Disclaimer: Naruto y todos sus personajes pertenecen a Masashi Kishimoto.
Advertencias: Omegaverse, mención de Mpreg, yaoi…
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Sin importar el tiempo
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Capítulo 3
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—Oye, Menma. —su mejor amigo, Shikadai Nara, lo llamó en cuanto sonó la campana del fin de escolar.
El aludido se giró, bostezando distraídamente luego del agotador día de clases que acababan de terminar. Apoyó su barbilla en el escritorio de su amigo, quien se sentaba detrás de él. Como los asientos iban en subida, el pupitre de atrás le quedaba al nivel de la mandíbula y no tenía que enrollar la espalda para acomodarse sobre él.
— ¿Mm? —murmuró con ojos adormilados.
—Inojin y yo iremos a comer okonomiyaki, ¿vienes?
Menma frunció el ceño e hizo un puchero, apoyando su mejilla contra la madera.
— ¿Inojin? ¿Desde cuándo Inojin nos acompaña a almorzar? —replicó.
El Yamanaka no le agradaba mucho. Era extraño y tenía la manía de burlarse de él. Además, siempre sonreía de un modo que lograba ponerlo de los nervios. Así que no, realmente no le apetecía almorzar con él.
Sin embargo, en lugar de responder, Shikadai solo se encogió de hombros.
— ¿Vienes o no?
El Uchiha suspiró cansadamente, haciendo un puchero.
—No puedo, le prometí a Minato que iríamos a cierto lugar. —comentó, ahora subiendo los brazos al pupitre para utilizarlos de almohada.
Su excusa no era ninguna mentira, y honestamente lo aliviaba de sobremanera el tener un escape para no tener que salir a comer con Inojin.
— ¿A cierto lugar? ¿Qué lugar? —preguntó el ojiverde con curiosidad.
—Es un secreto. —sonrió misteriosamente el Uchiha.
Minato lo había citado frente a la casa de sus padres a las dos en punto. Curiosamente, estuvo tan pendiente de la hora que en verdad llegó a tiempo. Normalmente siempre se atrasaba al menos algunos minutos y su hermano lo reprendía por hacerlo esperar. Por suerte, esta vez no fue así.
El menor, quien ya se encontraba ahí, le hizo una seña para que se mantuviera en silencio, colocando un dedo frente a su boca.
—Vine hace algunos minutos. —comentó en un susurro. — ¡La barrera no está! —murmuró emocionado. —Es nuestra oportunidad de entrar.
Tomó a Menma de la muñeca y lo jaló consigo, saltando sobre el muro de la casa sin darle la oportunidad al otro de reaccionar. Cayeron sobre unos arbustos que se notaba no habían sido podados en años. Había una cantidad increíble de maleza e insectos. De hecho, Menma cayó justo sobre una telaraña y ahora intentaba quitársela de la cara.
— ¡Puaj! —soltó, tratando de limpiarse el rostro y el cabello.
— ¡Shhhh, cállate! —Minato le puso una mano en la boca. —Harás que nos descubran.
— ¡Tú no eres el que cayó sobre una telaraña tamaño familiar! —se quejó el mayor, apartándole la mano de su rostro.
El Uchiha menor roló los ojos y salió de entre las plantas, quitándose una que otra hoja que se le había pegado a la ropa. Menma lo siguió unos instantes después, aún quitándose trozos de telaraña del cabello.
En lo que estaba distraído haciendo eso, notó como su hermano se acercaba a la puerta de la casa y buscaba algo por todos lados. Lo vio levantar la alfombra frente la puerta, mover unas macetas, registrar cualquier objeto que estuviera cerca de la entrada.
— ¿Qué haces? —le preguntó con curiosidad, acercándose con las manos detrás de la cabeza.
—Buscar la llave de emergencia. —respondió el otro, sin dejarse distraer.
— ¿Crees que haya una? —inquirió inseguro, observando a su hermano encogerse de hombros. — ¿Y si pateamos la puerta?
Minato se giró a verlo con el ceño fruncido.
—No podemos forzar la puerta, idiota. —lo reprendió. — ¡Se darán cuenta!
—Oh.
