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Capítulo IV
—Esta semana iniciamos con los cimientos para la obra, según los planos que elaboramos con mi colega Taishō, deberían estar listos con las tuberías de drenajes y aguas pluviales en un mes. Contemplando una prórroga de quince días, por si llegáramos a tener cualquier contratiempo.
—Perfecto. InuYasha, ¿tienes a la mano el estudio de compactación de suelos? —preguntó Sayura. El ambarino asintió, entregándole en las manos el informe—. Todo está en orden. Kōga, ¿tienes alguna pregunta?
—Ninguna, hasta el momento todo va según lo estipulado. Me alegra saber que implementaron el sistema de protección contra sismos que utilizamos en París —comentó emocionado, le agradaba mucho que sus nuevos compañeros lo integraran rápidamente a su grupo de trabajo.
—Japón es un país altamente sísmico, cuando recibimos tu reporte con la sugerencia, la incorporamos de inmediato. Este proyecto es muy importante para nosotros y sus inversionistas —informó InuYasha a su nuevo colega.
Sayura observó fijamente a todo su equipo, se sentía satisfecha de tener la seguridad que en un trabajo tan vanguardista, que se enfocaba en alcanzar un paso más al futuro de su país, estaba siendo realizado bajo el nombre de su constructora. Sonrió para sí misma y le pidió amablemente a Hanagaki que siguiera con la exposición, habían muchos detalles a considerar y todos debían ser presentados en esa reunión.
Los minutos pasaron y el reloj marcaba la hora exacta para ir a almorzar. Todos los integrantes de la junta estaban exhaustos, el desgaste mental que tenían por no olvidar ningún dato los dejó agotados.
—Bueno arquitectos, eso es todo por el día de hoy —anunció Sayura a sus compañeros—. Antes de marcharse, quería comentarles que el viernes por la noche realizaremos nuestra tradicional cena de bienvenida. En esta ocasión nos acompañarán algunos inversionistas del proyecto. Les pido sean muy cordiales con cada uno de ellos. No olviden llevar a sus familias, están invitadas.
—Precisamente mi esposa me preguntaba ayer por la cena —expresó Miroku mientras se rascaba la barbilla con los dedos—. Debo llamarla para confirmarle la fecha.
—No puedes esperar hasta llegar a tu casa o hiciste algo para molestarla que debes correr a informarle —espetó InuYasha con sarcasmo.
Hanagaki vio a su amigo de reojo con el ceño levemente fruncido. Taishō en algunas ocasiones olvidaba que ya no eran esos chiquillos que se la pasaban haciéndose bromas, ahora eran unos hombres exitosos, con familias que debían cuidar y respetar.
—InuYasha —musitó haciendo que su colega le prestara toda su atención—, quiero llamarla porque las mujeres se tardan decidiendo que ropa usarán. No deseo que después me diga, que tuvo que correr para comprarse un vestido.
—Eres muy considerado Miroku, disculpa por mi mal comentario. —El azabache sonrió y le palmeó el hombro a su amigo. Él debería pensar igual, en lugar de estarse comportando como un niño—. Seguiré tu ejemplo y llamaré a Kikyō para avisarle.
—Tranquilo, no te preocupes. Anda, llama a tu esposa.
Desde su asiento Kōga observaba la escena en silencio. Él era un hombre muy independiente, siempre se encontraba rodeado de muchos conocidos, pero ninguno podía considerarse realmente un amigo. Ahora que se encontraba en un nuevo país y con nuevos compañeros, sentía que podía darse la oportunidad de experimentar ese valor llamado amistad.
—Veo que tú e InuYasha se llevan muy bien, ¿hace cuánto tiempo se conocen? —inquiero Matsuno con curiosidad.
—Prácticamente de toda la vida —respondió Miroku con una sonrisa de medio lado a su colega—. Nuestras familias siempre han sido muy amigas, solo que InuYasha y yo comenzamos a interactuar cuando íbamos a cursar la secundaria.
—Ya veo, me alegra saberlo —dijo con sinceridad—. Escuché que estabas casado, será un placer conocer a tu esposa en la cena.
