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Capítulo V


El tiempo se había detenido para todos, en ese momento solo existían ellos dos y los recuerdos de una antigua relación que pasaban por sus mentes. Era como estar en la sala de un cine mirando una película romántica que terminaba en tragedia.

InuYasha tenía los ojos clavados en los orbes chocolate que lo veían de frente, no podía ni parpadear, la sorpresa fue tan grande que, pensaba que en cualquier instante podría dejar de respirar. ¿Cómo era posible que esto estuviera pasando? ¿Qué diablos quería decirle el destino con su presencia? La verdad, no lo sabía. Deseaba que la tierra se abriera y pudiera tragárselo, pero eso era imposible. Ella lucía tan hermosa que sentía la sangre arder por su piel, habían pasado tantos años y parecía que había sido ayer cuando por última vez la tuvo entre sus brazos.

Quería tomarla de la mano y sacarla de ahí, preguntarle, ¿qué era lo que hacía en ese lugar? Quería saber por qué ahora, precisamente ahora, tenía que regresar. Su mente quería estallar y lo único que imaginó era que necesitaba gritar.

—InuYasha, InuYasha. —La pacífica voz de su esposa lo regresó a la realidad—. ¿Te encuentras bien?

—Sí, Kikyō, descuida, no pasa nada —mintió tratando de disimular ante todos su evidente reacción—. ¿Qué decías?

—El señor Matsuno nos quería prestar —respondió viendo con preocupación la mirada perdida en el rostro de su esposo—. ¿Seguro te encuentras bien?

Taishō asintió con la cabeza sintiéndose un completo miserable por tenerle que mentir, pero, ¿qué más podía hacer? Él nunca le había hablado de la existencia de Kagome y, al parecer, ella tampoco se lo había mencionado a Kōga.

Ese parecía ser un terrible rompecabezas de verdades a medias.

—Sí que estás en la luna, amigo —dijo el arquitecto mientras le sonreía.

«Amigo… después de esto, no sé si esa palabra pueda ser la correcta para describirnos a nosotros» pensó el ambarino.

—Quiero presentarles formalmente a mi novia —comentó con orgullo, llenándose de felicidad al poder por fin terminar con el misterio que rodeaba a su pareja— InuYasha, Kikyō, ella es…

—Kagome —masculló Taishō sin pensar que había pronunciado el nombre en voz alta.

Parpadeó un par de veces después de percatarse de su fatal error, debía remediar rápidamente lo que había dicho o alguna de sus parejas podría sospechar.

»—Kagome Higurashi, ¿cierto? —inquirió arqueando una ceja.

—Así es, Kagome Higurashi —contestó Matsuno viendo con curiosidad el rostro de su amigo—. ¿Ya conocías a mi novia?

—Bueno… ella es una diseñadora de modas por lo que sé muy famosa. Imagina el alcance de su marca que hasta alguien como yo que no sé nada de ese tema sepa de su existencia —esbozó con un deje de sarcasmo, gesto que pareció no captar ninguno de los presentes, a excepción de ella, Kagome.

—Ves mi amor, te dije que eras famosa— expresó el moreno mientras le daba un tierno beso en la mejilla a su pareja.

—Es un placer conocerlos, señor… —La voz de la azabache sonaba tan delicada que a InuYasha parecía que se le erizaba la piel con cada palabra.

—Taishō, InuYasha Taishō, es un gusto, señorita —espetó tranquilo, su mente en ese instante se había puesto de su lado—. Le presento a mi esposa.

«Su esposa... lo que yo nunca pude llegar a ser» pensó Kagome cuando lo escuchó hablar. Le ardía la sangre solo de recordar, pero por lo que veía él rápido la había olvidado.

—Kikyō Sano, mucho gusto.

—El gusto es mío, señora —sonrió con toda la impotencia contenida en su ser—. Amor, no me has presentado a tu jefa, podríamos ir a buscarla, tengo mucha curiosidad por conocerla.

InuYasha observaba la escena y sentía que se le revolvía el estómago, delante de él tenía a la mujer que había amado, a la que al parecer no había olvidado, colgada del brazo de otro hombre, suplicándole que la llevara a otro lado mientras le acariciaba el rostro con sus delicadas manos.

