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Capítulo II
—Su orden está completa, muchas gracias por su compra.
—Muy amable, gracias —respondió Kōga después de recibir la bandeja con los helados que había solicitado.
Caminó con el recipiente en las manos hasta que llegó a la mesa en la que lo estaba esperando su pareja. Desde que habían terminado su caminata por el muelle la había notado un poco distante, cómo si algo la estuviera agobiando, pero imaginó que se trataba de la nostalgia de volver a su país después de tanto tiempo viviendo en el extranjero.
Por ese motivo se le ocurrió que lo mejor era llevarla a comerse un helado. Cuando la había conocido se percató que amaba las cosas dulces y siempre que se sentía un poco sensible su mejor compañía era un enorme bote de mantecado.
»—Kagome… —susurró al sentarse a su lado— Toma, te pedí un helado de vainilla cubierto con chocolate.
—Muchas gracias, Kōga —musitó con una sonrisa fingida cuando recibió de las manos de su novio el helado que le había comprado—. Tú siempre eres tan detallista conmigo.
—Oye, sabes que me encanta endulzarte la vida —comentó guiñándole un ojo—. Además, desde que regresamos de la playa has estado un poco distraída, ¿qué te sucede?
La azabache suspiró, recordando el momento exacto en el que su mirada se había cruzado con la de su antiguo amor. ¿Cómo era posible que en una ciudad tan grande, tuvieran que encontrarse precisamente, a pocos días de haber regresado a su país? ¿No era suficiente todo lo que había pasado para que la vida se encargara de jugarle una sucia broma?
Observó el helado que tenía en sus manos y lo vio empezar a derretirse, lo acercó a su boca y le dio una lamida. El dulce de la vainilla mezclado con lo amargo del chocolate la hicieron reconocer que la vida muchas veces era de esa manera y quizá ese encuentro fugaz era la prueba de que cada quien había seguido con su vida. Logrando superar lo amargo que alguna vez les había tocado vivir.
Ella ahora era feliz al lado del hombre que la estaba mirando con ojos de preocupación por su repentino cambio de actitud. Parpadeó un par de veces y pensó que era imposible que pudieran volver a encontrarse. Lo mejor era concentrarse en lo dulce de su vida que había llegado desde que conoció a su actual pareja.
—¡Está delicioso! —exclamó con mayor entusiasmo—. Discúlpame por haberte preocupado, es solo que tenía tantos años sin estar en mi país que me dio un poco de nostalgia, eso es todo —mintió tratando de convencerse a ella misma de su propia mentira.
—Lo sabía —expresó Kōga con emoción, tantos años de relación con Kagome lo hacían pensar que la conocía a la perfección—. Tranquila, pronto te vas a familiarizar nuevamente con tu ciudad, imagino que querrás ver a esa amiga de la que tanto me has hablado —la vio asentir con su cabeza mientras comía de su helado—, también debes presentarme a tu familia, ¿no crees que ya es el momento? Aprovechando que estamos aquí.
—Supongo —masculló luego de limpiarse los labios con una servilleta—. Preferiría reunirme primero con Sango, me encantaría que la conocieras. Después vemos el tema de mi familia, ¿te parece?
El aludido asintió antes de terminar de devorarse lo que le quedaba de su helado. Los años al lado de Higurashi le habían enseñado que los momentos llegaban cuando ella se sentía preparada, pues forzarla a hacer algo, simplemente la hacían hacer todo lo contrario. Si ella quería que compartiera primero con su amiga eso era lo que él haría. Ya habría tiempo de sobra para conocer a su familia, además, su contrato laboral lo obligaba a permanecer en esa ciudad por lo menos dos años, así que era muy probable que se diera la oportunidad.
—Mañana debo presentarme a la empresa, tengo una reunión con una de las dueñas a las diez en punto. Me informó que me presentaría al equipo con el que voy a trabajar —comentó tranquilo. Él era considerado uno de los mejores arquitectos del extranjero, por ello sabía que su trabajo sería impecable, solo esperaba que las personas que iban a laborar con él estuvieran a la altura—. Tú, ¿qué piensas hacer?