—Muchas gracias, creo que para todos será muy bueno conocer a nuestras familias. Sango dice que esa velada, es una buena oportunidad para formar nuevos lazos de amistad.
—¿Sango? —preguntó Matsuno con mucha intriga. Él solo había escuchado ese nombre un par de veces de los labios de su novia, ya que su mejor amiga se llamaba igual.
—Sí, así se llama mi esposa —comentó mientras arqueaba una ceja—. ¿Ya habías escuchado este nombre?
—Solo una vez, en Europa no es muy común. En fin, me dará mucho gusto conocer a Sango —expresó con una enorme sonrisa.
InuYasha regresó a la sala de juntas luego de hablar con su esposa. Al parecer, a Kikyō le agradó mucho que él la hubiera llamado para comentarle de la reunión, se escuchaba emocionada y eso me alegraba el corazón. Cuando ingresó se encontró con Sayura leyendo unos documentos, estaba tan concentrada que no quiso interrumpirla. Miró al fondo del lugar y se percató que sus colegas estaban conversando.
—¿Interrumpo? —cuestionó Taishō al llegar.
—Para nada, solo estamos charlando un poco —indicó Miroku poniendo la mano derecha sobre el hombro de su amigo—. ¿Hablaste con Kikyō?
—Sí, está muy ilusionada, me comentó que por la tarde iría a comprar un vestido, creo que llamara a Sayura para que la acompañe.
—Te das cuenta que es importante informarle a las mujeres —expresó guiñándole un ojo—. Por cierto, Kōga, ¿tú tienes esposa?
El aludido sonrió, ¿qué si tenía esposa? Bueno, no estaba estipulado por un documento, pero si en la práctica. Su pareja llevaba algunos años viviendo con él. Para ellos el compromiso se regía por la fidelidad, la comunicación y el amor, no creían que necesitaran todo el drama que requería una boda, para estar seguros que lo que tenían era tan sólido como cualquier matrimonio.
—No tengo esposa —espetó con un toque de picardía en su tono de voz.
—Vaya, pensamos que estabas casado —opinó InuYasha sorprendido—. Podemos presentarte algunas colegas de la empresa, si tú quieres la noche de la cena.
—Muchas gracias por el interés, pero no lo necesito —esbozó con sarcasmo—. Tengo novia. Y ella es, como decirlo —llevó la mano derecha hasta la barbilla y la frotó lentamente—, perfecta, mi mujer me complementa en todo sentido.
Miroku e InuYasha se miraron mutuamente, a Matsuno se le había hecho un peculiar brillo en las pupilas cuando mencionó a su novia. Sonrieron, devolviéndole ese gesto a su compañero.
—Por tus palabras se nota que estás muy enamorado. Nos alegra mucho. Debe ser una hermosa parisina —expresó Miroku con emoción, quizá llevaban poco tiempo conociendo a Kōga, pero con InuYasha habían llegado a la conclusión que les parecía una buena persona, los dos querían ser sus amigos.
—Oh, no es de París, ella nació en este país —confesó tranquilo—. Es una preciosa japonesa.
—Así que te gustan las asiáticas —dijo Taishō mientras observaba asentir a su compañero— Y cuéntanos, ¿cómo se llama la mujer que te tiene cautivado?
—Su nombre es Ka…
—Arquitectos disculpen —la voz de su jefa los sacó de su mundo.
Sayura había terminado de leer todos los informes, percatándose cuando se levantó de la mesa, que su equipo de trabajo al parecer, tenía una plática muy placentera. Lamentaba interrumpirlos, pero el trabajo apenas estaba comenzando.
»—Me agrada que se estén conociendo, es importante para el proyecto, solamente que tendrán que posponer su conversación para otro momento, debemos seguir trabajando, ya habrá tiempo para la tertulia —comentó con una cálida sonrisa—. Kōga, necesito el plano de los acabados del piso de dependencias, podrías llevármelos a mi oficina, por favor.
—En seguida, arquitecta.
—Miroku, InuYasha —pronunció sus nombres y los dos la observaron fijamente—. Pueden reunirse después de la comida, con los arquitectos del proyecto del centro comercial de Shibuya. Es importante definir ciertos lineamientos.
