8 de Octubre de 2006
Como notarán hay un ligero cambio en el formato de este fic. Personalmente me cansa mucho escribir el nombre de los personajes al principio de cada diálogo así que lo he cambiado, para aquellos que no les guste lo siento de veras, pero me es muy incómodo de escribir, perdonen este repentino cambio. También cambiaré el formato de los episodios anteriores, no habrá un cambio muy importante, solo para que lo sepan (Y no, no se preocupen lo haré cuando termine el fic UUU). (Alguien me preguntó porque utilizaba este formato y como sabrán este fue mi primer fic por lo que andaba por aquello de probar, no lo cambié más bien por estética, eso de tener mitad del fic de una manera y la otra manera de otra queda relativamente mal :P, pero ahora me he cansado y he decidido mandar al infierno todo XD)
AVISO. Bla, bla, bla, bla. Bla, bla, bla... Esto es un resumen, pero ya saben lo que quiero decir, q no lo saben, pos váyanse al primer capítulo que ahí viene :P
pensamientos
"Sueños"
- Conversaciones-
Flashback
--------- Cambio de escenario
- "Sakura"- Fue la palabra que el viento arrastró por los aires.
'Y el mundo despertó de la realidad para caer en una profunda pesadilla'
CAPÍTULO 16: PALOMAS vs ÁNGELES CAÍDOS 4
La caída de los ángeles
Miró a su alrededor y solo pudo ver borrones, figuras distorsionadas y una neblina que envolvía todo. Entrecerró la mirada para adaptar sus ojos, miró a su alrededor parándose en los lugares que pudieran darle alguna señal de donde estaba. Cuando por fin pudo percibir el lugar en el que se encontraba, su mirada voló hacia el sujeto borroso que tenía delante. En ese sujeto había algo muy descriptivo que una persona normal no podía tener.
Alas negras…
Lucifer.
Lo sabía, no supo como, no supo que le indujo a pensar en ese nombre con tan solo ver un enorme par de alas negras, pero estaba seguro de ello.
Lucifer.
El ángel de las tinieblas, la paloma negra de la oscuridad.
No podía llamársele cuervo, no era un ser perverso o un ser maligno cualquiera. Era el puro mal encarnado, la mismísima pureza de la oscuridad. Tanto la paloma es la representación de la paz para el cielo, él era la representación oscura para el infierno.
Fue quien traicionó a Dios por pura vanidad y cayó del cielo tras la gran batalla. Fue quien cometió el pecado de vanidad, el pecado de traición.
Tal vez nadie sepa esto, pero para recordarle a Dios que él no había desaparecido de ese mundo que había tenido la desdicha de crear a su imagen y semejanza se hizo asegurar un recuerdo en su alma, uno que jamás podría borrar ni en el pasar de los milenios.
No apareció su nombre en la historia, no fue él quien que cometió el delito esa vez, pero fue él quien tentó a la mala fortuna. Disfrazado tras la neblina de la oscuridad, del mal y la corrupción, de la tentación oscura volvió del infierno al que cayó a la tierra.
En la historia se recuerda un hecho que marcó a todos los creyentes, a todos los que tenían fe en lo que era bueno, en todo lo que dio esperanzas en su día. Él sabía que el bien llegaría al mundo de los humanos, él supo que la palabra del que antes era su señor sería predicada entre los mortales y por ello, él fue quién lo preparó todo para su caída.
Ocultándose tras las ropas de uno de los Sumos Sacerdotes fue el primero en indicar cual era el mal que estaba enseñando malas artes al pueblo. Él fue quien indicó el nacimiento de un ser que les traería problemas, con ayuda de los otros sacerdotes se acercó a un humano, uno que decíase ser seguidor y fiel siervo del que decíase ser el Mensajero. No fue difícil doblegar su voluntad, no le fue difícil encantar su alma, solo tuvo que mostrarle 30 denarios de plata y Judas Iscariote cayó rendido ante sus artimañas.
Y con un beso en la mano fue apresado el portador de la palabra del bien.
El hijo de Dios.
El protector de los humanos.
La única barrera entre él y la humidad.
Así pues, Lucifer consiguió su objetivo, le marcó por los siglos de los siglos, le recordó a ese ser tan omnipresente algo doloroso, pero verdadero:
"Cualquier ser, tanto inmortal como mortal, podía traicionar y ser traicionado"
Lucifer fue traicionado y al ser tan orgulloso y vanidoso no supo enfrentar esa herida sino de la única manera que aprendió, traicionando.
- "Aún no es la hora"- Dijo mirando en los ojos de la mujer. En esos ojos vio una pregunta sin formular, una pregunta que invadía la mente de la mujer pero que no era capaz de pronunciar con palabras, que no era capaz de sacar de sus labios, pues apenas tenía fuerzas- "Pronto te unirás a ellas, pronto todo acabará. Pronto todo será como tiene que ser. Todo acabará como estaba planeado y el mundo despertará de nuevo, con nuevos ojos. El mundo volverá a renacer para ver lo que nosotros hemos conseguido"- Dijo las palabras con toda su fe y seguridad impregnadas en ellas.
- "Mal… dito…"- Murmuró Meiling mientras las fuerzas se desvanecían de su interior. Apenas conseguía mantener la cabeza erguida, le pesaba como si fuera una bola de plomo. Y pronto sintió más dolor. Crucificada como estaba, sintió como sus manos eran traspasadas por algo y luego sintió en sus piernas también el dolor punzante de ser atravesada, como si su carne fuera mantequilla. Apenas soltó un gemido de dolor, no tenía ni fuerzas para gritar, no tenía fuerzas para replicar nada mientras su sangre resbalaba hacia abajo, formando lágrimas, lágrimas que su cuerpo lloraba.
- "Este es vuestro final"- El ángel negro se cruzó de brazos mientras veía como la mujer dejaba su cabeza colgando. Meiling estaba muy malherida y maldijo en su interior. Sariel se había esmerado demasiado en destruir la fuerza de ese cuerpo, era evidente que sentía un rencor hacia La Luchadora.
Desde antaño Sariel le había sido fiel a Lucifer, pues se creía enamorada de él, un sentimiento absurdo, ahora lo sabía. El amor no existía y el sentimiento que guiaba a Sariel a serle tan ciegamente fiel era su devoción, su adoración hacia él. Sentía que eran almas afines, que estaban hechos para ser solo uno. Decía ser el único ser de este mundo en comprenderle. Cuán estúpida era.
Sariel fue despojada de su cuerpo en la gran batalla. En esa santa batalla donde un ángel, el ángel más fiel a su señor se reveló y se amotinó en su contra. Ella, Sariel, estaba cegada por la belleza del ángel, por su fuerza y su firmeza y decidió seguirle cuando este propuso tomar dominio del cielo, ella decidió dar su cuerpo por el de él y él, a cambio de ese sacrificio, le dio la oportunidad de vivir, una y otra vez en el cuerpo de otro ser, se convirtió en un parásito, pero eso a ella jamás le importó, solo tenía ojos para su señor, solo a él le era fiel y él fue quien finalmente le despojó del último aliento de su vida.
Cuando Lucifer le pidió que tomara el cuerpo de Pei, la joven no dudó para nada. El ángel dejó el cuerpo que estaba poseyendo en esos instantes y tomó el de un joven. Antes de poseer a Pei descubrió su punto débil, su puente que haría que pudiera poseer su cuerpo. Fue sencillo poseerla, solo tuvo que introducirse en su cuerpo a través del cuerpo del ser en el que ese momento creía estar desesperadamente enamorada. A través de un beso, un beso simple y llano, sin más motivo que el de un roce de cariño, pero no de cualquier persona, sino un beso del hombre que Pei creía amar. Ese beso fue su perdición, ese beso fue lo que la condujo a su fin. Una vez tomado el cuerpo, obtuvo el control sobre él, solo tuvo que esperar un día para expulsar el alma que se hallaba dentro y tomar dominio de la carcasa dejada.
La joven que se había negado a casarse con Shaoran Li por el hecho de no amarlo había cambiado de la noche a la mañana. Pasó de ser una conocida a una amiga, hasta llegar a ser una candidata que finalmente se convertiría en su esposa. Pasó de ser una mujer desinteresada de lo que pudiera acontecerle a Shaoran Li a, de repente, convertirse en una insistente admiradora de él. El cambio no pasó desapercibido en sus padres pero la razón por la que su hija hubiera decidido aceptar a ser una de las candidatas a casarse con Li no fue criticada por ellos, sino todo lo contrario pues le era muy beneficioso. Sus sonrisas amables se convirtieron en sonrisas avariciosas, de ser políticamente correctos pasaron a ser condescendientes con los padres de las pobres infelices que pretendieran optar por el mismo puesto que su hija.
Pei se convirtió en una mujer cariñosa y dulce en su exterior, mientras que en su interior era retorcida, de malos pensamientos. Pei, o al menos la que había sido en su día, conocía a Li desde la infancia y siempre había pensado de él como en un ser aburrido y muy serio, alguien con el que la vida solo seria tedio y con el cual podría morir de languidez. A Pei le gustaban los hombres más tiernos y más comprensivos, románticos y quizá también un poco atrevidos. Shaoran Li no era ninguna de esas cosas; él era duro, era difícil de tratar, nunca sabías en que pensaba o de que humor estaba, era distante en el trato, casi frío y siempre muy impersonal, pero sobre encima de todas las cosas, se decía que estaba enamorado de otra mujer.
A Pei le costó mucho convencer a todos de ese matrimonio. La señora Li, tenía sus reservas pues aunque la familia de Pei y la suya eran conocidas desde la más antigua época, era evidente que un matrimonio concertado sería complicado en esa época tan moderna. La madre de Shaoran sabía bien que si su hijo se negaba nadie le haría cambiar de opinión y el matrimonio estaría rodeado de un ambiente frío e incómodo. Finalmente, como arte de magia, su hijo, que insistía en cumplir una promesa, una promesa que consistía en volver a los brazos de alguien, cedió y decidió casarse con Pei, nadie supo el porqué de ese cambio de actitud, nadie preguntó el por qué de ese cambio de actitud. Durante todos los preparativos y el acondicionamiento para la boda no hallaron problema alguno, durante el tiempo que estuvieron de compromiso solo hubo un momento en el que se separaron, cuando él fue a Japón para resolver ciertos problemas con una de las empresas de la gran compañía Li.
Yelan Li pudo ver el temor en los ojos de Pei un día y a la mañana siguiente supo que la joven había partido para reunirse con su prometido. Era extraño, pero su temor era inquietante, como si de repente una sola visita a Japón pudiera destrozar esa inminente boda.
Varios días después de la partida de Pei, los dos novios volvieron juntos, pero pudo ver en la mirada de su hijo que algo había pasado, no supo lo que era, esa mujer que siempre lo sabía todo no supo lo que le había pasado a su hijo hasta años más tarde, en un día cualquiera, por una visita que le hizo a Meiling. La joven estaba en Estados Unidos con su hijo, por el trabajo de su marido. Estaba ella sola con el niño la mayoría del tiempo y no tenía a más familia que su tía, pues su propia madre había partido a mejor vida hacía unos años. Decidió alejarse del ambiente irreal de su propia casa, con su hijo y su nuera y decidió hacerle compañía a su sobrina varios días, pues en casa de sus hijas había siempre demasiada actividad para su gusto.