Suspirando, Minato se acercó a la cerradura y la inspeccionó. Curiosamente, no estaba oxidada. Tal vez pudiera abrirla con algo de maña. Miró a su alrededor, en busca de algún alambre o algo que pudiera servirle para abrir la cerradura. Menma lo imitó y juntos comenzaron a buscar por toda la entrada y el patio.
Luego de varios minutos, Minato encontró unos pedazos viejos de alambre. Probablemente alguien los había arrojado dentro en algún momento. En fin, tal serían útiles.
Se tomó su tiempo intentando desenllavar la cerradura, ignorando las fastidiosas preguntas de Menma sobre si ya había terminado. Afortunadamente, logró quitar el cerrojo, abriendo la puerta apenas lo suficiente para que se notara que estaba abierta, pero sin tener visión hacia dentro de la casa.
El corazón le palpitaba con fuerza. Menma, quien se encontraba a su lado, le puso una mano en el hombro, sonriéndole cuando se volteó para mirarlo.
—Entremos.
Inhalando profundo, Minato asintió, terminando de abrir la puerta.
Una nube de polvo los recibió, levantada por la corriente de aire provocada por la puerta al ser utilizada por primera vez en muchos años.
Ambos chicos tosieron involuntariamente, agitando las manos para dispersar el polvo.
Bueno, la casa en definitiva no había sido limpiada en años. Entraron cautelosamente, notando como todos los muebles se miraban de color gris por la suciedad, que opacaba su verdadero color. Había telarañas por doquier, en las esquinas, en las paredes, en todos lados.
Minato cerró la puerta tras de ellos para que desde afuera nadie llegara a notar que alguien había entrado a la casa.
Ambos pares de ojos curiosearon sus alrededores. La casa era más o menos amplia, bien arreglada, sin cosas acumuladas ni nada. Todo estaba sucio, sí, pero no era algo que se pudiera evitar. Había una sala que conectaba con la cocina de concepto abierto y el comedor. Los restos de algunas plantas marchitas reposaban en unas macetas en ciertas esquinas, y había uno que otro cuadro en las paredes, aunque no podía distinguirse si eran fotos, o pinturas, o solo imágenes, debido al polvo.
—Woah…—exhaló Menma. —Minato, esta solía ser nuestra casa. —murmuró, observando maravillado todo lo que había a la vista.
El menor asintió, a pesar de que realmente no tenía recuerdos del lugar. No es que en realidad Menma recordara, pero había algo en el ambiente que se le hacía familiar. Tal vez su subconsciente aún guardaba ciertas memorias sobre esa casa, a pesar de no poder acceder a ellas.
Cada uno comenzó a recorrer la casa por separado. El Uchiha mayor desapareció a través de una puerta mientras que Minato se había quedado viendo los cuadros colgados en la pared de la sala con el ceño fruncido.
Con cuidado, tomó uno y, luego de inspeccionarlo un poco, sopló para deshacerse del exceso de polvo. Tosió un poco cuando una nube gris se levantó y, para quitar la suciedad que seguía en la retratera, la frotó con su camisa, por primera vez sin importarle ensuciarse sin razón.
Sus ojos se abrieron sorprendidos al ver la fotografía. Era una imagen del Cuarto Hokage, sonriendo frente a la cámara. Detrás de él, su cabeza esculpida en la Roca Hokage.
Una pequeña sonrisa se asomó en sus labios al ver la foto de su abuelo. Solo lo había visto en fotografías de los libros de texto de la Academia y la que se mantenía junto los retratos de todos los anteriores Hokages en la oficina del Hokage.
Volvió a colocar el cuadro en su lugar y continuó con el siguiente. Repitió sus acciones, soplando el excedente de polvo y luego tallando la imagen con su camisa.
Esta vez era una foto grupal, con los genin de la generación de la tía Sakura. Estaban aquellos que reconocía como Chouji-san, Shikamaru-san, Ino-san, Hinata-san, Kiba-san, Shino-san, la tía Sakura y sus padres. También estaban Neji-san, Lee-san y Tenten-san en ella, aunque tenía entendido que se habían graduado un año antes que los demás.
Delineó el rostro de sus padres con el dedo índice, suspirando con cierto deje de resignación.
