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Capítulo VI
El lunes por la mañana casi siempre era un poco cargado por los pendientes que habían quedado de la semana anterior en la constructora. InuYasha se encontraba en su oficina revisando unos planos en AutoCAD que debía presentar por la tarde, el azabache daba gracias al cielo que solo tuviera que corregir ciertos detalles o de lo contrario entregaría el peor trabajo de su carrera.
Había pasado un fin de semana tranquilo junto a su esposa.
Kikyō tenía deseos de visitar a sus padres y él sin poner ninguna objeción la acompañó. Sus suegros vivían en un templo a las afueras de la ciudad, rodeados de la tranquilidad de la naturaleza, algo que le venía perfecto a sus enredados pensamientos. Había ocupado esos días para meditar y entender que si quería evitar una tempestad, debía cambiar su actitud o toda su red de mentiras se iría al demonio.
Todavía no comprendía porqué tenía que pasarle eso, pero querer entender al destino era muy complicado. Analizó su comportamiento al final de la cena y se recriminó por haberle dicho todas esas estupideces a Kagome, era cierto que tenía mucho resentimiento y quizá ella también lo tuviera, era entendible. Lo triste es que con eso no llegaban a nada, solo complicaban más la situación. Quisieran o no, tenían que convivir, por lo menos el tiempo que durara el proyecto. ¿Por qué rayos tenía que ser todo tan retorcido? ¿Por qué no podía seguir con su tranquila vida sin tenerla presente? ¿Por qué por mucho que lo deseara no podía sacarla de sus pensamientos?
Suspiró y siguió con su trabajo, le faltaba poco por terminar, pero el mal sabor en la boca lo estaba matando. Quería hablar y desahogarse, quería escuchar lo que él mismo se había repetido una y otra vez, quería que alguien más le dijera que era un completo imbécil.
Como si sus deseos hubieran sido una orden sucedió que alguien al otro lado tocaba la puerta. No tenía que adivinar de quién se podía tratar, pues su mejor amigo tenía una manera particular de hacerse notar.
—Buenos días, InuYasha. ¿Cómo estás? —saludó el ojiazul a su compañero.
—Buenos días, Miroku. No tan bien como tú, eso es claro.
—¿Por qué? ¿Te sucedió algo el fin de semana? —inquirió mientras se sentaba frente a su colega—. Creí que el mal momento ya había pasado.
—Bueno… —suspiró—. Al terminar de la cena ya no pude hablar contigo y el fin de semana fuimos a visitar a los padres de Kikyō. No quería interrumpir tu descanso. Además, tenía mucho en qué pensar.
Hanagaki lo observó y se frotó la barbilla con su mano derecha, era claro que el ambarino quería decirle algo, lo percibió desde que regresó del baño la noche en el restaurante, pero esperó a que el mismo InuYasha encontrara el momento para contarle. Lo conocía a la perfección, sabía que si le insistía o presionaba, haría que actuara de una manera poco agradable.
—Sabes que no eres ninguna molestia, pero agradezco tu consideración. Yo tampoco tuve unos días encantadores. Sango estaba muy triste con todo lo que pasó. Esa noche, al volver a nuestra casa lloró, parecía una niña indefensa sollozando entre mis brazos. Le ha afectado mucho el regreso de Kagome y su indiferencia, así que comprendo que para ti debe ser todavía más doloroso —dijo calmado colocando ambas manos sobre el escritorio—. InuYasha, esto no será fácil, pero no puedes aferrarte al pasado, lo hablamos, y tú comprendiste que lo mejor era hacer ese asunto olvidado. Nada va a retroceder el tiempo, pero sí podemos intentar vivir en paz, por el bien de todos.
—Miroku, eso lo tengo muy claro, el problema es que esa noche, cuando salía del baño, me encontré con Kagome y —rechinó los dientes—, fue un idiota. Le recrimine cosas estúpidas. ¡Quién carajos soy yo para decirle que no puede regresar al país! Soy patético —golpeó el escritorio con fuerza con ambos puños.
