El principio de la realidad.
22 años antes.
Darien cubría su boca con su propio puño, sus labios descansaban sobre sus nudillos mientras su mente trabajaba a toda su capacidad, tratando de entender lo que acababa de escuchar. A su lado, Serena estaba callada y quieta, algo poco usual en ella, al menos en esos tiempos. Los dos sentados sobre sus lúgubres tronos, una frivolidad que nunca habían querido pero que Luna insistió que debían tener. Y era precisamente Luna quien estaba parada a sus espaldas, su mano apretaba con fuerza el respaldo del asiento de Serena, aunque su rostro mostraba tranquilidad.
-Entonces, ¿Los cuatro están de acuerdo con lo que acaban de decirnos? -preguntó al fin el rey, esperando estar equivocado. Frente a ellos, al final de la escalinata, Rei, Michiru Neflyte y Setsuna estaban de pie, con sus rostros igual de serios-. ¿Neflyte?
-Las estrellas lo han confirmado, mi señor.
-¿Sabemos de quien se trata?
Los cuatro guerreros de pie se miraron entre ellos, sus ojos se encontraron brevemente, pero volvieron al mismo tiempo hacia los gobernantes. Su silencio era una clara negativa a la pregunta lanzada al aire.
-¿Realmente no lo saben? ¿O se están cubriendo entre ustedes?
-¡Luna! -exclamó Serena-. No digas eso, ninguno sería capaz.
-Y creímos que ninguno sería capaz de voltearse contra Cristal Tokio, pero aquí están ellos cuatro, diciéndonos que uno de nosotros nos traicionará.
-Ciertamente esa es una interpretación, pero como esa hay varias, Lady Luna.
La mujer miró al general, en el que evidentemente no confiaba. Traerlos a la vida había sido más que nada, un capricho de Darien surgido de la nostalgia. Aunque resultó conveniente, logró mantener en el palacio a las sailors inners que no parecían muy contentas con su nuevo estilo de vida. Irónicamente Júpiter, quien se supone estaba unida a él, era la más rejega. Viendo el comportamiento cínico del hombre, no la culpaba.
-Entonces... - dijo Serena tratando de dar otro repaso a lo que estaba en juego-, dicen ustedes que han recibido el mensaje que, dentro de algunos años, uno de nosotros se levantará contra el gobierno y querrá derrocarnos. ¿Es correcto? -todos asintieron-. ¡Me rehúso a creerlo!
-¿Por qué no hemos dado un vistazo al futuro para entenderlo mejor? -dijo Darien.
-Porque el tiempo no funciona de esa manera mi señor. Lo que cada uno de nosotros ha recibido, es una advertencia para un cambio, pero las arenas del tiempo no muestran más, ni las estrellas, ni el fuego o el mar. Ninguno de nosotros ha podido indagar más allá de esto. Solo queda poner atención y...
-Sabemos lo que hay que hacer Plut, no te preocupes por eso.
-¿Luna? - Todos giraron en torno a la mujer de larga y ondulada melena negra. Se había movido de su posición original y comenzaba a bajar por los escalones, directamente hacia la guardiana del tiempo-. Haremos cambios, evitaremos la tragedia-sonrió-. Por lo pronto pueden retirarse, y supongo que sabrán que esta información es algo que no pueden compartir con nadie más, ¿Entendido?
Los cuatro asintieron y se retiraron de inmediato. Darien se puso en pie en cuanto salieron y bajó hasta donde el heraldo se encontraba.
-Es difícil creer que algo así pueda suceder, deberíamos hablar con todos. Me resulta evidente que este nuevo estilo de vida ha sido complicado tanto para ellos como para nosotros, creo que podremos hacer algo al...
-Me encargaré de eso-interrumpió la mujer. Darien la miró con recelo, pero ante aquellosojos magenta que muchas veces antes lo habían apoyado, terminó por ceder.
Serena, que permanecía frente a su trono miró aquello con miedo y angustia, pero no hizo nada. Los asuntos de esa magnitud se los dejaba a Darien, él tenía mucho más don de mando que ella incluso Luna era más capaz, "¡Cualquiera es más capaz!" Le gritaba su corazón, así que calló y se retiró sin más.
