The Magical Files
Disclaimer:
Nada del mundo de Harry Potter me pertenece, todos los derechos son de J.K. Rowling; Mulder y Scully tampoco son míos, estos personajes así como todo lo relacionado con "Los Expedientes Secretos X" es obra de Chris Carter. La historia y uno que otro personaje despistado que aparece en ella, definitivamente son míos.
Capítulo XXVII. En Busca de Respuestas.
Victoria había pasado las últimas dos horas dando vueltas en su cama, sin poder conciliar el sueño.
Por más que se esforzaba, no podía apartar a "Steve" de su mente. No hacía mas que imaginar cosas horribles que podían estarle pasando a su amigo, en esos momentos, mientras que ella permanecía ahí sin saber nada y sin poder ayudarlo. Tampoco podía dejar de pensar en lo que él podría haber hecho para haber sido enviado a prisión.
Entonces tuvo una idea repentina que acabó por quitarle el sueño por completo. Era algo en lo que ya había pensado desde el día en que llevó a "Steve" a vivir con ella; aunque en realidad no había querido recurrir a eso.
Se levantó de la cama de un salto, fue a prender su computadora y se conectó a Internet. Se metió a las páginas de criminales más buscados y encontró una página del Reino Unido donde tal vez podría encontrar algo acerca de "Steve". Obviamente, tendría que buscar alguna fotografía, porque no conocía su verdadero nombre.
Después de hora y media de estar buscando dio finalmente con la foto de un fugitivo, de nombre Sirius Black. La foto estaba algo obscura, y el hombre que aparecía en ella lucía muy demacrado y tenía una expresión verdaderamente aterradora, aunque en sus ojos se distinguía ese brillo tan especial que había en los ojos de "Steve". Con una mezcla de miedo y emoción, Victoria "clikeó" sobre la fotografía para ver los datos que incluía y se quedó paralizada ante lo que descubrió; y no sólo porque el crimen del que se le acusaba a ese hombre, era de asesinato y que además se le consideraba armado y sumamente peligroso; sino porque, según la descripción, Sirus Black... había muerto.
Mientras tanto, un enorme perro negro caminaba con paso lento pero decidido por las calles vacías de la ciudad de México. Llevaba una pequeña mochila en el hocico y se detenía de cuando en cuando para olfatear en alguna puerta o en algún callejón. Sus pasos lo condujeron hasta lo que parecía un bello palacio de mármol blanco, con puertas de bronce, rodeado por jardineras y por esculturas y estatuas de todo tipo.
De alguna forma le parecía familiar, aunque no creyó que tuviera alguna importancia sustancial en su búsqueda, así que después de contemplarlo por breves minutos, continuó su camino. Llegó hasta un parque grande que estaba junto al palacio; se internó en el parque y se escondió detrás de unos arbustos, dispuesto a tomarse un descanso. La noche era cálida y los arbustos le proporcionaban un buen refugio, pero no había suficiente pasto, así que sacó de la mochila la cobija que Victoria le había puesto y la acomodó lo mejor que pudo, para luego echarse a dormir un rato. "Steve" se sentía muy cansado, pero su cerebro no cesaba de trabajar. Hacía un esfuerzo supremo por ordenar todo el cúmulo de recuerdos que hacía unas cuantas horas habían comenzado a surgir, detonados por el último sueño que había tenido esa misma noche.
Se había oído a si mismo repetir un nombre, había dicho: "¡Sirius, despierta!". ¿Sería ese su verdadero nombre? En el sueño, también había visto algo que le había helado la sangre. Eran unos seres encapuchados, altos y malévolos que lo perseguían. Querían atraparlo. Sintió un estremecimiento al recordarlo. No sabía lo que eran esos seres, o al menos no podía recordar como se llamaban, pero de lo que si estaba seguro es de que lo buscaban a él. Comenzó entonces a recordar los momentos que pasó encerrado en una celda y pensamientos terribles lo invadieron. Él había sido el responsable de la muerte de alguien a quien apreciaba mucho; era un amigo suyo muy querido y aunque no podía recordar su nombre, sabía que era ese hombre de cabello negro y anteojos al que había soñado en otras ocasiones. Tampoco estaba seguro de si había sido el responsable directo de esa muerte, o si algo que él había hecho la había ocasionado, pero de lo que si estaba seguro, era que ese era el motivo por el que había estado en prisión.
Tantos recuerdos confusos y dolorosos, parecían ser demasiado para un perro, y sin poderlo evitar, "Steve" comenzó a aullar lastimeramente.
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Mulder, Scully y Remus, se encontraban comiendo en la habitación de éste último. Los tres estaban muy cansados, porque después del desagradable encuentro con los dementores, ninguno había podido dormir. Remus había desaparecido por unos minutos y vuelto en seguida para informarles que esperarían a recibir noticias de Dumbledore.
Mientras tanto, Remus se la había pasado explicándoles que eran los Dementores y comentando acerca del efecto que habían tenido sobre ellos.
-Sólo hay algo que no entiendo.- Dijo Scully pensativamente. - ¿Cómo es que nadie más en el hotel los vio?
-Bueno, para ser francos; a mí me sorprendió mucho que ustedes dos hayan podido verlos.- Admitió Remus.
-¿Por qué?
-Pues porque ustedes no son magos; se supone que los muggles no pueden ver a los dementores, así como a algunas otras criaturas mágicas. Pero los dementores son unos seres tan malvados que incluso los muggles pueden sentirlos.- Dijo Remus, con algo de desagrado.
Un sombrío pensamiento atravesó la mente de Mulder y dijo repentinamente:
- O sea que... ¿uno de esos seres podría robarle el alma a una persona y ésta ni siquiera tendría idea de lo que le ocurre?
Remus asintió tristemente.
-¿Acaso esa era su intención al entrar a la habitación de Mulder...¿robarle su... alma?- Preguntó Scully algo alarmada.
-Eso lo dudo, positivamente. Es más seguro que pretendieran llevárselo. Es por eso que debemos esperar a obtener instrucciones de Dumbledore. Es posible que incluso tengamos una entrevista con él... ¿Quieren más chocolate?-. Dijo Remus repentinamente, mientras les ofrecía otra barra de chocolate.
Mulder la recibió agradecido, después de lanzar una mirada de tristeza a su bolsa vacía de semillas de girasol, las cuales se había estado comiendo compulsivamente.
Scully también recibió la barra de chocolate, pero no se la comió. Aún se sentía algo contrariada, pero no estaba segura de querer admitirlo.
Permanecieron un rato más ahí en silencio, cada quien sumido en sus propios pensamientos, cuando de repente una pequeña lechuza entró volando por la ventana, dejó caer una carta sobre el regazo de Remus y salió tan rápidamente que por un momento Mulder y Scully pensaron que se lo habían imaginado.
Remus abrió la carta y la leyó muy concentrado. Se levantó, se dirigió hacia la ventana y la cerró. Sacó su varita y quemó la carta. Entonces dijo:
-Dumledore nos está esperando. Si son tan amables de acompañarme, iremos a hablar con él ahora mismo.
