Harry Potter: Una lectura distinta, vol. 5
Por edwinguerrave
Copyright © J.K. Rowling, 1999-2008
El Copyright y la Marca Registrada del nombre y del personaje Harry Potter, de todos los demás nombres propios y personajes, así como de todos los símbolos y elementos relacionados, para su adaptación cinematográfica, son propiedad de Warner Bros, 2000.
La Orden del Fenix
CAPÍTULO 16 En "La Cabeza de Cerdo"
—¿Qué querrían decir esos sueños? —preguntó Lavender, mientras Parvati colocaba el pergamino en el atril.
—Creo que es algo con lo que tendremos que permanecer a la espera —comentó Frank, notando la mirada preocupada de Harry.
—Por lo pronto —comentó Dumbledore—, creo que es un momento ideal para almorzar y reflexionar sobre lo leído.
Así, después de poco más de una hora de disfrutar del almuerzo, y ya instalados nuevamente en sus asientos, el atril se materializó delante de Susan.
—¡Ah! —exclamó sonriendo—, verdad que tuvimos esa reunión En 'La Cabeza de Cerdo'.
—¿Qué estuvieron haciendo ustedes en ese hueco? —preguntó James, extrañado.
—No te adelantes, pero tampoco te atrases —le respondió Harry. Por supuesto, a James no le gustó la idea, pero no comentó nada.
Después de su primera sugerencia, Hermione no volvió a mencionarle a Harry el asunto de sus lecciones de Defensa contra las Artes Oscuras durante dos semanas enteras. La detención de Harry con Umbridge finalmente había terminado (dudaba que las palabras grabadas en su mano se desvanecieran completamente). Ron había tenido cuatro prácticas más de quidditch y nadie le habían gritado durante las dos últimas; y los tres habían logrado hacer desaparecer sus ratones en Transfiguración (Hermione en realidad había progresado hasta conseguir desaparecer gatos), antes que el tema fuera abordado nuevamente, en una desapacible y tempestuosa noche de finales de septiembre, cuando los tres se encontraban sentados en la biblioteca, buscando información sobre los ingredientes de una poción para Snape.
—Me estaba preguntando –dijo Hermione repentinamente– si no has vuelto a pensar en Defensa Contra las Artes Oscuras, Harry.
—Por supuesto que he pensado —contestó Harry, malhumorado (—Lo normal en Harry —comentó sarcásticamente Seamus, provocando algunas risas)–, no puedo olvidarlo, ¿acaso podemos… con esa bruja enseñándonos...?
—Me refiero a la idea que Ron y yo tuvimos —Ron le dirigió una mirada alarmada y Hermione frunció el entrecejo—. Está bien. La idea que YO tuve... de que tú nos enseñaras...
Por un momento Harry no respondió. Simuló estar concentrado en una página de Anti-venenos Asiáticos, porque realmente no quería decir lo que pasaba por su mente.
—Pero ya lo sabremos —comentó Al, causando algunas risitas.
—Sí —admitió Harry—, ya van a saber lo que llegué a pensar.
Le había dado bastantes vueltas al tema durante los últimos quince días. A veces le parecía una locura, tal como en la noche en que Hermione lo propuso..., pero otras, se había encontrado a si mismo pensando en los hechizos que le habían sido de mayor utilidad en sus múltiples encuentros con las Criaturas Oscuras y los Mortífagos; se encontró, de hecho, planeando inconscientemente lecciones...
—Bueno —declaró despacio, cuando ya no pudo seguir simulando que estaba interesado en los anti-venenos asiáticos–. He pensado un poco en eso...
—¿Y? –insistió Hermione, impaciente.
La misma impaciencia estaba en muchos en la Sala, quienes veían alternativamente al pergamino en manos de Susan y al propio Harry.
—No lo sé –contestó Harry, tratando de ganar tiempo. Elevó la vista, consultando con Ron.
—Yo pensé que era una buena idea desde el principio –declaró Ron, que parecía contento de unirse a la conversación, ahora que estaba seguro que Harry no comenzaría a gritar de nuevo.
Este comentario provocó risas en los más jóvenes, y una sonrisa apenada en Harry.
Harry se movió con incomodidad en su silla.
—No escuchaste cuando dije que solo tuve mucha suerte ¿No?
—Si, Harry —afirmó Hermione, suavemente–, pero aún así no hay razón para sigas pretendiendo que no eres bueno en Defensa contra las Artes Oscuras, porque lo eres. El año pasado fuiste el único en la clase que pudo controlar totalmente el maleficio Imperius, puedes hacer un Patrouns corpóreo, puedes hacer toda clase de hechizos que brujas y magos adultos no pueden, Viktor siempre lo dice.
Ron giro para mirarla tan rápido que parecía haberse torcido el cuello. Frotándoselo, preguntó:
—¿Si? ¿Qué dijo Vicky?
—Yo no he dicho nada —intervino Vic, provocando risas—, ni pensaba estar por ahí.
—Que yo recuerde —mencionó Violet, extrañada—, ni siquiera el primo Teddy te llama Vicky.
—¡Verdad! —confirmó Daisy—, ¡todos te llamamos Vic, o Victoire, pero nunca Vicky!
—Ho… ho —murmuró Hermione con voz aburrida–, comentó que Harry sabía como hacer cosas que ni siquiera él conocía. Y eso que Viktor estaba en el último año de Durmstrang.
Ron la miraba con desconfianza..., receloso.
—No sigues en contacto con él..., ¿verdad?
—¿Y qué si lo estoy? –preguntó Hermione fríamente, aunque su cara estaba un poco ruborizada—. Puedo tener un amigo por correspondencia si...
—¡Él no quiere ser sólo tu amigo por correspondencia! —exclamó Ron con voz acusadora.
—Celos, malditos ceeeeeeeeloooooooooos —atacó el coro de bromistas, provocando risas y sonrojos.
Hermione sacudió la cabeza exasperada e, ignorando a Ron, quien todavía la estaba mirando, interrogó a Harry:
—Bueno... ¿qué dices? ¿Nos enseñarás?
—Sólo a Ron y ti, ¿vale?
—Bueno... —tanteó Hermione, luciendo un poco ansiosa nuevamente–. Bien... no pierdas los estribos de nuevo, Harry... por favor..., pero realmente pienso que le deberías enseñar a cualquiera que quiera aprender. Quiero decir..., estamos hablando de defendernos contra V… V… Voldemort. ¡Oh, No seas patético, Ron! No me parece justo que no le ofrezcamos la misma oportunidad a los demás…
Harry lo consideró por un momento, después comentó:
—Sí, pero dudo que alguien más, excepto ustedes dos, quiera que yo les enseñe. Soy un loco... ¿recuerdan?
—Nunca creí que estuvieras loco —aclaró Neville, haciendo que Alice lo mirara orgullosa.