0 0 0
10 años antes.
Makoto solo dejó a los niños cuando Neflyte le aseguró que no había peligro con Helios. Igual desconfió un poco, era bien sabido el nivel de lealtad que aquel hombre tenía con el rey. Pero si Neflyte confiaba en él, ella debería intentarlo.
-Lady Júpiter, me alegra verla bien- saludó. Makoto sonrió apenas y como una niña, se refugió un poco tras el brazo del general, temerosa de acercarse al sacerdote.
- ¿Qué te trae por aquí Helios? -preguntó rejega.
-Le comentaba a Lord Neflyte que he venido a decirles que logré recuperar el control de Elysium, es probable que sea temporal, todo depende del rey Endymion, pero haré lo posible por salvaguardar sus sueños y terminar con el tormento que han vertido sobre ustedes.
Makoto miró a Neflyte y este sonrió. Era un gesto genuino de calma, algo que seguro esperaba oír desde hace mucho tiempo. Ella también se alegró, así que no pudo contener un abrazo cálido y fuerte hacia el peli blanco, dejando así de lado sus temores.
Helios también la abrazó, pero apenas posar sus manos sobre la senshi, un escalofrío recorrió su cuerpo. Su sonrisa se desdibujó ante la mirada intranquila del general. Cuando Makoto retrocedió a su lugar, notó el gesto apático que seguía en el rostro del guardián de los sueños.
-¿Pasa algo Helios? -preguntó.
Miró a la guerrera y luego al general, y aunque su rostro se recompuso, era evidente su desconcierto-. ¿Ha escuchado decir que la naturaleza es sabia? ¿Cierto? -Makoto asintió-. Pues es verdad. Podemos definir a la naturaleza como el principio de todo lo que es real y aunque algunas veces dudemos, lo cierto es que no se equivoca.
-¿A qué vas con todo esto Helios? -preguntó Neflyte, bastante extrañado de aquellas palabras.
-Conoce mis alcances mi Lord, solo puedo decirles que lo que está por venir deberá unirlos, sin importar el dolor- giró hacia los niños que dormían en el suelo y localizó a los dos castaños, uno enseguida del otro-. Tienen dos niños fuertes e inteligentes, lo han hecho bien.
No dio tiempo para más. Ante sus ojos volvió a su forma etérea de Pegaso y batiendo sus alas desapareció en el horizonte.
Makoto no se dio cuenta, pero de nuevo estaba tomada del brazo del general, intranquila por las palabras que acababa de escuchar. Repasó con la vista las cabezas de los cinco pequeños que parecían no haberse dado cuenta de lo que acababa de pasar, y luego miró al hombre de nuevo.
-¿Cómo dio con nosotros? -preguntó al fin, su corazón acelerado comenzaba a calmarse.
-Dice que uno de ellos pidió un deseo, ¿Puedes adivinar cuál?
0 0 0
Un mes después, los niños aun seguían hablando de aquel sueño que tuvieron donde un hermoso Pegaso llegaba volando sobre el lago. En un principio, tanto Makoto como Neflyte se asustaron de que hubieran podido ver algo, pero sus historias comenzaron a hablar sobre un ejército de hadas, duendes o cualquier criatura que se les ocurriera, o incluso de paseos que habían dado sobre el alado animal. Eso les devolvió la calma, eran niños siendo niños al final de cuentas.
Incluso Kenji y su primo, un pequeño de casi seis años de nombre Jaden, rubio y de ojos amatista, pasaban mucho más tiempo jugando con Haru y Raeden, hablando todo el día de aquel sueño y planeando la manera de capturarlo si volvían a verlo.
Una tarde de fin de verano, Neflyte los miraba correr frente a la casa, usaban unas ramas como espadas. Él mismo les había enseñado como usarlas y los chicos parecían aprender rápido. Miraba feliz a sus hijos, quienes sabían que la instrucción de su padre era más un entrenamiento que un juego, pero igual lo disfrutaban. Y también miraba a Jaden, quien lo inquietaba mucho. Había algo en aquel chico que capturaba su atención. Verlo jugar con Raeden le traía recuerdos de sus tardes de vagancia en el palacio, acompañado de Jadeite y los demás. Sus hermanos.
