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Capítulo VII


—Buenas noches. Adelante, por favor.

—Gracias, muy amable —respondió el ambarino a la joven que estaba dando la bienvenida en la inauguración.

—¡Esto es hermoso! ¿No te sientes como si estuviéramos en París? —preguntó Kikyō a su esposo luego de ingresar al lugar.

—Sí, parece que llegamos a Francia —le sonrió al mismo tiempo que sus ojos hacían un recorrido por la tienda.

La decoración era impresionante, cada pequeño detalle estaba contemplado a la perfección.

InuYasha conocía muy bien a Kagome, sabía que ella no iba a dejar ningún cabo suelto si se trataba de su trabajo, él mejor que nadie fue testigo de todo el empeño que la azabache le puso a su carrera cuando estaba estudiando.

La tienda de modas era enorme.

En cada rincón se podían apreciar las creaciones exclusivas de la diseñadora. En el centro del lugar se encontraba una pasarela y muchos asientos a su alrededor, era evidente que habría una exposición. Al fondo, un bartender se encargaba de preparar diferentes cócteles y los meseros estaban a cargo de repartirlos junto a los bocadillos. Definitivamente, Kagome Higurashi había cumplido uno de sus más grandes sueños.

—Buenas noches, InuYasha, Kikyō —saludo Hanagaki a la pareja que acaba de llegar— Qué les parece todo esto, ¿espectacular, cierto?

—Mucho —se limitó a decir InuYasha, quien tenía un sentimiento agridulce atravesándole el pecho—. Veo que vinieron temprano.

—Sabes que la impuntualidad no es lo mío —comentó Sango con una sonrisa de medio lado—. Kikyō, luces muy hermosa. Me alegra verte.

—Gracias, Sango. Tú también luces hermosa. —Sano quedó impactada por la delicadeza de su vestido—. Un día de estos me llevarás a la tienda en la que compras tus atuendos, son preciosos.

«Si supieras la verdad» pensó mientras le sonreía y asentía con la cabeza.

Un mesero llegó con una bandeja de tragos y bocadillos, las parejas agradecieron y tomaron cada uno una copa para degustar y compartir.

Se podía observar que las personas invitadas a la inauguración eran los diseñadores más reconocidos de la región, también estaban presentes los más populares medios de comunicación. InuYasha sentía que ellos desencajaban un poco en la reunión al no poseer ningún tipo de conocimiento sobre el tema, pero habría sido una descortesía rechazar la invitación o… ¿qué era lo que realmente lo hacía sentirse fuera de lugar?

Repasaba uno a uno el rostro de las personas, miraba de un lado a otro la tienda, observaba a los camarógrafos tomar fotografías de cada uno de los vestidos. Entonces, ¿por qué? ¿Por qué demonios de repente sentía tanta rabia? ¿Por qué su mente siempre le hacía estragos? Eso era absurdo. Él no tenía ningún motivo para tener ese tipo de sentimientos.

—InuYasha —Miroku puso la mano sobre el hombro de su amigo para sacarlo de sus pensamientos—, te queremos comentar algo —esbozó clavando los orbes azules en los dorados del arquitecto para que este entendiera que debía salir de su burbuja—. Sango, por favor.

—Queremos invitarlos a nuestra cena de aniversario que se realizará en dos semanas —dijo Ryūguji muy emocionada—. Esperamos puedan acompañarnos, ustedes son nuestros amigos más cercanos.

—¿Eh? Claro, por supuesto que asistiremos. —Taishō tomó la mano de su esposa entrelazando sus dedos y la apretó delicadamente—. ¿Cierto, Kikyō?

—Será un placer acompañarlos, gracias por la invitación —respondió con una pequeña sonrisa mientras afianza el contacto de su mano con la de su marido.

—No tienen que agradecer, ambos son personas extremadamente importantes en nuestra vida —afirmó Hanagaki al acercarse a su mujer para depositarle un tierno beso en la mejilla—. Creo que tendrán tiempo suficiente para encontrar un vestido.

—Eres muy considerado, Miroku —expresó la abogada al mejor amigo de su esposo—. Esta será la ocasión perfecta para que me lleves a conocer la tienda en la que compras tus vestidos, Sango.

