Daño colateral.

Ares saltó un poco en su lugar cuando uno de los árboles cayó justo sobre la rendija que cubría el escondite. Haru lo vio, el chico estaba más pálido que de costumbre y sus hermosos ojos amatista parecían centellar con las lágrimas acumuladas. Raeden lo tenía tomado de la mano, pero el castaño no estaba ni un poco menos asustado.

Ella también moría de miedo.

Haru recordaba muy poco a su padrino, tenía recuerdos vagos y fugaces de un hombre rubio que la cargaba en hombros mientras paseaban por los cerezos de un bello jardín. Su padre le dijo que eso pasó en la primavera antes de que escaparan, porque a Jadeite le gustaba decirle "Sakura" y no Haru, al parecer él nunca entendió porque no le pusieron ese nombre.

-¿Van a morir? -preguntó el rubio en un susurro casi ahogado. Ella no lo escuchó claro pero no hacía falta, entendió perfecto.

No supo que decir. ¡Solo tenía nueve años! Y estaba encerrada en una madriguera con dos niños de cinco y un youma en forma de sombra que custodiaba la entrada. ¡Sí! Cuando el horrible ruido de la tormenta mezclada con el bosque en llamas cesara, uno de esos dos niños sería huérfano... la pregunta era, ¿Quién?

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El agua de la lluvia resbalaba por su rostro y se mezclaba con las lágrimas que se fugaron de sus ojos casi apagados. Sus manos ya no apretaban con tanta fuerza, su boca estaba seca y la visión la abandonaba. Jadeite estaba ahí mirándola con tanta frialdad, más de la que hubiese visto en nadie jamás.

Le quedaba un poco de fuerzas, tenía que usarlas para escapar, así que en su último suspiro logró invocar al rayo y de la tiara en su frente comenzó a salir la antena que direccionaba su poder, era su última oportunidad.

-¡Oh no cariño, no lo harás! -dijo con tanta dulzura en su voz que fue repugnante. De un golpe la tiara salió de su frente y se proyectó hacia la nada.

-Jadeite... -susurró.

-¿Por qué te resistes? ¿Por qué sigues defendiéndolo? ¿No escuchaste nada de lo que te dije? ¡Él nos traicionó! A ti y a mí... ¡El maldito se acostaba con otra mientras tú lo esperabas!

-Él...no...

-¡Él sí, Mako querida, él sí! -gritó, pero esta vez su voz era de verdadero dolor y por un instante, su rostro duro y cruel se relajó en una expresión más parecida a las que Jadeite haría-. Pudo tomar mi lugar, tú lo hubieras perdonado... Rei nunca lo hizo.

Una lágrima resbaló por la comisura de los ojos carmesí. Se perdió de inmediato entre el agua de la lluvia, pero Makoto pudo verlo, pudo entenderlo. ¿Cuántos años cargó Jadeite con ese sentimiento?

-Yo... -dijo en una voz gutural, la falta de aire le cortaba las palabras-, lo engañé primero.

-¿Qué? -preguntó muy sorprendido y aturdido, sus ojos se abrieron a tope mientras su rostro se tensaba de nuevo. Jadeite aflojó su agarre y le permitió a la senshi jalar aire con desesperación, pero en ningún momento descuidó su agarre-. ¡Dilo de nuevo!

Makoto tosió un par de veces, algunas gotas de sangre escaparon por su garganta y mancharon las mangas del traje gris militar-. Haru no es su hija—dijo rápido, aprovechando el poder respirar.

"Si Kunzite fuera su padre, podrías explicar por qué parece no tener poderes... seguro serán mentales y eso no se desarrolla siendo tan joven". Eso había dicho Zoycite una tarde que ambos entrenaban a solas. En ese momento Jadeite se rio y dijo algún comentario estúpido que tenía que ver con que Haru nunca necesitaría tener que ver las estrellas para orientarse, pero ahora que escuchaba de voz de la senshi del trueno que su hija no era del castaño engreído y vanidoso, todo cuadró.

