Todos nuestros hijos.

14 años antes.

La mirada de sus ojos marrones era suficiente para incitarla a seguir. Aunado a eso, el hombre no dejaba su mano y no dejaba de acariciar con delicadeza sus dedos, susurrándole despacio, como acostumbraba, que todo iba a estar bien.

Ella lo sabía, le creyó aquella vez hace casi cinco años cuando le dijo que estaría bien y lo estuvo. Le creería en esta ocasión y haría el último esfuerzo por traer al mundo a la hija de ambos.

-Solo lo harás una vez más. -le dijo con una sonrisa en el rostro, ella lo miró retadoramente, aunque no duró mucho el gesto. Una nueva contracción la obligó a centrarse de nuevo.

Afuera, como debía ser, una fuerte tormenta se desarrollaba. Los dos sabían que era el anuncio de la naturaleza, dándole la bienvenida a la futura regente, una buena señal sin duda.

-Este es el mejor día de mi vida—le susurró con ese tono conquistador que a ella tanto derretía.

Ella estaba por soltarle algun comentario jugueton cuando el dolor más grande apareció y supo que era el momento. Las cosas se salieron de foco, la habitación se oscureció un poco. Escuchó un aullido de alegría, su propio grito ahogado y luego nada por unos segundos, hasta que el llanto de un bebé apareció.

Miró a su lado y él seguía ahí, con sus ojos clavados en ella. Makoto le sonrió dandole permiso de dejarla para ver a su hija, después se durmió.

Despertó y creyó que era de noche, al menos esa fue su impresión al ver la habitación en penumbras. Sin embargo, su concepción cambió cuando un rayo bastante intenso iluminó a través de la ventana y se dio cuenta que, en realidad, una fuerte tormenta caía sobre el pueblo. Pero fue gracias a esa luz que pudo verlo, al hombre parado frente a ella, acunando algo entre sus brazos.

Moría por ver a su nueva hija, pero decidió guardar silencio unos segundos para contemplar esa imagen que secretamente idolatraba de él desde hacía años. El hombre alto, fuerte y varonil, sosteniendo entre sus increíbles brazos a una criatura pequeña e indefensa. Lo había visto con Haru cuando la pequeña se despertaba en la noche y él se ofrecía a calmarla, alimentarla o asearla, y ahora estaba por verlo de nuevo, con la pequeña Aitné.

-Neflyte... - susurró, y él giró de inmediato. Makoto le sonrió, pero él permaneció serio mientras se acercaba a su lado-. Déjame verla, quiero ver a mi niña.

-Makoto, tengo algo que decirte.

-¿Qué? -preguntó asustada-. ¿Está bien? ¡Dámela! ¡Quiero verla! ¿Qué tiene mi niña?

-Esta bien, nació en excelente estado es solo que …

-¡Maldición Neflyte! ¡Déjame verla! -suplicó exaltada, casi al grado del llanto.

El general dio un fuerte suspiro y se acercó a un más a ella. Se inclinó sobre la cama y depositó a aquel bebé, cubierto con una cobija, en brazos de su madre. Ella, que se había sentado para recibirlo, destapó su rostro y respiró con fuerza. Se veía bien, ese maldito la había asustado en vano.

-¡No puedo creer que bromearas en un momento como este... ! ¿Qué diablos te pasa? - vociferó en voz baja para no alterar a la criatura.

-Bueno, es que déjame decirte, no podrá llamarse Aitné.

-¿Qué? ¿Por qué no?

-Es un varón.

0 0 0

15 años antes.

Neflyte tenía a Yune impresionada con la pequeña esfera de energía que había creado en su dedo. La niña, que para entonces ya tenía casi cuatro años, trataba de alcanzarla con la mano y se reía con la inocencia de su edad cuando el general se lo impedía. Era muy fuerte y decidida, así que no tardó mucho en entender el juego, y ante el asombro del hombre y de la senshi del mar que la cuidaba, Yune tomó la esfera en sus manos y corrió con ella rumbo a Michiru.

-Impresionante—dijo el castaño en un susurro, con un rostro que mostraba alegría y miedo a la vez.

-Fue hecha para serlo, ella y las demás- sentenció con agrado mientras miraba a Nerea intentar quitarle la esfera a Yune-. Seguro Haru podrá hacerlo pronto, sé que es muy pequeña aun, pero tendrá una ventaja al entrenar más joven que las demás.

-¿Entrenar? -preguntó confundido, Michiru pudo darse cuenta que no fingía.

