N/A¡lo logré, ya soy bachiller! Y para celebrar, mando este capítulo, pequeño, pero con mucho cariño. Espero lo disfruten.
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20. Nuestro santuario
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-No se – dijo Harry, acostándose en su cama completamente vestido y mirando fijamente hacia arriba. No sentía curiosidad alguna acerca de R. A. B: dudaba que volviera alguna vez a sentir curiosidad. Mientras estaba allí, se dio cuenta de repente que los terrenos estaban silenciosos. Fawkes había dejado de cantar. Y el supo, sin saber cómo, que el ave Fénix se había ido, había dejado Hogwarts para siempre, justo como Dumbledore había dejado la escuela, había dejado el mundo... Había dejado a Harry.
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Una leve brisa llegó a su piel. Sintió un poco de frío. Talvez por su misma soledad. Así que cerró las cortinas de su cama buscando un santuario. Y entrando en una oscuridad más profunda donde ni siquiera la Mano de Gloria podría encontrarlo. Respiraba. Solo eso. Se limitaba a respirar. Un paso a la vez.
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Silencio conjuró una voz proveniente de su misma cama.
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El corazón de Harry se aceleró frenéticamente. No recordaba donde estaba su varita.
Lumus
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De la punta de una varita salió una pequeña luz.
-esta vez si sirvió- la capa invisible se dejó a un lado y apareció el rostro de Ginny Weasley frente a él.
-¿Cómo llegaste hasta aquí?- preguntó el ojiverde un poco consternado.
Ella miró a su derecha y Harry encontró la respuesta, la Barredora nº5 levitaba cerca de Ginny,
-te dije que debería recordar Winwardium Leviosa… después de todo es un hechizo de primer curso- dijo ella recordando su momento en la biblioteca.
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Harry no pudo evitar sonreír a Ginny, ella tenía puesto el abrigo de él y se veía francamente adorable. Se apoyó en sus codos para observarla mejor, el cabello suelto y aún enmarañado, la débil luz le marcaba las pecas del rostro, entonces recordó su nota personal: contaría sus pecas, sus hermosos ojos marrones le miraban tan expectante como él a ella. Y un hermoso rojo tomate asomado en sus mejillas. –no podía dormir- admitió Ginny. Hacía pocas horas que había tomado el Felix Felices, que había luchado contra Amycus, que Dumbledor había fallecido… simplemente eran muchos eventos en su mente y no podía encontrar la paz, así que se puso el abrigo de Harry y decidió ir con él.
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-Accio varita- susurró Harry mientras se sentaba para quedar frente a ella. Al tenerla en su mano la agitó y hechizó las cortinas para que nadie se acercara a ellas, no quería compartir con nadie más esa noche. Sus brazos se abrieron para recibir a Ginny en ellos. Ella se aferró a su espalda y a su cuello susurrando a su oído: gracias.
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Se acostaron, abrazados aún con el uniforme del colegio. A la cabecera de la cama Ginny colocó su varita y el frasquito del "fuego azabache". Permanecieron en silencio perdidos en la mirada del otro por un buen rato hasta que Ginny se dio cuenta que necesitaba expulsar se su organismo muchos pensamientos pendientes, y sabía que Harry lo necesitaba también.
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-el felix felices nos ayudó mucho- realmente no sabía por dónde empezar, tenía tantas cosas por agradecerle que esto fue lo primero que se le ocurrió. –sin él, no sé que hubiéramos hecho-
Harry sonrió triste –no fue tanto la poción, Gin, tu eres una excelente bruja-
-porque no sólo dejas que hable…- dijo ella con una ternura indescriptible, Harry asintió.
-siempre te las ingenias para protegerme, eres mi… héroe personal- Harry se sonrojó hasta la base del cabello, orejas incluidas.
-es cierto- dijo ella sonriendo y acariciándole el cabello rebelde que tanto le gustaba –la vez en el departamento de Ministerios, cuando te colocaste justo frente a mí para que Bellatrix no usara el crucio conmigo- dijo en un susurro a pesar de tener el hechizo silenciador en la cama. –gracias…-
-lo hice porque me importas- admitió Harry –al principio eras la hermanita que nunca tuve, la familia que nunca tuve, cuando llegué por primera vez a la madriguera y tu mamá me preparaba comida, y jugábamos quidditch, eran la primera familia que me trataba como alguien normal, era solo Harry- tomó aire y continuó –antes de eso, nadie había cuidado de mi, una vez me resfrié, recuerdo que la fiebre era muy alta, y aún así tía Petunia no me sacó de la alacena bajo las escaleras- Ginny estaba francamente furiosa –tenía 5, talvez 6 años, cuando me di cuenta que no tenía hogar- los ojos de Ginny se cristalizaron.
