La familia que elegimos.
5 años antes.
-¡Otra vez! - gritó Haru mientras Ares y Raeden se arrojaban sobre ella. La adolescente esquivó cada golpe y acertó algunos otros en los dos niños, que lejos de desanimarse o enojarse, sonreían y volvían a intentarlo.
-Es muy fuerte-murmuró Reika a Molly, las dos mujeres veían el entrenamiento de los chicos desde la ventana de la cocina. Andrew que estaba un poco más atrás, también observaba de reojo.
-Es hija de su madre, la falta de poder no implica falta de fuerza y resistencia—dijo el rubio, un tanto orgulloso y molesto a la vez-, sabíamos que lo era desde pequeña, casi me rompe una costilla una vez cuando apenas tenía dos años.
-También es muy lista, ella y Raeden ya leyeron todos los libros de la biblioteca—dijo Reika-,tienen hambre de conocimiento.
-Eso lo sacó de mí.
-Y de Neflyte, -agregó Molly en tono muy bajo y solo para Reika-, leía cuanta cosa caía en sus manos.
-¡Claro, el shittenou del conocimiento! -expresó la ojiverde con mucha pasión, soltando un ligero suspiro al mismo tiempo que la mujer a su lado. Las dos se miraron, se sonrojaron y se rieron como dos adolescentes. Andrew gruñó.
-¡Lo que me faltaba, ser la cede de su club de fans!
-¡Hablando de cedes! Esta noche es la reunión del … club de apoyo...- balbuceó Reika.
-¿Siguen en eso? -cuestionó Molly mientras giraba rumbo a Andrew, él asintió-. ¿Se reúnen aquí?
-Sí, así que necesitamos que los chicos salgan de la casa, no es buena idea que los vean. Hemos esquivado que vengan por tres meses, pero es necesario cambiar las reuniones de lugar seguido y no podemos evitarlo por más tiempo.
-Tampoco pueden esconderlos toda la vida, ¿Se han decidido ya que hacer con ellos?
Andrew exhaló un suspiro, lento y pesadamente. Esa decisión le había quitado el sueño desde el día que llegaron a su casa, hambrientos y llorosos. Haru y Raeden podían pasar por sus hijos sin ningún problema, a la primera la daban por muerta y del chico parecían no tener conocimiento en el palacio, ellos no le preocupaban. Pero Ares y esos ojos, aunque pudiera pasar por hijo de Andrew, el muchacho era figura pública, su rostro había salido en cientos de programas y documentales, sobre todo después de la muerte de sus padres y de la de él mismo, según los noticieros. Además, Ares había expresado muchas veces que deseaba ver a sus hermanas, aquello le rompía el corazón.
-Sí, ¿Qué harán con nosotros? - preguntó Haru mientras entraba oportunamente por la puerta-, ¡Como si fuéramos cosas que pueden guardar o hacer a un lado!
-¡Para nada quise decir eso cariño! -se apresuró a corregir Molly mientras se acercaba a ella para abrazarla-. Pero no pueden seguir escondidos, deben hacer sus vidas, estudiar, crecer lo más normal posible, sus padres querían eso para ustedes, por eso hicieron todo lo que hicieron.
-Creo que lo mejor sería irnos todos a América, empezar una nueva vida allá y camuflajearnos entre la gente—dijo Reika-. Para el palacio ninguno de ellos tres existe ya, tendrán la vida normal que Makoto y Neflyte habían soñado.
-No puedo irme y dejar a Enya y a Nerea aquí, ellas … todas necesitan ser salvadas.
Un incómodo silencio se hizo en la cocina. Ares estaba ahí, junto a Raeden y aunque los dos eran unos niños, sus miradas desafiantes dejaban en claro que pensaban igual. El ojiverde miró a su hermana, que seguía refugiada en brazos de Molly, luego a Reika y al final a Andrew. Este último fue el único capaz de sostener el gesto, solo porque el doctor había aprendido a no rehuir a ese tipo de retos gracias al padre del chico.
