Entre jazmines y rosas.
-Esa no es manera de tratar a la mujer de otro. - le espetó con furia. Kunzite detuvo su posesivo movimiento y lo miró de lleno, satisfecho de la ira que causó.
-¡Vamos general Neflyte! -dijo una dulce voz a su costado-. Hay lugar para uno más en esta fiesta.
Fue entonces cuando el castaño sintió una cálida mano recorrer su torso desnudo. Aquella pequeña pero hermosa rubia de ojos de cielo y largos cabellos lacios lo miraba lascivamente desde su izquierda, aprovechando su parcial desnudez para tocarlo.
Él quiso moverse, pero su cuerpo no respondió. Eso explicaba porque Makoto lo miraba con tanta intensidad sin emitir ningún sonido.
Neflyte miró entonces a los ojos de su comandante. Ese brillo carmesí que vio en Zoycite estaba también ahí. Una punzada le recorrió el corazón. Y entonces todo el amor que sentía unos minutos atrás se convirtió en miedo, dolor y rabia.
-No es de caballeros atacar a alguien desnudo y desarmado- pronunció sorprendiéndose a sí mismo que le permitieran hablar.
Kunzite lo observó un segundo, sopesando el sentido de sus palabras. Después miró a Mina y asintió con la cabeza. La rubia dejó de tocar al general y retrocedió un poco, un gesto de enfado se dibujó en su rostro.
-¡Ay no, yo siempre quise jugar con ellos y lo sabes! - gruñó.
Kunzite esbozó una mueca un tanto turbia y volvió su atención hacia la castaña que sostenía, sus manos se recorrieron a través de Makoto, quien no pudo evitar estremecerse ante su toque. Cuando llegó a sus caderas se detuvo y entonces la alzó más alto, acunándola en sus brazos
Ella sentía el cuerpo muerto, apenas podía tener los ojos abiertos para observar el horror en la cara de Neflyte y un poco de hastío en Mina. Sin embargo, lo que realmente captó su atención fue la mirada fría, pero enigmática de Kunzite, el hombre fuerte y enorme que la sostenía. No tenía miedo, aunque si sentía algo de vulnerabilidad en sus brazos y sabía por qué. Kunzite no estaba siendo amenazante con ella, al menos no en ese momento.
Luchó contra su dominio, logró moverse lo suficiente como para pegarse un poco a él y sentir el calor de su piel en su rostro. Olía a jazmines, ella le había dicho que ese aroma le sentaba y él lo había usado desde entonces. Giró de nuevo para ver de frente al moreno, clavó sus ojos en esa mirada acerada del comandante, debía recurrir a cualquier vestigio de alma que tuviera todavía. Ella le sonrió. Y el general hizo lo mismo.
Después de todo era Kunzite y él la respetaba, él la apreciaba... él la quería.
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Actualidad.
Serena entró a paso lento y silencioso a las mazmorras. Aunque el eco de aquel lugar siempre delataría a cualquier visitante. Así que no fue sorpresa cuando Chibiusa y Darien se pusieron en pie, a dos celdas de distancia cada uno y la observaron pasar, con el rostro clavado en el suelo y los hombros caídos. Custodiándola venían Raeden y Dioné, silenciosos y atentos.
-¡Mamá! - gritó la alta chica de cabellos rosas. Una enorme sonrisa se dibujó en su rostro toda vez que esperaba ser liberada de inmediato. Pero el rostro enjuto de su madre la sacó de esa idea de forma aplastante-. ¿Qué te han hecho?
Serena giró hacía ella muy lentamente, una sonrisa discreta se dibujó en su cara y se acercó. Sus manos delgadas y frías tocaron a Chibiusa mientras ella la observaba, asustada y alterada por el estado anímico de su madre.
-¿Cómo estás?