—Iré a ver un local con una agente inmobiliaria, aunque regresemos a París después de que tu trabajo termine aquí, me encantaría dejar una tienda con mi marca en mi ciudad natal —anunció emocionada. Ella se había esmerado por sobresalir en su carrera profesional, tantos años de estudio habían dado sus frutos y ahora quería ser conocida internacionalmente—. Le envié un mensaje a Sango para que nos tomáramos un café, si quieres puedes llegar cuando salgas de la empresa.
—Será mejor que conversen solas, creo que hay mucho de lo que tienen que hablar antes de que ella conozca al guapo hombre que tienes como novio —arguyó con sarcasmo, logrando que la azabache riera con fuerza—. No te burles, sabes que soy muy cotizado.
Kagome se puso de pie, todavía riendo a carcajadas. Observó el rostro de su novio cuando a este se le arqueaba una ceja y sin decirle ninguna palabra lo abrazó por la espalda, colocando sus brazos alrededor de su cuello, dejando descansar su barbilla sobre uno de sus brazos.
—Nadie dijo que no fueras guapo —musitó en su oído.
Kōga sintió sus mejillas arder. Kagome tenía un poder de seducción con su tono de voz, algo que él siempre había amado de ella. Con cuidado le quitó los brazos de su cuello y se puso de pie, se dio la vuelta, quedando frente a su amada, la tomó del mentón y con posesividad, pero a la vez sutileza, la acercó hasta él y le dio un profundo beso en los labios. Kagome tardó unos segundos en reaccionar, pero luego correspondió al contacto de su novio, él siempre había sido así con ella desde que habían iniciado su relación. Le gustaba tener el control, aunque muchas veces ella también lo tenía.
—Qué te parece si nos vamos a casa —murmuró después de separarse de los labios de su novia—. Recuerda que me prometiste que hoy veríamos Game of Thrones, sabes que esa serie me encanta.
—Sí lo recuerdo, pero solo serán unos dos o tres capítulos, mañana debes levantarte temprano y no quiero que llegues tarde —advirtió con el ceño levemente fruncido.
—Lo que usted ordene —respondió poniendo su mano derecha sobre su frente haciendo referencia a un saludo militar.
Kagome simplemente sonrió, con su novio todos los momentos eran así, dulces como el azúcar y eso era algo que agradecía luego de tanto dolor. Lo tomó de la mano con sus dedos entrelazados y juntos salieron de la heladería con rumbo hacía su departamento.
Contoneaba sus caderas sobre la anatomía bien definida de su esposo, tenía las manos puestas sobre su pecho y sus movimientos eran delicados y firmes, acoplados perfectamente, al ritmo que marcaban las fuertes manos de su pareja sobre sus muslos.
Tenía los ojos cerrados y por su mente solo pasaba el recuerdo de la maravillosa noche de aniversario que habían vivido; la cena, los gestos, la joya, la caminata en el muelle y esas caricias que se habían propiciado cuando ella en forma de obsequio se las había brindado a su esposo cuando regresaron a su departamento. Logrando encender en él ese fuego del que ella tanto disfrutaba.
Abrió sus ojos y lo observó, unas cuantas gotas de sudor recorrían por su frente gracias al momento íntimo en el que se estaban deleitando. Hacer el amor con InuYasha era una de las experiencias más gratificantes de su matrimonio, él siempre había sido muy delicado y dulce, pero también rudo y posesivo. Cualquiera de esas acciones lograban enloquecerla.
Volvió a cerrar sus ojos cuando sintió la fuerte ola de calor que llegaba hasta su vientre bajo, el orgasmo era innegable y la sensación de sentirse en el cielo era inigualable, echó su cabeza hacía atrás y sintió las posesivas manos de su marido clavarse fuertemente en sus caderas, su momento también había llegado y las últimas embestidas le habían provocado un placer inexplicable.
