Amor de fuego y hielo.

Ese par de zafiros centellaban como nunca antes. ¡Estaba feliz, era dichoso! Sostenía con desmedido amor las manos de la mujer más hermosa del mundo, de su esposa. Las amatistas lo miraban igual y él lo sabía, sabía que en ese rostro sereno había una sonrisa, una genuina y llena de amor.

Jadeite y Rei se casaron en el templo Hikawa. Una ceremonia privada y de la cual, los medios, se enteraron meses después. Tuvieron la fortuna que el viejo maestro, abuelo de Rei, bendijera su unión antes de trascender al otro plano. No pudieron ser más felices entonces, incluso ella, aunque no lo demostrara mucho.

Había estado nerviosa, indecisa, muerta de miedo. Pero Makoto fue una buena amiga y la calmó, le hizo ver que no había hombre más enamorado en este mundo o en otro. Jadeite era todo de ella, siempre había sido así y a él no le daba miedo demostrarlo. La sacerdotisa tenía el corazón del general en la palma de la mano, nunca había visto un amor más evidente que ese.

Y Rei sabía que su amiga tenía razón. Estaba consiente que ese hombre la adoraba y ella lo amaba también, a su manera, pero lo hacía.

Así que una tarde de noviembre, el shitennou del este y la senshi del fuego se prometieron amor eterno y lo cumplieron a pesar de todo.

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-¿Estás bien? -preguntó el pequeño castaño al rubio que aplastaba con su cuerpo. Ares lo miró, su infantil rostro bañado en lágrimas y tierra. Asintió levemente-. Vámonos, no podemos ver esto.

Los dos niños se pusieron en pie, sin darse cuenta que en las alturas sus padres los seguían con la mirada, un breve instante en que cada uno se vio reflejado en su propio hijo, al lado de su mejor amigo.

-Esos éramos tú y yo, hace milenios... - susurró Neflyte, sin apartar la vista de los niños. Jadeite había dejado de luchar, pero no soltaba los brazos de su captor.

-Eso fue antes que todo esto se fuera al carajo-gruñó entre dientes-. Antes que traicionaras al reino.

-Yo saqué a mi familia de ese infierno, te di la oportunidad de hacer lo mismo.

Jadeite se removió con brusquedad, pero Neflyte se rehusó a soltarlo. El rubio no era contrincante para el moreno en cuanto a fuerza física, aunque ciertamente el hechizo que Luna tenía sobre él le había dado habilidades más allá de las propias. Pero Neflyte tenía una misión, un deseo... los niños debían salir de ahí antes que pudiera darle a Jadeite la oportunidad de defenderse.

Aunque había olvidado algo.

Tosió. Algo de tierra había entrado a su garganta y la sensación era desagradable, pero al menos seguía viva. Rei tuvo que parpadear varias veces para enfocar el lugar a su alrededor. El cuerpo le ardía, todo era doloroso.

Cuando por fin pudo incorporarse un poco, sonrió. Una mueca maligna y que arruinaba su belleza, pero el gozo lo valía. Júpiter estaba tirada a un lado de ella, apenas respiraba.

Entonces giró lentamente en busca de los shitennou, ambos flotaban en el aire, pero no se movían, como si aguardaran algo. Estaban distraídos y era su oportunidad, porque sabía muy bien que acabar con la senshi del trueno en igualdad de circunstancias sería muy difícil, pero así de indefensa como estaba, la fortuna le sonreía.

-Tonta Makoto, la siempre enamorada y no correspondida. ¿Sabes el daño que has hecho? -preguntó con rabia a un cuerpo casi inerte-. Mataste a Amy, ¿Cómo pudiste hacer tal cosa? -cuestionó con ira mientras tomaba a la senshi del moño en su pecho y la alzaba sin problema-. Luego a Minako, ¿No te bastó con robarle el amor de su hombre?

-No, yo no... -salió de unos labios fríos y morados. Su voz quebrada por el dolor.

-Sí, tú sí. Y robaste sus cristales, desprotegiste al reino, ¡Nos traicionaste a todos! ¡No te mereces esto!

