Harry Potter: Una lectura distinta, vol. 5
Por edwinguerrave
Copyright © J.K. Rowling, 1999-2008
El Copyright y la Marca Registrada del nombre y del personaje Harry Potter, de todos los demás nombres propios y personajes, así como de todos los símbolos y elementos relacionados, para su adaptación cinematográfica, son propiedad de Warner Bros, 2000.
La Orden del Fenix
CAPÍTULO 2 Picotazos de lechuzas
—¡Ya va! —exclamó JS—, entonces, ¿la loca de la señora Figg es bruja?
—Jamie —Ginny no dejó lugar a dudas de su reclamo.
—Perdón, mamá.
—No necesariamente, Jamie —respondió Harry—, pero esperemos a ver que se dice en la lectura.
—Eso se leerá después —comentó Samantha al soltar el pergamino, para luego decirle a Dudley—. Entiendo por qué nunca me lo contaste.
—Fue horrible, ¡horrible! —sólo pudo decir Dudley, y se sobresaltó aún más cuando vio a quien le correspondía leer—. ¿Y por qué me toca a mí?
—Sabes que esas son las condiciones —recordó Harry—, todos vamos leyendo según lo proponga la Sala.
—Bueno —suspiró derrotado, tomó algo de agua y tomó el pergamino—. Este capítulo se llama Picotazos de lechuzas.
—¡Qué nombre tan raro! —exclamó Kevin, resumiendo el sentir de muchos en la Sala, especialmente los más jóvenes.
—Y más en la forma en que inicia —mencionó Dudley, tomando aire.
—¿Qué?, —dijo Harry con la mirada vacía.
—Él se fue —dijo la señora Figg, retorciéndose las manos—. Irse para ver algo sobre una remesa de calderos que caen detrás de una escoba. Le dije que lo iba a despellejar vivo si se iba, ¡y ahora mira! ¡Dementores! ¡Eres afortunado de que yo pusiera al señor Tibbles en la caja! Pero nosotros no tuvimos tiempo para mirar alrededor. Vamos, ahora, ¡tenemos que llevarte de vuelta! Oh, ¡el problema que esto va a causar! ¡Lo voy a matar!
—Pero... —la revelación de que su anciana vecina, obsesionada por los gatos, conociera a los dementores fue casi un shock tan grande para Harry como encontrarse con dos de ellos en el callejón—. Tú eres... ¿Tú eres una bruja?
—Yo soy una squib, y Mundungus lo sabe muy bien, ¿Cómo diablos se supone que iba a ayudarte a luchar contra los dementores? Te dejó a ti completamente sin protección cuando le avisé...
—Este Mundungus ¿es el que me está siguiendo? Espera, ¡era él! Él desapareció de enfrente de mi casa.
—Ese Mundungus —intervino Rose—, ¿no es el mismo del que el abuelo comentó que lo tenía molesto en el Ministerio? Recuerdo que cuando se leyó lo del "alboroto en el Ministerio", el abuelo dijo "Mundungus Fletcher nos ha puesto una demanda por una tienda de doce dormitorios con jacuzzi, pero lo tengo calado: sé a ciencia cierta que estuvo durmiendo bajo una capa levantada sobre unos palos", y el tío Harry comentó "Típico de Mundungus".
—Así mismo —ratificó Harry—. Bueno para muchas cosas, pero terrible para otras.
—Sí, sí, sí, pero afortunadamente yo dejé al señor Tibbles en una caja debajo del coche, y el señor Tibbles vino a avisarme, pero en el momento que yo llegué a tu casa, tú te habías ido, y ahora... ¡Oh, qué va a decir Dumbledore!... Tú —gritó a Dudley, aún sentado en el suelo de la calle—. ¡Levanta tu gordo trasero del suelo, rápido!
—¿El Señor Tibbles? —se extrañó Will.
—Creo que es el gato que el tío Harry ve cuando oye el ruido de la desaparición —recordó Molls.
—¿Conoces a Dumbledore? —dijo Harry, mirándola fijo.
—Por supuesto que conozco a Dumbledore, ¿quién no conoce a Dumbledore? Pero vamos, no seré de mucha ayudar si ellos vuelven. Yo nunca conseguí nada más que transfigurar una bolsa para té.
—Una squib que al menos transfigura una bolsa para té no es tan squib, ¿verdad? —preguntó Paula, extrañada.
—Bueno —respondió Neville—, en esos tiempos yo me sentía así, casi un squib.
—Pero ya ves que no lo eres, hijo —le replicó Alice, acariciándole el rostro al hacerlo mirarla—, que hasta "profesor" te llaman.
—Y jefe de la Casa de Gryffindor, para completar —dijo Frankie, orgulloso, mientas los jóvenes llenaban de aplausos la Sala. Neville sonrió a medio camino entre emocionado por el gesto de su madre como triste por saber que sólo lo estaba viviendo en ese momento y lugar mágicos.
Se inclinó hacia abajo, agarró uno de los brazos abultados de Dudley con sus manos arrugadas y tiró.
—Levántate, bulto inútil, levántate.
Pero Dudley o bien no podía o no quería moverse. Permanecía en la tierra temblando con su cara amarillenta y con su boca muy firmemente cerrada.
—No podía moverme —se interrumpió Dudley, sudando, aunque no tan copiosamente—, en ese momento no sentía nada, de hecho, no recordaba que hubieran hablado tanto en ese lapso de tiempo.
—¿Tanto te afectó el dementor, papá? —preguntó Daisy, angustiada. Violet paseaba su mirada entre su padre y hermana, esperando una respuesta que tardó unos segundos en llegar.
—En ese momento sí, mi princesa.
—Interesante —comentaron al mismo tiempo Dumbledore y Remus.
—¿Por qué dices eso, papá? —preguntó Teddy.
—Porque tomando en cuenta que la tía de Dudley, acá presente —señaló a Lily— es quien es, y que las hijas de Dudley son quienes son, es muy probable que el propio Dudley tenga algo de mágico —pero ante la mirada de sorpresa del aludido, matizó—, muy poco, tranquilo, y que eso lo hayan detectado los dementores.
—Una teoría interesante, y que puede ser verdad —complementó Dumbledore—, quizás algún antecesor de los Evans pudo ser mago e incluso squib.
—¿Qué crees, mamá? —preguntó Harry, con sus tres hijos mirando con interés a la abuela.
—No sé, Harry —respondió Lily, extrañada—, nuestros padres nunca nos comentaron a Tuney o a mí nada de un antecesor mago, de hecho estaban tan sorprendidos como yo cuando me trajeron la carta de Hogwarts.
Dudley volvió a suspirar antes de retomar la lectura.
—Yo lo haré —dijo Harry tomando el extremo del brazo de Dudley y levantó. Con un esfuerzo enorme él se las arregló para ponerlo en pie. Dudley parecía estar a punto de desmayarse. Sus pequeños ojos estaban dando vueltas en sus orbitas y el sudor rebordeaba en su cara. Al momento que Harry lo soltó, Dudley se bamboleo peligrosamente.
—Deprisa —dijo la señora Figg histéricamente.
Harry tiró de uno de los brazos abultados de Dudley y se lo colocó alrededor de sus propios hombros arrastrándolo hacia el camino, cediendo levemente bajo el peso. La señora Figg tambaleaba delante de ellos, mirando con fijeza ansiosamente alrededor de la esquina.
—Mantén tu varita fuera —dijo a Harry cuando entraron en Wisteria Walk—. Olvidemos el estatuto de discreción ahora. Esto se convertirá en un infierno de todas maneras. Debemos tener tanto cuidado como si llevásemos un huevo de dragón. Hablar sobre la restricción de magia a los menores de edad... era exactamente esto a lo que Dumbledore temía... ¿Qué es eso al final de la calle? Oh, es el señor Prentice... No escondas tu varita, chico, ¿No te vengo repitiendo que yo soy inservible?
