Capítulo Primero:
El Libro de Bezeld

Esta historia da comienzo en una pequeña ciudad, en lo más profundo del reino de Zefiria.
En la plaza mayor, unos cuantos niños jugaban alegremente. Sobre ellos caía la sombra del grandioso templo dedicado a Cephied, que, desde las alturas, dominaba la plaza y también toda la ciudad. Mientras, unas nubes oscuras fueron cubriendo peligrosamente el cielo, hasta entonces azul brillante.

Una figura apareció y se sentó en uno de los bancos. Sus ropas eran de color blanco, iba cubierto por una capucha y llevaba su rostro oculto casi por completo.
Su nombre era Zelgadis Greywords.

Llevaba algo entre las manos, parecía un libro de considerable tamaño. Al parecer este objeto era muy importante para él, pues lo manipulaba con sumo cuidado y delicadeza. De hecho, aquel libro manuscrito era su última esperanza. Tal vez por eso tardaba en abrirlo, y se quedó absorto durante unos instantes observando las tapas de piel, podrida en su mayor parte, recordando como había llegado hasta él.

"El libro de Bezeld hará que tu más ansiado deseo se cumpla.
Pero... ¡cuidado! Has de ser inteligente y tener algo de suerte,
pues lo que buscas está muy bien escondido"

Esa era exactamente la inscripción que encontró en un templo en Solaria, desde entonces había dedicado todos sus esfuerzos a encontrar aquella reliquia... y finalmente, después de muchos contratiempos, era suya. ¿Podría ahora él cumplir su más ansiado deseo? Sin poder contenerse más, abrió el libro...

No podía creer lo que estaban viendo sus ojos. Las páginas amarillentas del interior estaban repletas de símbolos ininteligibles. No solo no los entendía, sino que no le eran nada familiares, no había visto en su vida nada igual. Siguió pasando páginas y páginas, pero todas eran iguales... el libro de Bezeld estaba escrito tal vez en un idioma muerto, tal vez en una clave que sólo conocían unos pocos. Fuera como fuese, él no era capaz de descifrar aquel galimatías.

Cerró el libro y se quedó mirando al vacío. No podía creerlo. Una parte de él pensaba que esto solo era un contratiempo más, todo era cuestión de buscar un intérprete que pudiera traducirlo. Pero por otro lado, se dijo que si él, que conocía varios idiomas y alfabetos, y bastantes tipos de runas, no tenía ni la más mínima idea de lo que era aquello, cabía la posibilidad de que fuera un código indescifrable. Cuando esa idea llegó a su mente, se sintió más cansado que nunca. Más que cansado, harto. Harto de pistas falsas, de senderos que no llevaban a ninguna parte, de seguir un camino tan incierto que nunca llegaba a vislumbrar el final. Harto de estar gastando así su tiempo... gastando su vida.

Pero no había tenido otra opción. O eso, o se resignaba a vivir como un monstruo para siempre.

Comenzaron a caer gotas de lluvia sobre la plaza. Los niños corrieron a sus casas. Las gente se apresuraba por las calles. Zelgadis cubrió el manuscrito con su capa lo mejor que pudo, para protegerlo de la lluvia, a la vez que se levantaba y miraba a su alrededor buscando un lugar en el que guarecerse. No se le ocurrió nada mejor, así que dirigió sus pasos hacia el templo.
Llevaba el paso rápido, pero en cuanto traspasó las enormes puertas de madera se detuvo a contemplar la majestuosidad de aquel edificio. Las bóvedas tenían una altura impresionante, y aquí y allàsobre las columnas y las paredes, enormes relieves que representaban a antiguos héroes, acompañados de inscripciones rúnicas. Al fondo, el brillante altar dedicado a Cephied. Unos pocos fieles oraban o hacían ofrendas, otros, como él, tenían pinta de haber llegado allí con el único propósito de no mojarse.
Zelgadis se dirigió hacia el rincón más oscuro y apartado y allí se dejó caer en el frío suelo de mármol. Cerró los ojos. Se sentía como si fuera la imagen viva de la derrota. Ya no podía más. No podía más.

"Al menos déjame saber si voy por el buen camino, o si sólo es otro espejismo. Déjame saber si debo rendirme, o si algún día lo conseguiré. Sólo pido eso, quiero saber si debo conservar o no la esperanza, si debo seguir esforzándome, o si todo esto es inútil... ¡no es mucho lo que pido!"