Makoto dormía adentro, con la cantidad de niños corriendo por la casa, los entrenamientos y, aunque se negara a admitirlo, el pesar que aun llevaba encima por el distanciamiento con Neflyte, sus energías se sentían en lo mínimo, así que aprovechaba en las tardes, cuando el general se ofrecía a vigilar a los pequeños, y descansaba un poco.
Ese día en particular no se encontraba bien. Aunado a eso, una pesadilla turbó su sueño.
Estaba de pie, en un campo rodeado de flores, todas ellas lirios del valle que eran sus favoritas. Quiso tomar una, pero ésta se secó en sus manos. Ella observó con pena aquello, nunca había sido su intención herir esa vida, así que se arrodilló frente al arbusto y pidió perdón. Entonces todo se empezó a secar, la mancha marrón se extendió por todo el prado a su alrededor.
Makoto se asustó, un escalofrío recorrió su cuerpo y este comenzó a doler, ella lloraba de desesperación. Entonces lo recordó, su sangre daba vida, lo había hecho antes en el invernadero, ¡Podría salvar aquel hermoso campo con tan solo un poco!
Se pinchó un dedo y aquel líquido, brillante y carmesí, comenzó a correr por su mano, hasta caer en la tierra que se lo consumió con verdadera sed. Todo se detuvo, las flores empezaron a crecer nuevamente, la mancha de muerte y putrefacción se retrajo y ella suspiró aliviada.
Pero no se detuvo ahí, el blanco de los lirios comenzó a teñirse del rojo de su propia sangre. El cuerpo, dolido y agotado por su sacrificio también sucumbió.
Makoto se despertó, un fuerte dolor la recorrió por completo y temblaba incontrolable. La habitación a su alrededor daba muchas vueltas, no entendía lo que estaba pasando.
-¡Neflyte! - gritó ahogadamente, mientras jadeaba por el esfuerzo. Él llegó casi de inmediato, seguido de cerca por los cuatro niños.
-¿Mako? ¿Estás bien? -preguntó desde la puerta, mientras se acercaba a ella que seguía sentada en la cama, al borde de un desmayo.
-Algo pasa- balbuceó.
El general se aprontó a un lado de la cama y corrió las sábanas para revisarla. Sus ojos se abrieron a tope cuando encontró las mismas manchadas en sangre, ésta venía corriendo por las piernas de la guerrera.
La miró horrorizado mientras ella entró en shock ante aquella imagen.
-¡Mako! ¡Mírame! -dijo con autoridad. Ella giró y clavó sus ojos esmeraldas, impactados y centellantes sobre él, como exigiendo una explicación-, buscaré un médico, ¿Estás bien? ...¡Responde! ¿Estás bien? -ella asintió con la cabeza. Neflyte giró hacía la puerta, los niños miraban casi tan impactados como ella, aquella aterradora escena-. ¡Váyanse de aquí! Kenji lleva a mis hijos con tu abuelo, los iré a buscar más tarde, ¿Entendieron?
-¡Mamá! -gritó Haru, saliendo de su trance.
-El doctor Mori vive cruzando el puente, ¿Quiere que vaya por él, señor?
Neflyte pasó su vista de Haru hacia Kenji, el niño mayor que en ese momento era su salvación. Asintió con la cabeza y el chico salió corriendo como un loco.
-Haru, Raeden, vayan afuera con Jaden.
-¡No me iré!
-¡Haz lo que te digo Haru! -gritó con imponencia. Por primera vez en su vida , la niña escuchó molesto a su padre con ella. Frunció el ceño, y tomando a Raeden desapareció de la vista, llevando al rubio con ellos. Neflyte volvió su atención a Makoto, que seguía jadeando en la cama.
-Estarás bien, ¿De acuerdo? Trata de respirar con calma.
-Neflyte... yo... no... yo no- dijo sollozante, las lágrimas comenzaron a rodar por su rostro sin control.
