Las muchas veces que el amor se equivocó.

-Makoto, ¿Estás bien?

-Estoy bien. Déjame sola.

-Estás encerrada en un clóset, por favor sal de ahí y vuelve a la cama, te juro que me iré después.

Pero ella no salió, muy por el contrario, un inmenso silencio le avisó a aquel hombre que ella no se movería hasta que él se fuera. Pero no quería irse, quería verla, abrazarla o al menos hablar con ella.

Neflyte exhaló un suspiro y se sentó en el piso, con la espalda recargada en la puerta que lo separaba de su mujer, justo como Makoto se había sentado aquella ocasión en la azotea, cuando apenas se habían enterado que estaba embarazada por primera vez. Recargó su cabeza y estiró sus piernas, volvió a suspirar tratando de controlar su voz.

-¿Recuerdas lo que Helios dijo sobre la naturaleza?

-¡Yo no soy la maldita naturaleza! -susurró molesta, pero Neflyte la escuchaba perfecto-, y claro que se equivoca, sino ¿Dónde está mi bebé?

-Nuestro bebé-dijo suavemente, pero asegurándose que ella notara lo que trataba de dar a entender-. Lavé las sábanas y no estaban manchadas, había cientos de lirios del valle, esas flores que tanto te gustan. Cayeron como lluvia cuando las sacudí.

Makoto no se impactó ante aquella revelación, no era tonta, sabía muy bien que aquello no fue solo un sueño cualquiera, no cuando el mismo Helios le había advertido que algo pasaría. Supo de inmediato a que se refería aquel hombre cuando despertó.

-¡Yo no lo sabía! Si tan solo me hubiera cuidado-masculló y suspiró. Neflyte no dijo nada, así que aprovechó su silencio para sacar la verdadera duda que albergaba su corazón-. ¿Tú no lo sabías? ¿No te lo dijeron las estrellas?

-Ni Helios, ni nadie con acceso a un don cósmico es capaz de predecir la vida y la muerte. Si pudiéramos, el mundo sería un caos, el conocimiento nos motivaría a intervenir y eso no es justo para la vida que empieza o termina. Incluso Saturno, que es la diosa de la vida y destrucción, tiene su limitante al respecto.

-¿Ni siquiera para salvarla?

-Cuando puede o debe ser salvada el universo lo dirá, nosotros no.

Después de aquella frase, fría y tajante pero completamente real, guardaron silencio por varios minutos. Neflyte sabía que no podría sacarla de ahí a base de dolorosa sinceridad, aunque bien pudiera jalar la puerta y sacarla del marco como lo hizo en el despacho de Andrew muchos años atrás, pero invadir su espacio era algo que no podía darse el lujo de hacer, a pesar de morir de ganas de abrazarla, después de todo, el también necesitaba consuelo.

-¡Es una tontería! -exclamó.

-Eso te parece ahora, porque el dolor no te deja ver que si la naturaleza lo quiso así, es por algo. Nos buscan y están demasiado cerca, pendemos de un hilo. Si nos atacaran y estuvieras embarazada, podrías morir también, lo sabes ¿Cierto?

Claro que lo sabía, pero necesitaba sacar el dolor de alguna manera. Ella no era tan fuerte, tan dura como él.

-Vete, necesito pensar—dijo fríamente, aunque las lágrimas volvían a resbalar por su rostro.

-Por favor mi amor, no me dejes solo en esto-susurró.

0 0 0

22 años antes.

Tras el lujoso escritorio de roble sólido, que hacía perfecto juego con el resto del mobiliario de aquella elegante oficina, Darien Chiba, ex médico de profesión, ex ciudadano normal y ahora, nuevo rey de Tokio de cristal, observaba ansioso una hermosa y fina botella de licor.

Sus dedos tamborileaban sobre el descansabrazo de su silla, mientras la otra mano acunaba su rostro. Estaba inquieto, bastante harto y cansado. Aquello estaba lejos de lo que hubiera soñado cuando se enteró quien era y cuál era su destino. Fue difícil al principio aceptar que algún día, el bienestar del mundo recaería en sus hombros, pero no fue ni la mitad de lo complicado que era darse cuenta que para lograrlo, debía manipular a sus amigos. ¿Eso lo haría el traidor entre ellos? ¡Seguramente! Todo depende del cristal con que se mire.

