Por unos instantes, la pilastra de cristal que estaba situada en el centro del salón, brillo con tal intensidad que cegó momentáneamente a todos los presentes en aquel recinto.

- ¿Q-que...¿qué fue eso? – cuestiono entre líneas la mujer de cabellos azabaches, luego de que la luz se disipara por completo.

- El quinto pilar... – respondió el anciano, el cual se encontraba tan sorprendido como ella, ya que el poder del chico había sobrepasado cualquier clase de expectativa que este tuviera de él – acaba de eliminar por completo a la bestia, pero... – guardo silencio, en ese instante todos se quedaron atentos a lo que el anciano fuera a decir – la sala de los pilares ha desaparecido...

- Y-y... ¿qué ha pasado con Sakura y Syaoran? – pregunto titubéate la de grisáceos cabellos, al ver como de repente el rostro del viejo se ensombreciera.

- También desaparecieron... – respondió sin mayores rodeos.

- ¿Qué quiere decir? – la voz de la mujer se escuchaba trémula, al tener un muy mal presentimiento sobre lo siguiente que este le iba a decir, mientras que su visión comenzaba a nublarse

- Tal parece que se consumieron junto con aquel poder que aniquilo a la bestia... – el anciano no pudo sostenerle la mirada, optando por desviarla para no verla de frente.

- Maestro¿qui-quiere decir que sacrificaron sus vidas para salvarnos...? – medio articulo la castaña rojiza, ya que se encontraba tan desubicada como todos los ahí reunidos.

- Eso me temo... – el anciano corroboro sus anteriores palabras, la peliplateada no pudo mas que dejarse caer sobre sus rodillas, con el rostro prácticamente desencajado por la noticia.

- ¡NO...! – Nadeshico dejo escapar un grito ahogado por la tremenda impresión – ¡eso no puede ser posible...! – se llevo impulsivamente ambas manos a la boca, sin saber en que momento las lagrimas comenzaron a rodar por sus mejillas.

- Su majestad... – al ver como se había entregado por completo en su desesperación, la castaña se acerco a ella para tratar de consolarla, después de todo, ella también le había cogido un especial afecto a Sakura.

- ¡Es que eso no pudo haber pasado, mi pequeña no pudo haber muerto...! – se expreso entre sollozos, volviéndose para mirar con total aflicción a la joven profesora, que de alguna forma quería consolarla al concebir la magnitud de su dolor.

Yelan escuchaba ausente todo lo que sucedía a su alrededor, estaba completamente paralizada, sin poder reaccionar ante lo acontecido en esas ultimas horas, una vez mas el destino le había quitado lo mas valioso y amado en su vida...

Si, sentía un penetrante dolor en su corazón, pero la verdad era que aun no podía asimilar que todo aquello estuviera sucediendo realmente, pues en el interior quería afianzarse a la idea de que todo eso no era más que una sucia jugarreta producto de sus encontradas emociones.

- S-Syaoran... – pronuncio en susurro, antes de desplomarse inconscientemente en el piso.

-¡Yelan! – grito preocupadamente la de cabellos plateados al ver la figura desfallecida de su amiga, justo en ese instante entro en razón, estaba tan enfrascada en sus propias penas, que había olvidado por completo que no era la única que atravesaba un situación dolorosa en esos momentos, como pudo se sobrepuso, apartándose de la profesora Mizuki para encaminarse rápidamente hasta donde la pelinegra se encontraba.

Capitulo 20

Parte I

La calma después de la tormenta

Cuando Yelan abrió los ojos, lo primero que pensó fue que todo lo vivido no había sido más que una horrible pesadilla, pero al ver a Nadeshico sentada a su lado, inmediatamente supo que no era así.

- Yelan, por fin despertaste... – sonrió con cierto alivio al verla abrir finalmente los ojos, puesto que llevaba alrededor de una hora y media inconsciente.

- ¿Dónde estoy? – se enderezo un poco, definitivamente ya no se encontraban en la sala del consejo de ancianos, sino en una amplia e iluminada habitación, la cual lucia finamente decorada.

- Te encuentras en el palacio... – respondió con fingida calma la peliplateada – pedí que te trajeran aquí después de que te desmayaste...

- E-entonces no fue un sueño después de todo... – murmuro con amargura, arrugando fuertemente con los puños la sabana blanca que la cubría, ahora era que comenzaba a asemejar lo ocurrido, recayendo en ella el dolor íntegro que le causaba la perdida de su único hijo.

- No, no lo fue... – una dolorida mueca fue lo único que reveló el ensombrecido rostro de la de cabellos grisáceos al responder, por un segundo la pelinegra intento consolarle, pero no encontró las palabras adecuadas, ya que ella misma no lograba hallar consuelo al desgarrador dolor que sentía por dentro.

- ¿Fujitaka ya lo sabe? – su voz se escuchaba ahogada, aun así no permitió que las lagrimas se apoderaran de ella, tenía que ser lo suficientemente fuerte para no dejar que su desesperación la dominara por completo. Ante la pregunta, la de cabellos plateados solo hizo un ademán afirmativo con la cabeza, sin que el nudo en su garganta y las insistentes lagrimas en sus ojos la dejara pronunciar ninguna palabra – ¿co-cómo lo tomo? – Nadeshico trato de tranquilizarse un poco para poder responder, y aunque le tomo unos segundos, consiguió hacerlo.

- Ha-hace como una hora se encerró en su estudio y no ha querido ver a nadie desde entonces... – respondió finalmente entre sollozos, llevándose ambas manos al rostro, sin encontrar una manera de sobrellevar el insoportable dolor que le aquejaba.

- Nadeshico... – le dijo tan mortificada como ella, abrazando alentadoramente a su amiga mientras las lagrimas que tanto trato de contener por fin salían de sus ojos, la de cabellos plateados correspondió el abrazo, sintiendo un mayor dolor al saber perfectamente lo que la otra sentía y no poder encontrar una sola manera de contrarrestarlo.

- - -

La tranquila brisa acaricio su rostro como si de una sutil caricia se tratara¿sería posible que todo lo que vivió no había sido otra cosa que solo un mal sueño, si era así, no tenia ningún caso abrir los ojos, estaba cansada y quería seguir durmiendo en aquel cómodo lugar en el que se encontraba recostada.