Llegó sin complicaciones y se hospedó en un hotel. Al día siguiente de su llegada visitó a su sobrina, la cual se sorprendió al verla allí. Su sorpresa sin embargo no era más que un penoso reflejo del temor que la inquietaba por dentro. Rezó para que el destino estuviera de su lado y recibió a su tía de la manera más natural posible. Hablaron largo y tendido, poniéndose al día de lo que pasaba en Hong Kong. Todo iba bien hasta el momento que vio entrar en la sala a dos niños. Uno de esos niños era el hijo de Meiling pero el otro, la niña que se hallaba junto a él, era la viva imagen de su hijo pero con ojos verdes. La matriarca de la familia Li se quedó mirando fijamente a la niña mientras que esta a su vez miraba a la señora con curiosidad. Preguntó por la pequeña y su sobrina, evasiva, le dijo solamente que era la hija de una amiga. Jamás supo con certeza que había sucedido, pero en su interior supo que esa niña, delante de ella, era su nieta, no sabía porque, simplemente lo sabía. La mujer no hizo preguntas y se marchó de la casa de su sobrina con la pregunta en la garganta.
Meiling suspiró con alivio, no le comentó nada a Sakura, pues sino jamás volvería a dejarla a la niña en su casa y tenía que ser sincera, le había tomado cariño a esa niña y además, Sakura sola no podía encargarse de la criatura, por mucho que ella insistiera en que sí podía.
Yelan Li, con la casi certeza de saber la verdad, hizo vigilar la casa de su sobrina y seguir a la niña cuando esta volviera a casa, así es como pudo descubrir que la madre de la niña no era otra sino la Maestra de Cards. La sorpresa no pudo ser mayor cuando descubrió que era madre soltera, que la joven apenas tendría 18 años cuando quedó embarazada y que, por casualidades del destino, por aquella época su hijo había estado en Japón. Yelan sabía sumar y el resultado que le daba esa suma era pasmoso.
El descubrimiento de la niña necesitaba respuestas y fue su sobrina quien respondió a ellas. La joven le dijo con reticencia bajo su insistente presión, que en absoluto su primo Shaoran era el padre, le dijo que el antiguo novio de Sakura había muerto dejándola sola y embarazada y temerosa de lo que le deparara la vida, había huido a reconstruir su vida, le insistió que lo que su mente pensaba era muy improbable pues su hijo era estéril. Tras años de intentos, su nuera jamás se había quedado embarazada y cuando decidieron hacerse las pruebas, se descubrió que Shaoran no era fértil, que era improbable, es más, imposible que Sakura fuera madre de una nieta suya. La mujer no insistió en el tema y Meiling agradeció eso. No podía creer que su tía la hubiera creído, pero debía mentir por el bien de la niña y el bien de la madre, no podía dejar que una vez descubierta la existencia de una heredera para la familia Li obligaran a Sakura a dar a su hija a Shaoran. La destrozaría el alma y ella sabía que Sakura solo vivía por y para su hija. Por mucho que quisiera a su primo, no podía ser tan cruel como para arrebatarle un hijo a su madre.
Meiling no podía dejar de tener la certeza de que la pequeña Aika fuera la hija de su primo, pues la misma Sakura le confirmó que Shaoran era el único hombre al que había amado y era el único hombre al que se había entregado. Todas las pruebas del mundo podrían decir lo contrario, pero Meiling estaba segura de que esa niña era la hija de su primo, aunque siempre estaba la pregunta, esa pregunta que rondaba la parte trasera de su mente ¿Cómo? Todos dudaban pero nadie dijo nada, nadie hizo nada.
La verdad detrás de toda esa farsa era que Sariel se casó con Li, pero este jamás la tocó como mujer. Mediante una poción que le hacia tomar todas las noches con el té, le hizo olvidar sus sentimientos hacia Sakura, le obligó a olvidarla, pero este solo la guardó en su interior como un memorable recuerdo. Su amor hacia la joven le impedía tocar a su esposa, aunque a la mañana siguiente pensara que había estado con Pei, la verdad era que esta lo manipulaba mediante mentiras, pociones e ilusiones. Shaoran jamás sospechó que su amor por Pei era falso, pero en su subconsciente sabía que pasaba algo pues algunas noches tenía pesadillas. Tal vez en su mente le habían borrado el recuerdo de su amor por Sakura, pero en su corazón aún no había olvidado y su alma jamás dejaría escapar su recuerdo. Toda una vida junto a una mujer a la que creía amar y toda esa vida amando realmente a otra mujer a la que le obligaban a olvidar.
Sariel siempre siguió instrucciones bajo las órdenes de Lucifer, que debía decir, como debía actuar, como debía controlar a la gente a su alrededor y como debía salirse siempre con la suya. A la que siempre le costó controlar fue a Meiling Li y tal vez quizá por ello se ensañó con ella, era evidente que no se querían mucho, ni por parte de Sariel ni por parte de Meiling. Y aunque en cierta manera él apreciaba a Sariel, por su ferviente lealtad, su papel en esta empresa había terminado y ahora comenzaba otro que debía ocupar, pero debía hacerlo con su alma atrapada. Esto no significaba una pérdida sino una ganancia.
Los sentimientos como el amor no eran más que cartas a favor de uno para dominar a otra persona, eso lo aprendió hace siglos, muchos siglos atrás. Solo una persona pudo dominarle una vez y esa misma persona pagaría por todo, por su indiferencia y su desprecio. Un ángel tan bello como él, un ángel con igual poder e igual fuerza, eran iguales en todo, eran almas gemelas y no en un sentido figurado como usan los mortales en la tierra. Eran hermanos, hermanos iguales en todo su ser; los dos partieron de la misma existencia, de la misma fuente de vida, los dos se escindieron en dos partes a partir de un todo que era vida.
Su hermana, la mitad de su alma, de toda su representación física en el plano mortal, todo lo que era: sangre, piel, huesos… todo eso partían de él con la misma similitud, con la misma exactitud. Era su reflejo en el espejo. Él era un ángel dorado y su hermana también, era el ser que más deseaba y también su amante, su compañera eterna, hasta el día en que su existencia cejara de ser necesaria, cuando su destino fuera cumplido. Sin embargo, a pesar de todas sus similitudes, ella siempre supo como lucir más que los demás, inclusive más que él mismo, un ser tan magnífico solo podía ser compañero de otro ser igual de magnífico, su brillo solo podía ser equiparable al de él, no obstante fue repudiado, rechazado y degradado. Un ser que él mismo sabía que era más brillante que él, que tenía el desvergonzado valor de superarlo, un ángel más poderoso que Lucifer y que osaba rechazarle, podía dejar paso al hecho de que hubiera un ángel tan poderoso como él pero no al hecho de rechazarle como si no fuera lo suficiente para ella. Simplemente era un pecado inimaginable el solo pensarlo.
Él era un ser poderoso, e incluso podría ser más poderoso que ella y para llegar todavía más lejos, podía demostrar que era incluso más poderoso que su mismo señor. Lamentaría haberle rechazado, era el más poderoso de todos e iba a demostrarlo, ante ese ángel y ante su señor. Nadie le menospreciaría, nadie saldría indemne de esa ofensa, todos pagarían por ese pecado. Ella vería su poder y finalmente se sometería y su señor no se atrevería a rechazar su palabra.
Había sido rechazado, había sido menospreciado y todo por culpa de ellos, todo por unos simples seres de efímera existencia, de una vida tan corta y patética que no merecían ser dados a consideración. Unos seres que no merecían de su atención. Pero en cambio su hermana no era del mismo parecer y eso fue lo que le enfureció. Ser menospreciado por unos… por unos…
Mortales.
Fue ultrajado por su hermana que pues solo tenía ojos para su misión para con los humanos que tenía que salvaguardar. También fue ultrajado por su señor al hacerle la petición de que relevara a su hermana de su posición como guardiana de uno de los pilares humanos.
No cabía duda, demostraría a todos su poder y verían el esplendor de sus alas. Se alzaría más alto que su señor y finalmente verían el auténtico poder de Lucifer. Pero a todo pronóstico, el desairado ángel perdió y junto con los infieles que le siguieron fue desterrado al submundo, fue arrebatado del privilegio de volar, para que jamás retornara al Cielo y finalmente su condena fue la de la eterna tortura en la oscuridad en que se había sumergido.
Pronto Lucifer tomó posesión de ese lugar y lo convirtió en el infierno que ahora era. No se resignó al castigo impuesto sino que se rebeló nuevamente para demostrar que ese castigo no era para él nada más que un juego. El calor que abrasaba a las almas perdidas cuando pecaban provenía de la ira del ángel caído, un calor que transformó en llamas eternas de ira, cólera y tormento.
Su poder quedó aletargado por la cruenta lucha y por el propio señor al que un día juró lealtad y que traicionó sin ningún remordimiento de conciencia. En la más profunda oscuridad de ese nuevo mundo descubrió algo, un poder que no tenía forma, que no tenía cuerpo pero que tenía los más salvajes sentimientos acumulados dentro de su ser. Ese algo era prohibido y feroz, algo salvaje y muy poderoso y lo más importante, con la misma sed de venganza que él. Llegó a un pacto con ese ser, un pacto que le otorgaría poder a cambio de dolor, sufrimiento, sangre y almas torturadas. Ese nuevo poder otorgado le hizo más o igual de poderoso que el señor de los cielos y por ello se convirtió en el señor de los infiernos. Con su poder pudo obtener todo lo que deseaba, incluso alas nuevas con las que invadir el cielo. Sus alas eran grandes y fuertes pero eran diferentes a las alas que les fueron arrebatadas, ahora sus alas brillaban como la oscura noche, cubiertas por el resentimiento y el dolor, por el odio y por la sed de sangre aún no derramada.
Se acercaba el momento, pronto saborearía la victoria y en última instancia el sabor de la sangre del ángel más valioso del Cielo. Todo valía la pena con tal solo de poder poseer el sabor de la victoria en sus labios, con el sabor de su alma y su sangre en su paladar.
Allí está, más hermosa que ningún otro ser, más brillante que la luz del sol, un ser tan bello que es pecado que mis ojos se posen sobre ella, porque solo mancharían su pureza, la hermosa luz de su alma.
Shaoran no podía creer lo que sus ojos veían en ese momento, ante él, erguida en su totalidad se alzaba un ángel de alas blancas y ojos verdes. Si no fuera porque no creía que fuera posible, pensaría que ante él se elevaba la persona que más amaba en ese mundo. Su rostro, sus facciones, sus ojos, su cabello, esas alas, pero su mirada… su mirada estaba envuelta en un halo de negrura, de resentimiento, de odio.