-¡Es demasiado peligroso! -exclamó al fin-. Aunque las senshis y shittenou originales ya no estén, el palacio cuenta con el poder de las chicas, de las cuáles sabemos muy poco. Son seis nuevas guerreras, sin contar a la pequeña dama. Ustedes solo son tres y Haru no tiene poderes para defenderse.
-Eso no es del todo correcto, Furuhata-san.
Todos los presentes giraron sorprendidos y un tanto asustados por aquella frase salida desde la otra habitación. Sus corazones se detuvieron un segundo hasta que sus propias mentes lograron registrar el origen. Parada ahí, con su hermoso y largo cabello negro azabache en una coleta alta, algo que llevaba para honrrar a la senshi del trueno, flanqueada entre un hombre rubio más alto que ella, y un chico de cabellos negros y ojos verdes, la guerrera de la muerte y la vida, sonreía a todos.
0 0 0
23 años antes
Lo sintió subir las escaleras, podría jurar que lo hacía saltando dos escalones a la vez. Neflyte torció los ojos al cielo, su rostro ya estaba fijo en las estrellas de esa noche y, conocedor de lo que venía a continuación, sonrió por anticipado para no tener el impulso dentro de unos segundos más.
-¡Hermano! ¡Aquí estás idiota! -gritó Jadeite en cuanto vio la silueta de Neflyte contrastando con la noche-. Necesito tu ayuda.
-Gracias, pero no.
-¡Vamos! Sabes que si tuvieras una oportunidad con Mako-chan yo te ayudaría- Jadeite pudo ver cómo era observado con un dejo de desprecio por el rabillo del ojo de su castaño amigo, sabía que no lo había molestado con eso, pero le gustaba decírselo-. ¡Están las dos solas, acabo de verlas entrar a la habitación de Rei, ¡Vamos, acompáñame!
-¿A que exactamente voy yo? -preguntó aun sin mirarlo. A él si le gustaba torturarlo un poco.
-Son dos lindas chicas solas un sábado por la noche, una te trae loco y la otra a mí, ¿Qué más explicación necesitas? Te prometo que después de esto, Júpiter te perdonará lo que sea que le hayas hecho la semana pasada.
Neflyte sonrió, le causaba mucha gracia la manera descarada y optimista en que Jadeite estaba enamorado de sailor Mars. Era, hasta cierto punto, una jugarreta del destino que la más fría de todas las chicas, aunque fuera la senshi del fuego, fuera el foco del deseo del más expresivo, eufórico y desmedido de los generales-. ¿No has dicho que no tengo oportunidad?
-¡Pero vienes conmigo! No importa lo imbécil que hayas sido con ella, ven conmigo y estará suspirando por ti.
-¿Qué si no?
-Te daré a uno de mis hijos—dijo el rubio con una maliciosa sonrisa en la cara-, no dejaré que seas el pobre y patético tío solterón, borracho y callejero.
-Me suena a buen plan, honestamente.
Y así fue, como movido por ese rubio estratega, (porque si algo tenía Jadeite era, que sin importar como, lograba hacer que la mayoría de las personas siguieran sus locos planes) Neflyte terminó dos pasos atrás de él mientras gritaba y arrojaba piedras a una de las ventanas del segundo piso del ala donde las senshis se alojaban.
Después de cinco intentos y un vidrio roto, Rei se asomó con mirada fulminante y los brazos cruzados al pecho, pero Jadeite no se disminuyó en absoluto, muy por el contrario, miró a Neflyte que bastante apenado, metió las manos a su bolsillo y sacó una armónica. Resopló un par de notas y el rubio, completamente loco de amor, comenzó a tocar una hermosa melodía en la guitarra que llevaba en las manos.
Rei se ruborizó de inmediato y se quedó absorta en él, ignorando por completo a su amiga que trataba de averiguar lo que sucedía. Makoto asomó también para ver porque su amiga se demoraba en el balcón y, derretida por aquel hermoso gesto que ni era para ella, se quedó un rato observando hasta que sus ojos se centraron en el moreno recargado en un árbol con una armónica en la mano.