—Lo eres, no cabe duda. Eres el más infantil, patético e idiota del mundo, eso lo tengo claro —se encogió de hombros—. Entiendo que estés frustrado, molesto, resentido, sé mejor que nadie cuánto te duele, pero eso no te da derecho a actuar de la manera en que lo hiciste —espetó con voz serena, tratando de esa manera apaciguar la rabia en su colega—. Imagina que hubiera sido al revés y la que te hubiera dicho todas esas cosas hubiera sido Kagome, dime, ¿cómo te habrías sentido? Hubieras pensado, ¡esta mujer qué demonios se cree! Y conociéndote, tu reacción habría sido peor que la de ella. No tienes que decirme más para saber que se dijeron muchas cosas que los hirieron. Por eso, InuYasha, piensa con la cabeza fría y deja de actuar según tus impulsos o realmente vas a mandar todo a la basura.
InuYasha parpadeó y una pequeña sonrisa se dibujó en la comisura de sus labios, esas palabras eran exactamente lo que estaba esperando. Se escucharía tonto que teniendo la respuesta en sus manos se siguiera mortificando, pero para Taishō era muy importante la opinión de su amigo. Miroku siempre había sido más sabio, más analítico, nunca se dejaba guiar por sus emociones, era muy observador y comprendía incluso en los gestos qué era lo que le estaba pasando. Definitivamente, tenerlo como amigo era un verdadero tesoro.
—No sé cuántas veces en la vida te voy a decir esto, pero gracias, gracias por soportarme —expresó agradecido, sin su ayuda estuviera completamente perdido.
—No tienes que hacerlo. Eres un cabeza dura, InuYasha y creo que eso nunca cambiará —comentó con una sonrisa mientras el azabache rodaba los ojos—. Sabes que yo siempre estaré a tu lado, eres el hermano que la vida me regaló y nunca voy a dejar de escucharte y aconsejarte.
—Solo espero poder evitarla lo más que pueda —musitó desviando la mirada al gran ventanal que tenía detrás—. Sería lo mejor.
—Por supuesto, pero sabes que es imposible. Kōga es nuestro colega y un buen amigo. Lo queramos o no, tendremos que convivir mucho con él y hasta cierto punto con Kagome. Lo mejor será tratar de llevarnos bien, ¿no te parece?
—Créeme que eso lo tengo claro —masculló Taishō con la mirada perdida—. Trataré de tener una mejor actitud de aquí en adelante.
—Es bueno escuchar eso, así que cambia esa cara larga y mejor muéstrame los planos, debes presentarlos por la tarde y si mi memoria no me falla me habías pedido ayuda con unas modificaciones.
InuYasha regresó la mirada y la clavó en los alegres orbes azules de su compañero. Miroku tenía siempre la razón, estar así no le haría ningún bien y pensar mucho lo mismo solo llegaría a enloquecerlo, lo mejor era ocupar su mente en lo que era primordial en ese momento, su trabajo.
Pasara lo que pasara confiaba en que podría manejarlo y si se le complicaba todo Hanagaki con sus sabias palabras llegaría a rescatarlo. De eso estaba seguro.
Revisó su reloj y se dio cuenta que faltaban veinticinco minutos para la hora de la comida. Había pasado toda la mañana supervisando el trabajo de remodelación de su nueva tienda, que el tiempo se le había ido volando.
El fin de semana había sido un completo infierno. Por primera vez en todo lo que llevaba de relación con Kōga, había tenido que fingir que estaba enferma y se sentía como la mierda, pues el moreno la pasó cuidando para que no tuviera que levantarse de la cama a servirse ni un vaso con agua.
Se sentía pésimo haberle arruinado los planes de un fin de semana en el campo, pero, ¿qué más podía hacer? La noche del viernes había tenido que enfrentarse cara a cara con su pasado. Lo único que deseaba era ahogar sus penas comiendo un gran bote de helado.
Le dolía todo, le molestaba los crueles juegos del destino, le cargaba tener que seguir mintiendo y le decepcionaba tener conflicto con el mundo, en ese momento su vida era un completo desastre.
Había evitado los mensajes de su amiga pidiéndole que hablarán todo el sábado, la veía conectada en WhatsApp y ella lo único que hacía era leerla e ignorarla para no empeorar la situación. Sabía que no debía culpar a Sango, pero, ¡¿cómo no iba a hacerlo?! Ellas eran amigas y por más que le hubiera pedido que no le comentara nada cuando trató de decirlo, tenía que haber insistido, quizá simplemente soltarlo, para evitar que todos pasaran un amargo momento. Pensándolo bien, eso de qué habría servido, ¿habría cambiado algo? No, por supuesto que no, el encuentro tarde o temprano sería inevitable.