-Lo sé, no te preocupes, todo estará bien.
0 0 0
22 años antes.
-¿Cuál es el plan entonces? -preguntó Artemis. Luna estaba de pie en su despacho, su mirada puesta en el jardín donde Serena y Mina saludaban a la gente que gritaba y tomaba fotos y vídeo desde fuera de la reja. Desde esa misma posición pudo ver a Rei ocultarse tras una pared y dar la vuelta en la misma dirección en la que venía, hasta que Jadeite le cortó el paso y le ofreció un ramo de rosas que llevaba en las manos. La sacerdotisa miró en todas direcciones antes de aceptar el obsequio y, segura que nadie la veía, le dio un beso al general.
-Les daremos lo que quieren a manos llenas.
-¿Todo lo que quieren? -repitió mientras se acercaba a la ventana, justo a tiempo para ver llegar a Kunzite donde Rei y Jadeite. La mujer escondió el ramo mientras aventaba al rubio contra la pared. Kunzite se detuvo levemente y parecía estar a punto de decir algo cuando Mina llegó por él y tiró de su brazo rumbo al jardín.
-¿Qué es lo que siempre han querido las chicas, Artemis?
-Amor.
-¡Exacto! Lo único que han pedido desde que las conocemos y que no han podido conseguir. Incluso la más renuente como Rei siempre ha soñado enamorarse. ¿No tenemos aquí a sus hombres ya?
-Quedamos que no intervendríamos en eso. Solo ellos pueden escoger de quien enamorarse.
-¡Vamos! ¿No es obvio que han vuelto a buscarse? -En ese momento, Rei tomó a Jadeite y ambos salieron a perderse entre los edificios. Artemis también había visto a Zoycite y Amy en la biblioteca, y desde luego a Mina acosar a Kunzite, algo que lo ofuscaba y lo divertía al mismo tiempo. Además, no tenía que ser tan observador para notar el interés de Neflyte por Makoto, aunque ésta pareciera escaparse cada vez que el hombre se acercaba-. Sería lindo ver niños corriendo por los jardines, ¿No crees?
-Pero, creí que las senshis no podían tener hijos, no es su destino. Me parece recordar que no está en su sangre lograrlo.
-Nunca menosprecies el poder de la naturaleza- sentenció mientras su mirada maliciosa enfocaba a la castaña que entraba en escena al lado de la senshi del viento.
0 0 0
10 años antes.
Kenji trajo al doctor Mori tan rápido como pudo. El hombre llegó acompañado de una mujer que entraba y salía constantemente de la habitación principal, con mantas limpias y agua caliente generalmente.
A Neflyte le inquietaba no poder darle otro tipo de atención médica a su mujer, el doctor del pueblo era lo más rápido y cercano además de lo más seguro para poner al descubierto su identidad. Para su fortuna la situación parecía estar bajo control, aunque eso apenas y lograba reconfortar un poco su muy herida alma.
Afuera los niños estaban sentados en los escalones, tristes y en silencio.
-¿Va a morir mamá? -preguntó Raeden a Haru. La niña lo reprendió con la mirada.
-Mamá no es tan débil, va a estar bien.
El niño se refugió en los brazos de su hermana, quien no dudó ni un momento en cobijarlo. Kenji se había ido, pero Jaden permanecía con ellos, callado y observando.
-No se morirá, mamá también se enfermó como la tuya y se puso bien.
Los dos castaños miraron al rubio. El niño clavó la mirada en el suelo de madera mientras parecía recordar.
-¿Cuándo fue eso?
-Hace como dos años Papá dijo que era porque el bebé que tenía se fue al cielo.
-¿Como el Pegaso?
Jaden era el único de los niños que no hablaba mucho de ese sueño, pero sonreía cada vez que alguien más lo mencionaba.
-Nuestra mamá es muy fuerte, si la mamá de Jaden se alivió, la nuestra con más razón- dijo Haru a su hermano mientras lo mecía un poco. Aquello fue suficiente para convencerlo y por ende, el chico sonrió.