Sin darse cuenta empezó a cerrar los puños por la ira reprimida. Un momento romántico entre su ex y su amigo era lo último que deseaba apreciar en la vida y, gracias al querido destino estaba ahí, como espectador en primera fila. Apretó más fuerte las manos hasta que sintió las uñas incrustándose en su piel, eso era demasiado, no debía estar pasando, tenía que calmarse. Relajó los músculos y poco a poco los fue soltando. Tomó la mano de su esposa para sentirse en paz entrelazando los dedos a los de ella con ternura.

Si Kagome se sentía tan feliz, pues él también lo estaba. El ambarino tenía una preciosa mujer a su lado, ¿qué más podía pedirle a la vida?

—Si nos disculpan, iremos a buscar a Sayura —informó Kōga a la pareja.

—Claro, vayan —dijo InuYasha en un tono cortante.

—Nos seguimos viendo. —Le escucharon decir a Matsuno mientras comenzaba a caminar de la mano de su novia.

«Esperaría que no» articuló Taishō en su mente después de sentarse en la mesa al lado de su esposa.


Había estado metida en el baño por varios minutos, Sango estaba consciente que en cualquier momento lo inevitable pasaría. Se sentía nerviosa y muy abrumada por los crueles designios del destino. ¿Cómo iba a enfrentar a su esposo cuando todo se revelara? ¿Podría él perdonarla por ocultarle información? ¿Qué pasaría con InuYasha, él podría disculparla? ¿Qué le iba a decir Kagome? ¿Cómo sería su reacción? Eran tantas preguntas que su atormentada mente no podía procesar.

Respiró profundo y exhaló despacio, pensar así solo le haría flaquear, ella era una mujer astuta, capaz de manejar cualquier tipo de situación de la manera que fuera. Abrió la llave del agua y se lavó las manos, se las secó y antes de regresar a su terrible realidad se vio por última vez en el espejo.

«Algo vas a idear, tú puedes con esto, Sango» se dijo a sí misma en sus pensamientos.

Salió del servicio y en el pasillo que conducía a la entrada de estos se encontró a su esposo, tenía la espalda apoyada en el umbral, al verla le sonrió y caminó a su encuentro.

—Sango, ¿te encuentras bien? —preguntó su marido con preocupación—. Te tardaste mucho y por eso vine a buscarte.

—Descuida, Miroku, no es nada, solo tomaba mi tiempo. Las mujeres siempre debemos lucir radiantes —susurró en el oído de su pareja—. ¿No te parece?

—Cla-claro que sí —balbuceó con dificultad al sentir un apasionado beso en el lóbulo de la oreja—. Qué dices si volvemos a la mesa, la cena ya debe estar servida.

—Por supuesto, vamos —dijo entrelazando sus dedos a los de su esposo—. InuYasha y Kikyō nos están esperando.

Hanagaki sonrió con ternura antes de besar el dorso de la mano de su esposa que tenía unida a la suya. Ella era tan tierna y sensual que se sentía afortunado al tenerla a su lado. Salieron de los baños y caminaron hasta la mesa en la que se encontraban sus amigos.

Iban en silencio, caminando despacio hasta que alguien los interceptó en el camino.

—Miroku, buenas noches —saludó Matsuno a su compañero—. Qué bueno verte, creí que estarías con InuYasha.

—Buenas noches, Kōga. Estaba acompañando a mi es… —No pudo terminar de hablar cuando sintió que los dedos de Ryūguji se le metían en la piel. Desvió la mirada y la observó blanca como un papel—. ¿Cariño?

—Señora, ¿se encuentra bien? —inquirió rápidamente el moreno.

—Sí, sí, lo estoy, perdón, debe ser el hambre, hoy no he comido bien —respondió intentando disimular su malestar, tenía enfrente a Kagome que la estaba asesinando con la mirada y eso no lo podía soportar—. Disculpe, ¿quién es usted?