El domingo por la tarde fue ella la que tomó su celular y le escribió a su amiga. Ryūguji había dejado de insistir, respetando su espacio y se lo agradecía. Le envió un mensaje pidiéndole que se reunieran a almorzar el lunes al mediodía. Si iban a solucionar su diferencia debía ser de frente y no escondidas bajo la sombra de un aparato como chiquillas de secundaria.
Quedaron de encontrarse en la misma cafetería en la se habían reunido el día de su primer encuentro, luego que la azabache regresara al país. Ese tranquilo y acogedor lugar siempre había sido testigo de momentos importantes, algunos buenos y otros malos, situaciones de risas y de llantos. Era su refugió, el sitio en el que estaban seguras que pasara lo que pasara podrían conversar con libertad y sin temor a ser encontradas.
Se apresuró a terminar de enviar el correo de aprobación de los nuevos diseños a su asistente personal en París, ya que en pocas semanas debían mostrarse en una pasarela importante y aunque ella no estaría presente, se encargaría de verificar hasta el último detalle. Apagó la tablet y la guardó en su bolso, tomó sus llaves y se colocó sus gafas.
El día estaba precioso, el sol brillaba radiante y el viento soplaba delicadamente. El restaurante se encontraba a solo unas calles así que caminaría para despejar su mente, nada la ayudaría más a distraer sus pensamientos que el ruido y las pláticas triviales de la gente.
Echó un último vistazo, todo el trabajo iba avanzando correctamente. Se acercó al encargado de la remodelación y luego de darle un par de instrucciones se marchó.
No podía seguir un segundo más sin tener esa inevitable charla con su mejor amiga.
—Buenas tardes. Por aquí, por favor.
—Gracias, muy amable —respondió la castaña al tomar asiento en la mesa que había reservado.
—Vuelvo en un momento, con permiso —dijo una sonriente y amable mesera mientras hacía una reverencia.
Sango sonrió y observó su reloj, no faltaba mucho para que su amiga llegara y aunque estaba feliz de poder verla, no podía evitar sentir cierto temor. Kagome estaba molesta y con justa razón, pero ella había tratado de advertirle y no funcionó. Parecía que el destino quería darles una lección.
—Buenas tardes, Sango —espetó la azabache al llegar a la mesa.
—Buenas tardes, Kagome. ¿Cómo estás? —preguntó con sinceridad.
—No mejor que tú, es evidente —respondió fría cuando terminó de tomar asiento.
—Kagome, yo… —masculló jugueteando con sus nudillos, se sentía tan mal de volver a observar esos ojos afilados—. Déjame explicarte.
—Ordenemos primero sino te molesta, no sé tú, pero yo tengo hambre. —Ryūguji suspiró, esa actitud ya la había vivido antes, cuando su amiga se frustraba esa era la forma en la que reaccionaba—. Señorita, disculpe.
Una mesera se acercó rápidamente y les tomó la orden. La joven percibió la tensión y se apresuró a anotar, verificó que todo estuviera como lo habían solicitado y después se marchó, no sin antes ofrecerles una reverencia.
El silencio volvió a reinar, sino hacía algo seguirían así y esa situación nunca iba a mejorar. Ya mucho castigo había sido su indiferencia todo el fin de semana, si le había pedido que hablaran, quisiera o no la iba a escuchar.
—Kagome, sé que estás molesta. Lo entiendo, pero si sigues con esa actitud no llegaremos a ningún lugar.
—Adelante, Sango, continúa. Quiero entender porqué mi mejor amiga me arrojó sin salvavidas al mar —expresó con la mirada gélida clavada en los orbes de su amiga—. Prosigue, por favor.
—En ocasiones eres una berrinchuda, ¿lo sabías? —La miró asentir triunfante como si con eso pudiera elevar aún más su ego—. Kagome, debes comprender que esta situación es complicada tanto para ti como para mí. El día que me invitaste a comer un helado traté de advertirte, pero tú no quisiste escuchar. Te dije que quería contarte algo importante referente a Miroku y su trabajo, quería explicarte de lo que me acababa de enterar y tu respuesta fue simplemente callarme —dijo sin titubear—. Te negaste a que dijera una sola palabra que involucrara a InuYasha y te limitaste a decirme que no te interesaba nada que tuviera que ver con él, ¿qué más podía hacer?