Jadeite entrecerró los ojos con fiereza, estaba de nueva cuenta enojado, pero ahora tenía en sus manos a la persona que él culpaba por su dolor. Júpiter estaba exhausta, sus manos ya no luchaban por salvarla, sino que se sostenían del brazo del general. Era tanto su cansancio que comenzó a sentir como un frío intenso subía por sus pies, luego por sus piernas hasta su cintura. Cuando se dio cuenta de lo que pasaba era tarde, casi todo su cuerpo estaba congelado y solo su rostro tenía movimiento, el suficiente para sonreírle a Jadeite antes de cerrar los ojos.

-Perdón.

El rubio abrió su puño y entonces el tieso y helado cuerpo de la senshi se desplomó. Neflyte pudo ver con terror como su mujer iba en caída libre directo a su muerte.

Por un momento creyó que no llegaría a tiempo, pero Jadeite no se movió de su lugar, se limitó a contemplar el intento que hizo Neflyte por alcanzarla y protegerla. Makoto cayó en sus brazos, estaba tan fría que parecía un cubo de hielo frágil y quebradizo. Su piel era de un enfermo azul y sus labios morados, su cabello parecía escarchado en nieve, como si la acabara de sacar del fondo del antártico.

-¡Mako! ¡Mi amor! -la llamaba mientras la mecía en su regazo, cubriéndola por completo tratando de calentarla.

Ya no llovía, pero la tormenta había apagado todas las fogatas que Rei había encendido. Y para su buena o mala suerte, la senshi de Marte seguía inconsciente unos metros más adelante. Abrazarla sería la única forma de devolverle un poco de calor a su cuerpo, antes que su corazón también se congelara.

-¡Tal para cual! -aulló Jadeite mientras comenzaba su ataque. Cada golpe era recibido por Neflyte directo en la espalda, que acunaba a Makoto para que no la lastimara, todos daban certera y dolorosamente, el castaño se retorcía, pero aguantaba, realmente estaba entre la espada y la pared.

-¡Es mi hija! -gritó con fuerza y mucha furia. El rubio detuvo su ataque al escuchar. Lentamente bajó de su posición en el cielo y caminó rumbo a los guerreros. Neflyte podía escuchar la madera quemada crujir bajo sus botas y su corazón latir con desenfreno. El andar de su amigo se detuvo justo a sus espaldas, pero él no se movió, en su lugar atrajo más a la helada mujer en sus brazos y le hundió el rostro en su pecho-. Sé que entiendes. Haru es tan mía como Nerea es tuya.

-Nerea es mi sangre-gruñó molesto ante la comparación, aunque en volumen bajo.

-Haru es mi promesa. -respondió.

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22 años antes.

-¡Serena! -la chica rubia parpadeó aturdida. No habia estado poniendo atención, su mente divagaba en mil cosas diferentes menos en la conversación-. ¿Otra vez? ¿Sigues sin comprender la importancia de esto? -reprendió Luna mientras se acercaba a ella, Darien que había estado observando por la ventana fijó su atención en ellas.

-No es que no lo entienda Luna, es que no le veo sentido.

-Esto beneficiará a todos, es todo el sentido que debes encontrarle.

-Beneficiará a quienes estén de acuerdo. Hasta el momento solo podría pensar en Amy y Zoycite.. El resto...

-El resto lo estará Darien-respondió la gata, cayendo en cuenta que a quien debería convencer primero de su plan era al rey-. El general Kunzite acaba de pedir la mano de Minako y todos sabemos que Rei y Jadeite estarán juntos cuando ella se deje alcanzar, es cuestión de tiempo.

-¿Y que hay con Makoto y Neflyte?