InuYasha la atrajo hacía él, dejando su pecho sobre el suyo, aún unidos a sus cuerpos. Kikyō llevó su mano hasta su mejilla, quitó con sus dedos una gota de sudor que había rodado por esta y le sonrió. Estaba feliz, no podía negarlo.
Taishō la vio con ternura, acarició su rostro también cubierto por un poco de sudor, pasó sus dedos por sus labios, delineándolos con estos. Llevó su rostro hasta su boca y le otorgó un pequeño y dulce beso.
Kikyō se levantó con cuidado del pecho de su marido y se acostó a su lado, posando sus manos en su torso y recostando su cabeza donde con anterioridad la tenía colocada.
—Gracias —susurró con la voz todavía agitada—. Gracias por esta maravillosa noche de aniversario, InuYasha.
—Es lo mínimo que te mereces, Kikyō. Eres una excelente esposa y muchas veces pienso que no te merezco —comentó sintiéndose como un desgraciado por haber dejado que el corto encuentro de miradas que había tenido con su antigua pareja le hiciera revivir viejos recuerdos.
—No digas eso —expresó levantando el rostro de su pecho para verlo a los ojos—. Siempre has sido buen esposo, desde que nos hicimos novios has estado al pendiente de mí y me has protegido. Me brindas tu compañía y amor, así como estos placenteros momentos de pasión. No vuelvas a pensar que no me mereces, cuando eres lo mejor que me ha pasado en la vida.
InuYasha fingió una sonrisa, no quería preocuparla. Para qué dañarle ese instante en el que minutos antes le había demostrado todo el deseo que sentía por ella, con cosas de su pasado. Era absurdo que en su aniversario y en su lecho matrimonial se pusiera a contarle que había visto de repente a la mujer por la cual había sufrido tanto. Era algo sin sentido y sin importancia, además, lo más probable era que nunca se la volviera a encontrar. Aunque esos breves segundos le habían hecho estragos la mente y sobre todo el corazón.
—Perdóname —dijo acariciando su cabello con delicadeza—. Son tonterías en las que a veces pienso, no me hagas caso.
—No te preocupes, son pensamientos que llegamos a tener en algún momento, pero luego nos damos cuenta que son cosas sin sentido —expresó con una leve sonrisa mientras recostaba su rostro nuevamente, en el pecho de su esposo.
—Tienes razón —musitó desviando su mirada hacia su mesa de noche, fijando sus ojos en la primera gaveta en la que guardaba sus cosas más personales.
—InuYasha —la suave voz de su mujer lo hizo girar su rostro para verla—. Iré a tomar un baño, ¿quieres acompañarme?
—Claro, si quieres adelántate tú, en lo que yo busco las toallas.
La vio asentir con la cabeza y luego se levantó de la cama. Soltó su cabello de la coleta que traía y su larga y espesa cabellera cayó por su espalda, era tan larga que llegaba hasta su cadera. La siguió con la mirada hasta que entró al baño. Era tan hermosa que cualquiera se volvería loco por tenerla y él era tan miserable que al verla caminar con el cabello suelto no pudo dejar de imaginar que se trataba de su antigua pareja.
Se sentó de golpe en la cama y se dio una bofetada en el rostro. Era estúpido que un fugaz encuentro hiciera todo eso con él cuando debía suponer que ella muy probablemente, estaba feliz en los brazos de otro.
Se puso de pie y caminó hasta el armario, sacó dos toallas limpias y se dirigió hasta el baño, ahí lo estaba esperando su mujer. Aquella a la que le había jurado amor eterno, a la que él mismo había elegido y la que cada día le demostraba cuánto lo amaba.
El pasado, era pasado y lo mejor era que se quedara así como había estado, olvidado y enterrado hasta lo más profundo de su fatigado corazón.
—Buenos días, Ayumi.
—Buenos días, señor Taishō —saludó cortésmente su secretaria—. En seguida le preparó su café, espere un momento, por favor.
—Muchas gracias, podrías hacerme un café cargado en esta ocasión, si no te molesta —pidió, no había tenido muy buena noche y necesitaba algo fuerte que lo mantuviera despierto.