-¿No lo sabes? Vendrán por ellas el fin de semana. Luna quiere entrenarlas a todas, así lo recalcó en la reunión de ayer. ¡Oh cierto! Makoto no estaba- exclamó un poco aturdida. Pudo ver en la mirada del general lo que estaba pensando.

-Pero Haru es demasiado pequeña para eso, apenas tiene tres años.

-¿Y sigue sin manifestar su poder?

-Es muy fuerte—se apresuró a decir-. Pero en cuanto a energía, creo que es muy temprano para que aprenda.

-Igual yo, pero Luna está decidida, lo vi en su mirada.

Neflyte se puso de pie y se despidió para irse directo a su habitación, pero justo estaba por salir cuando giró sobre sí y volvió con la senshi.

-¿Podrías hacerme un favor?

0 0 0

-¡No sabes lo que he batallado para encontrarte! ¿Qué haces aquí arriba con las dos? Es muy peligroso- vociferó Makoto a un afligido Neflyte que veía jugar en el suelo a Haru con Nerea.

-Hay algo que debes saber.

Makoto miró hacia las niñas. Nerea le provocaba un mar de sentimientos encontrados, los cuales iban de la alegría, ya que era una niña muy risueña y vivaz, hasta la inquietud, por el parecido sorprendente que tenía con Jadeite, el esposo de su mejor amiga Rei.

Estaba en eso cuando miró a Neflyte caminar hasta las pequeñas y sacar de entre sus ropas un cristal. Lo reconoció de inmediato, era el cristal de Neptuno, azul y profundo como el mar.

-¿De dónde? ¿Cómo? -preguntó con un tono de molestia, algo que también a ella sorprendió. Él solo la miró de reojo, minimizando su enfado.

Le extendió el cristal a Nerea quien lo tomó como si lo conociera. Aquella esfera brilló con intensidad, provocando una sonrisa de la niña y la inquietud de Haru por tocarlo.

-Dame el tuyo.

Makoto buscó entre sus ropas y sacó su piedra, alcanzándosela al general. Éste la miró un poco antes de extendérsela a Haru, quien la tomó de inmediato. Nada.

La ojiverde miró al hombre impactada, sabía lo que eso significaba.

-¡No puede ser! Ella... yo...

-Era una posibilidad, lo sabías.

-¡Es muy pequeña, eso es! - exclamó exaltada, convencida que eso debía ser la verdad, necesitada de que lo fuera.

Neflyte se inclinó sobre la pequeña castaña y la alzó sobre su cabeza, dio un par de pasos con ella para fijarla justo entre un monton de estrellas que brillaban en la noche. Haru sonrió, completamente divertida por su padre, creyendo que jugaba con ella. La bajó de nuevo un par de minutos después y enfiló hacia la regente de Júpiter, que no había dicho palabra mientras miraba la escena. Se acercó a ella con calma, la abrazó mientras sostenía a la niña en los brazos. Makoto pudo sentir los labios del general rosando su oreja.

-Es una niña normal. Nunca tendrá poderes- susurró.

-¡Mientes! - le dijo ahogadamente, trató de soltarlo, pero no pudo.

-Sé que vendrán por ellas el fin de semana, Luna las quiere a todas para entrenar, no le importa la edad.

-¡Eso no! - exclamó un poco más alto. Volvió a removerse, pero Neflyte la apretó con más fuerza.

-Escúchame bien. Van a venir y se daran cuenta que no es mía. O te quedas y averiguas lo que harán con ustedes y te aseguro, porque lo pregunté y lo sé, que no es nada agradable.

-¿O qué? -preguntó terriblemente asustada, conocedora de la respuesta.

-O te vas conmigo. Tú, yo, Haru y Yune

0 0 0

5 años antes.

Andrew:

Si tienes esta carta en las manos es que tienes a mis hijos en tu hogar, algo que no hubiera podido pagarte ni con todas las vidas que pude haber vivido.

Ellos saben que hacer, fueron criados y educados bajo el principio de supervivencia, dales por favor un lugar para dormir, comida y consuelo. No te pido que los ames porque ellos solos se lo ganarán, los conozco.

Tengo la esperanza que también los acompañe Ares, el hijo menor de Rei Hino y mi hermano Jadeite, a quien Makoto y yo recogimos después de aquella cruenta batalla. Es un sol, un chico valiente y fuerte como su madre, con un carisma y todo el amor que su padre siempre fue capaz de dar. Recíbelo también como mi hijo, que ahora lo es.