Dejando la imagen a un lado, tomó la siguiente. Ahora, al limpiarla, distinguió una foto de su padre similar a la que estaba de su abuelo. Le daba la espalda a su rostro tallado en la roca y sonreía a la cámara orgullosamente, llevando puestas sus vestiduras de Hokage. La foto era probablemente del día de toma de posesión del puesto, al igual que la de su abuelo.
Colgando la foto en su lugar, tomó la última retratera que había. Para su sorpresa, la foto era de Menma y él juntos. Su hermano debía tener unos dos años en dicho momento, y él algunos meses a lo mucho. El ojiazul estaba sentado en medio de una cama con un dedo en la boca, observando la cámara con ojos curiosos. Minato estaba acostado frente a él, su cabeza recostada sobre una de las piernas del mayor con los bracitos extendidos hacia arriba, viendo de frente pero no hacia la cámara directamente.
— ¡Hey, Minato! —escuchó la voz de su hermano venir de algún sitio de la casa. No tardó mucho en que una cabellera negra y un par de brillantes ojos azules se asomaran en la sala. — ¡Ven a ver lo que encontré! —exclamó sonriendo, pero se detuvo al ver las fotografías en la pared.
Se acercó y las miró con curiosidad, deteniéndose en la última, donde se reconoció a sí mismo y a su hermano.
—Hey, mírate. Eras un bebé adorable. —quiso molestarlo.
—Cállate. —lo cortó el menor con las mejillas ligeramente coloradas. — ¿Qué hallaste?
—Ah, sí. —recordó, tomándolo del brazo y arrastrándolo con él hasta donde estaban unas escaleras, subiendo a lo que era la segunda planta de la casa.
Una vez arriba, atravesaron una de tantas puertas que había ahí a lo que parecía ser una oficina. Probablemente de su padre.
Como el resto de la casa, estaba cubierto de suciedad. Había más cuadros en la pared, así como una pequeña pizarra de corcho en la que habían sujetado algunos trozos de papel que parecían tener cierto color en ellos, aunque Minato no identificaba ninguna forma específica. En el escritorio situado delante de una ventana, había otra retratera, varios papeles desorganizados y llenos de tierra, y uno que otro bolígrafo.
Pero no era nada de eso lo que había llamado la atención de Menma como para traer a su hermano hasta acá. Lo había jalado con él para que viera el librero lleno de pergaminos, libros, papeles, carpetas, que había en la habitación.
—Wow. —musitó el menor, acercándose al estante.
Comenzó a curiosear el contenido del mueble, limpiando el polvo con la mano para leer los títulos y saber de qué se trataban todos los papeles. Había una buena variedad de libros sobre ninjutsu, taijutsu, genjutsu, herramientas ninja, historia del mundo, etc.
Sacó los que le fueron pareciendo interesantes. Entre ellos, una caja llena de pergaminos de distintos tipos, aunque la dejó a un lado para concentrarse en los libros.
Menma, con curiosidad, le echó un vistazo a lo que había dentro de la caja. A decir verdad, él no estaba tan interesado en el contenido del librero, pero sabía que Minato se emocionaría y por eso quiso traerlo. Y no se había equivocado, estaba revisando todo como el buen ratón de biblioteca que era.
Tomó pergamino por pergamino mientras el menor estaba distraído, notando que la mayoría no tenía escrito nada que ayudara a identificar el contenido de su interior. Sin embargo, uno tenía unas palabras escritas en el exterior.
Tocándole el hombro a su hermano menor para llamar su atención, le mostró el rollo.
—Mira, este dice "memorias". —comentó Menma sacando un pergamino del estante.
A Minato le llamó la atención el título que tenía, por lo que lo tomó entre sus manos y lo inspeccionó, dándole vuelta varias veces.
— ¿Lo abrimos? —sugirió su hermano mayor, la curiosidad adueñándose de su mente.
Los ojos oscuros del menor lo observaron dubitativos durante unos segundos, dedos jugueteando con la cuerda que sujetaba el rollo. Eso era todo lo que les impedía abrir dicho pergamino, no estaba sellado de ninguna forma. Si quisieran abrirlo, solo debían quitar el nudo y listo.
Aburrido de esperar, Menma recuperó el pergamino y, sin pensarlo dos veces, deshizo el nudo y, agachándose en el piso, lo abrió.
