En lo profundo de un umbroso valle, luego de pasar por un río muy raro, contaminado con años y años de algas de río y crustáceos de río, se puede observar al fondo un túnel de madera.

De esos que construidos encima de un puente, impiden ver más allá, y en cuyo interior se dice que se puede llegar a otro país o hasta a otro mundo.

En un sitio así señalado, el viajero cruzara por un valle luego un bosque y su centenario río. Y más tarde, ha de llegar a un sucio lugar de casonas y granjas abandonadas, donde sus habitantes, gente hosca y desconfiada, mirará desde las ventanas de sus ruinosas casas al viajero que se atreva a pasar por sus tierras.

El pueblito sin nombre se quedará grabado en la memoria del viajero, como un mal recuerdo de gentes extrañas, y raros presentimientos. Una inexplicable angustia invadirá al viajero, en la forma de no querer pasar la noche ahí.

Pero no tendrá de otra, ya que el viaje a la carretera más cercana es largo y cansado, imposible llegar antes del anochecer. Por lo que buscar un lugar donde pasar la noche se volverá la principal tarea del viajero.

Es aquí donde entra la vieja mansión medio derruida, que se alza imponente en la cima de una colina, desde donde se puede observar todo el poblado.

Sus antiguos habitantes, hace muchos años que desaparecieron, y ahora el lugar sirve de improvisado hotel para el viajero o el desesperado.

Sin más opción, el viajero entrará en el sitio, y será bienvenido por un extraño hombre que viste todo embutido en unas holgadas ropas, y que advertirá al viajero que sufre de una rara dolencia, y que debido a eso no puede ni tocar ni mostrarse ante nadie por temor a infectar a alguien más.

El misterioso hombre dará alojamiento y comida por una noche a cualquiera que se presente en su casa, sin hacer preguntas, el hombre le suministrará todo lo que el viajero le pida, solicitando a cambio que tenga unos minutos para escuchar algunas de sus historias.

El misterioso hombre sacará de los pliegues de su ropa, un libro, de pasta dura y una tapa de metal con un raro signo en su superficie. El hombre hojeara el libro de forma distraída, como buscando un pasaje en concreto.

Luego leerá en voz alta y medio cavernosa, uno de sus muchos relatos escritos de su propio puño y letra. El hombre hará referencia a los raros acontecimientos que sobrecogieron a la gente de Bradwick, hablara largo y tendido sobre la poca moral de la gente por condenar a tantísimas personas a la hoguera de la inquisición, hablara de la corrupción de los sacerdotes tanto católicos como Anglicanos, y su insaciable apetito por las riqueza terrenales, y los placeres mundanos, que por el avance espiritual.

Con tristeza el hombre aquél referirá tantos crimines de los supuestos hombres de Dios, que en algún momento se reirá de sus sentencias y de sus dogmas.

Diciendo que todas las vanas supersticiones de los hombres, vinieron a hechar raíz en la cruz. Disfrazados de hombres de bien y siervos de dios, esas personas robaron, violaron y mataron tanto como quisieron. Y lo peor era que la ignorancia de las gentes les permitieron eso y mucho más.

Luego cambiará su tono, y leerá que en tiempos muy remotos, la verdadera unión del hombre y Dios, estaba representado por la sagrada unión del hombre y la mujer.

En esos tiempos no era visto como una blasfemia o un pecado, si no todo lo contrario, era el poder y la fuerza de Dios manifestado en el hombre y su semilla, y la mujer y su sagrado vientre, que fecundo y pleno en poderes por Dios, daba realidad al milagro divino de la vida.

Y ahora, en estos tiempos, ¿vale la vida igual que entonces? No. Claro que no, ahora la gente se cree superior, han olvidado el valor inalienable de la vida y la virtud, y entregados a los vicios más abominables ahora adoran la muerte.

De todo esto y mucho más hablará el hombre, de voz cavernosa y misteriosa presencia.

Después de leer sus escritos y pensamientos, el extranjero será conducido por su anfitrión a una habitación medio ruinosa, y una cama propia del siglo XIX, y le deseara buenas noches a su huésped y se retirara.

El viajero entonces reparará en ciertos detalles extraños, como las silenciosas casi imperceptibles pisadas de su anfitrión, llegando a imaginar que debe de ser o un hombre muy reservado y solitario, a que tal vez su misteriosa enfermedad le ha dejado en los huesos. De ahí que no se sientan ni se perciban sus pisadas.

La casa de noche es extraña y llena de ruidos raros, imposible dormir aún con todas las comodidades otorgadas por su anfitrión.

Por lo que el extranjero se atreverá a salir de su habitación y mirar los alrededores de la mansión. El extranjero verá cosas realmente espeluznantes, como un ejército de fuegos de un raro color como azul, marchar en línea desde el pueblo sin nombre, hacia el obscuro y siniestro bosque del oeste, el viajero descubrirá con sopor, miles de estrellas y sombras alzarse desde el bosque, y columnas de humo como si hubiera un incendio en el bosque o quizás hogueras enormes dentro del bosque.