Haru sabe quién eres, es algo tosca y está en la adolescencia, comprende si se porta seca contigo. Makoto siempre le habló bien de ti, y yo al menos no le hablé mal, pero le pedí que te llamara papá, porque yo siendo también su padre, conozco lo valioso de ser reconocido por alguien de esa manera.

Ellos tienen una meta, un objetivo que perseguir. No hemos sido nosotros quienes se los impusimos y tampoco es venganza por lo que debe ser nuestra reciente ausencia. Conocen este mundo porque nunca se los ocultamos, y ellos, motivados también por el sufrimiento de Ares, han decidido que quieren cambiarlo. Estamos asustados pero muy orgullosos. Por favor no los detengas, pero abrázalos cuando sea necesario.

Todo cuanto poseo lo tiene mi querida Molly, una mujer increíble que me ha ayudado todos estos años. Ah sido mi amiga y confidente, sin ella no hubiéramos sobrevivido ni una semana. Por favor, cuídala como te lo pedí hace más de quince años, ahora que no puedo hacerlo más. Toma lo que necesites, que nada les falte.

Sé que tú y tu mujer, la valiente Reika, podrán con ellos. Son buenos chicos, un poco traviesos, pero a esa edad ¿Quién no lo es?

Quizá algún día, uno de ellos o tal vez todos, decidan irse. Es su destino, un camino que trazaron juntos, algo en lo que Makoto y yo tampoco pensábamos interponernos. Confía en ellos, pero no los olvides.

Me despido esperando que esta carta llegue a tus manos, no sin antes reconocerte que fuiste un gran rival, en algún momento llegué a pensar que te quedarías con la chica y debo admitir que tuve miedo. Pero ella es mi vida, la razón por la que hice todo esto y lo volvería a hacer eternamente. Al igual que tú, caí cautivado en sus ojos la primera vez que me vieron, por su voz cuando dijo mi nombre, por su sonrisa tan cálida que terminó por descongelar mi alma. La amo, la amaré siempre, porque ni la muerte (ni tu tampoco) podrían evitar que lo hiciera.

Gracias por todo, rubio desabrido.

N.

0 0 0

Andrew cerró aquella hoja de papel, sus ojos azules se cristalizaron, pero no lloró, prefirió quedarse con ese último insulto y en cambio sonrió. ¡Ese maldito general!

-¿Está todo bien? - preguntó Reika mientras se acercaba a él, Andrew asintió.

-Solo es él, siendo … pues él- suspiró-. Nos pide que los recojamos.

-Sabias que este día podía llegar, es un milagro que estén con vida y completamente a salvo—dijo ella. Revisó que los chicos siguieran comiendo y volvió a su esposo-. El más chico, es hijo de ambos, su nombre es Raeden, tiene ocho.

-Lo consiguió, siempre supe que era cuestión de tiempo- sonrió malamente, aunque internamente le causó gracia.

-¿Sabes lo que eso significa?

No había pensado en eso ciertamente, estaba muy conmovido porque, aun siendo Neflyte su mayor rival en la vida, el hombre que le causó un montón de dolores de cabeza y a su vez, él le provocó al general el problema más grande de su vida, aquellas palabras no fueron poca cosa ni escritas al azar. Sabía que era su amigo, seguramente el último que le quedaba en la tierra. Entonces ahí lo comprendió, escuchó de nueva cuenta las palabras de Reika en su mente. Ese chico era de ellos, un niño.

Andrew giró hacia los niños que parecían no haber comido en mucho tiempo, aunque Haru jugaba con su plato y lo miraba de reojo, como si estuviera analizándolo.

-¿Raeden cierto? -el chico asintió-. ¿Acaso tú?

-Es él, el maldito heredero- resopló Haru de muy mal modo.

-¿Y acaso él puede...?

-¿Transformarse? -volvió a interrumpir la joven. Raeden no había dicho una palabra desde que llegaron-. Solo lo ha hecho una vez.

-¡Con falda y todo! -exclamó Ares sonriente, lo que ganó la mirada incrédula de los adultos y un codazo del chico a su lado-. Bueno no, solo bromeaba Raeden- bufó adolorido.

-También puedo hablar con las estrellas—dijo el chico al fin, con esos ojos verdes pero ese ceño firme, una mezcla perfecta entre sus padres.

-¿Y tú Ares? -preguntó Reika.

