Harry Potter: Una lectura distinta, vol. 5
Por edwinguerrave
Copyright © J.K. Rowling, 1999-2008
El Copyright y la Marca Registrada del nombre y del personaje Harry Potter, de todos los demás nombres propios y personajes, así como de todos los símbolos y elementos relacionados, para su adaptación cinematográfica, son propiedad de Warner Bros, 2000.
La Orden del Fenix
CAPÍTULO 11 La nueva Canción del Sombrero Seleccionador
Cuando los Potter ingresaron al área de la Sala de Menesteres que representaba su hogar, JS preguntó directamente a Harry:
—Papá, ¿qué era eso que estabas viendo en los carruajes de Hogwarts? Yo no he visto esas criaturas que describiste.
—Jamie —suspiró Harry antes de sentarse en la cabecera de la mesa de la cocina, rodeado por Ginny y sus hijos—, no me gustaría adelantarme —JS suspiró ruidosamente—. Sí, sé que no te gusta, pero la idea es que todos descubran lo mismo que yo descubrí al mismo tiempo. Si te lo digo, si se los digo, estaríamos haciendo trampa —pero al ver la mirada triste de Lilu, suspiró y dijo—. Está bien. Pero no le van a comentar a ninguno, ¿sí?
—¡Sí! —exclamaron los tres niños a coro.
—¿Seguro?
—No confías en nosotros —dijo JS, decepcionado.
—No es eso —replicó Harry—, es que si todos están descubriendo lo que vivimos, que lo hagan a su tiempo… Pero bueno, esos animales se llaman Thestrals, sólo lo pueden llegar a ver aquellos que hemos visto morir a alguien y reconocemos a la muerte. Yo los llego a ver desde que ví morir a Cedric.
Tres Aaaaaaahhhh salieron de las gargantas de JS, Al y Lilu, quienes, satisfecha su curiosidad, se fueron a dormir tranquilamente.
A la mañana siguiente, después de un desayuno muy animado, los asistentes se ubicaron en sus puestos cotidianos y el atril se materializó delante de Seamus, quien miró intreresado el nombre del nuevo capítulo.
—No recordaba La nueva Canción del Sombrero Seleccionador, y eso que todos los años la cambiaba.
—Quizás hay otras cosas que no recuerde —le susurró Harry a Ginny—, o prefiere no recordar.
Harry no le quiso decir a los demás que él y Luna estaban teniendo la misma alucinación, si de eso es de lo que se trataba, así que no mencionó nada sobre los caballos mientras saltaba al interior del carruaje y cerraba de golpe la puerta tras él. No obstante, no pudo evitar observar las siluetas de los caballos moviéndose más allá de la ventana.
—¿Todos vieron a esa mujer, Grubbly-Plank? —pregunto Ginny—, ¿Qué estaba haciendo allí? ¿Hagrid no pudo haberse ido, verdad?
—No me molestaría que se hubiera marchado —comentó Luna–. No es muy buen profesor, ¿no les parece?
—¡Sí que lo es! —exclamaron Harry, Ron y Ginny ofendidos.
Hagrid sonrió, sonrojándose rápidamente, al ver a los aludidos asentir en silencio.
Harry le lanzó a Hermione una mirada hostil. Ella aclaró su garganta y rápidamente agregó:
—Erm... sí... es muy bueno.
—Pues bien, en Ravenclaw pensamos que él es casi un chiste -declaró Luna sin perturbarse.
—Como siempre —comentó Lilu—, la tía Luna tan frontal.
—Luna siempre ha sido así, sin filtros —comentó Ginny—, por eso la quiero tanto.
—Entonces ustedes tienen un sentido del humor de porquería —comentó Ron con brusquedad, mientras las ruedas debajo de ellos crujían con el movimiento.
Luna no se molestó por la grosería de Ron; al contrario, ella lo miró por un rato como si él estuviera en un interesante programa de televisión.
Rechinado y tambaleándose, los carruajes se movieron en caravana sobre el camino. Cuando pasaron entre los altos pilares de piedra coronados con jabalís alados, colocados a ambos lados de la entrada que conducía hacia los terrenos de la escuela, Harry se reclinó hacia delante para intentar ver si había luz en la cabaña de Hagrid, cerca del Bosque Prohibido. Pero el terreno estaba inmerso en una oscuridad absoluta.
—Tenía la esperanza de que estuvieras enfermo y que por eso no habías podido llegar a la estación del tren.
Hagrid sonrió a Harry, con brillo de lágrimas en sus ojos.
El Castillo de Hogwarts, sin embargo, se vislumbraba cada vez más cerca: una elevada masa de torrecillas, negro azabache contra el oscuro cielo, y aquí y allí, encima de ellos, alguna ventana brillaba resplandeciente como si estuviera en llamas.
Los carruajes tintinearon al parar cerca del escalón de piedra que conducía a la puerta de roble de la entrada. Harry salió del carruaje el primero. Se giró nuevamente para buscar la luz de alguna ventana cerca del Bosque Prohibido, pero definitivamente no había señal de vida dentro de la cabaña de Hagrid. De mala gana, porque su esperanza se había desvanecido, desvió sus ojos hacia las criaturas esqueléticas, paradas tranquilamente en el frío aire de la noche, con sus vacíos ojos blancos brillando.
Ya con anterioridad Harry había tenido la experiencia de ver algo que Ron no podía, pero eso había sido un reflejo en un espejo, algo mucho más insustancial que cientos de bestias que lucían tan sólidas y fuertes como para empujar una escuadrilla de carruajes. De creer en las palabras de Luna, las bestias siempre habían estado allí pero eran invisibles. Entonces, ¿Por qué de repente Harry podía verlos, y por qué Ron no?
—Esa pregunta no me dejó dormir por la noche —comentó Hugo, provocando risas.
—Yo creo que sé qué son —mencionó Rose—, pero no lo voy a decir…
Algunos rieron la ocurrencia de Rose al cantar esa última oración.
—¿Vas a venir o qué? —preguntó Ron a su lado.
—Oh... sí —afirmó Harry, rápidamente, y ambos se unieron a la multitud de gente que desesperaba por subir al castillo.
El Vestíbulo de Entrada lucía antorchas flameantes y los pasos de los estudiantes cruzando el piso de piedra por la puerta de la derecha provocaban un resonante eco. Todos se dirigían al Gran Salón y hacia la fiesta de comienzo del curso.
Las cuatro largas mesas del Gran Comedor estaban repletas bajo el techo negro y sin estrellas, idéntico a cielo que podían vislumbrar por las altas ventanas. Las velas flotaban en el aire, a lo largo de las mesas, iluminando a los plateados fantasmas, quienes estaban repartidos por todo el salón y las caras de los estudiantes que hablaban con impaciencia, narrando noticias y anécdotas del verano, saludando ruidosamente a los amigos de otras casas, y mirando los cortes de cabello y los trajes nuevos de los demás. Una vez más, Harry notó que la gente unían sus cabezas para susurrar mientras él pasaba, pero apretó los dientes y trató de actuar como si no lo notara o no le preocupara.
