The Magical Files

Disclaimer:

Nada del mundo de Harry Potter me pertenece, todos los derechos son de J.K. Rowling; Mulder y Scully tampoco son míos, estos personajes así como todo lo relacionado con "Los Expedientes Secretos X" es obra de Chris Carter. La historia y uno que otro personaje despistado que aparece en ella, definitivamente son míos.

Capítulo XL. Efectos Secundarios

Victoria dormía plácidamente cuando un grito la hizo despertarse con tal sobresalto que ella también gritó por la impresión.

Cuando se repuso, se levantó de inmediato y fue hacia la otra habitación, donde Sirius se encontraba con la anciana. En cuanto entró lo vio inclinado sobre una cubeta, volviendo el estómago. Se acercó entonces alarmada.

-¡Sirius! ¿Estás bien? ¡¿Qué ha pasado!

La anciana sostenía a Sirius quien se veía sumamente pálido y temblaba de arriba a abajo; Victoria notó que la mano izquierda de éste sangraba.

Jacinto, estaba a un lado, observando la escena con mucha atención, en espera de alguna instrucción por parte de su abuela.

-¿Pero qué paso? ¿Qué fue lo que le hizo? -Demandó Victoria tanto a la anciana, como a Jacinto.

-Él está bien, es sólo que el viaje fue muy pesado para él. Pero ahorita le doy algo para que se mejore. -Respondió Jacinto tranquilamente, mientras Sirius seguía vomitando ruidosamente.

Cuando logró controlarse, la anciana le habló a Jacinto quien inmediatamente tomó la cubeta y salió de la habitación. Sirius se había sentado en el suelo, sujetándose la mano izquierda que le sangraba copiosamente. La anciana se acercó a él y sin previo aviso, le arrojó un líquido transparente en la herida. Sirius hizo una mueca de dolor, pero de manera casi instantánea la herida dejó de sangrar, revelando así unas pequeñas marcas, como si hubiese estado sujetando alguna planta espinosa.

Victoria se sentó a su lado y le puso una mano en el hombro. Sirius no la miraba, trataba de asimilar la información que había recibido recientemente y permanecía con los ojos cerrados, aún sujetándose la mano izquierda. Victoria miró sorprendida como las pequeñas heridas iban desapareciendo poco a poco.

Después de permanecer así por varios minutos, finalmente Sirius logró decir algo.

-Lo recuerdo todo ahora. -Dijo en una voz apenas audible. Victoria se le quedó mirando fijamente, pero no supo que decir. Sirius continuó: -Estuve encerrado mucho tiempo en prisión, acusado de crímenes que no cometí. -Dijo mirando al vacío. -También he logrado recordar quién es Harry... él es mi ahijado; su padre era mi mejor amigo... pero él y su esposa fueron asesinados por... un malvado hechicero de nombre Lord Voldemort... fue por... fue mi... -Sirius guardó silencio; aparentemente no podía continuar hablando.

Victoria sentía ganas de abrazarlo; quería confortarlo, pero se contuvo porque no estaba segura de que él la aceptara. Pensaba que ahora que habría logrado recuperar su identidad Sirius estaría ansioso por volver a su hogar.

Jacinto regresó y les dio a ambos un par de jarritos de barro, que contenían un líquido caliente.

-Tengan, con esto se sentirán bien.

Ambos lo aceptaron y Sirius lo bebió de inmediato sin detenerse a preguntar qué era. Se sintió muy confortado en cuanto la bebida cayó en su estómago; no era otra cosa que chocolate.

Victoria lo bebió también en silencio, esperando a que alguien dijera algo y evitando ahora mirar a Sirius.

La anciana permanecía sentada tranquilamente frente a ellos sin decir nada, había sacado un cigarro y estaba fumando despreocupadamente.

Después de permanecer varios minutos en silencio Sirius volvió a hablar, con voz algo más tranquila.

-Ehmmm... y ¿qué se supone que haremos ahora? -Dijo hablando hacia la anciana, Victoria repitió sus palabras en español y la anciana dijo simplemente.

-Esperamos.

Jacinto le hizo señas a ambos para que salieran de la habitación. Sirius y Victoria obedecieron sin hacer ningún otro comentario. Entonces Jacinto les dio un par de cobijas y les dijo que durmieran un rato.

-No se preocupen, ya todo está bien. Sólo hay que esperar.

-¿Pero que se supone que estamos esperando? -Preguntó Victoria algo molesta.

-Pues a qué vengan a por él. -Respondió Jacinto, como si fuera lo más obvio del mundo.