-Manejo el hielo, como mi padre. Enya maneja el fuego como mamá. -suspiró-. Haru es muy lista y fuerte, puede pensar en muchas cosas a la vez y …

-¡No necesito que me presentes Ares! -recriminó un poco molesta. La nostalgia inicial se había pasado de su corazón.

-Cariño- comenzó a hablar Andrew, pero se cortó en cuanto vio la mirada amenazante de su hija.

-Me dejé llevar por el momento al llamarle papá, pero eso no significa que pueda referirse a mi como su hija doctor Furuhata, y quiero dejar en claro que puedo llamarle papá porque mi padre Neflyte me lo ha pedido así y yo lo respeto. Pero él es mi padre, no usted.

-Lo sé. -murmuró con pesar-. Siempre lo supe.

0 0 0

Estaba feliz, realmente no cabía tanta alegría en su pecho, pero también le palpitaba el corazón de forma alarmante solo en recordar, que la criatura que su mujer sostenía en brazos era un varón. No se lo esperaba y esas estrellas, jamás le dieron un indicio.

-Un niño- se repetía muy bajito, pero ella logró oírlo. También estaba intranquila.

-No es normal, ¿O sí?

-Bueno, Darien es un varón, al menos eso parece- bromeó, Makoto lo fulminó con la mirada-. Significa que no es imposible- agregó tratando de calmarla.

-¿Y eso cambia algo? -preguntó con miedo, esperanzada en una respuesta favorecedora.

-Debería consultarlo, pero por el momento me quedaré aquí. Quiero estar con ustedes. - Neflyte sonrió de nueva cuenta. Ella pudo ver que, si alguna vez o varias, llegó a pensar que el general era el orgullo y la vanidad personificadas, ese era un momento perfecto para tomarle una foto y ponerlo de ejemplo. Estaba radiante, feliz, completamente erguido y orgulloso.

La puerta de la habitación se abrió lentamente. Ambos giraron llamados por el ruido, solo para apreciar a la pequeña niña que se asomaba temerosa.

-¿Quieres conocer a tu hermanito? -preguntó él, mientras caminaba hacia ella para tomarla del brazo. Haru sonrió ampliamente y juntos, se fueron hacia el otro lado de la cama.

Neflyte subió a la niña quien se acostó junto al bebé, él ya dormía tranquilamente.

-Mi amor, él es tu hermano... tu hermano... ¿Cómo le llamaremos? -preguntó el general, mirando con intriga.

-Pues, ciertamente no había pensado en esta posibilidad, ¿Qué tal Masato? -sugirió ella, con una risa burlona que se escapaba de sus labios.

-¡De una vez ponle Andrew! ¿Cuál sería el problema? -Makoto lo miró severamente por un tiempo, pero aquel hombre estaba realmente tan feliz, que no pudo aguantar la alegría en su rostro-. Bueno, bueno no te enojes mujer. Yo ya había escogido el nombre para una niña, ¿Qué te parece Raeden?

-¿Cómo el dios de las tormentas?

-¡Ni más ni menos! - El general se acostó en la cama, ahí Haru ya se había acurrucado junto a su hermano y Makoto girado rumbo a ellos. Estaban los cuatro juntos por primera vez en la vida. No pudo evitar suspirar profundo, tenía el corazón lleno de regocijo, pero también miedo, como nunca antes. Neflyte se inclinó un poco y besó a Haru, después la frente del pequeño y por último a su mujer-. Raeden, como el dios de las tormentas, porque eso es este niño... una verdadera tempestad.

0 0 0

15 años antes.

La miró fijamente, era una mirada desafiante y que hubiera hecho temblar a cualquiera, pero no a él. Esos ojos azules que en otro tiempo brillaban como estrellas y que ahora, estaban tan opacos y muertos por dentro, le decían muchas cosas, más de las que cualquiera hubiera logrado comprender.

Tenía los brazos extendidos, era el primer acto de pelea que hacía después de algunos años. Pero no había que confiarse, esa mujer era fuerte, más que ninguna, y perder no estaba en su lista de cosas favoritas.

El hombre sostenía aquello que llevaba con todas sus fuerzas, lo aprisionaba contra su pecho y estaba tan decidido a llevárselo que nadie, ni la regente de Urano se lo iba a impedir.

-Haruka... -dijo suplicante-. Por favor.

Ella lo miró, seria e inquebrantable.

Yune comenzó a llorar en los brazos de Neflyte, él se meció un poco, tratando de calmarla. Haruka miraba todo aquello, su respiración comenzaba a alterarse.