Miroku la miró y pensó que algo no estaba bien, él mejor que nadie conocía a su esposa y ese reciente acontecimiento se debía a todo menos a la falta de alimento. Regresó la vista a la de su colega y en ese instante se percató de la presencia de una persona que había pasado por alto al principio.

De la mano de Kōga se encontraba la mujer que debía ser su pareja, lo que nunca se imaginó es que esa persona fuera alguien tan cercano a su pasado. Ahí, de pie, junto a Matsuno, se hallaba Kagome Higurashi, la chica que por años había sido como la hermana de su esposa, la causante del sufrimiento de su mejor amigo y la amiga que había perdido. ¿Qué mierda estaba pasando? Ahora entendía el cambio tan repentino en el comportamiento de Sango.

—Mi nombre es Kōga Matsuno, soy el nuevo colega de su esposo, un placer conocerla —dijo mientras tomaba la mano de la castaña para darle un pequeño beso.

—El placer es mío, Sango Ryūguji, mucho gusto.

Kōga les sonrió y prosiguió, quería que la pareja Hanagaki conociera al amor de su vida.

—Permítanme presentarles a mi novia, ella es Kagome Higurashi.

Un silencio sepulcral invadió el ambiente, Sango no podía sostenerle la mirada a su amiga, la azabache al parecer estaba conteniendo la ira, Matsuno no entendía lo que estaba pasando, así que Miroku tomó la batuta. Él no sabía qué tanto conocía su colega del pasado de su pareja, era algo que no le incumbía, lo que sí quería era terminar lo antes posible con ese horrible momento.

—Mucho gusto, señorita Higurashi, un placer conocerla —indicó el ojiazul tranquilamente.

—El gusto es mío, señor Hanagaki, lo mismo digo con usted, señora.

Sango tragó saliva, esas palabras se habían sentido como cuchillos incrustados en su pecho. Estaba consciente de lo mal que se debía sentir su amiga, pero ella había tratado de advertirle. Solo esperaba que con los días, Kagome le permitiera explicarle.

—Es un placer —fue lo único que logró decir Ryūguji antes de observar de reojo a su esposo, esperaba que este dijera algo que los sacara de ese lugar.

—Kōga, señorita, ha sido un gusto poder conversar unos minutos con ustedes. Si nos disculpan, debemos retirarnos, mi esposa necesita comer algo o podría desmayarse.

—Claro, no se preocupen, vayan —contestó el moreno con una enorme sonrisa en los labios—. Nosotros seguiremos buscando a Sayura, quiero presentarle a Kagome.

—Ella se encuentra por allá —señaló Hanagaki con su dedo índice la dirección en la que se encontraba su jefa.

—Muchas gracias, nos seguiremos viendo.

Hicieron una leve reverencia antes de seguir con su camino.

Sango apoyó un brazo en el hombro de su esposo, él la abrazó por la cintura dejando que ella escondiera el rostro en su pecho. Ese encuentro la había dejado mal y lo que menos quería era verla de ese modo, su mujer era lo que más amaba y le dolía saber que estaba sufriendo. Le besó la frente y la invitó a continuar.

Era evidente que Kagome ya se había encontrado con InuYasha y él también quería estar para su amigo. Esa cena definitivamente sería la más larga y amarga de toda su existencia.


La noche había transcurrido con calma, desde que llegaron a la mesa en la que se encontraba Sayura pudo sentir como liberaba un poco su carga. Estaba al tanto que se hallaba en la boca del lobo, atrapada entre los amargos recuerdos de su pasado y la impotencia de no poder gritarle al responsable de estos lo que tantas veces había deseado.

Estaba segura que si le hubiera contado a Kōga la identidad del causante de su dolor, este la habría comprendido, pero ahora ya era tarde. Decidió olvidar y con eso borrar el nombre de InuYasha de sus labios, al parecer todos habían seguido con su vida, ¿por qué tenía que volverlo a encontrarlo? ¿Por qué debía estar cerca de él? No lo entendía. Le dolía, le dolía el alma al verlo, le dolía saber que su amiga no pudo advertir, le dolía mentirse y mentirle a él, a su pareja.

