Hola! Esta vez tengo poco que decir... sólo que perdón por la tardanza en actualizar, perdón también por los posibles fallos de puntuación, debidos como siempre alos errores de uploading y no a mí (los escritores sabrán a lo que me refiero), gracias a todos los que me mandaron reviews, y nada, que espero que disfrutéis este capitulillo, se lo dedico a todos los fans de AyZ y en especial a mi amiga Nadesiko-san.


Capítulo Tercero:
Hola, Amelia

"- Bueno... aquí es donde tenemos que despedirnos.
- Sí. Espero que te vaya muy bien.- le respondió él evitando mirarla a los ojos.
- Seguramente me aburriré sin vosotros. ¿Estás seguro de que no quieres quedarte unos días?
- Sí. No puedo quedarme. Tengo que seguir buscando, ya sabes.
- Sí, ya sé, ya sé.- dijo la princesa comprensivamente, intentando fingir una sonrisa.- En ese caso... al menos prométeme que volverás por aquí, para verme de vez en cuando. Es que yo... yo te voy a echar mucho de menos. Si vinieras a visitarme alguna vez, me haría mucha ilusión. ¿Qué dices?
- N-no puedo prometerte nada.
- ¿Cómo que no¿Pretendes que me despida de ti sin saber si será la última vez que te vea?
- Escucha, yo también voy a echarte de menos.- mientras decía esto la miró finalmente cara a cara- pero tienes que entenderme; no sé lo que me espera, no sé que será de mí.
En un gesto inesperado, ella lo tomó de las manos y se le acercó.
- Voy a darte algo para que no te olvides de mí. Pero no es un regalo, sólo un préstamo. Así que tendrás que devolvérmelo algún día.
Al verla tan de cerca, se sintió sin fuerzas para seguir discutiendo. Después de todo, tampoco le haría mal a él conservar algo de esperanza.
- Está bien¿qué es?
Ella se desprendió de uno de sus brazaletes y se lo entregó con una sonrisa.
- Promete que me lo devolverás.
- Te lo devolveré. Lo prometo.
- Bien. Entonces ya puedo irme tranquila.
Dicho esto, se acercó a él y le regaló un beso en la mejilla.
- Hasta pronto, Zel.
- Sí... hasta pronto.
Y echó a correr hacia su hogar. Cuando dirigió el último vistazo hacia atrás, le agradó en cierto modo ver que él se había quedado quieto en el sitio, mirando al vacío, sin saber cómo reaccionar..."

Una vez más, la misma escena se repetía en la mente de Amelia Wil Tesla Sylon. Aunque su cuerpo seguía, como cada mañana, en su lujoso despacho, ella volaba muy lejos de allí, preguntándose en qué rincón del mundo se hallaría ahora el brazalete que antes ocupaba su muñeca derecha. Preguntándose también si volvería a recuperarlo... lo que significaría que su amigo habría cumplido la promesa. Sacudió la cabeza como si con ese movimiento pudiera espantar todos sus pensamientos. No eran dañinos al fin y al cabo, pero debía concentrarse.

Abrió la carpeta de piel que tenía frente a ella. Documento número uno del día, pensó. Leyó el título: "Borrador del Tratado Internacional sobre Comercio"
En condiciones normales, hubiera leído hasta el último punto entendiéndolo todo a la perfección, apuntando aparte los detalles que creía debían modificarse o resaltarse para exponerlo ante los ministros. Sólo cuando todos los dirigentes de los países firmantes diesen su visto bueno, el Tratado seguiría adelante. Amelia sabía de sobra que su supervisión era vital, sin embargo aquella mañana no era capaz siquiera de descifrar aquel título. Parecían garabatos sin sentido danzando en la hoja de papel.

"Borrador del Tratado Internacional sobre Comercio"
¿Qué narices significaba eso? Tal vez nunca volviera a ver a sus amigos. Seguramente, con las vidas tan interesantes y llenas de aventuras que tenían, ya se habían olvidado de ella. Tal vez Zelgadis había arrojado su brazalete al borde del camino en cuanto ella se dio la vuelta, y en realidad no tenía ninguna intención de volver. ¿Qué puñetas le importaba a ella el maldito Tratado¡Su vida era una tragedia!