—Yo tampoco —corearon Colin y Dennis, a lo que Seamus replicó:
—Ustedes no valen, porque son sus mayores fanáticos.
Esto provocó nuevas risas en la Sala.
—Yo debo aceptar que tenía mis dudas —reconoció Hannah—, pero no creía que estuvieras loco, mis dudas eran más del tipo de no poder creer que hubieras podido enfrentarte a Quien-ustedes-saben y haber escapado.
Susan asintió en silencio, concordando con su amiga.
—Bueno..., creo que quizás te sorprenderías de cuanta gente estaría interesada en escuchar lo que tienes que decir —habló Hermione, seriamente–. Mira —se inclinó hacia él al tiempo que Ron, que la seguía mirando con el entrecejo fruncido, se inclinó para escuchar también—; ¿Sabes que el primer fin de semana de Octubre podemos ir a Hogsmade? ¿Qué tal si le decimos a todo el que esté interesado que nos reuniremos en el pueblo para hablar de esto?
—¿Por qué tenemos que hacerlo fuera de la escuela? –preguntó Ron.
—Porque —explicó Hermione, volviendo al diagrama del repollo chino que estaba copiando–, no creo que Umbridge se ponga muy contenta si descubre lo que intentamos hacer.
—En eso tenías toda la razón —reconoció Parvati—, a Umbridge no le iba a gustar para nada.
Harry había estado deseando que llegara el fin de semana en Hogsmade, pero había algo que estaba preocupándolo. Sirius había mantenido un molesto silencio desde que se apareció en el fuego, a principios de Septiembre. Harry sabía que lo habían hecho enojar, diciendo que no querían que viniera, pero aún le preocupaba aún más que Sirius tirara la cautela al demonio y se apareciese de todas formas. ¿Qué iban a hacer si el perro negro saltaba hacia ellos en las calles de Hogsmade, quizás bajo las narices de Draco Malfoy?
—¿Algo que declarar? —Lily se giró y encaró a Sirius, quien sólo encogió los hombros y dijo:
—Tiene razón. En este momento puedo aceptarlo, en aquel no estaba muy convencido.
—Estoy orgulloso de ti —comentó James, provocando risas—, ya te estás haciendo un perro sabio.
—Menos mal que no me estoy haciendo un perro viejo —comentó Sirius, provocando aún más risas—. Ya no puedo.
—Bueno, no puedes culparlo por querer salir —comentó Ron, cuando Harry contó sus miedos a él y a Hermione–. Quiero decir, él ha estado escapando por unos dos años, ¿verdad? Y sé que no ha sido divertido, pero por lo menos estaba libre... ¿o no? Y ahora tiene que permanecer todo el tiempo solo, con ese espantoso elfo.
Hermione miró a Ron con el ceño fruncido, pero, aparte de eso, ignoró el insulto a Kreacher.
—El problema es que —explicó Harry— hasta que Voldemort… ¡Oh, por el amor de Dios, Ron!... salga a la luz pública, Sirius va a tener que permanecer escondido..., ¿cierto? Quiero decir…, el estúpido Ministerio no se va a dar cuenta de que Sirius es inocente hasta que acepten que Dumbledore les ha estado diciendo la verdad sobre él durante mucho tiempo. Y una vez que los idiotas empiecen a atrapar a los Mortífagos de nuevo, será obvio que Sirius no es uno de ellos... Quiero decir, si no tiene la marca es por algo.
—No creo que sea lo bastante estúpido como para aparecerse —opinó Ron—. Dumbledore se volvería loco si lo hiciera, además Sirius siempre escucha a Dumbledore, aún cuando no le guste lo que escucha.
—Eso es verdad —reconoció Sirius—, pude estar muy molesto muchas veces con Dumbledore, especialmente por haber mandado a Harry con sus tíos después de lo que vivió en el cementerio. Pero sé que lo hizo por alguna razón que se ha revelado poco a poco por acá.
—Me imagino —comentó Lily, con tono calmado.
Como Harry parecía seguir preocupado, Hermione propuso:
—Escucha. Ron y yo hemos estado tanteando a las personas que pensamos que pueden estar interesadas en aprender Defensa contra las Artes Oscuras, y hay un par que parecen interesados en verdad. Les dijimos que nos reuniríamos en Hogsmade.
—Está bien –aceptó Harry vagamente, su mente todavía estaba en Sirius.
—No te preocupes, Harry —lo tranquilizó Hermione quedamente–. Ya tienes bastante encima sin agregarle a Sirius también.
Ella tenía razón, por supuesto, apenas podía mantenerse al día con sus tareas, aunque lo estaba haciendo mucho mejor ahora que no tenía que pasar cada tarde en detención con Umbridge. Ron estaba incluso más retrasado que Harry, pues además de las prácticas de quidditch a las que ambos asistían dos veces por semana, también tenía sus obligaciones de prefecto. Sin embargo, Hermione, que tenía más materias que ambos, no sólo había terminado todos sus deberes sino que también encontraba tiempo para tejer más ropa para los elfos. Harry tenía que admitir que ella había mejorado; ahora casi siempre le era posible distinguir entre un sombrero y un calcetín.
Los bromistas alborotaron nuevamente al escuchar este detalle, lo que provocó risas. Hermione, sin embargo, miró a Harry con molestia.
La mañana de la visita a Hogsmade amaneció brillante pero con mucho viento. Después del desayuno se formaron frente a Filch, quién controlaba sus nombres en una larga lista de estudiantes que tenían permiso de sus padres o tutores para visitar el pueblo. Con una leve punzada, Harry recordó que si no hubiera sido por Sirius, él todavía no hubiera podido ir.
Cuando Harry alcanzó a Filch, el cuidador lo olfateó como tratando de detectar algún olorcillo en Harry. Después dio un brusco asentimiento con la cabeza que sacudió su papada y Harry avanzó, hacia los escalones de piedra y el frío y luminoso día.
—¿Qué le pasó al señor Filch? —preguntó Dom, extrañada—, ¿cree que tío Harry tenía bombas fétidas encima?
—Pues es lo que parece —dijo Hugo, enfático.
—Menos mal que las nuevas bombas fétidas que tenemos en la tienda son a prueba de narices —declaró George, sonriendo.
—¿Por qué Flich te estaba olfateando? –preguntó Ron, mientras él, Harry y Hermione se encaminaban bajando con paso enérgico hacia el ancho camino que conducía a las verjas de entrada.
—Supongo que estaba chequeando el olor de las bombas de estiércol —contestó Harry con una breve sonrisa–. Olvidé contarles...
Y les relató la historia del envío de la carta a Sirius y como Flich aparecío segundos más tarde, pidiendo verla. Para sorpresa de Harry, Hermione encontró esta historia muy interesante, mucho más, incluso, de lo que había sido para él.
—¿Dijo que le había llegado el soplo de que estabas comprando bombas de estiércol? ¿Pero quién le informó?