—Vaya —dijo Louis—, la señora Figg estaba realmente angustiada.
—¿Te parece poco? —exclamó Molls, alarmada—, yo andaría con mi patronus al lado.
Este comentario provocó algunas risitas en algunos. En cambio, Dudley sólo respiraba con cierto desasosiego.
No era nada fácil sostener la varita firmemente y arrastrar a Dudley al mismo tiempo. Harry dio a su primo un impaciente golpe en las costillas, pero parecía que Dudley había perdido todo deseo de movimiento independiente. Se recostó sobre los hombros de Harry, arrastrando sus grandes pies por el suelo.
—¿Por qué no me dijo que era un squib, señora Figg? —preguntó Harry, jadeando por el esfuerzo de seguir andando—.Todas esas veces que iba a su casa ¿por qué no me dijo nada?
—Órdenes de Dumbledore. Tenía que vigilarte pero no podía decirte nada, eras demasiado joven. Lo siento, pasaste una temporada miserable, Harry, pero los Dursleys nunca hubieran consentido que vinieras si sospechaban que te divertías. No era fácil, lo sé... pero, oh, por Dios —dijo trágicamente, retorciendo sus manos—, cuando Dumbledore escuche esto… cómo Mundungus se fue, él tenía la obligación de estar aquí hasta medianoche… ¿dónde está? ¿Cómo puedo explicar a Dumbledore lo que ha pasado? No puedo aparecer.
Lily miró a Dumbledore con molestia, pero este comentó simplemente:
—Entiendo tu malestar, Lily, pero no me equivoco al pensar que fue una decisión acertada.
—¿Una de cuantas, profesor? —insistió Lily.
Dumbledore sólo inclinó la cabeza a un lado, dando a entender que sí, reconocía que también ha cometido errores.
—Tengo una lechuza, se la puedo prestar —Harry gimió, preguntándose si su columna vertebral no se partiría en dos con el peso de Dudley.
—¡Harry, no lo entiendes! Dumbledore tiene que actuar lo más rápido posible, el Ministerio tiene sus propios medios para detectar la magia de los menores de edad, ellos ya lo deben saber, acuérdate de mis palabras.
—Palabras proféticas —soltó Harry.
—Pero me estaba salvando de los Dementores, tenía que usar magia… seguramente van a estar más preocupados acerca lo que hacían Dementores caminando por la calle Wisteria.
—Sinceramente —admitió Percy—, fue una situación muy rara, a todas luces extraordinaria.
—Yo diría que peligrosísima —intervino Frank—, me parece la intervención de algún agente de Voldemort, que ya haya negociado con los dementores.
—Algo de lo que el profesor Dumbledore había advertido cuando habló con el ministro —recordó Rose.
—Así es, señorita Weasley-Granger.
—Oh cariño, me gustaría que así fuera, pero tengo miedo… ¡MUNDUNGUS FLETCHER, TE VOY A MATAR!
Hubo un fuerte crujido, y un intenso olor a bebida mezclado con tabaco añejo llenó el aire cuando un hombre regordete sin afeitar, con un abrigo hecho andrajos se materializó delante de ellos. Tenía piernas cortas, estevado, extraño pelo largo color jengibre y los ojos inyectados en sangre y con unas bolsas que le daban a su mirada un aspecto de triste de sabueso hambriento. Además agarraba un paquete plateado que Harry reconoció inmediatamente como una capa de la invisibilidad.
—¿Figgy? —dijo mirando fijamente a la señora Figg, Harry y Dudley—. ¿Qué sucedió? ¿Por qué no permanecen dentro de sus casas?
—¿Que porque no estamos dentro? —gritó la señora Figg– ¡Dementores, tu, inútil y escurridizo ladrón!
—¡Ah! —exclamó JS, sorprendido—, ¿es que el tal Mundungus es un ladrón?
—Sí —reconoció Dumbledore—, y esa conducta nos ayudaba por sus "contactos" en el bajo mundo.
Harry sólo suspiró ruidosamente, pero no dijo nada, sólo hizo señas a Dudley para que siguiera leyendo.
—¿Dementores? —repitió Mundungus horrorizado— ¿Dementores aquí?
—Sí, aquí, montón de excremento de murciélago, ¡aquí!—chilló la señora Figg—. Dementores que atacaron al muchacho en tu guardia.
—Estúpido —dijo Mundungus débilmente mirando a la señora Figg, luego a Harry, y otra vez a la señora Figg—. Estúpido, yo…
—Y usted comprando calderas robadas ¿no le dije que no fuera? ¿No lo hice?
—Yo… bueno, yo —Mundungus pareció profundamente incómodo—. Era… era una oportunidad de negocio muy buena.
—No me extraña —comentó Frank—, desde que conozco a Mundungus, es un obsesionado por negociar productos provenientes del delito. No recuerdo las veces que como auror lo pesqué en transacciones de esas, hasta que lo puse de nuevo en contacto con Dumbledore para que nos ayudara en la lucha contra Voldemort.
—Como pasó cuando tío Harry estaba en la enfermería después de regresar del laberinto —recordó Rose—, cuando le dijo a la abuela que necesitaba hablar con el abuelo: "Tenemos que hacer partícipes de lo ocurrido a todos aquellos a los que se pueda convencer de la verdad, y Arthur está bien situado en el Ministerio para hablar con los que no sean tan miopes como Cornelius." Imagino que ese señor Mundungus era uno de los "convencidos de la verdad".
—Relativamente —comentó Arthur.
La señora Figg levantó el brazo del cual colgaba su bolso, lo descolgó y golpeó a Mundungus en el cuello y en la cara, por el ruido metálico que esta provocaba se podría decir que era comida para gatos.
Explotaron las risas apenas Dudley terminó de leer este párrafo, incluyéndolo, quien sonrió, a pesar de lo mal que se sentía por los recuerdos que habían reflotado.
—Ouch, basta, basta.
—Usted, viejo murciélago loco, alguien debe decirle a Dumbledore sobre ellos. ¡Si… alguien… debe! —gritaba la señora Figg haciendo golpear el bolso de la comida para gatos en cada pedacito de Mundungus que ella podía alcanzar—. ¡Y… quien… mejor… que… tu… para… decirle… porque… no… estabas… ahí… para… ayudar!
—Mantente afuera —dijo Mundungus poniendo sus manos sobre su cabeza—. ¡Lo haré! ¡Lo haré!
Y con otro crujido estrepitoso desapareció.
—¡Uy! —exclamó Alisu—, ¡pobrecito! Por mucho que se haya equivocado, que lo castiguen dándole con una bolsa llena de latas de comida de gato es malo.
—Eso lo que es, es radical —comentó Freddie, provocando risas.
—¡Espero que Dumbledore lo asesine! —dijo la señora Figg furiosa—. Ahora vamos Harry, ¿qué estas esperando?
Harry decidió no perder el aliento que le quedaba en decir que apenas podía caminar debajo del peso de Dudley. Él jaló a Dudley semiconsciente y lo escalonó hacia adelante.
—Estamos hablando de ¿cuántos kilos? —preguntó James.
—Emmmm —Dudley se detuvo unos segundos a pensar—, creo que 110 o 115 kilogramos. Sí, unas 255 libras.
—¡Por las barbas de Merlín! —exclamó JS, impactado.
—Los llevare a la puerta —dijo la señora Figg cuando dieron vuelta en Privet Drive—. En caso de que haya más de ellos alrededor... oh cielos, que catástrofe... y tuviste que luchar solo... y Dumbledore nos dijo que no deberías hacer magia a toda costa... Bueno, mejor no llorar sobre la poción derramada... Supongo... solamente que el gato estará ahora entre los duendes.