Cerró la carpeta bruscamente, y se dijo basta a sí misma. No, esa no era su forma de ser. Qué pensarían Lina y los demás si supieran que ella también se venía abajo. Tenía un mundo entero al que dar ánimos y alegría. No podía permitirse el lujo de un sólo momento de autocompasión. Miró a su alrededor. Maravillosos y cálidos rayos de sol llegaban hasta su escritorio colándose entre las cortinas. Señal de que hacía un día espléndido. Aquello ya era razón suficiente para estar feliz. Un paseo no le haría ningún mal, podría terminar sus tareas más tarde.

Abandonó su asiento y se dirigió al ventanal más cercano. Descorrió las cortinas enérgicamente, y abrió el ventanal de par en par. Cerró los ojos y respiró profundamente el aire matutino. La vista era preciosa desde arriba. "La Capital Blanca", como muchos la llamaban, relucía hoy más que nunca reflejando la luz del sol, que se levantaba en lo alto de un cielo azul sin una nube. Los árboles de los jardines de palacio susurraban con la brisa lo que parecía una invitación. Amelia no pudo resistirse a ella. Se encaramó al alféizar, extendió sus brazos y se lanzó... preparada para conjurar la levitación en el último momento.
Tras aterrizar felizmente (algo que había conseguido después de mucho tiempo de entrenamiento) se dirigió hacia la fuente lunar. No era ni mucho menos la mayor ni más majestuosa fuente de los jardines, pero era su lugar especial. Se encontraba en el centro de una pequeña plazoleta a la que se accedía a través de un pasadizo de enredaderas. Nadie solía reparar en la entrada al pasadizo, así que normalmente el lugar estaba desierto. Avanzó por el estrecho pasillo cubierto de vegetal hasta llegar a su final. Y allí lo vio, sentado en el borde de la fuente.

Lo extraño fue que no se sorprendió al principio. Era como si estuviese contemplando una estampa perfecta, todo estaba en su sitio. Era como si Zelgadis siempre hubiera pertenecido a ese lugar. Como si su destino desde que nació hubiera sido sentarse en la fuente más recóndita de los jardines de palacio de la capital de Sylon, para esperarla a ella.
Zelgadis notó su presencia y se volvió para verla. Media sonrisa y mirada penetrante.

Como siempre.
Sólo entonces Amelia cayó en la cuenta de que la visita de su amigo era real. Sólo entonces sintió verdadera felicidad de verlo y corrió hacia él.


El camino hasta Sylon había sido largo y difícil. Pero eso no era nada nuevo para Zelgadis Greywords. Aún seguía cuestionándose la naturaleza de su encuentro con Luna, aunque eso no le impedía aferrarse a la nueva esperanza que ella le había proporcionado. Por no mencionar que no le desagradaba en absoluto volver a pisar la Capital Blanca.

¿Por qué no lo había hecho antes? La respuesta era fácil: no tenía ninguna excusa. Hubiera sido bastante incómodo para él presentarse ante Amelia... porque sí. ¿Qué le diría? Ya se imaginaba la escena: "Hola, Amelia. He venido hasta aquí sólo por verte otra vez... Te echaba de menos."
No, no ¡NO!

A decir verdad muchas veces se sintió tentado de hacerlo, pero la sola idea de verse a sí mismo pronunciando esas frases frente a la princesa bastaba y sobraba para hacerle cambiar de opinión. Era ridículo... no quería que las cosas llegaran más lejos. Pero¿qué cosas¿A qué demonios se estaba refiriendo¿De verdad se estaba planteando a sí mismo la posibilidad de que...¿De qué?