—No lo sé —replicó Harry encogiéndose de hombros—. Quizás Malfoy, él pensaría que era gracioso.
—Puede ser —comentó el aludido—, pero no, no fui yo.
Caminaron entre los altos pilares de piedra coronados con jabalís alados y giraron a la izquierda hacia el pueblo, con el viento batiendo su cabello contra los ojos.
—¿Malfoy? —musitó Hermione, escéptica–. Bueno... sí... quizás...
Y permaneció ensimismada el resto del camino, hasta llegar a los linderos de Hogsmeade.
—Entonces, ¿a dónde nos dirigimos? –preguntó Harry—. ¿A Las Tres Escobas?
—Oh… no —contestó Hermione, saliendo de su ensueño–, no, está siempre apiñado y es realmente ruidoso. Les dije a los demás que nos encontraríamos en La Cabeza de Cerdo, ese otro bar, ya sabes cual, el que no se encuentra en la carretera principal. Creo que es un poco..., tú sabes..., inseguro, pero normalmente los estudiantes no entran allí, así que creo que no nos escucharán.
—No creo —comentó Frank—, comenzando con el dueño del local y pasando por la clientela.
Descendieron por la calle principal, pasando por la Tienda de Bromas Mágicas de Zonko, donde no se sorprendieron de ver a Fred, George y Lee Jordan, pasaron por la oficina postal donde las lechuzas manaban a intervalos regulares y subieron por una calle lateral al final de la cual se encontraba una pequeña posada. Un deteriorado letrero de madera colgaba de un oxidado soporte sobre la puerta, con la figura de la cabeza cortada de un cerdo salvaje goteando sangre sobre la tela blanca que la rodeaba. El letrero rechinó en el viento mientras se acercaban. Los tres vacilaron en la entrada de la puerta.
—Bien, entremos —sugirió Hermione algo nerviosa. Harry los guió hacia el interior.
El sitio no era como Las Tres Escobas, cuya larga barra daba la impresión de limpieza y calidez. La Cabeza de Cerdo era una pequeña, desaliñada y muy sucia habitación que olía fuertemente a algo que muy bien podrían haber sido cabras (Dumbledore infló su pecho y dejó salir lentamente el aire, lo que le llamó la atención a Lilu). Las ventanas salientes estaban tan incrustadas en la mugre que apenas si entraba algo de luz en la habitación, la cual en vez de eso estaba alumbrada con cabos de vela colocadas en ásperas mesas de madera. A primera vista, parecía que el piso estuviera comprimido en la tierra, pero al caminar sobre él, Harry notó que la piedra se encontraba bajo lo que parecía ser porquería acumulada por centurias.
Harry recordó a Hagrid mencionando este bar en su primer año: "Sí..., hay muchísima diversión en La Cabeza de Cerdo", había dicho cuando explicaba cómo había conseguido el huevo de dragón de un hombre encapuchado. En ese momento, Harry se había preguntado por qué Hagrid no había encontrado extraño que el desconocido permaneciera con el rostro oculto durante su encuentro; ahora se daba cuenta que ocultar el rostro era algún tipo de moda en La Cabeza de Cerdo. Había un hombre en el bar cuya cabeza estaba completamente cubierta de vendas de un gris sucio, quien se las arreglaba para tragar interminables vasos de una bebida roja y humeante a través de una abertura en su boca. Dos hombres envueltos en capuchas se sentaban en una mesa ubicada al lado de una ventana; Harry podría haber pensado que eran Dementores a no ser porque les había escuchado hablar con el fuerte acento de Yorkshire. En un oscuro rincón cerca de la chimenea se sentaba una bruja cubierta con un velo negro que le llegaba a la punta de los pies. Apenas podían ver el extremo de su nariz que sobresalía ligeramente del velo.
—Ya sabemos para no ir —comentó Paula con gestos que mostraban mucha ansiedad, provocando risas en varios. Kevin, muy serio, dijo:
—Tienes razón, hermana, no es lugar para nosotros.
—No estoy muy seguro acerca de esto, Hermione –murmuró Harry mientras cruzaban el bar. Miraba particularmente a la bruja cubierta por el velo–. ¿Se te ha ocurrido que Umbridge podría estar debajo de eso?
Hermione lanzó una apreciativa mirada a la figura velada.
—Umbridge es más bajita que esa mujer —dijo tranquilamente—. Y en todo caso, aún si Umbridge viniera aquí, no hay nada que ella pueda hacer para detenernos, Harry, porque revise dos y tres veces las reglas de la escuela y no estamos rompiéndolas. No estamos en zona prohibida. Específicamente le pregunté al profesor Flitwick si a los estudiantes les estaba permitido ir a La Cabeza de Cerdo y dijo que sí, pero me aconsejó varias veces que trajéramos nuestros propios vasos. Además, he buscado toda la información que he podido sobre grupos de estudio y de trabajo y definitivamente están permitido. Sólo que no creo que sea una buena idea que hagamos alarde de lo que estamos haciendo.
—No —concordó Harry cortante—, especialmente porque no es precisamente un grupo de estudio lo que estás planeando... ¿verdad?
El cantinero caminó hasta ellos desde el fondo de la habitación. Parecía un viejo malhumorado, con una larga maraña de pelo gris y barba. Era alto y delgado y a Harry le parecía vagamente familiar.
—No lo dudo —comentó Dumbledore, viendo a Harry. Luego, evitando la posibilidad que preguntaran algo, hizo señas a Susan para que siguiera leyendo.
—¿Qué? —gruñó.
—Tres cervezas de mantequilla, por favor —pidió Hermione.
El hombre desapareció tras el mostrador, destapó tres sucias y polvorientas botellas y las deslizó por la barra.
—Seis sickles –dijo.
—Tenga —replicó Harry rápidamente, entregándole las monedas. Los ojos del cantinero recorrieron la cara de Harry, y se adormecieron por una fracción de segundo en la cicatriz. Luego se alejó y puso el dinero de Harry en una caja de madera antigua, cuyo cajón se deslizó automáticamente para recibirlo. Harry, Ron y Hermione se retiraron hasta la mesa más alejada y se sentaron, mirando alrededor. El hombre de los vendajes sucios golpeó el mostrador con los nudillos y recibió otra bebida humeante del cantinero.
—Cada vez me gusta menos ese lugar —comentó Daisy—, ese cantinero parece que estuviera todo el tiempo amargado.
—¿Saben que? –murmuró Ron mirando el bar con entusiasmo–. Podríamos pedir cualquier cosa que nos guste aquí. Apuesto a que el tipo nos vendería cualquier cosa, no le importaría. Siempre he querido probar el Whisky de fuego.
—¡ERES – UN – PREFECTO! –gruñó Hermione.
—Oh —dijo Ron, mientras la sonrisa desaparecía de su rostro–. Sí…
—Aunque seguramente se los habría vendido —comentó Moody, mirando con su ojo mágico a Dumbledore, quien sólo sonrió a través de un leve bufido.
