The Magical Files

Disclaimer:

Nada del mundo de Harry Potter me pertenece, todos los derechos son de J.K. Rowling; Mulder y Scully tampoco son míos, estos personajes así como todo lo relacionado con "Los Expedientes Secretos X" es obra de Chris Carter. La historia y uno que otro personaje despistado que aparece en ella, definitivamente son míos.

Capítulo XXXI. Lo claro del encierro y lo confuso de la libertad.

Nota: Gracias a mi tocayita Mawi, por el título

Mulder no sabía cuanto tiempo había pasado. Estaba completamente aturdido. Le habían vendado los ojos y se encontraba atado de manos y pies. Tal vez temían que anduviera por ahí merodeando, aunque eso era algo que definitivamente no pensaba hacer.

Después de que habían entrado a la mansión y habían atravesado por la puerta de la cocina ya no podía acordarse de nada más; su mente estaba completamente en blanco.

De momento se preguntaba en dónde podría estar. También quería saber que había sido de Scully y de Lupin. Aparentemente, las cosas habían salido justo como Dumbledore había previsto; sólo esperaba que esta "visita" no se prolongara por mucho tiempo; dentro de pocos días tendría que volver a su país y se imaginaba explicándole a su jefe, el subdirector Skinner, por qué se había tenido que tomar unos días de vacaciones extra.

De repente escuchó unos pasos amortiguados que se aproximaban, acto seguido se escuchó una puerta que se abría y se cerraba de inmediato. Mulder permaneció estático, suponiendo que se trataba de uno de sus captores.

Mulder escuchaba con atención y sintió que la persona que acababa de entrar se aproximaba a él. Entonces escuchó que alguien le hablaba en voz muy baja y al oído:

-Escúcheme con atención. Si quiere salir vivo de esta, debe hacer todo lo que se le indique. No trate de oponer resistencia ni intente pasarse de listo, porque él no dudará un segundo en matarlo.

Dicho esto, Mulder notó que el hombre que estaba ahí, le colocaba algo alrededor del cuello. El hombre continuó:

-Cuando todo haya pasado, todo lo que deberá hacer, será tocar este amuleto.

-¡Espere! ¡Dígame que fue de Scully y de Lupin!

-Ellos están bien. Ahora debo irme; ya no hablaremos más. Buena suerte.

Mulder escuchó que el hombre salía de la habitación y de inmediato sintió que las cuerdas que lo ataban, se habían aflojado, pero esperó a que la puerta estuviese cerrada para liberarse por completo y para quitarse la venda de los ojos.

Mientras sus ojos se acostumbraban a la escasa luz que había, permaneció sentado en el suelo. Meditó un momento en las palabras que acababa de escuchar, y esperaba que efectivamente Scully se encontrara bien. No se perdonaría nunca que algo malo le sucediera; ya que había sido su propia obstinación la que los había orillado a esta situación.

La habitación donde se encontraba estaba en completa penumbra, pero sobre la mesa había una charola con comida y una jarra con agua. Mulder no dudó un segundo en probar los alimentos, ya que no era probable que quisieran envenenarlo; si su intención fuera matarlo ya lo habrían hecho.

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Mientras esto sucedía, un hombre caminaba solitario y pensativo por una calle obscura de la ciudad de México. Parecía haber caminado por horas y ya no sabía que hacer. Realmente se sentía perdido.

"Steve" escuchó las campanadas de un viejo reloj. Ya eran las 10 de la noche y aunque aún había mucho bullicio de autos y de gente que caminaba de vuelta a sus hogares; él comprendía que no podía continuar vagando sin ninguna dirección en específico. Buscó un rincón oscuro y solitario para transformarse en perro. Después de unos minutos de buscar un sitio donde dormir, se encontró con una antigua construcción que parecía estar completamente abandonada. Podría ser un buen refugio para esa noche. Atravesó con cuidado un portón que parecía que podría caerse en cualquier momento y se adentró en una especie de grupo de departamentos. Estaba muy oscuro, pero su visión canina le permitía conducirse con seguridad. Encontró una zona adecuada para descansar, debajo de unas maltrechas escaleras y sin más ni más se quedó profundamente dormido.

El cielo estaba teñido de un color rojo sangre y sobre éste se recortaban unas lejanas montañas. Todo al rededor era árido y tenebroso. No parecía haber nadie. "Steve" se encontraba ahí solo, preguntándose como es que había llegado ahí. De repente miró hacia un lado y se encontró con una mujer. Ella era muy anciana y tenía el cabello blanco y largo, amarrado en una trenza. La anciana lo miraba impasible y entonces le dijo:

-¿Estás perdido Nahualli-iztcuintli?

"Steve" simplemente asintió con la cabeza.

- Hay gente que te está buscando. ¿Lo sabes?

"Steve" negó esta vez. Esa mujer no parecía estar hablando en un idioma que él conociera, pero por algún motivo, él era capaz de entenderla.

- El Nahualli-coatl quiere hacerte daño; pero el Nahualli-teotontli quiere ayudarte. Yo puedo hacer que los encuentres. Debes venir a mi casa.

- ¿Pero quién eres tú?

- Debes ir a la ciudad custodiada por el volcán que humea y por la mujer blanca. Darás siete pasos de atlante y llegarás al lugar de la huída. Una vez ahí, debes preguntar por el conejo y entonces me encontrarás.

- ¿Tú sabes quien soy yo?

- Eres Nahualli-Itzcuintli.- Respondió la anciana simplemente. Entonces añadió: -Ven a buscarme, sólo tienes un día. Si no vienes conmigo, no podrás volver a tu hogar.

- ¡Pero cómo fue que vine a dar aquí! ¡Dímelo! Tengo que saberlo.

- Debemos irnos ahora.

Dicho esto, la anciana se transformó en un conejo blanco y se alejó rápidamente. "Steve" se quedó quieto por unos minutos y entonces volvió la vista atrás. Uno seres altos y encapuchados se aproximaban a él y comenzó a sentir mucho frío. Los seres estaban cada vez más cerca, pero él no podía moverse ni hacer nada. Entonces volvió a oír la voz de la anciana que decía con voz potente: ¡¡NAHUALI-IZTCUINTLI, DESPIERTA!

"Steve" despertó de inmediato y se transformó en humano de nuevo. No estaba seguro de que eso hubiese sido un sueño. Trató de grabar en su memoria todo lo que había escuchado y salió corriendo del lugar. Un vigilante que andaba por ahí lo alcanzó a ver cuando abandonaba el edificio en ruinas y le gritó algunas cosas que "Steve" no entendió. Se alejó corriendo tan rápido como las piernas le permitían. Sabía ahora lo que tenía que hacer y sin detenerse un minuto a pensar, tomó la dirección que lo conduciría hasta el departamento de Victoria.