—¿Cómo es eso de "El gato estará entre los duendes"? —preguntó Violet.
—En el mundo mágico —explicó Molly—, y eso lo puede explicar mejor Bill que es quien trabaja con los duendes —el aludido asintió en silencio—, ellos y los gatos se la llevan muy bien, y por eso cuando alguien está en su refugio, decimos que "el gato está entre los duendes".
—Creo que puede equivaler —comentó Audrey— a uno que decimos en la familia, que dice que "las aguas vuelven a su cauce".
—Puede servir —admitió Lily.
—¿Entonces, —Harry jadeó—, Dumbledore... me tenía... vigilado?
—Por supuesto —dijo la señora Figg impaciente—. ¿Contabas con que te dejaría vagar por aquí, después de lo que sucedió en junio?, Santo Dios, muchacho, me dijeron que eras inteligente... a la derecha... entra y quédate allí —dijo mientras que alcanzaron el número cuatro—. Espero que alguien se ponga en contacto contigo bastante pronto.
—Vaya que sí fue pronto —reconoció Harry, llamando la atención de los más jóvenes.
—¿Qué va a hacer usted? —pregunto Harry rápidamente.
—Iré directo a casa —dijo la señora Figg, mirando fijamente alrededor de la calle oscura y estremeciéndose—... Necesito esperar más instrucciones. Quédate en tu casa. Buenas noches.
—¡Aguarde, no se vaya todavía!, quiero saber…
Pero la señora Figg ya se había alejado
—¡Espera! —grito Harry detrás de ella. Tenía un millón de preguntas que hacer a cualquier persona que estuviera en contacto con Dumbledore; pero en unos segundos la oscuridad se tragó a la señora Figg.
—Dudo que te quisieran decir algo más, papá.
El lapidario comentario de Lilu sorprendió a varios, y más con lo que complementó Hugo:
—Dudo que el profesor Dumbledore quisiera que te dijeran algo más, tío Harry.
Nadie replicó, por lo que Dudley, encogiendo los hombros, siguió leyendo.
Dudley seguía recargado en su hombro y de una manera lenta y dolorosa Harry continuó su trayectoria por el jardín del número cuatro.
La luz del pasillo estaba encendida. Harry guardo la varita dentro del cinturón de sus pantalones, tocó el timbre y el contorno de la tía Petunia creció más grande y más grande extrañamente torcido por el cristal de la puerta delantera.
—¡Diddy! Justo a tiempo. Ya me estabas… ¿Qué te ocurre?
Harry miraba de lado a Dudley y le quitó su brazo interior justo a tiempo. Dudley se sacudió por un momento sobre el terreno, su cara se volvió verde pálido, después abrió su boca y vomitó todo sobre la estera de la puerta.
Gestos de asco, empezando por Dil, se vieron en muchos en la Sala, a lo que Dudley, casi automáticamente, dijo:
—Disculpen.
—Tranquilo, Dudley —replicó Harry—, además, eso ya pasó.
—Sí, así parece —Dijo Dudley, aunque sin convencimiento.
—¡DIDDY! Diddy, ¿qué te pasa? ¿Vernon? ¿VERNON?
El tío de Harry vino corriendo desde el living, resoplando su bigote de morsa como hacía siempre que estaba agitado. Rápidamente se apresuró a ayudar a tía Petunia con Dudley que estaba arrodillado en el umbral mientras evitaba el charco de vómito.
—¡Está enfermo, Vernon!
—¿Qué es, hijo? ¿Qué ha pasado? ¿Te dio la señora Polkiss algo extraño para el té?
—Si darle algo malo es encontrarse con un dementor —comentó Freddie, sin pensarlo mucho—, ¡vaya que ese té le cayó mal!
—¿Por qué estás cubierto de suciedad, cariño? ¿Te has caído al suelo?
—Espera… no has sido atacado, verdad, hijo
Tía Petunia gritó.
—¡Llama a la policía, Vernon! ¡Llama a la policía! ¡Diddy, cariño, háblale a mami! ¿Qué te han hecho?
Con el jaleo parecía que nadie se había dado cuenta de Harry, que lo aprovechó perfectamente. Intentó entrar dentro antes de que Tío Vernon cerrase de golpe la puerta y, mientras los Dursleys hacían su ruidoso progreso hacia la cocina, Harry se dirigió lenta y cuidadosamente hacia las escaleras.
—¿Quién te lo hizo, hijo? Dame nombres. Yo los cogeré, no te preocupes.
—¡Ssh! Está intentando decir algo, Vernon. ¿Qué es, Diddy? ¡Díselo a mami!
—Sobreprotegido —sentenció Molly, cruzando sus brazos—, por eso es que se crió así… —pero al notar la mirada triste de Dudley, rectificó—. ¡Disculpa! Aunque es lo que me deja ver esta narración de como eras a esa edad.
—Tiene toda la razón, señora Molly —admitió Dudley, suspirando—, fui malcriado, sobreprotegido, todo lo malo que un padre genera en un hijo, y lo entendí después de esa experiencia, aunque no lo parezca, y eso me llevó mucho tiempo para corregirlo, enmendar mi conducta y poder ser un padre correcto para mis hijas.
El pie de Harry estaba en el escalón más bajo de la escalera cuando Dudley recuperó la voz.
—Él.
Harry se quedó congelado al pie de la escalera, su cara se arrugó, preparada para la explosión.
—No me extraña —bufó Lily, decepcionada.
—En ese tiempo suponía que había sido Harry —reconoció Dudley—, porque tenía en la mano la varita y creía que él había hecho eso. Con el tiempo pude entender que Harry lo que hizo fue protegerme, y eso nunca se lo pude agradecer como correspondía, con plena lucidez de mi mente.
—Tranquilo, Dud —replicó Harry—. No hay nada que agradecer.
—Harry no se detiene a pensar a quien ayuda, sólo sale y hace lo suyo, que es cuidar de quien está con él, y ya está —comentó Ginny, con voz autorizada, a lo que muchos de los contemporáneos aprobaron con aplausos.
—¡CHICO! ¡VEN AQUÍ!
Con un sentimiento entre el terror y la ira, Harry saco lentamente su pie de la escalera y giró para ir donde los Dursleys.
La escrupulosamente limpia cocina tenía un viejo e irreal brillo después de la oscuridad de afuera. Tía Petunia estaba acomodando a Dudley en una silla; él estaba verde y calmado, mirando. Tío Vernon se paró enfrente del escurridero, mirando a Harry a través de sus pequeños, y estrechos ojos.
—¿Qué le has hecho a mi hijo? —dijo en un amenazador gruñido.
—Nada —dijo Harry, sabiendo perfectamente bien que el tío Vernon no le creía.
—¿Qué te ha hecho, Diddy?—dijo Tía Petunia con la voz temblorosa, ahora limpiando vómito del frente de la chaqueta de lana de Dudley—. ¿Qué es... es lo-que-tu-ya-sabes, cariño? ¿Él ha usado esa cosa?
—¿Lo-que-tu-ya-sabes? —preguntó inocentemente Paula.
—Era la forma en que papá y mamá se referían a la magia —respondió Dudley.
—Ya creo que está bastante clara la forma en que ellos reaccionaban a cada mención de la magia o algo relacionado a ella —comentó Harry, con tono decepcionado.
Lentamente, temblando, Dudley asintió.