-Déjame llevarla, te prometo que la cuidaré como mía.

Pero la rubia solo miró, sus ojos clavados en él parecían buscar una falla, un error en cada una de sus células.

-No podrás.

La voz era de Michiru, que parada en la puerta con el semblante más asustado que le había visto nunca, le cerraba el paso.

-Michiru.

-¡No lo harás! ¡No puedes llevarte esa niña! Tendrías que hacerlo sobre mi cadáver y aun así te buscaré para recuperarla.

-¡Está en un gran peligro! ¿No estuvimos hablando de libertad?

-Cada quien tiene un concepto de libertad muy diferente Neflyte- soltó secamente-. Lo que tu llevas en tus brazos es una hija de la persona que más amo en el mundo, ¿Qué clase de libertad tendría mi alma si dejo que te la lleves?

-Pero ella sería libre, libre y feliz.

-¿Lejos de su madre? ¿Lejos de mí? Simplemente no puedes llevarte a una de mis hijas.

Neflyte volvió a girar rumbo a Haruka, la regente del viento había bajado los brazos y lo miraba ahora ferozmente.

-Tú no la quieres contigo, tu la quieres libre, lo sé.

-¡Y porque la queremos libre es por lo que no puedes llevártela! - insistió Michiru, está vez un poco más calmada y caminando hacia él, con los brazos extendidos para recibir a la niña-. Vete, llevate a tu hija y tu mujer. Esa misión que tienes, ese sueño que persigues y que costará muchas vidas, no será posible si te la llevas. ¡Eres un necio! Lo sabes y quieres intentarlo.

-¡Tengo que intentarlo! ¡Yo no puedo simplemente olvidarla! -refutó el hombre, Yune comenzó a llorar.

-No la olvides, yo me encargaré que ella no te olvide a ti. Le contaré del hombre que estuvo dispuesto a todo por ella. Le diré lo bueno que eras, lo mucho que la querías, que fuiste un padre hasta donde la vida te lo permitió. Pero deja a mi niña, ella es parte de nosotras.

Entonces lo entendió. La mujer del mar tenía razón y debía dejar a la niña con ella y su madre. Le dolió el alma y el cuerpo. Rompía una promesa, al menos por el momento. Quería llorar, pero el ruido de las puertas aledañas abriéndose de golpe lo sacaron de su ensimismamiento.

-Dile que lo siento, que haré todo lo que pueda por volver. - El general destapó a la niña, le dio un beso en la frente y la entregó en los brazos de Haruka, siendo esa la primera vez que la cargaba.

-¡Vete ahora!, tienes tres minutos, los entretendremos.

El hombre asintió con la cabeza y desapareció en el acto.

Volvió a materializarse en una habitación al otro extremo del edificio. Ahí dio un fuerte suspiro, tratando de contener las lágrimas que amenazaban con arruinar su semblante inquebrantable. Caminó con decisión hacia la mujer parada en la ventana.

-¡Toma lo más básico! Yo tomaré a la niña, tienes dos minutos, no más ¿Entendiste? -gritó el hombre castaño mientras sostenía con ambas manos el rostro de una mujer de ojos verdes, notablemente conmocionada. La chica lo miraba, pero parecía no entender lo que estaba pasando. Él fijó sus penetrantes ojos marrones en ella, apretando con fuerza sus mejillas, intentando por todos los medios que reaccionara. -¡Vamos Makoto! ¿Me escuchaste?

0 0 0

Actualidad.

Era infinitamente poético que estuviera ahí, pero lo estaba.

Sentada al lado de la fuente, con sus largos y dorados cabellos aun en esas coletas que usaba desde niña. Nunca quiso esconderse, nunca quiso salir corriendo en primer lugar, por eso no había ido muy lejos y quien la buscaba, lo sabia.

Verla ahí, mirando su reflejo a traves del agua era extrañamente hipnotizante. Podía verse, incluso por esa imagen borrosa y escurridiza de ella, que su rostro tenía visibles masrcas de haber llorado demasiado, mucho más de lo humanamente posible. Pero, ¿Quién la culparía? Después de todo, ese reino por el que creía luchar, esa busqueda del bien comun y la paz mundial había sido solo una ilusión, un buen pla muy mal ejecutado.