—Algo imposible para ti —comentó Lavender, haciendo sonreír a Parvati.
Luna se alejó de ellos y se dirigió hacia la mesa de Ravenclaw. Cuando Harry y los demás alcanzaron a los de Gryffindor, Ginny saludó a algunos compañeros de cuarto año, quienes le ofrecieron sitio junto a ellos. Harry, Ron, Hermione y Neville encontraron asientos justo en el medio de la mesa, entre Nick Casi Decapitado (el fantasma de Gryffindor) y Parvati Patil y Lavender Brown, quienes saludaron a Harry tan amistosamente, que estuvo casi seguro que habían dejado de hablar de él un segundo antes.
—¿Algo que declarar? —se interrumpió Seamus, sonriendo.
—Absolutamente no —replicó Parvati, pero Lavender no estuvo de acuerdo.
—Lo que acabo de comentar, había notado que Harry llegaba atribulado, y así se lo hice saber a Parvati.
Sin embargo, Harry tenía cosas más importantes de las que preocuparse; estaba mirando, por encima de las cabezas de los estudiantes, hacia la mesa de los profesores, que estaba ubicada a lo largo de la pared del fondo del salón.
—¡Él no esta ahí!
Ron y Hermione examinaron la mesa, aunque no había necesidad; el tamaño de Hagrid lo hacia instantáneamente obvio en cualquier línea.
—No se puede haber ido —dijo Ron sonando algo ansioso.
—Por supuesto que no —aseguró Harry.
—No pensareis que igual esta... enfermo o algo parecido..., ¿o sí? —preguntó Hermione intranquila.
—¡No! —negó Harry inmediatamente.
—¿Pero, dónde esta entonces?
—Buena pregunta —intervino JS, provocando a Hagrid que respondiera, pero éste, emocionado por el interés que mostraron Harry, Ron y Hermione, sólo negó, diciendo:
—En su momento lo sabrán.
Hubo una pausa, luego Harry murmuró muy bajo, para que Neville, Parvati y Lavender no le oyeran:
—Quizá todavía no está de regreso... Ya saben, de su... 'misión'. La cosa que tenía que hacer en el verano para Dumbledore.
—Sí... sí, puede ser eso —aceptó Ron, sonando más tranquilo, pero Hermione se mordió el labio, mirando arriba y abajo en la mesa principal, como si esperara alguna explicación de la ausencia de Hagrid escrita en la pared del fondo.
—¿Quién es esa? —preguntó agudamente, señalando hacia el centro de la mesa de los profesores.
Los ojos de Harry enfocaron en la dirección que ella indicaba. Miró primero a Dumbledore, sentado en su silla dorada de respaldo alto, en el medio de la mesa, y vistiendo una túnica púrpura profundo con estrellas plateadas esparcidas, y un sombrero que hacía juego. Su cabeza estaba inclinada hacia la mujer sentada a su lado, quien le estaba hablando al oído. Ella lucía, pensaba Harry, como una tía solterona: rechoncha, con un cabello corto y rizado color marrón ratón, sujeto con una horrible cinta rosa que hacia juego con el mullido cárdigan escarlata que llevaba puesto sobre su túnica. Luego, giró su cabeza suavemente para beber un sorbo de su copa y él vio, con una sacudida de reconocimiento, una pálida cara semejante a un sapo y un par de prominentes ojos.
—¿Quién? —preguntaron a coro JS, Frankie y Louis, a lo que Rose, levantando la mirada en gesto de molestia, respondió con un bufido.
—¡Esa mujer es Umbridge!
—¿Quién? —preguntó Hermione.
—¡Ella estaba en mi audiencia! ¡Trabaja para Fudge!
—Lindo cardigan... —comentó Ron, sonriendo burlonamente.
—¿Ella trabaja para Fudge...? —repitió Hermione, frunciendo el ceño–. ¿Y qué está haciendo aquí?
—No sé...
—Una muy buena pregunta —interrumpió Alisu, a la que Kevin respondió:
—Mejor es la respuesta, hermana —lo que provocó risas en la Sala.
Hermione examinó la mesa de los profesores, entreabriendo sus ojos.
—No —murmuró–, no, seguramente no...
Harry no comprendía de lo que estaba hablando pero tampoco preguntó. Su atención había sido captada por la profesora Grubbly-Plank, que había aparecido por detrás de la mesa de los profesores. Se acercó sigilosamente y tomó el asiento que debía corresponder a Hagrid. Esto significaba que los de primer año ya debían haber cruzado el lago y alcanzado el castillo, y efectivamente, pocos segundos mas tarde las puertas de acceso al Vestíbulo de Entrada se abrieron y una larga fila de asustados estudiantes de primer año la cruzó, guiados por la profesora Mcgonagall, quien portaba un pequeño taburete sobre el cual posó un sombrero antiguo, remendado y zurcido, y con una ancha rasgadura en la punta.
El alboroto de las conversaciones en el Gran Comedor se desvaneció. Los de primer año se alinearon al frente de la mesa de los profesores, quedando de cara a la profesora McGonagall, quien colocó el taburete con cuidado ante ellos, y luego retrocedió.
Las caras de los estudiantes de primer año brillaban pálidas a la luz de las velas. Un pequeño muchacho, en el medio de la fila, lucía como si estuviera temblando. Harry recordó, fugazmente, lo aterrorizado que se había sentido cuando le tocó permanecer ahí parado, esperando por la desconocida prueba que iba a determinar que casa le correspondía.
Casi todos los jóvenes, e incluso varios de los mayores, asintieron a ese comentario de la lectura.
El colegio entero esperaba con el corazón en la mano. Entonces, el rasgón cercano a la punta del sombrero se abrió ampliamente como una boca y el Sombrero Seleccionador, comenzó a recitar la canción:
—Tienes que cantarla, Seamus —intervino Fred, haciendo detener en seco al lector. Dumbledore, sonriendo, indicó:
—Si es su gusto, aunque creo que nos conformaremos si prefiere sólo recitarlo.
—Así es como le quitan lo divertido a la vida —gruñó George, provocando risas.
En tiempos pasados cuando yo era nuevo
y Hogwarts apenas comenzaba,
los fundadores de nuestra noble escuela
pensaron que nunca se dividiría.
Unidos por una meta común,
tenían un anhelo idéntico
hacer la mejor escuela de magia del mundo,
y trasmitir sus conocimientos...
"Juntos construiremos y enseñaremos"
Los cuatro buenos amigos decidieron,
y nunca soñaron que ellos
pudieran ser algún día divididos.
¿Pues dónde había habido amigos,
como Slytherin y Gryffindor?
¿A menos que fuera la segunda pareja...
de Hufflepuff y Ravenclaw?
¿Entonces que pudo haber ido mal?
¿Como puede tal amistad fallar?
Porque, yo estuve ahí y puedo decir,
toda la triste, lamentable historia.
Dijo Slytherin, "Nosotros sólo enseñaremos a aquellos
cuyos ancestros sean los más puros"
Dijo Ravenclaw, "Nosotros solo enseñaremos a aquellos
cuya inteligencia sea segura"
Dijo Gryffindor, "Nosotros solo enseñaremos a aquellos
con hazañas valientes para su nombre"
Dijo Hufflepuff, "Yo enseñare a todos
y los trataré a todos por igual"
Esas diferencias causaron tensión.