Todos estos pensamientos pasaban rápidamente por su cabeza, hasta que recapacitó. ¿Qué se suponía que estaba haciendo? Estaba...¿rezando? Menuda estupidez, como si Cephied fuera a escucharlo... intentó dejar su mente en blanco y descansar durante un rato.


Uno de los restaurantes con más renombre de la ciudad. En la mesa más aislada de todas se encontraba Zelgadis, solo, esperando a que le sirvieran.

¿Qué va a tomar, señor?
Al volverse hacia la camarera, el hechicero experimentó una sensación de lo más extraña. Ella le sonreía de una forma que le sonaba de algo. Sus ojos se encontraban casi ocultos por sus flequillos de color violeta, y no pudo pasar por alto el hecho de que sus pechos estaban increíblemente desarrollados... mucho más de lo normal. Había algo en ella que le resultaba terriblemente familiar.
- Disculpe¿qué va a tomar?- repitió la camarera acentuando aún más su sonrisa.
- ¿Eh? Ahm... un café solo, por favor.
- ¿Está seguro de que no quiere nada más? Hace una noche muy fría y seguro que volverá a llover. Tenemos un caldito de pollo riquísimo que le hará entrar en calor. Y como plato fuerte le recomendaría nuestra famosa pierna de cordero. ¡Hoy la tenemos tiernísima! Toda una delicia.
No venía con la idea de gastar mucho dinero, pero la mención de aquellos platos calientes hizo que su estomago comenzara a quejarse casi en voz alta.
- E...está bien, tráigame eso que ha dicho.
- ¡Marchando un caldito de pollo y una pierna de cordero para el señor!- sentenció alegremente la muchacha, y acto seguido desapareció tan rápido como había llegado.

Pocos minutos después la misma camarera se acercó de nuevo a la mesa trayendo consigo una bandeja sobre la que se tambaleaban dos humeantes platos.
- ¡Ya está aquí su cena señor! Esperamos que nuestros productos sean de su completo agrado.
- Muchas gracias.
- ¡Ah! Y respecto al manuscrito, no tiene porqué preocuparse. Está escrito en idioma celestial.
Zelgadis la miró como si no hubiera visto a otro ser humano en toda su vida. ¿Se estaría refiriendo a...? Instintivamente palpó debajo de sus ropas y comprobó que el libro de Bezeld seguía bien escondido.
¿Cómo sabía ella?
- N-no sé a lo que se refiere.
- ¡Sí, hombre! La lengua de los ángeles y los dioses- añadió ella guiñándole un ojo.- No tiene porqué fingir señor Zelgadis, sé que sabe de lo que le estoy hablando. Estoy aquí para ayudarle, no tiene nada que temer.
Finalmente decidió darse por vencido. De una manera u otra, estaba claro que aquella muchacha sabía lo que él se traía entre manos. Así que bajó la voz todo lo que pudo y le preguntó:
- ¿Quién te ha dicho mi nombre¿Y cómo sabes lo del manuscrito?
La chica sonrió, y alzando el dedo índice de su mano derecha le contestó:
- Eso... es secreto.