Lo supo desde el día en que ellos aparecieron, algo que había deseado tanto para llevar la misma felicidad que sentía en su corazón, al corazón de sus amigas. Lo reafirmó cuando vio los ojos de Mina brillar más radiantes que una estrella al ver a Kunzite, o cuando vio ruborizarse a Amy al clavar sus ojos en Zoycite y que éste bajara el rostro, tratando de ocultar que le pasaba lo mismo. Volvió a verlo cuando Jadeite, en una de esas noches en las que Rei se había ofendido por cualquier cosa, había ido hasta su ventana y desde el primer piso comenzó a gritarle cuánto la amaba, despertando a todos. Ella lo vio desde su propio balcón y se sonrojó por su amiga la sacerdotisa, sabía que dentro, la morena estaba hecha un mar de amor.

Pero lo que más recordaba, quizá movida por la culpa y el desasosiego, era ver a Neflyte reflejado en los ojos verdes de Makoto, esos últimos instantes antes de desaparecer. La castaña no hizo ni un solo gesto cuando aquella luz le dio de golpe en su cuerpo, toda su atención, todo su cuerpo estaban enfocados en él, no quería perderse ni un solo detalle del hombre que más amaba en la vida.

Y entonces recordó, que para ella ese tipo de amor no existía. Suspiró. Pensó en Chibiusa y suspiró de nuevo. Esa niña, esa hija ya hecha una mujer, existía en este mundo solo por el nostalgico recuerdo de Darien de la pequeña criatura que los visitó años atrás. Si ella no hubiera viajado en el tiempo, seguramente no existiría ahora.

-No se torture con eso princesa - escuchó a sus espaldas. Ella ni siquiera giró, ya se había dado cuenta que la vigilaban.

-¿Por qué no me di cuenta? - preguntó en cambio, mientras removía el agua con su dedo.

-¿Realmente no se dio cuenta?

La figura tras de ella se acercó un poco, sus pisadas eran casi imperceptibles, pero esa aura que desprendía avisaba a todos que la muerte había llegado.

-Creí que, si lo amaba lo suficiente, él me amaría... ¡Como ellos las amaron a ellas!

-No fue fácil para nadie, majestad. El amor a primera vista no existe.

-¿Existe el amor en sí? -preguntó casi al aire, pero ella misma se respondió, sonriendo ante sus recuerdos-. Existe para quien se lo merece, ¿no?

-Existe para todos, al menos para aquellos que están abiertos a la posibilidad.

Una ligera ventisca removió los cabellos rubios, y un poco de los sedosos mechones de ébano de aquella imponente presencia, un dulce y suave aroma se desprendió e inundó los pulmones de la mujer.

-¿Vienes por mi vida? -preguntó.

-Vengo por usted, para llevarla ante ellas. -Serena sonrió-, ¿Lo permitirá?

-Es lo menos que puedo hacer, supongo. -sacó su mano de la fuente y la secó en su vestido, dispuesta a ponerse de pie-, ¿Sabes cómo están ellos?

-La esperan en palacio, su hija y él están bien. Las chicas se han portado bien con ellos.

Ambos se pusieron de pie y comenzaron su camino, uno al lado del otro con parsimonia y mucho silencio. Salieron del parque número diez, desde donde se podía ver perfecto la colina donde un desquebrajado palacio se alzaba.

-¿Por qué has venido tu por mí? -preguntó de nuevo, sus ojos azules se clavaron en ese par de orbes tan siniestramente particulares que ya había visto antes.

-Porque soy la muerte y la vida y usted es la princesa de la Luna. Depende de la mano que me tome, estaremos hablando de un destino diferente.

-¿Algo tan sencillo como tomarte la mano? - sus ojos asustados se abrieron sorprendidos-. ¿De eso depende mi futuro y el de todos?

-Después de todo lo que ha permitido que pase, ¿Qué más da una decisión tan trivial como esa?

Serena sonrió, no le quedaba más después de ver su mundo en ruinas. Sabía que solo era ella la culpable de todo aquello, su tibieza, su inmadurez, su falta de empatía. Nunca estuvo lista para ser una reina, no había nada que la prepara para aquello, tampoco para elegir entre una mano u otra de su acompañante.

-Bueno, al menos dime tu nombre—dijo y suspiró.

-Usted puede llamarme Dioné- respondió aquel ser, mientras le ofrecía ambas manos.

CONTINUARÁ...

Agradecimientos: James, Litakino1987, Ladi Jupiter, Genesis, Minako992, Jovides1 y todos aquellos que me dan like, votos en wattpad y seguir en Fanfiction muchas gracias! Adoro sus comentarios y espero con ansias lo que piensan de este capitulo.

Saludos.