—¡No lo hice! —dijo Harry agudamente, tía Petunia soltaba un lamento y tío Vernon levanto sus puños—. ¡No le hice nada a él!, no fui yo, fueron…
Pero en ese preciso momento una lechuza entro a través de la ventana de la cocina. Pasó esquivando por poco la parte de arriba de la cabeza de Tío Vernon, se elevó a través de la cocina y soltó en los pies de Harry el gran pergamino que llevaba en su pico, se dio vuelta graciosamente y sus alas rozaron la tapa del refrigerador, entonces apuntó hacia afuera y cruzó el jardín.
—Comienza el festival de lechuzas —dijo Harry, sonriendo ligeramente. JS se volteó a verlo, pero sólo recibió un asentimiento mudo de parte de su padre.
—¡LECHUZAS! —gritó tío Vernon, la vena de su sien latiendo furiosamente, y cerró las ventanas de la cocina de un golpe—. ¡LECHUZAS OTRA VEZ, NO TENDRE MAS LECHUZAS EN MI CASA!'
Pero Harry rasgaba el sobre y sacaba la carta, Su corazón estaba en alguna parte de la región de la nuez.
Estimado Sr. Potter:
Hemos recibido noticias de que usted invoco el hechizo Patronus a las 21:33 esta tarde en una zona habitada de Muggles, y en presencia de un Muggle.
La gravedad de esta infracción del decreto para la restricción razonable de magia en menores ha dado como resultado su expulsión de la escuela Hogwarts de Magia y Hechicería. Los representantes del ministerio llamarán en su domicilio pronto para destruir su varita.
Como usted ya ha recibido una advertencia oficial por una ofensa anterior bajo sección 13 de la confederación internacional del estatuto de Protectores del secreto, lamentamos informarle que su presencia está requerida en una audiencia disciplinaria en el Ministerio de Magia el 20 de agosto, a las 9 am.
Espero que este bien
Sinceramente
Mafalda Hopkirk
Oficina de uso incorrecto de la magia
Ministerio de Magia
Harry leyó la carta por segunda vez. Estaba poco consiente de lo que estaban hablando tío Vernon y tía Petunia. En su cabeza todo era helado y entumecido. Un hecho había penetrado su conciencia como un dardo paralizante. Lo habían expulsado de Hogwarts. Todo había terminado. Nunca iba a volver.
—¿La expulsión en ese tiempo acarreaba que te rompieran la varita? —preguntó Lucy, sorprendida como muchos.
—Sí —confirmó Dumbledore.
—Con los cambios actuales —aclaró la directora McGonagall—, lo que se hace es remitirlo a la escuela Humstall o a Ilvermorny.
Miró a los Dursley. Tío Vernon tenía la cara morada, gritando, todavía sus puños estaban levantados; Tía Petunia tenia los brazos alrededor de Dudley, que estaba sintiendo náuseas de nuevo.
Harry se quedó momentáneamente paralizado, pero su cerebro parecía reanimarse.
Los representantes del ministerio llamarán en su domicilio pronto para destruir su varita. Había solo una cosa que podía hacer. Tendría que correr; ahora. ¿Adónde iría?, Harry no lo sabía, pero estaba seguro de una cosa: en Hogwarts o fuera del colegio necesitaba su varita. Como si estuviese soñando sacó su varita y dio vuelta para salir de la cocina.
—¿Dónde crees que vas? —gritó tío Vernon. Pero cuando Harry no respondió, corrió a través de la cocina para bloquear la puerta del pasillo—. ¡No termine contigo, muchacho!
—Quítate del camino —dijo Harry tranquilamente.
—Te vas a quedar aquí y vas a explicar que le pasó a mi hijo.
—Si no sales de mi camino me voy a deshacer de ti —dijo Harry, levantando la varita.
—Estabas dispuesto a todo, ¿no, Harry? —preguntó Hannah, impactada.
—Sentía que no tenía nada que perder —reconoció Harry.
—¡Tú no me puedes hacer nada! —gruño tío Vernon—. Sé que no tienes permitido usarla, llamaré a ese manicomio que llamas escuela.
—El manicomio me ha expulsado —dijo Harry—. Así que, puedo hacer lo que yo quiera, tienes 3 segundos... 1, 2...
Un CRACK resonó en la cocina. La tía Petunia gritó. El tío Vernon estaba oculto y agachado pero Harry buscaba por la tercera vez en esa noche la fuente de un disturbio que él no había producido. Lo vio enseguida, un búho deslumbrado y rizado que se sentaba afuera en el travesaño de la cocina, apenas chocando con la ventana cerrada.
—¿Otra carta? —preguntó Louis—. ¿será del Ministerio?
—Lo más seguro —dijo Maia.
Ignorando el grito de 'LECHUZAS' del tío Vernon, Harry cruzó el cuarto rápidamente y abrió la ventana. La lechuza desplegó una pata a la cual llevaba atada un pequeño rollo de pergamino, sacudió sus alas y se detuvo un momento mientras Harry tomaba la carta y desplegaba el segundo mensaje, que estaba escrito de una forma muy precipitada con tinta negra.
Harry:
Dumbledore recién llegó al Ministerio y está intentando arreglar todo. NO ABANDONES LA CASA DE TU TÍA Y TÍO. NO HAGAS MÁS MAGIA. NO ENTREGUES TU VARITA.
Arthur Weasley.
—Por lo menos una voz calmada —suspiró Lily.
—Intenté darle un poco de tranquilidad a Harry —comentó Arthur.
Dumbledore estaba intentaba arreglarlo todo… ¿Qué quiso decir? ¿Cuánto poder necesitaba Dumbledore para anular lo del Ministerio de Magia? ¿Entonces, había una posibilidad para volver a Hogwarts? Una pequeña esperanza floreció en el pecho de Harry, y casi inmediatamente fue estrangulado por el pánico… ¿Cómo se suponía que debía impedir que le quitasen su varita mágica, sin hacer magia? Él tendría un duelo con los representantes de Ministerio, y si hacía eso tendría suerte de evitar ir a Azkaban, dejando sólo la expulsión.
Su mente volaba… Podría escapar para evitar todo y correr el riesgo de ser capturado por el Ministerio, o permanecer ahí y esperarlos para que lo encontrasen. Era mucho más osado desde el curso anterior, pero sabía que Sr. Weasley tenía las mejores intenciones… Y después de todo, Dumbledore había arreglado antes cosas mucho, mucho peores que esto.
—En eso tienes razón —dijo James—, vaya que Dumbledore ha arreglado cosas mucho peores.
—No siempre con resultados como los esperaba —reconoció el anciano profesor, mirando a los Potter.
—Bien, —dijo Harry—, he cambiado de idea, me quedo.
Se sentó ante la mesa de la cocina y encaró a Dudley y la Tía Petunia. Los Dursleys se sorprendieron de su abrupto cambio de mentalidad. La tía Petunia echó un vistazo con desesperación al Tío Vernon. La vena morada estaba palpitando peor que nunca.
—¿De quién son todas estas lechuzas rubicundas? —gruñó.
—La primera era del Ministerio de Magia, expulsándome, —dijo con calma Harry. Agudizaba sus oídos para captar cualquier ruido del exterior, en caso de que los representantes de Ministerio se acercaran, y por esto era más fácil contestar silenciosamente las preguntas del Tío Vernon que hacerlo comenzar a rabiar—. La segunda era del papá de mi amigo Ron, que trabaja en el Ministerio de Magia.
—¿Ministerio de Magia? —bramó el Tío Vernon—. ¡Gente como tú en el gobierno! Ah, esto explica todo, todo, nada asombroso, el país se va a ir a los caños —cuándo Harry no respondió, el Tío Vernon lo miró airadamente, y luego escupió—, ¿Y por qué has sido expulsado?
—Porque hice magia.
—Directo y sin poción analgésica —dijo Dil, ya más repuesta de las náuseas que le provocó la primera parte del capítulo.
—Insisto, no tenía nada que perder.