Luna curvó sus labios en una mueca que no podría llamarse propiamente sonrisa. Decidió girar en otra dirección donde pudiera disimular mucho mejor su expresión-. Mako-chan es una romántica empedernida, y Neflyte es un coqueto... simplemente les falta tiempo para conocerse y acomodarse. Debo decir que Lord Kunzite no ayudó mucho al respecto.

-Que bueno que tocas ese tema Luna—repuso Darien, que no había encontrado la oportunidad para sacar la charla a colación antes-. Kunzite me ha comentado que está un poco preocupado por la salud de Makoto, y creo que todos hemos visto un deterioro al respecto. La conocemos desde hace tiempo y es evidente que algo le pasa. Amy dice que los estudios están bien, pero creo... quizá tendrá algo que ver con su energía, ¿Pudiera ser?

-Lo es. -respondió sin reparo. Esa plática ya había tardado demasiado y era momento de afrontar las cosas, sobre todo esa tarde que no había nadie más en el palacio.

-¿Qué significa eso?

Serena se puso de pie, había estado casi recostada sobre el sillón de la oficina de Darien. Tenían poco de haberse casado y apenas unos días de la boda de Amy y Zoycite. Las cosas estaban pasando algo apresuradas para su comprensión. Pero hablando de energía ella lo entendía, sus capacidades estaban algo disminuidas.

-No hace falta ser un genio para entenderlo Darien-contestó la mujer mientras caminaba hacia atrás del escritorio. El moreno alcanzó a su esposa en la sala-. Todos aquí tenemos una misión en conjunto y un don en particular. Si quisiera hacerlos a todos más listos, usaría el cristal de Mercurio, si los quisiera más fuertes, el de Urano, más espirituales el de Marte, ¿Me siguen? -los dos asintieron-. La Reina Serenity acordó durante el milenio de plata, que por el bien de las senshis y su misión con el universo, no pudieran tener hijos. ¿No es eso terrible?

-Pero yo... -interrumpió Serena-. Chibiusa...

-Bueno, el futuro como lo conocemos ha cambiado, simplemente ya era diferente desde que conocimos de su existencia. Si no me creen, pueden verlo con Plut y ella les explicará.

-¿Qué tiene que ver esto con Makoto?

-¡Todo Serena, todo! -dijo con una sonrisa extraña en los labios-. Júpiter rige a la naturaleza, siempre ha sido la única capaz de dar vida, aunque Saturno se acerca bastante pero solo puede hacerlo con ella misma. ¡Imagina eso! Un grupo de niñas corriendo por los jardines, las chicas teniendo al fin las familias que han soñado. ¿Pueden ver a una pequeña traviesa y alegre como Mina corriendo por ahí? ¿A una pequeña Amy escondida en la biblioteca? ¡Imagina a la misma Mako-chan horneando un pastel de cumpleaños para su pequeña! ¿No es hermoso?

Serena sonrió, un gesto dulce e inocente que iluminó su rostro como no lo había hecho en mucho tiempo. Sus ojos azules, tintineantes de alegría, miraron entusiasmados a Darien, quien seguía con una expresión confusa en el rostro.

-¡Niñas que jueguen con Chibiusa!

-Pequeñitas que den alegría a sus padres, ¿No sería hermoso que eso pasara? ¿No sería un sueño que pueden cumplir? En el futuro del que Chibiusa vino, no había nadie que la acompañara, las senshis nunca tuvieron descendencia, ¿Por qué no cambiar eso?

-¡Vamos Darien! ¿No suena maravilloso? -preguntó Serena ya convencida, se colgó del brazo del hombre como solía hacerlo cuando era una chiquilla.

-Suena bien, pero hay que ver que opinan ellos al respecto Serena, esta no es una decisión fácil.

-¡Imposible! -sentenció Luna con exagerada rudeza, la atención de ambos monarcas volvió a ella-. Si les damos la opción de elegir, siempre escogerán el deber.

-¿Y no deberían poder hacerlo de cualquier forma?