Cuando salieron a relucir inicialmente,
Para cada uno de los cuatro fundador habría
Una casa en la que podrían
Tomar sólo a aquellos que quisieran, así
Por ejemplo, Slytherin
Sólo tomo brujos de sangre pura
Muy astutos, igual que él,
Y sólo aquellos de mente aguda
Fueron considerados por Ravenclaw
Mientras los más valientes y audaces
Fueron a dar con Gryffndor
La buena Hufflepuff, ella tomó al resto
Y les enseñó todo lo que sabía.
Estas son las casas y sus fundadores
Manteniendo su amistad firme y verdadera
Entonces Hogwarts trabajó en armonía
Por muchos felices años
Pero luego la discordia creció entre nosotros
Alimentando nuestras faltas y miedos
Las casas que, como cuatro pilares
habían una vez soportado nuestra escuela
Ahora se volvían una contra otra,
dividiéndonos, intentando gobernar
Y por un tiempo pareció que la escuela
Iba a conocer un final cercano...
Con discusiones y peleas
Y el choque de amigo contra amigo
Y finalmente llegó una mañana
Cuando el viejo Slytherin partió
Y aunque entonces la pelea terminó
Él nos dejo muy descorazonados
Pero nunca los cuatro fundadores
Se redujeron a tres
Teniendo sus casas unidas
Como al principio debieron ser
Y ahora el sombrero seleccionador esta aquí
Y todos conocen la manera:
Seleccionaré sus casas
Porque para eso estoy,
Pero este año iré mas lejos...
Escuchen detenidamente mi canción:
Aunque estoy condenado a dividirlos
Sigo preocupado de que esté mal
Aunque debo cumplir con mi deber
Y dividirlos en cuatro cada año
Sigo preguntándome si esta selección
No pueda traer el final que temo
Oh, conozcan los peligros, lean las señales
La advertencia está a la vista
Pues nuestro Hogwarts está en peligro
De externos enemigos mortales
Y debemos unirnos dentro de ella
O nos desmoronaremos con ella
Ya les he dicho, ya los he prevenido
Dejen que la selección comience…
El Sombrero Seleccionador se inmovilizó de nuevo, y un gran aplauso se manifestó por todo el Gran Comedor, aunque fue interrumpido, por primera vez que Harry recordara, por susurros y comentarios de los alumnos. Harry seguía aplaudiendo junto con los demás, y sabía perfectamente de qué trataban los comentarios.
—Palabras proféticas —dijo Parvati—, aún las recuerdo como ese día.
Harry asintió en silencio, puesto que había notado que a la par de la lectura, la adivina había recitado palabra a palabra ese mensaje del Sombrero Seleccionador. Mientras tanto, los más jóvenes se veían con gestos de confusión.
—El sombrero se fue un poco por las ramas este año... ¿No crees? —dijo Ron levantando las cejas.
—Si, es cierto.
El Sombrero Seleccionador siempre se había limitado a hacer una breve descripción de cada casa y de sus características, y de distribuir en ellas a los alumnos según sus características, pero Harry no recordaba que anteriormente hubiera dado consejos a la escuela.
—Recuerdo que se han leído la ceremonia del primer año y la del cuarto —comentó Rose—, y en esas dos no hubo advertencias tan marcadas como en este momento.
—Es correcto, señorita Weasley-Granger —aceptó Dumbledore—. En algunas oportunidades, el Sombrero Seleccionador asume la vocería para expresar su preocupación por eventos que se vislumbran en el ambiente.
—¿Habrá hecho mas advertencias de este tipo antes? —preguntó Hermione.
—Sí, así es —afirmó Nick Casi Decapitado inclinándose hacia Neville (Neville se estremeció; es muy incómodo tener a un fantasma inclinado hacia ti)–. El Sombrero se siente obligado por su honor a dar consejos a la escuela según lo considere necesario...
—Lo que el profesor decía —aclaró la directora McGonagall.
La Profesora McGonagall, que estaba de pie esperando para leer la lista de los alumnos de primer año, intentaba callar los cuchicheos de todos los alumnos. Nick Casi Decapitado, intentando ayudarla, se llevó el dedo transparente a los labios y obligó al Gran Comedor a mantener silencio, hasta que al fin, la Profesora McGonagall, con una última mirada de disgusto barrió las cuatro mesas de cada casa, y bajó la mirada hacia su larga lista de nombres y pronunció el primero:
—Abercrombie, ¡Euan!
Era el chico de mirada aterrorizada, que al mirar a Harry tropezó. Cuando le pusieron el Sombrero, caló hasta sus hombros y lo único que evitó que le cubriera la cabeza fueron sus prominentes orejas. El Sombrero aguardó un momento, y entonces el rasgón cercano al borde se abrió, y la boca de sombrero pronunció:
—¡GRYFFINDOR!
Harry aplaudió acaloradamente junto con toda su mesa cuando Euan Abercrombie acudió a su mesa tambaleándose, y al fin se sentó, con mirada avergonzada, pensando quizá que le habría gustado que se lo tragase la tierra en ese momento. Poco a poco, la larga fila de estudiantes de primero iba disminuyendo, y Harry pudo oír como rugía el estómago de Ron.
—¡Papá, por favor! —exclamó Rose, sonrojándose al igual que Ron, quien miró a Harry significativamente.
Finalmente "Zeller, Rose", fue asignada a Hufflepuff y así la profesora McGonagall recogiendo el sombrero y el taburete, desapareció por detrás, y el profesor Dumbledore se levantó para dar un nuevo discurso de bienvenida.
—A nuestros recién llegados —empezó Dumbledore en una voz que todos podían escuchar; sus brazos se estiraron ampliamente y una risa radiante asomó a sus labios–, ¡bienvenidos! A nuestros viejos estudiantes, ¡bienvenidos de regreso! Hay tiempo para hablar, pero este no es el momento. ¡Ataquen!
—A mi me encantaba como el profesor nos invitaba a comenzar a cenar —comentó Alice, sonriendo—, por lo que entiendo, siempre mantuvo ese estilo.
—¿Para que cambiar lo que ya es bueno? —comentó Dumbledore, provocando nuevas risas.
Hubo una risa revitalizada y un estallido de aplausos cuando Dumbledore se acomodó en su sitio y lanzó su larga barba sobre el hombro para mantenerla fuera de su plato. La comida había aparecido de ninguna parte, así que las cinco largas mesas gimieron en sus articulaciones bajo el peso unido de las tartas y los platos de vegetales, el pan, las salsas y los botellones de jugo de calabaza.
—¡Excelente! —exclamó Ron, con una especie de suspiro de deseo, agarrando la bandeja de chuletas mas cercana y comenzó a pasarlas a su plato, observado melancólicamente por Nick Casi Decapitado.
—Harry —interrumpió Dil, suspirando—, eres un malvado.
—¿Por qué? —se sorprendió Harry.
