Harry Potter: Una lectura distinta, vol. 5
Por edwinguerrave
Copyright © J.K. Rowling, 1999-2008
El Copyright y la Marca Registrada del nombre y del personaje Harry Potter, de todos los demás nombres propios y personajes, así como de todos los símbolos y elementos relacionados, para su adaptación cinematográfica, son propiedad de Warner Bros, 2000.
La Orden del Fenix
CAPÍTULO 1 Dudley demente
—Hoy comienza la lectura del quinto año en la vida de Harry James Potter —anunció la Sala—, un año donde se profundizan los cambios que se dieron vividos previamente. Es bueno recordarles que estos acontecimientos son vivencias del pasado, y como tal deben ser escuchados, analizados y reconocidos como parte de la historia que les ha traído hasta acá.
Comenzaron unos cuchicheos que se detuvieron cuando Samantha, sorprendida, leyó:
—Este pergamino se titula "Harry Potter y la Orden del Fénix". Lo que no entiendo es —se detuvo, volteó a ver a su esposo y preguntó—… ¿por qué este capítulo se llama Dudley demente?
—Creo que se explica ahí, amor —respondió Dudley, intentando recordar, a lo que Harry, entendiendo de que acontecimiento se trataba, asintió en silencio.
El día más cálido del verano se dibujaba en un cercano y soñoliento silencio, que se extendía por las grandes y cuadradas casas de Privet Drive. Los coches, que generalmente brillaban, permanecían polvorientos en las entradas de sus casas, y el césped que una vez fue de color verde esmeralda estaba seco y amarillento a causa de la prohibición del uso de las mangueras debido a la sequía. Privados de sus usuales lavados de coche y del riegue del césped, los habitantes de Privet Drive se habían retirado a la sombra de sus frescas casas, cuyas ventanas estaban abiertas de par en par con la esperanza de tentar una brisa inexistente.
—Fue un verano muy duro ese, ¿no? —preguntó Daisy, extrañada.
—Como en pocas veces se ha vivido, mi niña —respondió Molly, asintiendo gravemente.
La única persona que permanecía en el exterior era un adolescente recostado sobre una mata de flores, en la entrada del número 4.
—¿Apuestas? —saltó JS, a lo que Lucy, dándose cuenta del rostro de su tío, respondió:
—Es demasiado evidente que es tío Harry, Jamie.
—Recuerda cómo se sentía en la casa de los Dursley —remarcó Molls, provocando un bufido en JS y risas veladas en los demás jóvenes.
Él era flaco, de pelo negro. Un chico con gafas que tenía un aspecto pellizcado, ligeramente insano, el aspecto de alguien que ha crecido mucho en un corto espacio de tiempo. Sus pantalones vaqueros estaban desgarrados y sucios, su camiseta floja y descolorida, y las suelas de sus zapatillas estaban descascarilladas.
—Sí, el mismo acá presente —ratificó Harry al notar las miradas en sí. James, extrañado, le preguntó:
—Hijo, ¿y por qué no comprabas ropa? Digo, al menos de la muggle.
—Porque eso le habría indicado a tío Vernon y tía Petunia que recibía dinero de alguna parte, porque lo que era mi "mesada", hacía mucho que no la veía.
—Tuney… —rumió Lily, molesta con la actitud poco gentil de su hermana, pero a su vez adolorida por lo que se narraba de su hijo junto a ellos.
La apariencia de Harry Potter no cautivaba a los vecinos, quienes eran la clase de personas que se creen que la gente desaliñada debe ser punible por la ley, pero como aquella tarde se escondió tras una gran mata de hortensias, resultaba poco visible a los transeúntes. De hecho, la única forma por la cuál sería descubierto era si tío Vernon o tía Petunia pegaban sus cabezas en la ventana de la sala de estar y miraban a la mata de flores.
Harry pensó que era buena idea el hecho de esconderse ahí. Tal vez no estuviera cómodo tumbado en el cálido y duro suelo, pero, por otra parte, nadie le miraba de malas maneras, haciendo rechinar sus dientes tan alto que no podía escuchar las noticias, o haciéndole preguntas obscenas, como le ocurría cada vez que intentaba sentarse en el sofá de la sala de estar para ver la televisión con sus tíos.
—Parece que cada año vivir con los Dursley se te hacía más duro, ¿no, Harry? —preguntó Neville, impresionado como muchos de los contemporáneos de Harry que poco y nada sabían sobre esa etapa de la vida de su amigo.
—Sí, Neville, así es —Samantha se detuvo al ver que Harry tomaba aire—, y más a partir de ese verano en particular, con todo lo que había vivido y que ya leímos.
—No lo dudo, hijo —exclamó James quedamente.
Casi como si este pensamiento hubiese revoloteado a través de la ventana abierta, Vernon Dursley, el tío de Harry, habló de repente:
—Me alegra ver que el chico ha parado de meterse por medio. ¿Dónde está, de todos modos?
—No lo sé –dijo tía Petunia—. No está en casa.
Tío Vernon bufó:
—Mirando las noticias... –dijo mordazmente—. Me gustaría saber qué se trae entre manos. Como si a un chico normal le importaran las noticias… Dudley no tiene ni idea acerca de lo que se cuenta en las noticias; ¡dudo si sabe quién es el Primer Ministro! De todas formas no debe haber nada de sus noticias en nuestras noticias.
—Pues yo sí me intereso por las noticias —dijo Al, con tono de entendido—, mientras pueda y me dejen, claro.
—Porque eres un Alburrido —replicó, sorpresivamente, Louis. A la mirada sorprendida de su primo, exclamó, señalando a Rose—. ¡Así te dice Rosie y no te quejas!
—Te la voy a cobrar, Louie, y bien sabes que yo no olvido.
—Niños… —el llamado de la abuela Molly no pasó desapercibido, así Samantha pudo seguir la lectura.
—Vernon, ¡shh! —dijo Tía Petunia— ¡La ventana está abierta!
—Oh, sí, perdón, cariño.
Los Dursley se quedaron en silencio. Harry escuchó un anuncio de cereales Fruti'n'Bran mientras observaba a la señora Figg, una rara anciana amante de los gatos procedente de la cercana Wisteria Walk. Ella fruncía el ceño y murmuraba para sí misma. Harry se alegró de estar oculto por el arbusto, ya que últimamente la señora Figg le ofrecía té cada vez que se encontraban por la calle.
—Estaba siendo amable, Harry —mencionó Lily.
—Demasiado amable para mi gusto —comentó Harry, derrotado, para después aclarar—; con el tiempo descubrí por qué. Pero sigamos.
Dobló en la esquina y desapareció de vista justo antes de que la voz de tío Vernon flotara otra vez fuera de la ventana:
—¿Dudders ha ido a tomar el té?
—¿Quién? —preguntó Violet, extrañada.
—Creo que es el señor Dudley —dijo Rose, frunciendo el ceño—, recuerdo que se leyó que así lo llamó el tío Vernon en el capítulo cuando se narró la llegada de la tía Marge: ¿Quieres venir; Dudders?