—Con gusto señor —comentó la joven mientras agregaba otra cucharada al filtro de café en la cafetera.
—Ayumi —llamó el arquitecto haciendo que la chica volteara a verlo—. Sabes si Miroku ya vino a la empresa.
—Sí señor, hace aproximadamente, diez minutos lo vi llegar, ¿quiere que lo comunique con él? —cuestionó levantando el teléfono para marcar la extensión de la oficina de Hanagaki.
—Dile que venga a mi oficina necesito hablar con él —informó a su secretaria cuando esta le entregaba su taza de café.
La joven asintió y procedió a realizar la petición de su jefe.
InuYasha ingresó a su oficina, dejó la taza de café en su escritorio junto a su portafolio, se sentó en su silla y bebió un poco del humeante líquido de su bebida, estaba tan caliente que le quemó la lengua con ese pequeño sorbo que le había dado, pero de verdad era necesario mantenerse despierto que no importaba quemarse, ese día tenía una reunión importante.
Terminó su café con más dolor que satisfacción, colocó la taza vacía a un lado de su escritorio y giró su silla para apreciar la vista desde su enorme ventana. La ciudad se veía hermosa desde ahí, pero a su mente solo llegaban viejos recuerdos cada vez que intentaba apreciar o pensar en algo más, quería contárselo a alguien o explotaría él solo con tanta carga emocional.
Escuchó un par de golpes en la puerta, no se molestó en responder ya que sabía que su amigo siempre tocaba un par de veces y luego entraba a su oficina sin ningún problema. Regresó a su posición anterior para quedar frente a su colega.
—Buenos días, InuYasha, ¿cómo estás? —saludo un poco curioso al percibir que a su amigo le pasaba algo.
—Buenos días, Miroku, digamos que bien —respondió desganado poniendo los codos sobre el escritorio y dejando descansar la barbilla sobre sus manos—. Tú, ¿cómo estás?
—Bien, gracias, pero aquí lo importante es cómo estás tú, ¿qué te pasa? —inquirió preocupado—. ¿Sucede algo con Kikyō? ¿Está enferma? ¿Discutieron? ¿No le gusto la sorpresa?
El aludido negó con la cabeza, ninguna de las posibles opciones que Hanagaki le había dado era el motivo por el cual se encontraba de esa manera.
—Kikyō está muy bien, la sorpresa le encantó, de hecho todo fue perfecto. Le regalé una joya, nada ostentosa, pero sí muy significativo para ella —confesó viendo los ojos azules de Miroku que parecía se iban a salir de su lugar cuando mencionó el tema de la joya.
—Tú —señaló con su dedo índice a su amigo—, regalaste una joya otra vez, vaya, esto sí es una sorpresa para mí. Creí que habías dicho que nunca lo volverías hacer aparte de entregarle las sortijas de compromiso y matrimonio.
—Pensé que era el momento de dejar a un lado ese mal recuerdo —expresó apático jugueteando con sus dedos cuando sus pulgares aún sostenían su barbilla—. Si le hubieras visto el rostro a Kikyō, estaba feliz, era algo que nunca se habría imaginado.
—Entonces, ¿por qué parece como si un tren te hubiera pasado por encima? —cuestionó más confundido—. Deberías estar feliz, ¿no crees?
InuYasha suspiró, era el momento de decirle a su amigo lo que había pasado y contarle el motivo que lo tenía de esa manera, tan desorientado emocionalmente.
—Ayer vi a Kagome —dijo dejando de darle más vueltas al asunto.
—¡¿Cómo?!
—Lo que escuchaste anoche vi a Kagome —repitió viendo la incertidumbre en el rostro de Miroku—. Antes de que te imagines cosas que no son —aclaró, imaginando que su compañero pensaría que quizá él la había buscado sin haberle dicho—, la vi por casualidad, cuando salimos del restaurante en el que cenamos. Kikyō me pidió que camináramos por el muelle. Estamos tranquilos, tomados de la mano, caminando, cuando de repente una pareja venía al lado contrario y la mujer era Kagome.