- "¿Sakura?"- A la mera mención del nombre la joven alzó la mano y en ella se formó un brillo que se convirtió en una bola de luz que se estrelló contra él, lanzándole unos metros atrás. Shaoran rodó por el suelo sufriendo magulladuras y provocando que su hombro se dislocara en su primera colisión contra la dura tierra. Touya aullaba de dolor en el suelo mientras el veneno invadía su cuerpo lentamente. La mujer fijó su mirada en él, el niño y el hombre que lo acompañaban, su mirada se entristeció al verlos.
- "¿Sakura?"- Dijo ahora el mayor de los Kinomoto abriendo un ojo lentamente mientras no aguantaba los gemidos de dolor. La joven siguió sin contestar, era como si no pudiera hablar o, tal vez, no tuviera palabras con las que poder expresarse.
- "¿Qué estás haciendo Sakura?"- Dijo Eriol más que sorprendido. No entendía este arrebato de la joven. No había motivos para que les estuviera haciendo esto.
- "Justicia"- Dijo con los dientes apretados, mirando al hombre, al que había tirado con su poder, tumbado sobre el suelo con sumo desprecio.
- "¿Justicia?"- Repitió Eriol anonadado ante esa declaración- "¿Por qué¿Y para quién si se puede saber?"- La sorpresa estaba dibujada en el rostro de todos. La mujer tenía una expresión en sus ojos de dolor y sufrimiento que complementaba con tintes de rabia e ira.
- "Clamo justicia por lo que él hizo hace 10 años, clamo por un pago que desde hace 10 años lleva demorándose"- Dijo dando un paso adelante mientras volvía a levantar la mano y lanzaba otra bola de energía hacia el cuerpo magullado de Shaoran- "Dolor por dolor, lágrima por lágrima ¡Sangre por sangre!"- Gritó esto último con tanta desesperación y odio que era desgarrador.
- "Sakura, por favor… atente al diálogo, sé que ese mal nacido lo merece pero… esta no es la solución"- Dijo jadeante Touya, sintiendo como el veneno empezaba a menguarle las fuerzas.
- "Jamás podré olvidar las lágrimas"- Dijo cerrando los ojos- "Cada noche, cada vez que la soledad la embargaba, cada vez que nadie podía verla, el dolor de la traición, la pena de la soledad, la resignación a un amor no compartido. Cada noche, lágrimas y lágrimas ante el recuerdo de su rostro"- Los hombres no entendían lo que estaba diciendo la joven… era como si… no hablara de sí misma.
- "¿Sakura…?"- Dijo dudoso ahora Shaoran, su rostro con leves tintes de sangre, su labio cortado, apoyado en su brazo sano. La ropa desgarrada y sucia del polvo.
- "Pequeña"- Todos se giraron al sonido de esa voz, profunda y oscura. La joven le miró de soslayo y esperó a que él se acercara- "Mírale bien el rostro. Mira sus facciones, en esos labios que solo pronunciaron promesas rotas, mentiras y falsedades. Mira sus ojos, mentirosos y corrompidos. Mírale bien y siente el dolor que le provocó con su mera existencia. Sabes bien que él es el responsable de todo esto, sabes bien que por su causa viviste siempre con la culpa de no ser lo suficiente para su felicidad. Porque eres igual a él, porque todo tú hace que rememore su dolor. Si él no hubiera existido ella habría sido feliz, tal vez tu existencia no fuera presente ahora, pero al menos no le causaría ese dolor que ahora sufre"- El ángel negro envolvió con un brazo la cintura de la joven y con el otro le levantó la barbilla para que fijara sus ojos sobre él- "Ódialo y mátalo"- Dijo con satisfecha perversión en sus palabras.
- "No le escuches"- Dijo Syaolong- "Todo esto ha sido una treta, tal vez no sea excusa ahora, después de tanto tiempo, pero no debes dejarte llevar por los malos pensamientos. Yo… yo he vivido toda mi vida separado de mis padres, siempre han estado ocupados con sus respectivos trabajos, en muchas ocasiones he deseado que les pasaran cosas horribles, les he odiado, pero sé que todo lo que hacen es por mi bien, no hay padres que no quieran a sus hijos, tal vez muchos de ellos no lo demuestren tan abiertamente, pero tengo fe en eso. Tu madre ha sufrido, ha sentido dolor y tal vez odio pero siempre te ha tenido a ti… Vale, que tal vez le recordaras a tu padre, pero seguro que siempre se ha sentido orgullosa de ti, siempre ha confiado en ti, seguro que todo ese dolor ha sido para mejor, seguro que todo ha sido para mejor con tal de solo verte sonreír"- El chico dijo esto último con un evidente sonrojo. Aunque no era momento para bromas, Eriol no pudo evitar alzar una ceja ante la última frase del chico.
- "Yo…"- La joven bajó un poco el brazo, dudosa.
- "Ignora sus palabras. Claro que quiere que no le mates, recuerda que son familia, que ese chico siempre ha estado con él, recuerda que él también quiere a ese infeliz. No escuches las palabras de una persona que lo único que quiere es salvar a una persona querida para él. ¿Acaso tu no mentirías también a cambio de salvar a un ser allegado, aunque este fuera el ser más despreciable del mundo?"- La joven frunció el entrecejo y levantó nuevamente la mano. Ahora se podía apreciar en su mirada un brillo decidido, no habría vuelta atrás. Se concentró en su objetivo y junto todas las fuerzas que tenía dentro de sí. Lanzó con toda su fuerza, como si le fuera la vida en ello. En ese momento solo se pudo oír la voz atronadora de un niño, un niño que gritó desde el fondo de su alma.
- "¡Aika¡NO!"
Allí, con sus ropajes blancos, se sienta, mira hacia abajo, observando a esos insignificantes seres a los que deberíamos proteger. Es tan hermosa que solo verla me hace estremecer. Es tan hermosa que con solo estar cerca de ella me embarga de un profundo dolor. El dolor de no poder llegar a ser tan puro como ella, de no estar a su altura, porque yo soy un ser impuro, pues mis pensamientos son oscuros. Ella mira a los humanos y siente calor, yo miro a esos seres y siento asco, pena, disgusto por lo débiles que son, por lo impuros que siempre serán. Ella no es quien debe vigilar a esos seres viciosos y corruptos, ella no debe mancharse con ellos. Ella es demasiado buena para ellos.
La batalla se encontraba en su punto álgido. Ninguno de los dos iba a ceder, los dos se encontraban expectantes ante el siguiente movimiento del otro. La mujer alzó la mirada mientras sus hombros caían cansados. Tenía la respiración agitada y el cuerpo sumamente dolorido. El veneno le había debilitado, pero aún tenía el espíritu de combate intacto, antes moriría a dejarse vencer por el cansancio.
- "¿Aún quieres seguir luchando?"- Furata estaba de pie, con las piernas juntas y los brazos cruzados, sobre el respaldo de uno de los asientos del auditorio, sin el más evidente síntoma de cansancio.
- "Jamás dejaré de luchar"- Dijo la mujer mientras que en su mente intentaba encontrar alguna forma de neutralizar a ese sujeto. En un momento de la lucha los dos se enzarzaron en una batalla que les despojó a cada uno de sus armas, la espada de Kaho relucía a un lado del lugar. Los palillos del hombre estaban también tirados a un lado, uno sobre el suelo y el otro clavado en la pared, los dos con sangre reseca.
- "Tu no naciste para la lucha. Eres el ángel con la gracia divina del arte, de deleitar al mundo con el placer de la música, con palabras bellas, con retratos fantasiosos del mundo. No, sin duda no naciste para mancharte las manos de sangre. Esas manos fueron creadas para deleitar los sentidos"- El hombre se hallaba tranquilamente con una sonrisa dibujada en su rostro.
- "Aunque me pese, sé que solo dices la verdad y por ello no estoy enfadada, pero a pesar de eso, prefiero arriesgarme a morir en un arte que no conozco a dejar que venzas sin haber opuesto resistencia. Prefiero arriesgar mi vida en un intento perdido a haber vivido con la conciencia de saber que no lo he intentado"- La voz de la mujer era decidida, no se dejaría vencer con facilidad, opondría resistencia hasta que el último aliento de su existencia se perdiera en el aire.
- "Valoro tu tenacidad ante esa decisión. Vosotros, los ángeles, siempre habéis creído ciegamente en que con solo intentarlo y un poco de fe ganarías muchas batallas, pero os equivocáis, hace falta mucho más que eso"- El hombre se irritó ante la abnegada actitud de la mujer.
- "Tú también fuiste un ángel"- Le recordó Kaho.
- "Por eso sé lo que digo, porque en el pasado fui un ser igual a vosotras, ahora soy alguien más fuerte, más poderoso que no necesita de la confianza ciega de un señor, cuando puedo ser yo mismo mi propio señor"- El hombre dio un salto al cielo y dio una voltereta en el aire para caer con toda su fuerza sobre Kaho. La mujer pudo esquivar el ataque dando un salto hacia atrás. No podía desplegar sus alas pues no tenía la suficiente fuerza para lazarse al vuelo.
- "El poder os cegó"- Dijo con algo de pena y compasión. Aquellos que se dejaron engatusar por el poder no merecían nada más que eso, pena.
- "Te equivocas, no fue el poder lo que nos cegó, sino el descubrimiento de que no eran de merecer esos humanos. Su existencia es insignificante si necesitan de nuestro poder para poder sobrevivir, sin nosotros se reducirían a la nada. Patéticas criaturas que necesitan de vuestros pilares para que no se autodestruyan ellas mismas. Un ser tan bajo no merece de nuestro poder para ser protegido, sino que debe ser extinguido"- Dijo avivando su ira en su interior.
- "Todo ser debe tener la oportunidad de enmendar sus errores. El ser humano es un ser que aprende de sus fallos, sino se les deja cometer esos errores no evolucionan"- Dijo con profunda creencia en sus propias palabras.
- "Pero no el ser humano, es tan patético que comete el mismo error varias veces… ¿Acaso no has visto como se suceden sus guerras¿La hambruna de algunos de los suyos¿Su trato a la naturaleza que con tan buena fe se les entregó? Seres egoístas que no piensan más que en su propia existencia, cada uno deseoso de vivir a costa de la vida de los demás"- El grado de repugnancia que se denotaba en su voz era alto. Se podía ver el asco que sentía a cada palabra que pronunciaba.
- "No todos los seres son así. Siempre hay humanos que se esfuerzan para cambiar el mundo y cada vez son más los que son conscientes de ello"- El hombre corrió hacia ella intentado asestarle otro golpe.
- "Estupideces"- Dijo con una sonrisa torcida y sardónica- "La ley de la naturaleza humana es así, destruir lo que construyen, así es como sobreviven. Dicen dejar un legado para el futuro. Tienen hijos para dejar un recuerdo de su propia existencia, pero es puro egoísmo, el mero hecho de desaparecer les asusta tanto que para aliviar ese temor dejan en este mundo su descendencia pensando que así al menos su línea familiar los hace eternos. Mientras, sin embargo, destruyen todo lo demás, no dejan más que destrucción para sus propios descendientes para que sufran lo mismo que ellos sufrieron, porque sí dejan su legado en sus descendientes, pero no se preocupan de mantener ese legado intacto. Los humanos no viven para dejar un legado al mundo, viven para compartir su dolor con los demás, son tan patéticos que la única forma de morir felices es saber que alguien sufrirá más que ellos"- Kaho le miró con los ojos abiertos de asombro¿cómo podía haberse creado semejante idea de la naturaleza humana? Siendo una Paloma, como ella, había creído ciegamente en la esperanza humana, en su buena voluntad y ahora… solo hablaba de sus puntos oscuros, de una naturaleza por el contrario propia del humano, quizá alguno no se escapara de esa descripción, pero era imposible enmarcar a todo los seres en esa descripción.