La castaña sonrió y puso su mejor rostro para que nadie sospechara que todos y cada uno de los diseños que Kikyō alababa eran creaciones de su mejor amiga, y con la que se suponía no había hablado hace años, Kagome Higurashi.

—Descuida, Kikyō, te prometo que te llevaré conmigo a comprar vestidos. —Algo se le iba a ocurrir de eso no tenía la menor duda.

Siguieron conversando mientras los minutos iban avanzando.

Los invitados comenzaron a ubicarse en las sillas que estaban alrededor de la pasarela y los matrimonios hicieron lo mismo. Hasta el momento no habían visto a los anfitriones, pero imaginaban que en cualquier instante harían su aparición en el escenario.

Los Taishō y los Hanagaki se sentaron en primera fila a un costado de la pasarela.

Las mujeres de los arquitectos mentirían si dijeran que no se encontraban emocionadas ya que el brillo que reflejaban sus pupilas las delataban. Los hombres se sentían felices de verlas sonreír pues ese era un evento poco común en su vida diaria.

Las luces de la tienda se fueron apagando y los reflectores se apoderaron del escenario. Un joven presentador, muy famoso, salió a darles la bienvenida a los invitados. Detrás de él, venían las primeras modelos luciendo vestidos de alta costura que solo se podían apreciar en las grandes pasarelas de París.

La música se adueñó del sitio y el espectáculo dio inicio.


Se encontraba presenciando el último segmento de la pasarela y debía reconocer que nunca se hubiera imaginado lo entretenido que podría ser un evento de modas.

Cuando estudiaron en la universidad, Kagome siempre lo había invitado a que asistiera con ella a las prácticas que realizaba en las tiendas de diseño, pero él jamás aceptó. Creía que la costura era un tema de mujeres, además, su carrera era demasiado demandante. InuYasha ocupaba todo su tiempo libre en estudiar y trabajar, no podía darse el lujo de perder esos preciados momentos viendo chicas modelar vestidos mientras él tenía que presentar proyectos realmente importantes.

«¡Qué imbécil fui!» pensó al recordar todas esas ocasiones en las que la azabache se tuvo que ir sola a los eventos.

El sonido de la música se intensificó y las últimas modelos salieron a la pasarela, lucían hermosos vestidos negros con un tocado de plumas en el cabello, inspirados en la alta costura de principios de siglo en el viejo continente.

Los aplausos no se hicieron esperar, los camarógrafos enfocaron sus cámaras al centro de la pista y los cambios en la iluminación le hicieron darse cuenta que el evento estaba por culminar.

Detrás de la última chica hacía su entrada triunfal la famosa diseñadora de modas, Kagome Higurashi, quien venía tomada de la mano del reconocido arquitecto parisino y su actual pareja, Kōga Matsuno.

Los invitados se pusieron de pie y elogiaron con fuertes palmas a la dama que había revolucionado el mundo del diseño con sus atuendos sofisticados, en lo que se resaltaba la belleza física de la mujer vanguardista, unido a unos sutiles toques antiguos muy tradicionales y característicos de su país.

Kagome sin duda alguna había alcanzado la cúspide del éxito y le había demostrado a todos, pero sobre todo a ella misma que podía ser capaz de alcanzar cada uno de sus sueños.

«¡Es tan preciosa! Y Kōga es quien está a su lado… » se decía a sí mismo mientras aplaudía.

Era evidente para todos los presentes que Matsuno era el mayor admirador de Kagome, se notaba a simple vista lo orgulloso que se encontraba de su novia, y eso, aunque le doliera aceptarlo, le hacía arder la sangre. Suspiró y una sonrisa cansina se dibujó en sus labios, ¡qué diablos ganaba con eso! Nada, no ganaba nada.

Ahora comprendía la ira que sintió cuando llegó a la tienda, ahora entendía que todo eso se debía a que él habría deseado estar ahí, ocupando ese lugar. ¡Idiota! Era un completo idiota porque cuando tuvo la oportunidad, simplemente no la aprovechó, le importó un carajo. Era momento de reconocer y por fin aceptar que las cosas no iban a cambiar, ella le pertenecía a otro y él le pertenecía a su esposa.

