Harry Potter: Una lectura distinta, vol. 5
Por edwinguerrave
Copyright © J.K. Rowling, 1999-2008
El Copyright y la Marca Registrada del nombre y del personaje Harry Potter, de todos los demás nombres propios y personajes, así como de todos los símbolos y elementos relacionados, para su adaptación cinematográfica, son propiedad de Warner Bros, 2000.
La Orden del Fenix
CAPÍTULO 5 La Orden del Fénix
—¡Yaaaaa vaaaaaa! —se levantó Lilu, impresionada—, ¿ese cuadro maligno era de la mamá de Sirius?
—Así mismo —respondió el aludido.
—Pero, pero… —la chica miraba alternativamente a Sirius, a Harry, a Ginny e incluso a Molly—, ¿por qué ese cuadro estaba en la casa?
—Creo que eso se responderá en un rato —indicó Molly, al ver el atril con el pergamino frente a ella—. Por lo pronto, creo que los que no la conocían van a conocer a La Orden del Fénix.
—¿Así no se llama el libro? —recordó Paula.
—Así mismo, hermana —le respondió Alisu, sonriendo.
—Me parece que dejamos a Harry extrañado por ver a Sirius en la casa —mencionó Molly—, porque justo comienza con una pregunta.
—¿Tu...?
—Mi vieja y querida Madre —dijo Sirius—. Hemos intentado sacarla durante un mes pero pensamos que puso un Encantamiento de Adhesivo Permanente al dorso del cuadro. Bajemos las escaleras, rápido, antes de que todos se despierten otra vez.
—Pero, ¿Qué hace el retrato de tu madre aquí? —Preguntó Harry desconcertado, al tiempo que cruzaban la puerta hacia el hall y bajaban una estrecha escalera de piedra mientras los otros los seguían.
—Creo que es la pregunta que todos nos hacemos —planteó JS, señalándose a sí mismo y a sus hermanos.
—Pues parece que no se los has dicho, Harry —reclamó Sirius.
—Ellos lo saben —aclaró Harry—, lo que no conocían era su estado cuando la visité por primera vez.
—¿Nadie te dijo? Esta era la casa de mis padres—, —explicó Sirius—. Pero yo soy el último Black que queda, así que ahora es mía. Se lo ofrecí a Dumbledore como cuartel general, es prácticamente la única cosa útil que he podido hacer.
—¿Perdón? —preguntó James, extrañado.
—Recuerda que en ese momento seguía siendo un prófugo de la justicia —suspiró Sirius, ante la mirada complacida de Snape—, y lo principal para mí era mantenerme oculto; pero también quería ayudar, dentro de mis posibilidades, y Dumbledore accedió a usarla como cuartel, con todo lo que implicaba.
Los hijos de Harry estaban impactados por lo que escuchaban que había sido originalmente lo que ellos llamaban hogar.
Harry, quien había esperado una mejor bienvenida, notó cuan dura y amargada sonaba la voz de Sirius. Siguió a su padrino hasta el final de los peldaños y a través de una puerta que conducía a una cocina en el sótano.
Este lugar era apenas menos sombrío que el vestíbulo superior, un cuarto cavernoso con ásperas paredes de piedra. La mayor parte de la luz venía de un gran fuego situado en el extremo más alejado del recinto. Una neblina de humo de pipa flotaba en el aire, semejante a la humareda reinante luego de una batalla, a través de la cual se vislumbraban las amenazantes formas de pesados utensilios de cocina que colgaban del oscuro techo. Muchas sillas habían sido traídas para la reunión y en el medio se observaba una larga mesa de madera cubierta con rollos de pergamino, copas, botellas de vino vacías, y un montón de lo que al parecer eran harapos. El Señor Weasley y su hijo mayor, Bill, con las cabezas juntas, hablaban quedamente al final de la mesa.
La señora Weasley se aclaro la garganta. Su marido, un hombre delgado, pelirrojo, con una incipiente calva y con anteojos de montura de cuerno, miró alrededor y brincó inmediatamente.
—Te agarraron por sorpresa, abuelo —comentó Lucy, sonriendo.
—Algo así —reconoció Arthur, con las orejas algo coloradas, pero abrazando a Molly, quien sonreía al leer.
—¡Harry! —dijo el Sr. Weasley apresurándose para saludarlo y estrechándole la mano enérgicamente—. ¡Que bueno verte!
Sobre su hombro Harry vio a Bill, quien todavía llevaba su largo pelo en una cola de caballo, enrollando a toda prisa los largos pergaminos que había sobre la mesa.
—¿Tuviste buen viaje, Harry? —preguntó Bill intentando recoger doce rollos al mismo tiempo—. ¿OjoLoco no te hizo venir vía Groenlandia, entonces?
Moody gruñó al recordar esa conversación, mientras algunas risitas se oían del lado de los nuevos merodeadores.
—Lo intentó —dijo Tonks, dando un salto para ayudar a Bill y derribando una vela sobre el último trozo de pergamino—. Oh, no… perdón…
—Ay, querida —dijo la Sra. Weasley, con tono exasperado, mientras reparaba el pergamino con un giro de su varita mágica. En el destello de luz causado por el hechizo de la Sra. Weasley, Harry alcanzó a vislumbrar lo que le pareció el plano de un edificio. La Sra Weasley lo había visto mirar; arrebató el plano de la mesa y lo dejó en los brazos ya sobrecargados de Bill—. Este tipo de cosas deberían ser quitadas puntualmente al final de las reuniones —dijo bruscamente, antes de dirigirse hacia un antiguo aparador del que comenzó a descargar platos para la cena. Bill sacó su varita mágica, murmuró:
—¡Evanesco!—y los rollos desaparecieron.
—¡Qué ruda! —exclamó Molls, sorprendida—, ¡la abuela no es así! —pero al ver que todos callaban, abrió los ojos—, la abuela no es así, ¿verdad?
—En esos momentos —admitió Molly, viendo a su nieta y tocaya con una sonrisa triste—, con toda la tensión que estábamos viviendo, y para protegerlos —volteó a ver a Harry, Ron y Hermione—, tuve que recordarle a Bill lo que se había acordado.
—Siéntate Harry —dijo Sirius—. ¿Ya conoces a Mundungus, verdad? —la cosa que Harry había tomado por un montón de harapos dio un prolongado gruñido y se despertó.
—¿Alguien dijo mi nombre? —reclamó Mundungus, con voz somnolienta—. Estoy de acuerdo con Sirius… —levantó una mano muy sucia en el aire como si estuviera votando, los hinchados ojos rojos desenfocados. Ginny se rió.
—¿Ese no fue el que dejó abandonado al tío Harry el día de los dementores? —preguntó Hugo, a lo que Rose respondió:
—Sí, y que después se ganó la paliza de parte de la señora Figg con la bolsa de la compra llena de latas de comida de gatos.
Las carcajadas explotaron en la Sala, especialmente de parte de los más jóvenes.
—La reunión ha terminado, Dung—dijo Sirius mientras todos se sentaban alrededor de él en la mesa—. Harry ha llegado.
—¿Cómo? —dijo Mundungus, mirando detenidamente a Harry a través de su enmarañado pelo rojo—. Ah, si, así veo… ¿Estas bien?