- "Lo que dices es muy duro y a mi juicio es injusto, no puedes decir eso de todos, los humanos viven a base de buena voluntad, no puedo excusar a algunos de sus acciones, pero la gran mayoría crece con la base de unos principios firmes y decentes, creen en el corazón del prójimo, en la esperanza, en la amistad, el amor, la fuerza de voluntad, crecen saltando obstáculos pero aun así son seres que persisten hasta llegar hasta sus metas, sus sueños. No son seres destructivos, sino que construyen sus propios sueños"- Defendió Kaho.
- "Destruyendo lo que se interponga en su camino, para crear sueños así, déjame decirte que si es así como ves las cosas, no vale la pena. Al final destruyen más que construyen, causan más dolor solo para alcanzar un sueño, que es solo para su beneficio personal, para su satisfacción personal, eso solo confirma lo que he dicho, que son egoístas y egocéntricos. Mira el ejemplo de la Tierra, durante siglos se creyeron tan importantes que creyeron que el Sol, la Luna y todos los demás planetas giraban en torno de la Tierra. ¿Acaso no es eso egocentrismo¿Egoísmo¡Todo debe girar entorno de sus vidas!"- Kaho no podía sentir más pena de él, era muy doloroso ver como podía tener tan pocas esperanzas en el ser humano, tanta era su convicción de la poca valía del hombre que llegaba al punto de la destrucción de este.
- "¿Y por eso vas a destruirlos?"- Dijo la mujer apretando los puños.
- "Sí, para liberar al mundo de la desgracia de su existencia. No debieron ser creados jamás. Es tan absurda su existencia… Míralos, prodigando al mundo que fueron creados a imagen y semejanza de su señor, cuando eso es absurdo. Tú y yo sabemos que nuestro señor simplemente no tiene forma física, que carece de las debilidades que el hombre tiene, es más, nosotros también carecemos de la forma física que tienen los humanos, nuestras alas no son como las alas de las aves. Solo tenemos este aspecto físico porque ahora estamos en la Tierra. Vosotras porque reencarnasteis y nosotros lo hicimos para adaptarnos a la vida de estos patéticos seres"- El ángel caído se fue acercando a ella una vez más- "Otra forma de vanidad, creer que son tan importantes que vuestro señor los creó como si fuera él mismo, algo totalmente falso. Esa representación de los ángeles con alas de ave… ¡Jajajaja! Déjame que me ría. ¿Y el demonio¿Un ser de cuernos y patas de cabra¡Por favor¿Y creer que el único mal son los demonios? Nosotros también somos el susodicho mal pero solo porque no estamos de acuerdo con la idea de vuestro señor¿eso nos hace ver como los seres malvados de este mundo¿Solo por el mero hecho de no hacer lo que se nos ha mandado¿Por pensar en que lo mejor es la inexistencia del ser humano? El mal no es eso y bien lo sabes, tú misma para nosotros eres el mal. Lo único que nos diferencia es el color de nuestras almas, el color que se refleja en el brillo de nuestras alas. Tú eres blanca y yo negro ¿y sabes por qué? Claro que lo sabes. Nuestra alma tiene un brillo negro porque al ser desterrados bajamos a la oscuridad y vosotros vivís en el cielo, en la luz cálida de vuestro señor"- El hombre emprendió de nuevo la lucha. Kaho le esquivó los golpes cada vez que llegaban, por un lado, por otro, siempre esquivando los golpes que él le lanzaba, siempre sin la oportunidad de contraatacar, pues siempre retomaba sus golpes desde donde los dejaba, sin darle tiempo a defenderse con otro ataque.
- "Sé todo eso, sé que han cometido errores, que sus pensamientos son erróneos, pero eso los hace sentirse mejor, sentirse dignos de nuestro señor. En cambio no concuerdo con lo que dices, no creo que lo mejor sea destruirlo por sus errores sino guiarlos, encauzarlos hacia el lado correcto"- Kaho recibió un impulso hacia atrás y chocó contra los instrumentos del auditorio, el polvo se levantó a su alrededor y el ángel de alas negras se acercó a ella con paso calmado.
- "Somos tan iguales y en cambio pensamos tan diferente…"- Dijo con un deje de lástima, como si todo lo que dijera Kaho fueran lamentos.
- "La oscuridad os ha devorado de tal manera que vuestra alma ya no es solo negra sino que está consumida por las tinieblas. Aún no comprendo que sea tan oscura, es imposible que vuestro poder haya alcanzado semejantes magnitudes, es algo…"- De repente tuvo a ese ser delante de ella levantándola de los cabellos. Kaho levantó una de las manos para coger la mano que él le apretaba sobre los pelos. El Ángel Caído levantó su otra mano hacia la mano de Kaho y apretó con fuerza sobre la herida que había provocado con su espada al atravesar su mano. La herida había dejado de sangrar pero ahora que apretaba, se volvió a abrir y dejar que la sangre fluyera. Kaho apretó los dientes con fuerza aguantando el dolor.
- "El dolor no remitirá, pero no te preocupes de eso, yo me encargaré de que así sea"- Furata soltó la mano de Kaho y la lanzó al cielo. Cerró los ojos y voló a su encuentro. En un esfuerzo para no caer al suelo desplegó sus alas y planeó mientras seguía cayendo. Con una de las campanillas invocó de nuevo a su espada. Furata por su parte llamó a su arma y esta voló hacia sus manos. El uno dirigiéndose al encuentro del otro, con miradas decididas y resolutas a terminar con la indecisión del final.
Con la respiración trabada en la garganta y el corazón encogido, los dos chocaron sus armas creando una onda expansiva que sacudió todo el auditorio. Las paredes temblaron, el suelo fue empujado hasta formar un agujero en él, los instrumentos se hicieron trizas, para pasar a ser solo un amasijo de metal y madera contra una de las paredes, el techo vibró haciendo caer trozos de su estructura. Un fuego prendió y las cortinas que formaban el telón del escenario ardieron, el infierno se desató con melodía mortal y de lo alto cayó un cuerpo. Así concluyó el réquiem que tuvo en vilo al auditorio.
Toda una eternidad uno junto al otro, eso fue lo único que pedí, pero me lo negaron. Ella me lo negó y Él también. ¡A mí! A mí, el más poderoso de todas las órdenes, el más hermoso, el más fuerte. Pero esto no quedará así, a mí nadie me niega nada, soy mejor que ellos dos, soy mejor que mi señor y así se los demostraré. Y entonces… entonces obtendré lo que deseo.
En el suelo y con la boca apretada en una fina línea la joven casta que representaba la pureza, la llamada Niña, soportaba el dolor lo mejor que podía. Kyoju miró el rostro contraído de la mujer con sumo gozo. Estaba de pie delante de ella, no la había tocado desde que la había crucificado en el suelo. Simplemente miraba como la joven se consumía en su propio dolor y humillación.
- "Solo de pensar en lo que voy hacer contigo hace que me estremezca"- Dijo mientras temblaba con una sonrisa en sus labios y su mirada llena de lujurioso goce al dolor. La joven giró su cabeza amenazante pero sin poder hacer ningún movimiento.
- "Aunque sea en el otro mundo, haré que pagues por tus horribles pecados"- Dijo la joven con ira. Era la Paloma más joven de todas, aún inexperta, aún muy niña para saber contener su ira y su dolor. Todo lo que sentía se podía ver en su rostro, podía sentirse a través de sus ojos.
- "No te preocupes, ya me pagas ahora bastante bien"- La mujer intentó levantarse pero sus manos, clavadas en el suelo la hicieron resentir de dolor ante ese inconsciente movimiento. Kyoju se movió cerca de ella. Ahora tenía el pecho descubierto y la joven podía ver las múltiples cicatrices que tenía a lo largo del cuerpo- "¿Te gustan?"- Le preguntó al ver que la joven le miraba fijamente. Nari frunció el entrecejo.
- "Lo considero repugnante"- Escupió prácticamente.
- "Sabes como complacerme"- Dijo el hombre con un tono de excitación en su voz y una pequeña sonrisa. El hombre se agachó a un lado y cogió otra estaca. La miró de reojo y se relamió los labios. Nari vio como Kyoju se levantaba mientras llevaba una mano a su cinto, donde tenía innumerables instrumentos, entre los que se hallaba una estaca, la cual palpó con delicadeza y sacó lentamente del cinto, la agarró en su mano y la apretó con fuerza. El hombre se dirigió a sus piernas y se agachó una vez que estuvo delante. Nari, en un impulso, alzó la pierna y le propinó una patada en la cara. El hombre cayó hacia atrás pero, aparte de un moratón en la cara y un poco de sangre en sus labios, no le causó mayor daño.
- "Como me toques te juro que…"- Kyoju se abalanzó sobre una pierna mientras que la otra era inmovilizada con el peso de su cuerpo. Con una mano apretó el pie contra el suelo. Su mano se cernió con fuerza dejando las marcas de sus dedos sobre la piel de ella. Miró a La Niña una vez más y sonrió antes de alzar su mano y bajarla rápidamente sobre el tobillo de la joven, atravesó la piel y los músculos, rasgó algún hueso en su camino e hizo brotar ríos de sangre para finalmente clavar la estaca sobre su tobillo inmovilizándola. El aullido fue inevitable y él se estremeció al oírlo.
- "Sin duda este será el mayor placer del que voy a disfrutar en toda mi eternidad"- Kyoju fue a gatas hasta donde se encontraba el cuerpo crucificado de la chica, se puso sobre ella y la miró a los ojos con un brillo de perversión en ellos- "Haces que cada músculo de mi cuerpo se contraiga de puro placer"- Cogió la cara de la chica con una mano y la obligó a quedarse quieta, se agachó hacia delante y acercó su rostro al de ella.
- "Aléjate de mi"- Le advirtió La Niña.
El hombre ignoró su advertencia y se acercó más a ella. Su otra mano fue resbalando desde su mejilla, en una obscena caricia, hasta su cuello. Cerró su mano sobre su frágil garganta y apretó con fuerza mientras a su vez lo hacía con lentitud, haciendo que su placer fuera creciendo con esa lentitud y se duplicaba su goce al sentir el cuerpo de la Paloma debatirse inútilmente debajo del suyo. La joven no murmuró palabra, simplemente le miraba con ojos duros mientras ahora se acercaba a sus labios y los apretaba sobre los suyos. La joven intentó apartar la cara en vano y el beso que recibió fue duro y violento, un beso torturador. El hombre con su lengua intentó separar los labios de la joven, que finalmente, por la falta de aire y por la fuerza de él, abrió la boca y sintió como ese monstruo la invadía la boca en un devastador dominio sobre ella.