—¡AHA! —rugió el Tío Vernon, pegando su puño de golpe sobre la parte superior del refrigerador, que resulto abierto. Varios de los bocados de pocas calorías de Dudley fueron derribados y estrellaron en el suelo—. ¡Entonces lo admites! ¿Qué le hiciste a Dudley?
—Nada —dijo Harry, cada vez con menos calma—. Ese no era yo…
—Era —murmuró Dudley de improviso, y el Tío Vernon y la Tía Petunia instantáneamente hicieron gestos a Harry mientras ambos se inclinaron sobre Dudley.
—Calladito te veías más bonito —gruñó Sirius.
—Ya, Canuto —le dijo Lily—, déjalo. Sigue, Dudley, por favor.
—Gracias, tía —lo dijo sinceramente, con los ojos llorosos. Luego suspiró, tomo algo de agua y siguió.
—Continúa, hijo —dijo el Tío Vernon—, ¿qué hizo?
—Dinos, querido —susurraba la Tía Petunia.
—Me apuntó con su varita mágica —masculló Dudley.
—Sí, lo hice, pero no la usé… —comenzó Harry con ira—, pero…
—¡CALLATE! —rugieron el Tío Vernon y la Tía Petunia al unísono.
Varios gruñeron en la Sala, pero no interrumpieron a Dudley.
—Continúa, hijo —repitió el Tío Vernon, mientras soplaba el bigote con furia.
—Todo estaba oscuro —dijo Dudley con voz ronca (como con la que leía después de su intercambio con Lily), estremeciéndose—. Todo oscuro. Y luego e-escuché… cosas. Adentro d-de mi cabeza.
El tío Vernon y la Tía Petunia cambiaron miradas de completo horror. Si la cosa que menos les gustaba en el mundo era la magia -estrechamente seguida por los vecinos que no acataban la prohibición de manguera- la gente que oía voces estaban definitivamente en las ultimas diez. Ellos obviamente pensaron que Dudley estaba perdiendo la cordura.
—¿Qué tipo de cosas, Popkin?—suspiro la Tía Petunia muy blanca y con lágrimas en sus ojos.
Pero Dudley parecía incapaz de decirlo. El tembló otra vez y sacudió su grande y rubia cabeza, y a pesar de sentir un miedo aturdidor que tenía asentado Harry desde la llegada de la primera lechuza, sintió cierta curiosidad. Los Dementores causaban que una persona reviviera los peores momentos de su vida. ¿Que habría sido lo que forzaron a Dudley a escuchar?
Aunque varios de los más jóvenes estaban igual de curiosos, sus padres hicieron señas de negación. No iban a permitir que interrogaran a Dudley sobre ese tema.
—¿Cómo te caíste al suelo, hijo? —dijo Tío Vernon, con una voz tranquila, el tipo de voz que él podría adoptar al lado del lecho de una persona muy enferma.
—D-Disparado —dijo Dudley inestable—. Y entonces —él gesticuló en su enorme pecho. Harry le entendía. Dudley recordaba el frío húmedo que llenó sus pulmones mientras que la esperanza y la felicidad fueron aspiradas fuera de él—. Horrible —titubeó Dudley—. Frío. Realmente frío.
—De acuerdo —dijo tío Vernon, con una voz de calma forzada, mientras que tía Petunia puso una mano ansiosa en la frente de Dudley para sentir su temperatura—. ¿Qué sucedió entonces, Dudders?
—Sentí… sentí… sentí… como si… como si…
—Como si nunca más fueras a volver a ser feliz —sugirió Harry sordamente.
—Si —Dudley susurró, todavía temblando.
—Es una sensación que no se la deseo ni a mi peor enemigo —se interrumpió Dudley—. Es lo peor. Ni siquiera la derrota en el campeonato de la NCAA contra el gigantón de Notre Dame en el segundo round se compara con esto que viví esa noche.
—Entonces —dijo tío Vernon, con la voz restaurada al volumen completo y considerable mientras que se enderezaba—. Tu pusiste algún tipo de encantamiento chiflado en mi hijo para que él oyera voces y creyera que fue… ¿fue condenado a la miseria, o algo?, ¿no es cierto?
—¡Por Merlín! —estalló JS—, ¿Hasta cuándo se lo va a decir? ¡No fue mi papá!
—¿Cuántas veces tengo que decirle? —dijo Harry, de mal genio y ambos se levantaron—. ¡No era yo! ¡Eran un par de Dementores!
—Lo que decía —insistió JS, ya satisfecho.
—¿Un par de… que cosa?
—De-men–to-res —dijo Harry lenta y claramente—. Dos de ellos.
—¿Y qué demonios son los Dementores?
—Custodian la prisión de magos, Azkaban —dijo tía Petunia. Dos segundos de silencio siguieron estas palabras antes de que tía Petunia cubriera su boca como si ella hubiera tenido un resbalón y hubiera dicho una palabrota. Tío Vernon la miró sin comprender. El cerebro de Harry daba giros. La señora Figg era una cosa… pero… ¿Tía Petunia?
—¿Y cómo sabía ella eso? —en este caso fue Al el sorprendido.
—Buena pregunta, Al —reconoció Rose, igualmente interesada en lo que se había leído.
—¿Cómo sabe eso? –preguntó asombrado.
Tía Petunia parecía absolutamente horrorizada consigo. Echó un vistazo a tío Vernon un poco temerosa, después bajó su mano levemente para revelar sus dientes de caballo.
—Oí… a ese odioso muchacho… decirle a ella sobre ellos años atrás —dijo ella nerviosamente.
—Debió ser alguna vez que hablamos en su presencia —comentó James, pero Lily, negando, dijo:
—El "odioso muchacho" al que ella se refiere es a Severus. Fue cuando teníamos unos diez años, antes que nos llegaran las cartas de Hogwarts, cuando nos encontramos en un parque, ¿recuerdas? —Snape asintió en silencio—, hablábamos sobre la magia, por qué no se podía hacer libremente, y qué le pasaba a quienes cometían delitos, y por eso hablamos de Azkaban y de los dementores.
—Si te refieres a mi mamá y papá… por qué no utiliza sus nombres –dijo Harry en voz alta, pero tía Petunia no le hizo caso. Parecía horriblemente frustrada. Harry se quedó atontado. A excepción de un arrebato hace años, en el cual tía Petunia había gritado que la madre de Harry había sido un fenómeno, él nunca la había oído mencionar a su hermana. Se quedó asombrado de que ella recordara ese trocito de información sobre el mundo mágico desde hacía tanto tiempo, cuando normalmente pone todas sus energías en fingir que no existe.
Tío Vernon abrió su boca, la cerró, la abrió una vez más, volvió a cerrarla, y aparentemente tratando de recordar cómo hablar, la abrió por tercera vez, y dijo:
—Entonces… entonces… ellos… eh… ellos… ¿realmente existen los Demente-como sea?
Tía Petunia asintió. Tío Vernon miraba de tía Petunia a Dudley, de Dudley a Harry como si esperar a alguien fuera a gritar '¡Día de los inocentes!' Cuando nadie lo hizo, él abrió su boca otra vez, pero interrumpió la lucha para encontrar más palabras por la llegada de la tercera lechuza de la tarde, que paso por la todavía abierta ventana como un cañón, una bola plumosa aterrizó con un estruendo confuso en la mesa de la cocina, haciendo a los tres Dursleys saltar con el estruendo. Harry tomó un segundo sobre oficial -que tenía en el pico la lechuza y lo rasgó mientras que la lechuza salía y se retiraba en la noche.
—Suficiente de… ruidosos… búhos —murmuró tío Vernon distraído, deteniéndose frente a la ventana y cerrándola de golpe.