-¡Así que ahora los dos tenemos un hermano en el cielo! -exclamó Raeden con ingenuidad, parecía estar alegre por la coincidencia.
-No debes decir eso, no es bueno que la gente esté en el cielo Raeden.
-Pero mamá dijo que sus papás y sus amigas estaban ahí ahora. Nuestro hermano y el de Jaden no estarán solos, ¡Ellos los cuidarán!
-¡Raeden! -reprendió la niña-, no debes decir esas cosas, estar en el cielo no es bueno, eso quiere decir que te moriste, ¿Entiendes? Además, no es correcto hablar de hermanos muertos porque Jaden no tiene un hermano como tú y yo, él se puede sentir mal.
-¡Pero si tengo hermanas! ¡Y tengo dos! -gritó el chico muy entusiasmado. Los castaños voltearon a verlo completamente sorprendidos-. Son fastidiosas y siempre me andan siguiendo, bueno... cuando están en la casa. ¡Ellas me pellizcan las mejillas y me despeinan! Pero... las extraño.
-¿Se quedaron en tu casa mientras pasas el verano aquí?
Jaden titubeó, hablar de su casa era un tema complicado que le costaba trabajo desenmarañar. Así que solo asintió con la cabeza mientras trataba de mantener la sonrisa.
-¿Son mayores?
-Sí, tienen la misma edad, cumplirán once pronto. Espero que pueda verlas, solo puedo verlas en su cumpleaños o en el mío.
-¿Y eso? -preguntó Raeden quien ya se había soltado del abrazo y miraba a su amigo con curiosidad.
-Están en... una escuela especial... solo de niñas.
Haru estaba por preguntar el nombre de sus hermanas, pero en ese momento el doctor Mori y la señora que lo acompañaba salieron de la casa, los chicos tuvieron que levantarse para dejarlos pasar. Neflyte salió tras ellos, recibió algunas instrucciones más y después de que ambos prometieran volver en dos días a menos que Makoto se sintiera mal antes, se despidieron.
Neflyte giró hacia los niños, su rostro se veía cansado y triste pero aun así se obligó a sonreír.
-Adentro niños, haré la cena. ¿Quieres quedarte Jaden?
El niño negó con la cabeza mientras alegaba que su abuelo y Kenji lo esperaban. Se despidió con la mano y comenzó a caminar rumbo a la vieja choza que se veía en un costado del lago.
-Avísame cuando tu mamá esté mejor—dijo mirando a Raeden. Por toda respuesta el castaño movió la cabeza con mucho optimismo y dijo adiós, entrando a su casa justo detrás de Haru y antes que su padre, quien esperó hasta ver como Jaden llegaba a su casa, lo siguió con la mirada por casi cinco minutos antes de entrar y cerrar la puerta.
0 0 0
Los niños querían ver a su madre, pero estaba dormida. Neflyte prometió que podrían estar con ella al día siguiente, que debían portarse bien, cenar e irse a la cama.
Cuando por fin cayeron dormidos, algo que les costó mucho trabajo debido a la conmoción del día, Neflyte los arropó y se fue a recoger un poco la sala, tratando de no hacer ruido.
Quería estar con ella, recostarse a su lado y abrazarla, repetirle hasta que ya no saliera más palabra de su garganta que todo estaría bien, que aquello, justo como dijo Helios, era un designio de la naturaleza, pero él sabía que no había forma de consolarla. Se dio cuenta en el momento que ella rechazó su toque en uno de sus momentos de lucidez.
Afuera de la habitación habían quedado las sábanas manchadas de sangre del hijo que no conocería. El corazón se le heló de nuevo, y aunque la lógica le decía que aquello tendría que serle llevadero y que pronto lo superaría, lo cierto era que no.
No dejaba de pensar en la única noche probable en que debieron concebir a esa inocente criatura, en cómo se dejó llevar por el deseo y no se habían protegido como había sido su consigna por tantos años. ¡Porque solo las estrellas sabían que, si de él dependiera, llenaría de hijos a esa mujer! Pero ya se habían arriesgado mucho con Raeden, no podían permitirse la responsabilidad de cuidar a un pequeño más, no con el peligro rondando tan cerca.