La Paloma no hacía más que contener sus ganas de llorar por su falta de poder, por su falta de fuerza, por haberse dejado vencer de un modo tan humillante. No podía entender como podía suceder todo esto, no podía ser que estuviera vencida. Ellas, dueñas de las virtudes de la humanidad, obedientes y leales a sus principios, a su deber, estaban siendo derrotadas por esos seres que solo querían la destrucción¿Cómo podía ser que estuvieran perdiendo esta batalla que debían ganar¿Cómo era posible que los que tenían razón en esta misión eran los que estaban perdiendo¿A caso estaban equivocadas¿Era ese el final¿Su perdición¿Este era el castigo por un pecado que no sabían que habían cometido? Las preguntas no tuvieron contestación y la desolación empezó a invadir el alma de la joven Paloma.
Si desde el principio iban a perder… ¿Por qué su Señor las había enviado a la perdición¿Por qué sacrificaba a sus leales ángeles?
¿Por qué?
¿Por qué?
¿Por qué?
Pronto sintió que sus ojos se nublaban. La boca del hombre sobre la suya estaba evitando que pudiera respirar y su mano sobre su garganta hacia que el mero hecho de respirar fuera doloroso. Sabía que en breves instantes perdería el conocimiento y seguramente si seguía así también perdería su vida. Los dedos de su mano se movían queriendo formar un puño y apretarse fuerte a la vida que aún no quería dejar, pero no fue necesario desesperarse pues el hombre se separó de ella en último momento. La Paloma le miró con los ojos entrecerrados y los labios separados intentando recuperar todo el aire perdido, la mano seguía sobre su cuello pero sus dedos ya no se aferraban como si quisieran arrancarle la vida. Nari, por primera vez en su vida sintió miedo, miedo por lo que le deparaba en manos de ese despiadado ser. Como si fuera capaz de leerle la mente, el hombre sonrió, respondiendo a su temor.
- "Esa es la mirada que quería ver, una mirada llena de temor, de miedo. Escogí bien, sabía que tú serías capaz de darme el placer que tanto he buscado. Te has resistido, pero no iba a durar, el miedo te corroe el alma, la impotencia inmovilizan tus músculos, el dolor te embarga y te hace desesperar"- Se levantó del cuerpo de la joven y se puso de pie con una enorme sonrisa en los labios.
Sus ojos prácticamente se salían de sus órbitas, anticipándose al goce que ya subía por su pecho llegando a su negra alma.
Nari apretó la boca e intentó concentrarse en algo que no fuera el intenso dolor que sentía en su cuerpo. Se negaba a ser derrotada de esa manera, pero el miedo se apoderaba de ella, más y más a cada minuto que pasaba.
Kyoju miró a la indefensa muchacha en el suelo y vio como aún seguía empeñada a no dejarse derrotar, esa actitud le agradaba mucho más, cuanta más resistencia pusiera más sería el placer de verla destruida. Avanzó unos pasos y se volvió hacia el pie que aún quedaba libre, lo aferró duramente contra el suelo y de su cinto sacó otra estaca.
Nari vio movimiento a su lado y sintió como una mano fría se cerraba alrededor de la piel de su pie, aguantó valientemente lo inminente y no profirió sonido alguno cuando el objeto atravesó su piel y se clavó en el suelo. Cuando abrió los ojos vio el semblante del hombre, había pasado del disfrute a tener una sombra en sus ojos, una ira contenida se formaba en su mirada.
Kyoju estaba disfrutando el doblegar el alma de esa muchacha tan pura e inexperta, pero no pudo disimular su frustración cuando no la oyó gritar y esa frustración aumentó al no ver ni una sola gota caer de los ojos de ese tierno rostro. Si no lloraba la cosa carecía de su gracia. Una presa capturada debía de temblar y sentirse tan asustada que debía estar gimiendo y llorando por que la dejaran libre. Debía de haber derramada al menos una lágrima, había visto la desesperanza en sus ojos¿por qué no lloraba de una vez? Dejó de lado ese pensamiento y contuvo su disgusto. Pronto caería como todas sus demás victimas, pronto.
Nari era inexperta, nueva en el arte del dolor, era La Niña, el alma pura e infantil que perdían los humanos al crecer, como representación de ese alma debía de permanecer aislada de todo ese dolor, de conservar eternamente su ingenuidad, por eso siempre viajaba con Samantha, ella era su protectora, la persona que siempre la tapó los ojos a la realidad de ese mundo, la que siempre la había protegido de ser mancillada con la suciedad de la realidad. Y ahora que ella no estaba para protegerla… ¿qué debía hacer? Su cuerpo se estaba dejando vencer por el pánico y el dolor, pero su alma, su alma aún se negaba a perder esta batalla ya perdida. No sabía por qué pero aún resistía todo ese dolor. ¿Qué hubiera dicho Samantha ante su situación? Jamás lo sabría, jamás podría preguntárselo y jamás antes se le hubiera ocurrido preguntárselo, pues daban por hecho que Nari, Paloma de la pureza jamás tendría que afrontar las torturas que ahora sufría. Intentaba buscar en su mente algo para poder afrontar ese dolor, algo que le indicara que poder hacer ante esa situación y fue entonces que recordó algo. Recordó unas palabras suaves que una vez la envolvieron.
- "Pequeña… ¿qué te pasa?"- Un ángel de cabellos largos, mirada cálida y labios sonrientes se acercó a ella.
- "Me siento triste, no puedo evitarlo"- Dijo entre sollozos.
- "¿Y por qué estás tan triste?"- Dijo arrodillándose delante de ella. Puso su suave mano sobre su cabeza y empezó a acariciar sus cabellos.
- "¿Acaso no lo habéis oído? Los ángeles se revelan, la guerra dará lugar y todo el Cielo se verá envuelto en el caos"- Dijo con la mirada posada sobre sus pies.
- "¿Tan poca fe tienes en nuestro señor?"- Preguntó el ángel. Ella negó- "¿Y en nuestros hermanos?"- La pequeña levantó la vista y el ángel vio la duda en esos lindos ojitos- "¿Tan poca fe tienes en ti misma?"- Preguntó ahora con la mirada seria.
- "Tengo fe en nuestro señor, pero en nuestros hermanos… ¿cómo voy a tener fe en los hermanos que nos van a traicionar? Eso sería imposible"- Dijo apenada.
- "No hay nada imposible en este mundo, ni en los demás, hay que tener siempre fe en todo ser vivo pues todo ser tiene una naturaleza bondadosa"- Dijo sonriendo al ver la mirada incrédula de la pequeña- "Tú eres joven y me temo que siempre lo serás, no obstante eso no quita que en algún momento tengas que enfrentarte a la realidad. Rehuirla es poco probable aunque no imposible. Pequeña, un ser que es creado por nuestro señor tiene naturaleza bondadosa pero también una tenebrosa y malvada. Nuestro señor nos dio la libertad de escoger, de seguir a nuestro corazón tanto si vamos por el camino amargo de las tinieblas como el sacrificado del bien. Pequeña, no debes criticar a una persona por sus acciones sino por el objetivo que le impulsa, por las intenciones que carga su corazón. Ten fe en nuestro señor, en tus hermanos y sobre todo en ti misma, porque tú, pequeña, eres tu propia fuerza, tu propio temor, la última y la primera en decidir si seguir o abandonar. Tú, mi pequeña, eres responsable de ti misma. ¿Me comprendes?"- La niña negó con la cabeza- "No temas por ello, un día lo entenderás y cuando ese día llegue jamás olvides mis palabras. Pueden vencer tu cuerpo, pueden doblegar tu mente pero jamás podrán destruir la esperanza que reside en tu alma, no, mi pequeña, esa esperanza solo se pierde cuando uno deja de tener fe en si misma, cuando ya ha perdido la confianza en si misma. Por eso te pregunto ¿tan poca es la fe que tienes en ti misma?"
- "No"- Fue la respuesta que ahora hallaba Nari en su corazón, en su alma. Se negaba a rendirse, se negaba a dejarse vencer porque aún tenía confianza en sí misma, aún tenía fe, aún tenía esperanza. La muchacha dejó de resistirse y finalmente relajó su cuerpo. Todas las tensiones, todas las dudas, todos los temores escaparon de su cuerpo y cobró fuerza su espíritu, el ser que representaba se avivó con más fuerza en su interior.
Kyoju la observó perplejo, había dejado esa actitud pusilánime de animalillo desvalido a punto de ser sacrificado para cobrar un semblante pacífico y con una mirada que le desarmó, le dejó sin respiración y pronto le hizo sentir irritación que rápidamente se convirtió en ira. La pequeña inútil se había aferrado a algo en su interior que la dio poder de espíritu y eso le molestó sobre manera. Ya no luchaba contra él, ya no le ofrecía el placer que tanto había estado disfrutando.
- "¡Cámbiala!"- Gritó enloquecido mientras ahora le propinaba una patada- "¡Cámbiala!"- Gritó una vez más mientras le propinaba una segunda patada. Nari resistió un golpe tras otro sin proferir gemido alguno de dolor- "¡Cambia esa mirada de tus ojos!"- Nari soportó un ataque tras otro con toda la dignidad que le quedaba, no iba a dejarse derrotar, aún tenía esperanza, mientras una de ellas siguiera de pie no habría manera de que las derrotaran, aunque solo una de ellas sobreviviera sería una victoria, la victoria de que jamás podrían destruir la esperanza en la que ellas creían, la esperanza que ellas portaban en sus almas- "¡Maldita estúpida¡No creas que me vas a vencer con esa pose de mártir¡No me conoces lo bastante como para vencerme con ese deje de sumisión y silencio!"- El hombre paró de patearla y se paró con la respiración agitada, la cólera bullía en sus venas y los deseos de destrozar y destruir crecieron en su interior- "¡Gritarás de dolor¡Rogarás por tu alma cuando la última gota de tu sangre caiga desde los pilares"- El Ángel Caído se llevó la mano al cinto y allí sacó unos finos listones de metal, eran finos como las agujas de costura y largos como unos palillos de madera para comer. El hombre miró a la joven y sonrió con sorna. Después de mirarla a los ojos pasó su mirada a inspeccionar todo el cuerpo de la joven- "Aún no sabes que es el dolor pero ahora te lo enseñaré yo con todo el gusto del mundo"- El hombre cogió esa fina varilla y con ella se paró sobre la cabeza de Nari. Ella observó como sus ojos iban de un lado a otro, observando cada brazo hasta que finalmente se paró a su derecha y con un movimiento rápido y decidido clavó esa aguja de metal en su brazo derecho. Nari impulsó su cuerpo hacia delante en un gesto reflejo ante el dolor, no gritó, apretó con fuerza sus labios y se juró una y otra vez que no gritaría, que no le daría el placer de escuchar sus gritos y mucho menos sus súplicas- "No seas terca. Solo tienes que gritar para mí. Hazlo y dejaré que la tortura sea menos dolorosa"- Nari rogaba una y otra vez en silencio, que le otorgaran el poder de aguantar este trato vejatorio, que el infernal dolor de sus extremidades cesara. El agudo y quemante dolor se hacía cada vez más insoportable.