—Entonces, Hermione, ¿quién dijiste que vendría a encontrarse con nosotros? –preguntó Harry tomando un trago de cerveza de mantequilla.
—Sólo un par de personas —contestó Hermione revisando su reloj y mirando ansiosamente hacia la puerta–. Les dije que vinieran como a esta hora y estoy segura que saben donde queda... ¡Oh! miren… quizás sean ellos.
La puerta del bar se abrió. Una gruesa banda de luz polvorienta dividió la habitación en dos momentáneamente y luego se extinguió, bloqueada por la entrada apresurada de una multitud de personas.
—¿Sólo un par de personas? —preguntó Smith, en tono burlón—. Recuerdo que fuimos…
—No te adelantes, Zacharias —le interrumpió Padma, tomándole de la mano—, no seas tramposo.
Algunos rieron, incluyendo a Susan, quien, después de tomar un poco de agua, retomó la lectura.
Primero entraron Neville, Dean y Lavender, seguidos de cerca por Parvati y Padma Patil con (el estómago de Harry dio un vuelco) Cho y una de sus habituales amigas de sonrisa tonta. Después Luna Lovegood, quien parecía tan dormida que podría haber estado andando por accidente. Después de ella, Katie Bell, Alicia Spinnet y Angelina Johnson, Colin y Dennis Creevey, Ernie Macmillan, Justin Finch-Fletchley, Hannah Abbott, una chica de Hufflepuff con el pelo muy largo trenzado (Harry no sabía su nombre) (Susan detuvo la lectura y miró molesta a Harry, quien sólo se encogió de hombros) y tres chicos de Ravenclaw que Harry estaba casi seguro que se llamaban Anthony Goldstein, Michael Corner y Terry Boot, después Ginny que estaba acompañada por un chico rubio, alto, delgado y de nariz respingona que Harry reconoció vagamente como miembro del equipo de quidditch de Hufflepuff y cubriendo la retaguardia, Fred y George Weasley con su amigo Lee Jordan, quienes llevaban grandes bolsas de papel repletas con mercadería de Zonko.
—¿Un par de personas? –dijo Harry encarándose con Hermione–. ¿Un par de personas?
—Lo que pregunté —insistió Smith.
—Sí..., bueno, la idea se volvió bastante popular... —señaló Hermione feliz—. Ron, ¿quieres traer más sillas?
El cantinero se detuvo en el acto de limpiar un vaso con un trapo tan sucio que parecía que nunca había sido lavado. Probablemente nunca había visto el negocio tan lleno.
—¡Hola! —saludó Fred, llegando a la barra y contando con la vista rápidamente—. ¿Nos podría dar venticinco cervezas de mantequilla, por favor?
El cantinero lo miró por un momento, luego, arrojando el trapo al suelo con irritabilidad, como si hubiera sido interrumpido haciendo algo de suma importancia, comenzó a pasar sobre la barra varias botellas de la polvorienta cerveza.
Las madres en la Sala arrugaron la nariz, imaginándose la escena.
—Lástima que no consiguieron un mejor lugar —dijo Lily, afectada.
—Sinceramente —comentó Neville—, no me causó problema ir a ese local, creo que nos importaba más lo que hablaríamos ahí.
—¡Salud! –dijo Fred, levantando una—. Manifiéstense todos, yo no tengo suficiente oro para todas estas.
Algunas risas se escucharon luego de ese comentario, lo que hizo que Fred encogiera los hombros.
Harry miró confundido el largo grupo de personas que tomaba las cervezas de la mano de Fred y registraba sus capas buscando monedas. No podía imaginar qué hacían todas esas personas allí hasta que un horrible pensamiento se le cruzó por la cabeza: quizás estaban esperando una especie de discurso. Se acercó a Hermione.
—¿Qué les has dicho a todos ellos? –preguntó en voz baja—. ¿Qué están esperando?
—Ya te lo he dije, sólo quieren escuchar lo que tengas para decir –explicó Hermione intentando tranquilizarlo, pero Harry la miraba con tanta furia que añadió rápidamente–. No tienes que decir nada todavía, hablaré yo primero.
—Papá estaba en modo intenso —comentó JS muy serio, lo que generó algunas risitas.
—No entendía aún que quería Hermione con todos ellos ahí —replicó Harry.
—Hola, Harry —saludó Neville, sonriendo y sentándose enfrente de él.
Harry trató de devolverle la sonrisa, pero no habló. Su boca estaba excepcionalmente seca. Cho acababa de sonreírle y se había sentado a la derecha de Ron. Su amiga, quien tenía un rizado cabello rubio rojizo, no sonrió, sino que le dirigió a Harry una mirada tan profundamente desconfiada, que le hizo pensar que, si hubiera sido por ella, no habría estado allí en absoluto.
En pocos segundos los recién llegados estaban sentados alrededor de Harry, Ron y Hermione; algunos parecían bastante excitados, otros curiosos, Luna Lovegood seguía adormecida con la mirada perdida. Cuando todos habían acercado una silla, el parloteó terminó. Todos los ojos estaban puestos en Harry.
Como en este momento en la Sala, todos intentaban comprender lo que Harry intentaba ocultar mirando más allá del círculo, hacia las puertas de las habitaciones.
—Eh… —empezó Hermione, su voz sonaba un poco más fuerte de lo habitual, producto de los nervios–. Bueno... eh... Hola.
El grupo enfocó su mirada en ella, aunque algunos ojos seguían lanzándole miradas a Harry con regularidad.
—Bueno… em… bueno, saben por qué estamos aquí. Eh… bueno, Harry tuvo la idea… —Harry le había lanzado una mirada asesina–. Quiero decir, yo tuve la idea que sería bueno si las personas que quisieran estudiar Defensa Contra las Artes Oscuras más a fondo..., y quiero decir, estudiarlas realmente, ya saben, no la basura que Umbridge está haciendo con nosotros... —de pronto la voz de Hermione se volvió más fuerte y segura– ...porque nadie podría llamar a eso Defensa contra las Artes Oscuras... —¡escuchen, escuchen! gritó Anthony Goldstein y Hermione lució más animada—. Pues bien, pensé que sería bueno si nosotros tomábamos la materia en nuestras manos… Y esto significa que debemos aprender como defendernos apropiadamente, no sólo en teoría… sino haciendo hechizos reales.
—Tiene toda la razón —comentó el profesor Flitwick—, la practica es absolutamente necesaria en cualquier campo de la magia, y más en el aspecto defensivo.
—Y apuesto que de paso quieres pasar tu TIMO de Defensa Contra las Artes Oscuras –sugirió Michael Corner, quién la observaba estrechamente.
—Por supuesto que quiero —replicó Hermione de inmediato—, pero más que eso..., quiero estar debidamente entrenada en defensa porque... porque... —tomó un gran respiro y finalizó (exactamente lo que hizo Susan al llegar a esta parte del diálogo)–, porque Lord Voldemort ha regresado.
