-¡HERMANO! ¡Date prisa!

-¡Mueve ese cuerpo de una vez Sans!

Con un pequeño guiño a modo de aceptación, comenzó a andar hacia ambos.

Undyne y Papyrus empezaron una charla amena, siempre siendo decorada por las grandes risotadas infantiles del albino, Sans y su viaje pasaron a un segundo plano, pero a él no le importaba. De vez en cuando, Sans decía un chiste malo, un comentario ingenioso pero demasiado absurdo, recibiendo una mirada desorbitada de su hermano pequeño.

Había echado de menos estos momentos, las risas sin sentido, la conversación tranquila, incluso si eso le cansaba, era muy diferente el como ambiente de estos momentos y lo gris que se coloreaba cuando había estado fuera.

Al salir de la parada de trenes, el sol del cielo brillaba furioso, cegándolos momentáneamente.

Papyrus pego un grito en alto, de júbilo puro, el cielo era claro, despejado. La única mujer del grupo, aunque sonrió por los chillidos de su amigo, comenzó a abanicarse con la mano, buscando por todos los lados un modo de seguir caminando hacia la carretera pero en donde estuviesen cubiertos por las sombras.

Sans dio unas sonrisillas burlonas, el pez se cocinaba al sol, solo faltaba el limón y tendrían pescado a la plancha para comer. Lo dijo en alto, entre risas, pero los otros dos estaban centrado tanto es su conversación sobre noviazgo que si lo escucharon, lo ignoraron.

Unos minutos después llegaron al final de a estación, en el aparcamiento, brillando por el sol, estaba la moto roja de Papyrus.

-Creí que había dejado de funcionar, bro.

Sans levantó una ceja mientras se acercaban. No dudaba que Papyrus habría tenido mucho cuidado con el vehículo, pero ellos dos estaban en la playa desde hace varios días ya, con la arena, el levante colándose entre los engranajes y que él se la había regalado por sus dieciséis cumpleaños, siete años atrás, hubiera esperado que estuviese en alguna chatarrería descompuesta en pequeñas piezas o convertida en cenizas. Pero estaba ahí, como nueva.

-¡NYE NYE NYE! ¿¡Sorprendido Hermano!? ¡El Gran Papyrus se ha encargado de ponerla en funcionamiento!

-A todo motor diría yo

El albino más alto, se quejó fuertemente, arrastrando la a en el nombre de su hermano. El aludido solo levantó los hombros divertido.

Undyne cerca de ellos se recostó en la moto, mientras sonreía orgullosa.

-Uno de los chicos de la policía, había trabajado como técnico de vehículos y nos ayudó.

Papyrus la acompañó con su sonrisa, mientras sacaba del maletero del vehículo dos cascos.

-¡Si! ¡El Gran Papyrus es amado por todos! ¡Y todos nos ayudamos entre nosotros!

Él repartió los cascos. Sans miro con duda la motocicleta pero elevó los hombros, mientras no tuviese que andar.

Con pereza se quitó el reposacabezas azul que tenía atado a su cuello, para poder ponerse la protección. Era cálida, quizás demasiado, estaba tan acostumbrado al tiempo frío que incluso si había una pequeña brisa que refrescaba, todavía sentía el calor pegarse a su cuerpo, solo una fina capa de sudor brillante comenzó a recubrir sus brazos.

Undyne y Papyrus se despidieron animadamente, ambos casi igual de musculosos se asfixiaron en un abrazo, a ella la esperaba una mujer en casa, y quizás una cita de palomitas y cine -porque todavía tenía que convencerla- así que no los seguiría más. También se despidió de Sans, del mismo modo que le saludó, desordenando, otra vez, su ya organizado interior.

Con pasos tranquilos, y quizás algo torpes, se subió encima del sidecar. Era pequeño, casi más para una mascota que para un humano, pero eso no le importaba, ese añadido a la moto, era cómodo gracias a las mullidas almohadas encima del asiento, el cristal, transparente, permitía ver todo de su alrededor, incluso si su vista estaba algo desenfocada por el casco, veía como los edificios se hacían gigantes, los árboles, ¿palmeras?, bailaban con la pequeña brisa, brisas marinas y húmedas, con olor a sal, que se colaban entre el plástico del casco para después escaparse, dejando la sensación de estar a dos pasos del mar, que con un pequeño gesto, sus dedos podrían tocar el agua helada.

Sans sonrió de medio lado, no era muy fan de la playa y todo lo que conllevaba, sin embargo, la sensación no era tan mala.

Entre el flujo de viajeros, Undyne desapareció del estacionamiento.

Con otro grito de alegría, Papyrus aplano su pelo engominado para evitar enredarlos más de la cuenta y se colocó su casco. Con un ruidoso golpe en la envoltura de la protección, decidió que estaba perfectamente colocado.