Se sentía protegida, una calidez extraña la embargaba internamente, al parecer ese hueco vacío en su corazón estaba lleno otra vez por una inmensa alegría, inconscientemente sonrió ante esta sensación, ahora lo recordaba, era tan dichosa al saberse correspondida por aquella especial persona a la le que profesaba en igual o mayor medida ese hermoso sentimiento llamado amor.

Si, él por fin se lo había dicho, le había confesado que la amaba y ella no pudo mas que agradecérselo, ya que sin saberlo, este le había regresando nuevamente las esperanzas y sus ilusiones perdidas, rescatándola de su destino ya marcado y dándole una nueva oportunidad de vivir...

Al sentir insistentemente los cálidos rayos del sol sobre la nívea piel de su rostro, la joven perezosamente fue entreabriendo sus preciosos ojos esmeralda al nuevo mundo que aguardaba por ella, por un segundo se sobresalto ante la inesperada imagen que vio frente a si, mas su gesto no tardo en ablandarse para reflejar una mayor ternura en el.

Una nueva sonrisa se curvo sus labios afresados, al verse rodeada por los brazos de aquel chico, quien a pesar de permanecer todavía inconsciente, no dejaba de protegerla, causando una mayor ternura en ella, al sentirse resguardada por el abrigador abrazo del chico de cabellos castaños.

No quiso moverse para no incomodarlo, además de que se sentía muy bien así, era una extraña sensación de bienestar; en su vida muy pocas veces había podido experimentarla y ahora quería que durara lo más posible.

No obstante y a pesar de todos sus cuidados, el joven igualmente no tardo en abrir los ojos, llevándose una sorpresa parecida a la de su bella acompañante, al notar la cercanía entre los dos.

- Hola... – dijo en voz baja la joven, con las mejillas un poco sonrosadas, manteniendo aquella dulce sonrisa en sus labios y fijando intensamente sus ojos verdes en los castaños del chico.

- Me alegra que estés bien Sakura... – respondió aliviado, aunque empleando el mismo tono suave que ella utilizaba, relajando un poco el agarre de su abrazo, para que la chica tuviese mayor facilidad de moverse, mas sin dejarla completamente libre, manteniéndola intencionalmente a su lado.

- Todo fue gracias a ti... – dijo esta, llevando con delicadeza una mano hasta la mejilla del chico para acariciarla – gracias por salvarme Syaoran...

- No tienes que agradecerme... – el chico también extendió una de sus manos hasta el rostro de la castaña, apartando algunos mechones que le caían desordenadamente por la frente – estoy seguro que tú hubieses hecho lo mismo por mi...

- No tengas duda de ello... – le sonrió mas abiertamente, delineando lentamente la fisonomía de su rostro con el suave tacto de sus dedos – el que hayas venido hasta aquí por mi, quiere decir que ya lo sabes todo ¿no es así...?

- Mamá me lo contó...

- ¿Y que piensas? – mostró cierta curiosidad por saberlo.

- Aun me parece algo increíble de creer... – le sonrió modestamente – jamás imagine que alguien como yo pudiera poseer magia.

- Si, quien iba a decir que tú, el chico mas escéptico y humano que conozco, resultaría ser el guardián supremo de los pilares… – no pudo evitar dar una nota de sarcasmo a pesar de estar solamente bromeando – aun no entiendo como el consejo de ancianos me confundió contigo...

- Ellos no te confundieron... – le explico pacientemente – al nacer, tu madre sello mis poderes, por esa razón yo no podía hacer magia y por lo tanto nunca pudieron advertir mi verdadera presencia, pero como tu poseías un poder mágico similar al mío...

- Me tomaron como tu reemplazo – recapacito por unos segundos, para después cuestionarle sobre lo que había dicho antes, no muy convencida de haber escuchado bien – ¿qué mi mamá hizo que...!

- Tu mamá sello mis poderes... – sonrió al ver la infantil mueca de desconcierto en el rostro de su pequeña flor de cerezo – como mamá ya no contaba con su magia cuando yo nací, le pidió ese especial favor a su mejor amiga, de lo contrario yo tendría que haber venido a vivir obligadamente a este mundo, tú sabes, por esa ley que prohíbe que un hechicero viva en el mundo humano y viceversa, ella acepto con gusto a ayudarla y de hecho fue ella la que me regreso mis poderes...

- ¿Me estas queriendo decir que mamá piso el mundo humano? – pregunto mas incrédula que antes.

- Así es, ella fue quien nos trajo a mamá y a mí a este lugar – le respondió con cierta tranquilidad, más la castaña no sabia por qué no le acababa de cuadrar que Syaoran se expresara con tanto entusiasmo de su madre – ¿sabias que ella vivió un tiempo en el mundo humano?

- No... no lo sabia... – la sonrisa en su rostro se borro totalmente – ella y yo no hablamos mucho que digamos... – el castaño pudo percibir cierta frialdad en su actitud.

- ¿Sucede algo malo? – le cuestiono al ver como esta se apartaba paulatinamente de él.

- No... – quiso negarlo, mas sus acciones y la forma tan cortante que de repente adoptara decían todo lo contrario.

- Sabes Sakura, creo que deberías darte una oportunidad de hablar con tus padres... – fue como si con ese simple comentario la repeliera por completo, pues al instante se aparto definitivamente de él, tomando asiento sobre aquella mullida hierba en la que hasta ahora había estado recostada, dándole fastidiadamente la espalda – sé perfectamente que tu y ellos no llevan una muy buena relación, pero te aseguro que muchas cosas se aclararían si tan solo tú les dijeras como te sientes... – el chico igualmente se levantó para tomar asiento junto a ella.

- No tiene ningún caso que lo haga... – se mantuvo firme en su postura, la verdad era que lo que menos quería era hablar de esas personas – lo eh intentado una y otra vez, pero ellos no me hacen caso, simplemente no me entienden…

- Discúlpame, pero creo que en esta ocasión no puedo darte la completa razón Sakura... – aunque con voz calma, el chico le hablo con cierta severidad de por medio – tanto tú como ellos cometieron muchos errores que los distanciaron, la verdad es que los dos tienen algo de culpa...

