Capítulo 1
Me desperté por un dolor ardiente en mi cuello que estaba acompañado del sonido estridente de las olas del destino.
A tiempo para evitar que un mocoso me asesinara. Aunque no alcancé a salir ileso de todo, pues el mocoso logró cortarme de forma leve la mejilla. Gracia a Ball, conseguí paralizar al niño con un leve rayo de mi espada.
Liberé a Hinahoho y Pipirika de las cuerdas del pequeño mocoso asesino preguntándome en qué momento los envolvió. Amarre al pequeño rufián con la cara cubierta en vendas con la intención de interrogarlo, sin que volviera intentar asesinarme.
Hinahoho y Pipirika me dieron su apoyo.
El mocoso respondía mis preguntas, dándome solo una mirada indiferente. ¡Que frústrate!
—Como soy tu objetivo, supongo que Parthevia te mando, ¿cierto? —pregunté.
El niño siguió en silencio, solo dándome esa mirada helada e indiferente.
—Para un niño como tú, convertirse en asesino… es bastante extraordinario —dije haciendo una pause en medio de la oración pues por un momento considere ser grosero pero entonces vino a mi mente la imagen de mi madre, la cual no toleraría que fuera desagradable.
El mocoso se burló de forma breve soltando un pequeño bufido.
—Ahí, ¿acabas de burlarte? —Lo señale—. Oye, tienes un problema de actitud, ¿estas siquiera escuchándome?
El "inocente" querubín cubierto de vendas fallo en seguir mirándome con indiferencia, porque es sus filosos y serpenteantes ojos grises, noté el brillo de la ira que era tan común en la gente de mi villa. Lo cual no me sorprendía si yo tuviera que asesinar para vivir también tendría esa mirada ¿no?
Debe de utilizar esas vendas para esconder sus verdaderos sentimientos.
—No debería estar haciendo esto a tu edad, eres un niño compórtate como tal. No sé lo que has pasado, pero harás que tus padres estén tristes. —Le dije sin poder imaginarme que tan terrible tuvo que ser la situación de esa familia para que este niño terminara como un asesino. Parthevia no tiene perdón, usar niños tan jóvenes en misiones de asesinato ¡Que es esto!, ¡esa estúpida y maldita nación!— ¿Crees que puedes tener una vida apropiada haciendo esto? No puedes crecer como un hombre decente así, ¡¿entiendes?!
—Cállate —dijo el niño con un tono de voz demasiado agudo pero rasposo como su no hubiera hablado en semanas.
A mi me pareció que el mocoso solo estaba ladrado como un peligroso y rabioso perro que no mordía. Aunque en este caso creeré que él tiene toda la intención de matarme.
—Cuida tu actitud niño, ese es el problema del que te hablo, ¿no sabes que actuando así avergüenza a tus padres? —mencioné furioso.
—Es por esa razón —me dijo el mocoso, observé que su rostro (lo que no estaba cubierto por las vendas) se ponía rojo y como se tensó su cuerpo por la ira—, ¡que te dije que cierres la boca! —Su voz era demasiado aguda como la de una mujer. Dato que noté en su momento pero no le di importancia hasta más adelante, en ese segundo su voz solo me irritó—. Eres un idiota —me indicó el niño casi en un susurro— hace mucho que mis padres murieron…
Me lo esperaba, aunque no fuera mi primer pensamiento, era algo que Parthevia haría sin dudar. Los aldeanos de mi pueblo, ¿estarían bien?
—Padres, ¿eh? Los asesine cuando tenía 6 años —prosiguió el niño con un tono indiferente—, nunca entenderían lo bien que se sintió —el mocoso soltó tres carcajada gélidas—. ¿Qué tal?, ¿te dan escalofríos?
En respuesta a eso lo cacheteé.
—¡No digas eso con tanto orgullo, niño!, ¡no hay ningún orgullo en asesinar a tus padres! —dije.
Parthevia, daño a este mocoso de una forma irreparable. De verdad estarán bien, los aldeanos…
—¡Bastardo!, ¡no tienes derecho a tratarme así! —Me reclamo el mocoso, dándome una mirada desquiciada, antes de proseguir—. ¿Quién crees que soy?, ¡soy el jefe de los asesinos!,¡asesinar es mi trabajo! Mi mundo no es el mismo que el tuyo. ¡Cállate y déjame matarte, maldito animal!
—Vaya, niño —dijo Pipirika con mirada preocupada.
—Todos ustedes son mi presa —amenazó el niño cambiando su mirada desquiciada a una sin emociones—, respiren profundamente porque será la última vez, lo juro.
—Que un niño se convierta en un asesino, es tan lamentable —dije con lastima, imaginando como me sentiría yo, en su lugar, pero no lo conseguí, no podía verme levanto una arma contra ninguno de mis padres.