Rei arrancó con fuerza el cristal de Júpiter en el broche de la guerrera, su transformación se deshizo en un instante, lo que atrajo la atención de los shitennou. Neflyte abrió los ojos, todavía más asustado, ¡Aquello era el infierno! Iban a morir a manos de sus mejores amigos, todo había sido en vano.

El cristal verde rebotó en las rocas y se estrelló lejos, Rei parecía disfrutar con el ruido que hacía al golpear, antes de detenerse entre los escombros de la batalla. Podría recuperarlo luego, en ese momento solo quería humillar y destrozar.

-Makoto Kino, la gran tonta a quien nadie amó-le susurró al oído, justo antes de soltar un rodillazo en su ya mal herido vientre. La castaña salió proyectada contra la nada. Se hubiese roto la espalda si Neflyte no hubiera desistido del rubio para aparecer en su encuentro y sostenerla antes de caer sobre una enorme roca.

Jadeite siguió el ataque de su esposa y el subsecuente rescate de la senshi de la tormenta, solo por curiosidad. Cuando se sintió libre, de inmediato centró su atención en los chicos, pero ninguno estaba. Una mueca burlona tiró de sus labios, se ocuparía de ellos más tarde.

Bajó junto a Rei, quien ya tenía preparado su siguiente ataque, dos bolas de fuego, una para cada uno. El hielo y el fuego estaban listos para rematar a sus amigos, a los traidores del gobierno.

-Y así es como muere un cobarde—dijo el rubio antes de curvar sus labios en un gesto de burla y desprecio. Neflyte alzó la vista, desafiante y enojado-, cuidaré de tu hijo, lo haré un hombre leal al rey, no como tú.

-¡Detente papá! -gritaron a sus espaldas. Rei y Jadeite giraron a ver quién había osado interrumpirlos, solo para encontrarse al pequeño Ares, con los puños cerrados dispuestos a hacerles frente.

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Flashback

El entrenamiento había sido agotador. Jadeite estaba un poco harto que Kunzite los hiciera pelear hasta que alguno de los contrincantes cayera inconsciente sobre la tierra. Después de todo, el planeta y el sistema en general habían gozado de paz ininterrumpida por varios años, pero había aprendido a no expresar su descontento si no quería que le fuera peor.

El rubio buscaba un baño caliente y su cama, mañana sería otro día.

Pero cuando llegó a la alcoba matrimonial, las luces estaban apagadas, aunque logró distinguir la fina silueta de su esposa, sentada al pie de la cama. Sus alertas se prendieron de inmediato.

-Mi amor, ¿Estás bien? ¿Pasa algo? -preguntó mientras se acercaba a ella y se arrodillaba para quedar a la altura de su rostro. Rei estaba llorando, Jadeite se intranquilizó-. Dime que pasa, ¿Alguien te hizo daño?

-No-respondió-. Jadeite...

Las lágrimas corrieron de nuevo por el ya desgastado rostro de la senshi del fuego. Su esposo, que solo la había visto llorar en el funeral de su abuelo, se preocupó aún más. Pero también sabía que la mujer no se andaba con rodeos en las cosas importantes, si no tenía valor de decirle lo que la incomodaba, era porque no sabía cómo hacerlo.

-Rei, mi vida. Lo que haya pasado, podremos con ello. Dime por favor-suplicó mientras corría con sus pulgares las fugitivas perlas de llanto.

Ella alzó el rostro, dispuesta a confrontarlo. Sus palabras le dieron el coraje.

-Jadeite, estoy embarazada.

Fueron al menos dos minutos de un sepulcral silencio. Rei observó el indescifrable gesto en la cara de su marido, ni un solo músculo se movió. Y eso la puso aún más nerviosa todavía.

No era la manera en que deseaba que las cosas pasaran. Makoto y Rei siempre soñaron con poder vivir fuera del palacio y formar una familia con el hombre que amaban. Para la sacerdotisa, eso implicaba vivir en el templo y criar a dos o tres niños como su abuelo había hecho con ella. Rodeados de amor y libres como el viento.

Pero ahora que estaba embarazada, gracias a no sabía que fuerza sobrenatural y que, por ende, no tenía idea de cómo explicarle a su esposo, el mundo se le vino encima.