—Por hacernos esa descripción —dijo sonriendo, mientras se sobaba la panza de embarazo—, y eso que ya desayunamos.
—Eso es verdad —dijo Hugo—, se leyó esto y ya me pegó hambre.
Entre risas y miradas preocupadas de Hermione a su hijo, Seamus retomó la lectura.
—¿Qué decías antes de la selección? –le preguntó Hermione al fantasma–. ¿Sobre el Sombrero que da a advertencias?
—Ah, sí —recordó Nick, quien parecía alegre de tener una razón para alejarse de Ron, quien ahora comía patatas asadas con un entusiasmo casi indecente (—Lo normal, diría yo —intervino Charlie, provocando más risas)–. Sí, he oído al Sombrero dar varias advertencias antes, siempre de vez en cuando, cuando intuye períodos de gran peligro para la escuela. Y siempre, desde luego, su asesoramiento es el mismo: resistan todos juntos, sean fuertes desde su interior.
—¿Cómmm peeede sabe si la esculllla esttt en peligro?—masculló Ron. Tenía la boca tan llena que Harry pensó que era un verdadero logro para él hacer el más mínimo ruido.
—Ron.
El llamado de atención de Molly no dejó lugar a dudas. Ron se sonrojó a más no poder.
—¿Perdone? –preguntó Nick Casi Decapitado cortésmente, mientras Hermione miraba con repulsión. Ron dió un enorme trago y repitió:
—¿Cómo puede saber si la escuela esta en peligro si es un Sombrero?
—No tengo ni idea —respondió el fantasma–. Desde luego, el sombrero vive en la oficina de Dumbledore, así que me atrevo a decir que recoge información de allí.
—¿Y quiere que todas las casas sean amigas? —comentó Harry, revisando en la mesa de Slytherin, donde Draco Malfoy se encontraba–. Ni soñarlo.
—Se logró —comentó JS—, al menos en estos tiempos nos llevamos bastante bien, a pesar de nuestras diferencias.
—Es verdad —reconoció Scorpius—, nos relacionamos bastante bien, aunque no seamos de la misma casa. ¿Que si hay rivalidad? Algo, sobre todo en el quidditch; pero de resto, sólo las bromas de Jamie y los demás nos dividen.
—Bien, no debería tomar esa actitud —dijo Nick, reprobándolo–. La cooperación pacífica es la clave. Nosotros los Fantasmas, aunque pertenezcamos a casas separadas, mantenemos los lazos de amistad. A pesar del espíritu de competencia entre Gryffindor y Slytherin, nunca soñaría en empezar una discusión con el Barón Sangriento.
—Sólo porque está aterrorizado de él —intervino Ron.
Nick Casi Decapitado lo miró sumamente ofendido.
—¿Aterrorizado? ¡Espero que yo, Señor Nicholas de Mimsy - Porpington, nunca tenga que ser acusado de cobardía en mi vida! La noble sangre que corre en mis venas...
—¿Qué sangre? —interrogó Ron–. Seguramente usted todavía no...
—¡Es en forma figurativa! —aclaró Nick Casi Decapitado, tan molesto que su cabeza temblaba siniestramente sobre su cuello parcialmente cortado–. ¡Asumo que todavía me permiten disfrutar del empleo de cualquier palabra que me guste, aunque los placeres de la comida y la bebida me sean negados! Pero estoy bastante acostumbrado a estudiantes que se burlan en mi muerte. ¡Se lo aseguro!
—¡Nick, él realmente no se reía de usted! –lo calmó Hermione, lanzando una mirada furiosa a Ron.
Lamentablemente, la boca de Ron estaba tan llena que nuevamente parecía a punto de explotar y todo lo que podría conseguir decir era 'el Nodo iddum eentup sechew', que a Nick que no le pareció una disculpa adecuada. Elevándose en el aire, enderezó su sombrero emplumado y se alejó hacia el extremo opuesto de la mesa, descansando entre los hermanos Creevey, Colin y Dennis.
—Y casi nos abrazó —comentó Colin.
—Casi no, nos abrazó —corrigió Dennis, estremeciéndose—. Una sensación terrible, como ya se dijo en algún momento.
—Realmente terrible —reconoció Lucy.
—Bien hecho, Ron –expresó Hermione enojada.
—¿Qué? —preguntó Ron con indignación, quien había conseguido finalmente tragar su alimento–. ¿Ahora no está permitido hacer una simple pregunta?
—Ah, olvídalo —replicó Hermione con irritación, y ellos dos pasaron el resto de la comida en un incomodo silencio.
—No es que no esté permitido hacer una simple pregunta, Ron —aclaró Hermione ante la mirada atenta de su esposo e hijos—, es la forma en que la haces, sin poción analgésica. Siempre ibas de frente, sin importarte cómo lo pudiera recibir la otra persona, sino la respuesta que esperabas. Gracias a Merlin has logrado suavizar un poco esa actitud.
Harry estaba demasiado acostumbrado a sus discusiones como para molestarse en intentar reconciliarlos; sintió que era mejor emplear su tiempo comiendo su filete y el pastel de riñón, además de un gran plato lleno de su tarta de melaza favorita.
Cuando todos los estudiantes habían terminado de comer y el ruido en el Salón comenzaba a elevarse, Dumbledore se puso de pie una vez más.
La conversación ceso inmediatamente y todos giraron la cara hacia el Director. Harry sentía una placentera somnolencia. Su cama con cuatro columnas le esperaba en algún sitio allá arriba, maravillosamente caliente y suave...
—Bien, ahora que todos consumimos otro magnífico banquete, pido unos momentos de su atención para el aviso habitual de principio de año –habló Dumbledore–. Los de primer año deberán saber que el Bosque en los linderos de la escuela está prohibido para los estudiantes… y unos cuantos de nuestros estudiantes más viejos también deberían saberlo.
Harry, Ron y Hermione intercambiaban sonrisas de satisfacción.
—Imagino que lo habría dicho por ustedes dos —mencionó Molly, a lo que los gemelos reaccionaron con gestos de decepción filial:
—¡Madre! —exclamó Fred.
—¿Cómo puedes pensar eso? —machacó George, provocando risas.
—El Sr. Filch –continuó Dumbledore–, el conserje, me ha pedido, por cuadragésima sexta vez, que les recuerde a todos que no se permite la magia en los pasillos entre clases, ni un gran número de otras cosas, todas las cuales pueden ser verificadas en la extensa lista sujeta a la puerta de la oficina del Sr. Filch. Hemos tenido dos cambios en el cuerpo docente este año. Estamos muy contentos de dar la bienvenida a la Profesora Grubbly-Plank, quien tendrá a su cargo la materia de Cuidado de Criaturas Mágicas; también nos encanta presentar a la Profesora Umbridge, nuestra nueva profesora de Defensa Contra las Artes Oscuras.
Hubo una ronda de aplausos, corteses pero poco entusiastas, durante la cual Harry, Ron y Hermione cambiaron una mirada ligeramente aterrada; Dumbledore no había dicho por cuanto tiempo Grubbly-Plank sería su profesora.
