The Magical Files

Disclaimer:

Nada del mundo de Harry Potter me pertenece, todos los derechos son de J.K. Rowling; Mulder y Scully tampoco son míos, estos personajes así como todo lo relacionado con "Los Expedientes Secretos X" es obra de Chris Carter. La historia y uno que otro personaje despistado que aparece en ella, definitivamente son míos.

Sinopsis:

Muchos secretos alberga este mundo y es trabajo de los agentes Mulder y Scully del FBI descubrirlos. ¿Qué pasará cuando una comunidad secreta les reciba? ¿Tendrá algo que ver el pasado de aquél misterioso extraño?

Nota: Esta historia ya ha sido publicada en foros de discusión, bajo el nombre de "Mulder y Scully. Vacaciones, mágicas."; con alguno de mis otros nicks, tales como siriusxsiempre, siriusneverdie y spookylunatico.

Capítulo XIII. Un encuentro Desafortunado.

-¿Mulder, estás ahí? -Dijo la voz de Scully del otro lado de la puerta. Mulder se sobresaltó un poco, pero se levantó y fue a abrirle.

-¿Qué ocurre Scully?

-Ehmmm, eso me preguntaba yo precisamente, Mulder. Bajé a desayunar hace mucho y rato y no apareciste; así que pensé en venir a ver como estabas. ¿Te encuentras bien? Tal parece que no dormiste en toda la noche.

-Es que ehmm... tuve... pesadillas y... -Mulder parecía incómodo. Se sentía algo ridículo contándole aquello a Scully y no sabía que decir.

-¿Quieres hablar de eso? -Le dijo Scully mientras lo miraba fijamente.

-Está bien, pasa y siéntate -Dijo Mulder finalmente.

Ambos se sentaron y entonces Mulder comenzó a relatarle su sueño. Cuando Mulder terminó su relato, Scully continuaba mirándolo con atención, aunque tenía una expresión en el rostro de "¿tanto escándalo por eso?" que Mulder no pudo dejar de notar; sin embargo, tras una pausa, se atrevió a preguntar.

-¿Y bien? ¿Qué opinas?

-Mulder, honestamente no se que decirte. No distingo nada especial en tu sueño; según veo, has estado obsesionado con ese sujeto del poster, que cargas para todas partes como si fuera el retrato de tu novia. No es de extrañarse que ya hasta lo sueñes.

Mulder le dio la espalda a Scully, algo molesto. Se detuvo un momento en la ventana y reflexionó unos segundos en silencio. Si bien era cierto que la noche anterior había estado estudiando con atención el famoso poster y de hecho había estado buscando algo de información en diarios viejos sobre ese hombre, Mulder tenía la sensación de que había algo más en el fondo. De momento recordó un detalle que había pasado por alto y dijo: -Scully, dime algo. ¿No pasaste frío anoche?

Scully pareció algo sorprendida por la pregunta, pero contestó. -Pues ahora que lo mencionas, sí. De hecho, algunas de las personas que se hospedan en la posada también hicieron la misma observación al administrador. Él consideró que podría haber sido una falla en el aire acondicionado, y se concretó a asegurar que verificaría que el sistema funcionara.

-¿Y no te parece algo extraño? A final de cuentas, estamos en pleno verano y yo no se tú, pero yo tenía desconectado el aire acondicionado de mi habitación-. Scully parecía al borde de la exasperación. Cerró los ojos en un esfuerzo de reunir toda su paciencia y entonces dijo:

-Mulder, para serte franca, no se a donde quieres llegar con todo esto. Ya estamos metiéndonos en un asunto en el que ni siquiera nos llamaron y ahora pretendes averiguar algo sobre un individuo que escapó de prisión hace tres años. Se suponía que estábamos de vacaciones y todo lo que has hecho es andar por ahí metiendo las narices donde no te llaman, revolviendo el pasado y sacando a la luz hechos que nadie parece realmente interesado en esclarecer.

Sin embargo, Mulder no la escuchaba. Estaba muy entretenido mirando por la ventana. -¡Mira Scully! ¡¡Ahí va tu amigo Watson!

-¡¡¡QUIERES DEJAR A ESE HOMBRE EN PAZ!

Mulder volteó a verla y comprendió que definitivamente no estaba de humor. Se quedó serio unos instantes y finalmente dijo: -Scully, voy a volver a Londres. Tengo que saber más acerca de este sujeto Sirius Black. Tu permanece aquí, no creo tardar mucho tiempo. Seguramente volveré para la hora de la cena.

Al tiempo que decía esto, tomó su chaqueta y su cartera y salió por la puerta, dejando a Scully de pie en medio de la habitación con las manos crispadas, como si estuviera a punto de apretarle el cuello a Mulder.