—Sí —dijo Harry. Mundungus hurgo nerviosamente en sus bolsillos, todavía mirando fijamente a Harry, y sacó una sucia pipa negra. La pegó a su boca, la encendió en la punta con su varita mágica y tomó una profunda bocanada. Unas grandes nubes de humo verdoso lo cubrieron en unos segundos—. Te debo una disculpa —gruñó su voz en medio de la nube maloliente.
—¡Por última vez, Mundungus! —grito la Sra. Weasley—, ¡por favor no fumes esa cosa en la cocina, especialmente cuando vamos a comer!
—Ah —dijo Mundungus—. Tienes razón. Perdón, Molly —la nube de humo desapareció cuando Mundungus guardo su pipa en el bolsillo, pero un olor acre como de calcetines quemados permaneció.
—Todo un personaje —comentó Frank, a lo que Sirius complementó:
—Realmente un sujeto único.
—Lo malo es su "profesión" —Hermione aclaró el término al entrecomillarlo con los dedos.
—Ni me lo digas —confirmó Harry, para luego hacerle una seña a Molly para que siguiera leyendo.
—Y si quieren la cena antes de la medianoche necesitaré una mano —dijo la Sra. Weasley—. No, tú puedes quedarte donde estás, Harry querido, has tenido un largo viaje.
—¿Qué puedo hacer, Molly? —dijo Tonks con entusiasmo, saltando hacia adelante. La Señora Weasley vaciló, mirándola aprensivamente.
—Ehhh, no, esta todo bien, Tonks, tu también tienes que descansar, has hecho bastante hoy.
—¡No, no, quiero ayudar! —dijo Tonks alegremente, atropellando una silla mientras se apresuraba hacia el aparador, donde Ginny recogía los cubiertos.
—Sí —admitió Tonks, ante las risas de varios en la Sala—, sé que soy algo torpe, pero ¿no es como exagerado lo que se narra?
—Siempre fuiste un dechado de torpeza, primita —le respondió Sirius—, y creo que Harry lo ha retratado muy bien.
—Defiéndeme —le reclamó Tonks a Remus, quien, sonriendo, dijo:
—Déjenla quieta —pero, al oído, le susurró—. Aunque sabes que es verdad.
Pronto, una serie de pesados cuchillos cortaba la carne y las verduras por su propia voluntad, supervisados por el Sr. Weasley, mientras la Sra. Weasley revolvía una caldera que pendía sobre el fuego y los demás sacaban platos, más copas y alimento de la despensa. Harry se había quedado en la mesa con Sirius y Mundungus, quien todavía parpadeaba tristemente.
—¿Has visto a la vieja Figgy desde entonces? —le preguntó.
—No —dijo Harry—, no he visto a nadie.
—Bien, no debí haberme ido —dijo Mundungus, con una nota suplicante en su voz— pero tuve una oportunidad de negocios…
—Los famosos calderos robados —gruñó Lily—, ¿cuándo no?
—¿Y ustedes lo conocían, abuela?
—¡Claro, mi niña! —exclamó Lily—, Mundungus toda la vida ha sido un ladronzuelo de armas tomar. Eso sí —reconoció acariciando la mano de Harry—, si había alguien que estuvo pendiente del nacimiento de Harry, además de Sirius, Remus y Peter, fue Mundungus. No sé que lo llevaría a descuidarte en ese momento, a menos que fuera a ganar mucho con esos calderos robados.
Harry sintió algo frotarse contra sus rodillas, pero solo era Crookshanks, el gato pelirrojo de Hermione, quien se enrolló alrededor de las piernas de Harry, ronroneando, para luego brincar sobre al regazo de Sirius y enroscarse. Sirius lo rascó distraídamente detrás de las orejas, aun ceñudo, mirando a Harry.
—¿Has tenido un buen verano hasta ahora?
—No, ha sido apestoso —dijo Harry. Por primera vez, algo así como una sonrisa burlona se asomó en la cara de Sirius.
—No sé de que te quejas.
—¿Qué? —preguntó Harry con incredulidad.
—Personalmente, yo habría dado la bienvenida a un ataque de los Dementores. Una lucha mortal por mi alma habría roto la monotonía agradablemente. Piensas que lo has pasado mal, pero al menos has sido capaz de escaparte y cosas así, estirar tus piernas, entrar en unas cuantas peleas… Yo he estado encerrado durante un mes.
—Tiene lógica —admitió James—, me recuerda a como me sentía durante nuestro encierro antes y después del nacimiento de Harry.
—Sí —recordó Lily—, creo que lo único que te calmaba era que Sirius llegara con noticias o cuando jugabas con Harry hasta quedarse los dos dormidos.
—¿Cómo es eso? —preguntó Harry, frunciendo el ceño.
—Como el Ministerio de Magia todavía está tras de mí, y Voldemort debe saber que soy un Animago, pues Colagusano ya le debe haber contado, mi viejo disfraz es inútil. No hay mucho que pueda hacer para la Orden del Fénix… O eso es lo que piensa Dumbledore —Algo en el tono de voz seco con que Sirius había pronunciado el nombre de Dumbledore le hizo pensar a Harry que Sirius tampoco estaba muy feliz con el Director. Harry sintió un repentino afecto hacia su padrino.
—Interesante —mencionó el profesor Dumbledore, cruzando los dedos sobre su barba.
—Al menos has sabido lo que sucede —dijo enérgicamente.
—Ah, sí —dijo Sirius sarcásticamente—. Escuchando los informes de Snape, oyendo todas sus viles insinuaciones sobre como él arriesga su vida mientras yo estoy cómodamente sentado sobre mi trasero, pasándola bien..., preguntándome cómo me va con la limpieza.
—¿Limpieza? —preguntó JS, extrañado—, ¿qué limpieza?
Molly sonrió al adelantarse en la lectura.
—¿Que limpieza? —preguntó Harry.
—Me preocupas, Jamie —soltó Al—, ya estás pensando como papá.
Las risas no se cohibieron, especialmente de parte de Freddie. JS, sin embargo, se cruzó de brazos, bufando.
—Estamos tratando de hacer este lugar adecuado para la vida humana, —dijo Sirius, agitando una mano alrededor de la cocina—. Nadie ha vivido aquí durante diez años, desde que mi querida madre murió, a no ser que cuentes a su viejo elfo doméstico, y él solo perturba, no ha limpiado nada en años.
—Sirius —dijo Mundungus, quien no parecía haber prestado atención a la conversación pues había estado examinando atentamente una copa vacía—. ¿Esto es plata sólida, compañero?
—Sí —dijo Sirius, observándola con disgusto—. La plata más fina del siglo decimoquinto con el escudo en relieve de la familia Black.
—Esto es bueno —murmuró Mundungus, puliéndola con su puño.
—Creo que sería la última vez que ven esa copa —comentó Frank—, conociendo quien pregunta.
—Ya veremos —dijo Harry en tono enigmático, lo que atrajo las miradas de varios. Al no comentar nada, Molly dio por entendido que podía seguir la lectura.
—Fred... George... ¡NO! ¡SÓLO LLÉVENLOS! —chilló la Señora Weasley en ese momento.
Harry, Sirius y Mundungus miraron a su alrededor y en una fracción de segundo saltaron lejos de la mesa. Fred y George habían encantado un gran caldero de guisado, un botellón de hierro con cerveza de mantequilla y una pesada tabla de madera para cortar el pan que, junto con su respectivo cuchillo, se precipitaban por el aire directo hacia ellos. El caldero patinó a lo largo de la mesa, deteniéndose justo al borde y dejando una larga marca de tizne sobre la superficie de madera; el botellón de cerveza de mantequilla cayó con estrépito y se hizo trizas, derramando su contenido por todas partes. El cuchillo del pan se deslizó de la tabla y aterrizó, cayendo de punta y vibrando amenazadoramente, en el lugar exacto dónde la mano de Sirius había estado segundos antes.