—Claro no te preocupes, te informaremos cómo nos fue al terminar la reunión —dijo Hanagaki mientras frotaba con delicadeza la mano de su jefa, que le había extendido para despedirse.
—Miroku, por favor. —InuYasha rodó los ojos, parecía que no solo él, tenía cierto comportamiento infantil—. Deja a Sayura tranquila, nosotros tenemos trabajo que hacer.
Sayura y Kōga rieron con fuerza, era inevitable no hacerlo al contemplar la mirada de ternura que tenía Miroku y los ojos saltones en el rostro de InuYasha. Esos dos definitivamente, eran mejores amigos.
Salieron de la sala de reuniones todos juntos, se despidieron y cada pareja se fue a realizar sus actividades correspondientes.
Se encontraba en un taxi, en camino a una antigua heladería que conocía desde su infancia. Esa tarde estaba más feliz que nunca, en pocos días darían inicio las remodelaciones para su nueva tienda de ropa. La muy reconocida diseñadora de modas Kagome Higurashi por fin podría ver materializado uno de sus más grandes sueños.
Llegó hasta el lugar, bajó del vehículo y se acercó a la entrada. Observó todo a su alrededor y se percató que aunque los años hubieran pasado, seguía siendo el mismo sitio que albergaba sus dulces recuerdos.
Cuando ingresó fue atendida por una amable señorita, pidió una botella con agua en lo que esperaba a que su acompañante.
Por la mañana, Sango le había escrito muy temprano para saludarla, notó en sus mensajes que se encontraba un poco angustiada, por eso pensó que lo mejor sería invitarla a tomar un helado, como lo hacían cuando eran unas niñas, cualquier cosa que la estuviera agobiando podrían resolverlo como siempre, juntas.
Miró su reloj y sonrió cuando la vio entrar, su mejor amiga se caracterizaba por ser extremadamente puntual. Se puso de pie y la recibió con un cálido abrazo fraternal.
—Sango, qué gusto verte, ¿estás bien?
—Sí, Kagome. Y tú, ¿cómo estás? —inquirió la castaña con mucha curiosidad.
—Muy bien, feliz. Sentemos y te cuento —pidió la azabache con una enorme sonrisa en los labios—. Hablé con mi agente inmobiliario por la mañana. Ella me llamó para informarme que el lunes, me entregan el local que renté. Estoy muy emocionada por iniciar con los trabajos de remodelación y diseño, los cuales, por supuesto, Kōga se encargará de supervisar.
—Me alegra mucho por ti Kag, qué bueno que otro de tus sueños se esté haciendo realidad —esbozó sin una cúspide de emoción.
Kagome la observó fijamente, Sango se limitó a desviar la mirada y clavarla en el menú. Definitivamente a Ryūguji le sucedía algo y ella no se iba a ir de ahí, hasta averiguar qué era lo que la tenía tan mortificada.
—Sango —murmuró con su dulce voz—, ¿qué te sucede?
—Bueno —suspiró, levantó la mirada y la clavó en los orbes chocolates de su amiga, el momento había llegado. Respiró profundo y, se armó de valor para continuar hablando—, anoche, en la cena, estaba hablando con Miroku, él me estaba contando de su trabajo y del nuevo compañero que tenían con Inu…
—Sango, por favor —la calló de golpe—, te he dicho que no me interesa nada de lo que pueda estar relacionado con ese sujeto. Comprendo que Miroku sea tu esposo y que como amiga debería ser ese soporte para ti en todo, pero no puedo serlo, si lo que vas a contarme lo involucra a él, a InuYasha.
—Kagome, lo que necesito contarte es muy importante. Crees que te tocaría el tema si no lo fuera —expresó desesperada. Entendía a su amiga, ella misma evitaba mencionar o recordar a Taishō, pero en esa situación, ¿qué más podía hacer? Debía decirle la verdad o después lo lamentaría—. Anoche, Miroku me reveló, que el nuevo arquitecto que labora para la constructora en la que trabaja es…
—Señoritas, disculpen, ¿podría tomar su orden? —preguntó una amable y sonriente mesera.