Darien y Luna se miraron mutuamente de forma un tanto retadora y tosca. Hacía tiempo que el monarca tenía sus diferencias con la mujer, sobre todo cuando le dejó en claro que sus hombres debían lealtad no solo a él, sino al reino de la luna por haberles perdonado sus fechorías y traerlos de vuelta. Los cuatro seguían algo aturdidos y ella no fue muy gentil con ellos.

-¿Eso te dejaría más tranquilo? -preguntó, su voz tan dulce que sonaba falsa-. Ve y pregúntales, si hubiese uno de ellos que dijera que no desea ver feliz a su amada no lo haremos.

-¿Qué hay con Makoto?

-Estará bien, solo pedimos prestado un poco de su poder, el necesario para preparar la llegada de Chibiusa-sonrió. Serena también lo hizo pero Darien apenas si reaccionó-. Es necesario, pregúntale a Setsuna, insisto.

Serena miró a Luna y luego a Darien. No era la más inteligente pero tampoco podía negar que no entendía lo que la morena pretendía decir con eso. Setsuna y Darien se veían a escondidas, ella lo sabía y había aceptado que no podía hacer nada al respecto. Pero quizá una hija...

-Eso haré.

El ojiazul se libró con gracia del agarre de su esposa y salió de la habitación. Serena estaba desolada y un tanto molesta, miró a Luna con reproche y luego dio la vuelta, con toda la intención de alcanzar a su esposo en el pasillo.

-¡Espera Serena! -la llamó Luna con dulzura. Ella se detuvo y giró-. Este será el sueño que todas desean cumplir, y las cosas estarán en su lugar para que nadie sea infeliz nunca más. La gente feliz no traiciona a sus seres queridos. ¿Cierto?

-Cierto-murmuró.

-No lastimaremos a nadie, Mako-chan es fuerte y estoy segura que si le digo, estará más que feliz en ayudarlas a todas, ella es así-Serena sonrió convencida de esas palabras-. Y entonces, con su ayuda este lugar estará lleno de niñas, Chibiusa por fin estará aquí, Darien será feliz con su hija en brazos y a Setsuna y las demás, pudiéramos darles la misma oportunidad... cada una viviría su propia vida y dejaría de meterse en las de otras personas.

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10 años antes.

Empezaba a oscurecer y el frío les calaba. Haru había tomado una manta del refugio y se había envuelto en ella con los dos niños, uno a cada lado. Sostenía sus rodillas con sus brazos mientras miraba por una pequeña rendija las gotas de lluvia caer. Sabía que la llovizna la había creado su madre, estaba segura que su intención era evitar que el bosque se quemara.

En su mente la instrucción era clara. Dark Shadow tenía encantado el lugar para que nadie pudiera detectarlo fácilmente. Si sus padres no llegaban, por no decir que no sobrevivieron, debían esperar tres días para salir, o antes si el youma se los permitía.

Deberían ir a la ciudad y tomar un tren con destino a Tokio. Tenía memorizada la dirección de Andrew Furuhata, su padre, y es ahí donde debían llegar. Él los cuidaría, su madre se lo aseguró. Aunque en dado caso de que no lo encontraran todavía estaba la dirección de Molly Osaka, al parecer una vieja amiga de su padre, pero por alguna razón, Haru no quería ir ahí más de lo que quería ir a la casa Furuhata.

-¿Oyen eso? -murmuró Ares, sus ojos abiertos con expectación.

-Yo no escucho nada-respondió Raeden, en un susurro dulce pero asustado.

-¡Exacto! ¡Se acabó!

Ares se puso de pie, deshaciéndose de la cobija y tirando a Raeden con el movimiento. Haru trató de alcanzarlo, pero la misma tela se lo dificultó un poco.

-¡Espera! ¿A dónde vas?

-¡Afuera! Tengo que ir.