Fijó su atención en el vaso frente a él, todavía tenía un poco de bebida. Luego observó los otros dos que ya estaban vacíos y solos del otro lado del escritorio. Pensó en Zoycite y en su nivel de lealtad, en su inteligencia y amabilidad. El rubio de ojos musgo no lo sabía, pero ese día se le había concedido uno de sus sueños tras el brindis, al igual que a Kunzite, solo que este último estaría fúrico en vez de alegre si lograba enterarse.

-No pongas esa cara Darien, les acabas de dar la oportunidad de su vida. Para nada los matará el elíxir, al contrario. Tendrán hijas bellas y fuertes, lo que Amy y Mina han deseado desde jóvenes.

-No estoy seguro de que ese sea el deseo de ambas.

-¡Lo es! Siempre han deseado amor. ¿Recuerdas sus rostros cuando les dijimos que no podrían embarazarse ni casarse? ¡Todo porque no habíamos podido revivir al shittenou! Pero lo conseguiste, - Luna se acercó y tomó los vasos que Kunzite y Zoycite habían dejado antes de irse-, dime Darien, ¿Por qué no darles el paquete completo también? Ellas mismas los han buscado, se merecen la felicidad tanto como Serena y tú.

-¿Qué hay de Makoto y Rei? -preguntó. Sus ojos siguieron a la mujer mientras ponía los vasos en una bandeja para llevárselos.

-Todo a su tiempo. Además, Lord Zoycite y Lord Kunzite nos servirán de prueba. Sus matrimonios son fuertes, resistirán si algo sale mal. Algo que no podemos decir de los demás- la mujer caminó hacia la puerta, la abrió y estaba por salir cuando se giró de nuevo hacia el oji azul, con un gesto extraño en los labios-. Y recuerda, si tenemos éxito, las outers deberán participar y para ello requerimos que hables con tus hombres, es el precio a pagar por el favor tan grande que el cristal de plata les ha brindado.

Luna salió y cerró la puerta tras ella. Darien se inclinó sobre el escritorio y tomó su vaso. En el cesto de basura todavía estaban las dos ampolletas de aquel extraño líquido verde que le habían dado para mezclar con el vino. Quedaba un poco en ambos, se había acobardado en el momento y decidió bajar la dosis. Los tomó de nuevo y los guardó en un cajón, sin saber que los necesitaría pronto.

0 0 0

21 años antes.

El dardo dio justo en el blanco. Jadeite siguió mirando por unos segundos más, como si la diana estuviera por explotar, aunque en realidad era su cabeza la que ardía.

Darien estaba parado detrás de él, con los brazos cruzados sobre su pecho y la mirada también en el dardo. Odiaba estar ahí y ponerlo en esa posición, pero era imperativo, debía ser.

-No puedes pedirme eso Darien, ¿Por quién me tomas?

-Eres un estratega militar, entiendes el dilema.

-Entiendo que pretendes que tenga una hija con otra mujer, a cambio de darme la oportunidad de tener una con mi esposa. ¿La palabra chantaje te suena?

-Buscan a un traidor, sabes que cualquier negativa se considerará una señal.

Jadeite volteó súbitamente. Si algo odiaba el rubio era ser acusado de traición, eso era un tema que no cabía en su mente desde que despertaron de nuevo y entendió todo el daño que había hecho a su señor y a su amada sacerdotisa. Le dolía más que a nadie, sobre todo porque Rei no lograba perdonarlo del todo, el carácter aprensivo de esa mujer era cosa seria.

-Lo que me pides... simplemente no sé.

-¿La amas?

-¡Por supuesto! ¿No te ha quedado claro todavía? ¡Me casé con ella por un carajo! - exclamó mientras mostraba la argolla en su dedo, el símbolo de su lucha contra la renuencia de la morena y su consecuente victoria-. Es mi vida entera y aunque tu eres mi señor y te debo lealtad, ella es mi prioridad.

