The Magical Files
Disclaimer:
Nada del mundo de Harry Potter me pertenece, todos los derechos son de J.K. Rowling; Mulder y Scully tampoco son míos, estos personajes así como todo lo relacionado con "Los Expedientes Secretos X" es obra de Chris Carter. La historia y uno que otro personaje despistado que aparece en ella, definitivamente son míos.
Capítulo XXXVIII. Siguiendo al conejo.
Al rededor de las 5 de la tarde, Victoria y Sirius finalmente se encontraban cerca de la ciudad de Puebla, y tomaron una desviación que los llevaría al poblado de Cholula.
Una vez ahí, buscaron en donde estacionar el auto y se bajaron para iniciar su búsqueda a pie. Fue en ese preciso momento cuando se percataron de que no tenían ni la más remota idea de lo que estaban buscando.
Caminaron sin rumbo fijo por más de media hora hasta que llegaron casi a los límites de la ciudad.
Sirius estaba muy callado y parecía algo ausente. Victoria miraba hacia todas partes preguntándose qué clase de conejo estaban buscando; entre el calor que hacía y el cansancio producto del viaje, se sentía muy abrumada. Se detuvieron a descansar bajo la escasa sombra de un árbol que lucía bastante marchito. En eso, un pequeño grupo de mujeres de rasgos indígenas que provenían de un campo cercano, pasaron frente a ellos. Venían riendo y hablando rápidamente en algún tipo de dialecto; aún así, Victoria se levantó rápidamente y se acercó a ellas.
- ¡Disculpen! ¿Podrían ayudarme? -Las mujeres se detuvieron y cuchichearon entre ellas en su dialecto, pero todas asintieron con la cabeza.
- ¿Ehmmmm... podrían decirme como encontrar al... hmmm... al conejo? -Victoria no estaba segura de que esas mujeres comprendieran el español, aunque admitía que era una pregunta bastante extraña. Simplemente se limitaron a seguir riendo. Victoria no se rindió: - ¡El conejo! ¿Saben de que les hablo? -preguntó de nuevo con un dejo de molestia en la voz. Sin embargo, la respuesta fue exactamente igual.
Volteó entonces a ver a Sirius, haciendo un gesto de exasperación, quién sacó una especie de folleto que llevaba en el bolsillo del pantalón y dijo tan claramente como pudo:
- ¿Too-toosh... Toosshhhtlii? -Victoria respondió algo extrañada: -¿Tochtli?
Al oír esa palabra, las mujeres no rieron aunque volvieron a comentar entre ellas en voz baja. Victoria se quedó muy sorprendida ante el cambio y entonces le quitó a Sirius el papel que tenía en las manos. Se trataba de un folleto que explicaba algunos datos sobre la llamada "Piedra del Sol" o "Calendario Azteca". Ahí aparecían los nombres que los aztecas daban a los años y la palabra Tochtli (conejo) figuraba ahí. Victoria se le quedó viendo a Sirius, quien simplemente le sonrió y se encogió de hombros.
Una de las mujeres se acercó a ellos y les hizo señas para que la siguieran; ambos obedecieron y tras una corta caminata llegaron al pie de un sendero que serpenteaba subiendo una colina alta, coronada por una casita de aspecto humilde.
Victoria y Sirius se quedaron observando el camino que conducía a la casita y entonces Victoria le preguntó:
-¿Qué opinas? -Sirius vaciló por un momento y entonces dijo:
-Bueno, creo que no hay muchas opciones, ¿o sí?
Victoria dio las gracias a la mujer y ella se alejó para reunirse con sus compañeras; éstas continuaron riendo y charlando animadamente en su idioma al tiempo que se alejaban de ahí tranquilamente.
Victoria las observó por algunos minutos y luego regresó con Sirius; finalmente se decidieron a seguir adelante. Ya iban a la mitad del camino cuando se encontraron a un muchacho, que por su aspecto debía de ser un campesino. Venía por el mismo sendero, solo que en dirección opuesta. En cuanto estuvieron frente a frente les dijo en español:
-¡Hola! Mi abuela me mandó a buscarlos, porque dijo que se estaban tardando mucho. -Victoria se quedó algo sorprendida y entonces dijo:
-¿Hmmm... perdón?
-Ustedes están aquí para ver a mi abuela, ella me lo dijo. ¡Yo me llamo Jacinto! -Respondió el muchacho, alegremente. Tenía la cara redonda y su piel era muy morena y brillante. Sus ojos eran café oscuro y brillaban con intensidad. Parecía estar muy contento de recibir visitas.
Sirius no había entendido las palabras del chico, pero le pareció que su actitud era amistosa. Victoria sin embargo, titubeó por un momento, pero al final de cuentas ya estaban ahí, así que lo mejor que podían hacer era continuar adelante. Aunque no dejaba de parecerle extraño que ese muchacho supiera quienes eran ellos y a qué habían venido. No obstante, lo siguieron cuesta arriba hasta llegar a la pequeña y maltratada vivienda.
Entraron y Jacinto les pidió que se sentaran en unos troncos que estaban cerca de la pared. Victoria y Sirius se sentaron, mientras miraban a su alrededor, examinando la pequeña y humilde casita. El chico se había retirado de esa habitación, a través de una improvisada cortina, hecha por lo que a Victoria le pareció, era una sábana vieja y mugrienta. Sólo pasaron unos cuantos minutos cuando entonces apareció por detrás de la "cortina" la figura de una mujer muy anciana. Era bajita de estatura; su cabello era completamente gris y muy largo y lo llevaba sujeto en una sola trenza. Sus ojos eran pequeños y su cara estaba cubierta de arrugas. Victoria y Sirius se pusieron de pie en cuanto ella entró, y Sirius se acercó, tendiéndole la mano. No le cabía la menor duda. Esa mujer era la que le había hablado en sueños; sentía una gran emoción aunque al mismo tiempo se sentía sumamente asustado.