—Si tú lo dices —murmuró JS, provocando risas veladas.
—Al Polkisses –dijo tía Petunia cariñosamente—. Tiene tantos amigos y es tan popular...
Harry suprimió una carcajada con dificultad. Los Dursley siempre fueron asombrosamente estúpidos en cuanto a lo que su hijo Dudley se refiere. Se tragaron todas sus mentiras acerca de que se iba a tomar té cada noche con los miembros de su banda. Pero Harry sabía perfectamente que Dudley no se iba a tomar té a ningún lado; él y su pandilla se pasaban cada tarde haciendo gamberradas en el parque, fumando en las esquinas de las calles y lanzando piedras a los coches que pasaban y a los niños.
Las miradas de muchos convergieron en Dudley, quien se había ruborizado, pero que con voz firme dijo:
—No puedo negar que es verdad, en esa época fui un verdadero prospecto de delincuente juvenil.
—Gracias a Dios ya no lo eres —reconoció Samantha, acariciándole el antebrazo.
—Gracias a la disciplina de los estudios y a ti, sobre todo.
Harry los había visto durante sus paseos por Little Whinging; había estado la mayor parte del tiempo deambulando por las calles, buscando periódicos en los contenedores de basura dispuestos a lo largo de su recorrido.
La música de apertura que anunciaba el comienzo del telediario de las 7 de la tarde alcanzó los oídos de Harry, y su estómago resonó. Tal vez aquella noche – tras un mes de espera – sería la noche.
—¿En qué sentido, papá? —preguntó Lilu.
—En que se revelara la verdad sobre el regreso de Voldemort —respondió Harry.
—Pero, ¿en el telediario muggle? —repreguntó Frank, extrañado—. Dudo que ahí saliera una información tan inherente a nuestro mundo.
—Quizás por la experiencia con Sirius —aclaró Harry—, supuse que se trataría de la misma forma, tipo "un líder terrorista ha regresado", o algo así.
—Veamos a ver que salió —dijo Samantha, quien se había adelantado a la lectura.
—Record de veraneantes llenan los aeropuertos de España, la huelga de los controladores de equipaje se halla en su segunda semana.
—Tomándose una larga siesta, es lo que yo haría –gruño tío Vernon tras oír la frase del locutor, pero eso no importaba: fuera, en la mata de flores, el estómago de Harry pareció aflojarse. Si algo había ocurrido, seguramente habría sido la primer noticia; la muerte y la destrucción eran más importantes que unos viajeros parados.
Profirió una larga y lenta exhalación y se fijó en el brillante cielo azul. Cada día de aquel verano había sido lo mismo: la tensión, el ansia, el alivio temporal y, después, la tensión ascendiente otra vez... Y, después, cada vez más insistente, la pregunta de por qué todavía no ha ocurrido nada.
—Porque, según recuerdo —intervino el profesor Dumbledore, con voz calmada—, no había ocurrido nada como para que trascendiera a las noticias muggles.
—Creo entenderlo, profesor —dijo Lily, tomando la mano de Harry—. Me recuerda a como se sentía James los primeros días de nuestro encierro, sin saber que hacer o lo que estaría ocurriendo fuera de las paredes de la casa.
Padre e hijo asintieron en silencio.
Continuó escuchando, sólo en caso de que hubiera algún indicio, no reconocido por los muggles – alguna extraña desaparición, quizá, o algún accidente extraño... Pero tras la noticia de la huelga de los controladores de equipaje, la siguió una sobre la sequía en el sureste ("¡Espero que esté escuchando junto a la puerta!" bramó tío Vernon. "¡Él, con sus aspersores encendidos a las tres de la mañana!"), después, un helicóptero que casi se estrella en un campo en Surrey; después, una famosa actriz se divorcia de su marido ("Como si nosotros estuviéramos interesados en sus sórdidos asuntos", dijo tía Petunia, que había seguido el caso obsesivamente en cada revista en la cuál pudiera poner encima sus huesudas manos).
Harry cerró los ojos ante el resplandeciente cielo de la tarde, al mismo tiempo que el locutor decía:
—Y, finalmente, Bungy el periquito ha encontrado un novedoso método para mantenerse frío este verano. ¡Bungy, que vive en Las Cinco Plumas, en Barnsley, ha aprendido a practicar el esquí acuático! Mary Dorkins ha acudido al lugar para saber más sobre el asunto.
Harry abrió los ojos. Si habían conseguido que un periquito practicara el esquí acuático, no había nada más digno de audiencia.
—Cosas de muggles —exclamó CJ, provocando la risa de su padre y su tío.
Empezó a dar vueltas cuidadosamente hacia delante y se puso a cuatro patas, preparado para gatear bajo la ventana.
No se había movido ni tan siquiera 3 centímetros cuando ocurrieron varias cosas en una rápida sucesión.
Un ruidoso crack hizo eco y rompió el somnoliento silencio como un balazo (—¿una desaparición? —preguntó Teddy, a lo que Remus y Tonks asintieron en silencio); un gato salió corriendo como un rayo de debajo de un coche aparcado y desapareció de la vista; un alarido, un bramido y el sonido de la porcelana rota salieron de la ventana de la sala de estar de los Dursley, y, como si fuera la señal que Harry había estado esperando, dio un brinco al mismo tiempo que sacaba de la pretina de sus pantalones una varita de madera, como si desenfundara una espada – pero antes de poder levantarse por completo, su cabeza chocó contra la ventana abierta de los Dursley. El golpe hizo gritar a tía Petunia aún más estrepitosamente.
Harry sintió como si su cabeza se hubiera partido en dos. Con lágrimas en los ojos, se tambaleó, intentando concentrar la vista en la carretera para descubrir la procedencia del ruido, pero apenas se había puesto derecho cuando dos grandes manos púrpuras le alcanzaron a través de la ventana y se cerraron firmemente en torno a su cuello.
—¡Guárdala! –gruñó tío Vernon en el oído de Harry– ¡Antes de que alguien la vea!
—¡Suéltame! –jadeó Harry. Estuvieron forcejando durante algunos segundos. Harry tiraba de los dedos como chorizos de su tío con su mano izquierda. Con la derecha apretaba con fuerza su varita levantada; entonces, como el dolor de cabeza de Harry causó un particular y repugnante latido, tío Vernon gañó y soltó a Harry como si hubiera recibido un electroshock. Alguna clase de fuerza invisible parecía haber surgido a través de su sobrino, haciéndole imposible de sujetar.
—Interesante —soltó Dumbledore, con voz calmada, mientras varios en la Sala expresaban su molestia con bufidos y gruñidos.
Jadeando, Harry cayó hacia adelante sobre el arbusto de hortensias, se puso de pie y miró a su alrededor. No había ninguna señal de lo que había causado el sonoro y crujiente sonido, pero había varias caras entornando los ojos a través de diversas ventanas cercanas. Harry guardó rápidamente su varita en sus pantalones e intentó parecer inocente.