-¿Y ella te ama?

Los zafiros del general se desviaron un segundo, el único indicio de inseguridad en su ser dependía de los verdaderos sentimientos de la regente de marte sobre él. Le quitaba el sueño, porque podía sentir el amor, pero no siempre, no intenso, no como él deseaba. Responder esa pregunta era un acto cruel hacía sí mismo.

-Claro que lo hace.

-Y una hija vendría a unirlos más, ¿No lo crees?

-Y una hija con otra mujer terminaría por clavar la daga en mi corazón.

-No tienen que saber que es tuya.

Jadeite rio con tanta fuerza que Darien se encendió en furia, pero el rubio tenía razón. En el palacio todo era un secreto a voces.

-¡Basta de tonterías Jadeite! Tendrás que hacerlo. Es eso, o que alguien más lo haga por ti.

-¿Ah sí? ¿Y quién se atreverá? ¿Lo harás tú?

-¿Qué tontería estás diciendo? -preguntó el rey con la voz ahogada en furia. Caminó amenazante hasta Jadeite, que era de su misma altura y se acercó a un palmo de su rostro, los cuatro zafiros brillaron retadoramente.

-¿Crees que no sé qué le han ofrecido a Mako-chan a Kunzite si Neflyte no da el ancho? ¿Así solucionan las cosas en el palacio? ¡Vendiendo senshis como si fueran esclavas!

-¡Por supuesto que yo no he hecho eso! -bufó el moreno mientras retrocedía debido al impacto de la noticia-, ¿Quién te ha dicho tal cosa?

-El mismo Kunzite, y nos lo ha dicho a todos, incluyendo a Neflyte. Así que sí, basado en tu amenaza y su comentario, estoy seguro que están usándonos.

-¡Es una oportunidad con un costo! -exclamó. Darien metió la mano en el bolsillo de su chaqueta y sacó un frasco como el que le habían dado para los otros dos generales. Lo sostuvo con la palma abierta frente a Jadeite, quien no pudo apartar la vista de él-. La oportunidad de tener una familia. La única que tendrás en toda tu larga vida, ¿Qué vas a hacer?

0 0 0

-Lo primero que le aconsejo general es que, si quiere llegar en buen estado hasta el último día, deje de fumar ahora.

Neflyte sonrió con malicia y después de darle otra bocanada a su cigarro lo arrojó al suelo, junto a todas las colillas que ya estaban apagadas. Con su pie machacó la última y volvió su atención a la mujer.

-El alcohol no es negociable-. Setsuna fue quien sonrió esta vez.

-Lo segundo que debo decirle es que, si quiere sacar a Júpiter de aquí, empiece a organizar refugios, fuentes de ingresos y planes de escape. No será fácil, pero comparado con lo que debe hacer para convencerla, eso será juego de niños. Entiendo que el comandante se ha retirado, es lo mejor para él por el momento, pero creo que el plan de mantenerse alejado de ella ya no es práctico, deberá acercarse.

-¡Vaya! Ahora sí que me ha puesto en aprietos, al parecer he hecho una excelente labor en ahuyentarla.

-Lo sé, tanto que ha puesto su interés en el hombre al que cuidó después del "accidente", ¿Lo sabe? - Neflyte asintió-. No debe perderlo de vista, menos ahora que están preocupados por la mala relación entre ustedes. Si usted no cumple "su cuota", se la darán a otro, como piensan hacerlo con nosotras.

El general frunció el ceño, con Setsuna no había necesidad de ocultar nada. Se llevó los dedos al puente de la nariz y cerró los ojos mientras repasaba una vez más el plan-. Entonces, creemos que Luna sospecha que Makoto será la traidora, la está debilitando de alguna manera según Kunzite—Ella asintió-. Es una mujer complicada.

-Es necia, y eso le ha traído muchos problemas desde que la obligaron a vivir aquí. Tuvo una fuerte discusión con Luna por su pastelería, convenció a Darien para que la dejara seguir visitando al señor Furuhata en el hospital incluso con la negativa de esa mujer—de reojo miró al hombre para medir su reacción-. Lo que sucedió con el comandante tampoco le ayudó, y ahora se escapa del castillo cada vez que puede, ¿Cómo no dudar de ella?