- "Puedes torturarme cuanto te plazca pero jamás te daré el gusto de que me oigas gritar. ¡No! Prefiero mil torturas a dejar que me oigas suplicar y gritar"- Dijo con sumo esfuerzo dejándola agotada. Tenía ganas de llorar. Ella más que nadie tenía derecho a llorar, cuando fue entrenada en el Cielo, la prepararon para la lucha siempre con el pensamiento de que jamás tendría que emplearla¿para qué? Ella menos que nadie tenía que estar preparada para esas lídes. Ella era la representación de lo inocente y lo puro, no debía de conocer las artes de la lucha, solo la enseñaron lo más básico, lo más esencial, ella más que nadie tenía derecho a llorar, era lo único que ahora podía hacer, pero si lo hacía le estaría dando el poder para que su sobre inflado ego aumentara. No debía darle el placer que buscaba sino arrebatárselo, si no podía luchar con armas o con un carácter combativo lo haría con sus propias armas. La paciencia y la esperanza.
- "Debes estar sufriendo una agonía muy intensa"- Se arrodilló y miró su rostro, alargó su mano hacia sus cabellos y los cogió levantando unos centímetros su cabeza. Acercó su rostro al de ella y le susurró unas palabras al oído- "Estas agujas y estacas están impregnadas de una sustancia muy ardiente. Tus heridas no se cerraran, por el contrario, permanecerán abiertas mientras un intenso ardor te quema los músculos. Lo sientes ¿verdad? Como el calor te abrasa las heridas, sientes como tu sangre se cuece tocando ese metal que rasga tus músculos"- Kyoju soltó los cabellos desechando la cabeza en el suelo- "Ya que veo que te empeñas en seguir con esa estúpida pose, tendré que darte otro aliciente más"- El hombre sacó otra de esas varillas y ahora lo clavó en su hombro izquierdo. Nari tuvo que volver a calmarse tras ese nuevo ataque, debía de controlar su cuerpo, debía de intentar suprimir ese dolor de su cuerpo.
Debía de resistir ese dolor que la estaba destrozando por dentro pero sobre todas las cosas, no debía gritar.
NO DEBÍA.
¿Por qué me obligaste a llegar hasta este punto? Mi hermana, mi compañera, mi alma gemela, mi otra mitad, la que me complementa, la que me hace ser entero. Tú eres yo y yo soy tú. Sin ti yo no puedo seguir viviendo y sin embargo tengo que hacer esto. ¿Por qué? Porque me menospreciaste, me sustituiste por unos mortales, los subiste a un escalón por encima de nosotros, los alzaste cuando son menos que escoria. Me menospreciaste a mí y a ti misma, por eso ahora debo demostrar mi valía, nuestra valía. Sé que jamás lo entenderás, sé que nunca me comprenderás pero esto es lo que debía ocurrir. Un mortal jamás puede tener más valía que un ángel. Jamás.
Miraba al ángel que preparaba el ataque que le mataría, de eso estaba seguro, que ese ataque le quitaría la vida en un instante. No se consideraba débil, pero en comparación a esos seres alados su poder era ínfimo. Su mirada decidida le había amedrentado y fue mayor el impacto cuando supo que ella no era Sakura. No, no era ella, por como se había comportado, por como hablaba ahora, sabía que no era Sakura, pero sin duda alguna era su viva imagen, eran como dos gotas de agua, a excepción del color del cabello, más oscuro, más rebelde, con un textura diferente a la de Sakura, lo recordaba, recordaba como era el cabello de ella de cuantas veces que lo había acariciado, no era el de su amada, sin embargo era muy parecido al suyo.
No, esa no era Sakura, era su hija.
Aika.
Había esperado a que el ataque le alcanzara y le despojara eternamente de esta vida en la tierra, esperó y esperó pero no percibió dolor alguno, notó el impacto del ataque, el temblor de la tierra, notó como una nube de polvo se levantaba a su alrededor, noto como trozos del suelo, ahora en forma de guijarros se estrellaban contra su cuerpo, pero no notó ese inmenso poder sobre su piel, sobre sus huesos, sobre sus músculos. ¿Así era morir? Sin dolor, sin sufrimiento, sin apenas consciencia de cómo había sido morir, sin saber que hubiera sentido los demás que dejaba atrás. Pensó en eso durante un segundo antes de notar el intenso dolor de su hombro dislocado, algo más grande que un guijarro chocó contra su hombro. No, no podía morir a causa de un hombro dislocado o al menos eso era lo que su mente le decía.
Shaoran, tumbado todavía en el suelo levantó la cabeza para ver como una espesa polvareda le seguía envolviendo, cegándole e impidiéndole ver que era lo que realmente había sucedido. Tosió por el polvo que entró a su garganta y se introdujo en sus vías respiratorias. Se cubrió los ojos para que el polvo no le impidiera la visión, esperando a que este se difuminara y le permitiera ver algo de lo que sucedía a su alrededor. La polvareda tardó unos minutos en desaparecer para dar paso a la presencia de una nueva persona. Delante de Shaoran, con la mirada fija en el ángel oscuro que estaba al lado de Aika, se alzaba un ángel de alas blancas y aura cálida. No supo como había llegado o cuando, pero le dio gracias, no supo si fue en voz alta o mentalmente, apenas consciente de si era capaz de decir una mera palabra.
Lucifer amplió su sonrisa de tal manera que se podía ver la alegría de la llegada de ese ángel. Aún le hacía estremecer el solo contemplarla, tan hermosa, tan bella, como él mismo. Miró a la joven que tenía a su lado y pasó su brazo sobre su hombro. Podía sentir su indignación, su furia bullir en su interior por haber impedido que matara a su progenitor. Le acarició el cabello y le besó en la sien. Pudo percibir como el cuerpo de su ángel se tensaba, como su preocupación la embargaba y con ello como su propio cuerpo se excitaba de anticipación.
- "Lucifer…"- El ángel negro tembló al sentir un escalofrío por su espalda al solo pronunciamiento de su nombre.
- "Supongo que debería llamarte Sakura en esta vida…"- Dijo con un deje de ironía. La mujer dejó de mirarle para pasar a mirar a la joven que tenía sujeta. La preocupación ensombreció su rostro y volvió a posar su mirada en él.
- "Deja a mi hija, no tienes derecho a inmiscuirla en todo esto, es una lucha entre vosotros y nosotras"- Dijo dando un paso adelante, pero con cuidado.
- "Te equivocas"- El hombre se apartó de la niña y se movió un paso más cerca de Sakura- "Ella porta el libro y por tanto sí está inmiscuida en esta batalla. No comprendo porqué el libro lo posee esta niña o porqué ha aparecido justamente en este siglo y año, pero no pienso dejarla escapar para que tú la vuelvas a manipular"
- "¿Manipularla¡Es mi hija!"- Dijo indignada.
- "Hija mortal, de cuerpo mortal, de sentimientos mortales"- Dijo con todo el desprecio que le cabía- "Hija de ese mortal"- Dijo mirando a la espalda de Sakura. La mujer no se molestó en darse la vuelta y siguió escuchando las palabras de Lucifer- "Tus sentimientos mortales te llevaron hasta donde estas ahora. ¿Qué conseguiste con todo esto? Pena, dolor, amargura, soledad… Decidiste reencarnar, como las otras Palomas, para proteger a estos humanos de nuestro poder. ¿Pero que conseguiste a cambio?"- Shaoran miraba al ángel caído con el entrecejo fruncido- "¿No te parece entrañable haber sentido esto¿Ese sentimiento de traición¿De dolor cuando se sabe que al que amas no te corresponde con la misma intensidad?"- Lucifer se acercó unos pasos más a Sakura sin que esta se inmutara. La joven sintió una oleada de tristeza y remordimientos. Sabía que parte de lo que estaba sucediendo era responsabilidad suya, pero no podía dejar que esos sentimientos la dominaran- "Dime… ¿Te dolió tanto como me dolió a mi?"- Sakura apretó los puños y desvió la mirada. Shaoran empezó a alarmarse cuando vio que ese ser oscuro se acercaba a Sakura sin que esta se inmutara.
- "Sakura"- Dijo en un susurro y percibió en todo su ser como eso había atraído una mirada furiosa del Ángel Caído. El ser llegó hasta a estar solamente a dos pasos de la menor de los Kinomoto. Alzó su mano y le acarició la mejilla. Todos los presentes aguantaron la respiración. Shaoran entrecerró todavía más la mirada, Eriol se mostró más serio que nunca en su vida; Touya aún se debatía entre la realidad o la ilusión, no podía imaginar que lo que sus ojos veían no era una mentira; Syaolong que estaba muy herido empezó a levantarse, a pesar de su grave estado consiguió dar un paso y otro, y otro. Nadie se percató de sus movimientos, estaban distraídos con la madre de Aika y ese ángel negro. Syaolong avanzó a pequeños pasos hasta llegar al lado de Aika. La pequeña le miró bajando la cabeza, ya que ahora era más alta que él y entrecerró los ojos con desprecio.
- "Aika"- Dijo en un aliento que le costó un gran dolor en el pecho. La chica, de repente, como si hubiera salido de un trance le miró a los ojos y se acercó a él corriendo para ayudarle a sentarse en el suelo.
- "Li… ¿Qué te ha pasado?"- La joven le vio todo el cuerpo y vio como había cortes y magullones por todo su cuerpo- "Debemos ir a un hosp…."- Pero no terminó la frase hasta que vio su mano, parecía más grande de lo normal, se miró los brazos y vio que eran más largos que de costumbre, dio vuelta a su mano para verse la palma y lentamente la levantó a tocarse el rostro. Miró a los ojos del chico y no pudo verse reflejada en él, lo que vio a través de sus ojos fue un alma amargada, herida y furiosa.
- "Aika"- Ninguno de los dos se percató de que el chico había cambiado su forma de dirigirse a ella. Pasó de hablar de una manera formal a tutearla- "¿Qué te sucedió?"- La chica pareció confusa ante la pregunta y le miró algo preocupada.
- "Creo que fue por un deseo que pedí"- Dijo confusa, intentando recordar algo de lo que le había pasado antes.
- "¿Un deseo?"- La joven asintió y en su periferia percibió algo, desvió su mirada del chico y vio a su madre frente a un ángel negro y de repente recordó lo que había pasado y tembló.
- "Me acuerdo de Lily… de todos los demás… estaba tan asustada, era Lily… me decía que no tuviera miedo, me dijo que ahora yo podía cumplir con mi deseo, que mi madre volvería a estar conmigo, solo conmigo…"- Syaolong vio como las lágrimas intentaban asomarse por sus ojos, pero ella no lo permitía.
- "¿Cómo lo lograste?"- Preguntó no sin un gran esfuerzo.
- "Con un libro"- La joven se separó unos centímetros y extendió sus manos delante de ella, con las palmas mirando hacia arriba- "Con este libro"- Susurró mientras cerraba los ojos y se concentraba. Syaolong vio como una luz empezaba a formarse delante de la joven. Lo que no se dieron cuenta los niños era que eso desvió la atención de los adultos hacia ellos. Lucifer intentó llegar hasta la joven pero algo le inmovilizó, giró su cabeza para encontrarse con la mirada decidida de la que fue su hermana.