Caminó hasta donde el bulto de tela se encontraba y lo tomó. Salió con él de la casa para lavarlo en el lago. Sabía que, si ella lo veía, intentaría lavarlo, aunque no estuviera en condiciones de hacer esfuerzos todavía, así que remojarlo sería lo mejor, al menos eso podría hacer por ella.
Cuando llegó a la orilla del lago tomó la manta por un extremo y la extendió contra el viento, con la intención de encontrar la mancha y sumergirla, más no estaba listo para lo que sucedió.
Cientos de lirios del valle cayeron a sus pies y sobre el agua, pequeños pétalos de un blanco puro y brillante como pequeñas luciérnagas. Extrañado y confundido, sacudió de nuevo y más flores cayeron y se esparcieron por el aire, llenando aquel paisaje de una flor que no había visto antes por ahí. Por el contrario, las sábanas estaban blancas, sin rastros de sangre en ellas.
Neflyte tomó uno de los lirios y lo observó con cuidado en la palma de su mano, mientras su memoria traía a él lo que debía conocer al respecto. Ahí estaba, la naturaleza diciendo que quedaba un poco de esperanza.
0 0 0
Si el general hubiera aguardado un par de segundos más, hubiera visto al pequeño Jaden esconderse tras los arbustos que estaban a un lado de la casa del viejo Takagi y su nieto, quien por cierto no tenía primos.
Apenas se hubo cubierto, el niño se esfumó con un chasquido y apareció en el palacio real de Tokio de Cristal, en una habitación oscura que tenía un enorme fuego centellante justo en medio. Sentada frente a él, una mujer de largos cabellos negros y lacios miraba fijamente, no volteó cuando el niño apareció a pesar de haberlo sentido.
-¡Mamá! -gritó entusiasmado mientras corría a su encuentro. Estaba conmovido por lo que sucedió en casa de aquellos otros niños y deseaba tanto volver con su madre y abrazarla que no pudo contenerse. Pero la mujer, lejos de abrazarlo lo detuvo con una mano, impidiendo que la tocara.
-¿Los encontraste? -preguntó fríamente, sus ojos amatista al igual que los de su hijo, no tenían brillo y parecían vacíos y un tanto tristes.
El niño guardó silencio, intentando asimilar el desplante.
-Tu madre te ha hecho una pregunta Ares, ¿Encontraste a esos bastardos?
Un hombre rubio, con la mirada fiera pero igual de vacía que la mujer, lo observaba. Estaba recargado en el marco de la puerta, con sus brazos cruzados al frente y su melena, que era igual que la de su hijo, estaba un tanto despeinada.
-¿Qué dices muchacho? ¡No actúes como un idiota! - gritó.
Ares retrocedió movido por el susto. Sus padres habían cambiado tanto en los últimos años, dos para ser exactos, que apenas recordaba cuando era un pequeño y su mamá lo abrazaba y lo besaba por todo el rostro. Su papá lo llevaba siempre en su hombro, con orgullo y alegría, eran buenos tiempos. Pero todo había terminado aquella noche que su tío Kunzite y su tía Minako no volvieron al palacio.
Sus padres fueron llamados ante la reina y cuando volvieron eran otros. Sus ojos dejaron de mostrar amor y se volvieron tan grises como el cielo de tormenta que a él tanto asustaba. Sus hermanas no habían vuelto a casa desde entonces.
Recordó a Raeden, Haru y sus padres y lo felices que se veían juntos los cuatro viviendo en aquella vieja casa en el lago, en aquella isla que había estado recorriendo solo el último año. Su padre le había dicho que ya era lo suficientemente grande para encargarse de esa misión, que debía infiltrarse con los niños de los pueblos lejanos y buscar entre ellos a una niña de cerca de ocho, de ojos verdes y cabello cobrizo, que seguramente estaba con sus padres de similar descripción. Le dieron su nombre y su fecha de cumpleaños, además de decirle que seguramente era nueva en el lugar y que no tendría muchos amigos, debía conseguir que confiara en él a cualquier precio.
