The Magical Files
Disclaimer:
Nada del mundo de Harry Potter me pertenece, todos los derechos son de J.K. Rowling; Mulder y Scully tampoco son míos, estos personajes así como todo lo relacionado con "Los Expedientes Secretos X" es obra de Chris Carter. La historia y uno que otro personaje despistado que aparece en ella, definitivamente son míos.
Capítulo XXX. Un encuentro, no tan inesperado.
"Steve" siguió a la familia Thompson hasta el "Templo Mayor" que resultó ser una zona arqueológica descubierta hacía unos veinte años; Ned le explicó que ahí se concentraba el centro de todo el reino Azteca; era un sitio ceremonial en el cuál se habían encontrado una gran cantidad de vestigios que habían permitido conocer fragmentos de la historia de los aztecas, así como aspectos de sus costumbres y de su vida en sociedad.
"Steve" hizo el recorrido del Templo Mayor junto con la familia Thompson. Al principio le pareció un poco aburrido, pero poco a poco, mientras escuchaba las explicaciones que daba el guía de turistas, se iba interesando más y más. Escuchaba con atención todo lo que les explicaban sobre los orígenes de la cultura azteca y de cómo los antiguos pobladores del lugar, solían identificar a sus más valerosos guerreros como caballeros águila y caballeros tigre. Entonces llegaron a una zona donde se encontraba un muro constituido por representaciones de cráneos humanos; se trataba del "Tzompantli", que en nahuatl significa "Altar de cráneos". "Steve" se quedó observándolo durante varios minutos, como hipnotizado. Estaba tan ensimismado que ni siquiera se dio cuenta cuando el grupo continuó avanzando, para seguir con el recorrido. La idea de crear un altar con los cráneos de personas sacrificadas le parecía sumamente extraña y hasta algo perversa. Ned volvió sobre sus pasos, al darse cuenta de que "Steve" se había rezagado y le dijo:
-Vamos, si te retrasas te perderás la explicación.
-Si, ya voy.- Repuso "Steve", pero no se movió. Continuaba contemplando el muro ensimismado. Entonces Ned recitó en voz alta:
- "¿Acaso de verdad se vive en la Tierra?
No para siempre en la tierra: solo un poco aquí.
Aunque sea jade se quiebra.
Aunque sea oro se rompe.
Aunque sea plumaje de quetzal se desgarra.
No para siempre en la tierra: solo un poco aquí."
"Steve" se volvió a verlo algo sorprendido.
-Es un antiguo poema de un rey azteca llamado Nezahualcoytl.-Dijo Ned, con aire de entendido.
-Parece que conoce bastante sobre los aztecas.- Dijo "Steve", tratando de apartar los obscuros pensamientos que se habían agolpado en su cerebro.
-Conviví un tiempo con algunos inmigrantes mexicanos. Son personas interesantes. Les gusta hablar de sus tradiciones.
-Pues esa afición por la muerte, no me parece a mí tan interesante.-Dijo "Steve", con algo de desagrado.
-¡Oh, no! No es que tuvieran afición por la muerte. Todo lo contrario. Para ellos lo más importante era la vida, ya que no había forma de volver, una vez que se había muerto. Sin embargo, sentían gran respeto por sus antepasados y les rendían homenaje. La muerte es algo inevitable, por eso era esencial para ellos llevar una buena vida, para que al dejar este mundo, uno fuese recordado por toda la eternidad.
Sin embargo a "Steve", la explicación no le hizo sentir mejor. Se sentía sumamente afligido, porque en su mente tenía ahora el rostro de ese hombre con el que había soñado anteriormente y la duda sobre qué es lo que él había hecho o dejado de hacer para ocasionar que esa persona muriera, lo angustiaba. También se preguntaba si en algún lugar del mundo, existiría alguna persona que pensara en él. Tal vez alguien quien ahora lo suponía muerto. Sacudió la cabeza, que comenzaba a dolerle. Ned no hizo ningún comentario más, pero lo sujetó suavemente por el brazo, invitándolo a continuar con el recorrido. "Steve" asintió y continuó caminando.
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Remus se encontraba recostado en su cama, meditando en lo que tendrían que hacer dentro de unas horas más; mientras tanto, el sol comenzaba a ponerse y el cielo se teñía de rojo, con los últimos rayos del atardecer.
No podía negar que se sentía sumamente preocupado; el plan era arriesgado y había tantas cosas que podrían salir mal que, por más que quería mostrarse optimista, no podía quitarse esa opresión en el corazón. Por otra parte, se sentía intensamente afligido. Inconscientemente pasaba sus dedos por sus labios, rememorando el efímero beso que Dana Scully le había dado; en su mente sólo estaba ella; sus ojos, su rostro, su cabello...