-¿Crees que ella es la traidora? -preguntó en un murmullo, mientras sus ojos se centraban en la cajetilla de cigarros que no volvería a fumar.

-Creo que ambos sabemos la respuesta.

Arrugó la delicada caja con la mano y casi de inmediato, ésta ardió y se convirtió en cenizas. Setsuna, que miraba de nueva cuenta al jardín, centró su atención en Venus y Júpiter que caminaban juntas hacia las habitaciones. No alcanzaba a escuchar de lo que hablaban, pero por la intensidad de los movimientos de la rubia y los gestos que hacía con la mano, supuso que era algo trivial.

-Bueno mi Lady, hay que poner esto en movimiento.

-¿A dónde va?

-Invitaré a salir a mi chica. Crown Center, ¿Cierto?

-Dicen que quedó muy bien tras la remodelación.

-Un día la llevaré y le invitaré un café, es una promesa.

0 0 0

Andrew entró a la habitación de Unasuki para revisarla. La luz era tenue, solo la que lograba colarse por la ventana, y como la chica se refugiaba en la oscuridad, decidió respetarla. Caminó hasta la cama y la observó, era su hermanita, la pequeña Una-chan de siempre, aunque algunas cicatrices seguían ahí, pero ya no eran tan feroces como las que tenía una noche antes.

Salió igual de sigiloso para no despertarla, afuera Makoto lo esperaba, pero Andrew estaba tan inmerso en la alegría que le daba ver a su hermana tan recuperada por aquello que Makoto había hecho con ella, que no se percató de su impactada mirada.

-Mako-chan, yo no sé cómo pagarte...

-¡Andrew! - exclamó la ojiverde, en la mano sostenía unas hojas de papel que el rubio identificó de inmediato. Sus ojos se abrieron a tope mientras en su mente buscaba las palabras para explicarlo-. ¿Me puedes decir que es esto?

-Makoto, no es lo que tú crees...

-Parecen fichas técnicas. ¡Tienes aquí los datos de todos! ¡Rei, Haruka, Jadeite, Setsuna! ¿Qué diablos pasa? - preguntó histérica mientras pasaba una a una cada página de aquella carpeta. Sus ojos se detuvieron cuando encontraron su propia ficha, con anotaciones hechas a mano, entre las cuáles pudo leer "¿restauración de la vida?" -. ¿Cómo dice aquí? ¿Soy tu experimento?

-Espera, déjame explicarte.

Pero Makoto no estaba dispuesta a escucharlo. Tomó las hojas en sus manos y las rompió, arrojando los pedazos al suelo. De sus dedos comenzaron a salir chispas eléctricas, Andrew retrocedió ante la amenaza de un ataque, pero no perdió la vista de esos ojos esmeraldas, heridos y furiosos.

Las luces del departamento comenzaron a enceder y apagarse, al igual que los aparatos electricos. Makoto lo miró fulminante una última vez y giró bruscamente hacia la puerta, estaba por llegar cuando Andrew, arriesgándose a todo, la tomó por la muñeca.

La descarga fue brutal, arrojando al rubio por el aire y dejandolo caer un par de metros hacía atrás. En ese momento la senshi de calmó, y movida por el impacto corrió a verlo, se había golpeado la cabeza contra la mesa del comedor, pero estaba bien, aunque su mano tenía una quemadura considerable.

-¿Por qué hiciste eso? ¿Estás bien? -preguntó mientras se arrodillaba para auxiliarlo. Andrew alzó su rostro y sus ojos azules, vidriosos entre lágrimas, se clavaron en ella con verdadera tristeza y miedo.

-Mako-chan, perdóname. Debes entender porque hago esto.

-¿Estás en la resistencia? -el rubio asintió-. ¿Estás loco? ¡Es muy peligroso! Unasuki y tú pueden salir dañados si siguen con esto, Luna no acepta a la oposición.

