Hola! Ante todo, perdón por tardar tanto en actualizar... pero Junio es un mes espantoso... ya os lo imagináis, con los trabajos y los examenes de la facu, he tenido para poco más. Además, para colmo... he tenido el maldito internet estropeado hasta anteayer. En fin! De nuevo pediros disculpas por todas las faltas de puntuación, las interrogaciones y exclamaciones se vuelven totalmente locas cuando subo el documento. Pero ya lo he dado por imposible, porque gasto un montón de tiempo intentando arreglarlo para que luego se quede igual.
Bueno, muchas gracias a todos los que me dejan reviews, y nada! a disfrutar!
Capítulo Cuarto:
El auténtico Zelgadis
¡Señor Greywords¿Puede hacer el favor de pasar? Mi hija desea verle.
Era curioso, pensó Zelgadis, cómo el príncipe se volvía mucho más formal cuando estaba preocupado. Había estado esperando unos diez minutos desde que los médicos habían dejado a Amelia en su habitación. La herida podía haber sido grave, pero gracias a su rápida intervención, ni siquiera necesitó ser trasladada a ninguna enfermería. Ahora sólo tenía que reponerse de la pérdida de sangre.
"Ironías de la vida"- se dijo mientras cruzaba el umbral de la puerta- "aquel hechizo de curación me lo enseñó ella. "
Amelia ya estaba incorporada en su cama, algo languidecida, pero despierta y viva, al fin y al cabo. Sonrió al verlo entrar. Traía un semblante preocupado, pero él también le dedicó una leve sonrisa.Durante un segundo se quedaron los dos mirándose sin saber qué decir.
- ¿Cómo estás?
- Mejor, ahora. ¡Me alegro mucho de que estés aquí!
- Todos nos alegramos, a decir verdad- Filionel se dirigió a su hija- has sufrido un atentado. Y tu amigo Zelgadis ha sido quien te ha salvado la vida.
El mago desvió la mirada. No le gustaban los reconocimientos. Amelia aún estaba algo confusa, pero se hacía una idea de lo que había ocurrido. Aquella criatura se había hacho pasar por su amigo (o más bien se había transformado en él; era idéntico) y aprovechó esta ventaja para intentar matarla, por la razón que fuera. Poco después llegó el verdadero Zelgadis, justo a tiempo para salvarla.
- Por qué no me sorprende...- dijo la princesa con una sonrisa avergonzada. No era la primera vez que Zel se arriesgaba para salvarle la vida.- Muchas gracias.
- No hay que darlas. Lo peor de todo es que la atacante ha huido.
- Y por lo que he hablado con la guardia, no han podido a encontrarla. No tienen ninguna pista. ¡Pero bueno! Lo más importante es que mi querida hija sigue viva...- mientras decía esto el príncipe acariciaba la cabeza de Amelia; ambos parecían a punto de prorrumpir en lágrimas.
- ¡Hija!
- ¡Padre!
Los dos se fundieron en un abrazo sentidísimo mientras Zelgadis caía en la cuenta de que ya había presenciado aquello antes. Tras superar algún peligro, padre e hija invariablemente reaccionaban igual.
"¿Siempre hacen la misma escenita?", se preguntó, más divertido que contrariado.
Cuando finalmente se separaron, Filionel se dirigió a él.
- Bien, gracias a ti ahora puedo estar de buen humor otra vez. Ya sabes que aquí siempre vas a ser un invitado de honor¿eh?
- El honor es todo mío, su alteza...
- ¡JUAJUAJUAJUAJUA¡Déjate de formalidades, chico! Venga, os dejo que tendréis que hablar de vuestras cosillas. ¡Hasta luego Amelia! Procura reponerte ¿eh?- le guiñó un ojo.
- Por supuesto, papi. Ejeje.. jajaja... ¡JAJAJAJAJAJA!
- JUAJUAJUAJUAJUAJUAJUA.
"Genial, ahora a los dos les ha entrado el ataque de risa estruendosa. Esto también lo he visto yo antes"
El príncipe salió de la habitación riéndose todavía. Amelia dejó de reírse poco a poco. El buen humor de su padre le había sentado muy bien, Zelgadis advirtió que su rostro había adquirido en poco tiempo un color mucho más saludable.
- Desde luego, te recuperas pronto¿eh?