Estimado Sr. Potter,
Agregando esta carta a la de hace de aproximadamente veintidós minutos, el Ministerio de Magia ha revisado su decisión para destruir su varita inmediatamente. Usted puede conservar su varita hasta su audiencia disciplinaria el 20 de agosto, en cuyo caso será tomada una decisión oficial.
Después de la discusión con el director de la escuela Hogwarts de Magia y Hechicería, el ministerio ha convenido que la cuestión de su expulsión también será decidida en aquella fecha. Usted debe por lo tanto considerarse suspendido de investigaciones posteriores pendientes de la escuela.
Con gran afecto
Sinceramente
Mafalda Hopkirk
Oficina del uso incorrecto de la magia
Ministerio de Magia.
Harry leyó esta letra tres veces más. El nudo desgraciado en su pecho se aflojó con el alivio de saber que no sería expulsado definitivamente todavía, aunque sus miedos más profundos no se desvanecieron de ninguna manera. Todo dependía de esta audiencia del 20 de agosto.
—¿Bien? —dijo tío Vernon, recordando a Harry sus alrededores—. ¿Ahora qué? ¿Te han condenado a cualquier cosa? ¿Tienen la pena de muerte? —agregó como pensamiento esperanzado.
—No me extraña que haya pensado eso —dijo Hannah, lo que provocó gestos de aprobación en varios.
—Tengo que ir a una audiencia —dijo Harry.
—¿Y allí te condenarán?
—Eso supongo.
—Entonces, todavía tengo esperanzas.
—Bueno, si eso es todo —dijo Harry, poniéndose de pie. Necesitaba desesperadamente estar solo, pensar, tal vez mandar una carta a Ron, Hermione o Sirius.
—Me imagino —comentó quedamente Ron. Hermione y Sirius asintieron en silencio.
—¡NO, NO PARA NADA ES TODO! —gritó tío Vernon—. ¡SIÉNTATE OTRA VEZ!
—¿Ahora qué? —dijo Harry impacientemente.
—¡DUDLEY! bramó tío Vernon—, !quiero saber exactamente lo que le paso a mi hijo!
—BIEN —gritó Harry. Con su mal humor, chispas rojas y doradas se dispararon de la punta de su varita, que todavía sujetaba en sus manos. Los tres Dursley titubearon aterrorizados—. Dudley y yo estábamos en el callejón entre Magnolia Cresents y Wisteria Walk —dijo Harry hablando rápido, luchando por controlar su temperamento (—Lo que no pongo en duda —dijo Zacharias)—. Dudley se quiso hacer el listo conmigo y yo empuñe la varita, pero no la usé, en eso los dementores nos rodearon.
—¿Pero que SON los dementoides?—preguntó tío Vernon furioso—. ¿Qué es lo que HACEN?
—Te lo diré —dijo Harry—, ellos te roban la felicidad, y si tienen oportunidad te besan.
—¿Te besan? —dijo tío Vernon entornando sus ojos—. ¿Besarte?
—Así le llaman cuando sacan tu alma por la boca.
Tía Petunia hizo una mueca como de un grito silencioso.
—¿Su alma? Ellos no tomaron su… él todavía tiene su…
—Gracias a Dios, no —se interrumpió Dudley. Samantha sonrió levemente y las mellizas se sentaron a cada lado de su padre, para abrazarlo.
Ella tomo a Dudley por los hombros y lo sacudió como verificando si ella podía escuchar su alma resonando dentro.
—Por supuesto ellos no absorbieron su alma, ustedes lo sabrían si lo hubieran hecho —dijo Harry exasperado.
—Peleaste contra ellos, eh, hijo —dijo tío Vernon, con la apariencia de un hombre que se esforzaba por llevar la conversación de regreso a un plano que pudiera entender—. ¿Les diste el viejo uno-dos, no?
—El "viejo uno-dos" no funciona con los dementores —comentó James.
—Si, a menos que ese "viejo uno-dos" sea un patronus —complementó Sirius.
—No le puedes dar a un Dementor el viejo uno-dos—dijo Harry entre dientes.
—¿Por qué Dudley está bien entonces? —riño tío Vernon—. ¿por qué no está vacío entonces?
—Porque use el Patronus…
—Lo que habíamos dicho —insistió James, señalándose a sí mismo y a Sirius.
WHOOSH.
Con un repiqueteo, un zumbido de alas y una suave caída de polvo, una cuarta lechuza entro disparada de la chimenea.
—¡POR EL AMOR DE DIOS! —rugió tío Vernon, arrancándose grandes partes del bigote, algo que él no había hecho desde hacía mucho tiempo (—Desde la vez de las cartas de ingreso a Hogwarts, según recuerdo que ví en esa niebla en la cual nos envolvió la Sala cuando llegamos —comentó Rose, sorprendiendo a muchos)—. NO TENDRÉ LECHUZAS AQUÍ, NO TOLERARÉ ESTO, TE LO ADVIERTO.
Pero Harry ya estaba desatando el pedazo de pergamino de la pata de la lechuza.
Estaba muy convencido de que la carta seria de Dumbledore, explicándolo todo –los dementores, la Señora Figg, porque el Ministerio había intervenido; como él, Dumbledore había arreglado todo-, pero por primera ver en su vida se sintió decepcionado al ver la letra de Sirius.
—¿Perdón? —saltó el animago, herido en su amor propio.
Ignorando la regañina de tío Vernon acerca de las lechuzas y su mirada mezquina hacia la segunda nube de polvo que la ultima lechuza había desprendido de la chimenea, Harry leyó el mensaje de Sirius:
Arthur nos contó lo sucedido. No dejes la casa de nuevo. Hagas lo que hagas.
Harry encontró esto como una respuesta inadecuada a todo lo que había sucedido esa noche y dio la vuelta al pergamino, buscando el resto de la carta, pero no había nada más.
Y ahora su temperamento se agito de nuevo. ¿No iba nadie a decirle 'bien hecho' por haber peleado con dos dementores él solo? Tanto el señor Weasley como Sirius estaban actuado como si pensaran que el se había comportado mal, y estaban ahorrando sus palabras hasta que pudieran asegurarse cuanto daño había sido hecho.
—No es eso, Harry —comenzó Sirius, pero fue interrumpido.
—No, no digan nada, dejemos que la lectura siga.
—Pero…
—Ya lo escuchaste, Sirius —le dijo Lily, interrumpiéndolo a su vez. Sirius sólo suspiró y le hizo señas a Dudley que siguiera.
—…Un montón, quiero decir, una cuadrilla de lechuzas entrando y saliendo de mi casa. No lo aceptaré, chico, no lo haré.
—No puedo impedir que las lechuzas vengan —estalló Harry, arrugando la carta de Sirius en su puño.
—Quiero la verdad de lo sucedido esta noche —ladro tío Vernon—, si fueron Demenderes los que hirieron a Dudley, ¿Cómo hiciste para repelerlos? Hiciste ya-sabes-que, ¡lo has admitido!
Harry respiro profunda y pausadamente. Su cabeza empezaba a dolerle de nuevo. Lo único que quería era salir de la cocina y alejarse de los Dursley.
—Hice el encantamiento Patronus para ahuyentar a los dementores —dijo forzándose a si mismo a mantener la calma (—que ya es bastante —reconoció Neville)—. Es lo único que funciona contra ellos.
—¿Pero que estaban haciendo dementores en Little Whinging? —dijo tío Vernon en tono injurioso.
—No podría decirlo —dijo Harry enfadado—. No tengo idea.
Su cabeza estaba latiendo en la cicatriz con forma de rayo. Su enfado estaba menguando. Se sentía agotado, exhausto. Los Dursley estaban todos mirándolo fijo a él.