Sus ojos magentas se encendieron de ira. Su madre se veía tan tranquila, mucho más que su padre, ¿Por qué estaban actuando así? ¡Ellos no podían estar ahí encerrados sin hacer nada! La miró con escrutinio, no estaba golpeada ni herida, ¿Acaso había venido por su propia voluntad? ¿Sería un truco para librarlos a todos en el momento indicado? No. Su madre no era tan buena planeando esas cosas.
-¡Vamos mamá! ¡No me digas que te tienen! ¡Tú eres la reina! ¡Maldición, sácanos de aquí! - gritó enardecida, aturdiendo un poco a los chicos. Pero Serena solo acarició su mano tratando de calmarla. Chibiusa se alejó ante la pasividad de su madre. Se sentó en su maltrecha cama y solo levantó la vista para ver de reojo a Raeden sin reparar en Dioné-. ¡Tú y tu maldita hermana pagaran por todo esto! -juró.
Serena avanzó un poco más hasta llegar a la celda donde Darien estaba. Él también estaba agarrado de los barrotes, con la mirada pasiva y triste tan similar a la de ella. Se miraron un momento y sonrieron juntos, algo cortés, pero falto de amor, a lo mucho un poco de empatía. Dioné miró a Raeden después de apreciar ese deslucido gesto y los dos se comprendieron. Sentían lástima por esa familia, una familia de la realeza, pero para nada real.
-Majestad, estará bien aquí- dijo Raeden mientras abría una de las celdas para dar paso a la reina. Serena le regaló otra sonrisa y le hizo un gesto para que se inclinara un poco, el chico obedeció.
Sintió aquella fina mano entrar por sus cabellos y revolverlos con ternura, su corazón se estrujó al recordar a su madre y como solía jugar con sus mechones cuando trataba de dormirlo. Raeden era recio como su padre, pero ese corazón gentil que veía lo bueno en todos definitivamente era de Makoto. Sintió pena cuando la reina detuvo el gesto y entró en su prisión.
-¿Sabes? El dolor más grande que llevo en mi corazón es la partida de tu madre. Makoto siempre fue tan linda conmigo, ella tenía más actitudes para ser reina que yo.
-Ella nunca hubiera querido ser reina.
-Yo tampoco.
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22 años antes.
Era tarde, como casi siempre se le hacía cuando tenía que revisar los asuntos diplomáticos que Darien se rehusaba y dejaba para él. Kunzite caminaba cansado y con el cuello adolorido de estar tanto tiempo encima de los papeles que leía y releía esperando no dejar pasar algo importante. Él no era un hombre de escritorio, era un hombre de guerra y eso lo tenía francamente harto.
Miró su reloj, eran casi las doce de la noche y se había saltado la cena, así que, en lugar de ir a su habitación, donde seguramente Minako lo esperaría para abordarlo como cada noche, decidió desviarse hacia la cocina. Si tenía que tratar con esa rubia ahora, después de todo el papeleo del día, era mejor que no tuviera el estómago vacío.
Cuando entró se sorprendió de ver a Makoto sacando una bandeja con galletas del horno. Se veía tan fresca y alegre que sin saber por qué, le sonrió.
-Buenas noches general, algo tarde para estar por estos lugares.
-Diría lo mismo, pero tengo entendido que estos son sus dominios, Lady Júpiter.
-Makoto, por favor dígame Makoto. Después de todo vivimos bajo el mismo techo.
Kunzite asintió con la cabeza y sonrió de nueva cuenta. Era la segunda vez en el día o quizá en la semana y todo en menos de dos minutos.
-No podía dormir—dijo la castaña adelantándose a la pregunta que parecía querer salir de aquel hombre-. Vine a hornear un poco, me relaja. —el moreno observó como la chica levantó una a una las galletas para comprobar que estuvieran doradas por debajo y justo al termino, lo miró satisfecha-. No vino a cenar, ¿Quiere que le caliente su plato?
-Háblame de tu, después de todo vivimos bajo el mismo techo.