—¡POR EL AMOR DE MERLIN! —gritó la Sra. Weasley—. ¡NO HABÍA NINGUNA NECESIDAD… YA HE TENIDO BASTANTE, NO NECESITABA ESTO… NO PORQUE PUEDAN USAR LA MAGIA AHORA, TIENEN QUE SACAR DE REPENTE SUS VARITAS MÁGICAS PARA CADA PEQUEÑA COSA DIMINUTA!
—¡Solamente intentamos ahorrar un poco de tiempo! —explicó Fred, sacando el cuchillo de pan de la mesa—. Perdón, Sirius, no quisimos...
—Como saben —aclaró George—, para nosotros el tiempo es dinero, siempre ha sido así.
—Pero saben que en algunos momentos exageraban —reclamó Molly, sin alterarse salvo por la emoción.
Harry y Sirius se reían; Mundungus, quien se había caído hacia atrás de su silla, se puso de pie; Crookshanks emitió un siseo enfadado y desapareció debajo del aparador, desde donde sus grandes ojos amarillos brillaron en la oscuridad.
—Muchachos —dijo el Sr. Weasley, colocando el guisado en el medio de la mesa—, su madre tiene razón, se supone que deben tener un poco de responsabilidad ahora, comportarse un poco más de acuerdo con su edad…
—¡Ninguno de sus hermanos causó este tipo de problemas! —rabió la Sra. Weasley dirigiéndose a los gemelos, mientras colocaba con un fuerte golpe un botellón fresco de cerveza de mantequilla sobre a la mesa, derramando casi todo nuevamente—. ¡Bill no sintió la necesidad de aparecerse cada pocos pasos! ¡Charlie no encantaba todo lo que se encontraba! ¡Percy ...! —se paró en seco, sosteniendo la respiración al tiempo que lanzaba una mirada asustada a su esposo, quien repentinamente tenia una expresión rígida.
—Lo lamento —dijo lacónicamente Percy, a lo que Arthur respondió:
—Tranquilo, Percy, ya lo conversamos.
—Vamos a comer —dijo Bill rápidamente.
—Esto se ve maravilloso, Molly —dijo Lupin, vaciando el guisado sobre un plato y pasándoselo a través de la mesa.
—Es decir, como la abuela normalmente cocina —comentó Louis, relamiéndose.
—No hablen de comida —suplicó Dil—, que ya me está dando hambre.
—Al terminar el capítulo podremos degustar el almuerzo —confirmó Dumbledore.
Por unos pocos minutos reinó el silencio, excepto por el tintineo de los platos y los cubiertos y el traqueteo de las sillas cuando cada uno se instaló frente a su comida. Entonces la Señora Weasley se giro hacia Sirius.
—Quería decirte, Sirius, que hay algo atrapado en aquel escritorio en el salón, sigue rascándose y sacudiéndose. Desde luego, puede ser solo un boggart, pero creo que deberíamos pedirle a Alastor que le eche una mirada antes de que lo abramos.
—Como quieras —dijo Sirius con indiferencia.
—Además, las cortinas de allí están llenas de doxys—continuo la Sra. Weasley—. Pensé que podríamos intentar sacarlos mañana.
—Estoy ansioso por limpiarlos —dijo Sirius. Harry oyó el sarcasmo de su voz, pero no estaba seguro que alguien más lo hiciera.
—Yo me di cuenta, Sirius, tranquilo —se interrumpió Molly, haciendo que Sirius y Harry se alarmaran—, pero sabía, o creía saber, por lo que estabas pasando.
—Yo también me di cuenta —dijo Remus calmadamente.
Frente a Harry, Tonks entretenía a Hermione y Ginny transformando su nariz entre bocados. Torciendo los ojos cada vez con la misma expresión afligida que había puesto en el dormitorio de Harry, su nariz se hincho hasta parecer un pico de ave, similar a la nariz de Snape, se encogió al tamaño de una seta y luego le broto una buena cantidad de pelo de cada ventana de la nariz. Al parecer esto era un entretenimiento regular en la hora de la comida, porque Hermione y Ginny pronto le solicitaron que hiciera sus narices favoritas.
—Ja, ja —gruñó Snape, mientras los más jóvenes fijaban la mirada en Tonks, quien, fiel a la lectura, rememoraba esas transformaciones, provocando risas.
—Ponte un hocico de cerdo, Tonks —Tonks la complació, y Harry, alzando la mirada, tuvo la impresión de que un Dudley en versión femenina le sonreía a través de la mesa.
—Ya me parecía raro que no nombraran a papá —dijo Violet, suprimiendo un poco su sonrisa.
—No, mi niña, está bien —indicó Dudley, tomando su mano—, está bien.
—Es que me molesta que se meten contigo todo el tiempo —reclamó Violet, bufando.
—Está bien —insistió Dudley—, Violet, y si me escuchas, te explico por qué —La niña, suspirando molesta, asintió en silencio—. Está bien porque en ese tiempo yo era quien me metía con el primo Harry, y estoy consciente que sería una especie de descargo para él que en los momentos donde yo no estuviera, se pudieran burlar de mí a sus anchas.
—Y como ya lo hemos hablado —intervino Harry, acercándose a las mellizas de Dudley—, estos libros reflejan un poco mis pensamientos de esos tiempos, que por supuesto han cambiado con respecto a cómo somos hoy en día, ¿cierto, Dud?
—Así es, primo —confirmó Dudley, invitando a Violet a que le diera la mano a Harry. Ella, por el contrario, saltó a abrazarlo, ganándose una salva de aplausos.
El Señor Weasley, Bill y Lupin sostenían una intensa discusión sobre duendes.
—Aún no se definen —dijo Bill—. Todavía no están seguros si el regresó o no. Además, podría ser que no tomen partido. Que se mantengan fuera de todo esto.
—Estoy seguro que ellos nunca apoyarían a Quien-Ustedes-Saben—dijo el Sr. Weasley, sacudiendo su cabeza—. También han sufrido pérdidas; ¿recuerdan la familia de duendes que él asesinó la última vez, en algún sitio cerca de Nottingham?
—Pienso que depende de lo que les ofrezcan —dijo Lupin—. Y no hablo del oro. Si les ofrecen las libertades que les hemos negado durante siglos ellos se van a tentar... ¿Todavía no has tenido ninguna suerte con Ragnok, Bill?
—Por el momento, mantiene su postura de anti-mago –comentó Bill–. Sigue furioso por lo del negocio de Bagman, considera que el Ministerio cubrió el asunto. Nunca les dio su dinero, ya saben.
—No me extrañaría —bufó Fred.
—Si no nos pagó a nosotros —complementó George.
Un coro de risas, proveniente del centro de la mesa, ahogó el resto de las palabras de Bill. Fred, George, Ron y Mundungus se reían a carcajadas en sus asientos.
—…y entonces —dijo Mundungus atragantado, las lágrimas cayendo por su rostro—, y entonces, si me lo pueden creer, me dijo, dijo ¿Hey Dung, dónde conseguiste esos sapos? ¡Porque un hijo de bludger vino y me birló todos los míos! Y yo le contesto ¿Robaron todos tus sapos? ¿Vas a querer más entonces? Y aunque no me crean, muchachos, ese tonto gárgola me compro todos los sapos de nuevo, mucho más caros de los que los había pagado inicialmente.