- ¡Eso no es cierto...! – la joven finalmente exploto. De veras llego a creer que él era el único que la entendía, pero ahora injustamente se ponía de parte de ellos, cuando era ella quien mas había sufrido por el distanciamiento de todos esos años – mis padres siempre tuvieron la culpa de todo, jamás quisieron escucharme...

- ¿Alguna vez dejaste que tu madre se acercara a ti sin ponerte a la defensiva? – el castaño siguió mostrando la misma tranquilidad, después de todo, ahora le quedaba claro que ella solo estaba confundida.

- ¿Qué! – la joven giro su cara bastante molesta hasta donde estaba el chico, no le había agradado en lo absoluto el comentario – yo jamás me pongo a la defensiva...

- ¿Enserio? – el chico no pudo mas que sonreír con cierta diversión, provocando mayor enojo en la joven – entonces dime ¿qué es lo que estas haciendo ahora?

- Y-yo... yo... – sus mejillas se tiñeron de rojo, sintiéndose algo apenada, aunque no por eso dio su brazo a torcer – ...yo no estoy a la defensiva, si eso es a lo que te refieres... – hizo un pequeño mohín, poniéndose bruscamente de pie y cruzándose de brazos, dándole nuevamente la espalada al chico

- Sakura... – dio un pequeño suspiro, pero sin dejar de mostrar su cálida sonrisa mientras él también se ponía de pie – no deberías ser tan testaruda...

- Ah... así que aparte soy testaruda... – tal parecía que cada palabra que salía de la boca del castaño solo la hacia enfadar mas.

- Si... y mucho... – antes de que se lanzara furicamente contra él, este sorpresivamente la rodeo por la espalda con sus brazos, acomodando delicadamente su barbilla en el hombro derecho de la chica, provocando con esa simple, pero temeraria acción, que el color del rostro de la castaña mostrara un gran repertorio de tonos rojizos – y mira que te lo dice el mayor testarudo de todos, pues fue por mi soberbia que estuve a punto de perder a la persona que mas amo en el mundo...

- S-Syaoran... – tartamudeo con nerviosismo, girando un poco su cabeza, hasta encontrarse con el rostro que reposaba sobre su hombro.

- Prométeme que cuando menos harás un último intento de hablar con ellos... – se separo un poco para mirarla también, sintiendo una gran satisfacción al ver como esta movía afirmativamente la cabeza en varias ocasiones.

- Te lo prometo... – aunque sonrojada, igualmente no aparto sus ojos de él, de hecho se giro lentamente para no romper el abrazo y quedar uno frente a el otro.

Duraron unos segundos mirándose fijamente, hasta que sin previo aviso, en un gesto totalmente inocente e impulsivo, esta acorto la poca distancia entre sus rostros, depositando un sutil beso en los labios del chico, sorprendiéndolo bastante, al no ser él quien tomara tal iniciativa.

Por un instante dudo, quedándose totalmente petrificado, provocando con su actitud cierta inseguridad en ella, al creer que había cometido un grave error luego de ver que aquel gesto no era reciproco, mas cuando estuvo a punto de romper el contacto, el ambarino pareció salir de su momentánea ensoñación, correspondiendo con mayor intensidad el beso, profundizándolo y moviendo rítmicamente sus labios con los de ella, dejándose llevar por las maravillosas sensaciones que se producían en su interior ante la cercanía, experimentando al igual que ella, el revuelo de un centenar de mariposas en la boca del estomago.

No supieron si fue un siglo o un segundo, pero cuando los dos se vieron inevitablemente obligados a separarse por la falta de oxigeno, ambos ostentaban un encantador color carmesí en las mejillas, aquel beso había involucrado tantos sentimientos de por medio, que ninguno sabia que decir exactamente.

- S-Sakura... – el chico tuvo que aclararse un poco la garganta para poder hablar, no obstante a que no tenia nada que decir, su mente se puso totalmente en blanco, a pesar de haber armado todo un discurso para ese momento desde su infructuoso intento en navidad, y es que si bien ese no era su primer beso, si era uno que jamás iba a poder olvidar – yo... este... – al notar su nerviosismo, la joven comprendió que lo mejor era no decir nada para no arruinar ese mágico momento, así que sin decir palabra alguna, lo tomo cariñosamente de la mano para que le siguiera, este sonrió aliviado y simplemente se dejó guiar por la chica.

Hasta ese momento, el ambarino no se había fijado, ni tampoco se había preocupado por averiguar¿en que lugar se encontraban, ahora era que le prestaba un mínimo de atención a lo maravilloso de ese paisaje, pues antes, su única prioridad era la chica que caminaba a su lado de la mano.

Por lo que pudo observar, ambos se encontraban en un amplio paraje alfombrado por bastos y verdes campos, decorados con flores de todos los colores que el castaño podía imaginar, mismos que se encontraban rodeados por una tupida arboleda, y frente a ellos, un poco mas a lo lejos, se encontraba un extenso lago de agua azul turquesa, enmarcado por algunas montañas nevadas y ese característico cielo rosado poseedor de dos lunas.

- ¿Dónde estamos? – pregunto finalmente a su acompañante, sin dejar de admirar la belleza natural del lugar.

- No estoy muy segura... – respondió ella, que estaba tan fascinada como el chico – es un hecho que todavía estamos en Clow, pero no reconozco este lugar... – al decir lo ultimo se giro para ver al chico – ¿qué te parece si exploramos un poco?

- Seguro... – y así los dos, aun tomados de la mano, vagabundearon un rato por los alrededores, antes de que a la chica se le ocurriera una magnifica idea.

- Oye Syaoran ¿no te gustaría tener una mejor vista? – dijo levemente emocionada la castaña.

- Claro¿pero cómo se supone que lo haremos? – respondió intrigado, al advertir un extraño brillo reflejado en el verde de los ojos de la chica.

- Pues es muy sencillo Syaoran... – la joven le mostró una sonrisita picara, tomándolo inesperadamente de su mano libre – volaremos... – en ese momento los pies de la chica empezaron a despegarse gradualmente del piso, lo que alarmo considerablemente a su compañero.

- ¿Qué! – se mostró mas que aterrado por el anuncio, no solo por su mas que patentado temor a las alturas, sino por otro importante detalle que había olvidado mencionarle a su compañera – Sakura yo no puedo volar...