—Podías haber insistido, ¿no crees, amiga? —espetó con sarcasmo. Higurashi tenía veneno inyectado en cada palabra—. Pero me alegra mucho que la cena con tus familiares haya sido tan… como decirlo —se llevó la mano hasta la barbilla y la frotó—, placentera.
Sango parpadeó y apretó los puños con rabia sobre la mesa, se sentía frustrada y muy desilusionada. Creía que Kagome entendería su razón, pero al parecer se equivocó.
Esa actitud le recordaba tanto a la que había tenido hace años, cuando todo aquello pasó, pero en esta ocasión no dejaría que su amiga se marchara de allí sin entrar en razón. Ryūguji también podía jugar ese mismo juego.
—Tienes razón, Kagome, la cena fue muy placentera, sobre todo por la compañía. Se sintió como volver a reunirse con familiares perdidos, ¿cierto?
—¿Qué es lo que estás diciendo? —Ya no podía recordar cuándo fue la última vez que Sango le había seguido el juego.
—Lo que escuchaste —respondió después de tomar un sorbo del vaso con agua que les habían llevado cuando les tomaron la orden—. Kagome, ¡deja de actuar así, por favor! Ya no eres una niña —sentenció con la mirada clavada en los ojos de su amiga—. Yo te intenté advertir y tú no quisiste oír. No podemos evitar al destino, es claro, pero sí podemos intentar entender qué es lo que nos quiere decir. Este encuentro de una u otra manera tarde o temprano iba a pasar, no podías evitar a InuYasha toda la vida. Desde el momento en el que decidiste regresar sabías que cualquier cosa podía pasar. ¡Por el amor de Dios, Kagome! ¡Entiende! Existen situaciones que no se pueden cambiar.
—Lo sé —musitó bajando la mirada—. Maldita sea, lo sé.
Sango por fin pudo respirar, soltó todo el aire contenido en sus pulmones sintiendo como todo su diafragma se iba liberado. Estiró su mano y con cariño tomó la de su amiga, proporcionándole en ese gesto todo el amor que le tenía.
»—Sango, discúlpame, por favor —murmuró mientras sus ojos dejaban escapar las primeras gotas de agua salada—. Soy una egoísta, solo pienso en mí y en mi dolor. Quise cargarte a ti toda la rabia y la impotencia que siento, como si eso me hiciera sentir menos culpable, qué idiota —rio con dolor—. Yo no te merezco, te he hecho sufrir sin razón y tú solamente has querido protegerme. No deberías perdonarme.
—Kagome, mírame por favor —suplicó con su tierno timbre de voz—. No tengo nada que perdonarte, tú y yo somos hermanas, ¿recuerdas? Yo siempre voy a cuidarte, siempre estaré a tu lado, pero no puedo evitarte vivir lo que está pasando, lo que sí puede hacer es permanecer a tu lado —apretó con más fuerza la mano de su amiga contra la suya—. Tú nunca estarás sola.
—Gracias, Sango. Gracias por todo lo que haces por mí —expresó sollozando.
—Vamos, límpiate esas lágrimas y regálame una sonrisa, por favor.
Higurashi asintió, se limpió los restos de agua que brotaron de sus ojos y con sinceridad y dulzura le sonrió a su confidente. La vio feliz y eso la alegró. Su amistad era un tesoro, algo invaluable que nunca iban a perder, estar peleadas les ardía como el infierno, pero siempre encontrarían la manera de darle solución, porque ellas nunca dejarían de ser como hermanas.
—Disculpen, ¿podría servirles? —inquirió la mesera que acababa de llegar con la merienda.
—Por favor —respondió la castaña.
La comida estaba deliciosa y sabía todavía mejor ahora que sus diferencias habían quedado en el pasado. Habían muchas cosas que aún debían conversar, pero la tarde era larga y mientras tanto disfrutarían en paz de sus alimentos.
Comieron sin prisa, riendo a carcajadas como siempre lo hacían. Pidieron un postre y lo compartieron como cuando eran unas niñas. Deseaban que ese momento fuera eterno.
—Sango, hay algo que no te he contado —dijo dejando a un lado su exquisito café—. El día de la cena me encontré con InuYasha en el baño. Y bueno…
—Discutieron —terminó la frase por ella.
—Así es, InuYasha es un arrogante, petulante, déspota que no ha madurado. Se comportó como un niño cuando habló conmigo —expresó molesta colocando sus brazos alrededor de su pecho.