—Pero… ¿Tú sabes con quién iba ella?
—Por supuesto que no —esbozó fastidiado—. La vi por unos segundos en los que pasamos al lado, no tengo idea de quién es esa persona y tampoco me interesa. A lo que voy es que no entiendo por qué carajos tenía que encontrarla. No se supone que desde hace mucho no vive en este país.
Miroku negó con la cabeza y se encogió de hombros. Él al igual que InuYasha sabían que la azabache había migrado a otro país hace muchos años. Y desde que se fue nadie volvió a saber nada de ella. Ni siquiera su familia o su propia esposa.
Era muy extraño que casualmente, tuviera que encontrarse con InuYasha siendo la ciudad tan grande, pero era evidente que el destino tenía sus formas extrañas de hacerles bromas a los seres humanos.
»—¿Sango no te comentó nada sobre esto? —preguntó con curiosidad, aunque sabía que ellas hace mucho habían dejado de hablar.
—Por supuesto que no, tú sabes perfectamente, que Kagome rompió su relación de amistad con ella desde que se marchó y a Sango no le gusta que le toque el tema porque le causa dolor —comentó Hanagaki a su compañero que parecía demasiado atormentado por esa situación—. Cuando llegue a casa le voy a comentar, pero déjame pensar cómo abordar el tema porque no quiero hacerla pasar un mal momento.
—No te preocupes, no quiero que la hostigues con esto, de todas formas dudo que la vuelva a ver —musitó con la mirada perdida en la nada.
—InuYasha —nombró Hanagaki para que su amigo regresara a la realidad—. Si estás seguro que no volverás a verla, ¿por qué este encuentro repentino te afectó tanto?
Taishō se puso de pie de repente, giró su cuerpo hacía la enorme ventana y suspiró antes de seguir la conversación con su colega.
—Anoche hice el amor con Kikyō —musitó al no escuchar ninguna palabra de Miroku continuó—. Fue increíble, como siempre. Sabes que disfruto estar con mi esposa, pero…
—¿Pero?
—Mientras le hacía el amor a Kikyō pensaba en Kagome. Recordaba las veces que estuvimos juntos y todos los momentos de pasión y amor que compartí a su lado. —Giró su cuerpo y golpeó con todas sus fuerzas el escritorio con sus puños—. Soy una basura, Miroku. Cómo pude haber estado pensando en Kagome cuando estaba con mi esposa. Yo juré respetarla y le estoy fallando, soy un imbécil. Kikyō no merece esto.
Miroku suspiró y trató de digerir todo lo que su amigo le acababa de contar, era tan cruel el destino que se había encargado de reabrir la herida que InuYasha tenía, cuando le había costado tanto cerrarla. ¿Por qué cuando era feliz con su esposa la vida le hacía esto? No tenía una respuesta, pero si unas palabras de aliento y todo su apoyo para que su casi hermano no se sintiera solo.
—InuYasha, no eres una basura. Simplemente, todo se te juntó en una sola noche. Comencemos con que la fecha no es la mejor y tú quisiste seguirte lastimando con eso —expresó recordándole que él tampoco ayudaba mucho a su proceso de sanación.
—Lo sé, pero creí que era lo correcto, restarle importancia a un momento doloroso con uno feliz —comentó ya más calmado.
—Lo entiendo, pero quitando eso, lo demás fue una mala broma del destino. Es probable que Kagome haya venido a la ciudad por algún tema laboral o familiar. Hace mucho que su vida está en otro país. No te mortifiques por eso y mucho menos arruines tu matrimonio por algo del pasado. Te costó mucho superar todo lo que pasó. Te diste una nueva oportunidad de vivir y la vida te premió con una buena y hermosa mujer, no mandes todo al demonio por algo sin importancia. El pasado es pasado y, tú tienes un excelente matrimonio y una vida exitosa que cuidar.