Entonces Zelgadis cayó en la cuenta. ¿Cómo no lo había descubierto antes?
- Eres tú, Zeros! Maldito demonio ¿estás buscando pelea o qué? Te advierto que no es un buen momento, así que por qué no te quitas ese disfraz y te largas de una...
- Eehmm disculpe señor, pero creo que me ha confundido con otra persona. Mi nombre es Luna.
- Sí, claro. Y el mío, Estrellita de Mar. A estas alturas no me vas a engañar... ten cuidado porque si vas detrás del libro estás listo. ¡No dejaré que te salgas con la tuya otra vez! Ya me tienes harto.
La camarera parecía perder la paciencia poco a poco, hasta que se le acercó a Zelgadis, de forma que sus narices quedaron a menos de un palmo de distancia, y lo miró directamente a los ojos.
- Escúchame atentamente. Soy toda una señorita y no me llamo Zeros. Aunque es cierto que no eres el primero que me dice que me parezco a él. Algún día me gustaría tener el placer de conocerlo... pero volvamos al tema que nos interesa. El idioma celestial no es indescifrable. De hecho, hoy en día sigue siendo estudiado, aunque casi en secreto, por algunas sacerdotisas. En algunos reinos es una materia de estudio obligatoria para alcanzar un grado alto en el sacerdocio. Por ejemplo, en Sylon. ¿A que no lo sabías?
- Pu-pues no, la verdad es que no.- le respondió él con el desconcierto pintado en la cara. Si aquello era cierto tal vez todo sería más fácil de lo que se había imaginado.
- Ah, pero no te preocupes, es normal que no lo supieras, poca gente aparte de las propias sacerdotisas y sus profesoras conoce esta información. Se dice que esta lengua solo puede ser aprendida por mujeres; cualquier hombre que intente estudiarla quedará maldito. Aunque esa leyenda no es muy de fiar. Bueno¿por qué no vas a Sylon? Seguramente allí encontrarás quien te pueda ayudar. Además, es una excusa fantástica para ir de visita¿no crees?- llegada a este punto, le guiñó un ojo de nuevo.
- No... no sé de qué me estás hablando- le dijo, pero en su interior Zelgadis sospechaba que Luna sabía más de él de lo que había supuesto en un principio.
- Pues está claro... ¡en Sylon hacen unos helados riquísimos! Volviendo al tema, en mi opinión ese libro te llevará a lo que buscas. Si te esfuerzas una vez más conseguirás lo que deseas.
- ¿Cómo...¿Qué quieres decir?
- Era eso lo que querías saber¿no? Pues ya lo sabes.- por tercera vez, Luna le hizo un guiño.
- Yo, esto...
- ¡Será mejor que empieces con el caldo, no se te vaya a enfriar!
Dicho esto, Luna desapareció lo más rápido que pudo a través de la puerta que daba a la cocina. Zelgadis no paraba de echar vistazos por todo el restaurante por si la veía salir otra vez, aquella muchacha le debía una larga explicación. Pero no volvió a verla en toda la noche, así que en cuanto pagó volvió a su posada y comenzó a hacer planes para el día siguiente.

Estaba decidido a regresar a Sylon. Quizás era una trampa; Luna le había dejado las cosas demasiado fáciles. Aún así estaba dispuesto a arriesgarse, era el único camino que le quedaba. Además... una parte de él no podía evitar ver la aparición de Luna como una iluminación divina. ¿Qué otra explicación podían tener aquellos extraños sucesos? Prefería no planteárselo muy en serio.

Tenía otras cosas en las que pensar: hacía nueve meses que no pisaba la capital de Sylon. La última vez fue después de la batalla contra la Estrella Oscura. Todos habían acompañado hasta allí a Amelia, la princesa de Sylon, su compañera de aventuras. Tenía que aceptarlo, aquella última vez le costó muchísimo más despedirse de ella. Tal vez porque entre ellos se había formado una conexión muy especial, como si, a pesar de sus muchas diferencias, pudieran entenderse a la perfección. Normalmente, prefería la soledad, pero llegó a agradarle mucho su compañía. Era un tanto atolondrada e ingenua, pero tenía una voluntad de hierro, mucho talento por explotar, y una alegría contagiosa. Al contrario de lo que cualquiera hubiera podido pensar, ella no sentía miedo ni asco por su apariencia; justamente al contrario, estaba siempre buscando la forma de acercarse a él. Zelgadis no pudo evitar que una sonrisa nostálgica acudiera a sus labios de piedra.
Buscó entre sus pertenencias. Allí estaba, bien guardado, el brazalete que la princesa le confió el día que se despidieron. Era el símbolo de su promesa, pues su amiga no le había dejado marchar hasta hacerle prometer que volvería. Ahora, después de nueve meses, iba a cumplirla.
Era a ella a quien pensaba pedirle ayuda...


Continuará...


Notitas y esas cosas: Jujuu... ¿Qué tal, os ha gustado? Ojalá os lo hayais pasado siquiera la mitad de bien de lo que me lo paso yo escribiéndolo, con eso medoy por satisfecha. �¡El segundo capítulo llegará muy pronto! Y os adelanto que en él, habrá alguien que se lleve una sorpresa de lo más inesperada (y no muy agradable...) yno será Amelia! (ni Zelgadis...)
�¿Qué pasar�?
Os estaría eternamente agradecida si mandáis reviews, queridos lectoreeess! Mil gracias! Bessoooosss!
Ame F. Hook