El destino no se cansaría de repetirlo hasta que entendiera que sus caminos se habían separado.

Volvieron a sentarse para escuchar las palabras de Kagome. La azabache agradeció a todos los medios de comunicación y a los diseñadores por asistir a su inauguración. La pareja estaba tan compenetrada que Kōga al igual que su novia, dirigió un discurso para todos los invitados en el que exaltaba cada una de las cualidades que tenía su pareja.

—Se ve que están muy enamorados —comentó Kikyō cuando los observó darse un pequeño beso en los labios—. ¿No te parece, InuYasha?

—Sí, así se ve —musitó acercándose a su esposa para hablarle al oído. Por mucho que su mente lo entendiera, le fastidiaba ver que otro hombre besara a la diseñadora—. Pero no lo están más que nosotros —le dijo antes de besarle la mejilla.

La abogada sonrió y con ternura le acarició el rostro, esas expresiones de amor por muy mínimas que parecieran le llenaban el alma, pues su marido rara vez las hacía en público.

Taishō suspiró, miró detenidamente a su esposa y se recriminó por dejar que sus instintos se apoderarán de él. Kikyō no sabía nada de su pasado y dudaba que alguna vez se fuera a enterar, ¿por qué no podía estar tranquilo? ¿Por qué su corazón y su mente querían que se sintiera tan desdichado?

Fingió una sonrisa mientras le tomaba la mano para besarle el dorso, él había le había jurado amor eterno y nunca, bajo ninguna circunstancia, iba a engañarla. Tarde o temprano se tendría que acostumbrar a convivir con Kagome siendo en esta oportunidad únicamente, una más de sus conocidas.


Se había tomado el tiempo de responder a cada una de las entrevistas realizadas por los periodistas, Kagome era una mujer muy sociable y amable, siempre estaba dispuesta a responder cada una de sus interrogantes.

Aprovechó también para saludar y conversar un poco con sus colegas diseñadores, muchos de ellos ya habían tenido la oportunidad de intercambiar ideas con la azabache cuando eran invitados a las pasarelas en París. Y había otros que por primera vez disfrutaban de la exquisita visión que tenía Higurashi referente a la alta costura de vanguardia.

Kagome era el centro de atención y todos estaban expectantes a tener un momento de su atención. Kōga no la dejaba sola, la acompañaba tomado de su mano mientras conversaba con cada uno de sus invitados.

Un mesero se les acercó y les entregó una copa de champagne, la pareja agradeció y siguió su recorrido hasta llegar al sitio en el que se encontraban los colegas de Matsuno.

—Buenas noches, es un placer que nos estén acompañando. Esperamos haya sido de su agrado la pasarela de modas —dijo el moreno cuando llegó con sus amigos.

—Kōga, señorita Higurashi, el gusto es nuestro. ¡Todo fue magnífico! —respondió Miroku con una enorme sonrisa en los labios—. Les agradecemos mucho la invitación.

—Miroku —pronunció la azabache y Hanagaki fijó su mirada en ella—, puedes llamarme Kagome. No me gustan las formalidades, mucho menos cuando se trata de los amigos de mi novio.

Miroku parpadeó al escuchar las palabras de la que en algún tiempo había sido su amiga, era verdad que la chica era muy espontánea con sus conocidos, pero creía que por las circunstancias, ella preferiría mantener distancia, al parecer estaba dando señales de querer llevar la fiesta en paz y eso hasta cierto punto lo tranquilizaba.

—Como tú quieras, Kagome. —La vio sonreír y él le devolvió el gesto.

—Tu tienda es hermosa, todo aquí evoca a París y te hace imaginar que te encuentras caminando por sus emblemáticas calles —expresó Kikyō, quien observaba muy detalladamente a la diseñadora—. Tienes un gran talento —arguyó con sinceridad—. ¿No es así, InuYasha?

El aludido miró a su esposa y le sonrió, no podía tener ningún quiebre emocional en esos momentos.

—Así es. La señorita Higu… perdón, Kagome, tiene un gran talento.

