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EL DRAGON QUE SE CREÍA

UNA LÍBELULA

Después de 15 años, la pareja de libélulas lo adoptaron y lo educaron como su hijo y vivió junto con la joven libélula Sparx, que nació el mismo día, que luego se con-virtieron en hermanos. De hecho, de los hermanos mas unidos que el mundo haya visto.

-Ocho, nueve y diez, ¡que voy! -avisó Spyro terminando de contar.

Spyro vivió en el pueblo de Ala Rocosa, un poblado llena de rocas, montañas todas enderezadas, las libélulas tenían su casa de diferentes maneras: otros vivían en muros de roca, donde por dentro se hacían su propia casa, otros vivían en senderos abiertos, en casas de madera, donde tenían granjas.

-¡Vamos, Spyro, sabes que no puedes encontrarme -decía Sparx burlándose

Sparx era una libélula amarilla, siempre resplandeciendo unos destellos dorados, unas alas brillantes y era tozudo y cabezota.

Spyro era un dragón purpura que vivió mucho tiempo con las libélulas, tanto que se creía uno mas, debido a que sus padres nunca le dijeron que era en realidad, algunos pensaban que era la libélula mas rara que habían visto nunca, ni se daban cuenta de que era un dragón, a lo mejor era porque se tuvieran que creer que era una libélula, o tal vez era porque como los dragones eran una especie extinta, no sabían como eran, aunque tuvieran un dragón delante de sus ojos.

-Así, ¿y que me dices del otro día que te encontré? -pregunto Spyro burlonamente.

-Me quede atrapado entre dos rocas -exclamo Sparx

El escondite, era el único juego en el que mas se peleaban, eso era porque: se burla-ban entre sí, se escondían en el mismo sitió, hacían trampas, se escondían en lugares incomodos y que estaban prohibidos, se peleaban por quien le tocaba el turno, y otras cosas mas, como dos típicos hermanos.

-Sí, ese día fue buenísimo -dijo Spyro riendo.

-Vamos, ¿quien se que atrapado entre dos rocas? -pregunto Sparx entre los alrededores.

-No se, personas como tu, tal vez -exclamo otra vez burlonamente Spyro.

-Ja, Ja, muy buena Spyro, pero no cuela.

Spyro tuvo la idea de hacerle seguir hablando a Sparx, ya que a cada palabra que decía le facilitaba encontrarle y salir ganador del juego.

-Oye Sparx, ¿por que no me decís todo las veces que te he encontrado?-le pregunto apropositamente Spyro, mientras miraba por los alrededores. Buscando a Sparx.

-Venga, en ninguno momento he salido perdedor-refunfuño Sparx.

-No se, que tal aquel día que te estampaste contra un muro.

-Me distrajiste.

-¿Porque era?

-Porque me hacía el molón- respondió Sparx.

Spyro rio.

Necesitaba decir mas cosas para saber donde estaba, a lo mejor haciéndolo recordar viejos tiempos, le ayudaría a encontrarle.

-¿Oye, te acuerdas de aquel día que casi la liamos?- pregunto Spyro.

-¿A cual te refieres?- pregunto Sparx también.

-El del mercadillo- respondió Spyro.

Había un día en el que los dos quedaron castigados dos meses porque casi provocar un accidente de lo mas inusual

Su padre les había llevado mas allá de Ala Rocosa, porque querían saber como eran otra especie que no sea la suya. Les había llevado a un mercadillo de Mabus que venían del norte, estaban haciendo su negoció de vender mercancía, alimentos y otras cosas. El padre no estaba muy orgulloso de su decisión, ya que si alguno se diera cuenta de que Spyro era un dragón, se armaría un buen jaleo y posiblemente algo peor. Esa era una de las razones por las que Spyro no podía salir de su pueblo.

Pero el y su hermano insistían tanto que no podía hacer nada.