Ryūguji se llevó la mano derecha a la sien, se sentía agotada mentalmente. Toda la noche la pasó en vela, pensando cómo abordaría el tema con Kagome, imaginando que en cualquier momento, el celular sonaría con la llamada encolerizada de su amiga por las sucias jugadas del destino, pero eso nunca sucedió. Ella llegó a la conclusión que Matsuno no se lo había comentado, por eso quería advertirle a Higurashi a lo que se iba a enfrentar. ¿Por qué diablos tenían que llegar a interrumpirlas?
—Sango, ¿estás ahí? —preguntó Kagome haciéndole señales con las manos.
—Sí, sí, aquí estoy —respondió mientras salía de sus pensamientos—. ¿Qué decías?
—Si quieres un helado de fresa.
—Sí, por favor. —La mesera tomó la orden, hizo una leve reverencia y se retiró—. Kagome…
—Sango —la vio a los ojos y llevó las manos hasta las de ella para tomarlas—, eres mi confidente, mi hermana, mi mejor amiga y mi compañera de vida —expresó con ternura—. Quiero que sepas que siempre estaré contigo acompañándote y cuidándote. Lo único que te pido es que olvidemos a cierto sujeto, por favor.
Ryūguji la miró con dulzura, sus ojos reflejaban un peculiar brillo, uno que se hacía presente cada vez que la diseñadora de modas expresaba sus sentimientos. Kagome había sufrido, merecía ser feliz, estaba consciente que la verdad saldría a la luz el día de la cena, ¿por qué no podía callar unos días más? Además, el momento sería inevitable y ella estaría ahí para consolarla o soportar lo que tuviera que pasar.
Sango puso la mano derecha encima de las de Kagome y, le sonrió sinceramente. Su lazo de amistad era inquebrantable, habían vivido tanto en el pasado, qué esto, pasara como pasara, no las iba a separar. El destino quería decirles algo y ella confiaría en él, por muy desquiciado que eso llegara a parecer.
—No te preocupes Kagome, no es nada, solo era una común conversación de esposos lo que te quería comentar, sobre cosas irrelevantes del trabajo de Miroku —mintió con una fingida sonrisa sobre los labios—. Lo que me tiene mortificada es que necesito un vestido para una… cena familiar. Tú, ¿podrías acompañarme a comprar uno?
—Me ofende que me pidas que te acompañe, recuerdas que tu amiga —se señaló a sí misma—, es una diseñadora de modas. —Ryūguji asintió con la cabeza—. Entonces, usarás uno de mis diseños, traje algunos de París para exhibirlos el día que inaugure la tienda.
—Kag, yo… —masculló apenada, ella adoraba los modelos de Higurashi, de hecho tenía muchos colgados en su armario, regalos que la azabache enviaba para sus fechas especiales, sin que Hanagaki se diera cuenta. Estaba feliz por la propuesta de su amiga, pero, en esas circunstancias, se sentía muy mal, no sería correcto recibir tal obsequio—. No puedo aceptarlo, esos vestidos son para tu nueva tienda. Deben ser muy costosos y, bueno…
—Podrías dejar las excusas y solamente decir que sí. Sango, me hace feliz hacer esto por ti. De qué sirve diseñar, si no puedo compartir mis atuendos con mis seres queridos y tú —la miró con mucha dulzura—, eres mi familia, la única que realmente me queda. Por eso y más quiero que lo uses. Por favor, no me hagas suplicarte.
—Está bien Kagome, tú ganas, acepto usar uno de tus diseños para la cena a la que debo asistir —comentó resignada, la azabache podía llegar a ser muy insistente cuando se lo llegaba a proponer—. Y dime, ¿cómo es el vestido?
—Para qué describirlo si lo puedes ver —expresó guiñándole un ojo—. Al salir de aquí iremos a mi departamento, tengo en mente el indicado para ti, aunque te mostraré todos, así lo escoges tú. ¿Te parece?
La castaña asintió emocionada, no solo por el vestido, sino también porque iría a conocer el nuevo hogar de su confidente. La escuchó feliz, la vio sonreír y eso le encantó. Estaba tan concentrada, deleitándose de todos los detalles que Higurashi le proporcionaba, que por un breve momento olvidó lo que pasaría la noche de la reunión.