La ojiverde, cuestionó a la distancia al shittenou solamente frunciendo el ceño. Neflyte le entendió perfecto y solo se limitó a mostrar el pequeño instrumento musical y a encogerse de hombros a manera de explicación. Él le sonrío, ella le sonrío de vuelta. Y así fue como una serenata para uno, dejó huella en cuatro corazones.
0 0 0
Actualidad.
Habían pasado tres semanas desde la caída del palacio de Cristal, y justo aquel día de otoño se cumplían diez años de la muerte de Rei y Jedite. Como cada año, Enya invocó un fuego especial, tratando de contactar el alma de su madre, no había tenido éxito hasta entonces, siempre parecía haber una fuerza que reprimía su poder, además no tenía el cristal de marte a su alcance y eso la limitaba aún más.
Pero ese día era diferente. La hermosa piedra carmesí destellaba en sus manos y ella sentía que su madre le clamaba por hablarle. Así que preparó el fuego en la sala especial de meditación que la senshi de la pasión tenía en el palacio. Era de las pocas habitaciones que no sufrieron ningún daño cuando la guerra interna estalló.
Enya, con su hermoso cabello negro y largo, igual al de Rei y sus ojos violeta que no podían ser de otra manera, se sentó impaciente esperando a Ares, estaba segura que juntos harían un avance y ya tenía lista una serie de preguntas que quería hacer a sus padres.
Cuando la puerta corrediza se abrió, Ares apareció con sus cabellos rubios revueltos y una media sonrisa en el rostro. La chica se desencajó un poco, su hermano siempre había sido demasiado alegre y verlo tan serio la confundió, pero al final de cuentas era el aniversario luctuoso de sus padres y no había razón para sonreír.
-Pasa y cierra la puerta—le ordenó, pero el chico no se movió-. ¿Qué pasa?
-Invité a alguien.
Enya resopló. Aunque entendía a la perfección la cercanía entre su hermano y Raeden, la ceremonia del fuego de sus padres era algo completamente familiar y por mucho que los padres del castaño hubieran sido su familia por cinco años, lo cierto es que no compartían sangre.
La joven senshi se puso en pie, preparando su garganta para el soliloquio donde explicaría el porque, aunque quisiera, ese era un evento muy familiar. Sin embargo, entre todas sus palabras no tenía una que pudiera dirigir a la verdadera visita.
-¿Nerea? -dijo incrédula al ver a la rubia del mechón azul parada en la puerta.
La fiera mirada de Enya se centró en su hermano y este, en un despliegue de valor y madurez la miró de vuelta, desafiante e inmutable.
-¡Claro que no!
-Es nuestra hermana. Y quiere ver a papá también.
-¡No es mi hermana! -refutó.
-Pues entonces es mi hermana nada más, y como yo soy hijo del general Jadeite y de la senshi del fuego, exijo que ella me acompañe.
-No Ares, tranquilo—intervino Nerea, su voz era temerosa algo muy poco habitual en ella-. Me iré, gracias por intentarlo.
Nerea abrazó el chico y lo besó en la frente, Ares relajó su expresión ante aquel gesto y la abrazó. Para ese pequeño niño que había crecido prácticamente solo en el palacio, sus hermanas lo eran todo. Un sueño que se hacía realidad una vez cada cierto tiempo, cuando Luna las dejaba volver con sus familias.
Ares se quedaba en el castillo, entrenando primero con Kunzite y cuando este no volvió de su misión de cazar a Júpiter, con su padre. Pero Jadeite había cambiado mucho con su hijo, de ser un padre atento y cariñoso pasó a ser frío y distante. Con entrenamientos duros que el chico recordaba con dolor, pero también con nostalgia, sobre todo cuando la suerte era buena con él y le daba unos minutos de lucidez a su madre, que no dejaba de curar sus heridas con besos y dulces caricias de por medio.
Al menos hasta que fue echado a su suerte a buscar a la heredera del planeta verde.
-¡Espera Nerea! -dijo Enya y los dos jóvenes voltearon a verla. La morena suspiró profundo y tomó un tiempo para pensar en lo que diría-. De acuerdo, es papá después de todo. Pero deberán obedecerme en todo lo que diga, quédense callados y … prepárense para que no lo consiga.