Trató de dispersar sus pensamientos al centrarse en conocer a la nueva jefa de su novio. Ella le pareció una mujer alegre y risueña que le transmitía buena energía, algo que en ese momento le hacía mucha falta. Comió un poco para que el moreno no se preocupara, le parecía terrible desperdiciar la comida, pues los alimentos se veían exquisitos, pero en ese instante no podía disfrutarlos, no cuando tenía todo el estómago revuelto.

—Cuénteme, señorita Higurashi, ¿cómo se ha sentido al volver a su país? —preguntó con curiosidad la arquitecta.

—Muy bien, extrañaba mucho mi ciudad natal —respondió con una leve sonrisa. Era verdad que se sentía a gusto por estar de vuelta, aunque eso significara tener algún tipo de conflicto con el destino—. Puedes llamarme Kagome, si lo prefieres, no me gustan mucho las formalidades.

—Como tú quieras, Kagome —dijo Sayura entusiasmada, la azabache le cayó muy bien y le agradaba tener nuevas amigas—. Tengo entendido que eres una gran diseñadora de modas, debo felicitarte, es espléndido cuando una mujer lucha por sus sueños.

—Muchas gracias por tus palabras, no fue fácil, sigo luchando por ellos cada día, pero sé que voy por buen camino.

—Tú lograrás todo lo que te propongas, mi amor —arguyó Kōga mientras tomaba la mano de su novia—. Verdad que es preciosa.

Kagome lo vio con ternura, Matsuno era el hombre más maravilloso que había conocido, siempre estaba con ella alentándola a perseguir sus sueños, ayudándola cuando creía que no podía y expresándole su amor en cada nuevo reto de su carrera. Él era perfecto y, ella era una mierda por estarle ocultando que en ese mismo lugar se encontraba el motivo de sus desgracias. Sonrió con pesar y llevó su mano a la mejilla de su novio. Kōga era su pareja y por muy desquiciado que fuera el destino y sus trampas, no dejaría que nada la alejara de ese ser que tanto la amaba.

—Sí lo es —confirmó Sayura guiñándoles un ojo—. Es una mujer exquisita.

—N-no digan eso, por favor —balbuceó Higurashi con las mejillas sonrojadas—. Mejor díganme cómo va el proyecto.

La arquitecta tomó la palabra y se concentró en comunicarle a grandes rasgos a la novia de su colega cómo avanzaba el trabajo, la diseñadora parecía muy interesada y eso la alentó a contarle un par de detalles. Kagome por su parte agradecía que Sayura no hubiera mencionado a los otros miembros de su equipo, siempre que se refería al grupo lo hacía en plural y eso la mantenía tranquila.

Siguieron conversando por varios minutos hasta que un mesero se acercó para ofrecerles un poco de vino, los presentes en la mesa aceptaron con gusto y propusieron brindar por el éxito que les esperaba a todos con ese proyecto, en ese mismo optimismo era en lo que quería pensar la azabache.

—Brindemos por qué esta sea la primera de muchas veladas que pasaremos juntos —expresó Fujikawa con alegría—. ¡Salud!

—¡Salud! —exclamaron todos al mismo tiempo.

Bebieron del líquido carmesí y siguieron conversando de cosas triviales. Kagome tuvo la oportunidad de conocer a otros inversiones del proyecto que amablemente se acercaron a la mesa. Definitivamente, quitando ese mal incidente, esa habría podido ser una gran noche.


—Comprendo que estés molesto, pero debes tratar de calmarte o te vas a hacer daño —comentó el ojiazul a su amigo que parecía querer acabar con toda la nicotina del planeta—. Con este ya llevas media cajetilla en menos de quince minutos.

—Cállate y préstame tu encendedor —esbozó el ambarino molesto, pues ni el efecto del cigarrillo lograba apaciguarlo—. Esta maldita noche quiero que termine, ¡ya!

—InuYasha, entiendo cómo te sientes, pero debes controlar tu temperamento o Kikyō podría darse cuenta de que algo te está pasando —murmuró calmado mientras le daba un jalón a su cigarro—. Esta ha sido una pesada velada para todos.

—Kikyō es muy inteligente y no dudo que sospeche que algo me está molestando, pero no quiero que sepa el motivo, no aquí. Soy un completo imbécil.