-Al principio lo hacía por Una-chan y por nuestros padres, estoy seguro que lo que pasó en el Crown fue culpa de...

-¿Nosotros? -interrumpió. Escucharla decirse parte del grupo fue un golpe fuerte para la mente del joven doctor.

-¡Ellos! ¡Tú no, tú no eres como ellos!

-¡Soy como ellos! Soy una senshi, ¿Entiendes? ¡Me arriesgo cada vez que vengo aquí! ¡No puedes salirme ahora con que todo este tiempo me has usado para sacar información! ¿Sabes lo que me harían si supieran que yo...?

-¿Qué tú qué? -Makoto guardó silencio mientras su piel se enrojecía débilmente. Fijó su mirada en un punto lejos del rubio, que seguía tirado y recargado en una pata de la mesa.

-¡Nada! Olvídalo. Estás bien, me voy. Una-chan tendrá suficiente con lo que he hecho hoy, si le borro todas las marcas sabrán que intervine y será peor para ustedes y para mí. No me vuelvas a buscar por favor, no diré nada, pero debes dejar todo esto, ¿Entendiste?

-¡No! -exclamó mientras la tomaba del rostro y la hacía acercarse más-. No puedo dejar esto y tampoco a ti. Por favor quédate.

-Andrew... por favor...

Pero él no la dejó continuar, se inclinó hacía ella y besó sus labios por primera vez desde que se conocían. Aquel fue un sueño hecho realidad para la oji verde, que toda su adolescencia había estado enamorada del rubio de ojos zafiro y sonrisa encantadora. Aunque su corazón confundido todavía no salía de la impresión del cortejo de Kunzite, ni de lo inexplicable de sentirse atraída por Neflyte cuando este vivía siendo tan errante con ella.

Andrew era el término medio entre los dos. Lo dulce y amable de Kunzite con la atracción que le provocaba Neflyte, todo en una tercera persona, alguien lejos del palacio, algo prohibido... ¡El escándalo que eso sería!... ¿Por qué no?

0 0 0

-¿Me llamó, su majestad? -preguntó la mujer de piel apiñonada y largos cabellos verduzcos mientras se paraba formalmente en la puerta del despacho del rey. Darien se acercó por un costado y ella giró a verlo bastante confundida.

-Estamos solos, no hay nadie en el palacio más que tú y yo— La mujer hizo un enorme esfuerzo para disimular su bochorno, después de todo estaba herida por la conversación que habían tenido dos días atrás en el pasillo, cuando le dijo que solo a ella podría ayudarla para salvarla de ser inseminada por un general. Como Darien no obtuvo repuesta, giró de vuelta al pequeño bar que había en su despacho-. Toma una copa conmigo.

-No estoy de humor para brindar, no veo la razón.

-Eh encontrado la salida para salvarte, es lo mejor que he podido hacer—dijo mientras servía dos copas de champagne. Volvió con ellas hacia Setsuna y le ofreció una, ella la tomó-. Y retrasé el asunto con Hotaru.

-¿Cómo has hecho eso? -preguntó sorprendida.

-Lo importante es que lo hice, no el cómo-respondió esquivo. Media sonrisa inquieta se dibujó en sus labios-. Y por ello es que brindamos.

Todo el instinto de la guardiana del tiempo le gritaba que aquello era muy extraño y debía tener precaución, pero su corazón, que era débil ante aquel hombre de ojos azules y cabellos azabache, la animó a continuar. Así fue que, en contra de su razón, aquella tarde bebió algo más que una copa y probó algo más que el licor.

0 0 0

9 años antes.

El orgulloso general de las tierras del norte solo se rendía ante esa mujer y sus hijos. Así que después de un tiempo de tratar de convencerla para salir del armario, se fue a hacer la cena.

Más tarde esa misma noche, cuando acabó de lavar los platos y recoger los juguetes, salió al frente de la casa y dio un vistazo a las estrellas. Estaban particularmente brillantes y conversadoras, pero nada que el hombre no supiera ya. A lo lejos, la luz de la cabaña del viejo Takagi se apagaba, pero incluso con solo el sereno de la noche, alcanzó a ver la rubia cabellera de Jaden perderse entre los matorrales. Su rostro se entristeció.