Un par de minutos después, los tres estaban sentados alrededor del círculo de fuego. Era enorme, así que no pudieron tomarse las manos como pretendían. La senshi del fuego comenzó a recitar una oración que Nerea no entendió en absoluto, pero cerró los ojos y creyó, y muy a su manera oró también, porque no sabía cómo volver a ver a su madre, pero cuando Ares le dijo que había posibilidad de ver a su padre, no lo dudó. Ese hombro rubio de sonrisa fácil y ojos amables estaba vívidamente en sus memorias. Aunque solo fueran fugaces encuentros, su madre nunca le ocultó nada y ella aprendió a quererlo igual que los hijos a los que si podía abrazar diariamente.
El fuego chisporroteó cuando Enya arrojó el cristal de Marte y la jadeita. Humo blanco emanó con intensidad y llenó la habitación por completo. Pero no era ahogante ni molesto, aunque si menguaba un poco la visibilidad. Enya estaba encantada, aunque no dijo nada, ese era el avance más significativo que había tenido en diez años.
De pronto los vio, un par de siluetas etéreas se alzaron sobre el fuego sagrado. No eran muy grandes y para nada definidas, pero el candor, el aroma, la inmensa sensación de estar ante algo conocido y agradable inundó a los tres jóvenes sentados.
-¿Mamá? ¿Papá? -preguntó vacilante. El fuego brincó en respuesta.
De pronto, las paredes y techos de la habitación comenzaron a cristalizarse como si fueran cubiertas por hielo, pero aquello era imposible con el clima y el calor del cuarto. De pronto, comenzó una nevada en pequeña escala sobre ellos, ligeros copos de nieve cubrieron sus cabezas y se extinguían en poco tiempo, mezclándose con sus cabellos. Era Jadeite saludándolos, no había duda.
-¡Papá! -gritaron los tres al mismo tiempo, movidos por el mismo impulso de verlo.
"Hijos"
Se escuchó como un eco, en una voz ahogada casi en un susurro. El fuego se apagó de pronto y no quedó más rastros de la nieve más que sus cabellos húmedos y sus ojos llorosos para combinar.
-Hijos. -repitió Ares mientras observaban el fugaz brillo de los humeantes cristales.
0 0 0
5 años antes.
-¡No! ¡Ellos tendrán una vida normal! -gritó Andrew mientras se ponía de pie y arrastraba molesto su silla hacia atrás. Ninguno de los demás a la mesa dijo nada, todos comprendían su desesperación.
-No veo porque esto es tu decisión- dijo Haru con firmeza, estaba sentada en un banco en la barra de la cocina, junto con Ares, Raeden y Dioné, el hijo de Hotaru.
-¡Porque soy tu padre señorita, te guste o no!
-¡Pues no me gusta! -dijo fríamente-. Que te hayas revolcado con mi madre no te hace mi padre. Solo él es mi papá, ¿Entendiste?
-¿Ah sí? ¿Te gustaría irte a vivir bajo un puente o cuál es tu plan?
-¡Andrew, basta! -gritó Reika y se puso en pie también, al mismo tiempo que Haru lo hacía. La mujer se apresuró, pero la chica era ágil y escurridiza. Se movió con soltura hasta llegar a Andrew y lo encaró de lleno. Era alta para su edad, cortesía de sus genes y los de su madre, pero él seguía siendo más alto y tuvo que mirarlo hacia arriba mientras lo afrontaba.
-Papá nos dejó una casa, con vecinos que nos conocen y nos quieren como familia. Ellos y yo volveremos ahí mañana, ¿Entendió Furuhata-san?
-¿La cabaña en Ena? -preguntó Molly sorprendida. Raeden asintió-. Creí que había sido destruida por Venus.
-Papá mandó repararla, dijo que era nuestra. Ha sido el único lugar donde siempre fuimos felices.
Andrew estaba por decir que no lo permitiría, pero Hotaru se puso en pie y caminó hacía ellos, llamando la atención de todos de nuevo, incluso de Haru.
-No pueden irse cariño. El plan ya está en marcha y ustedes deben permanecer cerca.
-¿De qué hablas?