—¡Bonita tarde! –gritó tío Vernon, haciendo gestos con las manos a la vecina del número siete, que los miraba encolerizadamente tras sus cortinas– ¿Ha oído el petardeo de ese coche ahora mismo? ¡A Petunia y a mí nos ha dado un buen susto!
Continuó riéndose burlonamente de una forma horrible y maníaca, hasta que todos los vecinos curiosos desaparecieron de sus ventanas. Entonces la risa burlona pasó a ser una mueca de furia tan pronto como llamó a Harry para que fuera hacia él.
—Hipócrita —rumió su molestia James—, doble cara, hijo de…
—James / Potter —exclamaron a dúo Lily y la directora McGonagall, haciendo que el aludido levantara sus manos en rendición.
Harry se acercó unos pocos pasos, teniendo cuidado de detenerse un poco antes del punto en el cuál las extendidas manos de tío Vernon pudieran continuar su estrangulamiento.
—¿Qué demonios significa eso, chico? –preguntó tío Vernon con una voz ronca que temblaba de furia.
—Ni siquiera era capaz de llamarte por tu nombre, ¿no, papá? —preguntó JS, impactado.
—Creo que nunca me llamó por mi nombre —mencionó Harry.
—No, tío —ratificó Rose—; en los libros que se han leído no te ha llamado por tu nombre.
—Seguramente —insistió JS.
—¿Qué significa el qué? –dijo Harry fríamente. Siguió mirando de izquierda a derecha por toda la calle, aún con la esperanza de ver a la persona que hizo el ruido.
—Hacer un ruido similar al del disparo de una pistola.
—Yo no hice ese ruido –dijo Harry firmemente.
—No te va a creer —canturreó Dom, con tono de decepción.
—Suena como si ya te hubiera pasado —le interrogó Vic, extrañada al igual que Bill y Fleur.
—Sí, sabes que si me ha pasado —suspiró antes de decir—, más veces que las que me gustaría recordar.
—Sí quieres, lo podemos conversar más tarde en privado —sugirió Fleur, a lo que Dom asintió en silencio.
La delgada cara de tía Petunia, similar a la de un caballo, apareció junto a la ancha y sonrosada de tío Vernon. Ella parecía estar lívida.
—¿Por qué estabas escondido bajo la ventana?
—¡Eso es, bien dicho, Petunia! ¿Qué estabas haciendo bajo nuestra ventana, chico?
—Escuchar las noticias –dijo Harry con voz resignada.
Sus tíos se cambiaron miradas de asombro.
—Lo que dije —insistió Dom, suspirando.
—¡Escuchando las noticias!, ¿otra vez?
—Bueno, veras, cambian cada día –dijo Harry.
—¡No te pases de listo conmigo, niño!... Quiero saber exactamente qué es lo que te traes entre manos… ¡y no me digas más que estabas escuchando las noticias! Sabes perfectamente que tu mundo...
—Cuidado, Vernon —dijo Petunia, y tío Vernon bajó su voz tanto que Harry apenas podía oírla.
—Otra hipócrita más —machacó James. Molly, también molesta, asintió en silencio.
—¡Tu mundo no está en nuestras noticias!
—Eso es lo que vosotros creéis – dijo Harry.
Los Dursley le miraron con los ojos saltones durante unos segundos. Después, tía Petunia dijo,
—Eres un pequeño mentiroso. ¿Qué hacen entonces todas esas – ella también bajó el tono de su voz, y Harry tuvo que leer los labios a tía Petunia para adivinar la siguiente palabra– lechuzas si no te traen las noticias?
—¡Aja! –susurró tío Vernon con aire triunfal– ¡Sal de esa, chico! Como si no supiéramos que consigues todas tus noticias gracias a esos pájaros pestilentes.
—¿Tú no estabas suscrito a El Profeta? —intentó recordar Hermione.
—No recuerdo si para ese momento ya lo estaba —mencionó Harry—. Igual, nos bastábamos con que tú estuvieras suscrita.
Harry vaciló por un momento. Esta vez le costó un poco decir la verdad, si bien sus tíos posiblemente no sabían lo mal que se sentía al admitirlo.
—Las lechuzas... No me están trayendo noticias –dijo atonalmente.
—No me lo creo –dijo tía Petunia de inmediato.
—Yo tampoco –dijo tío Vernon enérgicamente.
—Esa sí sería una noticia bomba —dijo Frankie—, que le hubieran creído.
—Sabemos que estás tramando algo raro –dijo tía Petunia.
—No somos estúpidos, ¿sabes? –dijo tío Vernon.
—Eso es una noticia para mí –dijo Harry, y antes de que los Dursley pudieran llamarle de nuevo, se dio la vuelta, cruzó el césped, saltó por encima del muro del jardín y se fue andando a zancadas por la calle.
Una salva de aplausos se escuchó de parte de los más jóvenes de la Sala, aunque algunos mayores, incluyendo a James, Sirius y varios de la generación de Harry, también expresaban su regocijo por la reacción de Harry.
Esta vez se había metido en problemas, y él lo sabía. Más tarde tendría que enfrentarse con su tío y pagar el precio de su rudeza, pero por el momento eso no le importaba; tenía otras cosas más importantes en su cabeza.
Harry estaba seguro de que el sonido crujiente fue producido por alguien apareciendo y desapareciendo. Era exactamente el sonido que Dobby, el elfo doméstico, hacía cada vez que desaparecía. ¿Era posible que Dobby estuviera en Privet Drive? ¿Podría estar Dobby siguiéndole en ese mismo instante? En cuanto se le ocurrió ese pensamiento, se dio la vuelta y miró fijamente calle abajo, pero parecía completamente desierta y Harry estaba seguro de que Dobby no sabía cómo hacerse invisible.
Anduvo apenas consciente de la ruta que estaba tomando, por esas calles que tan asiduamente había recorrido últimamente que sus pies le llevaron a sus lugares predilectos automáticamente. Cada pocos pasos se volvía a mirar sobre su hombro. Algo mágico había estado cerca de él cuando estaba tumbado a lo largo de las agonizantes begonias de Tía Petunia, estaba seguro de ello. ¿Por qué no habían hablado con él, por qué no habían establecido contacto, por qué se estaban escondiendo ahora?
—Estabas ansioso por recibir noticias, hijo —comentó Lily, afectada.
—Y lo peor del asunto —comentó Alice—, es la frustración que me imagino que sentías.
—Exactamente, señora Alice —ratificó Harry, suspirando.
Y después con su máximo sentimiento de frustración, estuvo cerca de escaparse.
—Lo que dijiste, abuela —mencionó Paula, sonriendo a Alice.
Quizás no había sido un sonido mágico después de todo. Quizás estaba tan desesperado por cualquier signo de contacto del mundo al que pertenecía que estaba simplemente reaccionando desmesuradamente ante ruidos perfectamente ordinarios. ¿Podía estar seguro de que no había sido el sonido de algo rompiéndose en el interior de la casa de un vecino?
—No creo —dijo Teddy—, el sonido de la desaparición es característico e inconfundible, no importa si es una persona menuda o extremadamente grande.