Cuando estaban caminando por ahí, uno de los vecinos se encontró con su padre y empezaron a charlar. Spyro y Sparx sabían que esto iba a tardar, minutos u horas, así que decidieron ir a ver una tienda que tenía algo en especial. Su padre estaba tan me-tido en la conversación del otro, que no se había dado cuenta de que sus hijos no esta-ban.

Spyro y Sparx querían coger un pastelíto de queso de un puesto de bollería, que estaba colocado en un plato en uno de los bordes de la repisá de la tienda. Era una pi-ramide de pastelítos, sí lo agarraban mal se caerían todos y el dueño estallaría como una bomba. Sparx decidió agarrar el pastelíto de la punta, pero cambió de idea y dejo que lo agarrara Spyro, como tiene garras, lo cogería de las puntas, para que no hubiera el menor indicé de que se le cayera. Lo cogió y se fueron lo mas rápidamente posible, justo cuando el dueño volvió, El dueño mabu se sorprendió al encontrarse la pirámide de pastelítos sin la punta, no entendió nada.

Los dos hermanos, se escondieron detrás de unos barriles para disfrutar de ese deli-cíoso pastel de queso, lo partieron por la mitad, casi dieron el primer bocado cuando una oveja se les quedo mirando delante de ellos, parada sin hacer un solo musculo.

Los tres mantenían una batalla de miradas fijas.

Los dos sabían que la oveja no se iba a ir hasta comerse el pastelíto de queso, tenían que hacer algo, o acabaría peor.

Sparx partió un trozo de su pastelíto de queso y se lo tiró a la oveja. La oveja agarro el trozo con la boca y se fue corriendo.

-¡Ufff! -bufaron los dos.

Volvieron a intentarlo de nuevo, a la de tres iban a morderlo.

-Una, dos y tres-.

Justo cuando iban a dar otra vez el primer bocado. La oveja se abalanzo sobre Sparx y empezó a morder el pastelíto de queso entero con la boca. Sparx agarro el pastelíto de la punta para sacárselo de la boca de la oveja.

La libélula y la oveja mantenían una batalla furiosa con el pastelíto, que estaba llamando demasiado la atención. Unos cuantos mabus y libélulas de alrededor oían los gritos y gemidos de la tonta pelea que se estaba provocando. Incluido el padre de los dos acabó oyendo la pelea sin saber que se trataba de sus hijos. ¿Que esta pasando?, se pregunto pensando.

Spyro le decía a su hermano que parara, que la oveja ya había ganado, que ya no importaba. Pero no, Sparx continuó forcejeando con la oveja y decía: "Ningún estupi-do animal me va a ganar". Ya parecía que no iba a llegar a ningún punto, hasta que Sparx hizo que la oveja soltara el pastelíto tirándola junto a un montón de herramíen-tas de jardinería, un rastrillo que estaba parado sobre una tienda acabo cayendo sobre la tapa de una caja de madera que al golpearla se abrió la caja tan fuerte que salieron los tornillos, golpearon contra un bastón de metal de un anciano mabu del uno boto y salio disparado hacía la derecha. Spyro y Sparx contemplaban el efecto encadenado que provocaron ellos mismos, el tornillo rompió un candado que cerraba la puerta de un corral que contenía como a unas diez gallinas, las gallinas salieron corriendo como locas descontroladas, una de ellas que no veía nada choco con un mabu que estaba parado encima de su carro, el mabu cayo y el grito que hizo asusto a los caballos que salieron corriendo con el carro puesto, los caballos provocaban tanta destrucción que

todo el mundo corría despavorido por distintas partes.

Durante su camino de destrucción, el carro golpeo una de las patas de una torre de agua, el golpe hizo temblar demasiado fuerte el agua que contenía.

La pata rota se estaba rompiendo lentamente y el crujido que hacía era preocupante, cada persona se estaba mirando de par en par significando lo que se avecinaba, hasta Spyro y Sparx se miraron el uno del otro, y respondieron con un...

-Oh, oh.