Había una diferencia entre Kunzite y el resto de los shittenou y esa era la enorme carga de trabajo que el líder tenía. Era realmente un absurdo, sobre todo porque Zoycite siempre demostró tener más entendimiento por aquellos asuntos que él, Kunzite era un hombre de acción, aquel al que pones a planear la defensa y el ataque, pero no la agenda del rey. Esto mismo le pasaba con la senshi rubia que revoloteaba a su alrededor.
Ciertamente él se sentía atraído por ella, pero el hecho de que Minako lo asechara a cada momento era bastante agobiante, siendo moderados con el adjetivo. No había esa satisfacción que él tanto necesitaba, donde él era el cazador y ella la presa. Minako era un conejo que saltaba felizmente a la trampa cuando él ni siquiera la había puesto aún. Y por si fuera poco, la chica estaba tan envuelta en su papel de idol que el general no podía quitarse de la cabeza si en realidad ella lo quería o era un buen trofeo para exhibir ante las cámaras.
Así que sin pensarlo ni esperarlo se encontraba ahí, al menos dos o tres noches por semana, compartiendo el insomnio y la cena tardía con la castaña diosa del trueno y la tormenta. Ella escuchaba con atención sobre su pasión por los autos clásicos, el futbol americano y cualquier tema que él quisiera compartir mientras ella horneaba, cocinaba, tejía o cualquier cosa que la ayudara a distraerse de la presión que sentía en ese momento.
Y estaba cómodo ahí, y ni la mirada inquisitiva de su segundo le haría cambiar ese sentimiento. Sabía que Neflyte lo descubriría tarde o temprano, que Darien lo sabría, que todos se enterarían menos ella, pero realmente no le importaba. Un hombre como él necesitaba aquello para sentirse completo y mientras no pasara los límites, ¿Qué daño estaba haciendo? Al menos eso decía para acallar sus propios reclamos internos, hasta que no pudo sostener más su semblante y una noche, al calor de una taza de té y unas galletas de vainilla y nuez, que eran sus favoritas, no pudo contenerse más y se inclinó para besarla.
Makoto solo miró como aquel alto e imponente moreno de ojos de acero se doblaba hacia ella, tranquilo pero decidido. No se sentía amenazada, Kunzite siempre había sido un caballero y ella había aprendido a disfrutar su particular compañía. Entonces sintió su aliento cálido con aroma a vainilla pegar sobre su frente. Sus labios suaves y finos se estrellaron poco más abajo del nacimiento de su cabello y ella se ruborizó.
No supo cuánto tiempo pasó, pero no fue hasta que unos golpes en la puerta de la cocina obligaron al general a erguirse de nuevo, girando solo para ver al siniestro castaño mirándolo con un gesto difícil de descifrar.
Kunzite miró de frente a Neflyte y por un momento el tiempo se detuvo. Makoto se movió rápidamente alejándose de ambos, completamente intranquila y muy avergonzada. Ciertamente no tenía una relación con Neflyte, acababa de conocerlo, pero también a Kunzite y ni hablar que éste último era el objeto del deseo de Mina y que el primero debía serlo de ella, pero las cosas no iban tan bien como se esperaba.
Verlos ahí, desafiándose mutuamente fue algo apabullante. Ninguno se movió, pero ella sabía que solo bastaban sus miradas para comunicarse entre ellos. Cuando la angustia excedió sus límites permitidos, los miró a ambos y aventando una servilleta de tela que retorcía para calmarse, intentó huir, aunque para ello debía pasar enseguida de Neflyte.
Cuando estaba por cruzar la puerta, el vigilante de las estrellas la detuvo. La tomó con suavidad del brazo y la hizo girar hacia él por un segundo. Neflyte vio los ojos esmeraldas inquietos y a la espera de aquello por lo que había frustrado su escape, pero de su boca no salió palabra alguna. Fue un beso en la frente, algo inocente que no tenía razón de molestarlo, no una que pudiera usar como reclamo. La soltó entonces y ella se fue sin decir una palabra.
Volvió su atención a su comandante, quien seguía inexpresivo e inamovible.