Harry sintió un apagado presentimiento en su estómago y antes de darse cuenta, el sentimiento desesperado que había estado importunándole todo el verano, apareció de nuevo.
A la mañana siguiente se levantaría por la alarma a las cinco en punto y podría pagarle a la lechuza que le traía El Profeta… pero ¿había alguna razón para seguir obteniéndolo? Harry simplemente echaba una mirada a la portada antes de tirarlo a un lado como los demás días; cuando los idiotas que trabajaban en el periódico por fin se dieran cuenta de que Voldemort había vuelto, sería un titular de primera página, y eso era lo único de lo que tenía cuidado Harry.
—Entonces sí te habías suscrito —exclamó Hermione—, pero, ¿por qué sólo esperar que saliera esa noticia en la portada? Ah, bueno —terminó reconociendo—, seguro iba a cubrir toda la portada, como terminó pasando.
—No te adelantes —sugirió Harry, haciendo señas a Samantha para que continuara leyendo.
Si fuera afortunado, habría también lechuzas trayendo cartas de Ron y Hermione, sus mejores amigos, con la expectativa de que sus cartas no le trajeran las noticias que habían llegado hasta ahora.
No podemos decir mucho sobre tú-ya-sabes-qué, obviamente... No hemos estado contando nada importante por si nuestras cartas van por mal camino... Estamos un poco ocupados pero no puedo darte los detalles aquí... Está sucediendo una cosa importante, te lo contaremos todo cuando te veamos...
—Creo que lo primero lo escribió Ron —dijo Hermione—, lo siguiente sí fue mío, lo de las cartas y lo de estar ocupados; ya lo último parece también de Ron.
—Exactamente —dijo Harry, calmado—, decían mucho y a la vez no decían nada. Tranquilos —levantó la mano ante la replica que se venía de parte de Ron y Hermione—, ya lo hablamos, ese mismo año. Sigamos.
¿Pero cuándo iban a verle? Nadie se había referido a una fecha concreta. Hermione había garabateado "Espero que nos veamos muy pronto" en el interior de su tarjeta de cumpleaños, ¿pero pronto cuánto pronto era? Tan lejos como él podía traslucir de sus cartas, Hermione y Ron estaban en el mismo sitio, presumiblemente en la casa de los padres de Ron. Él apenas podía aguantar pensar en los dos divirtiéndose en La Madriguera mientras el estaba atrapado en Privet Drive.
—Y el último lugar donde estábamos era en La Madriguera —mencionó Ron.
—Así es —ratificó Hermione, sorprendida por la lectura.
De hecho, estaba tan enfadado con los dos, que había tirado lejos, sin abrirlas siquiera, las dos cajas de chocolates de Honeydukes que le habían enviado por su cumpleaños. Se había arrepentido luego, después de la marchita ensalada que Tía Petunia había proporcionado para la pasada cena.
—Harry —comenzó Lily, pero James la interrumpió:
—Estoy de acuerdo contigo, Harry. A nosotros al menos nos visitaban y pasaban algo de información, pero el nivel de aislamiento al que te sometían no se justifica.
—Mis razones tenía, James y Lily —replicó Dumbledore, calmadamente—, y posteriormente se lo hice saber a Harry, como seguramente se leerá más adelante.
¿Y con qué estaban Ron y Hermione ocupados? ¿Por qué no estaba él, Harry, ocupado? ¿No había probado su capacidad de control mucho más que ellos? ¿Habían olvidado todo lo que él había hecho? ¿No había sido él quién había entrado en el cementerio y había visto a Cedric siendo asesinado, y había estado en esa lápida donde casi murió?
—Una de las razones era esa, Harry —dijo Molly, tratando de cuidar sus palabras—, cielo, por todo lo que habías vivido en ese momento.
—Con el tiempo lo entendí, señora Molly, pero sí, me sentía muy molesto.
"No pienses en eso", se dijo Harry a sí mismo con severidad por centésima vez en ese verano. Ya era suficientemente malo estar recordando el cementerio en sus pesadillas, sin tener que rememorarlo estando despierto también.
Giró en la esquina hacia Magnolia Crescent; a la mitad del camino pasó delante del estrecho callejón donde había visto a su padrino por primera vez. Sirius, al menos, parecía entender cómo se sentía Harry. Hay que admitir que sus letras estaban tan vacías de noticias como las de Ron y Hermione, pero al menos contenían palabras de precaución y consolación en lugar de atormentantes indirectas: "Sé que esto debe ser frustrante para ti... No te metas en líos y todo estará bien... Ten cuidado y no hagas nada precipitado..."
—Palabras sabias, Canuto —le dijo Remus—, sobre todo en esos momentos.
Sirius sólo sonrió, permitiendo a Samantha continuar la lectura.
Bien, pensó Harry, mientras cruzaba Magnolia Crescent, giraba hacia la calle Magnolia y se dirigía hacia el oscuro parque infantil, que él había hecho cuanto Sirius le había dicho. Al menos había resistido la tentación de coger su baúl y su escoba y volar hasta La Madriguera solo. De hecho, Harry pensaba que su comportamiento había sido muy bueno considerando lo frustrado y enfadado que se sentía de haber estado atrapado en Privet Drive tanto tiempo, obligado a esconderse en arriates con la esperanza de oír algo que le indicara lo que Lord Voldemort estaba haciendo. Sin embargo, era un poco irritante que alguien que había estado en la prisión de los magos, Azkaban, escapado, intentado cometer el asesinato por el cuál había sido condenado la primera vez y huido con un hipogrifo robado, le dijera que no hiciera nada irreflexivo.
—En eso tienes razón, Cachorro —Sirius tuvo que admitir, muy a su pesar. Snape paseaba su mirada entre uno y otro, sin ninguna expresión adicional.
Harry saltó por encima de la puerta cerrada del parque y salió cruzando la reseca hierba. El parque estaba vacío como las calles de los alrededores. Cuando alcanzó los columpios se sentó en el único que Dudley y sus amigos no habían roto aún, pasó su brazo alrededor de la cadena y miró taciturno al suelo. No podría volver a esconderse en el arriate de los Dursley de nuevo. Mañana tendría que pensar en alguna manera fresca de escuchar las noticias. Mientras tanto, no había pensado en sus otras inquietudes, la perturbada noche, porque incluso cuando escapaba de las pesadillas de Cedric tenía inquietantes sueños sobre largos y oscuros corredores, todos con la muerte al final y puertas cerradas con llave, que él suponía que tenían algo que ver con la sensación de atrapado que tenía cuando se despertaba.
—Interesante —dijo Dumbledore quedamente, llamando la atención de Rose.
Algunas veces la vieja cicatriz en su frente le picaba incómodamente, pero él no era tan tonto como para contárselo a Ron, Hermione o Sirius, o como para suponer que ellos encontrarían eso interesante. En el pasado, su cicatriz le había dolido cuando Voldemort se estaba volviendo fuerte de nuevo, pero ahora Voldemort había vuelto y ellos pensarían que lo único que Harry intentaba era llamar la atención... Nada de qué preocuparse... Viejas noticias...