La torre de agua se cayo y todo el agua que tenía dentro salió como una gigantesca hacía toda la gente, todos corrían lo mas rápido que podían pero fueron alcanzados por el agua y llevándose todo a su paso. Todos gritaban de auxilio pero Spyro y Sparx se lo estaban pasando a lo grande ya que parecían estar haciendo surf.

La ola paró y todo el mundo todo dolorido. El padre de ellos que también fue alca-nzado por la ola, se despertó después de estar aplastado por una oveja, le salía agua por las dos orejas como si fuera una regadera, bufo y ahora lo único que tenía en mente ahora en mente era buscar a los responsables de esta atrocidad, y los responsa-bles los tenía a unos pocos metros, no sabía lo que les esperaban.

Spyro y Sparx reían como locos, nunca habían tenido una experiencia como esta, tenían ganas de volver hacerlo otra vez. Pero se les acabo la risa cuando vieron a su padre, no con una cara que parecía como las de siempre, les pareció que estuviera a punto de estallar como un volcán.

Ya en casa, su madre les reprochaba todo lo malo que habían hecho.

-¡Es que estáis locos! -grito la madre-. ¡Queréis matarme de un susto!.

-No -dijeron los dos al mismo tiempo.

Spyro tenía unas ganas de tirarse a un foso de arañas, como una opción de no seguir escuchando las regañinas de su madre. Los dos estaban muy enfadados por la destrucción que hicieron en el mercadillo, pero su padre no sentía el mismo que la madre, sentía otra cosa.

-¡Queréis morir!.

-No.

-¿Creéis me apetece que hagáis estas cosas?

-No.

-¡Ay, mirad! -la madre se apretó la cabeza-. Os vais a quedar encerrados en casa durante dos meses, excepto para ir al colegio.

-¡Que! -reprocharon los dos.

Los tres empezaron a discutir de una manera que parecía el idioma de los trols y la pelea parecía como cuando se enfadan por juegos en los que han hecho trampa.

-¡Basta! -grito el padre para que dejaran de pelearse-. ¿Cariñó, podrías a que lo ha-blaramos entre los tres, como hombres.

La madre acepto que su maridó les dejara hablar con ellos, después de eso, se fue.

-¿Porque que habéis hecho esto, hijos míos?

-¿Porque teníamos curiosidad?

-¿Porque queríamos divertirnos?

Pensaba en una forma de ayudarles a entenderles la fechoría que habían hecho.

-¿Veréis, hijos, sabéis por lo que tengo que hacer?.

Spyro y Sparx asomaron la cabeza para escuchar a lo que tenía que decirles.

-Ahora, tengo volver a ese mercadillo y disculparme delante de ellos, por todos los destrozos.

Los dos se sorprendieron al saber que su padre tenía que pagar la responsabilidad de los hechos. Que un hombre se disculpé delante de un montón de gente era lo mas humillante y vergonzoso que se le podría ocurrir.

-La culpa es nuestra si no hubiéramos cogido aquel pastelíto.

-Si ese maldita oveja no se la habría metido con nosotros.

Sparx siempre decía lo mas obvio.

-No, no, la culpa es mía, si no os hubiera traído, no habría pasado nada.

-No es culpa tuya, papa.

-Si, si que lo es, si no os hubieras molestado en quedaros aquí, podría haberme dado un susto que te vieran.

Spyro se sentía un poco culpable por lo que hizo, pero lo ultimo que dijo su padre le sonó muy raro.

-¿Que quieres decir, con que me hubieran visto?.

-Eso es algo que entenderás con el tiempo, lo entenderás con el tiempo.

Spyro se sentó junto a su hermano, pensando en ese frase, una frase que le seguiría dando vueltas por el resto de su vida.

-Bueno, hermano, ¿que hacemos durante dos meses? -Pregunto Sparx a Spyro.

Spyro no hacía caso a su hermano, en lo único que pensaba era en la frase que no podía sacársela de la cabeza.

-Lo entenderás con el tiempo -se dijo Spyro a si mismo.