—¿Qué? —dijo el mocoso cambiando su semblante. Observé como sus ojos se atenuaron demostrando que estaba apenado—. ¿Por qué me miras así?,¡tú también eres un niño! ,¡no te burles de mí!, ¿¡me escuchas!?
Suspiré con frustración y cansancio, solo quería dormir y descansar, pero en cambio, casi fui asesinado, gracias a las olas del destino, eso no paso, pero ahora sé que Parthevia no se detendrá hasta matarme. Y seguirán mandando gente con este tipo de historia que me incomoda.
—¡Bastardo! —bramo el niño casi gruñendo como un perro.
Escucho grujidos en el techo.
Hinahoho, Pipirika y yo dirigimos nuestras mirada hacia arriba. Un pedazo del techo de la choza esta levantado, hay dos sombras, una de ellas nos tira una cosa metálica.
Nos apartamos, de esa cosa sale humo, la habitación se llena de un momento a otro, no podemos ver nada. Cuando el lugar se despeja, el mocoso ya no está, al igual que esas dos sombras.
Debí esperarlo, pero bueno al fin poder descansar.
¡Vaya aventura nocturna!
Debería volver a dormir pero antes veré si se marcharon. Me acerco a la ventana. Pipirika va por los guardias. Hinahoho se para a mi lado, tiene una mirada frustrada me pregunto: ¿Qué les está molestando?
Mirando por la ventana busco rastro de los asesino y no lo encuentro así que me quedo viendo la luna que en este lugar se ve más enorme, da la sensación de proximidad, una que no teníamos en Parthevia.
Logré distraerme por unos segundos pero vino a mi cabeza, todo lo que me molestó de esta noche:
Parthevia enviado un niño pequeño, ha asesinarme, no tienen decencia, no sé ni porque me planteo, si yo sé cómo sacrificaron las vidas de millones de hombres y jóvenes de Imperio de Reim. Todo por su estúpida guerra y para poder alcanzar el poder del calabozo de Baal. Para el Rey de Parthevia, su pueblo solo es un recurso sustituible, es ridículo y mi padre fue el primero en entenderlo.
Si yo no pudiera ver las olas del destino, ya estaría muerto, jamás hubiera podido salir del calabozo de Baal.
No entiendo que fue esa sensación en el cuello, sentí como si el cuello se me hubiera partido, fue horrible, en definitiva prefiero el rugir de las olas.
Dejé de mirar la luna llena cuando un par de guardias Imuchakk acompañados por Pipirika entraron en la habitación. Me interrogaron a igual que a Hinahoho mientras contestábamos sus preguntas no pude evitar pensar que no van a alcanzar a los asesinos.
—Déjelo así —les dije con una sonrisa cortes a los guardias que me miran con extrañeza.
—Pero, Sinbad —contestó Pipirika con estupefacción.
Le sonreí con alegría a la bella chica— no te preocupe, Pipirika, no van a regresar esta noche.
Los asesinos viven en la sombras ¿no? Los descubrimos así que no intentara terminar conmigo, al menos no por esta noche. No soy ingenuo me dije a mí mismo, sé que me volveré a encontrar con ese grupo de asesino, es inevitable, Parthevia no va a dejar de perseguirme y eso significa que no debo de preocuparme. Si algo no tiene solución para que me mortifico.
El par de guardias se retiró y acto seguido me acosté en el mismo sitio en el que dormía antes de que me atacara un loco niño. Les di las buenas noche a Pipirika e Hinahoho y me dispuse a dormir sin dudar.
Hinahoho y Pipirika miraron de forma incrédula como Sinbad se quedó dormido en pocos segundo fue más rápido que el cantar de un pingüino cantarín, a las seis de la mañana.
Él es tan extraño, pensaron ambos hermanos dándose una mirada tranquilizadora.
Es envidiable que pueda quedarse dormido tan tranquilamente después de que han intentado asesinarlo, pensó Hinahoho.
Como pudo dormirse así, tan despreocupado, no sintió que su vida ha sido amenazada, pensó Pipirika.
Hinahoho y Pipirika se recostaron e intentaron volver a dormir. Después de un rato Pipirika consiguió dormirse, el que no consiguió dormir tan sencillamente fue Hinahoho. Al joven guerrero Imuchakk le costó, pues él, no solo sentía agobio por lo que acababa de ocurrir hace un rato, sino que el joven se sentía todo un impostor y cuando el ser humano se siente culpable por algo, tenga o no tenga una razón válida es casi imposible conciliar el sueño, pero el joven Imuchakk es una persona fuerte y después de otro largo rato su necesidad primaria de descansar logra derrotar a su habilidad superior: el juicio.
Y que terrible es el juicio de uno mismo cuando está mal empleado.
El joven de 21 años duerme, un sueño profundo sin sueños significantes, por fortuna para él, no experimento ninguna pesadilla.
Nota: publicado en marzo 12 del 2022 actualizado el 8 de julio del 2022.