Ares se fue del palacio con esa consigna, la misma Luna salió a despedirlo cuando se enteró. Y así vago por buena parte de Japón, valiéndose de sus poderes psíquicos para convencer a algunas familias que pertenecía a ellas, así aseguró casa y sustento cada vez, pero nunca amor.
Cuando llegó al pequeño pueblo desconocido cerca de Nazama en Fukuoka, Ares se refugió con un viejo que tenía un nieto y que había conocido cuando este regresaba del colegio. Hurgando en sus mentes se hizo pasar por otro de los nietos del hombre y comenzó a investigar. Así fue como dio con Raeden, un chico de su edad que jugaba solo en su casa, y si bien, el ojiverde no era la niña que andaba buscando, se sintió en paz con él, incluso parecía que lo conocía de siempre.
Pero no podía desviarse de su objetivo, su madre lo presionaba por resultados a través del fuego, debía seguir buscando. Estaba a punto de irse del lugar cuando la hermana de Raeden llegó junto con su padre y el corazón de Ares, que en ese momento se hacía llamar Jaden, saltó de júbilo, estaba convencido que esa chica era a quien había buscado todo ese tiempo.
Pero debía estar seguro, sus padres no permitirían que se equivocara de nuevo, ya lo había hecho una vez antes y estuvo encerrado en las mazmorras del castillo por una semana, sino hubiera sido por Diana no hubiera comido nada en todo ese tiempo.
Sin embargo, conforme los días fueron pasando y él se acercaba más a la familia, más a gusto se sentía. Raeden era divertido y lo sentía como un hermano, Haru le recordaba a sus hermanas Enya y Nerea, firmes pero dulces. El señor Neflyte le daba una sensación de paz y protección que no lograba entender, pero cuando él los veía, lejos de sentirse observado, deseaba que pudiera descubrirlo y perdonarlo, pero él no podía hacer eso a sus padres. Y Makoto-san, esa mujer que siempre le revolvía el cabello como su madre solía hacerlo, que le daba galletas deliciosas y comida tan exquisita que nunca había probado, ella era como mamá, cuando mamá era buena y lo amaba.
-¡Ares! ¡Responde maldita sea! -gritó Jadeite de nuevo. Una cachetada volvió a Ares a la realidad, debía decir algo y pronto.
Se debatió un segundo más buscando la respuesta. Recordó al Pegaso y esa voz que al parecer solo él escuchó, "Querido Ares, tu deseo se cumplirá si les das un poco de tiempo a ellos, sé paciente." dijo aquel hombre, y el chico, aunque no sabía porque, confío.
Luego recordó a la señora de ojos verdes y el inmenso dolor que pudo sentir saliendo de ella y su esposo, el mismo que sintió su propia madre cuando el bebé que esperaba murió. Así que Ares no lo pensó más, y cuando su padre, poseído por esa maldita cosa que lo había convertido de un hombre feliz y cariñoso, a la bestia desalmada que estaba por golpearlo de nuevo, respondió:
-Aún no, pero sé que estoy cerca.
CONTINUARÁ...
Muchas gracias a todos por leer. Espero que les haya gustado, este capítulo me ha costado mucho trabajo porque empezamos a ver de qué trata aquella profecía que al final de cuentas desató toda la historia, trato que todo concuerde, ya saben, las historias a veces toman su propio camino y lo que uno tenía planeado debe cambiar, así que algo no les concuerda me avisan para ver que hago jajaja.
Gracias a LadiJupiter, Litakino1987, Jovides1, Valefer, James, Darkkitty04 y Clarybett y todas aquellas personas que se toman el tiempo de dejarme sus comentarios. Todos los leo y trato de responder sus dudas en los capítulos, aunque no lo haga personalmente en los agradecimientos, es que luego me confundo jajaja.
Solo como aclaración por que veo que en el anterior no entendió, Ares ya estaba ahí desde antes, no lo trajo Helios, él llegó solito desde antes.
Espero sus comentarios, saben que de eso vivo jajaja, es lo que me motiva a seguir.
Saludos.