El rubio trató de abrir la puerta que lo separaba del mundo exterior, pero el youma que los cuidaba se lo impidió. Haru respiró un poco más tranquila, era lista y comprendía que ese niño estaba tan o más nervioso que ellos, y además no había habido tiempo suficiente para hacerle comprender lo importante de estar a salvo. También era la primera vez para ella y su hermano, en las dos batallas anteriores ¿Haru apenas era un bebé y en la segunda, tuvieron la suerte de estar con la señora Katsumoto cuando todo sucedió.

-¡No podemos irnos! Te explicamos las reglas. -lo reprendió como si de su hermano se tratase. La cara siempre dulce del rubio se mutó a una expresión de molestia mezclada con miedo.

-¡No puedo más! ¡Yo voy a ir!

Y así sin más, Ares se esfumó frente a sus ojos.

-¡Haru! ¡Hay que ir por él! -gritó Raeden asustado.

-¡Ya lo sé, ya lo sé!

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-¿Por qué?

Aquella aparente sencilla pregunta salió de los labios de Jadeite casi en un susurro. Para cualquiera sería una interrogante poco clara, pero Neflyte no era cualquiera, era casi su hermano y él único que podría entender las millones de preguntas que acompañaban esas dos palabras.

-Creo que lo sabes-sonrió-. Tú siempre lo supiste todo de mí. Siempre supiste que, aunque intenté alejarme de ella yo la amaba. Te diste cuenta del miedo y la inseguridad que sentí cuando Kunzite la buscó y lo enfrentaste en mi nombre. —Neflyte se levantó lentamente. Makoto respiraba muy lento, casi imperceptible en sus brazos. Giró junto con ella para encarar a su atacante-. Seguiste animándome cuando yo mismo me rendí y creí que era muy tarde para hacer que me amara.

-Yo... ¿Hice eso? -Jadeite sintió una punzada en la cien, se llevó las manos a ella tratando de aliviarla.

-¿Quién sería tan malditamente necio sino tú? -El rostro ensombrecido del rubio, dibujó de nuevo una mueca que a duras penas era una sonrisa-. Y para muestra de tu necedad está Ares.

-Ares... -sus ojos se tornaron vagamente azules de nuevo-. Yo... ¡Hice algo terrible! -dijo conteniendo la respiración, su voz ahogada en vergüenza.

-Sabías que ese elixir que les dieron provenía de ella, supongo guardaste un poco para concebir a Ares, ¿O me equivoco? -Jadeite abrió sus ojos, sorprendido por la correcta deducción, aunque de inmediato relajó el gesto.

-¡Ella estaba bien! -apresuró a justificarse, molesto de ser señalado.

-Nadie te juzga por eso, yo mismo tengo un hijo con ella—Las facciones del rubio se endurecieron más ante esas palabras-. Este si es mío.

Y ante los ojos castaños del mal herido shitennou, su amigo entrañable sonrió. Con esa mueca tan característica del más noble y risueño del escuadrón. Neflyte se dejó llevar y le devolvió el gesto con la misma intensidad. Por un momento fueron los de siempre, ese par de cómplices cuya amistad había perdurado a través de varias vidas.

Ese fue un segundo que el general del norte atesoraría hasta la muerte.

Un segundo que duró exactamente eso.

-Bien, lo llevaré también conmigo—dijo Jadeite con tosquedad, aunque era evidente que luchaba internamente por tener el control-. Endymion debe recuperar a su shitennou.

-...Nef... -un leve susurro, casi imperceptible, salió de los helados labios de la senshi del trueno, tan pálida como la nieve-, no puede...no puede llevárselo.

-Mako... yo...

-Tienes que pelear, ¿Entiendes? -balbuceó-, Jadeite no te perdonará si no peleas de verdad.

