Estaba cansado de no poder dormir bien.
Había días dónde despertaba con el cuerpo adolorido, a veces tenía las articulaciones entumecidas y uno que otro moretón aparecía en su cuerpo.
¿Todo por qué? Por un maldito infierno.
O al menos Gintoki así lo llamaba y no, no hablamos de un lugar caliente con demonios aunque en ese lugar si habitaba uno.
Un demonio muy enano y tuerto habitaba con él en aquel extraño espacio.
Todo comenzó cuando eran niños, apenas ellos se conocieron algo extraño pasó entre ellos. Cuando Gintoki dormía por las noches aquél molesto niño llamado Takasugi aparecía en sus sueños.
Claro que eso le molestaba pues ese niño siempre buscaba pelea y era molesto encima de todo.
El espacio era un fondo blanco, un pequeño mundillo sin nada interesante, solo un enorme río y pequeños brotes cerca.
Todavía recordaba el "Oye tú, deja de aparecer en mi cabeza". Fue el primer reclamo que hizo frente a todos antes de que un término muy especial se grabará en su cabeza.
Cuando su maestro introdujo la palabra "almas gemelas" a su pequeña mente no pensó que aquel vínculo sería tan aterrador.
Con apenas 8 años no pensó que aquel enano que siempre lo buscaba para pelear fuera algo parecido a eso. Su alma gemela.
¿Cómo supo Yoshida Shoyo que ellos estaban predestinados?
Por las infantiles quejas de ambos.
Un día llegó Gintoki gritando extremadamente enojado que dejará de aparecerse en sus sueños, que dejará de golpearlo, que los moretones se reflejaban en su piel, que estaba cansado de no poder dormir a lo que Takasugi respondió igual, que estaba harto de verlo siempre en sus sueños. Entonces el joven maestro de ambos comprendió la curiosa situación.
Fueron meses, incluso años en los que ellos jamás pudieron llevarse bien, se la vivían peleando hasta que esos pequeños brotes que ambos solían mirar de vez en cuando crecieron de una noche para otra. Miles de arboles de Sakura aparecieron frente a ellos. Unos cerezos eternos florecieron en aquel lugar donde estos jamás se marchitarian.
Con el pasar del tiempo aprendieron a convivir, se podría decir que incluso hasta llegaron a llevarse bien.
Después de muchas cosas y de una gran perdida para ambos, con un solo objetivo en mente, el salvar a Yoshida Shoyo ellos unieron sus fuerzas para crear un ejército de rebeldes para combatir al gobierno de ese tiempo que quería desaparecer el arte de las esgrima de personas que no fueran samuráis legítimos.
Entre campo de batalla y peleas ellos comenzaron a convivir como los jóvenes que eran, queriendo derrocar al ejercicio.
Aunque solamente de recordar la manera en la que su lazo se fortaleció no sabía ni como reaccionar, ambos eran jóvenes, muy jóvenes la verdad. Durmiendo siempre en un campo de guerra con el olor a sangre y putrefacción en el aire eso les importó poco. El ejército que ellos lideraban era fuerte, ellos eran fuertes y muy imprudentes.
Una noche de copas ambos se quedaron dormidos por la cantidad de alcohol que había en sus organismos, se encontraron en su lugar especial, ese lugar donde sólo se pueden encontrar en sus sueños y la situación se salió de control.
Ellos jamás habían tenido un roce íntimo, ni un beso o una caricia. En ese momento no supieron ni como pero sus bocas comenzaron a comerse con desesperación, la ropa comenzó a estorbarles y las caricias por fin se hicieron presentes.
Gemidos ahogados y placer que les duró toda la noche. A la mañana siguiente para cuando despertaron y recordaron todo lo que pasó entre ellos una incomodidad se hizo presente.
Gintoki no podía ni mirarlo a los ojos ya que las claras marcas en su cuello saltaban a la vista de todos, y él no se quedaba atrás su espalda estaba totalmente arañada y marcas saltaban en su cuello y pecho también.
No quería huir de eso pero tampoco sabía cómo afrontarlo.
— Gintoki. — le llamó el azabache.
El peliplata se sobresalto al momento en el que escuchó su voz repentinamente detrás de él. No pudo ni disimular su incomodidad ya que su rígido cuerpo lo delataba.