InuYasha se sentó y comenzó a analizar todas y cada una de las palabras que su colega le había dicho, Miroku tenía razón, habían muchas cosas importantes en juego que podía perder por un mal momento y unos simples recuerdos del pasado. Definitivamente, hablar con su amigo era lo que necesitaba para liberar toda la carga emocional que llevaba encima.
—Gracias, Miroku.
—Puedes hacerme una transferencia bancaria por la consulta, la estaré esperando —bromeó logrando que Taishō sonriera con sinceridad.
—Mejor te invitó un trago cuando salgamos de aquí creo que lo necesito —dijo viendo a su compañero a los ojos.
—Te lo acepto. Sango tiene una reunión en su trabajo y llegara tarde a casa —confesó Hanagaki recordando que su esposa le había comentado que era algo de suma importancia y que no sabía cuánto tiempo iba a tardar—, solo la voy a llamar para decirle que estaré contigo.
—Perfecto, yo llamaré a Kikyō para que no se preocupe, gracias por acompañarme.
Ambos sonrieron con entusiasmo, de vez en cuando una charla con un buen amigo acompañada de una buena copa de vino podía reiniciarles las vida y en ese momento eso era precisamente, lo que InuYasha tanto necesitaba.
El teléfono de su oficina comenzó a sonar y el ambarino no tardó en contestar, era su secretaría, que llamaba para informarle que en media hora debían estar en el salón donde se realizaría la reunión con la dueña de la constructora y el nuevo arquitecto que trabajaría con ellos.
Ingresaron a la oficina de juntas, ahí se encontraba esperándolos su jefa. Con un cordial saludo los recibió y les pidió amablemente, que tomaran asiento en las sillas de la enorme mesa mientras esperaban a su nuevo compañero.
—Buenos días, arquitectos. Me alegra que sean tan puntuales.
—Por supuesto, no es agradable hacer esperar a una hermosa dama —comentó Hanagaki con una enorme sonrisa.
—Miroku —masculló con el ceño fruncido InuYasha, a su amigo por momentos se le olvidaba que trataban con una de las dueñas de la empresa—. Compórtate, es una reunión de trabajo, no una tertulia matutina.
—Ustedes dos, definitivamente se complementan —expresó entre risas Fujikawa cuando notó los rostros perplejos de sus colaboradores al mencionar esas palabras.
La dueña de una de las constructoras más reconocidas de Tokio, era Sayura Fujikawa, una importante arquitecta, quien era conocida internacionalmente por sus impresionantes obras de infraestructura. Ella junto a un grupo de socios habían fundado la constructora Sengoku. La cual se caracterizaba por contar con los mejores arquitectos del país como del extranjero.
La hermosa mujer tenía una mirada profunda, de ojos oscuros, cabello ondulado hasta los hombros, siempre resaltaba sus labios con un característico labial rojo, era muy alegre y confiable, pero también demasiado responsable. No le gustaba que le hicieran perder el tiempo y para ella las cosas debían salir siempre perfectas.
—Jefa, ¿quién es el nuevo arquitecto? —cuestionó con curiosidad Miroku.
—Desde cuando tanto formalismo de tu parte —expresó Fujikawa con un poco de sarcasmo. Ella consideraba a Miroku e InuYasha sus amigos, no solo por el tiempo que tenían trabajando juntos, sino por la estrecha relación que tenía con sus esposas, sobre todo con Kikyō.
—Desde que es un adulador —murmuró InuYasha encogiéndose de hombros—, bueno eso siempre lo ha sido.
—Oye, se supone que eres mi amigo —refutó Hanagaki, fingiendo sentirse lastimado—. Tú has herido mis sentimientos.
Sayura no pudo evitar reír con fuerza, parecían un matrimonio que discutían por tonterías. Definitivamente, eran muy buenos amigos y eso era algo que ella valoraba y apreciaba de manera sincera.
—Ya, cálmense los dos. No tarda en llegar su nuevo compañero y lo que menos quiero es que se encuentre con una escena como esta —arguyó dejando a un lado las bromas y las risas para otra ocasión.