Luego al asomarse por otras ventanas verá espectáculos aún peores. Mirando a la entrada y en dirección a la carretera, verá con un escalofrío de terror, que la carretera avanza hasta llegar a un punto donde ya no hay nada, como si este pedazo de tierra se hubiera separado del resto del mundo. Aguzando la vista, no logrará ver el otro lado de la carretera ni la conocida colina que la rodea, solo podrá ver un vacío con estrellas y nebulas y ninguna señal de lo que se supone está del otro lado de esta comarca.

Con terror, el viajero creerá estar soñando o alucinando, y buscará entre los trastes del lugar alguna linterna, luz de alguna clase, o algo que pudiera dispersar las sombras e ilusiones de la noche...

Pero, no podrá encontrar nada, ni una cerilla ni una mísera lámpara, entonces lo golpeara como un puño en la cabeza, al llegar a la mansión ya casi no había luz de día, y al entrar al tétrico lugar, este ya estaba sumido casi en su totalidad por la obscuridad, ¿como comió sin ver ni saber lo que el extraño hombre le ofreció al estar todo sumido en la obscuridad? ¿Como pudo leer el hombre aquel sin ninguna luz?

No se había dado cuenta de la falta de luz, no existía ni velas ni la luz de las ventanas o de las estrellas era suficiente para distinguir algo en medio de esta obscuridad, menos aún para leer.

Un miedo espectral se apodera del viajero, el extranjero sintiendo como si estuviera atrapado, buscará, con desesperación, alguna salida o explicación a todos los extraños portentos de la noche.

Y entonces sin proponérselo, llegará al salón y verá el libro de tapa dura y un extraño símbolo metálico en la tapa. Y sin pensarlo o saber por que, lo tomará y lo guardará celosamente en su bolso de viaje, y verá tiradas en el suelo, las ropas holgadas del hombre aquel.

Pero, de su anfitrión no encontrará nada, ni una señal ni un rastro, y sentirá que su vida corre peligro.

De pronto escuchara susurros y golpes en la puerta principal, y sentirá que algo se acerca, y el viajero saldrá corriendo en la obscuridad a la puerta trasera de la mansión. Saldrá al exterior con unos raros ruidos y sonidos a su espalda, pero el viajero no se atreverá a darse la vuelta y mirar, si no que seguirá corriendo colina abajo a la carretera, sintiendo como si todos los horrores lo estuvieran persiguiendo.

Gritará, correrá, cantará, reirá como un maníaco, y dará saltos por encima de nebulas y estrellas ignoradas, verá a Algol, la estrella del diablo, como si parpadeará al verlo saltar con un grito, con una risa, con un estruendo como de rayos y tormentas y sentirá su conciencia desfallecer, al creer ver por un segundo al dueño del libro que lleva, estirar su brazo gigantesco hecho de estrellas, de nebulas y galaxias, y su mano como garra sujetar al pobre planeta que llamamos: Hogar...

Después, el viajero despertara al lado de la carretera, en una brillante mañana, el trino de los pájaros y la luz del sol, disipan sus dudas y temores, convenciéndolo de que todo lo que paso en la noche, fue una alucinación. Un producto o pesadilla, de su imaginación por los temores que se metieron en su interior al cruzar por una comarca tan extraña y desolada.

Al poco tiempo de despertar, un auto pasará por la carretera, nuestro viajero le hará la parada, y ya dentro del auto suspirará con alivio al sentirse seguro dentro de un invento del siglo XX.

El conductor le preguntara, ¿qué hacía en un sitio tan apartado y peligroso como aquel? A lo que el viajero contesta, que sólo estaba de paso, y que se desvío de su ruta normal. Luego le preguntará, sobre por qué este lugar es peligroso.

Y el conductor contestará:

—Se le conoce como, la cañada del diablo, y el bosque del diablo, por que aquí se alzó hace muchos años, una mansión de un noble del siglo XIX, pero esta fue destruida por un evento extraño y aterrador. Las gentes quemaron la casa luego de aquellos hechos. Contesta el conductor, y el viajero se quedará callado.

Entonces, aún qué turbado por la historia del lugar, el viajero aún se sentirá tranquilo en su creencia de que todo fue solo una alucinación. Pero entonces, el viajero profiere un grito mudo de horror, al sentir su bolso más pesado, y al comprobarlo, sacó un libro de pasta dura y extraño símbolo metálico en la tapa.

Era igual al de su sueño o alucinación, y al abrirlo pudo comprobar que todo lo que le leyó el extraño hombre cubierto por holgadas ropas era real, pero lo que lo hizo gritar y casi perder la razón fue una simple frase al final del libro, de puño y letra, tal vez antes de que se lo llevará, un mensaje final.

*Muy estimado señor, cuide muy bien de mi libro, más tarde vendré a recogerlo y le traeré una recompensa por escuchar tan pacientemente mis historias y reflexiones*

—Suyo de corazón el señor (Omitido)—

Entonces gritó, al saber que no fue sueño ni pesadilla lo que vio y vivió, era la Realidad...

FIN