—No creo que necesitemos saber más de tus transacciones de negocio, muchas gracias, Mundungus —dijo la Sra. Weasley bruscamente, mientras Ron caía sobre la mesa, aullando de risa.
—Abuela —interrumpió Freddie, sonriendo—, ¿por qué siempre le quitas lo divertido a la vida?
—Eso no es divertido, jovencito —Molly le apuntó con un dedo, mientras lo miraba desafiante—, eso es un delito, que fácilmente te puede llevar a Azkaban.
—Emmmm, está bien —aceptó Freddie, con los ojos muy abiertos.
—Te ruego me perdones, Molly —dijo Mundungus inmediatamente, limpiando sus ojos y haciendo un guiño a Harry—. Pero, ya sabes, realmente no hice nada malo.
—No sé donde aprendiste sobre el bien y mal, Mundungus, pero parece que perdiste unas cuantas lecciones cruciales —dijo la Sra. Weasley con frialdad.
—Lo que decía —confirmó Molly, asintiendo firmemente.
Fred y George enterraron los rostros en sus copas de cerveza de mantequilla, George estaba hipando. Por alguna razón la Señora Weasley lanzó una mirada desagradable a Sirius antes de dirigirse a buscar un gran pastel de ruibarbo y pudín.
—¡Por Merlín! —exclamó Lucy, secundada por Lilu—. ¡Mi favorito!
Harry miró a su padrino.
—Molly no aprueba a Mundungus —dijo Sirius en un tono bajo.
—¿Cómo es que él está en la Orden? —preguntó Harry, calladamente.
—Él es útil —refunfuñó Sirius—, conoce a todos los ladrones. Bueno, debe, no, viendo que el también es uno. Pero es muy leal a Dumbledore, quien lo sacó de un aprieto una vez. Es rentable tener alguien como Dung alrededor, él oye cosas que nosotros no. Aunque Molly piensa que la invitación para quedarse a cenar va demasiado lejos. Ella no lo ha perdonado por escabullirse cuando se suponía que te cuidaba.
—Yo tampoco lo perdonaría —admitió Lily, siendo secundada por todas las madres en la Sala.
Tres porciones de pastel de ruibarbo y natilla más tarde, la cintura de los jeans de Harry comenzó a sentirse incómodamente apretada (y eso que los jeans una vez fueron de Dudley). Cuando dejo su cuchara hubo un momento de calma en la conversación general. El Sr. Weasley se inclino en su silla, se lo veía satisfecho y relajado; Tonks bostezo abiertamente, su nariz ahora era normal; y Ginny, quien había sacado a Crookshanks de debajo del aparador, estaba sentada con las piernas cruzadas en el suelo, haciendo rodar corchos de cerveza de mantequilla para que los persiguiera.
—¿Y te divertías, mamá? —preguntó Al, a lo que Ginny, con mirada soñadora, admitiera.
—Sí, debo suponer que me divertía con las pequeñas cosas de la vida: estar con la familia, con Harry —lo que provocó algunos silbidos que rápidamente acalló—, con los estudios. Sí, hasta con eso.
—¿Ves, Alburrido? —le soltó Rose—, no todo en la vida es estar encerrado.
—Tú no hables —replicó Al—, que si no estás con un libro andas molesta.
—A menos que esté en el quidditch —intervino Dom en defensa de su prima.
—Eso es verdad, así que estamos a mano —admitió Al, ante la mirada suficiente de ambas primas.
—Se acerca la hora de irse a la cama, pienso —dijo la Sra. Weasley con un bostezo.
—No aun, Molly —dijo Sirius, apartando su plato vacío y girándose para mirar a Harry—. Sabes, estoy sorprendido contigo. Pensé que la primera cosa que harías cuando llegaras sería preguntar por Voldemort.
La atmósfera en el cuarto cambió con la rapidez que Harry asociaba a la llegada de los Dementores. Unos segundos antes estaba somnoliento y relajado, ahora estaba alerta, incluso tenso. Una sensación gélida había recorrido la mesa ante la mención del nombre de Voldemort. Lupin, quien había estado a punto de tomar un sorbo de vino, bajó su copa despacio, mirando cauteloso.
—Vaya —dijo James—, parece que conoces bien a Harry.
—Es que me imaginé que eso es lo que tú harías —respondió Sirius.
—¡Yo pregunté! —exclamó Harry con indignación—. Les pregunté a Ron y Hermione pero ellos dijeron que a nosotros no nos aceptan en la Orden, así que…
—Y ellos tienen toda la razón —dijo la Sra. Weasley—, tu eres demasiado joven —estaba sentaba muy erguida en su silla, los puños apretados fuertemente, cualquier rastro de somnolencia había desaparecido.
—Creo que se te olvidaba de quien se trataba, Molly —comentó James calmadamente, para sorpresa de varios.
—Lo tenía perfectamente claro, James —replicó Molly, sin dejar lugar a dudas—, aunque parece que alguien en ese momento no. ¿Verdad, Sirius?
El aludido sólo levantó la mano señalando el pergamino, pues recordaba perfectamente la discusión.
—¿Desde cuándo alguien tuvo que estar en la Orden del Fénix para hacer preguntas? —dijo Sirius—. Harry estuvo atrapado en esa casa muggle durante un mes. ¡Él tiene el derecho de saber qué ha pasado…!
—¡Un momento! —interrumpió George casi gritando.
—¿Cómo es que Harry consigue que sus preguntas sean contestadas? —dijo Fred con ira.
—¡Hemos intentado conseguir información de ustedes durante un mes y no nos han dicho una sola cosa! —agregó George.
—"Eres demasiado joven, tu no estás en la Orden"—dijo Fred, con una voz aguda que sonó increíblemente parecida a la de su madre—. ¡Harry no tiene edad!
Molly intentaba vocalizar con las inflexiones adecuadas, aunque rememorar la discusión la estaba exaltando. También recordaba a la perfección lo discutido.
—No es mi culpa si no les han dicho lo que esta sucediendo en la Orden —señaló Sirius con calma—, es la decisión de sus padres. Harry, por otra parte...
—¡No te corresponde a ti decir qué es bueno para Harry! —dijo la Sra. Weasley bruscamente, la expresión de su cara habitualmente amable lucia peligrosa—. No has olvidado lo que Dumbledore dijo, supongo.
—¿Que parte? —preguntó Sirius cortésmente, pero con el aire de un hombre que se prepara para una lucha.
—La parte de no decirle a Harry más de lo que él necesita saber—contestó la Sra. Weasley con un fuerte énfasis sobre las tres últimas palabras.
Las cabezas de Ron, Hermione, Fred y de George giraban de Sirius a la Sra. Weasley como si estuvieran en un partido de tenis. Ginny estaba arrodillaba entre un montón de corchos abandonados de cerveza de mantequilla, observando la conversación con la boca ligeramente abierta. Los ojos de Lupin estaban fijos en Sirius.
—Antes que sigas, Molly —interrumpió James, con voz calmada—, ¿acaso tú sabías lo que Harry necesitaba saber? Piensa antes de responderme, por favor, porque me interesa mucho.