—Muchas gracias —contestó de dientes para afuera, no es que no agradeciera el cumplido, sino que le molestaba darse cuenta de lo dulce y atento que era InuYasha con esposa en público mientras que con ella había sido todo lo contrario—. Me alegra saber que disfrutaron el evento.

—Oh, sí, fue maravilloso. ¡Felicidades! —exclamó Sano con una delicada sonrisa—. Un día de estos te molestaré con alguno de tus diseños.

—Cuando gustes, será un placer atenderte —espetó con honestidad.

Tenía que aceptar que Kikyō era una mujer muy hermosa y sofisticada, se notaba que se encontraba muy enamorada. La abogada no tenía la culpa de nada de lo que había pasado, pero su mente no terminaba de acostumbrarse a la idea de ver a InuYasha de la mano de otra persona. Despejó sus pensamientos y se recordó que ella también estaba enamorada, tenía a un gran hombre a su lado, uno que la amaba como nadie jamás podría hacerlo y quien estaba con ella acompañándola e impulsándola a continuar avanzando en el camino.

Ese tipo de reuniones se harían frecuentes y lo mejor que podía hacer era desear que Taishō fuera feliz tanto como ella lo era.

—Qué les parece si brindamos —comentó Kōga al colocar su copa al centro de todos los presentes.

Todos estiraron sus manos y llevaron sus copas hasta donde se encontraba la de Matsuno.

»—Brindemos por ti, mi amor. Porque como este, vengan muchos éxitos más a tu vida —esbozó con mucha emoción—. ¡Salud!

—¡Salud! —exclamaron todos al unísono cuando chocaron sus copas.

Matsuno se acercó a su novia y con dulzura depositó un casto beso en sus labios. La azabache respondió acariciándole el rostro con ternura.

InuYasha volteo disimuladamente para evitar ver el contacto, desvió la mirada y se encontró con los azules ojos de Hanagaki, el arquitecto entendió la acción y parpadeó. El ambarino comprendió perfectamente el mensaje de su compañero y se relajó.

Era impresionante el nivel de confianza y complicidad que existía entre ellos dos al punto de entenderse con una simple mirada.

Sango estaba al lado de su marido observando todo el panorama, estudiando a cada uno a través de sus palabras, gestos y acciones. Tomó un sorbo del líquido dulce de su copa y se dio cuenta que era el momento de efectuar su tan elaborado plan.

—Cariño —le dijo a su esposo—, ¿podrías acompañarme a recorrer la tienda? Quiero apreciar de cerca los vestidos.

—Claro, con gusto iré contigo. —Miroku era un hombre atento, para él significaba un completo placer acompañar a su esposa—. Si nos disculpan, Sango quiere ir a conocer la tienda.

—Miroku, si no es mucha molestia, me encantaría mostrarle personalmente los diseños a tu esposa —expresó tranquila, pero en su rostro se notaba que estaba entusiasmada—. Sango, ¿quiere ir conmigo? Tengo algunos vestidos que te pueden interesar.

Hanagaki observó a su esposa y al mismo tiempo a la azabache, no sabía si esa idea sería la adecuada dada la circunstancia en la que su relación había terminado. Lo más sensato sería oponerse a la idea, pero, ¿cómo hacerlo sin que pareciera una descortesía? Kōga y Kikyō no conocían los pormenores, negarse a que Sango acompañara a la dueña del lugar a apreciar sus diseños era una completa falta de respeto.

—Acepto encantada —contestó la castaña, segura, sin un ápice de duda mientras suavemente acariciaba el brazo de su marido —. Miroku, voy a ir con Kagome. Espérame aquí, no te preocupes.

—Por supuesto, cariño. —El arquitecto acercó el rostro al de su esposa y con delicadeza le dio un beso antes de que ella se marchara—. Gracias por acompañarla. ¡Disfruten!

—Es un placer. Vamos, Sango. —Ryūguji asintió con una sonrisa en el rostro—. Con permiso, ya volvemos.

Las vieron marcharse en calma. Kōga llamó a un mesero para pedir que les llevaran bocadillos y les invitó a sentarse en las sillas para que pudieran seguir conversando.