La pareja se acomodó en un rincón. Sirius acurrucó a Victoria entre sus brazos y recargados en la pared se dispusieron a dormir. Ambos parecían temerosos de hablar y ninguno se atrevía a forzar la plática, así que sin ningún otro comentario finalmente se quedaron dormidos.

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Mulder se escuchó gritar a si mismo, tan fuertemente que sentía como si la garganta se le desgarrara.

Abrió los ojos y se dio cuenta de que sostenía en la mano lo que parecía ser algún tipo de planta espinosa; la soltó de inmediato y la planta se marchitó en el suelo y desapareció. Estaba confundido y sentía mucho dolor. Había caído al suelo y todo le daba vueltas. Cómo pudo se puso en pie y sin poder contenerse más volvió el estómago encima de alguien que estaba cerca de él.

Escuchaba voces a su alrededor, pero nada parecía tener sentido. Cuando hubo descargado su estómago, miró en torno suyo; todos los presentes le miraban con odio y repulsión; a lo lejos veía a aquél que le había guiado durante ese bizarro viaje por el valle de la muerte.

Lord Voldemort, permanecía quieto en un extremo de la habitación; él también tenía una herida en la mano, que sangraba levemente. Fulminaba a Mulder con la mirada, mientras éste trataba de poner en orden su mente. Dejó de mirarlo y se dispuso a salir de la pequeña habitación, no sin antes decir con voz indiferente: "¡Mátenlo!"

Mulder se sujetaba la mano herida, mirando alarmado como todos los presentes, sacaban sus varitas mágicas y le apuntaban. Detrás de él había una ventana polvorienta que dejaba pasar la tenue luz del amanecer. Los magos que lo rodeaban se miraban unos a otros, como tratando de ponerse de acuerdo en quien sería el que lo mataría. Finalmente uno de ellos se aproximó hasta él. Por una fracción de segundo, Mulder creyó que era su fin, pero de repente y como si alguien hubiese encendido en su cerebro una luz, el rostro de Scully vino a su mente y entonces lo recordó: "¡El crucifijo!" Comenzó a buscar desesperadamente entre su camisa, mientras caminaba hacia atrás tratando de acercarse más a la ventana. El mago frente a él levantó su varita y comenzó a decir: "Avada Keda.." sin pensar un sólo segundo más, Mulder se arrojó por la ventana y mientras caía hacia el suelo, sus dedos habían alcanzado a tocar el crucifijo. Lo último que escuchó antes de que todo comenzara a girar vertiginosamente, fue una voz que gritaba imprecaciones.

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Remus Lupin se paseaba nervioso de un lado a otro dentro de la cabaña de Hagrid. Ya casi amanecía y no había noticias de Mulder. Hagrid lo miraba con aprensión, mientras "Fang" se mantenía echado a sus pies, con cara de aburrido.

-Tómalo con calma, Remus. Ya no debe tardar demasiado. -Dijo Hagrid tratando de tranquilizarlo, pero Remus no respondió, se limitó a seguir paseando por la cabaña, deteniéndose de cuando en cuando frente a la ventana.

-¿Qué tal si algo salió mal? ¿Qué tal si no logró...?

-Por favor, estoy seguro de que todo está bien. Dumbledore sabe lo que hace.

-Lo sé Hagrid... lo sé... es sólo que... -Remus guardó silencio. No podía dejar de sentirse tenso; temía que algo le hubiese ocurrido a Mulder. Lamentaba haber involucrado a los dos agentes en esto.

Mulder creyó por un momento que se desmayaría. De repente todo se detuvo y cayó al suelo de golpe. Pensó que se había matado al caer por esa ventana, aunque no se sentía realmente muy adolorido. Permaneció varios segundos con los ojos cerrados, temiendo con lo que se iba a encontrar al abrirlos.

Entonces una voz familiar le dijo: -¡Gracias al Cielo! ¡Qué alegría verlo a salvo!

Mulder abrió primero un ojo y se encontró con una cabeza enorme y cubierta de pelo. Cerró los ojos más fuertemente y la voz familiar volvió a escucharse.

-¡Agente Mulder! ¿Se encuentra bien?

Mulder finalmente abrió los ojos y vio el rostro tenso de Remus Lupin que lo miraba preocupado.

-¿Lupin? -Dijo Mulder casi sin poder creerlo. -¿Cómo es que...? ¿Qué fue lo que pasó? Yo estaba... -Lupin se acercó hasta él y lo ayudó a levantarse del suelo. Mulder tenía varias heridas en la cara, y en los brazos, además de la herida que tenía en la mano. Hagrid se mantuvo un poco alejado, pero era demasiado grande para que Mulder no lo notara. Éste no pudo evitar mirarlo sumamente extrañado, mientras Lupin lo conducía hasta una silla.