-La razón de que este aquí, con mi familia incluso, es porque hemos venido a pedirle a Raeden y a Ares que vengan con nosotros.
Los dos niños que seguían en la barra junto a Dioné, se miraron fugazmente entre sí, luego volvieron su atención a Saturno.
-¡Quiero ir también! - dijo Haru, pero Hotaru le acarició el cabello y luego la tomó del hombro para llevarla consigo de vuelta a la mesa y alejarla de Andrew que se había quedado sin palabras.
-Tú tienes otra misión querida Haru. Ya te hemos enseñado todo lo que podíamos cuando Neflyte y tu vivieron con nosotros hace unos once años. Quizá te parezca poco, pero sé que recuerdas el entrenamiento y que tu padre continuó con él cuando se fueron—la chica asintió-. Es hora de que Raeden aprenda a ser un guerrero y Ares un shittenou.
-¿Y qué debo hacer yo mientras tanto? ¡No me puedes dejar aquí!
-Todos somos la suma de cuantas personas intervinieron en nuestra vida, pequeña Haru. No tengo mucho más que sumar a tu desarrollo, pero Andrew sí.
-¿Qué? -preguntó la chica molesta, mientras miraba el rostro también confuso de su padre.
-Solo hay una manera de derrotar al gobierno de Cristal Tokio—intervino Assanuma por primera ocasión en la noche-. Y esa es desde dentro.
-¿Estás loco? -repuso Andrew, acercándose a su antiguo compañero. Assanuma no se movió, por el contrario, mantuvo la calma y miró a Haru con tranquilidad.
-Ares y Raeden deben entrenar para poder entrar al palacio y enfrentarse a los reyes y a Luna y Artemis. Ellos son los enemigos a vencer.
-¿Te golpeaste la cabeza? -cuestionó un sorprendido Andrew-. ¡Solo son dos chicos y ellas seis, jamás podrán vencer sus poderes, ¡Tienen años entrenando!
-Tranquilízate Andrew, ellos nacieron para esto.
-¡Claro Assanuma, para ti es fácil decirlo porque...!
-¿Por qué? -interrogó mientras se ponía de pie también, aunque con notoria calma- ¿Por qué no tengo un hijo en esto? Tengo a Dioné, y yo no soy capaz de defenderlo si algún día vienen por él, ¿Crees que no siento tu dolor? ¿Que no te comprendo? He pasado noches en vela dándole vuelta a mil planes para sacar a mi esposa y mi hijo de esto, pero acepté que no soy capaz de defenderlos con mis manos, y eso no me hace menos hombre ni menos padre.
-Assanuma...
-Hace más de diez años, Neflyte arriesgó su vida y me sacó a mí y a Hotaru de una muerte segura. Cuando supe que también había salvado a Makoto senpai y a tu hija de lo mismo, comprendí que lo que sea que ese hombre necesitara de mí, yo lo haría sin dudarlo. Ahora están aquí, sus tres hijos y mi mujer pidiéndome que me haga a un lado para vengar su muerte, liberar a sus hijos de un futuro incierto y sacar a las hijas de sus amigos del infierno en el que viven. Si no estorbarles es mi única función, eso haré.
Andrew miró a los ojos a Assanuma por unos instantes. Se vio en los ojos de quien fue su pupilo y solo encontró a un hombre que él no quería ser. Se había perdido tanto en sus reuniones infructuosas para derrotar al gobierno a través de la guerra civil, que se había negado a sí mismo el hecho de que no podría solo, ni él ni un grupo de humanos con armas. Pero tampoco quería arriesgar a su única hija, que estaba en las mismas circunstancias.
-¿Y que se supone que quieren que haga? -preguntó resignado y sintiéndose un tonto.
-Quiero que me metas a la resistencia, enséñame lo que debo saber del palacio para entrar y salir de ahí con vida.
-Pero no tienes poderes, ¿Cómo podrías? -preguntó Andrew bastante asustado.
-Ares...-llamó la castaña-. Freya y Asahí... ¿Pueden transformarse?
El rubio se desconcertó por la pregunta y se presionó para recordar. Sus ojos confundidos se centraron en Saturno.