La injusticia era que todo brotaba en su interior, por eso él quería gritar con furia. ¡Si no hubiera sido por él, nadie habría sabido nunca que Voldemort había vuelto! Y su recompensa era estar atrapado en Little Whinging durante cuatro largas semanas, completamente fuera del mundo mágico, reducido a ocuparse de las agonizantes begonias para oír ¡cómo los periquitos hacían esquí acuático! ¿Cómo podía Dumbledore haberse olvidado de él tan fácilmente? ¿Por qué estaban Ron y Hermione juntos sin invitarle a estar con ellos? ¿Cuánto tiempo se suponía que tendría que aguantar a Sirius diciéndole que fuera un buen chico; o resistir a la tentación de escribir a El Profeta y contar que Voldemort había vuelto? Estos furiosos pensamientos giraban alrededor de la cabeza de Harry, y su interior se retorcía de ira como una bochornosa y suave noche cayendo a su alrededor, el aire lleno del olor templado, malos gases, y el único sonido del retumbante ruido del tráfico de las calles cercanas al parque.
—¡Vaya! —exclamó Ron, sorprendido como Hermione, los Weasley mayores, Remus, Sirius y el propio profesor Dumbledore—, estabas totalmente agobiado.
—¿Y todavía lo dudas? —machacó Harry, suspirando ruidosamente.
No sabía cuánto tiempo llevaba allí sentado en el columpio cuando las voces de sus meditaciones fueron interrumpidas y miró hacia arriba. Las farolas de las calles de alrededor arrojaban una borrosa luz suficiente para apreciar la silueta de un grupo de gente haciendo su camino a través del parque. Uno de ellos iba cantando fuerte una canción grosera. Los otros iban riéndose. Un suave ruido vino de sus caras bicicletas de carreras.
Harry sabía qué personas eran. La figura al frente era inconfundiblemente la de su primo, Dudley Dursley, poniendo camino a casa acompañado de su fiel pandilla.
Dudley estaba más vasto que nunca, pero un año de dura dieta y el descubrimiento de un nuevo talento había trabajado un cambio en su psíquico. Tío Vernon contaba con gran placer a todo el que quisiera escucharle, que Dudley se había convertido recientemente en el Campeón Júnior de Pesos Pesados de la Escuela de Boxeo del Sureste. "El noble deporte", como Tío Vernon lo llamaba, había hecho a Dudley incluso más formidable que en sus días de escuela primaria. Harry no estaba ni remotamente asustado de su primo porque él no pensaba que fuera motivo de celebración el que Dudley hubiera aprendido a dar puñetazos duramente y con más precisión. Los niños de los vecinos alrededor estaban aterrorizados de él –incluso más aterrorizados que de "ese chico Potter" quién, según ellos pensaban, estaba siendo atendido en el Centro de Seguridad San Bruto para Criminales Incurables.
—Si, ahí empezó mi transitar por el boxeo —comento Dudley—, que me ayudó a crear una cierta rutina y a, como diría, "mejorar" —entrecomillando la palabra— mi físico, a costa de convertirme en, como bien narra Harry, el líder de la pandilla.
Harry miraba las oscuras figuras cruzando la hierba y se preguntaba a quién habrían estado pegando esa noche. "Mirad alrededor", Harry se encontró pensando y mirándoles. "Vamos... Mirad alrededor... Estoy sentado aquí solo... Vamos, mirad...".
Si los amigos de Dudley le veían sentado allí, seguramente se irían derechitos hacia él, ¿y qué haría Dudley entonces? No querría perder su reputación delante de su pandilla, pero él había provocado terriblemente a Harry... Sería muy divertido ver el dilema de Dudley, mofarse de él, mirarlo, con su impotencia a responderle... y si alguno de los otros trataba de pegarle, Harry estaba preparado, tenía su varita. Dejemos que prueben... le encantaba dar rienda suelta a su frustración con los chicos que una vez habían hecho de su vida un infierno.
—¡Ya va, papá! —saltó JS, sorprendido—, ¿querías provocar a Dudley para que te provocara y sacar la varita?
—Emmm, sí, así es —admitió Harry después de suspirar. Varios lo miraron sorprendidos, incluyendo a Dumbledore, pero no dijo nada—. Hasta allí llegaba mi nivel de frustración, de ansiedad e incluso hasta de depresión por todo lo que estaba acumulando.
Pero ellos no miraron alrededor, no le vieron, pasaron por la verja. Harry dominó su impulso de llamarles... Buscar una pelea no sería nada inteligente... Él no debía usar magia... Podía ser expulsado.
Las voces de la pandilla de Dudley murieron lejos; estaban fuera de la vista, yendo a lo largo de la calle Magnolia.
"Ahí está, Sirius", Harry pensó con desgana. "Nada precipitado. Manteniéndome sin meterme en líos. Exactamente lo opuesto a lo que tú has hecho".
—Entiendo la frustración, Harry —comentó Sirius, en tono decepcionado—, no te creas que yo, en esos momentos, andaba muy tranquilo por la vida. Lo que lamento es que no me lo dijeras.
—¿Cómo demonios —Harry se reprimió al sentir las manos de Ginny y Lily apretar sus propias manos, lo que le hizo frenarse—…, cómo esperaba que te lo dijera si lo único que me decían era eso: No te metas en líos, espera, pronto nos veremos, estamos preparando algo pero no nos dejan decirte? No sé si en lo poco que se ha leído se comprende el nivel de ansiedad y frustración que tenía encima.
—Harry —comenzó Molly a hablar, pero éste la interrumpió:
—Disculpa, señora Molly, pero es que nadie, na-die, me decía tan siguiera algo respecto a Voldemort o a cómo se estaban preparando para luchar contra él. Yo me sentía aislado, abandonado a mi suerte, que no era mucha, debo aclarar.
—Era necesario, Harry —indicó calmadamente Dumbledore después que Harry expulsara un sonoro bufido—, como llegaste a comprender después.
—Claro, después lo comprendí —reconoció Harry, aún en tono cortante—, pero después de mucho tiempo, profesor.
Samantha retomó la lectura cuando notó que nadie más iba a replicar.
Se puso de pie y se estiró. Tía Petunia y Tío Vernon parecían sentir que cualquier hora a la que Dudley volviera estaba bien, y cualquier momento después de esa hora era demasiado tarde. Tío Vernon había amenazado con encerrar a Harry en la alacena si él volvía a casa después que Dudley otra vez, por eso, reprimiendo un bostezo, y todavía con el rostro ceñudo, saltó la puerta del parque.
La Calle Magnolia, como Privet Drive, estaba llena de grandes y cuadradas casas con perfectos jardines arreglados, todas propiedad de propietarios que conducían coches muy limpios igual que el de Tío Vernon. Harry prefería Little Whinging de noche, cuando las cortinas asemejaban parches de brillantes colores en la oscuridad y él no corría peligro de escuchar desaprobatorios murmullos sobre su apariencia de "delincuente" cuando pasaba por delante de los inquilinos.