Se situó encima del vehículo sin necesidad de un gran salto, insertó las llaves en la ranura, el llavero se agitó revoltosamente, un hueso pequeño falso, como el fémur de las banderas piratas que solían hacer de pequeños, un balón de baloncesto y un sol pequeño, de cuatro puntas y dorado, chocaron entre sí.

El motor rugió ferozmente antes de ponerse en marcha.

-Así que pareja ¿eh?

El ruido de los coches aumentaba al adentrarse en la vía principal; el motor de los coches y las motos, las hojas de las palmeras, todas a su vez, entonaban una melodía extraña, playera, era ruidosa pero no como las de las ciudades lejos de la costa, se escuchaban tan diferentes, al igual que estar en otro mundo.

-¡Si! Alphys es una chica genial, casi tan genial como yo ¡El Gran Papyrus!

Las risas sonaron sordas por la acústica del casco.

-Ella a veces ayuda a la policía. ¡Sabe un montón de cosas! De chismes, de químicos y de teléfonos y más cosas de la que no me acuerdo ¿Sabes Sans? Arreglo el mío y ahora es infinitamente mejor. Es muy buena.

Papyrus arrastro la última sílaba de su última palabra, el sonido aunque elevado al principio, comenzó a decrecer.

-Me alegro Paps.

-¡Si! Si, yo también pero... ¡Hermano! El Gran Papyrus es una buena persona, ¿verdad? ¿Una muy, muy buena persona?

Sans giro su rostro mirándolo, el gesto de Papyrus se veía decaído, su sonrisa, estaba presente pero no se le veía sus dientes, sus ojos, mirando al frente, casi se estrujaban con preocupación.

Era raro verlo así, pensó Sans, quizás se había enamorado de la pareja de Undyne. Descartaba por completo de que su enamoramiento era por la susodicha, habían sido amigos durante tanto tiempo que su lazo era tan fuerte como dos hermanos, no como dos flechados por Cupido.

-Claro Paps. Mi hermano es la mejor persona del mundo, no hay nadie tan valiente ni amable como lo es el Gran Papyrus.

Él separó los ojos de la carretera un momento para verle, Papyrus, nada más estar seguro que Sans lo decía de verdad, volvió su vista a la carretera.

-¡Es verdad! Papyrus también es la mejor persona del mundo. Yo también soy la mejor persona del mundo, quiero decir. ¡NYE NYE NYE!

Papyrus reía con alegría. Sans, sorprendido, alzo una ceja.

-¿También? ¿Quien es tan bueno como tú, bro?

-¡HERMANO! ¡Date prisa!

-¡Mueve ese cuerpo de una vez Sans!

Con un pequeño guiño a modo de aceptación, comenzó a andar hacia ambos.

Undyne y Papyrus empezaron una charla amena, siempre siendo decorada por las grandes risotadas infantiles del albino, Sans y su viaje pasaron a un segundo plano, pero a él no le importaba. De vez en cuando, Sans decía un chiste malo, un comentario ingenioso pero demasiado absurdo, recibiendo una mirada desorbitada de su hermano pequeño.

Había echado de menos estos momentos, las risas sin sentido, la conversación tranquila, incluso si eso le cansaba, era muy diferente el como ambiente de estos momentos y lo gris que se coloreaba cuando había estado fuera.

Al salir de la parada de trenes, el sol del cielo brillaba furioso, cegándolos momentáneamente.

Papyrus pego un grito en alto, de júbilo puro, el cielo era claro, despejado. La única mujer del grupo, aunque sonrió por los chillidos de su amigo, comenzó a abanicarse con la mano, buscando por todos los lados un modo de seguir caminando hacia la carretera pero en donde estuviesen cubiertos por las sombras.

Sans dio unas sonrisillas burlonas, el pez se cocinaba al sol, solo faltaba el limón y tendrían pescado a la plancha para comer. Lo dijo en alto, entre risas, pero los otros dos estaban centrado tanto es su conversación sobre noviazgo que si lo escucharon, lo ignoraron.

Unos minutos después llegaron al final de a estación, en el aparcamiento, brillando por el sol, estaba la moto roja de Papyrus.

-Creí que había dejado de funcionar, bro.

Sans levantó una ceja mientras se acercaban. No dudaba que Papyrus habría tenido mucho cuidado con el vehículo, pero ellos dos estaban en la playa desde hace varios días ya, con la arena, el levante colándose entre los engranajes y que él se la había regalado por sus dieciséis cumpleaños, siete años atrás, hubiera esperado que estuviese en alguna chatarrería descompuesta en pequeñas piezas o convertida en cenizas. Pero estaba ahí, como nueva.

-¡NYE NYE NYE! ¿¡Sorprendido Hermano!? ¡El Gran Papyrus se ha encargado de ponerla en funcionamiento!

-A todo motor diría yo

El albino más alto, se quejó fuertemente, arrastrando la a en el nombre de su hermano. El aludido solo levantó los hombros divertido.