-No. -dijo dudoso. Pensó un segundo más y luego sonrió-. ¡No! ¡Y Enya tampoco podía si mamá no le daba el cristal!
-¡Raeden tampoco lo hizo! Solo aquella vez que mamá le dio el cristal.
-¿A que vas con esto? -preguntó Reika, todos los demás estaban igual de confundidos a excepción de Saturno que sonreía débilmente.
-No tienen los cristales-respondió Hotaru-. Ninguna de esas chicas tiene su cristal con ellas.
-¡Y nosotros sabemos dónde están! -gritó Haru-. ¡Si Ares y yo llegamos al palacio con ellos, nos dejarán entrar y confiarán en nosotros!
Todos miraron a Haru, sonriente y decidida. Andrew también la observó, tan idéntica a su madre que asustaba, tan parecida al general que desconcertaba.
Pasaron un par de minutos en silencio, sin nada más que el sonido de sus propias respiraciones y el viento que azotaba una rama contra la ventana de la cocina. Andrew observó despacio a cada uno, a Reika al final y ella le sonrío tímidamente.
-Bien, si vamos a hacer esto... necesitamos un plan.
0 0 0
10 años antes.
Había pasado un mes desde que Ares vivía con ellos. La casa era más ruidosa y divertida desde entonces. Tanto que, a la larga, Neflyte y Makoto dejaron parcialmente de lado el dolor que los aquejaba, aunque nunca lo hablaron de lleno y de frente.
Pero esa era una mañana muy calurosa, y la noche había sido excepcionalmente larga. Cuando Makoto abrió los ojos, Neflyte estaba parado en la ventana con la vista puesta en el cielo, algo que solía hacer de noche, pero en esta ocasión el sol ya asomaba sobre el horizonte.
Ella se sentó en la cama y lo miró en silencio, él se sentía observado, pero no dijo nada por un buen tiempo. Sus labios apenas se habían separado un poco cuando la puerta se abrió de golpe y Haru entró corriendo y se subió a la cama con su madre, seguida de ella Raeden y Ares brincaron también. Solo que esta no fue una interrupción alegre y caótica como el grueso de las mañanas.
-Tuve una pesadilla—dijo la niña-. Mi padrino... -murmuró.
Makoto miró a Ares y él se apenó. Cuando le preguntó si soñó lo mismo él dijo que sí y que estaban cerca.
-Haru, vístanse y tomen sus cosas. Muéstrenle a Ares el refugio y vuelvan de prisa para desayunar, ¿De acuerdo? - todos estuvieron de acuerdo y corrieron de vuelta a la habitación a hacer lo que se les mandaba. Makoto se levantó de la cama y se encaminó rumbo a Neflyte que seguía mirando al cielo.
-Llegarán en unas horas-susurró.
Ella enredó sus brazos alrededor de sus hombros y recargó sus labios contra su cuello, inhalando su aroma en un profundo suspiro.
-Déjamelo a mí- le dijo. Neflyte sopesó la idea un momento y después giró en dirección a la mujer, rompiendo el abrazo.
-No, yo me encargaré de él. Tú de Mars.
Aquello sonaba injusto de cualquier manera. Ni ella ni Neflyte querían enfrentar a sus mejores amigos, pero tampoco podían permitir que alguien más peleara con ellos. Makoto sintió algo de remordimiento al darse cuenta que luchar contra Rei le causaba más problema que hacerlo con Mina o Amy, aunque ciertamente pensó de inmediato en Haruka y se estremeció por completo. Resultaba aberrante que la recompensa de matar a su mejor amiga era enfrentar a su maestra.
-¿Estás bien? -preguntó de nuevo cuando vio los ojos del general perdidos en la nada. Neflyte había demostrado tanto aplome, que verlo tan cabizbajo y asustado, que lo estaba, también causaba desconcierto en ella.
-Quiero que desayunemos todos juntos—dijo casi en una súplica, con su voz gruesa algunos octavos abajo-. Revisaré sus suministros y después... -se pausó para tragar saliva-, después quiero hacerte el amor.