Durante días le pregunto a su padre que quería con ese frase, pero el le buscaba una excusa para hacerle olvidar, al final de unos meses dejo de preguntárselo, y dejo que esa se quedara en su mente como un misterio que nunca podría resolver.

Spyro le gustaba siempre recordar grandes momentos, pero tenia que volver a la realidad, y seguir con el juego, para si dejar como un tonto a Sparx.

-Ah, si lo recuerdo. Dios no me gustaría volver a encontrarme con ese oveja.

-Anda pues es esa una de las cosas que son típicas de Sparx "el molón", pelearte con ovejas.

-Spyro, todo eso no cuenta, todos eran errores tontos -reprocho Sparx.

El plan de Spyro estaba funcionando cada vez esta mas cerca de donde se escondía Sparx.

-Pues todos esos errores a los llamas tu "tontos" hicieron que ganara yo-.

Spyro se dio cuenta de donde estaba, detrás de una roca en la parte mas baja de un montón de tierra, se dirigió ahí lo mas rápido, pero sigilosamente para tomarlo por sorpresa.

-A sí, pues mira nunca podrás ganarme en este juego, ¿entiendes Spyro?- Sparx esperó una respuesta de Spyro pero no se oyó nada.-Spyro, ¿estas ahí?.

Sparx dio vuelta a la cabeza y no vio a nadie. No tenía de donde estaba Spyro, pensó que ya se había a buscarle por todas partes, pero entonces cuando giro la cabeza.

-¡Bu! -grito Spyro.

Sparx se asusto tanto que voló tan rápido que se choco con una rama, casi iba a caer bruscamente contra el suelo cuando Spyro le agarro con la boca justo a tiempo.

-¡Suéltame! -ordeno Sparx.

Spyro soltó a Sparx.

-Dios, ¿es que... quieres... matarme? -dijo Sparx intentando respirar

-Ja, te he ganado -.

-Spyro, eso no cuenta, has hecho trampa -dijo Sparx dando su ultimo respiro.

Spyro se sintió satisfecho de ver a su hermano gritar y golpearse tontamente.

-Sí, pero mira el lado bueno. Has hecho el grito que siempre habíamos estando esperando.

Eso se refería, a un día, hace años, estaban con sus amigos acampando, contando historias de miedo, todos se asustaron de una manera que era para partirse de risa. Spyro y Sparx apostaron que si algún día uno de los dos se asusta de la misma forma, se tendría que quedar a dormir afuera en la oscuridad, durante una semana, y ahora Sparx se asustado.

-Ahora vas a tener que quedarte esta noche durmiendo afuera.

-¡Que!, eso no es justo -reprocho Sparx golpeando el puño contra la tierra.

Spyro río descaradamente.

-Vamos, seguramente tu te habrías asustado del mismo modo.

-Si, y yo me lo creo.

En eso mismo sin darse cuenta, una libélula se les apareció de repente y los asusto a los dos.

-¡Buuu! -grito la libélula.

Spyro y Sparx cayeron por la colina como dos chompies cuando persiguen a una persona considerándola como comida.

La libélula que los había asustado era azul, con unas alas muy blancas y brillantes, y unos ojos dorados. Esa libélula la conocían, era uno de su grupo de amigos, se llamaba Arya.

Spyro y Sparx cayeron de culo, y luego quedaron bocabajo, haciendo ruidos de dolor. Sabían que fue una libélula la que les asusto.

Arya rio descaradamente.

-¿Arya, que haces aquí? -pregunto Spyro poniéndose de patas.

-Ver como dos tontas libélulas se comportan como niños y luego se dejan caer por culpa de una simple libélulita -dijo Arya sarcásticamente.

-¿Te parece que somos unos críos? -pregunto Sparx con ganas de hacerle la misma broma.

-Bueno, un crío no se caer en la misma piedra.

Sparx se quejo.

-Vale, Arya ¿a que has venido? -preguntó Spyro con un tono muy sarcástico.