Siguieron su charla durante la merienda, el helado era delicioso y las dos parecían unas pequeñas niñas disfrutando de su dulce sabor. Al terminar, llamaron a la mesera para pagar el total, Kagome había invitado a Sango, pero la castaña fue más astuta y canceló antes de que lo hiciera su amiga.
Salieron de la heladería sonriendo, se sentían tan completas al estar una al lado de la otra. Buscaron el auto de Ryūguji para dirigirse directamente al departamento de Higurashi.
Pasaron los días y la tan esperada noche de la cena había llegado.
La azabache se encontraba arreglándose para la reunión a la que asistiría con su novio. Kōga le había comentado que era una tradición de la compañía para la que ahora trabajaba, que presentarán al nuevo arquitecto, en una cena formal con los inversionistas del proyecto, además, era la oportunidad de conocer a las familias de cada uno de sus compañeros.
Kagome intentó averiguar quiénes serían las personas que conocería esa noche, pero su pareja le dijo que quería que fuera una sorpresa. Él siempre era muy reservado con su trabajo, esta sería la primera vez que Higurashi conocería a sus colegas y también a sus parientes. A la diseñadora de modas le gustaba el misterio y estaba a la expectativa de lo que iba a suceder esa noche. El moreno le había pedido que luciera radiante, pues sus nuevos amigos no sabían su identidad, él se había encargado de mantener su perfil bajo secreto hasta ese día.
Observó el reloj antiguo que descansaba en su tocador y se percató que estaba bien de tiempo, aún faltaba una hora para la reunión y ella casi estaba por terminar.
—Amor, ¿cómo vas? —preguntó a su novio que se estaba arreglando en el baño.
—Ya estoy listo K-kagome. ¡Por Dios! ¡Luces exquisita! —exclamó al observar a su mujer, quien esa noche parecía una modelo de alta costura, igual que las chicas de París.
—Gra-gracias, tú también te ves exquisito —murmuró acercándose hasta él para besarle los labios—. Seré la envidia entre todas las mujeres de la cena.
—No mi amor, del que van a sentir envidia es de mí, por tener a mi lado la mujer más sensual y tierna de todo Japón —musitó antes de apoderarse de su boca, otorgándole en ese beso toda la pasión y el amor que sentía por ella.
Kagome se separó lentamente del cuerpo de su novio, rozándole el pecho con la yema de los dedos, lo vio a los ojos y percibió en él, ese brillo especial que le otorgaba cada vez que la deseaba, se mordió el labio inferior y giró el cuerpo, caminó en dirección al tocador contoneando las caderas.
Kōga se quedó sin aliento, su novia era la mujer más ardiente y sensual que había conocido. Disfrutaba tanto tenerla entre sus brazos, que si la dichosa cena no fuera un compromiso importante, mandaría todo al carajo y, la encerraría en esa habitación hasta que sus fuerzas no pudieran más. Esa noche, todos quedarían impactados con su presencia.
Se acercó hasta ella para otorgarle un tierno beso sobre su sedoso cabello, aspiró su embriagante aroma y le sonrió. Sin duda alguna estaba agradecido con la vida por la maravillosa joya que le había regalado.
—Estoy lista, ¿nos vamos? —inquirió la azabache con su sensual tono de voz mientras se ponía de pie para quedar al lado de su pareja.
—Sí, vamos —tomó su mano y entrelazó sus dedos. Ella le acarició el rostro con ternura.
Salieron del departamento hasta el estacionamiento. Matsuno ayudó a su novia a ingresar al auto y, rápidamente él se sentó en su asiento. La luna estaba brillando y las calles de Tokio relumbrando, todo parecía ser perfecto esa peculiar noche.
El famoso restaurante Narisawa sería el encargado de ofrecerles una fascinante experiencia culinaria a todos los arquitectos y sus familias. Sayura había procurado reservar todo el lugar exclusivamente para ellos. El sitio era conocido por su comida de vanguardia, en la que se mezclaban sabores de la gastronomía europea con ingredientes japoneses, una unión que solo el reconocido chef Yoshihiro Narisawa podía lograr.
Los invitados seguían llegando.
Dentro de las instalaciones se encontraban algunos de los inversionistas del proyecto, así como la mayoría de los miembros de la compañía.