—Me recuerda a alguien —balbuceó al llevarse el último bocado de pastel a la boca.
—¿Eh?
—No dije nada, continúa —se encogió de hombros para restarle importancia.
Kagome suspiró, recordar ese momento la llenaba de rabia y dolor. No entendía todavía el porqué de su actitud, la azabache ni siquiera lo había visto, si hubiera sido ella lo habría ignorado, ¿verdad? Sacudió su cabeza, intentar comprenderlo no servía de nada.
—El punto es que no quiero volver a verlo, pero estoy consciente que no lo podré evitar —afirmó resignada.
—Efectivamente, Kōga trabaja con él y es lógico que en muchas ocasiones nos tengamos que encontrar —arguyó tranquila mientras veía a su amiga asentir—. Por cierto, Kagome, el día de la cena me dio la impresión que tu novio no sabe quién soy. Nunca le revelaste quien era en realidad.
—Kōga solo conoce tu nombre, nunca le mostré ninguna fotografía de mi pasado y él es muy respetuoso con mi espacio, jamás me revisa el celular o exige que le muestre con quién estoy hablando. Sabe que eres mi mejor amiga, pero no conoce tu rostro, tampoco tu apellido.
—Eso hasta cierto punto me tranquiliza, ya que supongo que seguiremos con la mentira. No quisiera que Miroku supiera que lo he estado engañando todos estos años —confesó, realmente la idea la estaba atormentando—. Imagino que vamos a seguir manteniendo la distancia.
Kagome negó con la cabeza, ella ya tenía armado un nuevo plan.
—Sango, este sábado será la inauguración de mi tienda y por lo que tengo entendido Kōga invitará a todo el equipo de trabajo de la constructora —expresó sin un ápice de alegría—. No tenía motivo para pedirle que no lo hiciera, él no sabe la verdad y por el momento es preferible que siga sin conocerla, hasta que encuentre el momento correcto para contársela.
—¡Wow! No creí que fuera tan rápido, me habías dicho que aún faltaban algunos arreglos en el segundo piso.
—Así es, pero no pudo seguir retrasando la apertura. En pocas semanas mis nuevos diseños se presentarán en una pasarela famosa en París y quiero que mi asistente anuncie la ubicación de la nueva sucursal —comentó esta vez con emoción, le hacía feliz compartir su alegría con su mejor amiga.
—Me alegra muchísimo por ti, Kagome. Has trabajado mucho por alcanzar el éxito —expresó Ryūguji con felicidad—. Entonces, si vas a anunciar la tienda debo suponer que cambiaste de opinión con respecto al nombre.
Kagome recordó que cuando se reunieron después de que ella volvió, le comentó a Sango sobre sus planes laborales, en ese momento quería permanecer en el anonimato para evitar encontrarse con personas de su pasado, pero ahora que ya había visto a InuYasha y tenía claro que debía convivir con él, de cierta manera ya no le encontraba sentido el seguirse ocultando, de todas maneras, lo quisiera o no, en alguna oportunidad tendría que enfrentar a su familia.
—La llamaré como a todas mis otras sucursales, llevará el nombre de mi marca. Sango he decido dejar de esconderme —esbozó segura, debía dejar a un lado el miedo, por lo visto no le había traído nada bueno—. Además, no quiero tratarte con indiferencia, quiero que retomemos nuestra amistad frente a todos. Ya te he comprometido demasiado.
—Kagome, ¿estás hablando en serio? —preguntó con curiosidad, eso realmente le alegraba muchísimo, por fin, hasta cierto punto, dejaría de mentir—. Pero cómo haremos eso, recuerda que para Miroku e InuYasha nosotras nunca volvimos a conversar.
—Es sencillo, ese día después de todas las presentaciones formales tú dirás algo que llamará mi atención y yo te invitaré a verlo. —Sango ponía atención a cada una de sus palabras—. Como estaremos en grupo sería una descortesía que te negaras a acompañarme.
—Suena interesante, me gusta tu plan. Yo me encargaré de que Miroku no ponga objeción —comentó guiñándole un ojo en sentido de complicidad—. De ese modo podré decirle que hable contigo y que ambas decidimos intentar retomar la amistad.