—Eres tú —dijo tío Vernon bruscamente—. Eso tiene algo que ver contigo, niño, lo se. ¿Por qué otra cosa podrían estar ellos rondando por aquí? ¿Por que más podrían estar ellos en ese callejón? ¡Tu eres el único… el único… —evidentemente no podía pronunciar la palabra mago—… el único ya-sabes-que en kilómetros!
—No se porque ellos estaban aquí.
Pero las palabras de tío Vernon volvieron a activar el exhausto cerebro de Harry. ¿Por qué los dementores habían venido a Little Whinging? ¿Cómo podría ser coincidencia que habían llegado al callejón donde estaba Harry? ¿Habían sido mandados? ¿Había perdido el Ministerio de Magia el control sobre los dementores? ¿Habían estos desertado de Azkaban y se habían unido a Voldemort, como Dumbledore supuso que harían?
—Lo que comenté temprano —mencionó Frank.
—Exactamente —ratificó Moody.
—¿Esos "Desmembradores" custodian una prisión de raros?—preguntó el tío Vernon avanzando pesadamente en la estela de los pensamientos de Harry.
—Sí —dijo Harry. Si tan solo la cabeza parara de dolerle, si pudiera marcharse de la cocina e ir a su oscura habitación a pensar...
—¡Oho!, ¡Vienen a arrestarte! —dijo tío Vernon con el aire triunfante de un hombre que a alcanzado una indiscutible conclusión—. ¿Es eso verdad, chico? ¡Estás huyendo de la ley!
—Por supuesto que no —dijo Harry sacudiendo su cabeza como si ahuyentara a una mosca, ahora su mente estaba corriendo aceleradamente.
—¿Entonces por qué?
—Él debe haberlos enviado —dijo Harry tranquilamente más para sí mismo que para el tío Vernon.
—¿Que es eso? ¿Quién debe haberlos enviado?
—Lord Voldemort —dijo Harry. Se dio cuenta confusamente de lo extraño que era que los Dursleys, quienes se encogían de miedo, se estremecían y chillaban cuando oían palabras como "mago", "magia" o "varita", pudieran escuchar el nombre del mago más malvado de todos los tiempos sin mostrar temor.
—¡Verdad que sí! —exclamó Hugo—, es una cosa loca eso, ¿no?
—No lo dudo —mencionó James, asintiendo.
—Lord… aguarda —dijo tío Vernon, mientras su cara se iluminaba con un comienzo de entendimiento en sus ojos de cerdito (lo que provocó risas en varios en la Sala) —. Yo he oído ese nombre... ese fue el que…
—Asesinó a mis padres, sí —dijo Harry con voz apagada.
—Pero se ha ido —dijo tío Vernon impacientemente, con insignificancia, como si el asesinato de los padres de Harry fuera un desagradable tópico—. El gigante lo dijo así. Se ha ido.
—Ha vuelto —dijo Harry pesadamente. Se sentía muy extraño estando allí en la quirúrgicamente limpia cocina de la tía Petunia, al lado del frigorífico y la televisión, hablando tranquilamente de Lord Voldemort con el tío Vernon. La llegada de los dementores a Little Whinging parecía haber abierto el gran e invisible muro que dividía el mundo no mágico de Privet Drive y el mundo de más allá, las dos vidas de Harry se habían fusionado y todos se habían vuelto patas arriba; los Dursleys preguntaban por detalles del mundo mágico y la Señora Figg conocía a Albus Dumbledore; los dementores rondaban Little Whinging y él podría no regresar nunca a Howarts. La cabeza de Harry palpitó más dolorosamente.
—Un cúmulo de pensamientos que nadie podría procesar sin colapsar —comentó Susan, mirando con respeto a Harry.
—Y menos un adolescente de 15 años —confirmó Alice—. No sé como hiciste, Harry.
—Esperemos que la lectura aclare muchas de esas dudas —respondió Harry, sin abundar en detalles.
—¿Ha vuelto? —susurró la tía Petunia.
Estaba mirando a Harry como nunca lo había hecho antes. Y de repente, por primera vez en su vida, Harry apreció a su tía como la hermana de su madre. No sabía decir porqué esto le golpeó tanto en ese momento. Todo lo que sabía era que él no era la única persona en la habitación que tenía indicios de lo que la vuelta de Lord Voldemort podía significar. Tía Petunia nunca en la vida lo había mirado de ese modo. Sus largos y pálidos ojos (que no eran como los de su hermana) no estaban estrechados de ira, estaban muy abiertos de terror. El furioso fingimiento que Tía Petunia había mantenido sobre la vida de Harry -que no había magia y no existía otro mundo que el que ella habitaba con el tío Vernon- parecía haberse ido.
—A pesar del momento —comentó Seamus—, se demuestra nuevamente la particular capacidad de observación y deducción de Harry.
—Si —dijo Harry, hablando ahora directamente a Tía Petunia—. Él ha vuelto hace un mes. Yo lo vi.
Las manos de tía Petunia se encontraban sobre los macizos hombros vestidos de cuero de Dudley y los apretaron.
—Espera —dijo el tío Vernon, mirándolos alternativamente primero a uno y luego a otro, aparentemente mareado y aturdido por el entendimiento sin precedentes de que algo había surgido entre ellos dos—. Espera. Tú dices que ese Lord Voldycosa ha vuelto.
—Sí.
—Ese que asesinó a tus padres.
—Sí.
—¿Y ahora está enviando "desmembradores" contra ti?
—Eso parece —dijo Harry.
—Veo —dijo Tío Vernon, mirando desde la cara blanca de su esposa a Harry y acomodando sus pantalones—. Bueno, eso lo arregla —dijo, su remera estaba tan inflada como el—, te puedes ir de esta casa, chico… Me escuchastes… FUERA —rugió tío Vernon, e incluso Tía Petunia y Dudley saltaron—. ¡FUERA! ¡Debería haberlo hecho hace años! Lechuzas tomando su lugar como uno más en la casa, budines explotando, medio salón destrozado, la cola de Dudley, Marge agitándose en el techo y ese Ford Anglia volador… ¡FUERA! ¡FUERA! ¡Te lo has buscado! ¡Eres historia! No te quedarás aquí si hay algún loco que está detrás de ti, no pondrás en riesgo a mi esposa y a mi hijo, no nos darás problemas. Si sigues el mismo camino que tus inútiles padres, ya tuve suficiente, ¡FUERA!
—¿Cuándo entenderá que nosotros no somos inútiles?
La pregunta de James encontró respuesta en quien menos se pensaba.
—Nunca lo entendieron, señor James. Nunca. Por eso terminé alejándome de ellos después que me casé con Samantha. Yo sí comprendí, quizás con lentitud, que no necesariamente era su culpa.
—Entiendo, Dudley —intervino Lily, apaciguando a James y permitiendo que su sobrino retomara la lectura.
Harry se quedó arraigado a la alfombra. Las cartas del Ministerio, el señor Weasley y Sirius estaban en su mano derecha. Hagas lo que hagas, no dejes la casa. NO DEJES LA CASA DE TUS TÍOS.
—Ya me has oído —dijo tío Vernon, su maciza y púrpura cara acercándose a Harry que sentía como le salpicaba la saliva—. ¡Vete yéndote! ¡Tienes que marcharte en media hora! ¡Vete y nunca traspases esta puerta otra vez! Porqué te hemos mantenido en primer lugar, no lo se, Marge tenía razón, tendrías que haber ido a un orfanato. Nosotros tenemos bastante con lo nuestro, pensamos que podríamos hacerte un lugar, pensamos que podíamos volverte normal, pero tú has vuelto al principio y yo ya tengo suficiente… ¡lechuzas!
—No creo que le hiciera caso —comentó JS.