La mujer sujetó la mano de Sirius entre las suyas y le sonrió con benevolencia; acto seguido les hizo señas para que se volvieran a sentar. Ella ocupó un lugar sobre un montón de mantas que había en la pared opuesta; mirando con atención a sus dos huéspedes. Entonces comenzó a hablar, pero ni siquiera Victoria podía entender lo que estaba diciendo, ya que al parecer, la anciana no hablaba español, pero entonces Jacinto comenzó a traducir tan rápido como pudo:
-Mi abuela dice que le da mucho gusto que hayan llegado. Ya estaba preocupada porque si no llegaban a tiempo, no iba poder ayudar al "Nahualli Itzcuintli". Dice que ya tiene todo listo y que en un rato más empezará el ritual; pero que hay que esperar a que se haga de noche.- Dijo Jacinto tratando de hablar casi a la par de su abuela. Victoria asintió y entonces tradujo para Sirius lo que acababa de escuchar.
-Pregúntale como es que supo de mí.- Le pidió Sirius a Victoria. Ella hizo la pregunta y la anciana respondió mirando directamente a Sirius; Jacinto hizo la respectiva traducción:
-Mi abuela dice que él pidió ayuda y que la única forma en que ella pudo ayudarlo fue trayéndolo a México. Dice que debe estar tranquilo, porque muy pronto va a acordarse de todo y podrá volver a su casa.
Victoria dijo esto a Sirius en inglés y él permaneció un momento en silencio tratando de comprender el significado de esas palabras.
Entonces Jacinto salió un momento y regresó con comida. No era precisamente un banquete, sólo eran un par de platos con algo de caldo, verduras y una pieza de pollo. El chico se los ofreció sonriente y tanto Sirius como Victoria los aceptaron de buen grado; después de todo, no habían comido prácticamente nada en todo el día y el viaje había sido bastante largo. El chico habló de nuevo.
-Mi abuela dice que es mejor que recuperen sus fuerzas, porque el ritual va a estar muy cansando y es muy difícil.
Victoria asintió y le dio las gracias a Jacinto. Ella y Sirius terminaron de comer y bebieron un par de vasos de agua de tamarindo. Curiosamente y aunque la comida no había sido precisamente abundante, Victoria se sintió tan relajada y tranquila que casi sin darse cuenta se quedó dormida, recargada en el hombro de Sirius; éste, por su parte, no comprendía por qué ese lugar de aspecto tan humilde y la sencilla actitud del joven y la anciana, le inspiraban un profundo sentimiento de confort. Miró por unos instantes a Victoria con dulzura y le besó la frente. Ya no se sentía preocupado a pesar de que aún desconocía que es lo que pasaría en los próximas horas; se sentía sumamente calmado, así que también el cerró los ojos y lentamente se fue hundiendo en un sueño tranquilo.
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Por su parte, Severus Snape se encontraba en una habitación solitaria, poniendo en un recipiente de vidrio, una poción que acaba de preparar. Ya casi estaba todo listo, sólo faltaba que Mulder ingiriera la poción. Nunca había participado en algo que le significara tanto peligro como ahora, pero él ya había hecho su elección y ahora tendría que hacer uso de todos sus recursos para lograr su objetivo... sobre todo, para permanecer con vida.
Se dirigió entonces al cuarto en el que Mulder se encontraba recluido y le dijo a quienes le custodiaban.
-Debo entrar para darle esto. Vayan ahora con el maestro para que reciban instrucciones.
Los mortífagos asintieron sin hacer ningún comentario, aunque nada les daba más alegría que no tener que cuidar más de ese fastidioso muggle que no había parado de cantar en toda la tarde.
Cuando Severus entró en la habitación, encontró a Mulder silbando tranquilamente. Ya eran las diez de la noche y apenas tenían tiempo para realizar el complicado conjuro que habían estado preparando.
Mulder guardó silencio en cuanto se percató de que alguien había entrado a la habitación. Se incorporó sobre la cama y miró hacia su captor, esperando para saber que lo que ocurriría a continuación.
El recién llegado se acercó en silencio y tendió hacia Mulder un recipiente de cristal que contenía una extraña y turbia sustancia de color verde.
-Beba esto. -Dijo escuetamente y en voz muy baja. Mulder obedeció casi sin chistar y se bebió el desagradable brebaje. En cuanto se lo terminó se sintió muy mareado y casi no podía tenerse en pie. En ese momento entraron nuevamente los dementores y lo sujetaron. Mulder no entendía que era lo que estaba pasando, su cerebro estaba completamente en blanco y se sentía como si todas sus fuerzas le hubiesen abandonado. Sólo tenía una idea fija en el cerebro, "¡no olvides el crucifijo!" Su mente parecía repetirle ese mensaje de manera constante y desesperada. Sentía como los dementores lo llevaban casi arrastrando, pero no había nada que pudiera hacer al respecto.
Lo dejaron caer en una especie de cama de piedra, sin embargo no podía resistirse ni decir nada. Entonces escuchó una gélida voz que le hablaba al oído.
-Bienvenido, amigo mío. Ahora tendremos oportunidad de probar tu utilidad. Muy pronto, lo sabremos...
Mulder no podía responder, sentía como si poco a poco fuese hundiéndose en una especie de niebla densa que lo asfixiaba. Alcanzaba a escuchar una voz que repetía sin cesar, palabras misteriosas. Todo estaba oscuro y se sentía mucho frío. Ya no supo más, simplemente se dejó arrastrar hasta lo más profundo de un abismo negro y sin fondo, del que estaba seguro que no saldría jamás.