—James —reclamó Lily, entendiendo lo que ambos querían decir. Molly, suspirando, respondió:
—A ver… Entiendo —Entendías, en aquel momento, interrumpió James—… Bueno, entendía que Harry había sido sometido a mucho después de los dementores, además de todo lo que había vivido en los cuatro años anteriores, por lo que decirle todo lo que la Orden estaba haciendo para combatir a Ya-sabes-quien era, según entendía, sobrecargarlo aún más. Lo estaba protegiendo para que fuera lo más tranquilo posible a la audiencia.
—¿Y crees que negándole información vital de la Orden, de lo que él siendo quien había luchado contra Voldemort estaba necesitado de saber, lo protegía? —insistió James.
—Pregúntale a Dumbledore —se sacudió Molly.
—Te lo estoy preguntando a ti, Molly, porque en la lectura no aparece que Dumbledore esté presente en esa reunión.
—Fue la orden que él nos dio a todos allí, justo en esa misma reunión que había terminado.
—Así es, James —intervino Dumbledore—, pero creo que todos estamos interesados en saber cómo terminó esa conversación, ¿verdad? —James asintió en silencio—. Molly, si eres tan amable.
—No tengo la intención de decirle más de lo que necesita saber, Molly —dijo Sirius—. ¡Pero como él fue el que vio a Voldemort regresar (otra vez, hubo un estremecimiento colectivo alrededor de la mesa con la sola mención del nombre), tiene más derecho que nadie.
—¡Él no es un miembro de la Orden del Fénix! —dijo la Sra. Weasley—. Sólo tiene quince años y…
—Y ya ha pasado por lo mismo que muchos en la Orden —dijo Sirius—, e incluso más que otros.
—¡Nadie niega lo que ha hecho! —dijo la Sra. Weasley—. Pero él es todavía…
—¡No es un niño! —expresó Sirius con impaciencia.
—¡Tampoco es un adulto! —dijo la Sra. Weasley, las mejillas enrojecidas—. ¡No es James, Sirius!
—Tengo perfectamente claro quien es, gracias, Molly —dijo Sirius con frialdad.
—Yo también, abuela, gracias —interrumpió JS, provocando risas dentro de la tensión por la discusión.
—Jamie —dijo amenazadoramente Ginny, aunque tratando de no soltar la carcajada. Molly, en cambio, estaba ruborizada entre la emoción de recordar esa discusión y la sorpresa de la interrupción de su nieto.
—¡No estoy tan segura! —señaló la Sra. Weasley—. ¡A veces, la manera que hablas de él, es como si pensaras que tu mejor amigo ha vuelto!
—¿Qué hay de malo en eso? —preguntó Harry.
—¡Lo malo, Harry, es que no eres tu padre, aunque te parezcas mucho! —aclaró la Sra. Weasley, sus ojos todavía fijos en Sirius—. ¡Todavía aun estás en la escuela y los adultos responsables de ti no deberían olvidarlo!
—Pero tampoco debieron olvidar tan rápido todo lo que ha enfrentado Harry en su vida —machacó James—, el laberinto de la piedra filosofal, la cámara de los secretos, el traidor cerca de él en tercer año, la Copa de los tres magos y el cara a cara con Voldemort. O sea, ya bastante curado de espantos estaba a esa edad. ¿O no?
—No lo habíamos olvidado, James —respondió Dumbledore—, para nada. Pero lo que dice Molly es cierto, él aún era joven para algunos aspectos de la lucha que desde la Orden se estaba llevando a cabo. Se le podía brindar información, pero con mucho cuidado. El detalle, como todos sabemos, es que Harry siempre ha gozado de una innata capacidad de compromiso y una desinteresada motivación por ayudar y por proteger a quienes le son afectos, y de eso, precisamente, quería que lo cuidaran, de que por mucho conocer, quisiera ser el primero en salir al campo de batalla. Molly, por favor.
—¿Eso significa que soy un padrino irresponsable? —reclamó Sirius, alzando la voz.
—¡Todos sabemos que actúas precipitadamente, Sirius, es por eso que Dumbledore te pidió quedarte en casa y...!
—¡Dejemos las instrucciones de Dumbledore fuera de esto, por favor! —dijo Sirius en un tono alto.
—¡Arthur! —dijo la Sra. Weasley, mirando a su marido—. ¡Arthur, apóyame!
El Sr. Weasley no habló inmediatamente. Tomó sus lentes y los limpió despacio con su ropa, sin mirar a su esposa. Sólo cuando los hubo colocado con cuidado sobre su nariz, contestó.
—Buena idea —admitió Frank—, calmar la tormenta antes que se desate.
—¿Y crees que se calmó? —le preguntó Alice—, conociendo a Sirius, no creo.
—Dumbledore sabe que la situación ha cambiado, Molly. Él acepta que Harry esté informado, hasta cierto punto, ahora que se queda en el Cuartel General.
—¡Sí, pero hay una diferencia entre eso e invitarlo a preguntar todo lo que quiera!
—Personalmente —dijo Lupin calmadamente, alejando la mirada de Sirius, mientras la Sra. Weasley giraba rápidamente hacia él, esperanzada de que finalmente había conseguido un aliado—, pienso que es mejor que Harry conozca los hechos… no todos los hechos, Molly, pero una imagen general… de nosotros, antes que una versión alterada por… otros —su expresión era suave, pero Harry estaba seguro de que Lupin, al menos, sabía que algunos Oídos Extensibles habían sobrevivido a la purga de la Sra. Weasley.
—Correcto —confirmó Remus, provocando que Molly mirara con suspicacia a sus gemelos, quienes se encogieron de hombros tranquilamente.
—Bien —dijo la Sra. Weasley, respirando profundamente y mirando alrededor la mesa, buscando una ayuda que no vino—, bien… Puedo ver que nadie me apoya. Solo diré esto: Dumbledore debe haber tenido sus motivos para no desear que Harry supiera demasiado, y hablo como alguien que tiene los mejores deseos para Harry de todo corazón.
—Él no es tu hijo —dijo Sirius calladamente.
—Es como si lo fuera —dijo la Sra. Weasley con ferocidad—. ¿A quien más tiene?
—¡Me tiene a mi!
—¿Sí? —dijo la Sra. Weasley, frunciendo el labio—, el tema es que ha sido bastante difícil para ti cuidar de él mientras estabas encerrado en Azkaban, ¿verdad?
—Molly —comentó James—, ese fue un golpe muy, pero que muy bajo.
—Perdona, Sirius, pero ya me estabas agotando.
—Lo sé, Molly. Ambos teníamos nuestras creencias y posiciones claramente definidas y no dábamos el brazo a torcer.
Sirius comenzó a levantarse de su silla.
—Molly, no eres la única persona en esta mesa que se preocupa por Harry —dijo Lupin enérgicamente—. Sirius, siéntate.
El labio inferior de la Sra. Weasley temblaba. Sirius se hundió despacio en su silla, la cara blanca.
—Pienso que deberían permitir a Harry opinar sobre esto —siguió Lupin—, es suficientemente grande para decidir.
—Quiero saber qué ha estado sucediendo —afirmó Harry inmediatamente. No miró a la Sra. Weasley. Se había conmovido por lo que ella había dicho de ser como un hijo, pero estaba algo impaciente con su sobreprotección. Sirius tenía razón, él no era un niño.
—¿Verdad, Harry? —preguntó Molly, sorprendida por ese detalle.