-¿Pasa algo Neflyte?
-Quisiera hacerte la misma pregunta.
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12 años antes.
-Makoto... - susurró Kunzite contra la frente de la castaña que no podía moverse. Ella se sentía tan vulnerable, estaba prácticamente desnuda en brazos de un hombre que venía por ella y su hija para llevarlas de vuelta al palacio, poco valía que ese hombre hubiera estado alguna vez enamorado de ella, de igual forma se la llevaría.
-¡Eres un maldito hombre de honor! ¿O también eso has vendido? - gritó Neflyte tratando de llamar su atención, una intensa ira se desbordaba por sus poros.
-Soy un hombre de guerra, y el factor sorpresa es mi favorito.
Mina asintió eufórica con la cabeza mientras esbozaba una retorcida sonrisa en sus labios. Era evidente que la rubia había perdido el dominio sobre sí debido al embrujo de Luna, y Neflyte no pudo más que sentir lástima por ella. Pero ese sentimiento desapareció rápidamente de su corazón dando paso de nueva cuenta al miedo. Sus hijos podrían volver en cualquier momento y Makoto corría peligro ante un hombre que no tenía control de sus acciones como antes, sin contar que se los llevarían al palacio y a él probablemente lo matarían.
-¡Me lo debes! - gritó con todas sus fuerzas, algo que le causó un profundo dolor. Su garganta comenzaba a presionarse ante sus intentos fallidos de liberarse de su hechizo.
Kunzite lo miró de nuevo sin soltar a Makoto de sus brazos. Una esquina de sus labios se torció con perversidad.
-Convéncela a ella.
Y dicho esto desapareció, llevando a Júpiter con él.
Neflyte cayó de rodillas, con el sudor corriendo por su cuerpo adolorido. La presión que el poder de Kunzite ejercía sobre él era realmente aplastante, así que su cuerpo se venció en cuanto se sintió liberado. El líder shittenou era realmente el más aterrador de todos, un hombre que en batalla era frío y no mostraba escrúpulos, un verdadero dolor de cabeza para sus enemigos, despiadado y cruel. Ahora estaba sepa el demonio donde, a solas con su mujer.
-Bueno, creo que jugaremos tú y yo entonces querido.
Mina apoyó un pie sobre la espalda del caído hombre, empujándolo al suelo. Pasó sobre él tratando de lastimarlo mientras entraba a la alcoba en lo que era la evidente búsqueda de Haru.
-¿Sabes? Yo no quería venir. Tengo cosas más importantes que hacer en palacio con mi hija y nuestros fans. Buscarlos ha sido una verdadera molestia y como comprenderás... algo que yo no quería hacer bajo ninguna circunstancia.
El general luchaba por recuperar el aliento y la fuerza para levantarse, aunque ciertamente trataba de ocultar su avance para poder tomar por sorpresa a la senshi del amor, que no dejaba de inspeccionar cada detalle en la habitación. Con un poco de desdén pateó la ropa tirada en el suelo y giró a ver a su debilitado rival.
-Llegamos hace como dos horas, vimos buena parte de su fiesta. Yo quería entrar y unirme a ustedes—una risita traviesa escapó de su boca-, pero Kunzi siempre ha sido aburrido en ese sentido. Odia verte con ella, cree que no la mereces. Yo por otro lado siempre fui de tu equipo, creo que es ella la que no ha hecho suficiente por ti. Ha sido un tema de discusión familiar por años... ¡Se molestó tanto cuando te la llevaste!
Para ese entonces la habitación principal había sido revisada casi en su totalidad, el cuarto de los niños era el siguiente y Neflyte quería evitar a toda costa que la rubia entrara ahí y descubriera cualquier indicio del nacimiento de Raeden, pero fue algo imposible, no logró incorporarse a tiempo antes que ella abriera la puerta y gritara emocionada.
-¡Tienes otro hijo! ¡Wow, que emoción! ¿No pierdes el tiempo verdad guapo?