Scully se pasó el día dando un paseo por los alrededores de la villa. Estaba completamente harta de las suposiciones de Mulder y de su obsesión con el tal Sirius Black; eso sin mencionar que Mulder había dedicado una buena parte del tiempo en hacer averiguaciones acerca de John Watson, mismas que no habían culminado en absolutamente nada. Claro está que, si bien el sueño que ella había tenido en donde veía a todas esas personas muertas y de repente aparecían unas ratas, le había dejado un cierto malestar; nada espectacular les había sucedido (o al menos eso creía ella).

Llevaba una cámara, y estaba retratando algunos paisajes interesantes, cuando decidió que ya era bastante tarde y que sería mejor volver a la posada. Ya estaba oscuro cuando se encaminaba de vuelta al pueblo, cuando a lo lejos logró distinguir la figura de un hombre que caminaba con paso seguro, dirigiéndose hacia una montaña que había cerca de ahí. Scully dudó unos instantes y luego decidió seguir al sujeto a una distancia prudente.

Tras una media hora de caminata, vio que el hombre se adentró en una cueva pequeña que había al pie de la montaña. Estaba conciente de que cometía una imprudencia al adentrarse ahí ella sola, sin que Mulder supiera en donde estaba. Eso sin mencionar que, aunque llevaba consigo su arma, no sabía a qué iba a enfrentarse una vez dentro de la cueva. Por otra parte, pensaba que, quien quiera que fuera ese individuo, no podría estar tras nada bueno si se escabullía en la oscuridad en una caverna.

Haciendo a un lado sus dudas, decidió ir detrás de él.

Por su parte, Remus ya había entrado en la caverna. Debía prepararse para su transformación. Estaba algo ansioso porque Snape no había llegado todavía al punto de reunión y se suponía que él estaría ahí para resguardar la zona y así evitar que cualquier incidente desagradable sucediera. Sin embargo, en muy poco tiempo la luna llena brillaría en el cielo con todo su esplendor y no tuvo otra opción que adentrarse en la cueva y esperar que Snape estuviera ahí un poco más tarde.

Recorrió un corto trecho hacia el interior de la caverna y luego descendió a una gruta pequeña. En esa gruta, había en la parte más alta una zona despejada que dejaba pasar la luz. Remus se desvistió y se sentó en el suelo, esperando a que la luz de la luna llena penetrara por el tragaluz natural de la caverna. No tuvo que esperar demasiado, en pocos minutos una tenue luz se proyectaba sobre él y de inmediato comenzó a sufrir los efectos de la transformación. Gracias a la poción mata-lobos, el proceso ya no era tan doloroso como antes, pero aún así la transición no era nada agradable. Su rostro se contrajo por el dolor, mientras todos sus músculos se tensaban y sus extremidades y rostro iban cambiando de forma. De repente, escuchó algo que le hizo girar la cabeza. Ahí estaba Dana Scully completamente atónita y sin poder creer lo que estaba presenciando.

Remus trató de advertirle que se alejara de ahí cuanto antes, pero ya no estaba en condiciones de poder hablar. La transformación casi se había completado y aunque hacía todo lo que estaba en sus manos por no perder la cordura, sabía que dentro de unos segundos él ya no sería responsable de sus actos.

Mientras tanto, Scully estaba completamente aterrada. No podía creer lo que sus ojos le mostraban. Ese hombre apacible y amable era ahora una bestia monstruosa que la miraba fijamente, dispuesta para saltar sobre ella.

En eso, y sin que Scully comprendiera cómo, apareció otro hombre que la sujetó firmemente, la levantó y corrió con ella para alejarla de la criatura.

Cuando Scully recuperó el aliento, miró unos instantes a su salvador. Era sin duda, un hombre muy peculiar. Vestía una túnica negra, llevaba el cabello largo hasta los hombros y tenía una larga y ganchuda nariz. Habían llegado hasta la entrada de la cueva y mientras ella se reponía, él hombre miraba hacia el lugar de donde habían venido y escuchaba con atención, por si la bestia había decidido seguirlos.

Se alcanzaban a escuchar algunos aullidos y gruñidos, pero sonaban distantes.

Tras unos tensos segundos, en los que Scully no acertaba si decir "gracias" o "quién rayos es usted" o "qué demonios está pasando aquí", el hombre se dio la vuelta para encarar a Scully. La miró fijamente a los ojos y sin decir una palabra extendió la palma de su mano, sopló y arrojó sobre Scully un polvo de color violeta brillante. Después de esto, Scully ya no supo más.