Porque de todos era sabido que las senshis no podían procrear. Y aunque Serena sostenía a muerte que si Amy y Minako pudieron fue gracias al "poder del amor", la miko no se tragaba del todo ese cuento. Y no es que dudara de sus amigas, pero su instinto le decía que había sido muy conveniente que un hijo llegara en momentos muy específicos de sus vidas. ¿Qué estaría por pasarle a ellos?

Jadeite se puso en pie interrumpiendo sus pensamientos. Ella lo siguió con la mirada mientras el shitennou surcaba sus cabellos con ambas manos, las que luego llevó a su rostro para cubrir su boca y suspirar en sus palmas. Al final, pareciendo tener un poco más de calma la miró y le preguntó-. ¿Hablas en serio?

Ella asintió con la cabeza, aunque por dentro deseaba darle una cachetada.

Y entonces, lento y tortuoso él sonrió. Primero una mueca discreta que terminó de a poco en una sonrisa guasona y llena de alegría. Sus ojos se arrugaron y se cristalizaron en un intento de retener un sentimiento que inundaba su alma. Rei se paró frente a él, apenas llegando a la altura de su pecho. Acababa de levantar la cabeza para verlo a la cara, pero entonces Jadeite la tomó de lacintura y giró con ella como si de una niña se tratase.

-¡Ey, calma! -le gritó cuando sintió que empezaba a marearse.

-¿Calma? ¿No sabes lo que has hecho? -preguntó mientras la ponía en el suelo de vuelta. Rei lo miró expectante, sabía lo que diría y no la defraudó-. ¡Tú Rei Hino, me has hecho el hombre más feliz del universo!

Y a pesar de que había algo extraño en la voz del rubio general, ella le creyó mientras recibía un beso de sus labios.

Una hora después, cuando al fin se tranquilizó y después de que Rei le advirtiera que debían esperar un mes más para dar el aviso, ambos salieron rumbo al salón principal, donde Luna los había citado para dar un anuncio importante. Al llegar, Michiru estaba parada, muy sonriente, a un lado de la mujer de vestido amarillo y mirada victoriosa.

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Ares estaba de pie con aspecto desafiante. Un puño cerrado con fuerza y en el otro, el cristal de Júpiter brillando intensamente.

Rei volvió la vista a los guerreros malheridos solo para descubrir que Makoto parecía estar un poco más despierta mientras Neflyte había aprovechado la distracción para calentarla con un poco de energía. "¡Ese maldito niño no sabe hacer nada bien!" Gruñó para sí misma. Pero al menos tenían el cristal y ella sabía que podía lastimarla si lo usaba indebidamente.

-Dame el cristal Ares, dáselo a mamá.

El rubio miró a su madre que se arrodillaba a su altura, pero, aunque su voz fuera en un tono suave, casi maternal, sus ojos no mostraban el alma de su madre gobernando su cuerpo.

-No es tuyo, es de Kino-sama. -replicó mientras retrocedía un paso.

La sacerdotisa recuperó su altura, una feroz mirada dirigida a la mujer castaña tras ella y luego a su hijo, sin ninguna especie de amor familiar en ella. Sonrió funesta mientras buscaba las palabras exactas para hacer el mayor daño posible.

-¿Prefieres la compañía de esa mujer que no es tu madre a la mía? -preguntó, su voz un falso lamento muy evidente-. Dime, ¿Acaso te ha comprado con panecillos y galletas? ¿Por tan poco te vendes, niño estúpido?

Ares abrió los ojos, una expresión de dolor muy evidente en ellos.

-Kino-sama y el señor Neflyte han cuidado de mí este tiempo, ellos dicen que pueden...

-¡Ellos te han mentido! -replicó Jadeite, interrumpiendo al chico-. Seguro te dijeron que ellos ganarían, pero mira ahora, ¿Quién ha ganado esta guerra?

-¡Ellos son buenos! ¡Ustedes están embrujados! -gritó en respuesta, sus ojos ya derramando lágrimas-. ¡No van a matarlos! Ellos quieren...