—No esperaba menos de la mejor actriz que conozco —confesó Higurashi con una pícara sonrisa—. Creo que sí hubieras estudiado actuación habrías sido la mejor.
—Lo pensé y no dudo que sería famosa, las series se pelearían por mí, pero me gustan más los números. Le dejé el camino libre a otras —soltó con sarcasmo mientras se reía a carcajadas.
—Sango, eres increíble.
—Tú también, Kagome. Aquí da inicio un nuevo plan.
Así se pusieron a repasar cada uno de los detalles que la azabache tenía en la mente. Ryūguji aportó un par de ideas para que todo saliera perfecto.
La conexión entre ambas era inexplicable, pues ambas estaban conscientes que la suya iba más allá de lo imaginable. Las dos habían descubierto que las almas gemelas no solo representaban a los grandes amores, sino a esas amigas inseparables, porque ellas eran un claro ejemplo de lo que significaba serlo.
Venía saliendo del salón de reuniones de la constructora, InuYasha había presentado con éxito los planos que corrigió por la mañana. Se encontraba de buen humor, al parecer la junta había sido más de lo que esperaba.
—Me sirves uno a mí también, por favor —le dijo el ambarino a Hanagaki, cuando él se servía un café.
—Por supuesto —contestó el ojiazul estirando el brazo para tomar otra taza del mueble en el que estaban ubicadas—. Por tu sonrisa deduzco que te fue muy bien.
—Así es, mejor de lo que esperaba —confesó al recibir el café con sus manos—. Tendré algunas horas libres por las tardes. Los inversionistas quedaron conformes con el proyecto y ahora se encuentran afinando los últimos detalles.
—Me alegro por ti, yo aún debo supervisar el edificio de condominios que encuentra en Minato.
—Si necesitas ayuda no dudes en pedirla, sabes que será un gusto acompañarte —informó antes de darle un sorbo a su humeante bebida—. ¡Demonios! Esto está muy caliente.
Miroku lo observó, estaba con la lengua de fuera maldiciendo el café. Se veía tan gracioso que le fue imposible no reír.
—Inuyasha, es una bebida caliente, qué esperabas —musitó entre carcajadas—. Toma, bebe un poco de agua.
—No te burles, no creí que esto estuviera hirviendo —confesó, por la emoción olvidó preguntar la temperatura de la bebida—. Mejor dime, sigue en pie la junta de mañana.
—Así es, debemos monitorear el avance en el centro comercial. Iremos al lugar, Kōga, tú y yo —informó—. Solo estoy esperando la confirmación de la hora en la que nos debemos presentar.
—Perfecto —contestó mientras terminaba de enviar un mensaje desde su celular—. Disculpa, solo le confirmaba a Kikyō nuestra reservación.
—La llevarás a cenar —murmuró rascándose la barbilla—, algo en especial que quieras celebrar.
—Nada en específico, solamente que el fin de semana estuve muy distante, sumergido en mi mundo y la quiero recompensar.
—Me parece muy buena tu idea, InuYasha. Si quieres, te puedo dar un par consejos para que pases una velada más apasionada —sugirió guiñándole un ojo.
Taishō rodó los ojos, en ocasiones su amigo olvidaba que ya no estaban en la secundaria. Aparentemente, sus pensamientos pervertidos no habían desaparecido, ni siquiera estando casado.
—Cállate, no necesito esa clase de consejos —sentenció con el ceño fruncido—. No sé cómo puede Sango soportarte.
—Te sorprenderías si te lo dijera —comentó con un sutil brillo en los ojos—. En fin, me alegra que pases tiempo con tu esposa.
—Por cierto, ¿dónde está Kōga? —inquirió con curiosidad. No es que lo hubiera evitado, realmente no lo había visto en toda la jornada laboral.
—Quedó en reunirse conmigo aquí, bueno eso me dijo cuando me llamó. Hoy le tocó salir a reconocer un área con el equipo de topografía.
—Ya veo, ¿te importa si lo espero también? No quisiera estar recibiendo mensajes del trabajo durante toda la noche —musitó con los ojos fijos en los de su amigo.
—Por mí no hay ningún problema, entiendo que tienes pensado una noche especial. —Lo vio levemente sonrojarse y sonrió con astucia—. No te preocupes, ninguno de nosotros te va a molestar.
