Sans no aparto la mirada. Aunque había recuperado el sentido, ahora se veía inserto en un cruce de miradas, cada uno peleando por quien apartaría antes los ojos del contrario. No era difícil sostener la vista. Los ojos rojos de Chara parecía atraparlos como enredaderas, fuertes zarzas que sus pinchos atravesaban su piel intentando buscar en lo más profundo de su sangre.
Quizás el imaginar aquello, o por la propia quemazón por el Sol, él sintió cosquillas que atravesaban todo su cuerpo. Era más parecido a un temblor ardiente, que parecía llegar dentro de su corazón. Mas, no dejo que se reflejará en el exterior. Ya no era por que él no solía ser demasiado expresivo, sino, cuanto menos mostrara, Chara mas mantendría la vista para descifrarlo.
Que sentimiento tan interesante comenzaba a sentir por su mirada.
No se movió de su sitio, sin embargo, saco la mano que había decidido guardar en uno de los bolsillos de sus pantalones negros.
-Sans, solo Sans.
Se sorprendió Sans de que ella aceptase el saludo. Su mano apretó la suya, de manera segura y sin delicadeza alguna, que duraron milisegundo que se hicieron infinitos.
El sonido de un atronador pitido irrumpió la silenciosa atmósfera en la cual, se habían quedado observándose.
Sans le guiñó.
-El timbre en la mano, un truco que nunca falla... ¿eh?
Los ojos y las cejas de la chica se habían estirado hasta más no poder, permitirnos así que sus ojos se viesen iluminados por completo. Segundos fueron los que su gesto de sorpresa duró , segundos que Sans disfruto con tan ansiada gratificación.
Siempre era divertido observar como la gente caía en sus bromas, y que hubiera caído la Genocida, se sentía mucho mejor. Casi era como comerse el último perrito caliente, del puesto de perritos, un delicioso perrito caliente humeante, decorado por ketchup y mostaza, cebollas caramelizadas que escondían a los pepinillos y crujían a cada bocado. Aún así, burlarse de Chara, era más complaciente.
-El sentimiento... es mutuo..., Demonio.
Aunque no era necesario decirlo, Sans no pudo evitar reiterar el desagrado que sentía hacia ella, incluso si sus palabras hubieran salido a trompicones y entrecortadas por las risas.Y no fue el único que se rio, Chara también estalló en carcajadas. Era una tonta escena, digna de cualquier comedia.
Las palabras de odio todavía retumbaba por el ambiente, mas, estaban tan ocultadas por el alboroto, que parecían no más que insultos entre viejos amigos.
Poco a poco, y casi sintiéndolo como una tortura, las risas comenzaron a callar. El sonido de las palmeras se volvió hacer presente, la mar y la costa se oía suavemente.
A la vez que Chara apartó la vista, Sans se quitó los rebeldes cabellos que se habían interpuesto otra vez en su visón.
Tan cansino como interesante, era pasar tan rápidamente del odio a las risas, de las risas al odio.
Por muy silencioso que estuvieron, Chara no podía evitar destruirlo por completo.
-Equivocada, no estaba, pues. De pleno derecho, un Comediante. ¡Incluso la nariz roja tienes!
Levanto los hombros con pereza. El mareo que sintió por la mañana había desaparecido por completo, dejando que la agradable sensación de una siesta bien tomada, lo acariciase por completo.
Sans tenía las pilas recargadas, y completamente puestas para poder aguantar a la Genocida. No iba a dejar que le ocurriese lo mismo que por la noche. No. Esta vez, conseguiría llamar la atención de ella, claro está, sin esforzarse demasiado. Entonces sería agotador.
-Es algo normal después de estar tanto tiempo al sol, ¿no crees?
La chica le sonrió en respuesta.
Un viento más fuerte de lo normal, trajo consigo el aroma del Mar. La brisa marina, agito todas las hojas que les rodeaban, las palmeras en lo alto, las flores a sus lados e incluso, la camisa verde de Chara que tanto copiaba sus colores. Sus cabellos se volaron también. Ella suspiro. Con su mano, apartó esos molestos mechones, solo lo miró indiferente.
-Bueno Comediante, allá tú. Si te gusta ser una nube de azúcar tostada... No llorare por tus huesos calcinados.
Sus ojos estaban semicerrados, burlones, siempre decorados por un hermoso brillo de superioridad en ellos. La sonrisa de ella se afiló, parte de su dentadura perlada se dejó ver, dientes punzantes, cortantes como las mismas zarzas que les separaban.
Sans la miró sin inmutarse. Estaba dudando si quería aumentar esa sonrisa, aumentar el espesor de las espinas o todo lo contrario. Juntar boca con boca. Cerrar las distancia, hasta adentrarse en las zarzas. Mas, hizo lo que menos pereza le daba, quedarse parado.
-Que esponjoso de tu parte, el llamarme dulce.
Ambos se quedaron estáticos por minutos. Estatuas que no respiraban, estatuas que no se movían, quietas y sorprendías, eso era como ellos se quedaron.
Sans admitió para si mismo que eso no era lo que habría querido decir. Si, un juego de palabras quizás. Pero una frase que parecía más un ligue barato que un chiste, ni se lo había pasado por la cabeza. Era lo que faltaba.
No es que no hubiera podido ligar en toda su vida, mas, ¿entrar una relación? ¿Molestarse en decir cosa bonitas a alguien? Era pensarlo y se ahoga en cansancio. Las relaciones eran trabajosas, charlar y mostrar interés, ir de acá para allá en quedadas, viajes. No era lo suyo.
Papyrus quizás sería la mejor excepción a la regla. Él era su hermano menor, un chico a quien siempre Sans lo había cuidado, protegido. Era normal que se preocupara por él, que le echara cuenta cuenta cuando hablaba. Mas, solo era Papyrus, por el mero hecho de ser Papyrus, su hermano.
Las florecientes risas de Chara lo arrancaron de su ensimismamiento. Sans la vio como entre carcajada, repetía Comediante entrecortadamente.
Aunque él había divagado entre sí era una frase coqueta o no, Chara no había dudado en pensar que aquello era un intento de mala broma. Y con la tontería, le había hecho gracia.
Ella resoplo al ver la sonrisa de superioridad que estaba plasmada en la cara del otro. Le molesto que Sans sonriera tan orgullosamente. Quizás le había parecido divertido, pero también lo hacía fastidiar a la Pacifista -y al Descabezado, pues chinchar a uno la mayoría de veces incluía el plus de que el otro tambien se molestase-.
¿Por que tenía esa cara de engreído, con tan poca cosa como esa? Quizás se reía, mas, la sola presencia de Sans también la enojaba a grandes rasgos.
Quizás serían esos ojos azules, que le recordaban al cielo azul de esos días de verano, incluso a la horrorosa primavera. Quizás sería esa piel nieva, le recordaba a la pureza de los azahares profesando un tonto amor eterno, pétalos que caían como si fueran opacas lágrimas de sirena; terminando a el pasar de las horas, por marchitar. O quizás podía ser su personalidad, tranquila como la muerte, como si no fuera más que un acto. Sonrisa, ojos y manos, controladas como un navío en la mar calmada.
Mas ella había decidido ser la tormenta que destrozará esa tranquilidad.
Como le odiaba. Como los odiaba.
Odiar, amar...
Amar, odiar...
Amar, amar...
Odiar, odiar...
Solo eran estúpidos sentimientos, que solían entremezclarse, confundirse, fingirse...
Desagradables...
Chara suspiro. Como odiaba a los mocosos inexpresivos