Mulder no podía dejar de mirar a Hagrid, quien comenzaba a sentirse un poco incómodo. Remus le ofreció a Mulder una taza de té; éste la recibió sin dejar de mirar a Hagrid. Aún aferraba entre sus dedos el crucifijo.

-Yo diría que ya puede soltar eso. Está a salvo ahora. -Dijo Lupin quedamente, Mulder lo miró cómo si se acabara de dar cuenta de que él estaba ahí. Soltó entonces el crucifijo. De repente dijo. -¿Dónde está Scully? ¿Ella está bien?

-Ella está con Dumbledore y estoy seguro de que está muy bien. Tome el té, se sentirá algo mejor y entonces iremos al castillo para que le curen esas heridas.

Respondió Remus tranquilamente. Entonces sacó su varita e hizo aparecer una venda, envolviendo con esta la mano herida de Mulder.

Tras unos minutos, Remus dijo: -Déjeme presentarlo, éste es Rubeus Hagrid, él trabaja aquí en Hogwarts. -Entonces añadió. -Hagrid, éste es el agente Fox Mulder, de quien ya te había hablado.

-Mucho gusto en conocerlo. Su compañera estuvo aquí ayer; estuvimos hablando durante algún rato. Se expresó muy bien de usted. -Dijo Hagrid en tono alegre. Mulder se limitó a asentir con la cabeza y sonrió levemente. Comenzaba a recuperarse de la impresión; cosa que no era fácil tomando en cuenta las dimensiones de Hagrid.

Entonces se escuchó que llamaron a la puerta; Hagrid la abrió y ahí se encontraba Albus Dumbledore. Lucía algo cansado, pero parecía estar tranquilo; sostenía en la mano un objeto. Entró en la cabaña y se acercó a Mulder.

-Me alegra mucho saber que se encuentra bien, señor Mulder. Su compañera está perfectamente a salvo y estoy seguro de que le dará mucho gusto verle. Hagrid, por favor, condúcelo a la enfermería, para que Madam Pomfrey lo atienda, ¿quieres? Regresa pronto porque necesito que prepares a los thestrals. Debo hacer un pequeño viaje.

-¡Seguro, profesor! Venga conmigo. -Dijo Hagrid, dirigiéndose a Mulder quien miró hacia Lupin algo nervioso.

-Adelante. -Dijo Lupin, sonriente, dándole una leve palmada en la espalda.

Mulder se puso de pie y siguió a Hagrid hacia afuera de la cabaña.

Remus permanecía expectante, mirando a Dumbledore, y queriendo conocer el resultado de aquél extraño y arriesgado plan.

-Creo que es hora de ir por Sirius. -Dijo Dumbledore, sonriendo.

Remus se le quedó mirando casi sin poder creerlo.

-¿Entonces él está...?

-Aún no tengo la certeza de cómo, pero así es. Sirius está con vida.

Remus no podía dar crédito a sus oídos. ¡¡Sirius con vida! Nunca creyó que fuera posible.

-¿Pero en dónde está? ¿Por qué no viene entonces hasta aquí?

-Bueno, se encuentra en otro país. En México para ser exactos. Sin lugar a dudas, debe estar esperándome. Supongo que te gustaría acompañarme.

-¡Por supuesto! ¿Cuando partimos?

-En cuanto Hagrid prepare mi carruaje y a los thestrals.

-¿Pero que hay de Voldemort? Él debe saber en donde está también. ¿No crees que podría tratar de capturarlo?

-Dudo que Voldemort se interese ahora en eso. Lo que él deseaba era aprisionar su espíritu. Eso sin mencionar que la bruja que ayudó a Sirius debe haberse asegurado de que él no fuera capaz de encontrarlo. -Remus se quedó muy impresionado. Entonces se le ocurrió algo.

-¿Pero tú sabes como encontrarlo? ¿Sabes exactamente en donde está?

-Ella me envió algo que me permitirá llegar hasta donde vive. -Dijo Dumbledore, mostrándole a Remus el objeto que llevaba en la mano. Se trataba de una piedra redonda de río, que tenía grabada la imagen de un conejo. Remus parecía confundido. No entendía cómo es que Dumbledore se había hecho con aquél objeto ni cómo es que esa simple piedra les ayudaría a encontrar a Sirius.

-Ya habrá tiempo de explicar los detalles. Ahora debemos partir. -Dijo Dumbledore y se aproximó a la puerta. Remus lo siguió sintiendo una inmensa alegría, que difícilmente podía expresar con palabras.