La reacción fue inmediata y predecible. La amiga de Cho gritó y se tiró la cerveza encima, a Terry Boot le dio una especie de espasmo involuntario, Padma Patil se estremeció y Neville lanzó un extraño chillido agudo que logró convertir en tos. Todos ellos, sin embargo, miraron a Harry fija y ansiosamente.
—Recuerdo que Parvati me agarró, estaba muy asustada —reconoció Padma, sonriendo apenada—, ¿pensabas que me iba a desmayar?
—Sí —admitió Parvati—, me asustó el brinco que diste en la silla.
—Bueno… en todo caso, ese es el plan —declaró Hermione—. ...si quieren unirse a nosotros, necesitamos decidir cómo vamos a...
—¿Dónde está la prueba de que Tu-Sabes-Quien ha vuelto? —preguntó el jugador rubio de Hufflepuff, con voz agresiva.
—Me recuerda a papá cuando se molesta por algo —comentó Naira, mirando a Zacharias Smith suspirar. Padma le hizo un asentimiento silencioso, lo que provocó algunas risitas.
—Bueno… Dumbledore lo cree —comenzó Hermione.
—Querrás decir que Dumbledore le cree a él —puntualizó el chico rubio, señalando a Harry.
—¿Quién eres tú? –preguntó Ron con bastante rudeza.
—Zacharias Smith —respondió el chico–, y creo que tenemos el derecho de saber exactamente por qué él dice que Tu-Sabes-Quien ha regresado.
—¡Lo sabía! —exclamó Naira, haciendo reir tanto a Padma como al propio Zacharias—, papá nunca ha dejado de ser confrontador.
—Mira —comentó Hermione, interviniendo rápidamente–. En realidad esa no la razón de esta reunión.
—No hay problema, Hermione —dijo Harry. Acababa de darse cuenta del por qué había tanta gente allí. Pensó que Hermione se lo debería haber visto venir. Algunas de esas personas, quizás la mayoría, tenían la esperanza de escuchar la historia de Harry de primera mano—. ¿Qué es lo que me hace decir que Voldemort volvió? —repitió mirando a Zacharias directo al rostro–. Lo vi. Dumbledore dijo a toda la escuela lo que pasó el año pasado, y si no le creíste, no me vas a creer a mi, y no voy a desperdiciar mi tarde en tratar de convencer a nadie.
El grupo entero parecía haber sostenido la respiración mientras Harry hablaba. Este tenía la impresión de que hasta el cantinero estaba escuchando.
Zacharias dijo despectivamente:
—Todo lo que Dumbledore nos dijo el año pasado es que Tu-Sabes- Quién había matado a Cedric Diggory y que tú trajiste su cuerpo de vuelta a Hogwarts. No nos dio detalles, ni explicó exactamente cómo asesinaron a Cedric... y creo que a todos nos gustaría saberlo.
—Ya lo sabemos —comentó Zacharias—, al menos los que estamos aquí leyendo estos libros.
—Si viniste a escuchar que ocurre exactamente cuando Voldemort mata a alguien, yo no puedo ayudarte –afirmó Harry. Su temperamento, que había estado muy cerca del límite en estos días, estaba enfureciéndose nuevamente. No apartó los ojos de la agresiva cara de Zacharias Smith y estaba decidido a no mirar a Cho–. No quiero hablar de Cedrid Diggory, ¿entendido? Así que si vinieron para eso, mejor... váyanse.
Harry lanzó una mirada de enojo en dirección a Hermione. Todo era su culpa, ella había decidido disponer de él como algún fenómeno, y por supuesto todos ellos habían ido para escuchar su historia. Pero ninguno se levantó de su silla, ni siquiera Zacharias.
—No puedo imaginarme todo lo que pasaba por tu mente —comentó Lily, acariciando el brazo de su hijo.
—No fue un momento sencillo —reconoció Harry.
—Bueno —habló Hermione, su voz sonaba nerviosa nuevamente–, como les venía diciendo... si quieren aprender cómo defenderse, necesitamos decidir qué vamos a hacer, y cada cuanto nos vamos a reunir y dónde…
—¿Es verdad –interrumpió la chica del cabello largo mirando a Harry— que puedes hacer un Patronus?
Hubo un murmullo de interés alrededor del grupo.
En la sala pasó lo mismo, incluyendo una amplia sonrisa de Susan, quien recordó ese momento.
—Sí —contestó Harry, un poco a la defensiva.
—¿Un Patronus corpóreo?
Esa frase trajo algo a la memoria de Harry.
—Eh… ¿no conocerás a Madam Bones, verdad? —le preguntó.
La chica sonrió.
—Es mi tía –aclaró–. Yo soy Susan Bones. Ella me habló sobre tu audiencia. Entonces... ¿es verdad? ¿Haces un verdadero Patronus?
—Sí —contestó Harry.
—¡Caramba, Harry! —exclamó Lee, mirándolo profundamente impresionado–. Nunca lo imaginé.
—Creo que muchos en esa reunión nos quedamos impresionados —reconoció Colin—, especialmente con esa revelación.
—Mamá le dijo a Ron que no lo divulgáramos —explicó Fred, sonriendo abiertamente a Harry–. Comentó que ya llamabas suficientemente la atención.
—No está equivocada —murmuró Harry, y un par de personas rieron.
En la Sala, sin embargo, las risas fueron algo más evidentes.
La bruja con el velo que estaba sentada sola se movió ligeramente en su asiento.
—¿Y mataste un basilisco con esa espada en el despacho de Dumbledore? —interrogó Terry Boot–, eso fue lo que me dijo uno de los retratos de la pared cuando fui allí el año pasado.
—Eh… sí, lo hice —afirmó Harry.
Justin Finch-Fletchley silbó; los hermanos Creevey intercambiaron temerosas miradas y Lavender Brown exclamó '¡Vaya!' suavemente. Harry había comenzado a sentir calor alrededor del cuello; estaba decidido a mirar a cualquier parte, excepto a Cho.
—No debías preocuparte —comentó James—, aunque te entiendo. Yo también sentía eso cuando tu mamá y yo no éramos siquiera novios.
—No seas mentiroso —exclamó Lily, casi entre risas—, muy pocas veces te vi nervioso porque estuviera al lado tuyo.
—Y en nuestro primer año –agregó Neville dirigiéndose al grupo–, salvo la Piedra Filológical.
—Filosofal –siseó Hermione.
—Sí, esa... de Quién-Ustedes-Saben... —terminó Neville.
Varios rieron, pero los hijos de Neville lo vieron con orgullo.
—Y no te importó que la tía Hermione te aplicara el Petrificus Totalus —comento Alisu, acomodándose los lentes.
—Para nada —reconoció el propio Neville—, ya eso había quedado zanjado.
Los ojos de Hannah Abbott estaban redondos como Galeones.