Era cierto, Neflyte lo sabía. Sabía que Jadeite de una forma u otra había asimilado, probablemente solo y en silencio, el haberlo encontrado con Neptuno aquella noche. También lo había perdonado por ser un cretino con él cuando más necesitaba un amigo. Por que Jadeite era así, inteligente y noble. Si despertara... si algún día lograba librarse de ese hechizo lunar, no le perdonaría jamás el haberse dejado vencer por él, solo por el miedo a perderlo, aun cuando eso ocasionara el fin de sus planes.

-Tú y yo, como en los viejos tiempos—murmuró el castaño. El rubio sonrió con malicia en los labios pero complacido de aquellas palabras.

Neflyte miró de nuevo a Makoto, moriría de hipotermia. Buscó con la vista donde dejarla y de nuevo solo estaba ella, la senshi del fuego. ¿Acaso podría?

Dudó un segundo más, no había otra opción después de todo. Ante la mirada fría y calculadora del general del este, depositó a la senshi del trueno lo más cerca que pudo del cuerpo inconsciente de Rei. Ella emanaba calor, ella era fuego puro corriendo por sus venas, debía servir y esperaba con todo su ser que la morena no despertara antes que Makoto pudiera hacerlo.

La dejó ahí, junto a su amiga entrañable y volvió de nuevo su atención a su hermano. Jadeite ya estaba en el suelo, esperando por la batalla final.

-¿Sabes una cosa Neflyte? Prometí que recibiría cada ataque por ti—susurró-, pero jamás imaginé que tú los dispararías.

-Para mí tampoco es fácil, hermano.

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Flash back

Un fuerte estruendo se escuchó en la habitación de la esquina oeste, pero nadie se atrevió a salir. Nadie salvó él.

Jadeite caminó con sigilo, hasta que los pasos que iban y venían dejaron de escucharse, entonces se acercó.

Empujó la puerta con mucha cautela, pudo sentir la resistencia típica de los escombros en el suelo. Todo aquello era un desastre, una inequívoca muestra del poder y el rencor unidos para destruir.

Suspiró. Al fin su amigo había tenido las agallas para irse. Tomó a su mujer y a su hija y simplemente se fue, en busca de una vida tranquila y feliz, ¿Podía culparlo? ¡Desde luego que no! ¡Cuántas veces no había prometido él a Rei lo mismo!

Pero Luna había sido muy clara al respecto, si él hacía algo, por más mínimo que esto fuera, la sacerdotisa se enteraría de todo lo que el general había decidido por cuenta propia y que había desembocado en la formación de una familia para la que ella siempre alegó no estar preparada.

No podía permitir eso, aquella revelación sería el último clavo del ataúd de su amor.

Neflyte siempre iba un paso más adelante, siempre había sido el más impulsivo y arriesgado de todos. Kunzite decía que eso lo llevaría a su muerte y quizás sí, pero al menos no era un cobarde como él. Al menos había seguido su sueño de una vida libre, donde las decisiones sobre su futuro las tomara él y no una gata con complejos tiránicos.

¿Por qué rayos no lo escuchó? ¿Por qué no se había ido con él? Por Enya... desde luego. Porque esa maldita mujer se había llevado a Enya, Asahí y Freya... y sólo Neflyte había tenido la voluntad de oponerse a que Haru también se fuera.

Estaba por irse cuando el libro al pie de la cama llamó su atención. El compendio de cuentos para dormir que él le había regalado a su ahijada por su primer cumpleaños estaba ahí, lo habían dejado. Pero Jadeite era listo y Neflyte impulsivo. Decidió tomarlo y esperar, volvería por él en cuanto lo echara de menos.

Y lo hizo, menos de un minuto que le dio la oportunidad de despedirse, de pedirle que se cuidara y cuidara a las dos hijas de la naturaleza que ahora lo acompañaban. ¡Podría seguirlos! ¡Claro que sí! Giró impulsivo, decidido a buscar a Rei e ir por Enya... ¡Se irían también esa noche!

Pero entonces un fuerte dolor en su pecho lo hizo paralizarse, lo hizo retorcerse al grado que cayó de rodillas en medio del pasillo, su voz insuficiente para pedir ayuda.

