lugar ya habían pegado de lleno con él.
-¡¿Dónde estás infeliz?! - gritó enérgicamente. Cuando sus ojos se acostumbraron a la luz, pudo ver dos altas siluetas paradas frente a una celda, se aproximó a ellas.
-Señor Furuhata- saludó Raeden con una sonrisa en los labios, por ese breve periodo de tiempo, el rubio frenó sus deseos asesinos y se detuvo frente al chico. Lo miró un segundo, antes de abrazarlo con fuerza.
-Muchacho, que gusto me da que estes bien.
-A mí también me alegra verlo- contestó-. Pero debo decirle que no puede hacerle nada al señor Chiba.
Andrew recordó entonces su rencor y giró rápidamente hacia la celda. Darien estaba parado frente a él, con sus ojos puestos en su amigo de la adolescencia, sus manos agarradas a los barrotes de su prisión.
-Andrew- murmuró-. ¿Qué haces aquí?
Los dos hombres que habían sido amigos desde siempre, confidentes y compañeros de travesuras, se miraron a los ojos. En uno de ellos, el azul reflejaba desconcierto y hasta un poco de alegría, un rostro familiar y hasta donde él sabía, amigable, siempre era bien recibido. Pero el otro par de ojos veía un asesino, un maldito desgraciado que mató a una parte importante, una muy grande de su familia.
-¿Mataste a Makoto? -preguntó secamente, el moreno se sobresaltó y retrocedió un poco.
-No, yo no lo hice- respondió-. Pero estuve ahí cuando pasó y no hice nada para detenerlo.
-¡Eres un maldito! ¡Un mal nacido que merece algo peor que la muerte!
-Lo sé.
-¡No! ¡No sabes! ¡Makoto era tu amiga! -sus ojos inyectados en odio parecían querer saltar de sus cuencas-¡Esa mujer era la madre de estos chicos! - la vena le saltaba del cuello con marcada presión, Haru tuvo que caminar hacia él para tomarlo del brazo.
-Papá, cálmate.
-¿Papá?
Darien retrocedió mucho más, sus pasos lo llevaron a caer de golpe contra el catre que debía servirle de cama. Se llevó las manos al rostro tratando de enfocarse en lo que acababa de escuchar. Haru había llamado papá a su amigo, ¡Pero no! Él no era su padre, ella era la regente de Júpiter, su padre era Neflyte.
-Así es señor Chiba, el señor Furuhata es el padre de Haru, somos medios hermanos.
-¡Mientes! - gritó, pero su voz se ahogó entre sus manos que seguían cubriéndolo-. Ella es hija de Neflyte, ella es una sailor.
-¡Ella es mi hija idiota! Ella no es una sailor, es mi hija, mi pequeña.
Flashback
Cuando las noticias dijeron que el conocido centro de juegos Crown center había sido víctima de una explosión por una fuga de gas el mundo se le vino encima. Tardó unos segundos en comprender lo que sus ojos veían en imágenes crudas y reales. El lugar estaba en llamas y había decenas de heridos y muertos.
No supo que hacer hasta que sintió una cálida mano posarse en su brazo derecho, giró y la vio. Makoto estaba parado junto a él, con la misma cara de incredulidad y miedo. Se miraron, una fracción de segundo cruzaron sus ojos y los dos se entendieron. Darien la tomó de la mano y corrió con ella por los pasillos del palacio, cruzando en su camino con varios de los nuevos inquilinos, entre ellos el general de cabellos castaños que solía moverse como sombra por el sitio.
-¿A dónde van? - preguntó Artemis saliendo a su encuentro. Los dos se detuvieron no teniendo más remedio.
-Hubo un accidente... - dijo Darien entre sus intentos por respirar con calma-. Makoto y yo...
-No pueden salir, eso fue evidentemente un atentado contra nuestro centro de mando, están esperando que vayan.
-¡Pero Andrew y Unasuki! Son nuestros amigos—dijo la chica. Su voz era más chillona de lo habitual, estaba a punto de llorar.
-No puedo dejarlos ir, es muy peligroso.
-Yo iré con ellos—escucharon a sus espaldas, era Kunzite.
Artemis estaba por debatir el punto, pero el general no esperó ni un segundo y tocándolos se desapareció con ellos.
De los restos del Crown, porque nada quedó, tuvieron que moverse rumbo al hospital, les habían dicho que los dueños estaban ahí, junto con sus hijos, los cuatro habían sido trasladados al área de terapia intensiva, estaban graves.
Por fortuna, la nueva fama de ambos les abrió la puerta de manera magistral, lograron dar con el paradero de la familia Furuhata, enterándose de primera mano, que los padres habían fallecido en el lugar, nada se pudo hacer por ellos.