Mina corrió entusiasmada hacia la cuna y tomó los juguetes que ahí estaban. Se llevó la almohada del pequeño a la cara y aspiró profundo para llenarse del aroma a bebé.
-Siempre quise otro, pero Kunzi no quiso. ¡Claro, él ya tiene dos! -gruñó. Mina dejó caer la almohada y optó por tomar un muñeco que reposaba ahí-. ¿Es acaso un niño? -miró a Neflyte pero no obtuvo respuesta-. ¿Sabías que tu querido amigo Jadeite también tiene un hijo? Se llama Ares y está por cumplir tres. Es un sol, no se parece en nada a Rei.
Y aunque no era el momento el castaño no pudo evitar esbozar una sonrisa por su amigo. Estaba feliz de enterarse que su amor fue lo suficientemente fuerte para convencer una vez más a la tosca guardiana del fuego, aunque rápidamente su alegría se vio opacada al pensar, que si lograban vencer a Venus y Kunzite, Jadeite y Rei vendrían por ellos en algún momento.
-¿Dónde están tus hijos?
-No te lo diré.
Entonces el destello fugaz de color rubí atravesó la mirada de Mina y su rostro se ensombreció. Salió de la habitación con el oso en una mano y un caballito de mar en el otro. Llegó hasta donde el general seguía tumbado, recuperando energías y se agachó a su altura. Los dos juguetes cayeron cerca de su vista.
-Mataste a Mercury y a Zoycite, ¿Cómo puedes vivir con eso?
-Eran ellos o mi familia, les di la opción de venir con nosotros.
Mina tomó a Neflyte por el cabello y jaló su cabeza hacía atrás. El esbozó una mueca de dolor y frustración ante lo débil que seguía.
-Yo te daré una oportunidad que no podrás reusar. - La rubia se acercó mucho más al rostro del hombre y con un gesto que más que nada, era lascivo y ultrajante le dijo-. Me llevaré a Haru y te dejaré aquí con... ¿Cómo se llama el niño? ¡Bueno, como sea! -sonrió-. Te quedaras aquí con él, solo tomaremos a Makoto y a Haru.
-¿A cambio de qué?
-Jugarás conmigo, dame otro hijo.
-¡Estás realmente loca! -exclamó entre quejidos de dolor. Mina no dejaba de jalar de él con fuerza.
-Tal vez, pero ¿Acaso no crees que él le esté proponiendo lo mismo a tu mujer en este momento?
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22 años antes.
Él era una sombra cuando de ella se trataba, y debía serlo porque ese tipo de rumores podían destruir la poca confianza que ya se había establecido entre senshis y shittenou. Si así, fue muy difícil convencer a Rei que ya se habían librado de toda la maldad del Negaverso y hasta cierto punto, Jadeite tendría que vivir con la sospecha de la sacerdotisa el resto de su vida.
Así fue que cuando vio a Júpiter correr tomada de la mano con el todavía príncipe por los pasillos del palacio, no tuvo más remedio que seguirlos. Algo en su interior lo empujó a alcanzarlos. El dolor en esos orbes esmeralda le dolió también, y de pronto estaba guiando a Darien y a Makoto al hospital a ver a quien sabe quién, que había sufrido un terrible "accidente".
Días después él seguía ahí, esperándola en la entrada de la habitación como un fiel guardián, mientras ella visitaba al maltrecho sujeto. Lo cierto es que Darien le había pedido que la cuidara mientras ella atendía a aquel viejo amigo de la infancia y Kunzite prefería un millón de veces pasar el tiempo con ella que volver a sentarse detrás de un escritorio, aunque eso crispaba los nervios de Neflyte y debía enfrentarlo cada noche al volver a su habitación.
No se sentía cómodo mortificando a uno de sus hombres más leales, sabía que sus sentimientos eran genuinos, pero el castaño no estaba ayudando a su propia causa, sus celos y su latente egocentrismo estaban agobiando a la regente del trueno y esa era la razón por la que él venía con ella al hospital y no Neflyte. Para su fortuna.