¡Cómo había podido ser tan tonto! ¡¿Cómo pudo dejarse arrastrar de esa forma?! Ella simplemente estaba confundida, era normal; después de todo, los Dementores le habían hecho revivir sus más terribles recuerdos... todo lo que ella quería era un poco de consuelo. Él no debería haberse aprovechado de la situación.
"¿Pero que esperabas? Tú no estás hecho de palo, ¿o sí? También tienes sentimientos, también tienes malos recuerdos... recuerdos horribles..." Se decía esto a sí mismo, como tratando de justificarse.
Suspiró largamente y cerró los ojos, tratando de borrar esa imagen de su mente. "No tienes derecho, Remus. Eres un monstruo. ¡Un fenómeno! No tienes derecho a amar ni a que te amen. Treinta años de ser un hombre lobo deberían haberte enseñado algo." Pensó amargamente.
Se levantó de la cama, entró al baño y se mojó la cara. Después de unos minutos de permanecer con los ojos cerrados, levantó el rostro y encaró su imagen en el espejo, mirándose a los ojos. Entonces dijo en con decisión: "Olvídate de lo que sientes por ella. Tienes una misión que cumplir"
Mientras tanto, Scully se encontraba en su habitación tomando un baño. Trataba de relajarse, pero estaba muy confundida por lo que había pasado unas horas antes y se sentía molesta consigo misma porque consideraba que había actuado como una tonta.
"¿Pero en qué estabas pensando? ¡Eres un agente del FBI! ¡Eres una científica! ¿Qué clase de comportamiento es ese? ¿Qué habrá pensado él?"
Se repetía una y otra vez estas preguntas, mientras dejaba que el agua le cayera sobre el rostro. Aún no estaba segura de qué era lo que la había motivado a besar a Remus, quien a pesar de que habían convivido por algunos días, era un perfecto extraño. Recordaba vivamente la impresión que se llevó aquella noche cuando lo descubrió transformándose en lobo. Él estaba ahí, sentado desnudo, en medio de esa gruta y en cuanto la luz de la luna llena lo tocó comenzó a convulsionarse. Recordaba a la terrible bestia en la que se había convertido, esos ojos malignos, mirándola con avidez. Y entonces, volvía a parecer en su mente el rostro amable de Remus Lupin. Sus ojos color miel, sus facciones apacibles... era un rostro lleno de ternura y al mismo tiempo, lleno de dolor.
No. No lo había besado por lástima. De eso estaba segura. Pero tampoco podía decir que lo hubiese hecho por amor... Sacudió la cabeza y se propuso no pensar más en ello.
Salió finalmente de la regadera, se secó con una toalla y comenzó a vestirse. El plan que tenían que ejecutar dentro de poco tiempo, no ofrecía una perspectiva agradable. Ella había tratado de convencer a Mulder de que deberían dejar todo esto por la paz; pero de sobra sabía que Mulder no desistiría hasta llegar al fondo del asunto. Ella no podía hacer otra cosa que tratar de ayudarlo tanto como pudiera, pero decididamente no estaba de acuerdo.
"Bueno, estas vacaciones habrán podido ser todo, menos aburridas." Pensó Scully con algo de ironía. Tomó su arma y salió de la habitación.
Eran más de las diez de la noche y Mulder, Scully y Remus, se encontraban a las puertas de la mansión Rydlle. Se habían tomado unos minutos para repasar el plan de acción. Mulder se encontraba bastante nervioso, pero trataba de ocultarlo. De repente, Remus sacó un paquetito que llevaba en un bolsillo y se lo tendió a Mulder.
-Tenga Mulder, pensé que le gustarían.- Mulder recibió el paquete y lo abrió. Luego le dirigió una amplia sonrisa a Remus. Eran semillas de girasol.
Entonces, Remus sacó su varita y se aproximó más a la puerta de la mansión. "Alohomora" dijo en voz baja y la cerradura se abrió de inmediato. "¡Lumus!" Una tenue luz salió de la punta de su varita. Entró primero él, seguido por Scully y luego por Mulder. Los agentes miraban hacia todas partes, tratando de vislumbrar algo en la oscuridad.