-¡Cállate Ares! -volvió a intervenir Jedite, esta vez se desapareció y apareció tras él, levantandolo por el cuello de su camiseta. El niño quedó colgado, muerto de pánico y con los ojos clavados en Neflyte que parecía tan asustado como él-. Ese sujeto que vez ahí, que crees que es un maldito héroe... ¡Fue él quien mató a tu padrino! Y ella, asesinó a tía Minako y piensa hacer lo mismo con tu madre.

-¡Ares!

Raeden había gritado tan fuerte que llamó la atención de todos a su alrededor, los cuatro pares de ojos se centaron en él y luego en Haru, que estaba parada a su lado. Detrás de ellos, Dark Shadow parecía protegerlos como si de un campo de fuerza se tratara

-¡Los niños! -murmuró Makoto, quien ya había recuperado un color más saludable en el rostro.

-Tranquila, no dejaré que nada les pase-respondió a su ahogada súplica. Aunque Neflyte sabía que estaban en verdaderos problemas, no podría cuidar a tantas personas al mismo tiempo sin perder a alguna en el intento.

-¡Mira nada más! La hermosa y valiente Haru, ¡Has crecido tanto! Eres idéntica a tu madre—exclamó Jadeite, como si aquello fuera una reunión familiar. La aludida sonrió levemente, apenas si tenía un vago recuerdo de él-. Soy tu padrino, ¿Acaso no me recuerdas?

Su sonrisa era tan falsa que Haru sintió el miedo recorrerla por completo, aunque estaba muy consciente de lo que sus padres le habían dicho, ninguno de ellos era realmente una mala persona, solamente estaban siendo manejadas por los hilos de Luna y su avaricia.

Así que Haru centró su atención en Ares, el pobre chico que colgaba aun, presa de su padre. Sintió tanto dolor por él y por la manera en que estaba siendo tratado por su propia familia. La rabia la invadió y avanzó decidida a hacer algo, pero Raeden, que siempre había sido más cauto, tomó su mano y la detuvo.

-Si salimos del campo, podrán lastimarnos.

Jadeite pareció recapacitar, o al menos fingió hacerlo. Bajó delicadamente a su hijo y le revolvió el cabello tan alborotado como el suyo, en un gesto firme pero cariñoso. El chico, notablemente confundido, miró a su padre y luego a su madre, que ya había creado de nuevo las esferas de fuego en su mano, misma razón por la que Neflyte y Makoto no se habían movido, para no provocarla.

-Haru, pequeña. Tu tía Rei y yo hemos venido para llevarlos al palacio, ahí podrán vivir con lujos y no en la miseria en que sus padres los han tenido. Freya, Asahí, Enya y las demás estarán ahí, Ares y tu hermanito serán bien recibidos y muy queridos como todos los demás.

-¿Y qué hay de papá y mamá? -preguntó por curiosidad, aunque conocía la verdadera respuesta.

-Bueno, si ustedes quieren venir, quizá podríamos llevarlos también con nosotros. Solo sal de ese campo y ven conmigo.

Haru miró a Raeden. El lazo entre ellos era tan fuerte que lograban comunicarse sin palabras. Fueron segundos que parecieron eternos, antes que el niño se aferrara con mucho más fuerza de su hermana. El rostro de la oji verde estaba serio, como si tuviera más edad. Un gesto que no pudo sacar como herencia de Neflyte, pero sí pudo aprenderlo.

Haru dio un paso y salió del campo de fuerza. Raeden la siguió.

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Flashback.

Rei se sentó de golpe en la cama. Su rostro y la mayor parte de su cuerpo estaba cubierto en sudor a pesar de que el frío de la noche era más que evidente. Jadeaba, inquieta por los sueños que la atormentaban desde tiempo atrás. Además, la niña en su vientre estaba muy inquieta, se preguntó si acaso ella también podía sentir su angustia y dolor.

Giró al lado derecho de su cama. Vacío como casi siempre. Jadeite estaba dormido en el sofá que había arrastrado a un costado de la cama, pero que mantenía algo lejos por si acaso. Las cosas no iban bien en su matrimonio, pero el general no quitaba el dedo del renglón, por más que ella lo corriera de su lado.

Y se sentía mal por él, porque lo amaba. Pero tendría una hija con otra mujer y eso era tema que su corazón no lograba asimilar. ¿Por qué?