Ayra tenía ganas de seguir diciendo chistes humillantes sobre ellos, ella también pensaba era unos hermanos muy unidos, tal para cual. Pero tenía que mencionarles por que había venido.

-Os recuerdo que esta noche es el Festival de la Cosecha, y tendréis que prepararos para los Juegos de la Cosecha, a no ser que que querías que Turk gane otra vez.

-Como, imposible, lleva dos años ganando, no puede ser que gane otra vez -dijo Spyro sorprendido.

-Y que tendréis que buscar pareja para el baile. Tal vez se lo pida a Turk que sea mi pareja -Arya los puso a prueba.

-Ya se lo que quieres -Sparx intento adivinar lo que quería. -Quieres que crea que vas a ir con Turk, pero en realidad es solo una excusa para que vaya contigo.

Sparx había dado en el clavo.

-Tu sigue soñando, libélulita -dijo ella y se fue volando.

-No sabe lo que se pierde conmigo -Sparx hizo el molón de nuevo.

Spyro chisto.

Siempre pensaba que había alguna conexión entre ellos dos, no como ese tipo de amigos que son que tienen mucho en comun, sino mas bien, que son el uno para el otro. Hasta sus amigos siempre pensaban que alguna vez Sparx le diría si sentía algo por ella, tal vez.

-Vale, volvamos a casa quedemos lo bastante elegantes para esta noche -dijo Sparx marchoso-. ¡Va a ser bestial!.

-Si, va a ser bestial -dijo Spyro con un tono muy ausente.

Spyro siempre temía lo mismo, cada vez que iba al Festival de la Cosecha el era el solitario, nadie quería ir con el ya que era o para ellos era, una libélula grande, púrpura, de cuatro patas y no sabía volar. En vez de estar bailando en el festival junto a alguna libélula, el se quedaba sentado en una roca colocada en un rincón de la fiesta viendo como su hermano se lo pasaba en grande. Cada quería estar ahí junto con el resto de amigos y familia, pe-ro siempre pasaba lo mismo. A todos le encantaban el Festival de la Cosecha, pero para Spyro no, ya que era el único lugar donde se sentía mas solo que en ningún otro lugar.

Volviendo para casa, Sparx pensaba en todo lo bien que lo iban a pasar el y su hermano, pero el no tenia ni idea por lo que estaba pasando Spyro, el siempre estaba tan de marcha que no sabía que siempre se quedaba solo en el festival.

Durante el camino, Sparx noto que Spyro estaba demasiado callado.

-¿Oye Spyro, te pasa algo? -pregunto Sparx por curiosidad, al ver a su hermano como deprimido.

-No... no... pasa... nada -tartamudeo Spyro y al mismo tiempo nervioso.

Sparx noto que algo no iba bien en Spyro.

-No en serio te pasa algo.

-¡No, no me pasa nada, vale!, estoy bien -grito Spyro con toda su enfado.

Sparx no entendía a que venia el enfado de Spyro, a lo mejor sería por algo que hizo o que dijo, pero imposible que estuviera enfadado en un gran día como El Festival de la Cosecha, podría estar nervioso. Podría estar nervioso por lo de esta noche, pensó el al estar ya en la puerta de casa.

-¡Ya estamos aquí! -saludaron los dos.

-¡Hola! -saludaron los padres.

Ya en casa, los dos entraron dentro y vieron a sus padres en el comedor preparando los aperitivos para el festival. La madre estaba preparando uno de esos pasteles de frutas y galletas con forma del símbolo del pueblo, el gran salvador de todas las libélulas, la majestuosa avispa gigante, algunos pensaban que hacer comidas o manualidades de la avispa majestuosa haría que volviera para ayudarles a su pueblo y gente de la maldad de Skylands.