No se escuchaba nada; una suave brisa veraniega les rozaba el rostro, mientras caminaban por el vasto jardín de la mansión. Remus observaba expectante hacia la puerta que daba acceso a la casa. Penetraron con facilidad, ya que la puerta no estaba cerrada. Mulder y Scully habían sacado sus armas y se preparaban para cualquier cosa que pudiera aparecer. Atravesaron la mansión de extremo a extremo y llegaron hasta la cocina. Encontraron ahí una puerta que daba a un jardín, que estaba bordeado por altos matorrales. Entonces pasó lo que Remus estaba esperando. Las luces de los alrededores se apagaron, al igual que la de su varita. Un frío mortal se extendió y una espesa niebla le cegaba. En medio del cementerio, dos dementores avanzaban hacia él y los dos agentes, lentamente, extendiendo sus manos putrefactas. Remus no lo pensó dos veces y haciendo acopio del más feliz de sus recuerdos, gritó: "¡¡¡EXPECTO PATRONUM!!!"
De su varita salió un chorro de vapor plateado que inmediatamente tomó la forma de un águila. El águila embistió a los dementores que se fueron haciendo hacia atrás. Uno de ellos desistió de acercarse y se perdió en la espesura de un pequeño bosque que se encontraba dentro de los terrenos de la mansión; sin embargo, el otro no parecía dispuesto a irse sin dar pelea, así que evitó al águila plateada y continuó inexorable hacia Remus y sus acompañantes. Scully disparaba su arma contra el dementor y aunque había conseguido darle, el ser no dejaba de avanzar. Remus se mantenía delante de ella, pero el patronus que había conjurado volvió y volaba alrededor de ellos, volviéndose en contra del obstinado dementor, haciéndolo huir por fin.
Volvía a hacer calor, y las luces de los alrededores se encendieron. Remus volvió a decir "¡Lumus!" para tratar de alumbrar un poco. Scully estaba junto a él, bastante alterada, pero lo que a Remus le hizo sentir pánico, fue que Mulder ya no estaba ahí.
- ¡Dana! ¿Estás bien? ¿Dónde está Mulder?
Scully volteó a verlo asustada y luego miró hacia la puerta de donde habían salido. Se aproximó hacia ahí, con pasos tambaleantes, pero Remus la detuvo del brazo. Entonces, se escuchó una voz que decía "¡EXPELIARMUS!" y antes de que pudieran hacer algo, la varita de Remus salió volando de sus manos, así como la pistola de Scully.
Entonces vieron a Mulder que se aproximaba hacia ellos, llevaba su pistola levantada y les apuntaba con ella. Detrás de él había otras cuatro personas. Todos vestían unas largas túnicas negras y llevaban máscaras blancas. También ellos les apuntaban con sus varitas.
Mulder llevaba la mirada extraviada y no parecía ser dueño de sus actos. Scully comenzó a hablarle.
-¡Mulder! ¡Qué estás haciendo!.
Los mortífagos reían a carcajadas; una mujer, quién apuntaba a Mulder con su varita, dijo cruelmente.
- ¡No te molestes en hablarle, estúpida! En este momento, no sabe ni quién eres.
- Debí imaginármelo... - Dijo Remus en voz baja.
-¡Vaya! Pero miren a quien tenemos aquí! ¡El licántropo patético! ¿Y cómo están tus amigos? ¡Oh! Espera, si ya no tienes amigos... Todos están muertos, ¿no es cierto?- Dijo la mujer con voz burlona.
Uno de los hombres que estaban detrás, se aproximó un poco y dijo cortante:
-Es suficiente Bella, ya tenemos lo que vinimos a buscar.
-¡Vamos, Severus! No sean tan aguafiestas. A penas estoy comenzando a divertirme.
Al escuchar ese nombre, Remus dijo con voz iracunda.
- ¡TÚ! Lo sabía! ¡Sabía que tarde o temprano, volverías a lo que eres realmente! ¡MALDITO MORTÍFAGO!
Severus, caminó un poco hacia Remus y clavó en él sus negros e insondables ojos.
-Tal vez ahora quieras ponerte de rodillas y suplicarme que no te mate. ¿Qué opinas, Lupin?- Dijo Severus, con la voz cargada de desprecio.
Remus no dijo nada, sólo se quedó ahí mirándolo y temblando de impotencia. Scully permanecía completamente atónita, sin atreverse a hacer ningún movimiento.
Inesperadamente, Severus apuntó con su varita a Remus y dijo "¡Crucio!". Remus sintió como lo invadía un inmenso dolor; cayó al suelo de rodillas mientras hacía un esfuerzo supremo por no gritar. No quería darles esa satisfacción.