Una luz enceguecedora que duro apenas un segundo inundó la estancia, ambos chicos soltando un chillido por la sorpresa. Sin embargo, se quedaron completamente mudos una vez que el brillo se hubo exterminado.
Había una persona arrodillada justo frente a Menma, apenas unos años mayor que él. El adolescente vestía con solo unos shorts anaranjados y una camiseta blanca, estaba descalzo, y parecía investigar con atención el pergamino estirado en el piso, sus ojos tan azules como los del Uchiha mayor recorriendo los patrones de símbolos en el papel, intentando descifrarlos.
— ¡Pa-Papá! —exclamó exaltado Menma, sus ojos abiertos como platos y su piel pálida al haber perdido repentinamente todo el color.
El joven frente a él no pareció escucharlo y, cuando estiró la mano para tocarlo, está lo atravesó, como si no hubiera más que aire en el lugar.
—Una ilusión…—murmuró Minato, su expresión similar a la de su hermano y sus manos temblando. —Es como un holograma.
— ¿Un holograma? —repitió Menma, confundido, sus ojos sin despegarse del joven rubio frente a él.
Era cierto, la persona que parecía inspeccionar el pergamino ni siquiera había notado que estaban ahí. Bueno, él era quien en realidad no estaba ahí. Era como si el pergamino hubiera guardado esa escena y la estuviera reproduciendo para sus ojos.
— ¡Este estúpido pergamino no sirve! —exclamó entonces el rubio, sobresaltando a los dos hermanos, que definitivamente no esperaban que la ilusión fuera a hablar, y menos a gritar.
Haciendo un mohín, el de shorts anaranjados se dejó caer al piso, rodando sobre su espalda para quedar viendo al techo con el ceño fruncido y los labios apretados.
Menma y Minato se inclinaron sobre él, el mayor todavía de rodillas y el menor de pie. Era la primera vez que tenían la oportunidad de ver a su padre, a pesar de que no fuera real. Sus ojos no estaban enfocados en ellos, sino en algún punto en el cielorraso. Se veía tan real, como si en verdad estuviera allí.
Sus ojos eran definitivamente del mismo color de los de Menma, al igual que sus facciones y las marcas que tenía en las mejillas. Su cabello, sin embargo, era de un rubio brillante y se mantenía alborotado, además de que era un poco más largo que el del Uchiha mayor.
— ¿Qué tanto estás gritando? —sus cabezas se voltearon automáticamente al escuchar una segunda voz y, con miradas estupefactas, observaron como otra figura se materializaba como si estuviera entrando en la habitación. — ¿Y qué haces en el suelo? —preguntó, acercándose al rubio con los brazos cruzados y las cejas arrugadas.
—M-Mamá…—pronunció Minato con voz temblorosa.
Allí, de pie en frente de ambos, estaba otro joven algunos años mayor que ellos. Este, en contraste con el rubio ojiazul acostado en el suelo, tenía el cabello negro con reflejos azulados, piel pálida y ojos oscuros como una noche sin luna. Sus cabellos caían alrededor de su rostro, enmarcándolo, y se levantaba algo puntiagudo en la parte de atrás.
Al contrario del chico de piel acanelada, quien estaba vestido para estar en casa, este llevaba un uniforme de jounin, que estaba tan impecable que era poco probable que estuviera regresando de alguna misión.
—Llevo dos horas intentando averiguar cómo activar esta cosa, ¡pero nada funciona! —dijo el rubio, señalando el papel desenrollado junto a él.
El otro hombre alzó una ceja y se apoyó sobre una rodilla para tomar el pergamino entre sus manos. Bueno, una ilusión del pergamino, ya que el verdadero seguía intacto. Lo revisó durante unos segundos antes de poner los ojos en blanco.
—Naruto. —lo llamó.
— ¿Uh? —un par de ojos azules se enfocaron en él, parpadeando con curiosidad.
—Esto ya está activado.
— ¿Qué? —el rubio se sentó inmediatamente y le arrebató el pergamino, comenzando a inspeccionarlo con atención. Al aparentemente no encontrar nada, se giró hacia el pelinegro. — ¿Cómo lo sabes? ¡Se ve exactamente igual que antes?