—Lo eres, eso no lo voy a discutir. La comunicación es importante y tú —señaló al ambarino con el dedo índice—, debiste contarle sobre Kagome a tu esposa antes de casarte.

Taishō recostó la espalda en la pared, miró al frente y observó el jardín, lucía hermoso con toda esa iluminación, era un sitio perfecto para disfrutarlo en pareja, sin embargo estaba ahí con su colega, fumando, tratando de alguna manera de contener la ira que sentía por dentro. Miroku tenía razón, él debía haberle contado a Kikyō toda la verdad antes de casarse, pero por muchos motivos no lo había hecho, pensaba que era algo enterrado y que nada podría afectarle, quizá ciertas fechas o ciertos lugares, hasta ahí. La verdad, evidentemente era otra, en el fondo de su corazón tenía un sentimiento dormido el cual estaba luchando cada día por despertar.

Le dio una fumada profunda a su cigarro y, cerró los ojos cuando sintió que el humo recorría por su garganta y se instalaba en sus pulmones, la frescura del mentol rodeaba todo su tracto respiratorio y por primera vez en toda la noche, desde su fatal encuentro con el pasado, se había sentido relajado. Exhaló despacio y abrió los párpados. Se encontró con la mirada calmada de Hanagaki y agradeció el tenerlo al lado, no sabría qué sería de él sin las sabias palabras de su mejor amigo.

—Voy a tranquilizarme, por Kikyō y por mí —dijo más sereno—. No es justo que algo sin importancia me afecte tanto.

—No es algo sin importancia, porque se trata de una herida de tu pasado. Está bien sentirse mal por eso, pero también lo está mandarlo por completo al olvido, ¿no te parece? —inquirió observando a su compañero asentir con la cabeza—. Ella ya no es parte de tu vida y tú tampoco de la suya. Ambos escogieron caminos diferentes y por lo que sé cada uno es feliz —volvió a ver a su confidente afirmar sus palabras—. Entonces, no dejes que esto te afecte y sigue adelante con tu vida. Créeme es lo mejor que puedes hacer.

—Lo sé —murmuró antes de tirar la colilla del cigarrillo y apagarla con el zapato—. Gracias, Miroku, gracias por ser tan bueno aconsejando.

—No tienes que agradecerme, eres mi hermano, InuYasha. Siempre te he considerado de esa manera y siempre voy a estar para ti —expresó con una sonrisa en los labios—. Ahora, porque no regresamos, me preocupa Sango, ella lucía muy calmada, pero en el fondo sé que esto le está afectando tanto como a ti.

—Por lo que me contaste cuando salimos al jardín sobre su encuentro es seguro que sí. Nunca voy a entender por qué Kagome rompió la amistad con Sango, ustedes no tuvieron nada que ver.

Miroku se frotó la barbilla, eso era algo que él siempre se había preguntado, la relación de su esposa con su amiga era igual de fuerte que la de ellos, o eso pensaba, al final Higurashi había mandado todo a la mierda cuando ocurrió la ruptura con InuYasha. Hanagaki nunca comprendería porque ese problema había pesado más que, todos los años de amistad entre ellas, pero en ese momento eso era irrelevante, lo que realmente le preocupaba era ver la tristeza en los ojos de su mujer, Ryūguji era tan buena y tan leal que no merecía pasar ese tipo de desprecio.

—Eso es algo que quizá nunca sabremos —comentó encogiéndose de hombros—. Solo sé que esta noche tendré que consolar su llanto cuando lleguemos a casa. Sango es muy fuerte, pero también se derrumba y siempre que eso pasa me tiene a mí para sostenerla.

—Eres un gran esposo, ¿lo sabías?

—Tú también lo eres, Kikyō es feliz y lo seguirá siendo a tu lado. Es una excelente mujer, para muestra tienes esta cena, cuando llegamos con Sango y la vio mal no dudo en consolarla, sin saber qué tenía —expresó agradecido por las acciones de la esposa de su confidente—. Estamos ahora aquí, gracias a que ella se llevó a mi mujer a conversar con las esposas de nuestros demás compañeros. No la vayas a perder, InuYasha, no por una tontería.