Un sueño se lo dijo una noche, aunque el comportamiento del general había sido errático desde el instante que se enteró de su propio embarazo, y ni hablar del rostro pálido y los ojos de loco que salieron de él cuando esa misma noche Michiru anunció que sería madre, ni Haruka lucía tan mal como él. Entonces no lo comprendió, pero le quedó claro cuando su premonición le habló del asunto y él no lo negó al confrontarlo.

Su única respuesta había sido que el rey lo solicitó y que no podía negarse a una orden.

Y por supuesto que la sacerdotisa no se quedaría de brazos cruzados por ello. Encaró a Darien por su cuenta, quien no tuvo el semblante para negarle aquello. Igual no pudo darle las razones, pero al menos se llevó una bofetada, o dos, bien puestas.

Ahí dejaron su amistad, no había más que decir al respecto.

Pero el asunto con Jadeite no se arreglaba con un par de golpes, a pesar que sabía que físicamente no había tenido contacto con la senshi de Neptuno, aquello igual sabía a traición y de las más bajas. Minako no ayudó en nada cuando se enteró que usarían también a Kunzite como semental.

Además, todavía estaban esos sueños. Pesadillas, mejor dicho. Imágenes en su mente que le proyectaban la desgracia cayendo sobre ella y su hija. La muerte de Jadeite, la destrucción del palacio y sus amigas. Tragedias de diversos tipos que aparecían en sus sueños e imposibilitaban su descanso. Justo se había despertado por haber soñado al rubio en brazos de la hermosa violinista. Pero él estaba ahí dormido, aunque siempre al pendiente de ella, a pesar del rechazo.

Se levantó entonces por un poco de agua sin hacer ruido y aprovechó el viaje para darle una manta más que lo protegiera del frío. El rubio se removió sin lograr despertarse-. No me dejes—dijo en un pastoso susurro, seguro también tenía una terrible pesadilla.

Fin de flahback

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-¡Váyanse de aquí! ¡Huyan! -gritó Neflyte, atrayendo la atención de Marte. La sacerdotisa sonrió maliciosa antes de arrojar dos enormes bolas de fuego contra él y Makoto. Apenas alcanzó a esquivarlas.

Ares vio como su madre atacaba sin piedad a la pareja que le había dado un hogar por alrededor de dos meses. Cierto que amaba a sus progenitores, eso no estaba a discusión, pero era un chico listo y noble, que entendía que Raeden y su familia estaban en lo correcto, o al menos no tan equivocados como sus padres.

Tenía que tomar una decisión rápido, ¡Era un niño de cinco años! ¿Cómo había llegado a esto?

-Dame el cristal-exigió Jadeite a su hijo. Ares alzó la mano y vio por última vez la joya, antes de arrojarla con fuerza a los pies de Haru. Ella la tomó de inmediato y como siempre, nada pasó.

Jadeite sonrió con malicia, la victoria estaba asegurada.

Haru miró el cristal en sus manos y luego miró en busca de sus padres. Neflyte esquivaba cada ataque que la senshi del fuego le lanzaba, aun con su madre en brazos. Habían puesto a todos en peligro al estar ahí. Su única misión era permanecer ocultos y habían fallado.

-Hay que dársela a mamá-susurró Raeden, tirando de ella para hacerse escuchar.

-Están muy lejos, no podremos esquivar al general.

-Exacto-contestó el rubio mientras comenzaba a avanzar rumbo a los pequeños. Ares miró aquello y tomó a su padre con fuerza de una pierna, al no poderlo detener se colgó de él.

-¡Niño tonto! No estorbes—dijo antes de arrojarlo con fuerza de una patada.

Haru y Raeden ahogaron un grito de terror.

La amenaza era inminente. Neflyte se estaba cansando y no podía seguir huyendo y esquivando golpes. Además, eso implicaba no poder acercarse a los niños para no dirigir la ira de Rei hacia ellos también. Solo le quedaba confiar en Haru y que su brillante mente le dijera que hacer para ganar un poco más de tiempo. Por fortuna, la había educado bien y la chica tenía buenos genes, aunque no fueran de él.