Lily sólo pudo suspirar en silencio, apretando nuevamente la mano de su hijo, mientras recibía el abrazo de James.
Andaba rápido por eso, cuando a medio camino la pandilla de Dudley apareció a la vista de nuevo, estaban despidiéndose a la entrada de Magnolia Crescent. Harry se paró a la sombra de una gran lila y esperó.
—...Chillando como un cerdito, ¿no? —decía Malcom, riéndose a carcajadas con los otros.
—Buen gancho, Gran D—dijo Piers.
—¿Mañana a la misma hora? —dijo Dudley.
—Pasad por mi casa, mis padres estarán fuera —dijo Gordon.
—Nos vemos entonces —dijo Dudley.
—¡Adiós, Dud!
—¡Nos vemos, Gran D!
—Ya saben, niñas —Samantha se interrumpió, y en tono burlón se dirigió a sus hijas—: A partir de este momento, su papá es Gran D.
Los bromistas comenzaron a reírse, provocando que Dudley se sonrojara, aunque había palidecido. Había recordado completamente todo lo que había pasado en ese momento y lo siguiente. Samantha lo notó, porque Dudley le tenía puesta una mano en su antebrazo.
Harry esperó a que el resto de la pandilla se hubiera ido antes de seguir adelante. Cuando sus voces se habían desvanecido una vez más giró la esquina hacia Magnolia Crescent y andando muy rápido pronto acortó la distancia que lo separaba de Dudley, que estaba paseando con alivio, tarareando disonantemente.
—¡Hey, Gran D!
Dudley se volvió.
—¡Oh! –Gruñó– Eres tú.
—¿Desde cuando eres Gran D?—dijo Harry.
—Buena pregunta —interrumpió JS.
—Cállate —gruñó Dudley, dándose la vuelta.
—Un nombre guay—dijo Harry, sonriendo de oreja a oreja y yendo al lado de su primo—. Pero tú siempre serás "Ickle Diddykins" para mí.
Algunas carcajadas sonaron, pero no interrumpieron a Samantha.
—¡He dicho que TE CALLES! —dijo Dudley, cuyas manos como jamones se habían cerrado en sendos puños.
—¿No saben los chicos cómo te llama tu mamá?
—Cállate la boca.
—A ella no le dices que cierre la boca. ¿Qué es de "Popkin" y "Dinky Diddydums", los puedo usar entonces?
Esta vez, la mayoría de los más jóvenes, impúdicamente, estallaron de risas. JS y Freddie se revolcaban en el piso, mientras que Daisy y Voilet miraban a su papá totalmente sorprendidas, aunque con grandes sonrisas en sus rostros.
Dudley no dijo nada. El esfuerzo por mantenerse sin pegar a Harry le estaba llevando toda su fuerza de voluntad.
—¿Y a quién habéis estado pegando esta noche? —preguntó Harry, desvaneciendo su amplia sonrisa– ¿Otro niño de diez años? Sé qué a Mark Evans hace dos noches...
—Se lo buscó —gruñó Dudley.
—¿Ah, sí?
—Fue descarado conmigo.
—¿Sí? ¿Dijo que parecías un cerdo andando sobre sus patas traseras? Eso no es grosero, Dud, eso es la verdad.
—En ese momento sí era verdad, debo admitirlo.
La voz de Dudley, algo ronca, hizo que muchos dejaran de reírse para verlo. Su palidez era evidente, tanto que Samantha le preguntó:
—¿Te sientes bien, amor?
—Puedo soportarlo —dijo Dudley, tomando una copa de agua—. Recuerdo exactamente todo lo que pasó a partir de ese momento.
—No digas nada, Dud —le dijo Harry, recordando lo que pasaría a continuación con igual intensidad.
Un músculo se movió incontrolablemente en la mandíbula de Dudley. Esto proporcionó a Harry la enorme satisfacción de saber lo furioso que estaba poniendo a Dudley; sintió que estaba desviando su propia frustración hacia su primo, el único desahogo que tenía.
Giraron a la derecha hacia abajo del estrecho callejón donde Harry había visto por primera a Sirius y que formaba un corte entre Magnolia Crescent y Wisteria Walk. Estaba vacío y mucho más oscuro que las calles porque no había farolas. Sus pasos eran silenciosos entre las paredes de los garajes de un lado y la alta alambrada del otro.
—Te crees un gran hombre llevando es cosa, ¿verdad? —dijo Dudley después de unos segundos.
—¿Qué cosa?
—Esa cosa que estás escondiendo.
Harry sonrió de nuevo.
—No eres tan estúpido como pareces, ¿no? Pero supongo que si lo fueras, no podrías andar y hablar al mismo tiempo.
—Realmente lo estabas provocando, papá —comentó Lilu en tono recriminatorio.
—Si, mi princesa, y sé que no era lo correcto, pero quería y necesitaba desahogarme.
Harry sacó su varita. Vio a Dudley mirarla de reojo.
—No lo tienes permitido —dijo Dudley al instante—. Sé que no puedes. Serías expulsado de esa monstruosa escuela a la que vas.
—¿Cómo sabes que no han cambiado las reglas, Gran D?
—No lo han hecho —dijo Dudley pensando que no sonaba completamente convencido.
—Es verdad —admitió Dudley—, no estaba convencido.
Harry se rió suavemente.
—No tienes cojones para jugar contra mí sin esa cosa, ¿no? —dijo Dudley con un gruñido.
—¡Niño! —exclamó George.
—¡Qué boquita! —lo apoyó Fred, haciéndose el sorprendido, y provocando risas en los más jóvenes.
—Considerando que necesitas cuatro tíos detrás tuyo antes de pegar a un niño de diez años, ¿sabes que el título de boxeo no puedes seguir manteniéndolo? ¿Qué edad tenía tu oponente? ¿Siete? ¿Ocho?
—Tenía dieciséis, para tu información —gruñó Dudley– y estuvo peleando veinte minutos antes de que acabara con él y era dos veces más pesado que tú. Tan sólo espera a que le cuente a papá que has sacado esa cosa...
—¿Le creemos? —prguntó Sirius, algo más distendido por lo que se narraba.
—Mmmmm… Neeeeh —respondió James.
—Sí tenía dieciséis —admitió Dudley—, en lo que sí exageré es en el peso, era como vez y media el peso del primo Harry, como su peso actual, diría.
—Corriendo con papito ahora, ¿no? ¿Está este genio del boxeo asustándose de la repugnante varita de Harry?
—No eres tan valiente en la noche, ¿verdad? —rió Dudley con cara de desprecio.
—Esta es la noche, Diddykins. Es como nosotros la llamamos cuando todo se pone oscuro así.
—¿De donde sacaste eso, Harry? —preguntó Hermione—, porque nunca lo había leído en ninguna parte.
—Primera vez que oigo hablar de eso —ratificó Rose.
—Me lo inventé en el momento para fastidiar a Dudley —reconoció Harry.
—¡Me refiero a cuando estás en la cama! —Dudley gruñó.
Él había parado de andar. Harry se paró también, mirando fijamente a su primo. Con la poca luz que les llegaba podía vislumbrar la gran cara de Dudley, extrañamente triunfante.