—No lo voy a hacer, como dices debo dejar el pasado atrás y seguir adelante —comentó con una sonrisa de medio lado.

—Vamos.

—Sí, solamente pasaré al baño, si quieres adelántate, no voy a tardarme —informó Taishō al ojiazul.

—Claro, te veo en la mesa.

Se dieron un fuerte apretón de manos, reafirmando con ese gesto lo importantes que eran el uno para el otro. Miroku se dirigió hasta donde se encontraba su mujer y la esposa de su amigo, mientras que InuYasha aprovechó para tomarse unos minutos a solas en el baño, un poco de agua fría en la cara le vendría bien en esos momentos.


Se estaban riendo a carcajadas, la cena había tomado otro rumbo y del mal sabor de boca solo quedaban restos que se podían quitar con un buen trago de vino.

Sayura era muy buena haciendo sonreír a los demás, tenía una chispa única que la hizo olvidar por un instante la mala tregua que tenía con el destino, su novio no se quedaba atrás pues entre los dos, sin saberlo, le habían arreglado la noche con sus peculiares historias.

—Y así fue como me convertí en el arquitecto más cotizado de París —esbozó con orgullo.

—Tienes el ego muy alto —masculló la arquitecta entre risas—. ¿Tú qué piensas, Kagome? Verdad que lo tiene un poco elevado.

—Un poco —expresó con sarcasmo cuando vio la picara mirada que le otorgaba su pareja—. Kōga es el mejor —le acarició la mejilla—. Ahora, si me disculpan, debo ir al baño.

—¿Quieres que te acompañe? —preguntó el moreno.

—No, tranquilo, vuelvo enseguida.

Matsuno se puso de pie y la ayudó a levantarse, le dio un pequeño beso en los labios antes de verla partir hacía el servicio.

Kagome caminó despacio, con la mirada fija hacía su destino, no quería voltear a ver a ningún lado, no quería recordar en dónde se encontraba, simplemente necesitaba un momento a solas, la compañía era buena y lo agradecía, pero también necesitaba su espacio, había mucho que debía analizar.

Llegó al umbral de los sanitarios y se percató que debía transitar un pequeño pasillo, el baño de damas estaba al fondo justo al costado del de caballeros. Recorrió sin prisa el lugar ya que al parecer se encontraba sola. Tomó con su mano la perilla de la puerta y cuando estaba a punto ingresar sintió una fuerte presencia, no sabía de quién se trataba, pero su cuerpo comenzó a reaccionar, por la piel le recorría un electrizante escalofrío y a sus fosas nasales llegó un aroma que por mucho tiempo había creído olvidado, ¿sería él? No, no podía ser él.

—Buenas noches, Kagome —espetó frío. Su tono de voz seguía siendo el mismo que recordaba haber escuchado cuando estaba enfadado—, o quieres que te llame señora Matsuno.

—Buenas noches, InuYasha. Kagome está bien, no sé si lo recuerdas, pero no estoy casada —respondió sin siquiera voltear a verlo—. Perdona mi atrevimiento, señor Taishō.

—Podrías dejar las formalidades a un lado y decirme, ¡¿qué demonios haces aquí?! —expresó fastidiado, toda su charla mental a solas se había ido por el caño al encontrarla—. Tú no perteneces a este sitio.

—¿Disculpa? —volteó molesta a encararlo. ¿Quién se creía él que era para decirle dónde podía estar?—. Desde cuándo te volviste el dueño del lugar, por favor.

—No hablo de este restaurante, maldita sea, hablo de ti —la señaló con el dedo índice mientras la veía con las pupilas doradas dilatadas—, tú ya no vives en este país, desde hace mucho tiempo tienes una vida hecha en el extranjero. ¿Por qué mierdas volviste?

Kagome quería golpearlo, él no tenía ningún derecho a decirle que no podía volver, sería posible que fuera tan descarado, al parecer, sí. Por un momento había pensado que tal vez podría intentar calmar el agua, contarle a Kōga todo su pasado, tratar de llevarse bien con InuYasha, por lo menos en el tiempo que tuvieran que estar ahí, pero todo eso quedó descartado al entender que él nunca había cambiado, seguía siento el mismo déspota y arrogante que había dejado atrás hace tantos años.