Miroku e InuYasha ya habían llegado, estaban sentados en la misma mesa junto a sus esposas. Esa noche cada pareja se veía radiante, esa celebración era muy importante.
—Kikyō, ¡luces preciosa! Lástima que no pueda decir lo mismo de tu acompañante —esbozó Hanagaki con sarcasmo mientras veía los ojos saltones de su amigo.
—Miroku —masculló InuYasha apretando los puños—, cierra la boca.
—Tranquilo, InuYasha. Miroku solo estaba bromeando. Nadie en toda esta cena se ve mejor que tú —musitó Kikyō con ternura, llevando la mano hasta la mejilla de su esposo para acariciarla delicadamente.
Taishō sonrió, miró a su esposa y le tomó la mano, la acercó hasta sus labios, depositando en el dorso un tierno y pequeño beso. La azabache se estremeció, pocas veces su compañero hacía ese tipo de gestos en público, pero cuando tenía esos detalles, era imposible para ella no sentirse amada.
—No quisiéramos interrumpir la atmósfera romántica, pero seguimos aquí —informó Hanagaki haciendo que la pareja saliera de su encanto.
—Miroku, no seas impertinente —sentenció Sango rodando los ojos, su marido en algunas ocasiones podía ser irritante—. Perdonen la intromisión de mi esposo.
—Descuida Sango, no pasa nada —dijo la abogada con su tranquila voz—. Por cierto, ¿dónde compraste ese vestido? Es hermoso.
—Muchas gracias, Kikyō. Lo conseguí en un almacén —comentó sintiéndose mal por tener que decir tantas mentiras—. El tuyo también es precioso, esta noche luces exquisita.
—Verdad que sí, tengo la suerte de tener a la mujer más bella a mi lado —indicó InuYasha con orgullo.
—Oye, la mujer más bella es la que está a mi lado —arguyó Miroku con una ceja arqueada.
Las dos mujeres rieron con fuerza, sus maridos al parecer, nunca dejarían de ser unos niños atrapados en el cuerpo de un adulto. Era una amistad genuina la que compartían hace muchos años.
Ambos dejaron de atacarse con miradas y fijaron sus ojos en las dos preciosas mujeres que estaban sentadas a su lado. Se veían tan hermosas cuando sonreían. Con un gesto de complicidad se hicieron una señal y ambos hombres abrazaron a sus esposas. Así eran ellos, unos auténticos amigos, que habían crecido a lo largo de una vida y ahora disfrutaban juntos, no solo de su trabajo, sino también del amor de sus parejas.
—Brindemos por nosotros, porque sigamos viviendo estos hermosos momentos —expresó Miroku con una enorme sonrisa en los labios—. ¡Salud!
—¡Salud! —exclamaron todos los presentes.
Siguieron charlando y riendo, la noche era agradable y la plática placentera, nada podía ser mejor, cuando de repente, un recuerdo llegó a la mente de la castaña. Esa cena que parecía perfecta, sería el detonante para que un antiguo amor del pasado se reencontrara. Miró a su alrededor y observó a todos. La paz que tenían se iría al demonio en cualquier instante.
Fijó los ojos en la pareja que tenía enfrente, Kikyō e InuYasha se veían felices, le dolió pensar en lo que pasaría. Sintió un terrible escalofrío recorrerle la piel, cuando los cálidos dedos de su esposo le acariciaban la pierna. Tenía náuseas, ella estaba ahí, sentada, gozando como si nada fuera a pasar esa noche. Quería salir corriendo de ese lugar, olvidar que el destino podía llegar a ser tan cruel, pero no podía, Ryūguji había decidido confiar en él, sabiendo que eso la podría llevar a la ruina.
—Me disculpan un momento, debo ir al tocador —dijo Sango mientras se ponía de pie.
—¿Quieres que te acompañe? —inquirió Kikyō.
—No, descuida, ya volveré —respondió con una fingida sonrisa—. Solo quiero retocarme el maquillaje.
—Te acompaño a la entrada, quiero hablar unas cosas con Sayura antes que inicie la cena —informó Miroku poniéndose de pie para tomar la mano de su esposa—. ¿Vamos?