Entró de nuevo a la casa y apagó las primeras luces, de una por una hasta llegar a la alcoba de los niños. Se asomó, pero no había nadie en ella, así que sonrió a la nada y cerró la puerta. Se fue de inmediato a su habitación, para comprobar como dos pequeños ocupaban su espacio en la cama.

Dormían plácidamente agarrados de su madre, uno a cada lado. Makoto los abrazaba a ambos y era una escena tan bella que, aunque no tuviera una cámara para fotografiarla, sabía que guardaría en su memoria para siempre.

Estaba por irse de nuevo a la habitación de los chicos cuando Raeden se movió. Sus ojos esmeraldas se clavaron en su padre y él le sonrió como respuesta. El niño se incorporó un poco, estaba en la orilla de la cama, casi pegado a la pared. Con su cabeza hizo un gesto y Neflyte lo entendió. Caminó hasta el lecho y se acostó con ellos.

Raeden se movió lento y con mucho cuidado, pasó por encima de Makoto y de Haru, aunque a ésta última si logró molestar un poco, así que la niña se removió y se pegó más a su madre, haciendo más grande el espacio disponible tras ella.

Ahí se acurrucó el pequeño en brazos de su padre, el primer acercamiento que tenido voluntariamente hacia él desde que volvió, y una cama que era para dos personas terminó albergando a cuatro. Antes de dormir, Neflyte tentó a su suerte una vez más y buscó la mano de Makoto, quien se había girado rumbo a su familia cuando sintió que el niño le pasaba por encima. La encontró y para su sorpresa, ella entrelazó sus dedos con los de él.

Abrió sus ojos y lo miró, en silencio y sin ningún gesto claro en el rostro. Pero él le sonrió, porque ese simple acto era suficiente para darle esperanzas, un suspiro de vida en su corazón que estaba tan destrozado como el de la senshi.

-Te amo- susurró. Makoto no respondió, pero presionó su mano con fuerza y eso era todo lo que él necesitaba.

0 0 0

Pasaron dos días antes que Makoto se animara a salir de la habitación. Su piel se veía de nuevo de un tono saludable, aunque estaba un tanto más delgada.

Era muy temprano por la mañana cuando Neflyte y los niños se habían ido al bosque, en uno de sus entrenamientos especiales donde les enseñaba a esconderse y a sobrevivir. Ella se sentó en las escaleras de la casa, tomando un poco de sol. Jaden se acercó sigiloso por la derecha.

-Hola cariño, ¿Buscas a los chicos?

-¡Buenos días! ¡Señora mamá de Raeden!

Makoto sonrió, luego rio levemente ante la manera tan errática que encontró el chico para nombrarla. Le hizo señas para que se acercara y él se sentó a su lado.

-Mi nombre es Kino Makoto, pero creo que eso ya lo sabes. Puedes llamarme Makoto-san—el rubio asintió-. ¿Cuál es tu nombre?

-¡Jaden señora! -dijo sonriente.

-Hablo del nombre que tu madre te puso, el verdadero.

Ares brincó asustado, quería salir corriendo, pero la radiante sonrisa de la oji verde lo hizo detenerse, bastante confundido.

-No entiendo...- balbuceó.

-Si entiendes. Sé quién eres, todos lo sabemos de hecho. Eres tan idéntico a Jadeite y esos ojos, los mismos de tu madre Rei. Dime ahora, ¿Cuál es tu nombre?

-Ares-respondió tímidamente, bastante avergonzado y asustado.

-Por supuesto. -sonrió-. Bien Ares. ¿Te han mandado a buscarnos? -el chico asintió con la cabeza-. De acuerdo, ¿Están cerca?

-En el palacio.

-¿Debes avisarles cuando nos encuentres? -confirmó de nuevo-. ¿Por qué no lo has hecho ya?

El pequeño, que apenas tenía poco más de cinco años, revolvió la tierra suelta con su pie, claramente nervioso. Makoto le extendió la mano desde su lugar en las escaleras y él, aunque asustado la tomó, sentándose de nuevo a su lado.