-Toma esto—le dijo a Raeden. El niño estiró la mano y tomó el cristal de Júpiter con fuerza. El mismo comenzó a brillar aún más intenso, cegando momentáneamente a su hermana, pero también al general que ya estaba a menos de un metro de distancia.

Y el cielo crujió sobre ellos. Cientos de rayos comenzaron a caer en todas direcciones. Rei se asustó al sentir el enorme poder de la tormenta que se aproximaba. Pero Makoto estaba ahí, atrapada entre los brazos de Neflyte y sin transformar, ¿Entonces quién?

Raeden estaba rodeado de una energía eléctrica chisporroteante que movía sus cabellos con frenesí. También estaba asustado, sus ojos centrados en la piedra que sostenía y que quería soltar, pero Haru le gritó que no lo hiciera y él obedeció. Jadeite retrocedió un tanto alarmado.

-¡No puedes controlarlo! -le gritó mientras luchaba con la fuerza que lo expelía de los chicos-, dámelo a mí, se harán daño.

El viento arreciaba con desmedida furia, el shitennou del este y la senshi del fuego estaban teniendo problemas para permanecer en pie, sin contar que debían esquivar algunos rayos que salían en todas direcciones. En un momento de lucidez, Rei tomó a Ares en sus brazos y lo salvó de que una fuerte descarga lo fulminara por completo. El niño se recogió en sus brazos y hundió su cabeza en su pecho, aspirando el aroma a incienso floral de su madre.

-¿Estás bien? -preguntó al niño, éste asintió con la cabeza y luego se separó, para verla a los ojos amatista que parecían haber ganado unos segundos al embrujo maldito-. ¡Corre con ellos, no te detengas!

No le dio tiempo de reaccionar ni despedirse, Rei arrojó a Ares a unos metros de Makoto y Neflyte, el niño tardó un segundo más en levantarse y entender, la mirada de su madre volvía al sangriento carmesí mientras lo observaba de reojo. Ares corrió a tiempo para ocultarse en los brazos de la ojiverde.

-Tienes que salvarlos-exigió Makoto a Neflyte, al borde del llanto.

-Si voy por ellos, vendrán tras de ustedes. Hay que confiar en los chicos.

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Flashback.

El parto de Rei había sido muy difícil. La mujer tuvo de por sí un embarazo complicado, las pesadillas nunca la abandonaron, lo que la hizo estar nerviosa e irritable, sin contar con algunos ataques de dolor e ira que tuvieron a Jadeite en jaque por casi seis meses. Su matrimonio pendía de un hilo, su salud física y mental eran casi inexistentes.

Pero el amor seguía ahí y ella pudo verlo aquella mañana en que despertó y observó a su esposo pasear por la habitación con Enya en los brazos. La arrullaba casi en silencio, con una canción de cuna que ella no conocía.

Pudo ver el rostro enjuto del shitennou, enormes ojeras colgando de sus ojos, sus cabellos más revueltos que de costumbre y su ropa un poco manchada de lo que debió ser leche. Un verdadero desastre muy lejos del alegre rubio que era unos meses atrás. Pero sonreía, esa curva de sus labios se tragaba todos los defectos que pudiera tener encima, porque era una sonrisa que llegaba hasta los ojos azules que no se apartaban ni un momento del bebé en sus brazos.

Él la amaba, a pesar del infierno que lo hizo pasar, Jadeite era suyo y ahora de su hija. Aunque algo le decía que también le pertenecía en parte a otra pequeña más.

De pronto sintió los pasos del hombre dirigirse a ella, cuando pudo reaccionar él estaba sentado a su lado y le ofrecía a la niña para que la tomara.

-No quiere dormir, pero tampoco llora, quiere hacer de mí su esclavo creo yo. -dijo y sonrió.

-Es una pequeña tirana.

Rei tomó a su hija y le descubrió el rostro, era una copia fiel a ella, que no había sacado ni un solo gramo de la apariencia de su padre. Hasta cierto punto, eso la entristeció. Al menos Nerea era rubia, otro pequeño recordatorio de su procedencia.

-Como dos chispas de fuego.

-Me hubiera gustado que tuviera algo tuyo, quizá tus ojos.