—Verdad, señora Molly —confirmó Harry—, en ese momento lo sentí así.
—Muy bien —dijo la Sra. Weasley, la voz temblando—. Ginny, Ron, Hermione, Fred, George, los quiero fuera de esta cocina, ahora.
—Lo dudo —dijo Al, aún impactado por la discusión entre su abuela y el padrino de su papá.
—¿Apuestas? —saltó JS. Ginny fue a reclamarle, pero Harry la detuvo—. Para mí se quedan todos.
—No creo —replicó Freddie—, si acaso se quedan papá y tío Fred, por ser mayores de edad.
—Para mí —dijo Lucy— se quedan los tíos gemelos, tío Ron y tía Hermione.
—Pues yo estoy con el primo Jamie.
—¿Rose? —preguntó Scorpius.
—Yo creo que la única que termina yéndose es la tía Ginny. ¿Qué dices tú, Scorp?
—Creo que se quedan Fred y George nada más.
—Pues veamos quienes se quedan —sugirió Harry, ya más sonreído—. Molly, por favor.
Hubo un gran alboroto de inmediato.
—¡Somos mayores de edad! —Fred y George bramaron juntos.
—¿Si Harry lo tiene permitido, por qué no puedo yo? —dijo Ron gritado.
—¡Mamá, quiero enterarme! —gimió Ginny.
—¡NO! —gritó la Sra. Weasley, los ojos brillosos—. Lo prohíbo…
—Molly, no puedes detener a Fred y George —dijo el Sr. Weasley cansadamente—. Son mayores de edad.
—Todavía están en la escuela.
—Pero son legalmente adultos ahora —dijo el Sr. Weasley, con la misma voz fatigada. La Sra. Weasley tenía la cara color escarlata.
—O sea, ya va —interrumpió Dom—, la lógica de la abuela es que mientras estés en la escuela eres menor de edad.
—No, mi niña —quiso corregir Molly, totalmente colorada.
—Es lo que siempre has dicho —insistió Dom, aunque sonreía maliciosamente—, incluso a nosotros nos lo has dicho: "Mientras estés en Hogwarts, le tienes que hacer caso a tus padres".
—Es verdad —aceptó Bill—, mamá tiene razón, Dom. Pero debo recordar que en este caso, y como Harry aclaró hace un momento, mamá estaba pasando por un episodio sobreprotector. Imagino que por lo de Percy.
Molly asintió en silencio, suspiró y retomó la lectura.
—¡Oh, bien entonces!, Fred y George pueden quedarse, pero Ron…
—¡Harry igual nos va a decir a mí y Hermione todo lo que le digan! —protestó Ron con vehemencia—. ¿No es cierto? —agregó indeciso, mirando a los ojos de Harry. Por una fracción de segundo, Harry pensó decirle a Ron que no le diría una sola palabra, así sabría como se sentía estar sin noticias. Pero el impulso desapareció en cuanto lo miro.
—Por supuesto —dijo Harry. Ron y Hermione sonrieron.
—Pero sí lo pensaste —reconoció Ron.
—Absolutamente —confirmó Harry. Ron sólo encogió los hombros, en silencio.
—¡Bien! —gritó la Sra. Weasley—. ¡Bien! ¡Ginny… A LA CAMA! —Ginny no se fue silenciosamente. Pudieron oír el furioso reclamo a su madre todo el camino escalera arriba, y cuando alcanzó el vestíbulo los chillidos estridentes de la Sra. Black se agregaron al alboroto. Lupin fue rápidamente hacia el retrato para restaurar la calma. Sólo después de que regresó, cerrando la puerta de la cocina detrás de él y tomando asiento en la mesa otra vez, fue que Sirius habló.
—Creo que hay que pagar —dijo Rose, estirando la mano delante de Scorpius; mientras tanto, Lucy, sonriendo, se levantó a pasar sus manos por delante de los demás nuevos merodeadores. Ginny, suspirando, comentó:
—Pues hoy me enteraré correctamente que fue lo que hablaron. Perdona, mamá, por el reclamo.
—No te preocupes, Ginny, más bien, discúlpame a mí por tratar de protegerte.
—¡OK! Harry … ¿Qué quieres saber?
Harry suspiró y preguntó lo que lo había obsesionado durante el mes pasado.
—¿Dónde está Voldemort? —dijo, ignorando los renovados estremecimientos y sobresaltos que genero el nombre—. ¿Qué está haciendo? He intentado mirar las noticias muggle, y no hubo nada que se pareciera a él aún, ni una muerte extraña.
—Como siempre —comentó Zacharias—, directo a la yugular.
—¿Para qué perder tiempo? —preguntó Harry, sonriendo.
—Es porque no hubo muertes extrañas aún —dijo Sirius—, no por lo que sabemos, en todo caso… Y sabemos bastante.
—Más de lo que él piensa que sabemos, en todo caso —dijo Lupin.
—¿Cómo es que ha dejado de matar a la gente? —preguntó Harry. Él sabía que Voldemort sólo en el año pasado había ejecutado asesinatos en más de una ocasión.
—Porque no quiere llamar la atención —explicó Sirius—. Sería peligroso. Su reaparición no fue como el había querido, ¿sabes? Se le estropeó.
—O más bien, tú se lo estropeaste —dijo Lupin, con una sonrisa de satisfacción.
—No entiendo —saltó Al—, ¿Cómo pudo papá estropearlo?
—Escucha, hijo —comentó Harry, pero Rose, punzante, soltó:
—Por eso es que es un Alburrido.
—Rose —Hermione le reclamó sin mucho alboroto, pero con la firmeza suficiente para hacerla enrojecer a lo Weasley.
—¿Cómo? —preguntó Harry, perplejo.
—Lo que dije —insistió Al.
—¡Tu no debías haber sobrevivido! —dijo Sirius—. Nadie además de sus Mortífagos, debían saber que él había vuelto. Pero tú sobreviviste para atestiguar.
—Y la última persona que el quería alertar era a Dumbledore —dijo Lupin—. Y tú te aseguraste que Dumbledore supiera al instante.
—¿Cómo fue que esto ayudó? —preguntó Harry.
—Otra vez la lentitud de comprensión de Harry —reconoció Seamus, provocando risas, incluso en el propio Harry.
—¿Estas bromeando? —dijo Bill con incredulidad—. ¡Dumbledore era el único al que El-Que-No-Debe-Ser-Nombrado alguna vez temió!
—Gracias a ti, Dumbledore fue capaz de reunir a la Orden del Fénix cerca de una hora después de que Voldemort volvió —aclaró Sirius.
—¿Qué ha estado haciendo la Orden? —dijo Harry, mirando a todos lados.
—Trabajando tan duro como podemos para asegurarnos que Voldemort no pueda realizar sus proyectos —dijo Sirius.
—¿Cómo saben cuales son sus planes? —preguntó Harry rápidamente.
—Estabas realmente necesitado de información —comentó James.
—Por eso es que estaba preocupada —insistió Molly—, porque hiciera preguntas que no se pudieran contestar.
—Y que esa necesidad de información me llevara a algún acto irracional, ¿verdad? —machacó Harry—, como si hubiera sido alguien mentalmente inestable, como me querían hacer ver los de El Profeta.
—No es eso, Harry —comenzó a justificarse Molly, pero Harry la interrumpió, sonriendo:
—Tranquila, señora Molly. Siga leyendo, por favor.