-Usted se enfermó, como mi mamá hace unos años. Cuando ella perdió a mi hermano estuvo mucho tiempo triste y no quería ver a nadie, supuse que usted tampoco.

Makoto sonrió tristemente al enterarse de la tragedia de su querida amiga. Removió los cabellos ya alborotados del chico y luego pasó un brazo por sus hombros, para atraerlo a ella.

-Te agradezco Ares, eres tan dulce como recuerdo a tu padre.

-Él y mamá ya no son así-musitó-, algo pasó con ellos y … las cosas cambiaron.

Cuando se dio cuenta ya besaba la cabeza rubia del niño. Le dolió en el alma darse cuenta que el pequeño estaba pasando por su infierno personal, aunque a su vez agradeció la dicha de haber tenido a Neflyte y que, a pesar de todo lo vivido, la haya sacado de ese lugar para que Haru y luego Raeden, pudieran disfrutar de una vida diferente, y hasta cierto punto mejor.

-Bueno, pues el general y yo hablamos y queremos decirte que puedes quedarte aquí si tú quieres. Sé que tus padres te buscarán y estamos listos para eso, aunque deberás entender que cuando eso pase las cosas se pondrán mal y... ¿Sabes lo que pasará, cierto?

-Pelearan.

-Sí, y somos más fuertes.

Ares alzó la vista, sus ojos amatista se clavaron en la senshi tan tristes y suplicantes que su corazón ya herido se dolió aún más, pero tanto ella como Neflyte habían acordado decir las cosas claramente y dejarlo elegir.

-¿Se enojarán si me quedo?

-Es probable. Pero no son ellos, Luna los tiene hechizados y por eso actúan de esa manera. Si te quedas con nosotros tendrás un hogar, te cuidaremos hasta donde la vida nos alcance. Puede ser por siempre, años o un par de días, pero lo haremos con mucho amor. A cambio solo te pedimos que, si somos Neflyte y yo quienes perdamos la batalla, guíes a nuestros hijos hasta donde te sea posible. Queremos que escapen, saben cómo hacerlo, pero si no pueden necesitamos que no los dejes solos, ¿De acuerdo?

Aquella era una decisión muy difícil y ella lo sabía. Así que volvió a estrecharlo en señal de afecto y le pidió que lo pensara un poco, pero no demasiado.

-Ven Ares, tú y yo desayunaremos mientras los demás llegan, ¿Quieres panckakes?

El niño meneó la cabeza con algarabía y se puso en pie, ayudó a Makoto a levantarse, y ambos entraron a la casa.

Todo aquello mostró el fuego esa mañana, ante otros ojos amatista que estaban conmovidos hasta las lágrimas. Rei se secó las que lograron rodar por sus mejillas con las mangas de su chihaya y suspiró. Agradeció a las deidades por darle un momento de lucidez y poder apreciar que su pequeño estaba en las mejores manos que conocía.

Luego miró al frente, el hombre rubio de ojos azules sentado contra la pared y con las piernas recogidas parecía tener su propio momento, miraba la jadeita que brillaba intensamente entre sus dedos, la giraba y la giraba hasta que por fin se escapó de sus manos y cayó a sus pies, intacta.

-Él estará bien-susurró la miko.

-Sí, ¿Pero por cuánto tiempo?

CONTINUARÁ...

Hola, Hola!

Aquí les traigo otro capítulo más, espero que les haya gustado y que haya despejado un par de dudas, aunque no muy relevantes. Ya en los siguientes se empieza a desvelar todo el misterior.

¡Es mi cumple! Y sí... me esperé a propósito para publicar hasta hoy jajaja, varios de mis fics se actualizaran entre hoy y mañana así que échenle un vistazo a todos y espero sus comentarios. Es mi humilde regalo para ustedes porque como me súper encanta escribir... ¿Cómo más iba a festejar? Cof, cof... alcohol...

Gracias a Litakino1987, Jovides1, Darkkitty04, LadiJupiter y todos los que me dejan sus comentarios. Todos los leo y trato de ressponder sus dudas durante el capítulo.

Saludos!