—Interesante —indicó Rose—, detalle interesante.
Dumbledore continuó:
—Las pruebas para de los equipos de quidditch de las diferentes casas ocurrirá en el...
Se detuvo bruscamente, mirando interrogante a la Profesora Umbridge. Como ella no era de una estatura muy alta, hubo un momento durante el cual nadie entendió por qué Dumbledore había dejado de hablar, pero entonces la Profesora Umbridge aclaró su garganta, Hem, hem, y se hizo claro que ella estaba parada y tenía intención de hablar al publico.
—Hasta al profesor Dumbledore lo interrumpen —comentó Paula, a lo que el aludido sonrió y dijo.
—Todos en algún momento somos y necesitamos ser interrumpidos, es bueno para comprender que no todo gira alrededor nuestro.
Varios asintieron, reconociendo la verdad en las palabras del director Dumbledore.
Dumbledore sólo miro hacia atrás un momento, luego se sentó elegantemente y miró atento a la Profesora Umbridge, como si él no tuviera un deseo mayor que escuchar su discurso. Los otros miembros del personal no pudieron ocultar su sorpresa. Las cejas de la Profesora Sprout habían desaparecido en su pelo suelto y la boca de la Profesora McGonagall era tan delgada como Harry nunca la había visto. Nunca antes un profesor nuevo había interrumpido a Dumbledore. Muchos de los estudiantes sonreían atontados; esta mujer obviamente no sabía como eran las cosas en Hogwarts.
Las profesoras aludidas vieron a Harry con interés, pero no interrumpieron la lectura.
—Intentaré recordar como era que ella hablaba —mencionó Seamus, intentando no reírse. Sin embargo, otros si soltaron la carcajada.
—Tranquilo, amor —le dijo Susan—, lee normal.
—Gracias, Director —comenzó la profesora Umbridge con una sonrisa idiota–, por sus amables palabras de bienvenida.
Su voz era aguda, jadeante, como de niña y una vez más, Harry sintió una precipitada y poderosa aversión que él mismo no se podía explicar; todo lo que sabía era que aborrecía todo sobre ella, desde su voz estúpida hasta su mullida chaqueta rosada. Ella despejo de nuevo su garganta, 'hem, hem', y continuó.
Seamus se sorprendió al oir cómo su voz cambiaba sorpresivamente al momento de leer lo que decía Umbridge, aunque él no hiciera ningún esfuerzo en cambiar su voz.
—Bien, debo decir que es un placer haber regresado a Hogwarts —se rió, revelando unos dientes muy puntiagudos–. ¡Y ver las pequeñas caras tan felices que levantan su mirada hacia mí! —Harry echó un vistazo alrededor. Ninguna de las caras a las que podía ver lucía feliz. Al contrario, todos ellos miraban en otras direcciones como si tuvieran cinco años–. ¡Tengo muchas ganas de llegar a conocerlos a todos y estoy segura que seremos muy buenos amigos!
—Aclaro que no soy yo quien está cambiando la voz —se interrumpió Seamus, sorprendido. Colin, sonriendo, comentó:
—Es cosa de magia.
Algunas risas se escucharon, aunque muchos comprendieron lo que ocurría: la Sala, entendiendo el impacto que provocaría, hacía que la voz de Seamus se oyera como la de Umbridge en el momento que se leía su intervención.
Los estudiantes intercambiaron miradas ante sus palabras; algunos apenas ocultaban sus sonrisas burlonas.
—Seré su amiga mientras no tenga que tomar prestada su chaqueta —susurró Parvati a Lavender, y ambas emitieron una tonta risa silenciosa.
—¡Era horrible! —exclamó Lavender mientras se acomodaba su bufanda y se oían nuevas risas en la Sala.
La profesora Umbridge limpió su garganta otra vez ('hem, hem'), pero cuando ella siguió, la dificultad al respirar había desaparecido de su voz. Se escuchó mucho más seria y ahora sus palabras provenían desde el corazón.
—El Ministerio de Magia siempre ha considerado la educación de brujas y magos jóvenes de vital importancia. El raro don con que ustedes nacieron no puede desperdiciarse sino que debe ser nutrido y pulido por una instrucción cuidadosa. Las habilidades antiguas de la comunidad de magos deben ser transmitidas a las siguientes generaciones o las perderemos para siempre. El tesoro de conocimiento mágico acumulado por nuestros antepasados debe ser preservado, repuesto y pulido por los que han sido llamados a la noble profesión de la enseñanza.
—Por lo pronto —comentó Lily—, no está tan errada, tiene lógica lo que dice.
—Si —reconoció la directora McGonagall—, pero el contexto es lo me que preocupaba, conociendo lo que ya sabíamos de ella.
La profesora Umbridge hizo una pausa y dio un pequeño saludo al resto de los profesores más antiguos, ninguno de los cuales le regreso el gesto. Las cejas oscuras de la Profesora McGonagall se habían contraído por lo que parecía tener la mirada aguda de un halcón, y Harry claramente vio en su mirada un significativo intercambio con la profesora Sprout, cuando Umbridge soltó otro pequeño 'hem, hem' y siguió con su discurso.
—Cada director y directora de Hogwarts ha traído algo nuevo a la pesada tarea de gobernar esta histórica escuela, y así es como debería ser, ya que sin el progreso habría estancamiento y decadencia. No obstante, al progreso hay que ponerle cierto freno por su propio bien, y nuestras tradiciones, probadas una y otra vez, a menudo no requieren ajustes. Un equilibrio, entonces, entre lo viejo y lo nuevo, entre permanencia y cambio, entre tradición e innovación...
La atención de Harry fue decreciendo, como si su cerebro oscilara. La tranquilidad que siempre llenaba el salón cuando Dumbledore hablaba había desaparecido y los estudiantes juntaban sus cabezas, susurrando y riendo nerviosamente. En la mesa de Ravenclaw Cho Chang charlaba animadamente con sus amigos. Unos asientos más allá, Luna Lovegood hojeaba "The Quibbler" nuevamente. Mientras tanto, en la mesa de Hufflepuff, Ernie Macmillan era uno de los pocos que todavía miraba fijamente a la Profesora Umbridge, pero él tenía una mirada vidriosa y Harry estaba seguro que sólo fingía escuchar en un intento por cumplir con la nueva insignia de prefecto que brillaba sobre su pecho.
—No me extrañaría —se interrumpió Seamus, ganándose una mirada dura de parte de Hannah y Susan.
La Profesora Umbridge no parecía notar la inquietud de su audiencia. A Harry le daba la impresión que un completo alboroto podría haberse manifestado bajo su nariz, y ella habría seguido adelante con su discurso. Los profesores, sin embargo, escuchaban atentos sus palabras, y Hermione parecía beberse cada sonido que emitía, y a juzgar por la expresión de su cara, lo que oía no era de su gusto.
Hermione no dijo nada, pero el asentimiento en su rostro evidenciaba que eso era verdad.