Quitándole el rollo de las manos al rubio, lo estiró en el piso y señaló con su dedo índice un símbolo que estaba justo en el centro. Por más que los ojos azules se centraron en el sitio señalado, no pudo encontrar nada fuera de lo normal.
— ¿Qué se supone que tengo que ver? —preguntó de mala gana.
—Dice "activado", tarado.
— ¿Eh? ¿Dónde? ¿Que eso no era solo un garabato?
El pelinegro se llevó la mano a la cara con un gruñido.
— ¡Está en kanji! ¡Se lee perfectamente! ¿Hace cuánto que no lees? Así jamás pasarás los exámenes jounin, mira que eres el único que no los ha presentado. —lo regañó con molestia, una venita hinchándose en su sien.
— ¡Hey, no me hables como si fuera un analfabeta! Se me olvidan algunos kanji, ¿y qué? ¡Son demasiados! No los necesito para hacer misiones. —se defendió, cruzándose de brazos y apartando la mirada con indignación.
—Pero sí para leer pergaminos. —se mofó el ojinegro. —Felicidades, desperdiciaste el único pergamino de memoria que Kakashi tenía. ¿Siquiera sabes cómo lo activaste?
—Bah, conseguiremos otros. —dicho esto, se puso de pie, siendo imitado por el otro adolescente. De pronto, el rubio dejó de hablar y recorrió el cuerpo de su acompañante con una mirada curiosa. — ¿Qué haces de uniforme? —preguntó tontamente, rascándose una mejilla.
El pelinegro arqueó una ceja.
—La Hokage me ha asignado una misión. —le informó, poniéndose las manos en las caderas. —No me tomará más de tres días. —dijo y se inclinó a tomar el pergamino del piso y comenzar a enrollarlo.
— ¿Eh? ¿Y por qué la abuela te manda a ti solo? ¿Qué hay de Sakura-chan y de mí? Siempre nos manda en equipo. —protestó el ojiazul, cruzando de brazos en una ligera rabieta.
—Porque solo necesita a alguien que tenga el sharin-. —y, de la nada, ambas figuras desaparecieron en cuanto el pelinegro terminó de enrollar el pergamino.
Menma y Minato se sobresaltaron en cuando las otras dos personas desaparecieron de la habitación como si nunca hubieran estado ahí en primer lugar. Bueno, nunca estuvieron ahí en primer lugar, pero se veían tan reales…
Sin salir de su shock, Minato se dejó caer de rodillas junto a su hermano, que no se había movido ni un centímetro desde que la ilusión había iniciado.
—Mamá y papá…—murmuró el Uchiha menor, un par de lágrimas rebeldes resbalando por sus mejillas.
Menma, por otro lado, no se contuvo para nada. Por sus mejillas caían cascadas de agua salada, mientras intentaba secarlas lo más posible con su manga.
—No recordaba sus voces. —comentó bajito y con la voz algo rasposa.
Se quedaron en silencio un rato, procesando las imágenes que acababan de presenciar, ambos siendo arremetidos por un centenar de sentimientos encontrados. Esos eran sus padres, hacía muchos años. Debían haber tenido a lo mucho unos dieciséis o diecisiete años, ya que se veían algo más jóvenes que la fotografía en el cuarto de Minato.
—Pergaminos…—murmuró el menor. —Papá dijo que conseguirían más pergaminos. ¿Y si hay más como este?
Su hermano le dedicó una mirada decidida.
—Hay que encontrarlos.
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N/A: Espero que les vaya gustando la historia :3
Este capítulo lo tenía escrito a medias desde hace rato XD Al fin lo terminé.
Recuerden que estoy intentando recaudar fondos para realizarme una cirugía de cataratas :3 Cualquier ayuda, aunque sea solo compartir el enlace que dejo aquí abajo, es bienvenida y se los agradeceré eternamente. No solo me estarían ayudando a conservar mi visión, sino a poder continuar mis estudios y seguir escribiendo. Así que, si pueden, cómprenme un café (buy me a coffee!) :3
ko-fi punto com /furikakelover
Solo reemplacen la palabra punto por un punto de verdad y quiten los espacios :)
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Nos vemos :3