InuYasha no dijo nada, era muy difícil sacarle cualquier tipo de idea pervertida de la cabeza a su confidente. Caminó hasta el ventanal y se quedó ahí observando la enorme ciudad. Era preferible contar los automóviles que pasaban por las calles a seguir soportando el interrogatorio indecoroso de su compañero.
—Miroku, InuYasha, ¿cómo están? Disculpen el retraso.
—Descuida, solamente fueron diez minutos, no pasa nada —dijo Hanagaki con una enorme sonrisa en los labios—. No es así, InuYasha.
—Claro, un retraso nos sucede a cualquiera, no te preocupes por eso —espetó con una sincera sonrisa—. Lo importante es que estás aquí.
—Gracias por la comprensión, nos tardamos un poco más, pero todo salió mejor de lo esperado —comentó sintiéndose en confianza de contárselo a sus amigos.
—Me alegro, se nota que rápidamente te vas adaptando a la ciudad —expresó Hanagaki.
—Sí, así es, pero bueno no quiero quitarles más tiempo, mañana podríamos ir a ver la obra a las nueve de la mañana. Debemos hablar con el supervisor y apreciar ciertos aspectos importantes en base al trabajo ya realizado.
Los dos arquitectos asintieron, ese proyecto era de suma importancia para la carrera y el prestigio de todos los involucrados, no podían darse el lujo de pasar por alto ni un solo detalle.
»—Si todavía tienen algunos minutos me gustaría mostrarles algo —dijo mientras sacaba de su maletín de trabajo la computadora.
—Todavía es temprano, no te preocupes —respondió InuYasha al acercarse más a la mesa donde se encontraba su compañero—. ¿Qué quieres enseñarnos?
—El prototipo en 4D de contención sísmica que aplicaremos en el proyecto.
Hanagaki y Taishō se sorprendieron, era la primera vez que implementarían en una de sus construcciones ese sistema y por lo que tenían entendido estaban trabajando con el mejor en el área, no por nada lo habían mandado a traer exclusivamente a él, a otro país.
—Eso será muy interesante, gracias Kōga por mostrarnos lo que ya tienes preparado —agradeció Miroku con sinceridad al colocarse al lado de Matsuno.
—No es nada, en su momento les voy a enseñar más. Además, los amigos comparten su conocimiento, ¿no es así? —Los observó asentir y eso lo hizo sonreír, él honestamente los estaba considerando sus amigos—. Miroku, InuYasha —los nombró y ambos dejaron de mirar la computadora para ponerle atención—, el sábado será la inauguración de la tienda de modas de mi novia y quería invitarlos a ustedes y a sus esposas para que asistieran.
«Por favor, porque tenía que mencionarla. Todo hasta este momento iba muy bien» pensó el ambarino mientras suspiraba.
Miroku rápidamente entendió el gesto de su amigo. No necesitaba palabras para comprender su mirada, sonrió y se apresuró a contestar por los dos.
—Muchas gracias por la invitación, Kōga. Estaremos encantados de acompañarlos en la inauguración —afirmó sin titubeos—. ¿Cierto, InuYasha?
«¡Miroku por qué diablos me haces esto!» se dijo en su mente al mismo tiempo que asentía con la cabeza.
Tenía que hacerse a la idea que como esa, iban a llegar muchas más invitaciones que no se podía darse el lujo de rechazar.
—Muchas gracias, para Kagome y para mí será un honor recibirlos —confesó con una enorme sonrisa en los labios—. Ahora sí, volvamos al trabajo.
«¿Por qué este maldito destino se empeña en tenernos cerca? ¿Por qué, Kagome? Dame una sola razón…» se cuestionó a sí mismo antes de continuar con su farsa.
Continuará…
¡Hola! ¿Cómo están?
Solo diré que el destino tiene sus formas locas de querer que InuYasha y Kagome estén cerca por algún motivo que esperemos pronto lleguemos a conocer.
También en pocos días les estaré revelando el nombre de la línea de ropa de Kag. En mi página van a encontrar cuando menos lo esperen la publicidad.
Les agradezco con el alma todos y cada uno de sus reviews, cada uno de ellos son importante e invaluable para mí. Son un amor, muchas gracias.
Igualmente, gracias infinitas a las páginas, Mundo Fanfic InuYasha y Ranma e InuYasha Fanfic por siempre estar al pendiente de cada una de mis actualizaciones, las adoro con la vida.
Nos estaremos leyendo muy pronto.
Con amor.
GabyJA