Ella asintió, la pareja se dio la vuelta y comenzó a caminar.
Kikyō e InuYasha se vieron, él le sonrió, ella se acercó hasta su rostro y besó sus labios, acariciándole la mejilla. Al separarse tomaron sus copas y brindaron, esa velada hasta el momento había sido muy agradable.
—Buenas noches, bienvenidos —saludó el encargado de la recepción a la feliz pareja—. Adelante, por favor.
—Muchas gracias, muy amable —respondió con cortesía la hermosa azabache—. ¡Esto es maravilloso! Ha sido una excelente idea para darte la bienvenida.
—Nada es más maravilloso que tú, Kagome, pero admiro que la empresa es sofisticada. Tienen una hermosa tradición. ¿Seguimos?
Higurashi asintió, entrelazó los dedos a la mano de su pareja y continuaron caminando. El restaurante era un lugar muy amplio, con muchos invitados. Kōga aprovechó para presentar a su novia con varios inversionistas. Kagome sonrió, estaba feliz de observar una faceta más completa del trabajo de Matsuno.
—Un placer conocerlos. —La diseñadora se despidió con una enorme sonrisa en los labios—. Todos son muy agradables.
—Y aún no te presento a mis compañeros, de seguro te caerán muy bien —dijo Kōga guiñándole un ojo—. Veamos, ¿dónde pueden estar?
—Con tanta gente es complicado verlos a simple vista, sería más fácil recorrer el restaurante, ¿no te parece?
—Tienes razón, aunque creo, que ya localicé a uno de ellos, ven. —La tomó de la mano y caminó con ella saludando a todos los que se encontraban en el camino.
Al fondo, en una mesa se encontraban InuYasha y Kikyō, los dos estaban conversando tranquilamente, mientras esperaban que volvieran sus amigos. El azabache estaba sentado de espaldas a la entrada del lugar, él no podía observar a las personas que llegaban, a menos que lo fueran a saludar. Esa noche, su esposa le había pedido que llevara su larga cabellera suelta, a ella le encantaba cómo danzaba su cabello por los hombros y él lo que más deseaba era complacerla.
Kōga divisó a lo lejos a la pareja y se acercó hasta ellos sin dudarlo, ya que Taishō le había mostrado unos días antes una fotografía de su esposa. Matsuno sonrió al reconocer a Kikyō y sin perder el tiempo la saludó.
»—Es un placer conocerla, señora. Permítame presentarme, soy Kōga Matsuno. —La nívea mujer estiró la mano permitiendo que el moreno le besara el dorso—. Con todo respeto, usted es más hermosa en persona.
—Muchas gracias por el cumplido —contestó Kikyō con una pequeña sonrisa.
—Y tú, ¿no piensas saludarme? —preguntó al hombre que seguía de espaldas, el cual había observado de reojo la llegada de su compañero.
El ambarino no dijo nada, se limitó a ponerse de pie, tomó la mano de su compañera para ayudarla a levantarse y giró su cuerpo, quedando estático por la figura con la que acaba de encontrarse.
De la mano de Matsuno se hallaba la mujer que había amado hace diez años.
¡¿Era eso posible?! ¡¿Cómo demonios el destino le hacía esa mala jugada?! ¿Por qué? ¿Por qué carajo tenía que volver a encontrarlos? ¿Acaso todo lo que había pasado no era suficiente castigo? Al parecer no, la vida se estaba encargando de reírse en su rostro.
«Justamente ahora, cuando soy feliz, vuelves a interrumpir mi vida. Tarde como siempre… Kagome» pensó InuYasha.
Continuará…
¡Hola!
¿Cómo han estado?
Quería agradecerles de todo corazón sus reviews, gracias por las teorías que se formulan con respecto a cómo va la historia. Sus palabras me animan a continuar.
Si se dan cuenta aquí todos tienen mucho que perder, no solo nuestros protagonistas.
Quiero agradecer especialmente a las páginas que recomiendan «Tarde», Mundo Fanfic InuYasha y Ranma e InuYasha Fanfic. Gracias por su apoyo fundamental, es invaluable.
Nos seguiremos leyendo muy pronto.
Con amor.
GabyJA.