Por toda respuesta, la princesa le sonrió de nuevo.
- Esperaba tu visita... ¿qué es lo que te trae por aquí?- le preguntó ilusionada. En parte deseaba oír algo parecido a las hermosas frases que había pronunciado el falso Zel.
- Eso... ya lo hablaremos luego- con todo lo que estaba pasando, Zelgadis sentía que sus asuntos tenían poca importancia.- ¿Qué ha ocurrido exactamente¿Cómo consiguió herirte ese... ser?
- No sé si lo sabes Zelgadis, pero precisamente...se había transformado en ti.
- Hum... Algo así me imaginaba por lo que dijeron los guardias. Pero¿se parecía tanto a mí como para que nos confundieras?
- No es que se pareciera... ¡es que era idéntico a ti! Bueno, o idéntica. Lo cierto es que se comportaba de manera extraña, así que le pregunté por nuestra... promesa.- al pronunciar esa palabra Amelia bajó la mirada y se ruborizó. Zelgadis hizo exactamente lo mismo. No habían hablado aún del tema.- Zel... lo sabía. Mencionó el brazalete.
- ¡QUÉ? Pero¡eso es totalmente imposible! Yo no le he dicho nada a nadie sobre eso.
- Precisamente por eso, después de que lo mencionase, decidí no desconfiar más. Me abrazó y supongo que entonces fue cuando me atacó.- ella desvió la mirada, consciente de que había obviado gran parte de los hechos deliberadamente.
- Lo que más me extraña de todo es que supiera esos... detalles. No me explico cómo... pero bueno, también tenemos que pensar¿quién crees que puede tener algo contra ti¿Habías recibido alguna amenaza?
- Pues... supongo que no le caigo bien a todo el mundo, pero...-se quedó pensando, dubitativa. Qué increíble habilidad tenía el muchacho para cambiar de tema- que yo sepa, nadie se ha manifestado en contra de la Casa Real, y de mí en concreto tampoco. Mucho menos un grupo armado, ni nada de eso.
- Así que en Sylon no hay terroristas... o al menos, no los había hasta hoy.
- Pues no. Lo cierto es que estamos atravesando un periodo de paz extraordinariamente largo, tanto dentro de nuestras fronteras, como fuera de ellas. Por otra parte, el comercio y la economía se están llevando bien, de manera que el pueblo ha experimentado un enriquecimiento en los últimos años.- parecía que recitaba aquella lista de logros como si fuese un poema aprendido hace mucho. -Bajo el mandato de mi padre, se han recortado sensiblemente los privilegios de los nobles, incluso los nuestros también.
- ¿Los privilegios de la Familia Real?
- Sí. Y gracias a todo eso casi hemos exterminado la pobreza. Eso es algo de lo que no muchos reinos pueden presumir.
- Ninguno, más bien.
- Por eso mismo: no sé quién podría sentirse descontento.
- Amelia... sabes mejor que yo que, a pesar de todo eso, la propia Familia Real de Sylon no ha demostrado en los últimos años llevarse muy bien, ni ha hecho gala de tener escrúpulos.
- En eso tienes razón, pero por desgracia, aquí ya sólo quedamos mi padre y yo.- recordó ella tristemente.
- Entonces, según cómo lo pintas, no parece que el responsable provenga de aquí, sino de otro reino.
- ¿Tu crees? No sé, también mantenemos excelentes relaciones tanto con los reinos antiguos como con el mundo exterior.
- Entonces tal vez...- miró a Amelia preocupado.
- Tal vez... ¿no sean humanos¿Te refieres a eso?
- Por lo menos, los poderes de esa mujer no lo eran. Y tampoco su apariencia.- "Habló el más indicado", se dijo Zelgadis.
- Mazokus...- la joven pronunció la palabra bajando la voz, casi con temor de oírla ella misma.
- Es sólo una posibilidad. De momento, deberías andarte con mucho ojo. Tendríais que aumentar la seguridad en palacio. Por lo visto aquí en Sylon todo ha marchado sobre ruedas durante mucho tiempo... quizás demasiado. Eso puede hacer que la vigilancia decaiga y las fuerzas de seguridad se debiliten.- se volvió hacia ella y la miró directo a los ojos, sin perder la seriedad que le caracterizaba- Puede que ésta haya sido la calma que precede a la tormenta.