Se decía la leyenda, que una vez hubo una avispa muy poderosa llegado desde los cielos, para salvar a todas los insectos, entre ellos las libélulas, como también era un insecto decidió ayudar a todos los insectos que vivían en un mundo de oscuridad y gente que solo sabía destruir y provocar el caos, se los llevaría a un lugar mejor donde todos vivirían en paz. Pero la avispa desapareció, y no volvió nunca mas. Así que hacer cosas con la forma de el, volvería para agradecerlo por todo lo que hizo por ellos y también para salvarles por si alguna vez estuvieran en peligro de nuevo.

Su padre estaba haciendo uno de esos arrollados de carne que siempre hace, aunque los hace tan mal que quedan asquerosos, el siempre decía que hacía los mejores arrollados de todo Skylands, pero no era verdad, eran malísimos. Cuando todo el mundo se los comía les daban unas ganas terribles de vomitar, hasta algunos se aguantaban, y decidió hacer eso como un concurso. Cada año traía esos arrollados al festival y les proponía comérselos todos, el que mas se aguantaba las ganas de vo-mitar ganaba.

-Vamos madre, preparanos algo rico de comer, porque esta noche lo vamos a lo ¡grande! -dijo Sparx con toda la emoción.

-Así hijo, por que no te comes uno de mis arrollados -dijo el padre con sarcasmo.

-Ah no papa, no pienso comérmelos hasta que una libélula estalle.

-Quieres decir que te vas a quedar parado viendo como tus amigos explotan de asquerosidad, mientras tu te quedas hablando con las libélulitas -dijo la madre.

-¡Oh!, vamos mama, no me digas esas cosas -se quedo avergonzado Sparx.

El padre, la madre y Spyro se rieron de Sparx.

Spyro no estaba muy de risas, tenia cosas que pensar, como: que otra vez iba a ser rechazado en el festival. Se fue andando a su habitación sin que nadie se diera cuenta.

Los demás seguían riendo, pero Sparx se dio cuenta de que su hermano se había ido en vez de quedarse con la familia.

-¡Spyro! -grito Sparx, pero su hermano no respondió.

Sparx fue directo a la habitación de su hermano para hablar con el. Y vio a su hermano jugando solo con su colección de maquetas de drows, parecía estar solo y vació, no estaba emocionado como lo estaba siempre, esta vez tenia que decirle de una vez que le pasaba.

-Hermano?

-Que -respondió refunfuñando.

-¿Te pasa algo?

-No, no me pasa nada.

Se dio cuenta de que otra vez empezaba a actuar de mala manera.

-No en serio, ¿te pasa algo? -quería ya que le diera una respuesta.

-No, no me pasa ¡nada! -grito Spyro tirando los muñecos que tenia en la mano a Sparx.

Sparx nunca había visto enfadado a su hermano de esa manera.

Los dos se miraron mutuamente sin decirse algo.

-Si, pasa algo -Spyro se puso ya tranquilo.

-¿Que es? -puso su mano en su hombro.

-Que tengo miedo.

-¿Miedo de que?

-Miedo a que otra vez tenga que volver a quedarme solo en el festival, que sea rechazado otra vez, que sea el único que no haga nada mientras todos se divierten mientras yo me quedo en ese rincón aburrido como siempre.

Sparx busco el consejo adecuado para el.

-Spyro -Sparx puso sus manos sobre los hombros de Spyro.

Spyro miró fijamente a Sparx.

-Aunque estés solo siempre me tendrás a mi para protegerte. ¿Por que es?.

-Porque somos hermanos -le respondió Spyro.

-Porque somos hermanos. Vamos seguro que esta noche te consigo a alguien para el baile.

-Lo prometes.

-Lo prometo.

-¡Vamos!, que hay que estar loco para estar solo sin nadie en esta noche glamurosa -se puso marchoso Sparx otra vez.

Spyro rio.

No estaba muy convencido de lo que dijo Sparx, no sabía si se había dado cuenta de lo mal que se sentía Spyro. Había momentos en los que Sparx se comportaba como un egoísta y este era una de esas veces, pero el le habría que iba a ser diferente, hacía que tendría que confiar en Sparx, si no, ya no sabría que hacer con el.