Miroku suspiró y rogó al cielo porque su esposa no pasara un amargo momento al lado de quien había sido tan importante en su vida.


Kagome le mostró a Sango cada uno de los rincones de su nueva tienda, le enseñó los diferentes cortes y texturas de las telas mientras la castaña se deleitaba con lo maravilloso de su trabajo.

De vez en cuando fijaba su mirada al centro del establecimiento para corroborar que las estaban observando, era lógico pensar que Miroku tendría desconfianza y por obvias razones estaría al pendiente de cada uno de sus movimientos.

Siguieron recorriendo el lugar hasta que llegaron a un pasillo que conducía a los vestidores. Kagome le pidió a su amiga que la acompañara para que pudieran conversar sin tener sobre ellas tantas miradas.

—Kagome, todo aquí es precioso. ¡Muchas felicidades, amiga! —exclamó Ryūguji con emoción al acercarse a su confidente para obsequiarle un cálido abrazo por su triunfo—. Estoy muy orgullosa de ti.

—Y yo estoy feliz de poder compartir esto contigo. Dos de mis sueños se hicieron realidad esta noche —musitó al estrechar fuertemente a la castaña—. La inauguración de mi nueva tienda en mi país y lo más importante, volver a tenerte a mi lado. Gracias por todo, Sango.

Ryūguji no pudo evitar conmoverse, desde que eran unas niñas cada una hablaba de sus metas e ilusiones. Ambas se habían prometido acompañarse en los triunfos y fracasos, pero por razones dolorosas habían tenido que separarse. No obstante, en el camino siempre se acompañaban, no importaban los kilómetros que las distanciaran, ellas siempre estarían unidas.

Ahora todo era diferente, aunque existieran pruebas y circunstancias que tuvieran que afrontar, ellas las superarían todas como siempre lo hacían, juntas, una al lado de la otra.

—Kagome —murmuró al sentir que una lágrima rodaba por su rostro—, yo también estoy muy feliz de volver a tenerte a mi lado. Eres muy importante para mí.

—Y tú para mí.

Se separaron viéndose directamente a los ojos, esa era una noche para reír no para llorar sin importar que fueran lágrimas de alegría. La azabache limpió con sus dedos el rastro de agua que había derramado su amiga y le sonrió. Debían aprovechar el escaso tiempo que tenían para conversar un poco.

—Kagome, este lugar es enorme. Ahora comprendo por qué deseabas inaugurar la tienda sin haber terminado las remodelaciones —comentó al fijarse en los pequeños detalles que resaltaban en el vestidor.

—Toda la planta baja está lista y eso me tranquiliza. Por eso decidí no retrasar más la apertura, además, ya te había comentado del desfile en París —le recordó y la castaña asintió—. Lo que me hace falta es mi oficina y el taller de costura, mientras sigan construyendo, las modistas deberán trabajar en un área improvisada hasta tener todo listo.

—Claro, prácticamente hace falta todo el segundo piso, lo bueno es que tienes un excelente arquitecto a tu lado —expresó al guiñarle un ojo.

—Bueno, sí, pero… —suspiró, aunque no lo pareciera el tema de la remodelación le venía dando vueltas en la cabeza—. Kōga tiene mucho trabajo en la constructora, él es el encargado del prototipo de prevención sísmica que implementarán en el edificio, así que no puede ayudarme con este asunto, estos meses los tiene muy cargados. Si deseo terminar pronto con esto, deberé buscar a otro arquitecto. Kōga ya me ayudó muchísimo con todo lo que ves ahora.

—Comprendo —dijo con tranquilidad, conocía a su amiga mejor que nadie y sabía que ese tema la estaba mortificando—. Si me permites, puedo consultar con Miroku, ellos tienen muchos colegas y estoy segura que me podrá recomendar a alguno que sea muy bueno.

—¿No crees que se niegue al saber que es para mí? —cuestionó, de una u otra manera Hanagaki estaba en su derecho a no ayudarla después de todo lo que había pasado—. No me gustaría meterte en algún problema con tu esposo ahora que se supone estamos retomando nuestra amistad.