Undyne cerca de ellos se recostó en la moto, mientras sonreía orgullosa.

-Uno de los chicos de la policía, había trabajado como técnico de vehículos y nos ayudó.

Papyrus la acompañó con su sonrisa, mientras sacaba del maletero del vehículo dos cascos.

-¡Si! ¡El Gran Papyrus es amado por todos! ¡Y todos nos ayudamos entre nosotros!

Él repartió los cascos. Sans miro con duda la motocicleta pero elevó los hombros, mientras no tuviese que andar.

Con pereza se quitó el reposacabezas azul que tenía atado a su cuello, para poder ponerse la protección. Era cálida, quizás demasiado, estaba tan acostumbrado al tiempo frío que incluso si había una pequeña brisa que refrescaba, todavía sentía el calor pegarse a su cuerpo, solo una fina capa de sudor brillante comenzó a recubrir sus brazos.

Undyne y Papyrus se despidieron animadamente, ambos casi igual de musculosos se asfixiaron en un abrazo, a ella la esperaba una mujer en casa, y quizás una cita de palomitas y cine -porque todavía tenía que convencerla- así que no los seguiría más. También se despidió de Sans, del mismo modo que le saludó, desordenando, otra vez, su ya organizado interior.

Con pasos tranquilos, y quizás algo torpes, se subió encima del sidecar. Era pequeño, casi más para una mascota que para un humano, pero eso no le importaba, ese añadido a la moto, era cómodo gracias a las mullidas almohadas encima del asiento, el cristal, transparente, permitía ver todo de su alrededor, incluso si su vista estaba algo desenfocada por el casco, veía como los edificios se hacían gigantes, los árboles, ¿palmeras?, bailaban con la pequeña brisa, brisas marinas y húmedas, con olor a sal, que se colaban entre el plástico del casco para después escaparse, dejando la sensación de estar a dos pasos del mar, que con un pequeño gesto, sus dedos podrían tocar el agua helada.

Sans sonrió de medio lado, no era muy fan de la playa y todo lo que conllevaba, sin embargo, la sensación no era tan mala.

Entre el flujo de viajeros, Undyne desapareció del estacionamiento.

Con otro grito de alegría, Papyrus aplano su pelo engominado para evitar enredarlos más de la cuenta y se colocó su casco. Con un ruidoso golpe en la envoltura de la protección, decidió que estaba perfectamente colocado.

Se situó encima del vehículo sin necesidad de un gran salto, insertó las llaves en la ranura, el llavero se agitó revoltosamente, un hueso pequeño falso, como el fémur de las banderas piratas que solían hacer de pequeños, un balón de baloncesto y un sol pequeño, de cuatro puntas y dorado, chocaron entre sí.

El motor rugió ferozmente antes de ponerse en marcha.

-Así que pareja ¿eh?

El ruido de los coches aumentaba al adentrarse en la vía principal; el motor de los coches y las motos, las hojas de las palmeras, todas a su vez, entonaban una melodía extraña, playera, era ruidosa pero no como las de las ciudades lejos de la costa, se escuchaban tan diferentes, al igual que estar en otro mundo.

-¡Si! Alphys es una chica genial, casi tan genial como yo ¡El Gran Papyrus!

Las risas sonaron sordas por la acústica del casco.

-Ella a veces ayuda a la policía. ¡Sabe un montón de cosas! De chismes, de químicos y de teléfonos y más cosas de la que no me acuerdo ¿Sabes Sans? Arreglo el mío y ahora es infinitamente mejor. Es muy buena.

Papyrus arrastro la última sílaba de su última palabra, el sonido aunque elevado al principio, comenzó a decrecer.

-Me alegro Paps.

-¡Si! Si, yo también pero... ¡Hermano! El Gran Papyrus es una buena persona, ¿verdad? ¿Una muy, muy buena persona?

Sans giro su rostro mirándolo, el gesto de Papyrus se veía decaído, su sonrisa, estaba presente pero no se le veía sus dientes, sus ojos, mirando al frente, casi se estrujaban con preocupación.

Era raro verlo así, pensó Sans, quizás se había enamorado de la pareja de Undyne. Descartaba por completo de que su enamoramiento era por la susodicha, habían sido amigos durante tanto tiempo que su lazo era tan fuerte como dos hermanos, no como dos flechados por Cupido.

-Claro Paps. Mi hermano es la mejor persona del mundo, no hay nadie tan valiente ni amable como lo es el Gran Papyrus.

Él separó los ojos de la carretera un momento para verle, Papyrus, nada más estar seguro que Sans lo decía de verdad, volvió su vista a la carretera.

-¡Es verdad! Papyrus también es la mejor persona del mundo. Yo también soy la mejor persona del mundo, quiero decir. ¡NYE NYE NYE!

Papyrus reía con alegría. Sans, sorprendido, alzo una ceja.

-¿También? ¿Quien es tan bueno como tú, bro?