- No digas tonterías Syaoran, eres un hechicero... – se veía entretenida al ver el rostro contrariado del chico – además ya lo habías hecho en la sala de los pilares ¿lo olvidas?

- Si, pero entonces era diferente... – dijo con desesperación, al ver como la chica ganaba altura y él lo hacia con ella, lo que le obligo a aferrarse al cuerpo de la castaña.

- Vamos Syaoran, es sencillo, solo concentrarte... – no era que le disgustase que la abrazase, pero a decir verdad ya estaban a una distancia considerable del piso y a penas si podía soportar el peso del muchacho, tal parecía que después de todo sus poderes no se habían restaurado completamente.

- Sakura, cuando te digo que no puedo volar, es por que en realidad no puedo hacerlo... – le dijo con total seriedad.

- ¿De que hablas? – cuestionó algo confundida por la afirmación del chico.

- Todo mi poder se fue... – le confeso, sin poder evitar abrazarla mas fuerte para sostenerse – ya no tengo magia...

- ¿Cómo...! – en ese instante sintió como sus poderes también se desvanecían, definitivamente no había recuperado por completo su magia, intento descender suavemente antes de perder todas sus fuerzas, pero era demasiado tarde, ya no pudo levitar, provocando que inevitablemente su cuerpo cayera en picada, mas para su fortuna habían estado sobrevolando el lago, así que el agua del mismo amortiguo su caída.

Los dos se sumergieron en el azul profundo del lago, ese esfuerzo había agotado nuevamente a la castaña, hundiéndose sin mayor remedio, alejándose mas y mas de la superficie, por lo que el chico se encargo de auxiliarla y ayudarla a salir, nadando hasta la orilla con su cuerpo a cuestas, cargándola entre sus brazos al llegar a tierra, mas las ropas mojadas, (que eran las mismas que traían cuando entraron en la cueva, sin embargo estaban mas roídas por la dura prueba que vivieron dentro de la misma), le dificultaron el avance, así que unos pasos mas adelante y ya fuera del agua, deposito cuidadosamente el cuerpo fatigado de la ojiverde sobre la mullida hierba que rodeaba el lago.

El ambarino se dejo caer a su lado, él también se encontraba muy cansado por todo lo sucedido, así mismo, él tampoco había recuperado por completo sus fuerzas.

- Perdóname por favor Syaoran... – murmuro la muchacha después de un par de minutos de permanecer en completo silencio.

- ¿Perdonarte? – el chico se enderezó un poco en su lugar para verle a la cara – ¿por qué?

- Si tú no me hubieras brindado parte de tu poder, quizás ahora... – el ambarino no le dejo continuar, anteponiéndose a la culpa que seguramente sentía la chica.

- Olvídalo... – se expreso con cierta dureza – si no lo hubiese hecho, tú seguramente hubieses muerto – se acerco aun mas a ella, mirándole desde arriba directamente a los ojos – y sabes Sakura, eso hubiese sido para mi mucho peor que cualquier otra cosa... – le sonrió dulcemente, acariciando con ternura su rostro, ella correspondió igualmente la sonrisa, produciéndose un nuevo contacto visual entre los dos, que de alguna manera resultaba hipnotizarte en ambos, el chico no tardo en dejarse llevar una vez mas por sus emociones, acortando paulatinamente la distancia entre sus rostros.

Estaba a unos milímetros de hacer nuevamente suyos aquellos enervantes labios con sabor a cereza, e igualmente ella ya esperaba ansiosa que los tomara, cuando una voz ampliamente conocida por los dos les interrumpió.

- ¡ MOCOSO APROVECHADO, ALÉJATE AHORA MISMO DE MI HERMANA...! – grito furicamente a lo lejos un chico de tez morena y cabello negro azabache que se acercaba volando hasta donde se encontraban, obligando al joven Li a acatar lo dicho, separándose a regañadientes de ella, para posteriormente tomar asiento, la joven hizo lo propio, aunque con mayor dificultad, puesto que todavía no recuperaba todas sus fuerzas.

- ¡Sakurita...! – un león alado venia detrás de él, mismo que se abrió paso para llegar antes que el pelinegro hasta donde su ama se encontraba, prácticamente abalanzándose sobre ella, tirándola nuevamente al piso y lamiendo su rostro en muestra de afecto – cuando la reina dijo que habías muerto no podía creerlo, no sabes lo triste que me puse¡pero estas bien...! – le dijo apresuradamente con algunas lagrimas en sus ojos dorados.

- Gra-gracias por preocuparte Kero – decía angustiadamente la castaña al tener la entera corpulencia del animal sobre ella – pero podrías levantarte, pesas mucho...

- Lo siento, jejeje... – el majestuoso león alado, se separo de la chica para adoptar su forma de muñeco, resultándole mucho mas práctico y conveniente al querer permanecer al lado de ella.

- En serio Kero, en cuanto regrese a casa te pondré a dieta... – dijo a manera de burla, mientras se levantaba nuevamente, al castaño que estaba bastante sorprendido por lo que acababa de ver, no pudo decir nada hasta ese momento.

- Esa cosa... – señalo con incredulidad al peluche amarillo que ahora reposaba en el hombro de la castaña – esa cosa¿no es el muñeco que siempre tienes en la repisa arriba de tu cama?

- ¿A quien llamas "cosa" chiquillo insolente! – el muñequito se escucho ligeramente indignado por lo dicho, elevándose del hombro de la chica, hasta quedar de frente al rostro del aun incrédulo chico – para tu información yo soy el grandioso Kerberos, el mas poderoso guardián personal de todo Clow... – el muñequito elevo por todo lo alto su ego, ante la mirada no muy sorprendida del chico.

- Pero, si solo eres un muñeco... – el ambarino mantuvo sus reservas sobre la veracidad de las palabras de un muñeco volador parlante – y uno muy feo...

- ¡Que dijiste! – sin mayor preámbulo adopto nuevamente su forma original, se sentía tan herido en su orgullo, que no le importo plantarse arriba del chico, quien intentaba desesperadamente quitárselo de encima.

- ¿Qué haces! – grito exasperado pues a penas y si podía respirar con semejante peso sobre él – bájate de mi... pesas demasiado...