Se acabó: punto muerto. Zelgadis se forzó a abandonar aquellos pensamientos tan extraños que, por otra parte, no era la primera vez que lo asaltaban. Además, sin darse cuenta, embebido en sus reflexiones, había llegado ya a una de las puertas de la muralla que delimitaba los Jardines Reales. Como todas las demás, contaba con dos miembros de la Guardia Real que la vigilaban. Zelgadis ya estaba acostumbrado a ser mirado con extrañeza por los transeúntes... pero lo de aquellos dos guardias era demasiado obvio, casi maleducado. Le estaban observando de arriba a abajo como si se de una aparición se tratara. Antes de que pudiera dirigirles palabra, se pusieron a murmurar con preocupación entre ellos. Zelgadis decidió que ya era suficiente.
- Disculpen, he venido para hacer una visita a la Princesa. Desearía tener una audiencia con ella así que si hacen el favor de permitirme el paso.
- Eso exactamente dijo el anterior- sentenció el más joven de los guardias.
- ¿Cómo se llama usted?- interrumpió el otro, que tenía pinta de llevar bastantes años en aquel trabajo.
- Zelgadis Greywords.
Él no solía dar su nombre tan fácilmente, pero prefería no armar un escándalo nada más llegar. Aún así, aquellos guardias le estaban transmitiendo la impresión de que algo extraño estaba ocurriendo ya.
- ¿Y no tendrá usted por casualidad un hermano gemelo?- volvió a preguntarle el más joven mirándolo con auténtica cara de pasmo. Su compañero alzó la vista al cielo, no le hizo falta decir aquello de: "Novatos...": se sobreentendía. Con gesto decidido se volvió y abrió la puerta.
- Acompáñeme. Tú quédate vigilando.
- Pero... ¿va a dejarle entrar¿No sería mejor que esperase aquí hasta que verifiquemos?
- ¡Confía en mi instinto, hijo!
El guardia y Zelgadis entraron apresurados en los jardines. Ya podía imaginarse que era lo que había pasado... pero no entendía cómo, ni quién pudiera haberlo hecho. Y lo peor de todo era que sentía el peligro cerca. Su acompañante verificó sus sospechas:
- Espero que tú seas el verdadero.
Se le hizo un nudo en el estómago. No sabía por qué, pero temía algo. Lo que sí supo de repente fue a dónde tenía que ir. Indicó al guardia que le siguiera y corrió en dirección a la fuente lunar.

Apenas habían empezado a correr cuando escucharon un grito de dolor, algo débil, suficiente sin embargo para angustiar al hechicero de forma insoportable.
Era Amelia. Seguro.
Se desplazó todo lo rápido que su condición de quimera le permitía, lo cual ya era bastante más de lo humanamente posible, y llegó a la fuente pocos segundos después.

Una figura extraña sujetaba a la princesa, que parecía casi inconsciente y doblaba su cuerpo de dolor. La figura, que parecía femenina, extrajo del pecho de Amelia una daga reluciente, y acto seguido la sangre comenzó a brotar. La atacante se disponía a clavar su arma por segunda vez en su víctima, ya totalmente indefensa en el suelo.

Todo esto ocurría en décimas de segundo, tiempo suficiente para que Zelgadis desenvainase la espada y corriese hasta su enemiga con al intención de asestarle una estocada mortal. Ella pareció advertir el nuevo peligro y se alejó de él como un relámpago, de manera que sólo recibió un corte en el brazo izquierdo. Zelgadis se disponía a atacar otra vez, pero la misteriosa mujer desapareció entre la espesura de los jardines. El joven se debatió durante un instante entre perseguirla o socorrer a la princesa, pero enseguida comprendió qué era lo más importante.

Recogió su cuerpo del suelo. Se había desmayado, pero la herida aún tenía arreglo (con magia, por supuesto). Entonces reparó en la figura del guardia, que lo estaba observando.
- No te preocupes, lo he visto todo. Iré a buscar a esa bruja con una patrulla y avisaré a los médicos. Mientras tanto, haz lo que puedas por ella.
Zelgadis asintió. Miró a Amelia. No había esperado que su reencuentro fuera así. Conjuró un hechizo de curación y comenzó a aplicárselo. La fuente lunar estaba teñida de rojo.


Amelia comenzó a tomar conciencia de sí misma tras un tiempo indefinido. Durante unos instantes no supo siquiera si estaba viva o no. Era incapaz de encontrar fuerzas suficientes para abrir los ojos. Intentaba recordar...y empezó a dolerle la cabeza. Al menos eso le sirvió para asegurarse de que aún vivía. La capacidad de sentir dolor es exclusiva de los que están vivos.
Sólo se le venía a la mente una frase bastante absurda: "Borrador del Tratado Internacional sobre Comercio"
No hacía más que repetirse dentro de su memoria.
- Creo...¡creo que se está moviendo¡Está despertando!
Era la voz de su padre. Reparó en que tenía cogida su mano; le agradó mucho poder sentirlo.
- El Tratado...Borrador del Tratado...-intentaba contarle a su padre lo único que recordaba, por si era importante, por si servía de algo. No sabía porqué, pero se sentía como un mensajero que llega extenuado a su destino y debe entregar el relevo; en su caso, la dichosa frase.

A cada momento podía pensar con más claridad. Aquel enunciado parecía el título de uno de los aburridos documentos que debía supervisar. ¿Significaba eso que lo que fuera que le hubiese ocurrido, había sido en su despacho? No estaba muy segura...¡no¡En el despacho no! Había salido a los Jardines a dar un paseo. Entonces una imagen volvió a su mente como un rayo.
- ¡Zelgadis!
- Sí, mi niña, tranquila. Tu amigo está cerca, yo mismo le avisaré.