—Descuida, Miroku es muy profesional, para él la vida personal y el trabajo son dos temas aparte. Lo conozco perfectamente, sé que si le pregunto él nos ayudará sin poner ninguna objeción —expresó segura, su marido era el hombre más justo y correcto que había conocido.

—Muchas gracias, Sango. Honestamente, no quiero pasar tanto tiempo sin tener listo el taller y mi oficina —espetó observándola fijamente a los ojos—. Tú como siempre salvándome la vida.

—Nada de eso, es un placer —musitó con una enorme sonrisa en los labios—. Ahora que te parece si nos vamos, no quiero que empiecen a sospechar.

Kagome asintió. Salieron del vestidor y antes de volver la llevó rápidamente a conocer el improvisado taller. La castaña se deslumbró con la cantidad de telas, pedrería y diseños que había. Era un espectáculo apreciar más a fondo el mágico mundo de su amiga.

La azabache le mostró un diseño exclusivo que desfilaría en su próximo evento en París dejando sin palabras a su mejor amiga. Higurashi sonrió y le agradeció nuevamente a Sango por siempre estar a su lado.


Volvieron al lugar donde se encontraban reunidos sus conocidos y les agrado darse cuenta que estaban de lo más complacidos sosteniendo una plática amena.

Parecía como si Kōga fuera amigo de ellos desde hace muchos años, la sonrisa en su rostro delataba lo cómodo que estaba al lado de sus colegas. Kagome se acercó a su novio y se sentó junto a él, Sango imitó la acción al buscar un asiento al lado de su esposo.

—¿Cómo les fue? ¿Disfrutaron de la tienda? —preguntó Matsuno con curiosidad a las dos mujeres—. ¿Te gustaron los vestidos, Sango?

—Oh, sí, muchísimo. Todos los diseños de Kagome son hermosos —respondió al moreno con una enorme sonrisa—. Gracias por mostrármelos, Kagome.

—Fue un placer.

Miroku observó detenidamente la actitud de su esposa y los gestos de Kagome, ambos rostros reflejaban serenidad y eso lo tranquilizo. Tomó la mano de su mujer y con delicadeza le dio un pequeño beso en el dorso. Al llegar a casa le preguntaría los pormenores de su conversación con la azabache mientras tanto, seguirían disfrutando de la compañía de todos los presentes.

—Mi amor, les comentaba a todos que tuviste que adelantar la inauguración de la tienda debido al desfile que habrá en París en unas cuantas semanas —le comentó el arquitecto a su novia—. Les decía que sería una buena idea que alguien de la constructora te ayudara con el diseño de las oficinas y el taller de costura que hace falta, ya que yo no podré hacerlo.

—Gracias por la preocupación. —Kagome le acarició la mejilla a su novio con cariño, él siempre estaba al pendiente de todo lo que ella necesitaba—. Casualmente, le comentaba eso a Sango mientras le mostraba la tienda que —confesó al mismo tiempo que la castaña asentía con la cabeza—, debía contratar a un arquitecto para terminar pronto con ese piso.

—Si gustas, puedo preguntarle alguno de nuestros colegas si tienen tiempo disponible para ayudarte con esto —expresó Hanagaki con sosiego. Sango tenía razón, su marido era un hombre muy profesional—. Sondearé a los arquitectos y le comento a Kōga, ¿te parece?

—Muchas gracias, Miroku. —La azabache agradeció la ayuda con sinceridad.

—¿Disculpen?

Una delicada voz se escuchó en medio de su conversación, todos fijaron la vista a la persona que había pronunciado esas palabras y se sorprendieron al notar que venían de la esposa de InuYasha.

Kagome parpadeó rápidamente por el asombró, luego sonrió, otorgarle así la confianza a la abogada para que continuara hablando.

»—Perdonen mi intromisión, pero creo que mi esposo podría ayudarte, Kagome —comentó con tanta calma que parecía que su voz salía como en un susurro—. InuYasha recientemente, terminó un proyecto en el que estaba trabajando y tendrá las tardes libres, creo que como compañeros que son con tu novio, él sería el más indicado para realizar la remodelación.

—Kikyō —musitó InuYasha tratando de disimular con todas sus fuerzas que la idea no era la más razonable.