-Es perfecta para mí-dijo mientras acariciaba la pequeña mejilla de la niña que comenzaba a bostezar-, Además, siempre podremos tener otros, y serán tan rubios como yo.

-¿Quieres más? -preguntó asustada y sorprendida.

-De ti lo quiero todo.

-Ya tienes una hija rubia y de ojos azules, no le veo el caso. -respondió un poco herida, aunque de inmediato se sintió culpable por haberle dicho eso, después de todo Jadeite era un buen hombre que cometió un error.

El shitennou se puso en pie y cobijó de nuevo a su mujer, antes de retirarse se tomó un momento para ver la estampa de la senshi con su pequeña en brazos. Suspiró.

-Sí, tengo dos hijas sanas y hermosas. Y a las dos las amo, quiero que lo sepas. Pero también tienes que saber que solo tengo una mujer y esa eres tú, mi esposa. Prometí amarte eternamente y mi promesa sigue ahí, firme al igual que mi lealtad y mi corazón. Puedes tomarlo o dejarlo de lado no importa, nunca he necesitado que me ames para amarte yo.

Y salió por la puerta sin mirar atrás, dejando adentro a una mujer que se debatía entre su amor y su orgullo y afuera un hombre que temblaba de dolor.

Fin de flashback

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Rei y Jadeite comenzaron a atacar a Haru y Raeden ante la mirada atónita de sus padres. El general rubio sabía que, si hacía eso, Neflyte tendría que desproteger a Makoto y entonces la tomaría, ella era realmente el enemigo a vencer.

Pero Dark Shadow no daba su brazo a torcer, el youma siempre fiel al shitennou del norte, aguantaba de manera magistral los embistes de uno y otro, sumado al enorme poder del cristal de Júpiter que Raeden no lograba controlar, apenas podían hacerles frente a los dos enemigos.

Y entonces ocurrió. Jadeite bajó su mano y la posó en la tierra, una fuerte capa de hielo empezó a expandirse hasta llegar a los pequeños castaños, pero se detuvo justo donde su cuidador servía de barrera. La sombra comenzó a congelarse.

-Es nuestro turno, pequeños revoltosos—dijo-, estoy cansado de perder el tiempo con ustedes.

Pero entonces el hielo comenzó a crecer debajo de los pies de Jadeite y de Rei, y comenzó a subir por sus piernas hasta aprisionarlos. La confusión reinó en sus ojos y Rei gritó salvaje para que el rubio se detuviera, pero no era él quien estaba provocando eso.

Ares estaba en la tierra, con sus dos manos apoyadas en el suelo y mandando todo el poder del que su pequeño cuerpo era capaz. No lo podría sostener por mucho tiempo, pero tenía que intentarlo.

Cuando el hielo cubrió a ambos hasta la cintura, Rei usó el fuego para derretirlo. No le fue difícil, ella no tenía paciencia para esperar a que su esposo retirara el hechizo y además, le gustaba demostrar su poderío.

Pronto se vieron de pie en un enorme charco de agua, y aún más pronto comprendieron el error.

Una fuerte descarga eléctrica envolvió sus cuerpos por completo, el agua había servido de conducto para que uno o varios de los rayos que Raeden seguía provocando dieran de lleno con ellos

Los gritos fueron realmente aterradores. Makoto tomó a Ares en sus brazos y trató de cubrir en vano sus oídos, aunque si logró tapar sus ojos para que no viera la agonía de sus padres.

Neflyte la dejó para llegar a los niños y quitar el cristal de Júpiter de manos de su hijo. Recogió a ambos en su pecho, eran muy pequeños para contemplar la muerte.

CONTINUARÁ...

Hola! Ya sé que no tengo vergüenza, bueno si tengo por eso no había escrito jajaja.

Amo esta historia, es mi pequeño bebé como les he dicho desde siempre y necesitaba que me gustara el capítulo para subirlo, no lo había conseguido pero aquí esta.
Mi misión es no descuidarla tanto, ya nos queda menos ya pasamos la mitad fácilmente, pero en fin. A los que sigan por aquí muchas gracias, a los que se fueron... tsss que mal, y a los que pasan a leer y no dicen ni hola, les agradezco de todos modos.

Saludos.