Ambos arquitectos asintieron y retomaron la compostura. La reunión estaba programada para las diez de la mañana, pero Sayura les había pedido a InuYasha y Miroku que llegaran veinte minutos antes para poder conversar un poco con ellos sobre otros proyectos que se estaban ejecutando.
Los dos hombres le dieron un informe rápido a Fujikawa de los avances de las obras. Palabras que pudo comprobar gracias a los planos que un día antes les había solicitado y los cuales estaban junto con el informe muy bien realizados. Los felicitó por su excelente trabajo. Gesto que ellos agradecieron amablemente.
—Cómo te venía diciendo la próxima semana iremos a supervisar la obra a…
InuYasha no pudo terminar la frase ya que desde el otro lado de la puerta alguien estaba dando pequeños golpes en esta, pidiendo autorización para poder entrar.
—Miroku, serías tan amable de abrir, por favor —pidió Sayura a su colega.
Hanagaki asintió y se puso de pie para quitar el seguro y dejar ingresar a la persona que estaba haciendo el llamado.
—Buenos días, gusto de conocerlos —dijo el arquitecto haciendo una leve reverencia.
Sayura se puso de pie para recibir al nuevo integrante de su equipo de trabajo.
El moreno ingresó al salón, saludó con un beso en la mano a su jefa y luego se sentó en el lugar que ella le había indicado.
Miroku regresó a su asiento, junto a InuYasha y, ambos observaron fijamente al sujeto. Era un tipo bien parecido de ojos azules y una coleta alta. Vestía con un traje formal muy moderno, en su mano derecha llevaba un portafolio. Y su aspecto tan vanguardista les dejaba claro porque lo habían solicitado para ese nuevo proyecto.
—InuYasha, Miroku, quiero presentarles a su nuevo compañero. Él se va a encargar de darle los toques modernos al edificio que debemos construir, mientras ustedes realizan la fachada tradicional que los dueños del consorcio han solicitado.
Los dos asintieron sin quitarle los ojos de encima a su nuevo colega, en especial InuYasha que no entendía por qué, pero el moreno por alguna extraña razón lo hacía sentir como si ya lo hubiera visto o se lo hubiera encontrado en alguna otra ocasión.
»—Serías tan amable de decirles tu nombre, por favor —dijo Sayura al arquitecto.
—Por supuesto —expresó el hombre de ojos azules—. Mi nombre es Kōga Matsuno, mucho gusto, será un placer trabajar con ustedes.
El arquitecto estiró la mano y saludó con una sonrisa a sus dos compañeros. Ambos le dieron la bienvenida, pero InuYasha seguía sintiendo una extraña sensación con Matsuno que se intensificó cuando estrechó su mano. ¿Qué era eso que lo hacía sentirse incómodo sin tener algún motivo aparente?
Continuará…
¿Cómo han estado?
Espero que muy bien. Este inicio de año quiero desearles muchas bendiciones y que todas sus metas puedan cumplirse.
En este nuevo capítulo conocimos a la pareja de Kagome, ella a diferencia de InuYasha no está casada, pero lleva una relación muy formal con Kōga que lo único que la diferencia de la relación que tiene su ex es que ella no tiene un compromiso ante el altar.
El encuentro fugaz les afectó a ambos, solo que Kagome puede controlar sus emociones de mejor manera, o eso parece. Aunque, aquí todo puede cambiar, créanme.
Ahora conocemos también al nuevo compañero de trabajo de InuYasha y por cosas retorcidas del destino resultó ser quién él menos se hubiera imaginado, pero eso todavía no lo sabe.
Otra cosa que quería comentarles para quienes no lo sabían es que mi amada OC es mi adorada DAIKRA, creo que ya todos en este fandom saben quién es ya que tiene unas historias maravillosas escritas para esta pareja. Quiero agradecerle por dejarme volverla un personaje para que fuera parte de esta historia.
También mil gracias por sus reviews, todos me han hecho muy feliz y estaré atenta a sus nuevos comentarios.
Gracias de todo corazón a las páginas que han recomendado la historia.
Nos leemos pronto.
Con amor.
GabyJA