Por otro lado, Unasuki había sufrido quemaduras muy graves en gran parte de su cuerpo, las esperanzas de vida eran pocas y su pronóstico reservado. De Andrew no sabían nada. Tuvieron que pasar un par de horas hasta que por fin dieron con él. Los dos guerreros entraron, dejando a su guardia plateado en la puerta.
El joven rubio, médico de profesión y que, para entonces, contaba con veinticinco años estaba muy mal herido. Sin embargo, tuvo suerte, iba de salida cuando la explosión se generó por lo que solo tenía heridas en la piel de cortes de los vidrios de la puerta y diversas quemaduras de segundo grado. Dos costillas rotas, se sumaban a sus problemas.
Fue Makoto quien se ofreció a darle las malas noticias, ella como huérfana tenía un poco más de tacto para hacerlo, después de todo cuando Darien quedó solo, apenas tenía cinco años y ya no lo recordaba, una voz suave sería mucho mejor.
Desde ese día hasta que el chico pudo salir del hospital, Makotoy Darien lo visitaron diario. Ella lo cuidaba y cambiaba sus vendajes cuando se lo permitían, además visitaba a Unasuki y le daba ánimos para seguir adelante. El moreno estaba convencido que, si no fuera por ella, ambos chicos hubieran quedado peor de lo que estaban.
Siempre supo que Makoto quería a Andrew, desde la adolescencia. Era algo que le preocupaba un poco, sobre todo cuando vio la renuencia de la mujer a entablar una relación con el general correspondiente. Su corazón le decía que no podía mandar en uno tan noble como ese, que el corazón quería lo que quería, justo como el suyo clamaba por la mujer del tiempo. Pero se cayó, guardó el silencio y eventualmente, lo olvidó.
Fin de flashback.
Pasó sus manos por su melena azabache, aprovechó para secarse las lágrimas con ellas-. Por supuesto, Makoto.
-¡No te permito que pronuncies su nombre! - vociferó-. Esa mujer era más valiente y tenía más pantalones que tú y toda tu estúpida corte.
-Si Haru es tu hija- continuó ignorando las amenazas y alzando el rostro, solamente lo suficiente para ver a las personas frente a él-, Eso quiere decir que ¿Tú también lo eres muchacho?
-No. Mi padre biológico es el general Neflyte.
-Ya veo—hizo un breve periodo de silencio y se incorporó. Caminó lento pero firme de nuevo hacia la luz-. Entonces tu eres...
-El regente de Júpiter, y por si se lo pregunta, no estoy a su servicio—Darien sonrió.
-Me doy cuenta. Ahora entiendo que todo esto fue por salvarla a ella, ese bastardo.
-Ese bastardo es nuestro padre, y creo que lo engañó.
-¡Nos engañó a todos! ¡Ese hijo de perra nos engañó a todos!
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Los siguientes siete meses se pasaron en un suspiro. El general vivió cada día como si fuera su primera vez y disfrutó cada etapa como si nunca antes la hubiera visto. Haru se divirtió junto con él, estaba tan ilusionada con la llegada de su hermana que había separado juguetes exclusivamente para ella, ante la mirada derretida de amor de sus padres.
Una mañana de junio, una muy calurosa por cierto, el cielo se comenzó a nublar. Neflyte caminó solo hasta el risco donde según sus cuentas, había concebido a la vida que estaba por llegar. Se paró casi en la punta, al borde del acantilado y dejó que el viento le revolviera el cabello. Desde ahí podía ver el mar y las nubes de tormenta que llegaban. Era el día, los dos lo sabían.
Antes de volver a su hogar, donde la señora Katsumoto y la partera del pueblo ya estaban preparadas para recibir a la nueva integrante de su familia, dio un profundo suspiro y sacó de aquella bolsa de tela que cargaba a todos lados con él, un pequeño guardapelo. Era una pieza exquisita de plata que atesoraba mucho. Lo sostuvo un momento en su puño cerrado, se dejó calmar por la brisa del mar.
Flashback
Casi daba la mañana cuando abrió los ojos, esos besos que le recorrían el pecho desnudo lo hicieron volver del mundo de los sueños con una sonrisa en los labios.
-Buenos días dormilón- dijo Michiru, radiante y perfecta como siempre era. La mujer del mar estaba cubierta únicamente por esas sábanas blancas que asemejaban la espuma salada de su elemento.
-Buenos días -dijo un tanto apenado, recordando la noche anterior.
-Debo admitir que me encanta que estes aquí- susurró contra su pecho, él se estremeció con las cosquillas-, pero es hora de irte, comenzarán a despertar todos.
Una noche, eso es lo que se había prometido a sí mismo... pero no se cumplió. No llevaba la cuenta de cuantas noches había pasado en la cama de la regente de Neptuno, y no es que fueran muchas, pero eran tan espaciadas que se podían olvidar con facilidad. Quizá unas ocho en el transcurso de los siguientes dos años, quizás más.