—...Porque algunos cambios vendrán para bien, mientras que otros, a la larga, serán reconocidos como errores de juicio. De igual manera, algunos viejos hábitos serán conservados, mientras que otros, anticuados e inútiles, serán abandonados. Movámonos hacia adelante entonces, hacia una nueva era de franqueza, eficacia y responsabilidad, intentando conservar lo que debe ser conservado, y perfeccionar lo que necesita ser perfeccionado, y eliminemos prácticas que deberían de estar prohibidas.
—Eso parece interferencia del Ministerio en Hogwarts —comentó Alice, con una sombra de temor en su voz—. O al menos una supervisión mucho más inmersiva.
—Veamos a ver que se nos narra, Alice —respondió Dumbledore.
Después de su discurso, ella se sentó y Dumbledore comenzó a aplaudir. El resto de los profesores siguió su ejemplo, aunque Harry se dio cuenta que muchos apenas daban un par de perezosas palmadas antes de parar. Algunos estudiantes se unieron a los aplausos, pero a la mayoría les cogió por sorpresa el final del discurso al no haber escuchado mas que unas cuantas palabras, de modo que antes que pudieran aplaudir como correspondía Dumbledore se había vuelto a levantar.
—Muchas gracias, profesora Umbridge, este ha sido un discurso muy instructivo —señaló Dumbledore inclinándose hacia ella–. Bueno, como les venía diciendo, los entrenamientos de quidditch serán llevados a cabo...
—Sí, muy instructivo —afirmó Hermione en voz baja.
—¿Me estás diciendo que te has divertido con el discurso? —preguntó Ron con tono pausado, girando la cara hacia Hermione con una expresión helada–. ¡Ha sido el discurso mas aburrido que he escuchado en mi vida!, y eso que he crecido con Percy...
—Dije que me pareció instructivo, ¡no que me haya divertido! —puntualizó Hermione–. Ha aclarado muchas cosas...
—Exactamente —reconoció Lily—, muy instructivo. Es una declaración del Ministerio en cuanto a que estaría muy atento a lo que ocurriera dentro del colegio.
—¿En serio? —intervino Harry, alucinado–. A mí me sonó como si una galleta me estuviera hablando...
—Es que había importante información oculta en la galleta... —replicó Hermione misteriosa...
—¿La había? —preguntó Ron, inexpresivo.
—¿Que opinas de: "al progreso hay que ponerle cierto freno por su propio bien"? ¿Y qué sobre "terminar con las prácticas que deberían estar prohibidas"...?
—Bien... ¿Y qué pasa con eso? —interrogó Ron, impaciente.
—Te diré lo que significa... —explicó Hermione con los dientes fuertemente apretados–. ¡Significa que el Ministerio interviene en Hogwarts!
—Exactamente —reconoció Lily—, ese discurso lo que quiso decir fue eso. Menos mal que Hermione le prestó atención.
La aludida sólo sonrió, algo sonrojada.
De repente sintieron como una estampida a su alrededor. Obviamente Dumbledore había dado por finalizado su último discurso, y ya todos los alumnos se encontraban de pié dispuestos a abandonar la sala. Hermione pegó un salto, intentando centrarse y ver lo que tenía que hacer.
—Ron, se supone que tenemos que acompañar a los de primero e indicarles el camino...
—¡Ah si! —exclamó Ron, que obviamente lo había olvidado–. ¡Eh, todos ustedes! ¡Enanoooos!
Bill, Charlie y Percy suspiraron decepcionados al oir como Ron se desempeñaba en sus primeros momentos como prefecto.
—¡Ron!
—Bueno, ellos lo son, ellos son menudos...
—¡Si!, ¡pero no los puedes llamar enanos...! —Hermione se giró–. ¡PRIMER AÑOOO! —comenzó a llamarlos imperativamente, mientras recorría las mesas–. ¡Por aquí, por favor!
Un grupo de estudiantes tímidos de primero se concentró entre las mesas de Gryffindor y Hufflepuff, donde los prefectos intentaban con dificultad conducir a sus respectivos grupos.
Ellos ciertamente parecían muy pequeños; Harry estaba seguro que no había parecido tan joven la primera vez que arribó allí. Les sonrió abiertamente. Un chico rubio que estaba junto a Euan Abercrombie parecía petrificado. Este se giró hacia Euan, que le dijo algo al oído. Euan parecía igualmente asustado, y le dirigió a Harry una mirada aterrorizada. Harry sintió que su sonrisa se esfumaba de su rostro.
—Para completar —reclamó Colin.
—Nos vemos mas tarde –dijo a Ron y Hermione con apatía, en tanto se dirigía solo a la salida del Gran Salón, haciendo todo lo que podía para ignorar los cuchicheos, señalamientos y miradas curiosas mientras pasaba. Permaneció con la vista fija al frente mientras zigzagueaba, cruzando entre la multitud para alcanzar la entrada de la Sala; luego se apresuró hacia las escaleras de mármol, tomo un par de atajos ocultos y muy pronto dejaba atrás a la mayoría de la gente.
Había sido estúpido al no anticipar que eso ocurriría, pensaba colérico mientras atravesaba los pasillos del piso superior, mucho más vacíos. Por supuesto que todos clavaban sus ojos en él; apenas dos meses atrás había emergido del laberinto de Los Tres Magos, aferrando el cuerpo sin vida de un compañero y afirmando haber visto a Lord Voldemort regresar al poder. Al final no había tenido tiempo de explicarse antes que todos tuvieran que partir a casa… aún cuando había deseado dar a toda la escuela un detalle pormenorizado de todos los terribles acontecimientos terribles en aquel cementerio.
—Sabes por qué no te dejé hacerlo —interrumpió el profesor Dumbledore, a lo que Harry sólo encogió los hombros, sin replicar.
Harry había alcanzado el corredor que conducía a la sala común de Gryffindor, y se encontraba parado frente al retrato de la Dama Gorda, antes de percatarse que desconocía la nueva contraseña.
—Em... —dijo pensativo Harry, mirando fijamente hacia arriba, donde la Dama Gorda se alisaba los dobladillos de su vestido de satén rosado.
—No hay contraseña..., ¡no hay entrada! —expresó la Dama Gorda con tono lírico.
—¡Rayos, papá! —exclamó Lilu—, te adelantaste a los prefectos y no sabes cual es la contraseña.
—Alguien tendrá que llegar al rescate —comentó Frankie, sin ver como su papá comenzaba a sonreir.
—¡Harry!, ¡yo la sé! —Harry se giró para ver quien le había hablado, y vio a Neville corriendo agotado escaleras arriba, dirigiéndose hacia el–. Por una vez en mi vida voy a ser capaz de recordar esto... —Entonces Neville agitó ligeramente el cactus que les había mostrado en el tren–. ¡Mimbulus Mimbletonia!
—Correcto... —aceptó la Dama Gorda, y su retrato pivotó, dejando a la vista un agujero circular en la pared, por el cual Harry y Neville pasaron.
—¡Qué raro que escogieron un nombre botánico para la contraseña de la sala común! —exclamó Victoire, sorprendida.
—Pues sí —reconoció Hannah—, si la sala común de Hufflepuff necesitara contraseñas, imagino que una sería esa.