Tenía serios problemas y lo sabía, pero no quería evitarlos. Su mente estaba secuestrada por esa mujer que podía cocinar para todos sin quejarse nunca y después salir corriendo al hospital para hacerle compañía a un desdichado hombre que lo había perdido casi todo. Y luego volvía al palacio a entrenar, como si no hubiera hecho todo lo anterior. Sonreía, ella siempre sonreía a pesar de todo aquello y él no podía más que apreciarla, sintiendo que la debería reclamar para él, pero sabiendo que no podía hacerlo.
Una tarde al salir del hospital Makoto estaba lista para volver a sus obligaciones, pero él tenía otros planes en mente. Habían llegado en auto y ella estaba fascinada con ese pequeño acto de normalidad que la hacían sentir humana de nuevo. Así que montada sobre el viejo Aston Martn que él amaba y al que no dejaba que ningún otro se acercara, recorrieron las calles hasta llegar al jardín botánico Koishikawa, para regocijo de la castaña que no esperaba aquel gesto.
Kunzite le dijo que venía en busca de un viejo amigo para ver una nueva adquisición del jardín, pero todo fue mentira. El sujeto en cuestión nunca apareció y ellos pasaron un par de horas dando vueltas por aquel hermoso lugar revestido de todas las plantas y flores que ella amaba. Un descanso para su ocupada alma y un abrazo a su corazón que llevaba mucho tiempo acongojado.
Y ahí fue, en medio de un puente que cruzaba sobre un lago rodeado de lirios, alejados del palacio y sus habitantes, solos en comunión con la naturaleza, que parecía reverenciar a su diosa, que Kunzite tomó el valor necesario, aquel que nunca creyó que le faltara, y nervioso pero decidido le tomó la barbilla y unió sus labios a los de ella, para sorpresa de la castaña.
Makoto no supo que hacer otra vez. Las palabras que Neflyte le había dicho unos días antes rebotaron en su mente, "ten cuidado con él" y ella se había reído despreciando la advertencia. "Somos amigos no seas celoso" había dicho en respuesta. Solo que ese "amigo" la tenía rodeada con sus fuertes brazos por la cintura y la besaba con añoranza.
-Kunzite... yo...- dijo ella entre suspiros, agobiada por la situación.
-No digas nada, -se apresuró él a interrumpirla, conocedor de lo que la castaña sentía al respecto-. Por favor perdóname Mako-chan –dijo seriamente-, pero debía hacerlo.
Ella dio un paso atrás para verlo mejor a la cara. Tenía los ojos tristes y suplicantes, Makoto no pudo hacer nada ante aquello que no fuera abrazarlo con fuerza.
-Me pones en una situación muy difícil grandulón- sonrió contra su pecho, algo que él pudo sentir con facilidad-. Me halagas demasiado, pero sabes bien que no puede ser—Kunzite recargó su mentón sobre la cabeza de la senshi y se inclinó un poco, haciéndole saber que coincidía con ella.
-Tú me haces sentir como un hombre de nuevo, no un oficinista ni un trofeo para presumir.
-Bueno, yo me siento pequeña y frágil en tus brazos, si jugara a las escondidas no dudaría en esconderme detrás de ti.
Kunzite sonrió, una amplia mueca que dio paso un pequeño suspiro, que se convirtió en una risita y después en una intensa carcajada. Makoto se sorprendió, pero no tardó en unirse a él en aquel despliegue de alegría nada común en el general. y minutos después se seguían riendo, ella aun contra su pecho en un agarre más casual y para nada opresor.
-Ese maldito afortunado tendrá suerte si logra redimirse contigo. - le dijo mientras acariciaba el fleco de su frente y la despejaba un poco.
-Es un simplón, egocéntrico y narcisista. No creo que quiera a nadie más que a él.
-Te sorprendería lo que es capaz de hacer por quienes le importan.