- Hoe... – la chica tardo unos segundos en asimilar lo que estaba ocurriendo entre su guardián y el joven ambarino, antes de reprender fieramente al primero por su conducta – ¡KERBEROS! – al instante el animalito, o mas bien dicho el animalote, se volvió titubeante hacia ella – apártate de Syaoran en este momento – por un instante dudo en acatar la orden, pero al ver la terrible mueca de advertencia en el rostro de su ama, no le quedo de otra mas que obedecer – ¿Syaoran estas bien? – se acerco preocupadamente al chico que había quedado momentáneamente inconsciente, haciendo bruscamente a un lado a su estupefacto guardián – como se te ocurre hacer eso, Syaoran aun esta muy débil... – le dirigió una dura mirada a Kero, obligándolo a retroceder un paso al advertir la furia que los ojos de su ama reflejaban.

- Pues no parecía muy débil cuando intentaba besarte... – dijo sarcástico el pelinegro, que acababa de aterrizar junto a ellos, mirando con disgusto como su hermana acomodaba la cabeza del chico sobre sus piernas.

- Basta hermano... – le miro sumamente molesta por el comentario – de no haber sido por él, todo Clow hubiese desaparecido.

- No... si yo no digo que no haya salvado a Clow... – respondió con el mismo sarcasmo – lo único que no me gusta es que intente aprovecharse de ti.

- A pesar de lo que creas, Syaoran no es ningún aprovechado... – argumento a su favor – y si él intentaba besarme era por que yo estaba de acuerdo en ello... – su intencionada respuesta solo hizo que el joven pelinegro se ofuscara mas de lo que ya estaba, pero antes de que hiciera todas las reclamaciones propias como hermano mayor, la castaña se le adelanto – puedo preguntar ¿como fue que nos encontraron...?

- Uh... ah, eso... – se contuvo como pudo, cruzándose incomodadamente de brazos – recuerdas el anillo que te mande con Nakuru la primera vez que fue a visitarte.

- ¿Te refieres a este anillo...? – le mostró el hermoso anillo de piedras preciosas que portaba en su dedo anular, este solo asintió positivamente al verlo.

- Ese exactamente... – se expresó con mayor calma – decidí enviártelo porque yo ya había previsto que esta catástrofe ocurriría, aunque a decir verdad no sabía cuado sucedería, ni mucho menos si este mundo sobreviviría a la destrucción, así que quise mantenerme cerca de ti al saber de antemano que tu eras una pieza clave para la salvación de Clow, pero cuando me entere de que papá y mamá te enviaron al mundo humano, todos mis planes se vinieron abajo, así que cuando Nakuru me dijo que iría a visitarte le pedí que te entregara este anillo.

- No entiendo... – miro detenidamente el valioso objeto que adornaba su dedo – ¿qué función tiene el anillo?

- El anillo es una especie de localizador – explico con calma – este me mantendría al tanto de ti las veinticuatro horas, si algo malo te hubiese pasado yo me hubiese dado rápidamente cuenta.

- Entonces viniste hasta aquí porque el anillo te comunico que yo estaba bien...

- Si, aunque te confieso que no estaba completamente seguro si estabas viva... – se mantuvo cruzado de brazos, mostrando aparente indiferencia, hasta que unos segundo mas tarde la castaña le dijo algo que derrumbo por completo su mascarada insensible.

- Gracias por preocuparte por mi Touya... – le sonrió sinceramente en agradecimiento, provocando un pequeño sonrojo en el chico, que simplemente desvió la mirada apenado.

- No tienes porque agradecerme... – quiso restarle importancia expresándose con aparente frialdad, mas en el fondo las palabras de agradecimiento de la castaña habían significado mucho para él.

Por otro lado, el muchacho que había estado inconsciente, después de unos minutos se reincorporaba al mundo nuevamente, sintiéndose desubicado por unos segundos, mas el burlesco comentario del pelinegro lo hizo regresar rápidamente a la realidad.

- Bueno, ahora que el bello durmiente por fin despertó, podemos irnos de una vez...

- ¿Syaoran como te sientes? – la castaña le ignoro, enfocando toda su atención en el ambarino.

- Bien, solo estoy un poco mareado eso es todo... – le sonrió apaciblemente para tranquilizarla, intentando ponerse de pie para no preocuparla mas.

- ¿Seguro? – argumentó no muy convencida al verlo tambalearse, por lo que el castaño hizo un pequeño ademán afirmativo con la cabeza para corroborar sus palabras – para mayor seguridad, lo mejor será que Kero te lleve...

- ¿QUÉ! – grito totalmente escandalizado el guardián – ¡olvídalo Sakura, yo no permitiré que ese chiquillo viaje arriba de mi!

- ¡Basta Kero, si te lo pido es porque Syaoran no puede volar... – por unos segundos la mirada de la chica se torno hasta cierto punto triste – él sacrifico toda su magia para poder salvarme... – murmuro cabizbaja ante la detenida mirada de su hermano, que increíblemente se quedo callado, sin hacer uso de un solo comentario ofensivo – además, yo tampoco tengo las suficientes fuerzas como para volar – reitero mientras una idea se formaba velozmente en su cabeza, mostrando una sonrisilla maliciosa de repente – pero, si tú no lo vas a hacer... – le dirigió una astuta mirada al pelinegro – entonces hermano, tendrás que ser tú quien lo lleve.

- Kerberos aras lo que dice Sakura... – respondió automáticamente y de forma autoritaria el de cabellos azabaches.

- Pero... pero... – quiso objetar, mas el pelinegro no le dio oportunidad de hacerlo.

- ¡Ahora...! – ordeno de manera tajante, su rudeza prácticamente obligó al guardián a acatar sus palabras.

- Esta bien... – aunque de mala gana, término aceptando – anda mocoso, sube antes de que me arrepienta.

Aunque vacilante, el chico sabia perfectamente que la única forma de salir de ese lugar era volando, por lo que haciendo acopio de todo su valor y coraje, trepo a la bestia alada, quien en cuestión instantes comenzó a elevarse hasta el cielo, por su parte el pelinegro se encargo de llevar a la castaña en brazos, al saber anticipadamente que esta aun estaba muy débil como para emprender un viaje tan largo por si misma, poniéndose en marcha y volando detrás del león dorado.

- Vamos mocoso, no me aprietes tanto el cuello... – se quejó al sentir como el chico estaba completamente agazapado sobre de él.