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Entonces una pregunta se apoderó de él -¿y que hay de la cascada de agua helada?
-…es que en Fgancia los dogmitogios de las niñas no tiene ese hechizo tan baggbago, entonces- dijo la pelirroja mientras movía su cabello con la mano –se me ocuggió que en Hogwagts tampoco.
Sonrieron. Tal parece que el hecho de que la señora Weasley y Ginny aceptaran a Flema en sus vidas, no era motivo para dejar de burlarse de ella.
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Harry acarició el cabello de Ginny, uno de sus deberes favoritos de novio. Su mano bajó hasta su espalda y con la mayor delicadeza rozó su tatuaje. Éste detalle tan simple logró en Ginny un tierno escalofrío y un precioso ronroneo que lo volvía loco. Después de todos los malos ratos que había pasado esa noche, ella era lo que necesitaba para sentirse a salvo.
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-lo voy a extrañar- admitió Ginny refiriéndose obviamente a Dumbledor –pero de alguna manera el canto del Fénix me ayudó a sentirme mejor, y sé que nunca nos dejará- estas eran las palabras que Harry necesitaba escuchar. –no estamos solos Harry, no estás solo –continuó como leyéndole la mente a su novio y mirando directo a sus hermosos ojos verdes. –También voy a estar contigo-
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El hechizo de Lumus había perdido su efecto. Pero Harry no sentía la oscuridad en el lugar. Sentía la respiración de Ginny muy cerca de él y escuchaba el sonido de las sábanas moverse mientras Ginny entrelazaba sus piernas con las de él y apoyaba su cabeza en su pecho.
-la noche que tuve más miedo en mi vida fue cuando me rescataste de la cámara de los secretos- Harry frunció el entrecejo mientras le acariciaba con su dedo pulgar la sien de ella.
-no tenías porqué, ya estabas a salvo…-
Ella sonrió –Tom apareció en mis sueños por casi un año y siempre era el mismo sueño… él sabía como atormentarme- Harry solo siguió oliendo su cabello, melaza, algo florido y el olor de la madera del mango de la escoba de Quidditch... Ginny.
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-entonces- continuó ella –de repente estaba camino a clases, y te vi pasar, caminabas con Ron y volteaste a verme… mi corazón casi se me sale por el pecho, y luego…- ella tragó saliva.
-Gin, no tienes porque recordar eso…- dijo Harry en un susurro en sus labios. –ya estás bien-
-pero lo necesito, Harry- él solo parpadeó asintiendo.
-y luego lo que recuerdo es tu rostro mirándome, estabas sucio y lleno de sangre, me preocupé por ti…, me ordenaste que saliera de la cámara, pero no lo haría, supe que talvez ibas a morir, entonces decidí que prefería morir junto a ti que,…-
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Pero Harry le puso un dedo sobre sus labios, -no lo digas-
-tenía once, Harry, cuando me di cuenta que te amaba- se acercó una vez más a sus labios y lo besó –que te amo-
Harry aspiró el dulce aroma de Ginny. Y de alguna manera lo supo.
-yo también te amo, Gin- y luego se acercaron y compartieron el más puro de los besos.
Apoyó su frente a la de ella, sin atreverse a abrir los ojos y descubrir que todo había sido un sueño.
Harry –le susurró ella- mira…
Al abrir los ojos se encontró con que probablemente si estaba en un sueño, Ginny estaba bañada por una potente luz blanca. Harry frunció el entrecejo. Y luego comprendió.
Sonrió y la luz se trasformó en rojo intenso. Haciéndola ver aún más bella. Ella le sonrió y subió la mirada a la cabecera de su cama. Una poderosa llama que en su interior era negra azabache y en sus bordes rojo intenso calentaba sus almas.
El resto de las horas que los separaba del amanecer pasaron durmiendo abrazados y unidos por el Fuego Azabache que iluminaba su santuario.
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