-Lord Jadeite, ¿Iba usted a algún lado? -preguntó la mujer de largos y ondulados cabellos negros. El rubio la miró impactado-, espero que no, porque sería una lástima que algo le pasara a su adorada Enya si decidiera seguir al traidor que ha secuestrado a Júpiter y su hija.

Fin de flash back

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Y entonces, en contra de la misma naturaleza y de su razón, dos hermanos comenzaron a matarse.

Neflyte se repetía en un murmullo solo para él, que había pensado en eso antes, que no había otra forma de hacer las cosas, que eran su familia o él.

Bajo esos mantras atacó, aunque no con todo su poder. Los golpes de energía iban de un lado a otro sin control, aunque los dos habían evitado a toda costa atacar a las mujeres que seguían inconscientes en el suelo. La batalla iba a definirse según la senshi que lograra despertar primero, eso era un hecho.

A la mitad de un brutal ataque, que no solo había arrasado con el lago, la casa y el bosque, sino con todo alrededor, apareció él, el pequeño rubio de ojos amatista.

Nadie lo vio, pero hubo alguien que pudo sentirlo.

Se quedó inmóvil en medio de lo que fuese la casa que le dio asilo por un mes, refugiado apenas tras una puerta que por obra divina no se había caído aún, aunque estaba quemada hasta la mitad.

Sus ojos fijos en los hombres que flotaban sobre su cabeza, en su padre y en su tío, al que también le gustaba llamar papá de vez en cuando.

El cielo parecía rugir cada vez que alguno de los shitennou lograba acertar un golpe. Un halo de luz se dibujaba en la oscura y fresca noche. Iba a morir, lo sentía, porque siendo él hijo de la miko podía sentir aquello con más facilidad.

-¡Papá! -gritó desgarradoramente. Los dos hombres se detuvieron ante el llamado del pequeño de no más de seis años.

-¡Ares, vete de aquí! -gritó Neflyte, distrayéndose por completo de la pelea.

-¡Papá, ya basta! -insistió-, podemos quedarnos aquí, con ellos.

-¡Es tarde! -gruñó el rubio, una esfera de hielo apareció en sus manos.

-No lo es, iremos por Enya y Nerea y …

Pero Jadeite no lo dejó terminar. No tenía control sobre sí mismo, no distinguió a su hijo de un youma cualquiera. Lanzó su ataque y la esfera avanzó rápida y letalmente rumbo al pequeño. Ares cerró los ojos y se cubrió el rostro con los brazos, nunca podría sobrevivir a eso.

-¡Ares nooo! -gritó Neflyte, pero era tarde, la energía había hecho impacto y él no pudo ayudarle.

Ambos miraron el humo salir de los escombros, no había quedado nada en pie después de la explosión.

-¡Era tu hijo, idiota! -gruñó un enardecido Neflyte que se arrojó con todo contra su mejor amigo. Lo tomó del cuello y lo retorció con odio, dispuesto a acabarlo con sus propias manos.

-Y supongo que ese es el tuyo, ¿O no? -balbuceó ahogadamente, cada palabra apenas lograba salir entendible de sus labios.

Neflyte giró, Raeden tenía a Ares. Los dos tirados uno sobre el otro, a salvo del ataque.

-Raeden... -murmuró.

-Lo has entrenado bien, será un buen elemento.

-¡No, con mi hijo no te metas, maldito idiota!

CONTINUARÁ...

UY UY UY que si me ha costado sangre este capítulo... pues sí. Más de quince días y esto es lo mejor que pude hacer... y solo porque las garras del covid me están jalando a su reino... esperemos que sea falsa alarma peeeero... bueno, si no les gusta compréndanme... igual pongo mi corazón en esto.

Un saludo a todos, ya me voy a dormir... gracias por leer y escribir, disculpen la tardanza.