—¿Qué quieres decir, que no soy valiente cuando estoy en la cama? —dijo Harry, completamente pasmado—. ¿A qué se supone que tengo que tenerle miedo, a almohadas o algo así?
—Te escuché la pasada noche —dijo Dudley entrecortadamente—. Hablando mientras dormías. Gimiendo.
—Una pesadilla —vaticinó Ginny.
—Seguramente —ratificó Lily, preocupada por este giro.
—¿Qué quieres decir? —repitió Harry, pero con una sensación fría en su estómago. Había visitado el cementerio en sueños la pasada noche.
Dudley se rió estridentemente, luego adoptó una aguda lloriqueante voz.
—¡No mates a Cedric! ¡No mates a Cedric! ¿Quién es Cedric? ¿Tu novio?
—Yo, estás mintiendo —dijo Harry automáticamente. Pero su boca estaba ahora seca. Sabía que Dudley no estaba mintiendo. ¿Qué más sabría sobre Cedric?
—Sólo eso había escuchado —reconoció Dudley—, eso y que pedías ayuda.
—Sí, aquí está —dijo Samantha, adelantándose a la lectura.
—¡Papá! ¡Ayúdame papá! ¡Va a matarme, papá! ¡Boo hoo!
—Cállate —dijo Harry pausadamente—. ¡Cállate, Dudley, te lo advierto!
—¡Ven y ayúdame papá! ¡Mamá, ven a ayudarme! ¡Ha matado a Cedric! ¡Papá ayúdame! Va a... ¡No apuntes esa cosa hacia mí!
Dudley retrocedió hasta la pared del callejón. Harry estaba apuntando su varita directamente al corazón de Dudley. Harry podía sentir sus catorce años de odio hacia Dudley en sus venas. ¿Por qué no le daba ahora su merecido?
—Porque con el tiempo descubrí que no era a Dudley quien debía cobrarle —reconoció Harry—, sino al mismísimo Voldemort.
—No vueltas a hablarme de eso nunca más —dijo Harry con un gruñido—. ¿Me has entendido?
—Apunta con esa cosa para otro lado.
—He dicho "¿me has entendido?"
—Apunta para otro lado.
—¿ME HAS ENTENDIDO?
—PON ESA COSA LEJOS DE...
Dudley hizo un jadeo raro, estremecido, como si hubiera sido sumergido en agua helada.
—¿Qué pasó, papá? —saltaron a dúo Daisy y Violet, angustiadas.
—Esperen a que su mamá les lea, por favor —dijo Dudley, sudando frío.
Algo pasó con la noche. El desparramo de estrellas sobre el cielo azul añil, se volvió de repente en un campo negro, y las luces (las estrellas, la luna y las farolas) desaparecieron. El ronroneo lejano de los coches y el murmullo de los árboles se había ido. La templada tarde se volvió de repente penetrante y fría. La oscuridad a su alrededor era total, impenetrable, silenciosa, como si una mano gigante hubiera dado sombra al callejón entero, dejándoles ciegos.
Por una décima de segundo Harry pensó que había hecho magia sin proponérselo, a pesar de que se había estado resistiéndolo con todas sus fuerzas –después la razón llegó a sus sentidos- él no tenía el poder para apagar las estrellas. Giró su cabeza y miró a ambos lados, intentando ver algo, pero la oscuridad presionaba sus ojos como un pesado velo.
—Parece la sensación ante un dementor —comentó Sirius, estremeciéndose a su vez—, es idéntico a lo que se vive en Azkaban.
Hagrid asintió gravemente, al igual que Draco, para sorpresa de varios en la Sala.
La aterrorizada voz de Dudley irrumpió en la oreja de Harry.
—¿Qué estás haciendo? ¡Páralo!
—¡No estoy haciendo nada! ¡Cállate y no te muevas!
—¡No puedo ver! ¡Me he quedado ciego! Yo...
—¡He dicho que te calles!
Harry se levantó girando sus ojos a derecha e izquierda. El frío era tan intenso que estaba tiritando; la piel se le había puesto de gallina y los pelos de la nuca se le habían erizado… abrió sus ojos todo lo que podía, mirando a ciegas alrededor, sin ver nada.
No era posible... Ellos no pueden estar aquí... No en Little Whinging... Agudizó sus oídos... Podría oírlos antes de verlos...
—Qué bueno hubiera sido que Fudge hubiera leído estos libros —le comentó sombríamente Hermione a Ron—, para que entendiera en realidad lo que pasó.
—Te aseguro que hubiera dicho que todo es un invento de Harry —le respondió, también en susurros.
—¡Se lo diré a papá! —lloriqueó Dudley— ¿Dónde estás? ¿Qué estás ha...
—¿Te callarás? —siseó Harry– Estoy tratando de escu...
Pero se calló. Acababa de escuchar lo que se estaba temiendo.
Había algo aparte de ellos en el callejón, alguien con sus traqueteantes, roncos alientos. Harry sintió una horrible sacudida y se levantó temblando en el frío aire.
—¡Para eso! ¡Deja de hacer eso! ¡Te pegaré! ¡Lo juro!
—Dudley, calla...
WHAM
Un puño hizo contacto en un lado de la cabeza de Harry, haciéndole caer. Pequeñas blancas luces aparecieron delante de sus ojos. Por segunda vez en una hora Harry sintió como si su cabeza se hubiera partido en dos; al momento siguiente, había aterrizado en el duro suelo y su varita había volado fuera de su alcance.
—¡Por un demonio! ¡Lo que faltaba!
La tensión era tal que nadie le reclamó a Hugo y a JS, quienes, casi al mismo tiempo, expresaron su molestia. Todos, incluyendo a los menos entendidos, sabían que lo que se narraba era una situación entre precaria y sorprendente.
—¡Imbécil! —Harry gritó, sus ojos nublados por el golpe mientras se frotaba sus rodillas y manos, sintiéndose desesperado en la negrura. Escuchó a Dudley golpear la alambrada del callejón y dar un traspié.
—¡DUDLEY, VUELVE! ¡ESTÁS CORRIENDO DERECHO HACIA ESO!
—Dudo que quisiera hacerte caso, papá —comentó sombríamente Al, a lo que Dudley asintió en silencio.
Hubo un horrible chillido y los pasos de Dudley pararon. Al mismo tiempo, Harry sintió deslizarse un frío helado detrás de él, lo que sólo significaba una cosa. Había más de uno.
—Peor todavía —comentó Seamus, impresionado como casi todos.
—¡DUDLEY, MANTÉN TU BOCA CERRADA! ¡HAGAS LO QUE HAGAS, MANTÉN TU BOCA CERRADA! ¡Varita! —Harry murmuró desesperadamente, con sus manos volando sobre el suelo como arañas – Dónde... Varita... Vamos... ¡lumos!
—No creo que funcione, si no tienes la varita en la mano —comentó Naira, con el ceño fruncido.