— ¿Qué? Tenemos que planear el siguiente ataque. — le respondió de manera seria.
— Si... — le respondió ligeramente sorprendido por la tranquilidad del contrario.
De esa manera y de manera cotidiana, fue que por ese simple acontecimiento ambos pudieron tomarlo de la mejor manera el hecho de que ambos estaban vinculados y más que resignación fue simplemente aceptación.
Hasta que pasó aquello.
La batalla estaba perdida, aquello que más anhelaban salvarse había esfumado. En el momento en el que vió como Gintoki empuñó su katana su corazón se rompió ligeramente, suplicó, le suplicó a él que se detuviera sin embargo él, la persona que se supone tenía un vínculo especial con él lo había traicionado.
En cuando blandio su espada sintió como aquello que los unía se rompió. Ese día, perdió un ojo y a las personas que más llegó a amar en un abrir y cerrar de ojos.
Fue por un tiempo en el que Gintoki dejó de soñar con él.
Ya no tenían contacto de ningún tipo. Cuando se enteró que Takasugi quería derrocar al gobierno del país y que el apuntaba a la cabeza del shogun simplemente trato de dejar de lado el asunto.
Sin embargo por varias cuestiones ambos se encontraron en aquel lugar lleno de flores, ninguno tuvo la necesidad de decirse nada, simplemente se quedaban en silencio sin siquiera mirarse.
Cuando Gintoki estaba herido de gravedad Takasugi se quedaba a su lado y le miraba dormir por horas. Cuando Takasugi estuvo herido de gravedad Gintoki estuvo a su lado mirándolo simplemente.
El choque de sus katanas entre ellos generaba un dolor inmenso en su ser pero jamás encontrarían un perdón pronto. Después de muchas peleas y discusiones, tantas puñaladas y tantos cortes, no importaba cuánto pelearán entre ellos, los únicos que no podía matarlos eran ellos mismos.
Noches llenas de insomnio entre ellos se hicieron presentes y mientras más horas pasarán sin dormir el extraño sentimiento de ansiedad por la separación se hacía presente en ellos.
Casualmente por el caos que causó la muerte de los shogunes el país comenzó a entrar en caos. Caos que por alguna razón logró unirlos una vez más, no solo a ellos, a todo el grupo de amigos que eran desde un principio.
Las cosas comenzaban a marchar bien.
Aunque el sacrificio era necesario. Gintoki jamás juzgo las decisiones que él tomo pero vaya, cómo le dolió.
Justo cuando las cosas estaban marchando bien de nuevo, sostener el cuerpo moribundo de su alma gemela logró hacer un corte en lo más profundo de su corazón.
Y, a pesar de haber vivido una vida juntos, tantos momentos y de haberse visto casi todos los días de sus vidas ellos jamás pudieron brindar como era debido.
— Te estaré esperando en el infierno. — fue como se despidió el azabache.
Cuando la luz de su ojo se perdió Gintoki sintió como algo se rompía dentro de él, lo peor del caso es que en ese momento no podía tirarse a llorar.
El país evolucionó. Un país democrático fue lo que nació después de aquella guerra, al final Takasugi si había logrado su cometido, había derrocado al gobierno corrupto que tanto repudiaba.
Los de la yorozuya jamás quisieron preguntar al respecto pero era verdad que la muerte de Takasugi dejó un vacío en su líder y a pesar de tratar de disimularlo con las bromas comunes algo era diferente.
Gintoki no había logrado pegar un ojo en días, quizá semanas.
Cuando su cansancio le ganó y apenas pudo conciliar el sueño un gran árbol de cerezo apareció frente a él.
— Te estuve esperando. — le habló alguien a sus espaldas. — Te dije, que te esperaría en el infierno.
Ahí estaba. No pudo ni controlarse ni por un segundo cuando se abalanzó para poder abrazarlo.
— ¿Podremos brindar ahora? — cuestionó Gintoki.
— Siempre que te vea. — respondió Takasugi. — Hoy y siempre.
Aún después de su muerte siempre que quisiera verlo él estaría ahí, esperándolo en el infierno tal y como se lo habían prometido.