"La calma que precede a la tormenta..." Amelia meditó por un momento la frase. Aquella calma tediosa e insoportable, que había llegado a odiar...¿acaso no estaba deseando que llegase la tormenta? Desde luego que no quería que a su querido pueblo le ocurriese nada malo... y por supuesto no le gustaba la idea de que acabaran de intentar asesinarla. Pero por otra parte... ¿Qué era la vida sin aventuras que correr, sin inocentes a los que proteger, sin villanos a los que castigar? "Lo que he estado viviendo estos nueve meses, eso es la calma. Entonces, no quiero estar calmada nunca más"
- Gracias por preocuparte tanto por mí, Zelgadis. Pero dejemos ese tema de momento. ¡Dime¿Qué es de tu vida? Y... cuéntame el motivo de tu visita¿no?
El joven rebuscó en sus bolsillos.
- Creo recordar que tenía que devolverte algo¿no es así?- encontró pronto lo que buscaba, desde que había salido de Zefiria tenía el brazalete de Amelia guardado en el bolsillo. Se lo acercó, mientras ella tenía una expresión de no saber qué pensar cada vez más grande pintada en su rostro. La verdad, no sabía si era bueno o malo que le devolviese el brazalete sin más explicaciones.
"Bueno o malo¿para qué exactamente Amelia?" se dijo a sí misma.
- ¿Y esto significa?
- Pues significa que...- Zelgadis no sabía cómo explicarse, ahora que lo pensaba bien, le parecía muy ruin de su parte presentarse sólo por necesidad. Tuvo que recordarse que sus prioridades eran sus prioridades, y que quedar bien con sus amigos estaba bastantes puestos por debajo de conseguir un remedio para su maldición.- que... necesito tu ayuda, Amelia.
Al fin y al cabo, dicho así no sonaba tan mal.
- ¿Ah, sí?- primero se sorprendió, no era fácil ver a su amigo pidiendo ayuda. Normalmente, prefería ocuparse de sus asuntos él solo. Y aún era más extraño que se lo pidiese a ella. Por otro lado, se alegraba de poder devolverle en cierta manera lo que había hecho por ella.
- Sí. Me gustaría que me ayudases con una traducción. ¿Sabes lo que es el idioma celestial?
-Pues sí, claro, es el... un momento- Amelia abrió los ojos de par en par- ¡se suponía que!
- ¿Era secreto?
- Sí, se suponía que era un secreto. ¡Tú no lo deberías saber!
- Yo tengo mis contactos...- le dedicó su ya típica media sonrisa.
Amelia seguía sin explicárselo, todo aquello era extrañísimo. ¡Ni siquiera su padre estaba enterado de la existencia de tal idioma! Sólo las sacerdotisas experimentadas como ella y sus tutoras lo conocían. ¿Cómo había podido llegar a sus oídos?
Mientras ella divagaba Zelgadis sacó el manuscrito y lo abrió por la primera página. Ponía máximo cuidado en todos sus movimientos. Se lo mostró y le preguntó esperanzado:
- ¿Te suena de algo?
Amelia dejó su perplejidad a un lado y se fijó en las páginas que tenía delante. Frunció el ceño en señal de concentración y de repente pasó alarmada a la página siguiente. Repitió este gesto varias veces, después abrió el gran libro por una página al azar, más o menos a la mitad. Hizo lo mismo con una de las páginas finales.
- ¿Y bien¿Qué pasa?- le preguntó impaciente.
- Zel¿tú sabes lo que es esto?
- Pues claro, es el Libro de Bezeld. Se supone que contiene la clave para... para cumplir cualquier deseo que te propongas.
- Dirás más bien para cocinar cualquier plato que te propongas.
- ¿Cómo?
- A ver cómo te digo esto... Zel, el Libro de Bezeld es un libro de recetas.
Amelia sabía que era portadora de malas noticias, y sin embargo, no podía evitar que aquella situación se le antojase de lo más cómica. Podía imaginarse perfectamente para qué quería él aquel manuscrito. Cuando ella lo conoció, Zelgadis ya llevaba bastante tiempo buscando una "cura" (como él la llamaba), un contrahechizo capaz de devolverle su forma humana de antaño.