—Sí —admitió Hannah—, con cada comentario estaba más convencida de que lo que decía Hermione era verdad.
—Y eso sin mencionar —agregó Cho (los ojos de Harry giraron hacia ella y la encontraron mirándolo sonriente; su estomago dio otro vuelco)– todas las pruebas que tuvo que pasar en el Torneo de los Tres Magos el año pasado, con dragones y sirenas, acromántulas y otras cosas.
Hubo un murmullo de impresionada aprobación alrededor de la mesa. Las entrañas de Harry se retorcían. Trataba de disimular para no verse demasiado complacido consigo mismo. El hecho de que precisamente Cho lo hubiera alabado, hacía que le resultara terriblemente difícil decir las cosas que se había jurado a si mismo que les diría.
—Sí, era lo peor —mencionó Harry—, no que Neville, Terry Boot o Susan, acá presentes dos de los tres, lo dijeran, sino que lo dijera ella en ese momento.
Ginny lo vio interesada, pero no comentó nada.
—Miren… N... No quiero sonar como si estuviera tratando de ser modesto ni nada parecido, pero... he tenido mucha ayuda con todos esos hechizos…
—No con el dragón, ahí no la tuviste –comentó Michael Corner–. Ese fue un vuelo increíble.
—Exactamente —comentó Dennis—, fue un vuelo perfecto.
—Sí… bueno… —aceptó Harry, sintiendo que sería demasiado maleducado disentir.
—Y nadie te ayudo con los dementores este verano —agregó Susan Bones.
—No —dijo Harry–. No. Está bien, sé que hice algunos hechizos sin ayuda, pero lo que estoy tratando de decir es...
—¿Estás tratando de escabullirte para evitar mostrarnos esos hechizos? —cuestionó Zacharias Smith.
—Tengo una idea —intervino Ron antes que Harry pudiera hablar–. ¿Por qué no cierras la bocota?
La explosión de risas de parte de los más jóvenes fue inmediata, contagiando a varios de los demás. Zacharias, sin embargo, simplemente sonrió, encogiendo los hombros.
Quizás la sentencia "escabullirte" había afectado a Ron en forma particularmente fuerte. Por lo que fuera, estaba mirando a Zacharias como si no hubiera nada que le gustara más que golpearlo. Zacharias se sonrojó.
—Bueno, todos vinimos para aprender de él, y ahora nos está diciendo que realmente no puede hacer nada de eso –comentó.
—Eso no es lo que dijo —intervino Fred.
—¿Te gustaría que limpiáramos tu oídos por ti? —agregó George sacando un largo instrumento de metal, que lucía bastante letal, del interior de una de las bolsas de Zonko.
—O alguna parte de tu cuerpo… en realidad, no somos muy quisquillosos respecto a dónde metemos esto —señaló Fred.
—¿Y lograron limpiarle algo, tío? —le preguntó Freddie maliciosamente.
—No —respondió Fred.
—Tu tía Hermione no nos dejó —aclaró George, provocando risas.
—Por suerte —admitió Zacharias, incrementando el jolgorio.
—Bueno, sí —dijo Hermione hostilmente–, dejadlo ya... el asunto es, ¿estamos de acuerdo en que queremos recibir lecciones de Harry?
Hubo un murmullo general de aprobación. Zacharias cruzó los brazos y no dijo nada, aunque quizá esto fue porque estaba demasiado ocupado echando una ojeada al instrumento que Fred tenía en la mano.
—Era realmente feo —admitió el propio Zacharias.
—Bien —continuó Hermione, aliviada de que por fin algo se hubiera establecido–. Bueno, entonces la siguiente pregunta es con qué frecuencia vamos a hacerlo. Realmente pienso que no hay ninguna razón para no encontrarnos al menos una vez por semana.
—Un momento —intervino Angelina–, necesitamos estar seguros de que esto no coincidirá con nuestros entrenamientos de quidditch.
—No —dijo Cho–, ni con los nuestros.
—Ni con los nuestros —agregó Zacharias Smith.
—Papá, ¿por qué nunca me comentaste que habías jugado quidditch en el colegio?
La pregunta de Naira, hecha sin mala intención, pero con un dejo de sorpresa, descolocó a Zacharías.
—Creo que es una de las cosas que más extraño —admitió luego de un sonoro suspiro—, incluso volar solo y por mi cuenta, no tener que depender de nadie para viajar. Pero sí, fui relativamente bueno en el quidditch.
—Estoy segura que podemos encontrar una noche que se ajuste a todos —declaró Hermione un poco impaciente–, pero debéis saber que esto es bastante importante, estamos hablando de defendernos contra los Mortífagos de V… Voldemort.
—¡Bien dicho! —exclamó Ernie Macmillan, de quien Harry había estado esperando que hablara mucho antes–. Personalmente, pienso que esto es verdaderamente importante, posiblemente más importante que cualquier otra cosa que vayamos a hacer este año, ¡incluso con nuestros TiMOs a la vuelta de la esquina! —Miró alrededor impresionado, como si estuviera esperando que la gente gritara "¡por supuesto que no!". Como nadie habló, continuó–. Yo, personalmente, no encuentro explicación de por qué el Ministerio nos ha colado semejante profesora incompetente en este período tan crítico. Obviamente, se niegan a reconocer el regreso de Ya-Sabeis-Quién, pero ponernos una profesora que está intentando prevenirnos de usar hechizos defensivos...
—Típico discurso de Ernie —reconoció Hannah—, habla mucho, aunque tenía razón.
—Nosotros pensamos que la razón por la que Umbridge no nos quiere entrenar en Defensa Contra las Artes Oscuras —comentó Hermione–, es porque tiene alguna... alguna idea absurda de que Dumbledore podría usar a los estudiantes del colegio como una especie de ejército privado. Ella cree que él nos ha puesto en contra del Ministerio.
Casi todo el mundo parecía estupefacto ante esta información; todos excepto Luna Lovegood, quien intervino:
—Bueno, eso tiene sentido. Después de todo, Cornelius Fudge tiene su propio ejército privado.
—¿Qué? –preguntó Harry, completamente paralizado por esta inesperada pieza de información.
—No creo que sea verdad —comentó Sirius—, si lo dice el que me confundió con Stubby Boardman.
Se escucharon algunas risas, aunque Lilu se cruzó de brazos, algo molesta.
—Sí, tiene un ejercito de Heliopaths—declaró Luna.
—No, no lo tiene —chasqueó Hermione.
—Sí, sí lo tiene —repitió Luna.
—¿Qué son Heliopaths?—preguntó Neville, que estaba pálido.
—Son espíritus de fuego —explicó Luna, sus protuberantes ojos abiertos, de manera que parecía más loca que nunca–, grandes, altas y flameantes criaturas que galopan por el suelo, incendiando todo enfrente de...
—No existen, Neville —dijo Hermione, enfadada.