Makoto se ruborizó un poco ante la manera que tuvo el hombre para pedirle aquello. Ciertamente jamás se habían puesto de acuerdo para hacerlo, simplemente era una acción tácita con algunas señales de por medio. Pero debido a todos los acontecimientos recientes, entendió su petición.
-No podemos.
-¿Por qué no? -preguntó, aunque ni su voz ni su rostro expresó sorpresa.
-Quieres hacer el amor como despedida. Por si morimos hoy-respondió ella mientras acariciaba el rostro afilado del general, que llevaba una ligera barba de dos días sin atender-. Pero no moriremos hoy. Sabemos que de todas las batallas que podamos tener, ésta es la peor para nosotros. Ellos lo saben, querrán quebrarnos si no logran destruirnos...
-Pero ya estamos rotos—dijo él mientras se frotaba en su palma fresca y suave.
0 0 0
Los cinco pasaron el resto del día como una familia normal, ambos estaban esforzándose por darles a sus hijos buenos recuerdos para un futuro sin ellos. Desayunaron, jugaron afuera y revisaron el refugio, donde cada chico guardó algo importante para rescatar. Makoto se sorprendió de ver aún casi completo el viejo libro de cuentos que Neflyte había traído aquella noche del palacio y que el mismo Jadeite le alcanzó cuando volvió por él.
El castaño tomó el libro y lo revisó con cuidado. Una sonrisa melancólica se dibujó en sus labios. Luego se lo devolvió a Haru y después de abrazar a los tres chicos, les dieron instrucciones para que no volvieran hasta que recibieran la señal. Ares se detuvo un poco y los miró antes de emprender su camino.
-Sé que quieres quedarte cariño, pero no deberías ver esto.
-Los extraño.
-Lo sé. Pero tu papá no me perdonaría que te expusiera a este peligro. Lo importante es que pase lo que pase, tu y los demás estén bien. Volverás con tus hermanas, es una promesa—dijo Neflyte y Ares asintió.
-Los shittenou siempre cumplen sus promesas.
-Así es.
Los chicos se fueron dejando a los dos guerreros de pie fuera de la casa, con sus ojos puestos en el atardecer que pintaba el lago frente a la choza de tonos naranjas y violetas. Una cálida brisa movió sus cabellos y acarició sus rostros.
Neflyte caminó hacia Makoto y la tomó del rostro, ella se dejó guiar hasta sus labios fundiéndose en un beso robado pero deseado, que se profundizó en un instante. El sabor de su boca era tan dulce a sus sentidos como la primera vez, sobre todo ahora que tenía cerca de dos meses sin probarlos.
La abrazó porque deseaba hacerlo y ella se dejó atrapar entre esos fuertes brazos que la hacían sentir tan pequeña e indefensa, pero de una forma dulce y romántica. Se olvidaron por un momento de que estaban afuera y de lo que hacían ahí, tanto que si no hubiera sido por un intenso calor que se sintió sobre ellos, pudieron haber caído al piso y haber hecho el amor ahí.
Neflyte rompió el beso y giró rumbo al lago. El agua antes cristalina borboteaba como el contenido de una tetera lista para el té. Alzó una mano para cubrir a Makoto y ambos retrocedieron ante el intenso calor que emanaba del agua, pero entonces una enorme pared helada salió de la nada y les cortó el paso.
Quedaron los dos atrapados entre el fuego y el hielo. El momento había llegado.
-¡Vaya, soy yo o el calor aquí es impresionante! - dijo el rubio de ojos antes azules y ahora carmesí que flotaba sobre el lago. Agarrada con fuerza por la cintura, la senshi del fuego tenía sus brazos alrededor de su cuello. Sonriendo con malicia, Rei miró a sus antes amigos y dijo:
-Me parece que es el infierno reclamando a un par de malditos asesinos.
CONTINUARÁ...
¡Felices fiestas!
Un saludo a todos los que pasan por aquí... sigo en la fiesta al igual que ustedes espero... o al menos en el descanso, lo que sea que disfruten y crean, así que no me explayaré mucho aquí.
Un abrazo, gracias por pasar y gracias por sus comentarios.