Cada nueva esperanza era una nueva aventura... pero así llevaba ya varios años. Las esperanzas se tornaban cada vez más oscuras y las aventuras más carentes de sentido. Amelia se hacía cargo de todo ello; cuando habían viajado juntos, recordaba haber compartido con él sus pequeños triunfos y sus grandes decepciones, recordaba haber sentido como suyos tanto unos como otras. Amelia lo sentía en el alma, pero sin saber por qué, a duras penas podía aguantar la risa.
Mientras, Zelgadis la miraba muy seriamente, sin apenas reaccionar.
- Eso no puede ser,- sentenció finalmente- debes haberte equivocado. ¿Estás segura?
- Humm...- Amelia volvió a hojear el libro casi indignada- Pulpo de río en su tinta, filetes de dragón al ajillo, revuelto de espárrago y marisco... ¡hala¡Hombre-pez a la parrilla¡Qué horror!
La princesa aún hacía ascos a su reciente descubrimiento, pero su amigo estaba ya dando vueltas sin parar en la habitación, intentando explicarse a sí mismo lo que estaba pasando.
- No puede ser...¡NO PUEDE SER! Se suponía que... ¿Tal vez la inscripción era falsa? No, eso es imposible, lo comprobé mil veces. Quizás el verdadero manuscrito fue robado y sustituido por éste. Pero¿hace cuánto? Tal vez en Bezeld haya alguna pista de quién pudo llevárselo. Un momento¡un momento¿y si la inscripción se refería a este libro de recetas¡Y si nunca ha existido un libro con una auténtica clave?
Sin darse cuenta, Zelgadis, en su desesperación, se había llevado ya las manos a la cabeza.
- Zel, tranquilízate, por favor. ¡Vamos hombre que no es para tanto!- Amelia había decidido dejar de ocultar la hilaridad que le provocaba aquel repentino ataque de nervios.
- ¿Que me tranquilice¡QUE ME TRANQUILICE¡No sé que te hace tanta gracia¡Era mi última oportunidad¿sabes! Tú no entiendes nada¡NADA DE NADA¡Nunca te has puesto en mi lugar, ni siquiera lo intentas!
Zelgadis estaba furioso como nunca en su vida; todas sus aspiraciones y esperanzas acababa de llevárselas el viento, y para colmo, Amelia, su amiga, su confidente, su compañera... se reía de él en toda su cara. Iba a pagarla con lo primero que tuviera por delante, y en este caso era ella. Sabía que no era justo, pero no le importaba... ya no le importaba nada.
- Tú... Tú no eres más que una hipócrita. Te llevas todo el día predicando chorradas de paz y amor... ¡Y luego no eres capaz de ver más allá de tus propias narices!
- Es curioso que precisamente tú me digas eso.- ahora era ella la que estaba totalmente seria.
Le había dolido lo que acababa de oír, y mucho. Así que pensaba soltarle lo que su subconsciente llevaba gritando un buen rato.
- Si no me hubieras necesitado, jamás habrías vuelto¿verdad? Pues vaya una manera de cumplir una promesa.- se bajó de la cama y le arrojó con toda su furia el brazalete que él le había devuelto hace poco. -¡Eres tú el que no ve más allá de sus narices¿Sabes que fue lo que más me extrañó del impostor?
- ¿QUE QUERÍA MATARTE, TAL VEZ?
- No. Que me dijo que había vuelto sólo para verme. - Una súbita lágrima resbaló en ese instante sobre la mejilla de la princesa.
Él se hallaba en ese momento entre una increíble maraña de sentimientos encontrados, así que prefirió retirar la mirada de ella y darse la vuelta.
- Pero tú eres el auténtico Zelgadis, de eso sí estoy segura.
Después de decir eso, Amelia salió de la habitación entre furiosos sollozos, dejando sólo a su antiguo compañero de aventuras, que en aquel momento sentía un dolor inexplicable justo sobre el pecho.
Chan, chaaaaann! Qué pasará entre Amelia y Zelgadis? Quién es la misteriosa atacante y para quién trabaja? Qué es exactamente el libro de Bezeld? Será un gazpacho la auténtica cura de Zel?
Sólo una de estas preguntas se responderá en el siguiente y quinto capítulo de Slayers Now: Rindiendo Cuentas. Las demás... se resolverán más adelante!
Reviews please!
Besos!