Dijo el hechizo automáticamente, desesperado porque la luz pudiera ayudarle en su búsqueda –y con aliviada sorpresa, centellas luminosas salieron de su mano derecha– la punta de la varita se había prendido.
—Lo dije intentando la desesperada —admitió Harry.
Se le revolvió el estómago.
Una figura dominante, con capucha, estaba deslizándose suavemente hacia él, quedándose suspendido en el suelo, ningún pie o cara era visible bajo sus túnicas, chupando en la noche.
Tropezando hacia atrás, Harry levantó su varita.
—¡Expecto patronum!
Una voluta de vapor plateada salió de la punta de la varita y el dementor se entorpeció, pero el hechizo no había trabajado bien; tropezando con sus propios pies, Harry se alejó del dementor, el pánico nublaba su cerebro. Pensó "concéntrate...".
—Necesitabas concentrarte —comentó James, muy serio.
—Ya lo creo que sí —admitió Harry.
Un par de grises, escuálidas y costrosas manos emergieron del interior de las túnicas del dementor, avanzando hacia él. Un apresurado ruido llenó los oídos de Harry.
—¡Expecto patronum!
Su voz sonó débil y distante. Otra voluta de humo plateado, más débil que el anterior, brotó de la varita – no podía hacer nada más, no podía hacer que el hechizo funcionara.
Hubo una risa en el interior de su cabeza, estridente y aguda... Podía oler el aliento pútrido, frío como la muerte del dementor llenando sus propios pulmones, ahogándolo – "piensa... algo feliz...".
Pero no había ninguna felicidad en su interior. Los gélidos dedos del dementor se estaban cerrando alrededor de su garganta – la aguda risa estaba creciendo más y más fuerte, una voz hablaba en el interior de su cabeza: "Hazle una reverencia a la muerte, Harry... No habrá dolor... No sabría... Nunca he muerto..."
En este punto, nadie comentaba nada, tanto por interés de saber cómo había resuelto Harry ese momento de profundo apremio, como el temor primigenio que percibían los más jóvenes en la situación que se narraba en voz de Samantha.
No volvería a ver a Ron y Hermione nunca más...
Y sus caras estallaron claramente en su cabeza y peleó por respirar.
—¡EXPECTO PATRONUM!
Un ciervo plateado enorme salió de la punta de la varita de Harry; sus astas se clavaron en el sitio donde el dementor debía tener el corazón; lo lanzó lejos, tan pesado como la oscuridad, y cuando el ciervo volvió a la carga, el dementor se abalanzó lejos, como un murciélago y derrotado.
—Cornamenta a la carga —apenas comentó James, sonriendo.
—¡POR AQUÍ! —Harry gritó al ciervo. Dándose la vuelta, corrió a toda velocidad por el callejón, agarrando la luz que arrojaba su varita – ¿DUDLEY? ¡DUDLEY!
Había corrido apenas una docena de pasos cuando les alcanzó: Dudley estaba acurrucado en el suelo, sus brazos le cubrían la cara. Un segundo dementor estaba agazapado encima de él, agarrando sus muñecas con sus escuálidas manos, presionándolas lentamente, casi amorosamente, descendiendo su capucha delante de la cara de Dudley para darle el Beso.
—¡¿Qué?! —exclamó la directora McGonagall— ¿la orden a esos dementores era besar a Harry?
—Aparentemente —comento Dumbledore.
—¡CÓGELO! —chilló Harry, y con un apresurado y fuerte sonido, el ciervo plateado que él había conjurado fue galopando hacia él. La cara sin ojos del dementor estaba a menos de 3 cm. de la de Dudley cuando un asta plateada lo capturó; la cosa fue lanzada al aire y, como su compañero, planeó lejos y fue absorbido en la oscuridad; el ciervo galopó hasta el final del callejón y se disolvió en una neblina plateada.
La luna, las estrellas y las farolas volvieron a la vida. Una brisa templada barrió el callejón. Los árboles se agitaban en los jardines vecinos y el rumor de los coches en Magnolia Crescent llenó el aire de nuevo.
Suspiros de alivio se escucharon en la Sala, y Lilu, de manera reactiva, apartó a Ginny para abrazar a su padre.
Harry se levantó con todos sus sentidos vibrando todavía, volviéndose abruptamente a la normalidad. Después de un momento, fue consciente de que su camiseta le estaba pegada; estaba bañado en sudor.
No podía creer lo que acababa de pasar. Dementores, allí, en Little Whinging.
—Es que es increíble —mencionó Frank, impactado como muchos en la lectura.
Dudley yacía acurrucado en el suelo, lloriqueando y agitándose. Harry se agachó para ver si estaba en condiciones de levantarse, pero entonces oyó un fuerte ruido, pasos corriendo detrás de él. Instintivamente levantó su varita de nuevo, aguardando al recién llegado.
La señora Figg, su vieja y chiflada vecina, apareció de pronto. Su canoso pelo gris escapaba de su moño, una bolsa de la compra estaba balanceándose en su muñeca y en sus pies llevaba sus zapatillas de andar por casa. Harry intento esconder rápidamente su varita, pero...
—¡No guardes eso, niño idiota! —chilló ella– ¿Qué pasa si hay más de ellos por aquí cerca? ¡Oh, voy a matar a Mundungus Fletcher!
—¡Ya va! —exclamó JS—, entonces, ¿la loca de la señora Figg es bruja?
—Jamie —Ginny no dejó lugar a dudas de su reclamo.
—Perdón, mamá.
—No necesariamente, Jamie —respondió Harry—, pero esperemos a ver que se dice en la lectura.
—Eso se leerá después —comentó Samantha al soltar el pergamino, para luego decirle a Dudley—. Entiendo por qué nunca me lo contaste.
—Fue horrible, ¡horrible! —sólo pudo decir Dudley, y se sobresaltó aún más cuando vio a quien le correspondía leer.
Buenos días desde San Diego, Venezuela! En este primer domingo de los Juegos Olímpicos de Tokyo 2020 (más 1), comenzamos con la lectura formal del quinto libro, que como sabemos es "La Orden del Fénix", y que arranca con todo, lo que impresiona a muchos de los integrantes de esta "aventura astral de tres generaciones y ocho libros" al descubrir los detalles de ese encuentro de Harry y Dudley con dos dementores. Por supuesto, la sorpresa, la duda y la tensión comienza a instalarse en la audiencia, y sobre todo en aquellos que no vivieron esos momentos de reactivación del "antiguo grupo". Lo que se instala en esta selecta audiencia de "Una lectura distinta" es la continuidad en leer cada capítulo, activar las alertas, marcar dentro de sus favoritos esta locura que ya va para tres años ininterrumpidos y comentarlo cada semana, como es el caso de Eugre (gracias por tu constancia!). Me encantaría que se comuniquen conmigo, que me comenten sus opiniones y sugerencias; si lo desean, en mis redes sociales (Tw e IG) estoy con el mismo usuario que acá en FF, y por supuesto, la recomendación es a cuidarse en estos tiempos de #Cuarenterna, con tantas variantes (el "multiverso del virus" desatado... Terrible!)... Saludos y bendiciones!