- Cállate... – murmuro entre dientes, este tenia los ojos bien cerrados, sin atreverse a mirar a su alrededor, lo que noto de inmediato el león dorado, formándosele una amplia sonrisa al sospechar la razón.

- ¿No me digas que le tienes miedo a las alturas...? – se expreso con un mediano tono de burla.

- P-por... por supuesto que no... – se manifiesto con cierto nerviosismo, dándole con ello, la entera razón al guardián, que parecía bastante feliz por su descubrimiento.

- Entonces no te importara esto... – dijo mientras se dejaba caer en picada al suelo, el ambarino no pudo mas que afianzarse desesperadamente con uñas y dientes a su cuello.

- ¡AGHHHH...! – dejo escapar un despavorido grito, cerrando los ojos mas fuerte que nunca – ¡detente! – decía con desesperación, mas el otro estaba tan entretenido haciendo sufrir al chiquillo, que se daba el lujo de hacer un sinnúmero de piruetas y giros acrobáticos en el aire, para justo antes de impactarse contra el piso, alzar el vuelo nuevamente y volver a mostrar todo el repertorio de trucos aéreos que tenia bajo la manga – ¡BASTAAAAAAAAAAAAAA...!

- - -

Nadeshico aun no podía sobreponerse a la perdida, cuando Yelan le informo que regresaría cuanto antes al mundo humano, dejándola mas devastada de lo que estaba, así al menos las dos podían apoyarse una en la otra, pero si se marchaba, que sería de ella.

- Yelan... – intento persuadirla – ya no tiene ningún caso que regreses, aquí por lo menos nos tienes a nosotros y a tu familia que vive en este mundo...

- Te equivocas... – negó calmadamente, recorriéndose hasta sentarse sobre la orilla de la cama, en la que minutos atrás había estado recostada – haya tengo ya mi vida hecha...

- Yo solo quiero lo mejor para ti Yelan... – le dijo con suavidad, tomando las manos de su amiga entre las suyas – no quiero que estés sola y mucho menos en estos momentos...

- Gracias por preocuparte... – le sonrió sinceramente – pero yo estaré bien...

- No hay manera de que te convenza de lo contrario ¿verdad? – sonrió con derrota, ella mejor que nadie sabía lo testaruda que la de negros cabellos podía llegar a ser cuando se lo proponía.

- No... – se aparto paulatinamente de ella – por favor Nadeshico, haz lo que te pido y llévame de regreso a mi hogar...

- Esta bien... – dio un hondo suspiro de resignación – si eso es lo que realmente deseas, te llevare de regreso... – aun con sus reservas, tomo la llave dorada que pendía de su cuello, alzándola en su palma antes de recitar el conjuro que la liberaría para convertirse en aquel báculo con el sol dorado en la punta.

- - -

El castaño que estaba a punto de sufrir un colapso nervioso, cuando pudo distinguir a lo lejos la construcción de un majestuoso castillo, que prontamente identifico como el palacio imperial de Clow, dando infinitamente gracias a los cielos que habían escuchado sus suplicas, ya que al fin iba a poderse bajar de ese endemoniado león alado.

El pelinegro, que volaba a un costado de ellos, recito una especie de conjuro mágico, desactivando una barrera que resguardaba todo los terrenos pertenecientes a palacio, para que posteriormente a la invocación los cuatro atravesaran el umbral.

La barrera se solidificó de nueva cuenta a penas cruzaron, claramente esta evitaba que cualquier intruso la traspasase y por ende se colara indeseablemente al castillo.

Aterrizaron en la misma plataforma en la que el castaño tomara aquel transporte de caballos alados que lo condujo horas atrás ante el consejo de ancianos, para cuando Kerberos puso los pies sobre tierra firme, Syaoran no espero un solo segundo mas para bajarse del animal, sintiendo como si el alma le fuese devuelta al cuerpo, al apartarse de una buena vez por todas de aquella fastidiosa bestia.

- Mocoso... ¿te gusto el paseo...? – preguntó cínicamente el guardián, ganándose una enfurecida mirada por parte del chico, que ya ideaba la manera de desquitarse, pues eso no se iba a quedar así como así, de eso estaba seguro.

Segundos después el pelinegro aterrizo también, bajando calmadamente a su hermana, la que sin siquiera darle las gracias, se dirigió sin mayor preámbulo a donde se encontraba el ambarino.

- ¿Estas bien Syaoran? – le cuestionó muy preocupada, al haber presenciado en primera fila todas las faenas que este tuvo que hacer para poder permanecer en el lomo del león dorado.

- Si... – forzó una sonrisa, la verdad era que su estomago estaba tan revuelto que sentía unas enormes ganas de vomitar, mas su debilidad quedo ampliamente demostrada cuando al intentar dar un paso, este se tambaleo nuevamente y perdió el equilibrio, cayendo prácticamente sobre la castaña – l-lo lamento – dijo totalmente apenado, tratando de separarse de ella contrariamente a sentirse desfallecer por el esfuerzo.

- Apóyate en mi Syaoran... – le tomo del brazo, pasándoselo por el cuello para ayudarle a caminar, lanzándole en el trayecto una mirada asesina a su guardián, que solo trago saliva, al saber por adelantado que ese gesto solo era una advertencia de lo que vendría después.

Posteriormente los chicos se pusieron en marcha al interior del castillo, guiados por el de cabellos azabaches, quien no perdía de vista a los dos jóvenes que caminaban a sus espaldas.

- En cuanto pueda, te preparare un poco de elixir de anuam, eso seguramente te ayudara a reponer todas tus fuerzas – le decía conciliadoramente la castaña, al ver el desmejorado y pálido rostro del joven.

- Gracias... – le sonrió débilmente, sin prestarle mucha atención al camino.

- Llegamos – les anuncio el pelinegro, deteniéndose en una puerta que le parecía raramente familiar al de ojos avellana y ampliamente conocida a la de orbes esmeralda, su guía toco en tres ocasiones continuas, e inmediatamente la puerta que se abrió mágicamente frente a ellos.

Cuando el de cabellos azabaches entro en el recinto, tanto Sakura como Syaoran le siguieron de cerca, encontrándose en el interior con una figura familiar, que de alguna manera ya les esperaba.