Severus levantó la varita y el dolor cesó, volviendo a su posición original. Mientras Scully ayudaba a Remus a ponerse de pie, lanzó una rápida mirada hacia el grupo de magos que les cortaba el paso. Uno de ellos, el de menor estatura, parecía muy nervioso, porque se movía convulsivamente. Severus se puso justo delante de él y entonces dijo:
-Bella, será mejor que nos vayamos ya. El Maestro está esperando.
-De acuerdo, pero no voy a irme así como así. Nuestro simpático amigo, tiene que despedirse de estos dos, ¿no crees? Después de todo, no van a volver a verlo nunca.- Dicho esto, se aproximó un poco a Mulder y le dijo algo al oído. Entonces Mulder dio un par de pasos al frente y se dispuso a disparar en contra de Scully.
-¡¡MULDER, NO!! - Gritó ella. El estruendo de dos disparos se hizo oír en la noche. Scully había sido empujada al suelo y Remus había recibido los dos impactos, en el pecho. Cayó junto a ella, llevándose la manos al pecho manchado de sangre.
-¡¡¡NOOO!!!- Gritó Scully. De repente, de la nada aparecieron más magos. Comenzaron a lanzar hechizos a diestra y siniestra y Scully alcanzó a ver como uno rayo de luz roja se impactaba en uno de los magos encapuchados haciéndolo caer al suelo.
Severus se había quitado justo a tiempo, pero el hechizo aturdidor que Kingsley había lanzado hacia él, le había dado a Peter, quien cayó inconsciente de inmediato. Entonces le gritó a sus compañeros, mientras corrían a ponerse a cubierto:
-¡LARGUÉMONOS AHORA! ¡¡¡SI DUMBLEDORE VIENE, ESTAMOS PERDIDOS!!!
-¿Y qué hay de Pettigrew?
-¡No hay tiempo, tendrá que quedarse atrás! ¡Si no volvemos con el muggle, el Maestro nos matará a todos!- Replicó Severus, mientras lanzaba hechizos sin fijarse en donde caían.
Al oír esto, los mortífagos, junto con Mulder, desaparecieron del lugar.
Mientras, Scully trataba de reanimar a Remus, hablándole. Los magos que habían llegado se les acercaron. Uno de ellos, un mago alto, negro y de voz profunda le dijo:
-¿Se encuentra usted bien?
-¡Sí! ¡¡Yo estoy bien, pero Remus!! ¡¡Está herido!! ¡¡¡Tenemos que atenderlo, pronto!!!
Otro mago se acercó. Había ido primero a revisar al mago que había sido herido y después de atarlo, se aproximó a ellos. Era un hombre de apariencia sumamente extraña. Era viejo y llevaba una pata de palo, pero lo más extraño de todo era su cara. Dijo con una voz gruñona, mientras miraba fijamente a Remus:
- Parece que las balas lo atravesaron. No está en peligro grave, pero hay que detener la hemorragia.
"¡Pero de qué habla este loco! ¡¡Cómo no va a estar en peligro grave, si dos balas acaban de atravesarlo!!" Pensaba Scully desesperada. Entonces un mago que parecía más joven se acercó al grupo. Era pelirrojo y llevaba el cabello largo, atado en una coleta. Sacó su varita y tocó el pecho de Remus, diciendo unas palabras en voz baja. De inmediato, las heridas ocasionadas por los proyectiles, dejaron de sangrar. Después de unos minutos, Remus abrió los ojos y miró a todas partes.
Scully estaba en completo estado shock. Esto era más de lo que podía soportar. Sabía que el plan era que debían permitir que Mulder fuera secuestrado y aunque sabía que había un mago infiltrado con los enemigos, comprendía que aún así había graves riesgos. Lo que no alcanzaba a comprender, era que un hombre que acababa de recibir dos impactos de bala y que uno de ellos había le había indudablemente, atravesado el corazón, estuviese ahora poniéndose de pie, tan tranquilo, como si sólo se hubiese caído al tropezar con una piedra.
Entonces, comenzaron a escucharse pasos y a verse luces que se aproximaban a la mansión. Remus dijo, haciendo un esfuerzo: -Debemos irnos. No estamos como para dar explicaciones a la policía. ¿Tonks, tienes el traslador?
Una mujer joven se aproximó rápidamente y le tendió a Remus una lata de refresco vacía.
El mago alto y negro traía arrastrando al otro mago que había sido herido y entonces todos tocaron la lata. Remus sujetó la mano de Scully, haciendo que tocara la lata. De un momento a otro todo dio vueltas y aquél oscuro jardín quedó solitario de nuevo.