—Dumbledore tuvo una astuta idea —dijo Lupin—, y las astutas ideas de Dumbledore normalmente resultan ser certeras.
—¿Qué piensa Dumbledore que Voldemort está planeando?
—Bien, en primer lugar, quiere armar su ejército otra vez —dijo Sirius—. En los viejos tiempos él tenía muchas personas a su mando: brujas y magos que había intimidado o encantado para seguirlo, sus fieles Mortífagos, una gran variedad de criaturas oscuras. Tú lo escuchaste planificando reclutar a los gigantes; bien, ese es solamente uno de los grupos que buscará. Ciertamente no va a intentar tomar el Ministerio de Magia sólo con una docena de Mortífagos.
—Tiene lógica —mencionó Frank—, él sabe cómo está el ministerio si tiene a sus espías adentro.
—¿Entonces ustedes intentan evitar que atraiga a más seguidores?
—Hacemos todo lo que podemos —dijo Lupin.
—¿Cómo?
—Bien, el asunto principal es intentar convencer a tantos como sea posible de que es factible que El-Que-No-Debe-Ser-Nombrado realmente ha vuelto, ponerlos sobre aviso —contestó Bill—. Y ha sido muy difícil.
—¿Por qué?
—Por la actitud del Ministro —dijo Tonks—. Tu viste a Cornelius Fudge después de que Ya-Sabes-Quien volvió, Harry. Bien, él no ha cambiado su posición en absoluto. Se rehúsa completamente a creer lo que ha pasado.
—No me extraña —comentó Charlie, decepcionado.
—¿Pero por qué? —dijo Harry desesperado—. ¿Por qué es tan estúpido? Si Dumbledore...
—Ah, pues has puesto el dedo en la llaga —dijo el Sr. Weasley con una risa sarcástica—. Dumbledore.
—Fudge le tiene miedo —dijo Tonks tristemente.
—¿Miedo a Dumbledore? —preguntó Harry, incrédulo.
—Estoy con papá —mencionó JS—, no entiendo por qué tendría que tenerle miedo al profesor Dumbledore. Mírenlo —lo señaló mientras el anciano tenía un brillo divertido en los ojos—, no le veo nada de fiero o de peligroso.
—Escucha lo que dijo tu abuelo, Jamie —le replicó Molly, asintiendo.
—Miedo a lo que Dumbledore haga —dijo el Sr. Weasley—. Fudge piensa que es una conspiración de Dumbledore para derrocarlo. Cree que Dumbledore quiere ser el Ministro de Magia.
—Pero Dumbledore no quiere…
—Desde luego que no —afirmó el Sr. Weasley—. Él nunca ha querido el trabajo del Ministro, si bien mucha gente quiso que asumiera cuando Millicent Bagnold se jubiló. En cambio, Fudge subió al poder, pero… él nunca se olvido de cuanto apoyo tenía Dumbledore, si bien Dumbledore nunca quiso el trabajo.
—En su interior, Fudge sabe que Dumbledore es mucho más inteligente que él, que es un mago mucho más poderoso, y en los primeros días de su Ministerio siempre le pedía ayuda y asesoramiento —señaló Lupin—. Pero parece que se aficionó al poder y esta mucho mas confidente. Le gusta ser el Ministro de Magia y trata de convencerse de que él es el mas inteligente y de que Dumbledore simplemente tiene ganas de crearle problemas.
—Cosa que, en esencia, era cierto —comentó Dumbledore.
—¿De verdad le ofrecieron ser Ministro de Magia, profesor? —preguntó Paula, sorprendida.
—Así es, señorita Longbottom —respondió amablemente—, hasta en tres oportunidades, las cuales, como ya habrá deducido, rechacé en favor de mantenerme como director de Hogwarts.
—¿Cómo puede pensar eso? —dijo Harry con ira—. ¿Cómo puede pensar que Dumbledore inventaría todo… que yo inventaría todo eso?
—Porque aceptar que Voldemort volvió significaría un problema con el que el Ministerio no tuvo que enfrentarse por casi catorce años —dijo Sirius amargamente—. Fudge no puede afrontarlo. Es más fácil convencerse de que Dumbledore es un mentiroso que busca desestabilizarlo.
—¿Ves el problema? —dijo Lupin—. Mientras el Ministro insiste en que no hay nada que temer de Voldemort es difícil convencer a la gente que ha vuelto, sobre todo porque ellos realmente no quieren creerlo. Es más, el Ministerio ha presionado a El Profeta para que no informe sobre lo que ellos llaman los rumores alarmistas de Dumbledore, por lo que la mayor parte de la comunidad de magos esta completamente ignorante de las cosas que ha pasado, y esto los hace objetivos fáciles para los Mortífagos si usan la Maldición Imperius.
—Pero ustedes le dicen a la gente la verdad, ¿no es cierto? —dijo Harry, mirando alrededor al Sr. Weasley, Sirius, Bill, Mundungus, Lupin y Tonks—. ¿Ustedes le dicen a la gente que ha vuelto?
Todos rieron sin gracia.
—Creo que cuesta que les crean —interrumpió James—. Veamos: un asesino en serie prófugo, un hombre lobo, un ladrón, una auror metamorfomaga torpe, un funcionario de bajo rango del Ministerio y su hijo, ambos bastante vilipendiados en El Profeta. No creo que muchos le puedan creer.
—Yo también te aprecio, James —le dijo Tonks, molesta por cómo la había descrito.
—Bien, como todos piensan que yo soy un asesino de masas loco y el Ministerio ha puesto diez mil galeones como precio por mi cabeza, difícilmente puedo dar un paseo por la calle y comenzar a repartir prospectos, ¿verdad? —dijo Sirius agitadamente.
—Y yo no soy un invitado para cenar muy popular entre la mayoría de la comunidad —dijo Lupin—. Son gajes del oficio del hombre lobo.
—Tonks y Arthur perderían sus empleos en el Ministerio si ellos comenzaran a hablar —dijo Sirius—, y es muy importante para nosotros, para tener espías dentro del Ministerio, porque puedes apostar que Voldemort los tiene.
—Sí, papá —reconoció Harry—, con el tiempo lo comprendí.
—Hemos logrado convencer a algunas personas, sin embargo —dijo el Sr. Weasley—. Tonks, por ejemplo, era demasiado joven para haber pertenecido a la Orden del Fénix la última vez, y tener Aurores de nuestro lado es una ventaja enorme… Kingsley Shacklebolt ha sido un verdadero aporte también; él esta a cargo de la captura de Sirius, así que ha llevado información al Ministerio informando que Sirius está en el Tíbet.
—Ya me gustaría haber conocido el Tibet —comentó Sirius, sonriendo amargamente—. Creo que lo más lejos que fui fue a la costa atlántica de Marruecos. Un lujo, insisto.
—Pero si ninguno de ustedes informa que Voldemort ha vuelto… —empezó a decir Harry.
—¿Quién dijo que ninguno de nosotros no ha informado? —dijo Sirius—. ¿Por qué piensas que Dumbledore está en tales problemas?
—¿Qué quieres decir? —Harry preguntó.
—Están intentando desacreditarlo —dijo Lupin—. ¿No viste El Profeta la semana pasada? Divulgaron que había sido echado de la Presidencia de la Confederación Internacional de Magos porque está viejo y esta perdiendo su fuerza, pero eso no es verdad; fue echado por los magos del Ministerio después de que hizo un discurso anunciando la vuelta de Voldemort. Lo han depuesto como Jefe Warlock sobre el Wizengamot (que es el Tribunal Supremo de Magos) y también están hablando sobre quitarle su Orden de Merlín de Primera clase.