- Ya he regresado papá – hablo con calma el pelinegro, mas mostrando una extraña sonrisa en sus labios – y mira la sorpresa que te traigo... – se abrió un poco para dejar al descubierto a la castaña que caminaba a sus espaldas.

- Sakura... – pronuncio más que feliz el hombre de cabellos marrones, al ver frente a él, la figura sana y salva de su hija menor.

- Hola papá... – ella también se sentía muy feliz de verlo, pero su orgullo no le permitía admitir sus sentimientos, así que se hizo la indiferente, prácticamente ignorándolo al encaminándose hasta uno de los sillones de aquel despacho, para ayudar al ambarino a que tomara asiento.

- Me da mucho gusto volver a verte hija... – sonrió apaciblemente, a pesar de resentir un poco el notorio rechazo de esta hacia él.

- Sakura, lo prometiste... – le murmuro el ambarino cuando los dos se separaban.

- Pero... – intento retractarse, mas el chico no la dejo hacerlo.

- Una promesa, es una promesa... – le recordó con una sonrisa de por medio.

- Esta bien... – dijo en susurro, dándose la vuelta para encarar de una buena vez por todas a su padre – papá yo... – se planto con firmeza, mas en ese instante su padre le abrazo sin mayor explicación, la castaña no se percato en que momento este había acortado la distancia que los separaba, por lo que se sorprendió bastante al sentir los brazos de su padre alrededor de ella.

- Lamento mucho todo lo que ha pasado querida... – le dijo bajamente, abrazándola mucho mas fuerte que antes – de verdad lamento no haber sido un buen padre para ti... – con todas sus fuerzas intento reclamarle, exigirle una explicación por los años de abandono, por su soledad, su incomprensión y sobre todo por negarse a estar con ella cuando mas lo necesitaba, mas sin embargo el nudo que se había formado en su garganta no se lo permitió, hundiendo su rostro en el pecho de su padre al sentir como las lagrimas salían inexplicablemente de sus ojos – perdóname por favor por todo el daño que te cause mi pequeña Sakura...

- Papá... – a penas y fueron audibles sus palabras al entremezclarse con sus sollozos, ese ultimo comentario la dejo completamente vulnerable, abriéndose por primera vez ante él, correspondiendo al abrazo e intensificando su llanto al sentir las gentiles caricias de su padre sobre su cabeza.

- Tranquila, ahora todo estará bien... – depositó sutiles besos y caricias en su pelo, intentando tranquilizarla, aunque en el fondo se sentía feliz de que ella finalmente doblegara su orgullo y le dejara acercarse.

Desde su asiento, el castaño miraba entre satisfactoria y lejanamente la escena, al evocar entre sus memorias, los momentos que él tiempo atrás compartió al lado de su padre, los cuales aun permanecían vivamente arraigados en su mente a pesar de todo el tiempo que había transcurrido desde que este falleciera.

Gradualmente la castaña fue apartándose de su padre, al sentirse mucho mejor, sin tener esa enorme carga que durante tantos años mantuvo sobre sus hombros.

- ¿Te sientes mejor? – le sonrió a su hija tan apaciblemente como siempre, retirando cuidadosamente con sus dedos las gotas de agua salada que aun persistían en el rabillo de sus ojos, esta le devolvió la sonrisa y solo hizo algunos ademanes afirmativos para responder a su pregunta.

Por unos instantes todo permaneció en calma y absoluto silencio, mismo que la castaña estaba a punto de romper, pues aun tenia tantas cosas que decirle a su padre, mas se vio interrumpida cuando alguien prácticamente se arrojo sobre ella.

- ¡Sakura¡mi amor estas bien...! – era su madre, quien entre lagrimas de felicidad la había envuelto en un nuevo y protector abrazo – pensé... pensé que te había perdido para siempre... – decía entrecortadamente, sin dejar de abrazar y besar a su hija, quien por primera vez en su vida se sentía dichosa y amada por sus padres.

A su vez, el castaño atravesaba por una situación similar, ya que su madre lo había acogido en un gran abrazo, sin dejar de dar gracias a los cielos por que al final todo hubiese salido bien y lo tuviera de vuelta a su lado.

Tomaron varios minutos antes de que sus madres se tranquilizaran y los dejaran respirar un poco, porque entre tanta muestra de afecto, los dos se sentían algo asfixiados, sobre todo el castaño, que si bien estaba feliz de volver a ver a su madre, se sentía pésimamente en cuanto a su estado físico.

Todos tomaron asiento en la salita de estar con la que contaba la oficina, el de cabellos negros, que fue quien fue el encargado de darles la noticia a las dos mujeres sobre el regreso de sus hijos, justo antes de que Nadeshico llevara de nuevo a Yelan al mundo humano, les observaba atentamente recargado en una pared, su madre no se apartaba de Sakura, haciéndola que tomara asiento entre ella y Fujitaka, mientras que la pelinegra hacia lo propio, sin separarse un solo centímetro de Syaoran.

Sin aplazar mas tiempo esa conversación, el hombre de gafas fue el primero en querer indagar sobre lo que había ocurrido después de que el Caos fuera derrotado.

- Nadeshico ya me contó lo que ocurrió con el consejo de ancianos, pero ¿qué sucedió después? – al igual que todos, mostró mucho interés por saber lo que ocurrió en la sala de los pilares – ¿cómo fue que resultaron ilesos?

- Syaoran fue en realidad quien hizo todo esto posible... – relato con calma la castaña, dirigiendo felizmente su mirada al joven – verán, justo cuando los otros guardianes habían caído Syaoran llego a la sala de los pilares, de hecho yo también estaba a punto de desfallecer, pero él me brindo parte de su poder para que no muriera, después de eso no supe mucho, es verdad Syaoran ¿cómo fue que salimos de la sala de los pilares, si tu poder lo estaba consumiendo todo...? y ahora que lo pienso ¿cómo tú y yo tenemos nuestros recuerdos, si se supone que fueron borrados?

- Pues cuando estaba en la cueva bloquee mi mente y la enfoque únicamente en ti, eso me permitió no perder mi verdadera esencia al convertirme en guardián, cuando llegar a ti, utilice mi poder para anular el hechizo que no te permitía recordar… – le respondió con relativa calma, como si aquella hazaña imposible para cualquier hechicero experto, fuese lo mas natural del mundo en él – justo antes de que el poder de quinto pilar nos consumiera utilice los últimos vestigios de mi magia para transportarnos a un lugar seguro...