- "No te permitiré que cometas más pecados"- Dijo Sakura mientras con sus poderes intentaba retenerlo. Aika vio al ángel negro y miró en lo más profundo de sus ojos, donde halló algo que la hizo temblar de miedo. Algo en su interior rememoró algo, un rostro, una sonrisa que una vez le pareció cálida y… unos ojos, unos ojos iguales a estos. Tan pronto como vino la imagen se marchó, dejando solo un momento aturdida a la niña. Aika dio un paso atrás agitando la cabeza para quitarse ese extraño recuerdo, miró hacia delante y a ese ser tan enormemente oscuro. Dio un par de pasos más y su espalda se chocó con Syaolong. El niño la agarró de las ropas para sostenerse y Aika se agachó para ayudarle en su precario estado mientras sostenía el libro con la otra mano.
- "¿Quién cometió un pecado?"- Su mirada brilló sobre la niña que había escapado a su control y se giró para acercarse a Sakura. La velocidad con la que se movía era imperceptible para ellos, pero Sakura notó el instante en que él se había puesto a sus espaldas y la había agarrado. Su brazo rodeaba su cuerpo mientras que con su mano agarrada su pecho izquierdo. Sakura sintió como empezaba a surgir una sombra de duda, de temor.
- "Termina con esto, no merece la pena que sigas engañándote. Sabes que nunca ganarás"- Dijo esto con voz temblorosa. Shaoran vio como ese hombre agarraba a Sakura, pero su mirada negra y oscura se dirigía a él. Shaoran sintió como la rabia le engullía hasta el alma. El hombre sostuvo a Sakura sin el mínimo esfuerzo, pero ella no se movió ni un milímetro.
Lucifer amplió su sonrisa y hundió su rostro en el cuello de la mujer aspirando su aroma.
- "Tu alma sigue siendo la más hermosa de todas, la más dulce, la más delicada, la más pura, la más deliciosa"- Dijo esto último mientras con su lengua saboreaba su cuello.
- "Termina con esta farsa"- Murmuró tragando con dificultad. Mientras él la sostuviera de esa manera no podría moverse porque su aura la absorbía, hacia que sus poderes fueran absorbidos por él mientras estuviera a tan corta distancia, pero también estaba utilizando otro de sus poderes, con su mano en su pecho no solo motivaba la rabia de Shaoran al ser un contacto físico, como bien había dicho los humanos eran débiles por sus sentimientos, pero sus sentimientos oscuros eran lo que los hacía más débiles. Con su mano sobre el pecho izquierdo, sobre su corazón humano y donde residía la fuente de su alma lo que quería era perturbarla, hacerla dudar y flaquear. Y lo estaba consiguiendo, pero no le importaba, si ella seguía siendo el centro de su atención no haría daño a su hija, no la lastimaría.
- "Mi hermoso ángel"- Dijo mientras su otro brazo la envolvía la cintura y la apretaba más contra sí- "Jamás podrás detenerme, lo sabes. Eres mi mitad, eres mi otro yo, cuando te devore volveremos a ser uno solo y entonces ya nada nos podrá separar nuevamente"- Sakura cerró los ojos mientras notaba como él, con su mano en el pecho, hacía que se debilitara. Sakura era la protectora del amor y por ello su corazón debía de estar siempre protegido, pero se había dejado distraer por el hecho de que su hija estaba bajo el dominio de ese ser oscuro. Su corazón era su fuente, su punto débil y él estaba embriagándola de oscuros temores.
- "¡Suéltala!"- Gritó Shaoran volviendo a ponerse de pie. El hombre sonrió mostrando unos dientes perfectamente blancos en contraste con su negra alma.
- "¿Tu que piensas mi ángel¿Debería liberarte?"- Dijo susurrando junto a su oído. Sakura levantó la mirada y vio lo mismo que había viso en esos ojos mucho tiempo atrás. El dolor de la soledad, el dolor de la traición y el anhelo de tenerlo todo. Sabía que tenía poder, sabía que podía conseguirlo todo, pero jamás podría domeñar la voluntad de su otra mitad y eso era lo que más le enfurecía. Tan perfecto, tan poderoso, pero sin el control de lo que más deseaba.
- "Suelta a mi madre"- Aika, que había estado ayudando a su tío y a Eriol, se acercó a ellos lentamente. Con el poder de tener cualquier deseo cumplido con solo pensarlo, había pedido la recuperación de su tío, de Eriol y Syaolong. Se paró delante de ellos con las piernas abiertas y con el libro colgado de una de sus manos- "Déjala marchar y podrás tener cualquier deseo que quieras"- La pequeña vio como la piel de su madre iba palideciendo cada vez más. No sabía que estaba haciendo ese hombre, pero debía separarlos antes de que fuera demasiado tarde.
- "Ya no te necesito"- Dijo con una sonrisa malévola- "Solo quería atraer la atención de ella"- Las piernas de Sakura empezaron a flaquear. Aika fijó la mirada en su madre y vio como movía los labios lentamente. La joven miró nuevamente al ángel negro y este apretó la cintura de Sakura con sus uñas, clavándolas en su piel.
- "Hazlo si tienes valor pequeña"- Aika miró en rededor parándose brevemente en su padre y volvió a fijar la mirada en su madre, esta la sonrió débilmente. La niña levantó el libro, suspiró y lo abrió. Una vez abierto una luz salió de su interior y empezó a flotar.
Detrás de la niña Shaoran se había acercado a ellos, intentado descubrir que era lo que pretendían hacer. Se sentía tan impotente. ¿Qué podía hacer él contra ellos?
Todos miraron hacia Aika. La joven empezó a recobrar su tamaño original, puso su mano derecha sobre su pecho, encima de su corazón y la izquierda sobre el libro.
Nadie supo como ocurrió, nadie recordó que pasó realmente, pero la luz los envolvió a todos, imposibilitándoles ver que era lo siguiente que les deparaba el destino.
Desterrado. Muerto en vida. Apartado de todo lo que me era preciado, de ti. Ahora, sumido en la oscuridad, espero el momento en que vuelva a alzarme, el momento en que nuevamente vuelva a por lo que me pertenece. Esperaré, esperaré hasta volver a tenerte entre mis brazos y entonces jamás volverán a separarte de mi, jamás nada nos separará sino el eterno vacío, el vacío que se crea cuando un alma se apaga eternamente.
Frialdad y dureza, eso era lo que su cuerpo sentía, eso era lo que podía sentir. Sus ojos miraban el cielo pero no vieron más que oscuridad y sangre. Había hecho cuanto había podido, había conjurado todo su poder en esa última baza, en esa última bola de energía y no había servido de nada. Ahora carecía de poder y él la iba a rematar. Podía sentir sus pisadas sobre la tierra, podía sentir su aura acercándose, podía oír su respiración entrecortada casi sobre ella. La mujer giró la cabeza levemente y vio que el hombre llegaba hasta donde su cuerpo yacía con su espada en mano, con un hilo de sangre derramándose desde su brazo.
Tal vez su poder no hubiera sido suficiente para poder matarlo, pero si era lo suficiente para poder herirlo, para demostrarle antes de enfrentarse a la muerte que ella no había muerto sin dar batalla.
El hombre, desde la altura de su cuerpo, miró hacia abajo, a esa hermosa muerte que la envolvía.
Con el cabello desparramado sobre el suelo, con los brazos separados del cuerpo uno cerca de su cara y otra mirando hacia sus piernas, la pierna derecha doblada ligeramente, mientras cortes de sangre pintaban su nívea piel. La mujer respiraba lenta y profundamente y la luz de su alma se estaba apagando lentamente.
El hombre se agachó y cogió la cabeza de la mujer en sus manos, ella le miró a los ojos y vio aún la rebeldía en ellos.
- "Me apena decirte adiós, sé que esto ha sido difícil, duro y doloroso, pero ahora te reunirás con ellas y pronto verás que fue lo mejor. Deshacernos de estos humanos es lo mejor que podemos hacer para que este mundo no se eche a perder"- La mujer miró el rostro del hombre con el ceño fruncido, pero lentamente volvió a sonreírle. Él la soltó bruscamente y se apartó unos pasos, apretó la mano en la empuñadura de su espada y con una renovada furia se acercó a ella.
Su cuerpo sobre el de ella, con las piernas separadas el verdugo alzó la espada con la punta mirando abajo. Miró los ojos de ella y bajó la espada hasta enterrarla en su pecho. Tomoyo contuvo la respiración al sentir ese acerado dolor. El hombre soltó la empuñadura con la espada clavada en el pecho de ella, se separó unos metros y se dio la vuelta, miró al cielo y cerró los ojos, despidiéndose así de ella. Poco sabía él que la voluntad de una persona puede ser más fuerte que el dolor y la debilidad física. Esa fue la última lección que aprendió antes de exhalar su última bocanada de aire.
Con la espada clavada desde su espalda su cuerpo cayó, primero arrodillándose y luego balanceándose hacia delante. Tomoyo, detrás de él y con lágrimas en los ojos también cayó, pero se sostuvo con una mano sobre el suelo mientras con la otra veía que la sangre se escurría de entre sus dedos, como su vida.
Lo último en lo que ella pensó fue en su marido y en su hija, los dos seres a los que más había aprendido a amar.
Una sonrisa había en sus labios cuando sus ojos se cerraron.
Desde que me desterraron puedo dar gracias, porque gracias a ello ahora tengo el poder suficiente para tomar mi venganza. Gracias a ese ser que conocí en las tinieblas he alcanzado unos nuevos poderes con una nueva fuente de la que podré alimentarme eternamente: El odio, la avaricia, la envidia, el dolor, los celos, la ira… Ahora seré más fuerte, llegaré a ser más poderoso que nadie y entonces volveré para llevarte a mi lado, para mostrarte la verdad, que tú eres mi otra mitad y que tu poder no debe ser empleado por una causa tan inútil como lo son esos humanos.
Poco quedaba para cumplirse el final. Las Palomas ya habían caído una por una, dejando ya solo una para que se reunieran con ellas. Las últimas tres habían sido La Visionaria, La Artísta y la Niña. La Artísta y la Niña murieron inmediatamente después de que una fuera debilitada tras un ataque y la otra debilitada tras una intensa tortura, respectivamente.
Los ángeles habían caído y de los Ángeles Caídos solo quedaban Kyoju y Furata. Los dos se reagruparon y vieron su obra de arte expuesta en los cielos. En cada pilar había un ángel crucificado, con la sangre resbalando por esos pilares. Solo les cabía esperar al último y que su sangre se derramara por todo ese suelo terrenal y entonces el inicio del fin de la vida tal como la conoces daría su comienzo.
La luz cegadora se había disuelto en el aire y ahora con sus ojos miró a su alrededor. Con su nariz olió la atmósfera cargada de un olor pesado, que se introducía en tu nariz y te lo hacía sentir en el paladar, un sabor amargo. Con sus oídos pudo oír el sonido del viento que arrastraba el polvo de los escombros. Con la boca pudo percibir el silencioso sabor del viento y el amargo olor que provenía de su sentido del olfato.