La Sala Común se presentaba ante los ojos de Harry tan acogedora como siempre, un agradable cuarto circular repleto de sillones esponjosos y viejas mesas desvencijadas regadas por doquier. El fuego crujía alegremente a través de la rejilla de la chimenea donde unas pocas personas calentaban sus manos antes de dirigirse a sus dormitorios; en el otro extremo de la habitación, George y Fred Weasley fijaban algo en el tablón de anuncios. Harry les dio las buenas noches y se encaminó hacia el dormitorio de los chicos; no estaba de humor para hablar con nadie en ese momento. Neville le siguió.
Dean Thomas y Seamus Finnigan ya habían llegado al dormitorio, y en ese momento estaban entretenidos en cubrir las paredes que estaban al lado de sus camas, con un montón de carteles y fotos. Ellos hablaban cuando Harry abría la puerta, pero al verle ambos se callaron abruptamente. Harry no pudo evitar preguntarse si habrían estado hablando de él, y luego pensó que quizá se estaba volviendo paranoico.
—Emmm —se interrumpió Seamus, como queriendo justificar lo que estaba haciendo en ese momento, pero al ver el gesto de continuar de Harry, simplemente se inclinó a tomar algo de agua—. Este capítulo va para largo, ¿no? Sigamos.
Rose se dio cuenta del cambio en la entonación de Seamus, pero no dijo nada al sentir la mano de Hermione tomar la suya.
—¡Hola! —saludó Harry, cruzando la habitación con su pesado baúl, y abriéndolo sobre la cama.
—¡Hey Harry! —replicó Dean, que guardaba un par de pijamas–, ¿Buenas vacaciones?
—No ha estado mal... —murmuró Harry, pues una verdadera crónica de todas sus vacaciones le habría llevado toda una noche de explicación, y no se sentía capaz–. ¿Y tú?
—Tampoco creía que les interesara mi aventura con dementores —admitió Harry—, la audiencia o los días de limpieza en la casa de Sirius.
Seamus sólo miraba el pergamino, ante la mirada de Susan y sus hijos.
—¡Si!, me ha ido bien... —rió Dean entre dientes–. ¡Mejor que a Seamus! Me estaba contando ahora mismo...
—¿Por qué? ¿Qué ocurrió, Seamus? —preguntó Neville mientras colocaba su Mimbulus Mimbletonia en su mesita de noche.
Seamus no contestó inmediatamente; estaba tratando de lograr que su cartel del equipo de quidditch "Kenmare Kestrels" quedara completamente derecho. Entonces contestó, aún dando la espalda a Harry.
—Mamá no quería que volviera de nuevo.
—¿Que? —preguntó Harry, dejando de desempacar.
—Si, ella no quería que regresara a Hogwarts —explicó Seamus, encaminándose hacia su baúl y sacando los pijamas. Aún no le había dirigido la mirada a Harry.
—La abuela puede llegar a ser convincente —reconoció Will, a lo que Amelia asintió sonriendo.
—¿Mi suegra? —intervino Susan—, es una bruja de armas tomar, sinceramente. Es un amor, sin dudas, pero cuando exige algo no hay quien la haga cambiar de posición.
—Pero... ¿Por qué? —preguntó Harry, alucinado. Sabía que la madre de Seamus era bruja, y no podía entender, por lo tanto, que se pareciera a los Dursleys. Seamus no respondió hasta que terminó de abotonar su pijama.
—Bueno... —titubeó (al igual que el Seamus lector, quien miraba alternativamente al pergamino y a Harry)—. Supongo... Supongo que será por ti.
—¿Que quieres decir? —interrogó Harry al instante. Su corazón palpitaba cada vez más rápido. Vagamente sintió que algo se cerraba sobre él.
—Bien... Em... —Seamus intentaba esquivar la mirada de Harry–. Bueno, Dumbledore también tiene que ver...
—¿Tu madre se cree lo del Diario El Profeta? ¿De verdad se cree que soy un mentiroso y un inútil, y que Dumbledore es un viejo loco?
—Bueno, algo así —Seamus dirigió una mirada perdida por encima de él.
—Recuerda que muchos de los magos adultos que no estuvieron en Hogwarts se enteraron de lo que pasó en el Torneo de los Tres magos y lo demás por El Profeta —reconoció Seamus, apenado—, incluyendo a mi madre; y como tú nunca diste una declaración a la prensa, o algo así, creyeron en ese momento lo que les decían ahí.
—Es verdad —reconoció Parvati—, recuerdo que nuestros padres estaban preocupados cada vez que leían lo que se publicaba de Harry.
Harry no dijo nada. Cogió su varita, y la tiró con rabia a la cabecera de la cama, se quitó la ropa y la metió violentamente en su baúl, y después se puso el pijama. Estaba enfermo de todo esto, enfermo de ser la persona de la que todo el mundo hablaba siempre. Si cualquiera de ellos supiera..., si cualquiera de ellos tuviera la más mínima idea de lo poco que le gustaba a Harry todo lo que estaba ocurriendo... La Sra Finnigan no tenía ni idea, "¡mujer estúpida!" pensó Harry fuera de si.
Se metió en la cama y empezó a cerrar todas las cortinillas que había a su alrededor, pero antes que lo pudiera terminar de hacer, Seamus preguntó algo.
—¿Qué pasó esa noche cuando... ¡ya sabes!, cuando... ¡Con Cedric Diggory y todo eso...!? —la voz de Seamus sonaba nerviosa e impaciente al mismo tiempo. Dean se había doblado sobre su baúl, buscando sus zapatillas. Aunque no lo parecía, Harry se dio cuenta de que estaba escuchando perfectamente la conversación.
—Creo que ya sabemos como es Harry de observador —Seamus trató de quitarle hierro al momento, sonriendo apenado.
—¿Para qué me lo preguntas a mí? —dijo Harry con ironía–. Solo tienes que leer El Profeta, como tu madre, ¿por qué no lo haces? Allí te enteraras de todo lo que necesitas saber...
—Uuuuuuuuuuu —el coro de bromistas, algo apagado, volvió por sus fueros, provocando algunas risas, aunque los que habían estado presentes en ese momento no sonreían.
—No te metas con mi madre... —replicó Seamus bruscamente.
—¡Yo me meteré con cualquiera que me llame mentiroso...! —exclamó Harry, indignado.
—¡No me hables de esa manera!
—¡Yo te hablaré como me de la gana! —el malhumor de Harry fue aumentando tan rápidamente que agarró la varita de su mesa de noche–. ¡Si tienes algún problema compartiendo dormitorio conmigo, siempre puedes ir a McGonagall a que te cambie! Y deja de preocuparte como tu mamá...
Seamus leía estas líneas atonalmente, sin imprimirle emoción, tan apenado como estaba de lo que había ocurrido.
—¡Deja a mi madre fuera de esto, Potter!
—¿Qué está pasando? —Ron apareció de pronto en la puerta del dormitorio. Sus ojos se dirigieron hacia Seamus, y de éste a Harry, el cual estaba de rodillas sobre su cama, con la varita en la mano señalando a Seamus, quien también estaba de rodillas, con sus puños levantados.