—¡Oh! ¡Sí, sí existen! —replicó Luna, enojada.
—Se dice que viven en cuevas que conectan a pozos de lava de volcanes —aclaró Dumbledore, atrayendo la atención de los más jóvenes—, pero son muy elusivos, por lo que es más probable que sean seres mitológicos.
—Lo siento, pero ¿dónde está la prueba de eso? —le espetó Hermione.
—Hay una gran cantidad de relatos de testigos. Sólo que eres tan cerrada de mente que necesitas que te lo muestren todo delante de tus narices antes de...
Susan miró a Ginny y ésta, recordando ese momento de la reunión, intervino:
—ejem, ejem —terció Ginny, haciendo una imitación tan buena de la profesora Umbridge que algunas personas se giraron alarmadas y entonces rieron (situación que ocurrió exactamente igual en la Sala, provocando que algunos brincaran y voltearan a las puertas que se veían alrededor, imaginándose a la profesora Umbridge asomada, pero luego soltando la risa al ver a Ginny sonreir)–. ¿No estábamos intentando decidir cada cuánto nos vamos a reunir y a tener lecciones de defensa?
—Sí —afirmó Hermione–. Sí, en eso estábamos, tienes razón, Ginny.
—Bueno, una vez a la semana suena bien —señaló Lee Jordan.
—Siempre y cuando... —empezó Angelina.
—Sí, sí, sabemos lo del quidditch—comentó Hermione con voz tensa–. Bueno, la otra cosa por decidir es dónde nos encontraremos...
Esto era bastante más difícil; el grupo entero permaneció en silencio.
—Buena pregunta —comentó Lily—, necesitaban un espacio adecuado.
—¿Por qué no pensaron de una vez en esta Sala? —preguntó James, extrañado.
—Creo que no conocíamos su ubicación en ese momento —reconoció Harry.
—¿La biblioteca? —sugirió Katie Bell, después de unos minutos.
—No me imagino a Madam Pince muy contenta, con nosotros haciendo hechizos en la biblioteca —comentó Harry.
—¿Quizá alguna clase que no se use? —insinuó Dean.
—Sí —aceptó Ron–. McGonagall a lo mejor nos deja usar la suya, lo hizo cuando Harry estaba practicando para el Torneo de los Tres Magos.
Pero Harry estaba bastante seguro de que McGonagall no iba a ser tan generosa esta vez. Por mucho que Hermione hubiera dicho, sobre que los grupos de estudio y de deberes estaban permitidos, tenía el presentimiento de que este otro iba a ser considerado mucho más rebelde.
—Eso es correcto, señor Potter —reconoció la directora McGonagall
—Bien, intentaremos encontrar alguno —declaró Hermione–. Mandaremos un mensaje a todos cuando tengamos la hora y el lugar para el primer encuentro.
Registró en su bolsa y extrajo pergamino y pluma, luego asintió, como si estuviera buscando ánimos para decir algo.
—Creo... creo que todos deberíamos firmar, sólo para saber quién ha estado aquí. Pero también pienso —dio un profundo respiro– que todos deberíamos quedar de acuerdo en no decir nada de lo que estamos haciendo. Entonces, si firmáis, es que estáis de acuerdo en no decir a Umbridge ni a nadie más lo que haremos.
Fred cogió el pergamino y alegremente estampó su firma, pero Harry notó que la mayoría de las personas parecían no estar tan felices con la perspectiva de poner sus nombres en una lista.
—No era una decisión fácil de tomar —reconoció Susan, interrumpiéndose—, al menos a mí me estaba costando decidirme.
—Eh... —dijo Zacharias lentamente, sin coger el pergamino que George le estaba intentando pasar–, bueno... estoy seguro que Ernie me dirá cuándo es el encuentro.
Pero Ernie también parecía estar indeciso para firmar. Hermione alzó las cejas hacia él.
—Yo... bueno, nosotros somos prefectos —explotó Ernie–. Y si la lista es encontrada… bueno, quiero decir... lo dijiste tu misma, si Umbridge la encuentra...
—Acabas de decir que este grupo era la cosa más importante que tenías que hacer este año —le recordó Harry.
—Yo… sí —aceptó Ernie–, sí, de veras creo eso, es sólo...
—Ernie, ¿realmente crees que dejaría esta lista tirada por ahí? —preguntó Hermione tercamente.
—No. No, por supuesto que no —dijo Ernie, que parecía que estaba menos ansioso–. Yo… sí, por supuesto que firmaré.
—Típico de Ernie —volvió a decir Hannah—, había que convencerlo con argumentos sólidos.
—O a los golpes —comentó Susan, provocando risas.
Después de Ernie nadie más puso objeciones, aunque Harry vio a la amiga de Cho echándole una mirada de reproche antes de añadir su propio nombre. Cuando la última persona (Zacharias) hubo firmado, Hermione recogió el pergamino, lo dobló cuidadosamente y lo introdujo en su mochila. Ahora había un extraño sentimiento en el grupo. Era como si acabaran de firmar alguna especie de contrato.
—Literalmente —reconoció Colin—, se sintió como algo importante.
Dennis afirmó en silencio.
—Bueno, el tiempo se está agotando —comentó Fred, bruscamente, poniéndose en pie–. George, Lee y yo tenemos que comprar mercancía de naturaleza sensible, os veremos a todos más tarde.
En unos segundos, el resto del grupo se estaba retirando también. Cho hizo como que estaba guardando algo en su mochila antes de irse, su larga cortina de pelo negro caía hasta taparle la cara, pero su amiga estaba de pie a su lado, los brazos cruzados, chasqueando la lengua, de manera que Cho no tuvo más remedio que irse con ella. Mientras su amiga la hacía caminar hasta la puerta, Cho miró hacia atrás y agitó la mano para despedirse de Harry.
Algunos silbidos de los bromistas alborotaron un poco, aunque Susan siguió la lectura sin inmutarse.
—Bueno, creo que todo ha ido bastante bien —opinó Hermione feliz, mientras ella, Harry y Ron salían de La cabeza de Cerdo hacia la brillante luz del día, unos momentos después. Harry y Ron sostenían sus botellas de cerveza de mantequilla.
—Ese tipo, Zacharias, es como una verruga —dijo Ron, que estaba siguiendo de lejos la figura de Smith, apenas distinguible en la distancia.
—Yo no entiendo —comentó Ron, mirando a los Smith-Patil—, y me disculpas, Padma, pero ¿qué le viste a Smith?
—Ron —Hermione le reclamó, apretándole el brazo.
—Tranquila, Hermione —respondió Padma, sonriendo—. Ron, ví en Zacharias lo que imagino que Hermione vio en ti, el complemento a mi vida. Él le trajo a mi vida calculada y metódica el toque de improvisación y rebeldía que le hacía falta, y por supuesto este hermoso regalo llamado Naira.