Shaoran miró a su alrededor para encontrarse solo, solo en una calle desierta, pero había algo extraño que no podía decidir que era, empezó a gritar, pero no pudo oír su propia voz. Se llevó la mano a la garganta para gritar un par de veces más y entonces sus ojos se fijaron en el cielo¡los pilares no estaban!
El hombre se giró alertado por este nuevo dato y agudizó la vista, pero solo podía seguir percibiendo este lugar tenebroso. Caminó sin saber que más hacer. Sabía que estaba en algún lugar y ese lugar no era Tokyo y mucho menos Tomoeda. Giró por donde unas piedras derrumbadas se acumulaban en un pequeño montón y se encontró de frente con Eriol. Los dos se miraron, lso dos intentaron hablar y ninguno de ellos logró decir nada.
Los dos se miraron largo y tendido, como si de esa manera pudieran descubrir lo que el otro pensaba, pero ninguno llegaba a ninguna conclusión. Mediante acuerdo tácito los dos se movieron por otro lado, distinto del camino de Eriol y del camino de Shaoran. Llegaron a otro punto con escombros y esta vez se encontraron con el profundo ceño de Touya. Los tres no pudieron hacer nada más que seguir buscando al resto de las personas que antes había presenciado la creación de ese cegador destello. Touya lanzaba de vez en cuando alguna mirada asesina hacia Shaoran, pero al no poder hablar, no se molestaron en indicarle de alguna manera que su enemistad no venía a cuento.
Llegados a un punto decidieron parar. No sabían por donde iban, pero el lugar era muy extenso, por más que caminaban y caminaban no llegaban a ninguna parte, solo veían ruinas y ruinas.
Shaoran miró al cielo y vio un cielo sin estrellas, no había un lugar más triste que un lugar donde las estrellas no podían brillar o eso era lo que una vez le había dicho Sakura. Ese día le había contado que las almas de las personas que morían eran esas estrellas y que cuando una estrella desaparecía del firmamento significaba que había logrado reencarnarse, también le comentó, en tono de burla, que un mundo sin estrellas es un mundo sin alma y por tanto sin corazón. Ahora que lo pensaba, no sabía si eso se lo había dicho de verdad o era solo un cuento. Ya no sabía que pensar de Sakura o de Pei y que decir de su prima Meilin o de su recién descubierta hija Aika.
Shaoran cerró los ojos y dejó escapar un suspiro para al momento siguiente sentir un temblor de tierra. Eriol se levantó de un salto y Touya frunció el ceño al suelo como si con eso pudiera pararlo. De repente, del horizonte estalló una columna de luz que se dirigía al cielo. Los tres hombres, sin mirarse, salieron corriendo hacia esa luz. Shaoran sintió como su pecho se oprimía cada vez más a cada paso que daba. Esa columna parecía perdida en la nada pero tan solo unos minutos corriendo les llevó hasta llegar al lugar.
Los tres hombres se pararon en seco para ver a Sakura atada a una columna de luz blanca. No había rastro de nadie más, hasta que se oyó:
- "El ser más hermoso que hayan podido ver jamás"- Los tres se giraron hacia la voz y vieron a un joven sentado sobre una roca mirando al ángel con una sonrisa en sus labios. El joven movió sus ojos a otro lado y los tres hombres siguieron su mirada para ver al Ángel Caído, pero no era mismo que antes.
El hermoso y esplendoroso ángel de la oscuridad tenía un ala destrozada y la otra había sido arrancada cruelmente, haciendo que un líquido fluyera fuera de su cuerpo; su rostro y su cuerpo llenos de rasgaduras y arañazos. Todo él exudaba la palabra destrucción. Los tres hombres volvieron sus miradas a aquel joven y vieron su torcida sonrisa en sus labios.
- "¿Qué ha pasado?"- Preguntó Touya amenazante dando un paso adelante.
- "El libro ha sido quién se ha encargado de desvelar sus secretos"- Dijo el chico mientras se bajaba de la roca y se dirigía al ángel negro.
- "¿Cómo?"- Dijo Eriol sin poder creer lo que estaba viendo u oyendo.
- "¿Quién eres tú?"- Exigió Touya. El joven se paró y les miró con su retorcida sonrisa y volvió a girar la cabeza hacia otro lugar. Los tres adultos le siguieron la mirada y vieron allí a Aika con el libro abierto en las manos, sus ojos verdes habían oscurecido y su mirada se había vuelto dura. Al lado de la joven la acompañaba un Syaolong recuperado de todas sus heridas.
- "¿Tú sabes la respuesta no es así?"- Le preguntó el joven a la hija de Sakura. Aika frunció más el ceño y alzó más las manos haciendo que el libro brillara en forma de amenaza- "Sabes bien que eso no funciona conmigo"- Aika cerró el libro de golpe y lo sujetó con una de sus manos mientras con la otra cogía la mano del chico que la acompañaba.
- "Me manipulaste. ¿Desde hace mucho tiempo llevas manipulándome no es así? Has estado siempre tan cerca y nunca me he dado cuenta de nada"- Acusó la joven aguantándole la mirada.
- "Digamos que fuiste un peón más para un propósito más grande e importante"- Dijo torciendo sus labios hacia un lado.
- "Tú fuiste el que me hizo ver esos fantasmas. Tú has sido quién ha manipulado todo para que se produjera esta batalla. ¡Me dijiste que me protegerías¡Eras mi amigo!"- El joven se fue acercando a ella y al ver esto los adultos avanzaron también, pero con una sola mirada del chico quedaron petrificados en sus lugares.
- "Y te he protegido hasta ahora ¿o acaso puedes decir que estás herida?. Te cuidé a cada momento y según el termino humano sobre la amistad. No te he fallado, siempre te he apoyado, ayudado y escuchado, te he dado consejos y te he respetado"- Dijo con una sonrisa socarrona.
- "Eso es hipocresía, me has utilizado para conseguir tus propósitos"- La mirada empezó a nublarla pero notó como una mano la rozaba el brazo y se calmó enseguida al notar el calor de ese otro cuerpo humano.
- "¿Y acaso la amistad no es una forma de conseguir algo de otra persona? No me equivoco al decir que los humanos no buscan la amistad de otra persona solo para poder eliminar el sentimiento de soledad de sus corazones¿No es verdad que sin amigos habría muchas cosas que no podrían hacer¿Con quién hablarían¿Con quién reirían? Todo eso es una forma de manipulación para conseguir algo de afecto, para conseguir algo de calidez en su insípida existencia"
- "¡No tienes corazón, jamás comprenderás la naturaleza del ser humano¡Eres un monstruo¡Eres despreciable Andrew!"- La joven sentía su alma desgarrarse ante los recuerdos de su infancia con ese chico que tenía delante y que no era más que un ser oscuro y sin sentimientos.
- "Ahora lo has comprendido ¿verdad?"- Aika miró a Syaolong y este la dio apoyo con una silenciosa mirada.
- "Si todo eso es así. Tu propósito no es la humanidad, ni recrearla ni mejorarla, tampoco es por la lucha de los Ángeles Caídos. No, tú quieres algo más, algo más importante que todo eso"- El chico sonrió y avanzó un par de pasos más- "Las Palomas no están en eso pilares para crear un Apocalipsis sino de mensajeras ¿verdad?"- Aika intentó dar un paso atrás pero no pudo. Miró de reojo a Syaolong y vio que este tampoco podía moverse.
- "Ciertamente. Uno no puede matar a través de las Palomas, como bien dice su nombre, son palomas, son meramente mensajeras, no son un arma de destrucción, solo de comunicación, en su deber ante el altísimo tienen que llevar su voluntad a la humanidad con ciertos poderes prestados de él. No, ellas no valen para ser un arma de destrucción masiva, sus poderes no repercuten si no son sobre almas corruptas"- El joven se paró delante de Sakura y alzó una mano hacia su rostro y lo alzó para ver su obra de destrucción- "Mírala, indefensa, impotente, pero aún así llena de poder y en estos momentos… llena de dolor y sufrimiento"- Soltó su rostro y pasó su mano sobre el corazón del ángel- "Siente como sus latidos son cada vez más débiles, cada respiro que da es un paso más cerca de la muerte"
- "Y de su señor"- Pronunció Syaolong en un susurro. El joven cambió el color de sus ojos a un repentino rojo intenso. La joven contuvo el aliento y sintió su cuerpo inmóvil.
- "Tienes razón, estoy aquí no por ellas"- Dijo pasando un dedo por la mejilla de Sakura- "Ni tampoco por ellos"- Dijo señalando con su cabeza el cuerpo inerte del Ángel Caído- "He venido para saldar cuentas con Él"- El hombre se acercó a Aika y la cogió de la barbilla alzando su cabeza hasta que sus ojos estuvieron al mismo nivel- "Lo que yo deseo es devorar el poder de quien rige todo este mundo. Quiero convertirme en Dios"
Vendí mi alma por ti, lo di todo por volver a estar junto a ti, le ofrecí las almas de otros ángeles solo por ti… Comencé una guerra, caí en la oscuridad, pacté con él por el poder de volver a tenerte aunque fuera en tu forma humana. Por ti he llegado a los extremos, he dado lo inimaginable, lo he hecho todo y mi último recurso ha sido dar toda la vida existente a cambio de una sola cosa que él deseaba. Mi vida, la tuya y la de cada ser vivo a cambio de volver a estar a tu lado.
Incluso la vida de nuestro señor.
Todo se lo di a él.
Satanás.
N. de la A.: Después de lo que parecen ser años (creo que más de un año, casi dos) he seguido con el fic. En realidad este cap estaba listo hace mucho tiempo (cuando digo mucho, es prácticamente más de 6 meses, no pregunten porque no ha sido subido antes porque creanme cuando digo que han sido por fuerzas más grandes que mi propia voluntad) Perdónenme por el retraso, pero espero que les guste este capitulo, que después de tanto tiempo no sé si me habrá salido bien UU.
Supongo que se habrán dado cuenta de quien es ese nuevo personaje. Si se van fijando, todo lo que está en negrita son los pensamientos de Lucifer desde que era un ángel hasta que fue expulsado por su rebelión hasta su pacto final. Quería algo dramático y ahora me salió algo totalmente inesperado.
Aquí tienen el mal en su pureza, esperemos que salgan vivos los personajes de esto o al menos algunos de ellos.
Aquí llega este capítulo y espero que me vuelvan a leer pronto. Mientras tanto sigo con otro fic que me tiene harta y no porque vaya a dejarlo sino porque la escena que deseo ponerles no parece salir ni escribiéndola al revés.
Sigan pendientes que yo soy de la clase de personas que dice hola de repente.
Cualquier sugerencia, denuncia, o lo q sea a mi e-mail eternal(guión baja)phoenix(guión bajo)light(arroba)yahoo.es
O vayan a mi pág y dejen un mensaje amenazante: es. diagonal)eternal(guión bajo)phoenix(guión bajo)light(barradiagonal)index.htm