Amelia sintió pena por su padre. Por su tono de voz parecía que lo había pasado francamente mal. Pero no se detuvo mucho a pensar en esto; un torbellino de recuerdos estaba volviendo a ella.

Zelgadis sentado al borde de la fuente lunar... parecía mentira. Pero allí estaba.
Corrió a abrazarle y él le devolvió el abrazo como nunca había hecho antes. Después la separó dulcemente de él y la miró cara a cara. Se acercó un poco más.
Aquella actitud tan cariñosa no era ni mucho menos propia de él, Amelia no podía evitar extrañarse. Justo cuando iba a hacerle un par de preguntas, su compañero comenzó a hablar en un tono suave y cálido que, huelga decir, ella jamás le había visto emplear.
- Amelia... no podía pasar más tiempo sin ti. He venido hasta aquí sólo por verte otra vez... Te echaba de menos.
El rubor tardó décimas de segundo en encender las mejillas de la princesa. Abrió la boca, pero se había quedado sin palabras. Era eso lo que había estado esperando...¿o no?
Él sonrió al verla así. Y entonces ocurrió algo que, por un lado era inevitable, pero por otro, era muy artificial.
Zelgadis la besó.

A ella apenas le dio tiempo a cerrar los ojos y pensar "este va a ser mi primer beso". Fue precipitado. Al principio era un beso suave, casi una caricia, pero demasiado pronto se convirtió en un beso furioso, de esos que pillan desprevenido. Notaba sus manos agarrándola fuertemente. Un vuelco en el estómago. Algo no iba bien. Se separó de él.
- ¿Qué ocurre?- él estaba casi molesto.
- Es que... perdona, Zel, pero es que todo esto es de lo más... extraño.
- Ya. Entiendo. Discúlpame, no era mi intención incomodarte.
Zelgadis adquirió entonces una pose que sí era muy típica en él: la de "estoy avergonzado y no quiero que se me note, pero para mi desgracia, lo oculto muy mal", como Amelia la había bautizado. Parecía que volvía a ser él mismo.
- Será mejor que me marche.
- ¡No, no¡No quería decir eso! No quiero que te vayas, sólo que... todo estaba pasando muy rápido¿no crees?
- Sí, yo... tienes razón. Pero ¡entiéndeme, no sabía cómo actuar.- ahora parecía estar sufriendo una regresión. Un niño que pedía perdón a sus mayores. De nuevo no era él.
- Abrázame. Por favor.
El colofón. Definitivamente, alguien le había lavado el cerebro.

Amelia lo miró con la cara más extrañada que encontró en su registro. Pero enseguida se relajó y se le acercó. Antes de darle el abrazo que había pedido le preguntó:
- Zelgadis¿qué hay de lo que te di?
Él apartó la mirada un segundo, en el que parecía estar concentrándose con toda su fuerza, como si estuviese leyendo un complicado jeroglífico. Tras ese segundo volvió a mirarla y le respondió.
- ¿Tu brazalete? Te lo devolveré luego, lo tengo bien guardado.- y señaló con la cabeza la bolsa de viaje que había apoyada en la fuente.
Finalmente se abrazaron. Y fue en ese abrazo cuando - ahora Amelia podía recordarlo con toda claridad- sintió ese frío dolor punzante en el estómago. Bajó la vista y pudo ver cómo la daga se clavaba en ella. No podía pensar... pero elevó de nuevo la vista sorprendida y asustada... y ya no vio a Zelgadis. En su lugar, una extraña mujer era la que se aferraba a ella en su abrazo mortal. Su vaga sospecha se confirmó. Pero ya era demasiado tarde. Todo se volvió negro...


Chann chann... ¿quién será la misteriosa atacante¿¿Se recuperará Amelia del todo¿¿Será verdad que puede ayudar a Zel con el manuscrito¿¿Se enterará algún día Zel de que Amelia lo ha "besado"¿¿Dónde demonios andan Lina y Gaudy? Y hablando de demonios¿¿qué tiene que ver el despido de Zeros en todo esto?
Algunas de estas preguntas se resolverán en el siguiente capítulo... otras más adelante, y otras... puede que no se resuelvan nunca, ja ja!
Para saberlo, tendréis que esperar la publicación del "Capítulo Cuarto: El auténtico Zelgadis"
Ahí os quiero ver:D