—¡Él se está metiendo con mi madre! —gritó Seamus histérico.
—¿Qué? —se asombró Ron–. ¡Harry no haría eso!, nosotros conocemos a tu madre..., ¡nos cae bien!
—¡Eso era antes de que ella empezara a creerse todo lo que el asqueroso Diario El Profeta escribe sobre mi! —exclamó Harry con voz desgarrada.
—¡Vaya! Ahora todo tiene sentido —bromeó JS, aunque sin mucho efecto.
—¡Oh! —dijo Ron, comprendiendo lo que ocurría y mirando a ambos–. Ah... Claro...
—¿Pues sabes qué? —preguntó Seamus a Ron, mientras le echaba a Harry una mirada venenosa–. Tiene razón... Yo no quiero seguir compartiendo dormitorio con él. ¡Está loco!
—¡Ya está bien, Seamus! —las orejas de Ron empezaban a ponerse ligeramente rojas, lo que siempre era una muestra de peligro.
—Marca registrada de la familia Weasley —admitió Roxanne—, aunque con nosotros —señalándose a sí misma y a su hermano Freddie— es más complicado que se note.
—¿Me lo dices a mí? —chilló Seamus, que a diferencia de Ron estaba pálido–. ¿De verdad te crees toda la basura que cuenta sobre Tu-Ya-Sabes-Quien? ¿De verdad piensas que dice la verdad?
—¡Si!, ¡lo hago! —gritó Ron fuera de si.
—¡Entonces tu también estás loco! —agregó Seamus disgustado.
—¿De verdad?, pues te digo que desafortunadamente para ti, amiguito, ¡yo soy ahora prefecto! —recordó Ron exasperado, presionando su pecho con un dedo–. Y a menos que desees una detención... ¡Cierra la boca!
—Espero que no hayas abusado de tu insignia justo en el primer día —dijo Molly, preocupada y molesta a partes iguales.
—No, señora Molly —reconoció Seamus, hablando pausadamente—, hizo lo correcto. Detuvo la discusión correctamente. Discúlpame, Harry.
—Tranquilo —dijo Harry con serenidad—, si no recuerdo mal, te disculpaste más adelante en el año.
Seamus tardó unos segundos en reaccionar, en los que seguramente estaba pensando que la detención sería un castigo bastante razonable a pagar. Pero con un sonido de desprecio, giró sobre sus talones, se tiró sobre su cama y tiró de los colgadores tan violentamente, que rasgó la cortina, y un gran retazo de tela aterciopelada cayó al suelo, provocando una pequeña nube de polvo. Ron miró incrédulo a Seamus, luego miró a Harry y a Neville.
—¿Será que hay mas padres que tengan problemas con Harry? —preguntó agresivamente.
—Mis padres son muggles, compañero —comentó Dean, encogiéndose de hombros–. No saben nada sobre ninguna muerte en Hogwarts, porque no soy lo suficientemente idiota como para contarles...
—Tu no conoces a mi madre... ¡Ella intenta averiguarlo todo sobre cualquiera! –explicó Seamus levantando de nuevo la voz–. ¡Pero de todas formas tus padres no consiguen cada día El Profeta! No saben que nuestro director ha sido expulsado del Wizengamot, y de la Confederación Internacional de magos, ¡porque esta perdiendo aceite!
—Duras palabras —comentó Al, impresionado, a lo que Dumbledore comentó:
—No me extraña, creo que ya lo habíamos comentado.
—Mi abuela dice que ese Diario es basura... —opinó Neville, defendiéndolo–. Ella piensa que es El Profeta el que está decayendo, no Dumbledore, así que canceló la suscripción... Nosotros creemos en Harry —y tras su confesión, Neville se metió en la cama, y tiró de la manta hasta que le tapó la barbilla, mirando expectante a Seamus–. Mi abuela siempre ha dicho que Quien-Tu-Ya-Sabes volvería algún día, y que si Dumbledore dice que ha vuelto, es que ha vuelto...
—Así es mi madre —reconoció Frank, mientras los cuatro hijos de Neville asentían con distintos niveles de efusividad.
De pronto Harry se sintió enormemente agradecido hacia Neville. Nadie dijo nada más. Seamus sacó su varita, reparó las cortinas, y se escondió tras ellas después de correrlas de modo que cercaban la cama. Dean también se metió en la cama, se giró hacia el otro lado y quedó silencioso. Neville, que parecía no tener nada que agregar, miraba encariñado su Mimbulus Mimbletonia.
Harry se reclinó sobre su almohada, mientras miraba a Ron corriendo alrededor de la cama contigua, colocando todas sus cosas. Se sentía destrozado por la discusión con Seamus, quien siempre le había caído tan bien. Pero… ¿Cuántos más iban a asegurar que él mentía?, ¿Sufrió Dumbledore tanto como él durante el verano?, ¿Era rabia lo que tenía Harry hacia Dumbledore por no haberlo contactado durante tanto tiempo? Los dos estaban en el mismo problema juntos; después de todo, Dumbledore siempre creyó a Harry, y explicó a toda la escuela y ante la comunidad mágica su versión. Cualquiera que pensara que Harry era un mentiroso, tenía que pensar entonces que Dumbledore también lo era. 'Se darán cuenta de que estábamos en lo cierto al final', pensaba Harry sintiéndose miserable mientras Ron se metía en la cama, y se extinguía la última vela del dormitorio. Pero él no podía evitar preguntarse, ¿cuántos ataques como el de Seamus debería soportar antes que llegara el momento de la verdad?
—Una pregunta muy interesante —reconoció Seamus, mientras dejaba el pergamino en el atril. Suspiró, y justo al ver a Harry y tomar aire para disculparse, éste lo cortó.
—Ya te lo dije, ya aclaramos ese incidente en su momento, y quizás se narre aquí.
—Está bien —aceptó Seamus. Quien se sorprendió al ver el atril con un nuevo pergamino delante suyo fue Angelina.
¡Buenas noches desde San Diego, Venezuela! Un nuevo capítulo nos reúne esta semana, y en este se narra lo que vivieron en el banquete de bienvenida de este año, incluyendo la aparición como profesora del puesto más complicado en su momento, el de profesor de Defensa contra las Artes Oscuras, y el primer choque de creencias entre Harry y Seamus, leído por este último. Un capítulo que, como las películas podemos dividirlo en tres actos: la discusión previa a la entrada al Gran Comedor, lo que ocurre durante el Banquete y la discusión en la habitación de los estudiantes varones de quinto año, y que por supuesto revive los recuerdos y las sensaciones de ese momento. Lo que siempre recuerdo es agradecerles por seguir semana a semana acompañándome en esta aventura con sus visitas, alertas activadas, marcas de favorito y sus comentarios, como esta semana hizo creativo (Ciertamente, Lilu defiende mucho a su madrina, aunque la llama "tía Luna", y lo de Al tendría que explorarlo)... Cuídense, por favor, si tienen la posibilidad vacúnense, y en todo caso, tomen todas las medidas de precaución y bioseguridad, necesarias en estos tiempos! Salud y bendiciones!