—¡¿Quée?! —exclamó Lily, indignada—, ¡esa gente está loca!
—Lo mismo pensé yo, mamá —aseguró Harry.
—Pero eso no me importaba —replicó Dumbledore—, sinceramente. A lo que temía era que quitaran mi rostro de las tarjetas de las Ranas de Chocolate.
Los que estuvieron en la reunión soltaron la risa, lo que extrañó a los más jóvenes.
—Escuchen —indicó Molly, luego de sonreir de nuevo y tomar algo de agua.
—Pero Dumbledore dice que él no se preocupa de lo que hagan mientras no lo saquen de las tarjetas de las Ranas de Chocolate —dijo Bill, sonriendo abiertamente.
Gestos de comprensión y sonrisas se vieron en varios de los más jóvenes.
—Esto no es un tema para la risa —dijo el Sr. Weasley bruscamente—. Si continúa desafiando al Ministro así puede terminar en Azkaban, y la última cosa que queremos tener es Dumbledore encerrado. Mientras Ya-Sabes-Quien sepa que Dumbledore está aquí y preparado para lo que el se proponga, va estar cauteloso. Pero si Dumbledore sale del medio, Ya-Sabes-Quien tendría el camino limpio.
—Palabras proféticas —comentó Lavender, sorprendiendo a varios.
—Pero si se descubre que Voldemort trata de reclutar a más Mortífagos querría decir que él ha vuelto, ¿verdad? —pregunto Harry desesperadamente.
—Voldemort no marcha hasta la casa de la gente y golpea la puerta, Harry —dijo Sirius—. Él engaña y chantajea. Es un experto en mantenerse en secreto. En todo caso, adeptos es sólo una de las cosas en las que está interesado. Tiene otros proyectos también, proyectos que puede poner en marcha silenciosamente y se esta concentrando en ellos por el momento.
—¿En que anda, aparte de su búsqueda de seguidores? —Harry preguntó rápidamente. Tuvo la sensación que Sirius y Lupin intercambiaban la más breve de las miradas antes que Sirius contestara.
—Otra vez la capacidad observadora de Harry —mencionó Susan, haciendo que Seamus asintiera.
—Cosas que sólo puede conseguir a hurtadillas —como Harry seguía luciendo perplejo, Sirius añadió—. Como un arma. Algo que él no tenía la última vez.
—¿Cuándo era poderoso?
—Sí.
—¿Como qué tipo de arma? —preguntó Harry—. ¿Algo peor que el Avada Kedavra…?
—Yo diría que quiere conocimiento —comentó Frank, con voz autorizada—, saber algo que le permita tener una ventaja contra Dumbledore.
—Por ahí va la cuestión —confirmó Harry—, pero dejemos que la lectura vaya guiando el análisis que seguramente ya se está haciendo por ahí —señaló a Rose, quien oía en silencio lo que se leía y conversaba.
—¡Es suficiente! —la Sra. Weasley habló desde las sombras del lado de la puerta. Harry no había notado que había regresado luego de dejar a Ginny arriba. Sus brazos estaban cruzados y miraba furiosa—. Los quiero en la cama, ahora. A todos ustedes —agregó, mirando hacia Fred, George, Ron y Hermione.
—No nos puedes obligar… —dijo Fred.
—¿Ah, no? —gruñó la Sra. Weasley. Temblaba ligeramente cuando miró a Sirius—. Le has dado mucha información a Harry. Podrías investirlo de inmediato en la Orden.
—De hecho —replicó Harry en la Sala—, me dio muy poca información, salvo los problemas entre Dumbledore y el Ministerio, lo poco que se podía hacer y la incorporación de gente nueva a la Orden; pero sinceramente no me habían dicho nada sustancial para mi yo de quince años.
Sirius sólo levantó las manos en señal de "te lo dije". Molly, sin embargo, sólo bufó y siguió leyendo.
—¿Por qué no? —dijo Harry rápidamente—. Quiero unirme, quiero luchar.
—No —no fue la Sra. Weasley quien habló esta vez, fue Lupin—. La Orden esta compuesta sólo de magos destacados —dijo—. Magos que han terminado la escuela —agregó, mientras Fred y George abrían sus bocas—. Hay peligros relacionados con esto de los que no tienes ni idea, ninguno de ustedes… Pienso que Molly tiene razón, Sirius. Ya hemos dicho bastante.
Sirius se encogió pero no dijo nada. La Sra. Weasley llamó imperiosamente a sus hijos y a Hermione. Uno por uno se levantaron y Harry, reconociendo la derrota, los siguió.
—Harry tiene toda la razón —comentó James, cuando Molly, suspirando ruidosamente, soltó el pergamino en el atril—. Apenas le dijeron nada. A nosotros —señalándose a sí mismo y a Lily— y a ustedes —apuntando a Frank y Alice—, nos dieron más información cuando hicimos el juramento Fidelio.
—Pero entiende, James —comentó Alice—, nosotros ya éramos adultos hechos y derechos, y ya habíamos luchado contra Voldemort y sus secuaces; Harry aún era un niño —ante la mirada punzante del aludido, corrigió—, bueno, un adolescente de quince años, que sí, ya había enfrentado al propio Voldemort en persona, pero que aún asistía a la escuela. Yo estoy de acuerdo con Molly.
—No sólo eso —mencionó Frank—, sino que también, por lo que se ha leído, Harry tiene un punto de curiosidad muy alto, quiere saberlo todo, y si no lo sabe lo averigua, y eso, a esa edad y sin estar formado plenamente como mago, podía ser hasta peligroso.
—Y eso lo pudimos descubrir ese mismo año —reconoció Harry con tristeza.
—Les invitamos a disfrutar del almuerzo —se oyó la voz de la Sala—, para después continuar con la lectura.
La comida se desarrolló en silencio, sólo amenizada por el ruido de platos y cubiertos, hasta el postre, tortas de ruibarbo y natilla, que hicieron emocionar a Lilu y Lucy.
Después de que todos hubieran tomado sus respectivos asientos, el atril se materializó delante de Sirius, quien bufó al ver el nombre del capítulo.
Buenos días desde San Diego, Venezuela! Un capítulo donde se aclaran muchas situaciones, especialmente desde el punto de vista de Harry, relacionadas a la lucha contra Voldemort: quiénes están, qué hacen, cómo están enfrentando la amenaza que representa el regreso del mago más peligroso de esos días y enemigo natural y por elección de Harry Potter. Por supuesto, algunas heridas aún no sanaron completamente y la lectura puede, si no reabrirlas, al menos afectarlas, provocando aclaratorias intensas y sorpresa entre los más jóvenes, especialmente entre quienes no conocían la condición original de la casa que habitan actualmente los Potter-Weasley. Lo que no me causa sorpresa sino una sensación de agradecimiento es su constante compañía, asistiendo a esta "Aventura astral de tres generaciones y ocho libros", marcándola como parte de sus favoritos, activando las alertas y comentando... Como siempre, la recomendación fundamental es que se cuiden y protejan en estos tiempos de #cuarenterna y de variantes, tomen todas las previsiones de bioseguridad si tienen que salir de sus hogares, si les es estrictamente necesario, y si no, #MejorQuedenseEnCasa! Salud y bendiciones!