-¡Oye! No puedes traerme aquí y besarme y después presentarme a tu amigo—rio de nuevo-. No puedo besar tan mal—Kunzite se sonrojó ante el comentario, regalándole una sonrisa también.
-Hablando de eso, es mejor que te lleve a casa ahora. Presiento que nos están esperando.
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12 años antes.
-Esa noche, cuando desaparecieron por horas... ¿Tú también los viste no?
Mina soltó el cabello de Neflyte y lo pateó en un costado de su cuerpo, haciéndolo gritar de dolor mientras se giraba boca arriba. Ella se sentó a horcajadas sobre él, poniendo sus manos en su pecho, sonriendo con descaro.
-¡Claro que los viste! Era tarde y entraron sin hacer ruido, pero yo puedo oler a Kunzite a metros de distancia, huele a jazmines y ella a rosas, pero eso ya lo sabes. Dos flores dulces y delicadas, ¡Qué absurdo! Más si los ves y te das cuenta que no son ni dulces ni delicados- gruñó-. Se veían tan sonrientes, la única vez que lo he visto sonreír así fue cuando nació Asahí y creo, aunque no estoy segura, cuando nos casamos. Pero igual eso no importa, él le sonrió a ella primero y no a mí
-Eso no es verdad.
-¡Claro que lo es! Tan cierto como que tu los viste desde tu guarida en el techo. Yo te vi, eras esa sombra que no apartaba su atención de ellos y por eso sé, que al igual que yo, los viste besarse afuera de su habitación.
-No lo hicieron.
-¡Si lo hicieron! - gritó enloquecida-. ¡No lo niegues! Justo como no puedes negar lo que deben estar haciendo en este momento. Kunzite no siempre ha sido un caballero, al menos ya no lo era hace un par de noches.
-No la tocará -susurró, más que nada tratando de convencerse a sí mismo.
-¿Quieres apostar?
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Estaba helada, el vapor se escapaba entre sus labios de manera alarmante. Temblaba y ni siquiera sabía si era de frío o de miedo, pero lo hacía.
Sus pies descalzos empezaban a entumecerse a medida que dejaba de sentir el césped bajo ellos. No había podido ver donde estaba, porque su atención estaba fija en esos ojos carmesí que la miraban fijamente. Solo sabía que a sus espaldas un tronco de un árbol le cortaba el paso y que el general, le cerraba cualquier ruta de fuga con su imponente presencia.
Pero nada le heló más la sangre que ver sonreír a aquel fornido e impactante sujeto de forma tan lasciva y más, cuando comenzó a desabrocharse los botones que ataban su capa. Él nunca se quitaba esa capa hasta que estaba listo para tomar lo que quería.
CONTINUARÁ...
Agradecimientos:
Litakino1987, pues sí, Haru está herida pero habrá tiempo para repararlo, después de todo no ha sido lo peor que le ha pasado en la vida y lo que le falta. Lo va a superar y Andrew tendrá que aprender a ser el padre que ella necesita en ese momento y no el que debió de ser antes. Ya tuvo uno de esos.
LadiJupiter, bueno... Kunzite tiene sus razones, a lo mejor no son muy justificables pero ahí estan. Se siente usado y con ella podía ser él no hay que culparlo del todo. Haru estará bien, siempre lo está porque es fuerte y Molly si, aquí si me cae bien y es buena onda... todavía faltaq por saber lo que hizo en el pasado.
Jovides1, pues a ver que te parece y como van tus teorías al respecto jajaja, ese Kunzi es un travieso pero bueno, Mina esta loca y no sabe expresar bien sus sentimientos tampoco... después de todo está por saltarle encima a Neflyte si no se pone vivo jajaja.
Lectores anónimos muchas gracias, y gracias a todos los que dejan sus comentarios y votos tanto en wattpad como en facebook y Fanfiction.
Saludos.
PD. Me voy de vacaciones y puede que sea el último capitulo en 15 días... yo lo siento... pero me hacen falta jajaja. saludos.