Levantó el mentón y con frialdad le dio una mirada, si él creía que podría intimidarla estaba muy equivocado. Ella se había vuelto una mujer fuerte, ya no era la tonta chiquilla que se derretía entre sus brazos. Sí quería guerra eso era lo que precisamente iba a tener, ahora todos los que la habían hecho sentirse mal sabrían quién es Kagome Higurashi.

—Te recuerdo que mi novio trabaja para la misma compañía que tú, además, no debo darte explicaciones. Hace mucho dejaste de ser alguien en mi vida.

—Tienes razón, yo no soy nadie para preguntarte qué haces aquí —arguyó con ironía—, por eso solo te voy a pedir una cosa —la observó levantar más el mentón—, mantente alejada lo más que puedas de mi familia y de mis amigos, tu presencia ya ha causado mucho daño.

—¿Tu familia? ¿Tus amigos? Realmente crees que me importa tu círculo social, hace mucho que enterré mi pasado y eso incluye a todos sin excepción —mintió pues sabía que Sango nunca dejó ni dejaría de ser su amiga por más molestas que estuvieran—. Si hablamos de daño —lo vio de pies a cabeza—, creo que tú sales perdiendo. Por una vez en la vida, InuYasha, deja de hacerte la víctima.

—Y es que tú, ¿si lo eres? —inquirió con la ceja arqueada—hazme ese único favor, no te quiero cerca de mi esposa, has entendido.

—Como usted ordene, señor —llevó la mano hasta la frente para hacerle un saludo militar—. Algo más que deseé.

—Déjate de ridiculeces, por favor —rodó los ojos, estaba cansado de esa discusión sin sentido—. Tú por tu lado y —hizo un gesto con la mano—, yo por el mío, es lo mejor.

—En eso estamos de acuerdo —balbuceó mientras se daba la vuelta, ya había perdido demasiado tiempo con alguien que no valía la pena—. Espero verte lo menos posible.

—Yo también espero lo mismo. Ahora, volveré con mi esposa.

«Su esposa» volvió a pensar, esa maldita palabra le lastima el alma.

El silencio los embargó, era claro que ya no había nada más que decir. Sus vidas se habían separado hace tantos años que no valía la pena intentar arreglarlo, cada quien labró su camino encontrando felicidad en los brazos de otros, esa era la razón por la que debían continuar, eso era lo único importante.

—Se feliz, Kagome.

—Igualmente, InuYasha. Vete, no la hagas esperar —musitó al girar la perilla de la puerta—. A ella no…

La vio entrar al baño y supo que todo se había acabado, ya no habría marcha atrás. Golpeó la pared con los puños con todas su fuerzas y maldijo a todos por lo que le estaba pasando, quería olvidar, debía olvidar, pero una parte en su interior se negaba a hacerlo. Suspiró y siguió su camino, Kagome le había dicho algo que lo hizo reflexionar.

«A ella no tenía que haberla hecho nunca esperar…»

Continuará…


Hola

¿Cómo han estado?

¿Y ahora qué pasará con nuestros protagonistas? Pues… solo diré que damos inicio al drama de la historia. Sé que tienen mil preguntas y casi nada de respuestas, pero aquí todo puede dar un giro inesperado. A medida que vayamos avanzando descubrirán el pasado de Kagome e InuYasha, sabrán qué fue lo que los separó y por qué aparentemente, no quieren verse ni en pintura. Todo tiene una razón de ser, lo prometo.

Se vienen momentos muy intensos.

De corazón les agradezco por cada review, teoría, análisis, palabras de aliento que me dejan en esta aventura llena de drama, porque eso es lo que más caracteriza a «Tarde». Recuerden que todo es para evitar daños a terceros…

Muchas gracias a las páginas que recomiendan este fic, Mundo Fanfic InuYasha y Ranma e InuYasha fanfic, son un gran apoyo para mí.

Nos leemos pronto.

Con amor.

GabyJA