—Es que no le iba a hacer caso, Jamie —replicó Al—, si sabía que el profesor Dumbledore no quería que saliera de la casa, porque sabemos que ahí había una protección, papá no iba a irse.
—Bien pensado, Al —reconoció el bromista, extrañamente serio—, no lo había pensado así.
La quinta lechuza bajó por la chimenea tan rápido que se golpeó contra el suelo antes de salir volando por el aire. Harry levantó su mano para tomar la carta, que tenía un sobre escarlata, pero ésta voló por encima de su cabeza directamente hacia tía Petunia, que empezó a gritar y puso los brazos sobre la cara. La lechuza puso el sobre rojo en su cabeza, se dio la vuelta y salió por la chimenea.
—¿Un Howler? —preguntó Freddie, extrañado.
—¿Para la abuela Petunia? —repreguntó Violet, mirando a Dudley.
Harry intentó acercarse a tomar la carta, pero tía Petunia le golpeó.
—Puedes abrirla si quieres —dijo Harry—, pero oiré lo que dice de todos modos. Es un vociferador.
—Déjalo, Petunia —rugió el tío Vernon—. ¡No lo toques, podría ser peligroso!
—Sobre todo para los oídos —reconoció Ron, lo que provocó risitas.
—Está dirigida a mí —dijo tía Petunia con voz temblorosa—. Esta dirigida a mí, mira Vernon! 'Sra. Petunia Dursley, La cocina, número 4, Privet Drive'.
Tía Petunia contuvo el aliento horrorizada. El sobre rojo comenzó a echar humo.
—¡Ábrelo! —urgió Harry—. Sucederá de todos modos.
—Exacto —reconoció Fred—, así no quieras abrirlo…
—El vociferador lo gritará todo —complementó George.
—No.
Las manos de tía Petunia estaban temblando. Miró alrededor de la cocina como buscando una ruta de escape, pero era demasiado tarde- el sobre ardió en llamas. Tía Petunia gritó y lo alejó.
Una horrorosa voz llenó la cocina, resonando en el reducido espacio desde la ardiente carta que estaba en la mesa.
—Recuerda lo último, Petunia.
Tía Petunia parecía como si fuera a desmayarse. Se sentó en la silla al lado de Dudley, con la cara entre las manos. Los restos del sobre ardían sin llamas entre las cenizas en silencio.
—¡Ya va! —saltó JS—. ¿Qué tiene que recordar? ¿Qué es eso de "lo último"?
—Hay que ver que es, Jamie —respondió Lucy, igualmente impactada. De hecho, muchos en la Sala estaban interesados en saber qué era eso que el howler había llevado como mensaje.
—¿Qué es esto? —dijo tío Vernon con voz ronca—. ¿Qué, Petunia?
Tía Petunia no dijo nada. Dudley estaba mirando estúpidamente a su madre con la boca abierta. El silencio era horrible. Harry estaba observando a su tía, totalmente perplejo, su cabeza latiendo.
—Petunia, ¿cariño? —dijo tío Vernon tímidamente—. ¿P… Petunia?
Ella levantó la cabeza. Estaba aún temblando. Estaba atragantada.
—El chico… el chico debe quedarse, Vernon —dijo débilmente.
—Algo la movió —reflexionó Zacharias—, pero la pregunta es ¿qué?
—¿Qué?
—Se queda —dijo. No estaba mirando a Harry. Se puso de pie de nuevo.
—Él... pero Petunia...
—Si lo echamos, los vecinos hablarán —dijo ella. Rápidamente había recuperado su habitual energía, sus vigorosas maneras, aunque estaba todavía muy pálida—. Harán preguntas, querrán saber donde se ha ido. Tenemos que dejarlo aquí. —Tío Vernon estaba desinflado como un viejo neumático.
—Un momento de debilidad, nada más —dijo Sirius, con cierto tono de asco.
—Así parece —reconoció Hermione.
—Pero Petunia, querida.
Tía Petunia lo ignoró. Se volvió hacia Harry.
—Debes quedarte en tu habitación —dijo—. No dejes la casa. Ahora vete a la cama.
Harry no se movió.
—¿Quién envió el Vociferador?
—No te lo va a decir, papá —dijo Lilu.
—Tenía que intentarlo, princesa —le respondió Harry.
—No hagas preguntas —soltó Tía Petunia.
—¿Estas en contacto con los magos?
—Te dije que te vayas a la cama.
—¿Qué significaba? ¿Recuerda el último qué?
—¡A la cama!
—¿Cómo...?
—¡YA HAS OÍDO A TU TÍA, VETE AHORA A LA CAMA!
—Y así —comentó Dudley, suspirando—, es como se cierra este capítulo, con la orden de mi papá para que Harry se fuera a dormir.
—Pero… —JS se quedó con la duda—, ¿Quién demonios le mandó ese Howler a la tía Petunia?
—Jamie —el reclamo de Ginny no dejó lugar a dudas, por lo que JS bufó.
—Tiene razón, tía —intervino Rose—, en ningún momento se menciona que la tía Petunia tuviera contacto con alguien de nosotros. De los magos, quiero decir. Incluso, se sabe que ellos destruyeron la carta que el profesor Dumbledore les dejó con tío Harry de un año. A menos que... —se detuvo en seco, y chasqueando los dedos, dijo—, ¡Claro!, a menos que sí la leyeran antes de destruirla, y "lo último" sería algún tipo de contrato o convenio mágico para que mantuvieran al tío Harry en la casa, bajo la protección ancestral de la que habló la señora Lily el primer día; recuerdo que eso también me lo dijo, e imagino que a los demás, esa neblina que nos cubrió cuando llegamos.
—No me parece mala teoría —mencionó James—, Rose no está mal encaminada.
Dumbledore sólo sonrió enigmáticamente, sin responder a la teoría expuesta por Rose.
Quien emitió una especie de respuesta fue Moody, al gruñir cuando vio el atril de la lectura frente a su asiento.
Buenas tardes desde San Diego, Venezuela, y feliz "Harry Potter's Day" atrasado! Como recordaremos, los fanáticos del Potterverso reconocemos el 31 de julio como el "Día de Harry Potter" por el cumpleaños de JK Rowling, la creadora de este universo, y de su protagonista fundamental; por eso la mención. El capítulo de hoy trae las primeras consecuencias de lo vivido por Harry y Dudley en el callejón de Magnolia Cresents, como es el regreso al número 4 de Privet Drive, el descubrimiento de Harry de la "escolta encubierta" que lo estaba custodiando a la distancia, las lechuzas trayendo mensajes desde todas partes y los cambios de reacción tanto de Harry como de los tíos Vernon y Petunia; y por supuesto cómo los asistentes a esta "aventura astral de tres generaciones y ocho libros" viven lo que se lee. En ese mismo sentido, les agradezco por estar ahí, acompañarme en esta locura, con sus visitas, alertas, favoritos y comentarios, como esta semana hicieron creativo (bueno, lo de Grindelwald y ese enfoque de "Animales Fantásticos, The Movie" no lo estoy considerando canónico, como "The Cursed Child", para que lo tomes en cuenta; mi línea temporal es una variante del Potterverso) y Eugre (Sí, quizás nunca lo sabremos a ciencia cierta; y gracias por seguirme por allá, ya habrás visto todo lo que he publicado de los JJOO). Y sí, hoy he publicado algo tarde porque se me atravesó un record mundial con medalla de oro en el ojo, además de un trasnocho de golf, una exhibición de BMX Freestyle y una carrera de Formula 1 de locos... Pero seguimos, con todo el gusto, porque esto es hasta el final. "¿Después de todo este tiempo?" "Siempre." Por favor, recuerden tomar las medidas de bioseguridad en serio, nos necesitamos, y nos necesitamos sanos y enteros! Saludos y bendiciones!