—Por favor, InuYasha, ayuda a la novia de tu amigo con este trabajo. Creo que será una buena oportunidad para que todos nos acerquemos un poco más, ¿no les parece?

Por la mente de los antiguos amigos pasaban tantas ideas que no sabían cuál de los escenarios imaginados era el peor de todos. Kagome e InuYasha trabajando juntos, en un proyecto que llevaría alrededor de seis meses ejecutarlo, pasando todas las tardes a solas, en un espacio limitado, conviviendo como dos amigos cuando realmente, no se querían ver ni en pintura. ¿Por qué? ¿Por qué diablos el destino jugaba así con ellos? ¿Qué demonios quería?

Los cuatro se vieron fugazmente los rostros, logrando que en ese momento todos se llevaran un premio a la mejor actuación. Kōga se sentía agradecido y emocionado por la propuesta, Kikyō sostenía del brazo a su marido mientras les otorgaba una pequeña sonrisa.

—Estaremos encantados de que sea InuYasha el que se encargue de terminar las oficinas, ¿verdad, mi amor? —inquirió Matsuno a su novia con mucha emoción.

—¿Eh? Claro, será un gusto trabajar contigo, InuYasha.

El aludido sintió esas palabras como si le hubieran tirado ácido, ¿qué rayos le pasaba a Kagome? Cómo iba a ser un placer cuando ellos habían acordado verse lo menos posible. Suspiró resignado, a decir verdad, no le quedaba más que aceptar, ninguna excusa podría ser válida si era una realidad que él disponía del tiempo para llevar a cabo dicho proyecto.

—Lo mismo digo, Kagome. Cuando quieras comenzamos con los arreglos —esbozó sin un ápice de emoción.

—Gracias por aceptar ayudarla, InuYasha —le dijo su esposa al acercase a él para acariciarle el rostro—. No dudo que las oficinas y el taller quedarán acordes con el resto de la tienda.

—A ti no podría negarte nada, Kikyō —musitó antes de otorgarle un pequeño beso en los labios.

«A ella no le puedes negar nada, qué lástima que conmigo nunca pudiste ser de esa manera. Se nota que has cambiado, InuYasha» pensó la azabache fingiendo una sonrisa. Le dolía darse cuenta que la persona que había amado tanto, no era ni la sombra de lo que alguna vez fue con ella.

Miroku sintió tanta tensión en el ambiente que ideó que lo mejor sería cambiar el tema antes que cualquier percance sucediera. Esa propuesta los había tomado por sorpresa a todos y no era el lugar ni momento para hablarlo. Hanagaki se encargaría de desviar la atención a otro acontecimiento, y que mejor manera que...

—Kōga, Kagome —los nombró y la pareja fijó sus miradas en el ojiazul—, dentro de dos semanas es nuestro aniversario de bodas y quisiéramos —tomó de la mano a su esposa— invitarlos a una cena que ofreceremos para celebrar, solo seremos nosotros y otro par de amigos cercanos.

—Encantados, por supuesto que asistiremos, ¿cierto, mi amor? —Kōga observó cómo su novia asentía y prosiguió—. Será un honor acompañarlos.

—Muchas gracias por la invitación —contestó Kagome con la mirada perdida, era evidente que aún no terminaba de digerir la idea de trabajar al lado de InuYasha.

Todos intentaron seguir conversando como si nada hubiera pasado, en realidad, no había sucedido nada malo, solamente que el destino se empeñaba en acercar de una forma u otra a dos seres que en el pasado se habían amado con el alma.

Continuará…


¡Hola!

¿Cómo están?

Espero hayan disfrutado de la inauguración junto a nuestros queridos personajes. El destino y sus juegos, ¿qué será lo que pretende? Eso tendremos que descubrirlo.

Muchas gracias a todos y cada uno por sus muestras de amor y sus valiosos reviews, son un motor importante para mí.

A las páginas de Facebook, Mundo Fanfic InuYasha y Ranma e InuYasha Fanfic, mil gracias por todo el apoyo que siempre me brindan. Les quiero muchísimo.

Nos leemos pronto.

Con amor.

GabyJA