—Claro, entiendo —Ron se vio totalmente desarmado, y más cuando Hermione asintió, acariciando la cabeza de Hugo, sentado a sus pies.
—A mi tampoco me gusta mucho —admitió Hermione–, pero me oyó hablando con Ernie y Hannah en la mesa de Hufflepuff y parecía realmente interesado en venir, ¿qué podía decir yo? Cuanta más gente haya, mejor... por ejemplo, Michael Corner y sus amigos no hubieran venido si él no estuviera saliendo con Ginny.
Ron, que había estado aprovechando las últimas gotas de su cerveza de mantequilla, se atragantó y escupió la cerveza a sus pies.
—¿Ron celoso de lo que estaba haciendo Ginny? —preguntó Bill, extrañado, entre las risas y rechiflas de los bromistas.
—¡Por supuesto! —exclamó Ron—. Literalmente, yo estaba encargado de cuidarla, porque ninguno de ustedes tres estaba —señalando al propio Bill, a Charlie y a Percy—, y ustedes tenían otras prioridades —esta vez, apuntando a los gemelos.
—¿Qué está QUÉ? —farfulló, escandalizado, sus orejas ahora parecidas a un rollo de ternera cruda—. Está saliendo con... mi hermana saliendo... ¿qué quieres decir? ¿Michael Corner?
—Bueno, por eso vinieron él y sus amigos, creo... bueno, obviamente están interesados en aprender defensa, pero si Ginny no le hubiese dicho a Michael lo que estaba pasando...
—¿Cuándo esto… cuándo ella...?
—Se conocieron en el baile del año pasado y empezaron a salir al final del pasado año —relató Hermione tranquilamente. Habían torcido por la calle mayor y ella se paró delante de la tienda Scrivenshaft´s Quill, donde había una hermosa exposición de plumas de colas de faisán en el escaparate–. Humm... podría hacerme con una nueva pluma.
—¿No era contigo, Neville? —preguntó Frank, extrañado.
—No, papá. Yo la invité al baile de Navidad y la llevé de regreso a la sala común de Gryffindor, e incluso bailamos. Pero en un momento determinado nos encontramos con Padma, que estaba con algunos de sus compañeros de casa, entre ellos Michael Corner.
—Así es —admitió Ginny, ante la mirada de sus hijos.
Entró en la tienda. Harry y Ron la siguieron.
—¿Cuál de ellos era Michael Corner? —demandó Ron furioso.
—El de piel oscura —contestó Hermione.
—No me gustó —dijo Ron de repente.
—¡Qué sorpresa! –exclamó Hermione suspirando.
—Lo dije porque no era extraño en Ron —aclaró Hermione, ante la mirada sorprendida del aludido—. Es verdad, Ron. No te gustó nunca que mantuviera comunicación con Viktor, te molestó que Ginny saliera con Corner. Era como que no querías que nadie que no te gustara se acercada a nosotras.
Ron se quedó mudo entre las risas de los más bromistas.
—Pero —balbuceó Ron, siguiendo a Hermione a lo largo de una hilera de plumas metidas en pucheros de bronce–. ¡Yo pensaba que a Ginny le gustaba Harry!
Hermione le miró con compasión y sacudió la cabeza.
—A Ginny le solía gustar Harry, pero se rindió meses atrás. No es que no le gustes, por supuesto —añadió amablemente a Harry, mientras examinaba una larga pluma negra y dorada.
Harry, cuya cabeza todavía estaba llena de los halagos de Cho, no encontró este asunto tan interesante como Ron, que estaba estremeciéndose con indignación, pero le recordó algo familiar que hasta el momento no había registrado realmente.
—¿Adivinamos? —preguntó James, a punto de explotar de la risa. JS lo miró sorprendido, por lo que se respondió—: La atracción que los Potter tenemos por las pelirrojas.
—¿Así que por ese motivo ahora habla? —le preguntó a Hermione–. Nunca solía hablar delante de mí.
—Exactamente —respondió Hermione–. Sí, creo que me llevaré ésta...
Fue hasta el mostrador y pagó alrededor de quince sickles y dos Knuts, con Ron todavía respirándole en el cuello.
—Ron —dijo con severidad, mientras se giraba y se acercaba–, es exactamente por esto por lo que Ginny no te ha dicho que está saliendo con Michael, sabía que lo tomarías mal, así que no sigas con la misma historia, ¡por Dios santo!
—¿Qué quieres decir? ¿Quién se está tomando algo mal? No voy a machacar a nadie con nada... —Ron siguió resoplando toda la bajada de la calle.
Hermione puso los ojos en blanco a Harry y entonces dijo suavemente, mientras Ron seguía susurrando blasfemias sobre Michael Corner:
—Y hablando de Ginny y Michael... ¿qué hay de ti y Cho?
—¿A qué te refieres? —preguntó Harry rápidamente.
Era como si agua hirviendo estuviera creciendo rápidamente dentro de él; una sensación de quemazón estaba haciendo que su cara se incendiara en el frío... ¿Había sido tan obvio?
—Bueno… no podía apartar sus ojos de ti, ¿verdad?
Harry nunca había apreciado antes cuan bonito era el pueblo de Hogsmeade.
—Pero realmente no era lo tuyo, Harry —insistió James, sonriendo—, Cho nunca sería para ti.
—Sí, papá —admitió Harry, tomando la mano de Ginny—, así como Michael Corner no sería para Ginny.
Susan sonrió mientras dejaba el pergamino en el atril, el cual se movió hasta ubicarse delante de Neville.
Buenas noches desde San Diego, Venezuela! Seguimos adelante en esta "aventura astral de tres generaciones y ocho libros", con un capítulo importante, el inicio de lo que después se conocería como "el Ejército de Dumbledore", ese grupo de estudio creado por Hermione y liderado por el mismísimo Harry Potter; pero a su vez, y como evidencia que hay muchos cambios en las personalidades de varios de nuestros personajes, la revelación de sentimientos, relaciones y sorpresas en el grupo de jóvenes. Lo que no cambia, como cada semana, es mi reconocimiento a todos ustedes por seguirme acompañando en esta locura que ya tiene más de 114 semanas, con sus visitas, sus alertas activadas, sus marcas de favoritos y sus comentarios, como hicieron esta semana creativo (creo que por eso ha intentado mantenerse en silencio de ahora en adelante) y Eugre (siempre me alegra que vuelvas por acá, y sí, quizás Hermione ha adoptado más la vida mágica y por eso esas tradiciones muggles, que de paso "condenan" la brujería, como recordarás; por eso lo dejé así, veamos que se le ocurre a la Sala cuando llegue la hora del descanso en unos cuatro capítulos). Sólo espero que se mantengan ahí, atentos cada domingo (creo que algunos de los próximos capítulos pueden llegar más temprano, pero no garantizo nada), acompañándome y sobre todo cuidándose en estos tiempos cuando el virus se hace cada vez más intenso... Salud y bendiciones!