- Pero eso es imposible, ningún hechicero puede tele transportarse dentro de Clow… - el hombre de gafas estaba boquiabierto por la aclaración hecha por el chico, pero aun más por la naturalidad con la que se expresaba.

- Créame señor Kinomoto – el joven sonrió con cierta ironía – la mente de ese viejo que dirige el consejo de ancianos guarda muchos secretos, él sabe mucho mas de este mundo de lo que aparenta…

- ¿Pudiste ver en la mente del maestro anciano...? – tanto él, como Toya y Sakura le miraron totalmente incrédulos, pues aquel maestro era el hechicero mas respetado y sabio de todos, sabia mas de magia que nadie en ese mundo – eso quiere decir que tú… ¿tú puedes leer los pensamientos de los demás?

- Podía… – dijo con total honestidad – todo mi poder mágico se ha ido y no sé si regresara algún día...

- Ya veo... – expreso mayor tranquilidad.

- ¿Señora Nadeshico...? – el joven se dirigió a la de plateados cabellos, quien hasta ahora había escuchado con mucho interés su relato.

- ¿Si Syaoran...? – le respondió cortésmente.

- Si no le molesta, cree que pueda llevarnos de regreso mas tarde, necesito descansar un poco más, ya que mis fuerzas aun no se recuperan totalmente...

- P-por supuesto... – acepto, aunque vacilante, nunca imagino que seria precisamente él quien le hiciera tal petición.

- ¿De que hablan? – la castaña les miro con mucha curiosidad, pues al parecer aquella era una conversación exclusiva de ellos.

- Sin mis poderes yo no puedo permanecer mucho tiempo aquí – le sonrió tranquilamente al responder su pregunta, tratando de atenuar la inminente reacción de la chica.

- ¿Qui-quieres decir que te iras? – dijo totalmente desconcertada la ojiverde – pero ¿por qué?

- Lo lamento...

- Yo creí... – su rostro perturbado decía todo lo que no podía expresar, ya que la noticia le había tomado completamente desprevenida – creí que te quedarías a mi lado...

- Desearía poder hacerlo pero no se puede... – le contesto con tacto, para él también resultaba muy difícil tratar ese tema – como te dije, la mente de ese viejo guarda muchos secretos, uno de ellos es la razón por la que un humano no puede permanecer en este mundo por mucho tiempo...

- ¿A que te refieres?

- La atmósfera de este mundo es muy pesada y absorbe mucho del poder vital de los seres que viven aquí, sin embargo eso es lo que mantiene su balance y un perfecto equilibrio... – le explico pacientemente – para un humano común sería imposible vivir aquí, ya que a diferencia de los hechiceros nosotros no tenemos magia que compense ese intercambio, así que lo que absorbe es nuestra energía vital, es por ese motivo que los humanos no pueden permanecer por mucho tiempo en este lugar...

- Pero tiene que haber una manera... – le dijo con frustración, volviendo la mirada hacia sus padres, intentando encontrar algo de apoyo en ellos, no obstante, estos permanecieron callados.

- Si me quedo en este mundo, mi cuerpo no resistirá por mucho tiempo y moriré sin remedio... – termino con su explicación el chico.

- ¿E-es eso verdad? – pregunto temerosa de la respuesta que ya venia venir.

- Me temo que así es querida... – quien le respondió fue su padre – lo lamento, pero no hay nada que se pueda hacer…

- Papá, tiene que haber una forma... – estaba desesperada por encontrar una respuesta afirmativa, mas el semblante de seriedad absoluta que mostraba su padre, no le daba muchas esperanzas.

- De hecho existe una forma en la que Syaoran y tú podrían estar juntos... – en ese momento, la prudente voz de la pelinegra llamo la atención de todos los presentes, especialmente la de los dos castaños quienes le miraban esperanzadoramente.

- ¿De que se trata? – le miro ilusionada, no importase lo que fuera, ella haría cualquier cosa para que el castaño se quedara a su lado.

- La única manera en que los dos podrán estar juntos, es que renuncies a tus poderes y vallas a vivir con nosotros al mundo humano... – anuncio finalmente, dejando a la castaña en una encontrada lucha interna de sentimientos – la decisión es tuya...

La muchacha se giro en dirección a sus padres, quienes guardaron silencio, dándole a entender con esto, que en efecto, la decisión de quedarse o no, únicamente le concernía ella y a nadie mas.

- Yo... – la propuesta fue tan repentina que no supo que decir, por un lado tenia que dejar a sus padres, con quienes finalmente comenzaba a congeniar, y no solo eso, además tenia que renunciar nuevamente a su magia y abandonar para siempre a Clow, el mundo al que verdaderamente pertenecia, pero por el otro estaba ese chico que estuvo dispuesto a sacrificar todo, inclusive su propia vida para poder estar con ella, en el interior sabia perfectamente que su mayor anhelo era permanecer al lado de Syaoran, entonces ¿por qué dudaba tanto en dar una respuesta?

- ¿Cuál es tu decisión Sakura? – cuestiono la pelinegra al ver su notoria indecisión.

- Y-yo… yo lo lamento Syaoran... – murmuro en un hilito de voz, sin poder mirar de frente al ambarino, así que bajo la mirada hasta sus manos, que se encontraban recargadas sobre su regazo. El muchacho sintió una aguda punzada en su pecho cuando escucho aquella respuesta, que no era la que esperaba, presintiendo ya, cual era la resolución tomada por la chica – lamento mucho haberte hecho pasar por tantos problemas...

Continuara...

&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&

Entre amenazas de jitomatazos y correos bomba pude actualizar por fin (XD), y aunque muchos (entre ellos yo (u.u) ya se esperaban que este capitulo fuera el final, no se pudo (T.T), la razón, el capitulo me quedo laaaaaaaaaaaaaaarguisimo, cuando iba en la hoja veinticinco de word y nada mas no le veía fin (hasta la fecha no le he visto el fin (n.nU), decidí dividirlo en dos partes, por eso les prometo que para la próxima ya es el final final, hasta entonces nos leemos…