Se buscaban para darse compañía en las noches frías donde sentían más soledad, en los tragos amargos que sus respectivas supuestas medias mitades les hacían pasar. No era amor, ni de cerca se parecía a un sentimiento que no fuera la compañía.
-Ella volvió a hablarme- soltó de nuevo mientras lo miraba vestirse entre penumbras. Neflyte dio un salto para acomodarse el pantalón y giró a verla, le sonrió.
-Me alegra.
-Saldremos hoy a pasear en auto, quiere que llevemos a las niñas.
-¿Estás segura? ¿Quieres que vigile por si acaso?
-No, no tengo miedo. Bueno, solo de que se asuste y se vuelva a encerrar.
-No lo hará, ten fe. - le soltó mientras se acercaba a ella con el torso aun desnudo y se inclinaba para besarla en la frente-. Supongo que intentas decirme que nuestras sesiones terminaron—Michiru asintió.
-Pero no estes triste- soltó con picardía-. Tengo algo para ti.
Se enredó en la bata transparente que de cualquier modo no el cubría gran cosa y caminó hacia una cómoda, donde de un cajón sacó un pequeño guardapelo y se lo entregó al hombre que la miró con una ceja enarcada.
-No es necesario- masculló apenas, pero ella lo cayó con un dedo sobre sus labios.
-Tómalo, y toma esto.
Michiru se buscó entre los largos y turquesas cabellos de su cabeza uno en particular. Lo miró en el espejo que se alcanzó a sí misma para tal efecto. El cabello brilló divinamente, en un tono plateado que Neflyte quiso decir que era una cana, pero se calló. La violinista se tiró el cabello el cual salió con todo y raíz, lo enrollo y lo guardó en aquel objeto.
-¿Qué es esto? -preguntó mientras lo recibía.
-Ese cabello cariño, lleva todo lo que sé de ti, y todo lo que podría saber después. No pudiste verlo, pero son dos, uno por ti y otro por ella.
-¿Acaso tú?
-¿Saber tus planes? ¡Desde luego! ¿Por quién me tomas?
-Pero Luna.. - exclamó dudoso. Ella solo le sonrió de nuevo.
-Ella no tiene por qué saberlo todo. Tú me has hecho feliz estos años y yo quiero que seas feliz otros más. Fuiste un padre para Yune, sé que la quieres y ella te quiere también. Fuiste un caballero conmigo, una bestia cuando hacía falta también- Neflyte se ruborizó-. Y yo seré leal en esto contigo, no puedo garantizar no buscarte junto con todos los demás, pero no ayudaré a la causa. Ahí van todos tus secretos, yo los olvidaré pronto. No seré un peón en tu contra, al menos no con mi don... aunque mi poder es otra cosa.
El general sonrió agradecido y guardo el colgante en su pantalón. Besó por última vez a la mujer del mar, a la otra alma solitaria que parecía encontrar de nueva cuenta su lugar.
Fin de flashback
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Neflyte abrió el guardapelo y sacó de él dos cabellos. Sonrió al notar uno más pequeño también. Esa divina y loca mujer, pensó.
-Señor Neflyte –le llamaron desde abajo, pudo ver a la ayudante de la partera buscándolo con la mirada.
El momento había llegado, ese que Michiru Kaio le anunció la primera noche que pasó con ella. El momento más feliz de su vida. Hasta ahí había dicho que ella conocía. Donde quiera que estuviera seguro sonreía con él, lo sabía.
Soltó los cabellos al viento y estos se fueron, a perderse entre las montañas, a no ser vistos nunca más.
CONTINUARÁ...
Agradecimientos:
El hecho de que lean esta historia me motiva a seguir, la disfruto de lo lindo, es mi pequeño bebé y cuando la acabe... no sé que haré jajaja.
Litakino1987: Pues mira nada más lo que hizo mi amor... no lo culpo, la neta se lo celebro aunque hayan sido muchas veces... se lo ganó a pulso. Eh dicho jajaja. ¿Qué tal tu pollito de colores? Mira, que adoptó a toda la camada.
Ladi Jupiter: sabremos que pasó con Hotaru más adelante. Pero si, Readen ya está listo y a punto de salir y pues ya vimos a donde huyeron los niños... tienen otro hogar al cual llegar.
Genesis: Gracias por leerme, tu siempre tan atenta y al pendiene de todo desde que empecé con esto. Mil gracias.
Jovides1: Pues bueno, nuestro amor tuvo un desliz pero lo necesitaba, también tiene corazón y sentimientos... además no fue tan grave y hasta salieron ganando todos.
Lector anónimo, muchas gracias!
Saludos.
