The Magical Files

Disclaimer:

Nada del mundo de Harry Potter me pertenece, todos los derechos son de J.K. Rowling; Mulder y Scully tampoco son míos, estos personajes así como todo lo relacionado con "Los Expedientes Secretos X" es obra de Chris Carter. La historia y uno que otro personaje despistado que aparece en ella, definitivamente son míos.

Capítulo XLI. Reencuentros y despedidas.

Sirius no supo cuanto tiempo había dormido; se despertó algo sobresaltado, tratando de recordar en dónde estaba.

Miró hacia un lado y vio a Victoria que dormía plácidamente junto a él. La observó por varios minutos, con una serie de sentimientos encontrados revolviéndose en su interior. Ella lo había ayudado tanto y ahora el temido momento de la separación se hacía más latente que nunca. Sin embargo, tenía sobradas razones para volver. En primer lugar estaba Harry. Trataba de imaginarse cómo se sentiría en estos momentos, creyéndolo muerto; tal vez sintiéndose culpable, ya que había ido al departamento de misterios, pensando que él estaba en peligro sin darse cuenta de que todo era una estratagema de Voldemort. Sirius recordaba lo difícil que había sido convencer a los demás miembros de la Orden del Fénix, de que lo dejaran ir con ellos; pero él no podía quedarse ahí simplemente esperando a que lograran llegar hasta Harry y ponerlo a salvo. Él había jurado estar con él y ayudarlo como pudiera; protegerlo de lo que fuera.

Sirius dio un largo suspiro y se puso de pie, teniendo cuidado de no despertar a Victoria; ella se movió un poco, pero no se despertó.

Sirius salió de la pequeña choza y se sentó sobre una roca, observando cómo el sol comenzaba a salir. La colina era bastante alta y estaba rodeada por algunos árboles y espesa vegetación. De repente Sirius notó que en el cielo se dibujaba una figura de grandes proporciones, se talló los ojos y volvió a mirar; era algo sumamente extraño. Era como si una silueta transparente se dibujara sobre el cielo que empezaba a iluminarse conforme el sol se elevaba. Sirius se sintió muy emocionado, mientras trataba de ubicar de nuevo la figura que había visto. En eso escuchó pasos cerca de él. Jacinto y la anciana se habían acercado y le miraban apaciblemente.

Le indicaron por señas que los siguiera y así lo hizo. Caminaron hacia la parte de atrás de la choza y continuaron por una senda que iba colina abajo. No tardaron demasiado en llegar a un amplio claro, rodeado por maleza y árboles. Una parvada de aves emprendió el vuelo de manera inesperada, como si algo las hubiera asustado; Sirius notó que las ramas de algunos árboles se habían movido sin razón aparente; pero entonces notó de nuevo esa figura enorme cuyo contorno se dibujaba ahora en los árboles. Observaba extrañado, al tiempo que se escuchaban sonidos que le parecían familiares; era un ruido como de cascos. Jacinto miraba con curiosidad y la anciana simplemente observaba tranquila.

De repente, y como si se estuviese levantando un telón, comenzó a aparecer delante de ellos una especie de carruaje de aspecto antiguo, tirado por los caballos más horrorosos que Sirius recordara haber visto antes. Cerró los ojos unos segundos y entonces dijo en voz alta. "¡Thestrals!"

En pocos minutos tanto los thestrals, como el carruaje, fueron visibles por completo. Sirius sonrió ampliamente cuando la puerta del extraño vehículo se abrió. Sabía perfectamente quien saldría de ahí.

-¡Dumbledore! -Dijo Sirius quien no cabía en si de alegría. Se aproximó de inmediato al carruaje, tendiéndole la mano a Dumbledore.

Éste estrechó la mano de Sirius, sonriente. Lo tomó por los hombros y dijo.

-No tengo palabras para expresar la enorme alegría que siento en estos momentos. Creí que te habíamos perdido.

-Faltó muy poco. -Dijo Sirius, en tono algo más serio. Pero entonces miró detrás de Dumbledore y se dio cuenta de que no venía solo.

Remus Lupin, estaba cerca de la puerta del carruaje, mirando a Sirius atónito; demasiado emocionado para decir algo. Dumbledore soltó a Sirius y se aproximó a la anciana, saludándola con una reverencia, a la que la anciana correspondió de igual forma.

Sirius miraba a Lupin emocionado, pero éste parecía no saber que hacer. Estaba completamente rígido. Temía que sólo fuera un sueño y que si se acercaba demasiado a Sirius, éste desaparecería en el aire.

Sirius se acercó un poco más y entonces dijo:

-¿Remus? ¿No te... no te alegras de verme?

-Es que... todavía no puedo creerlo. -Dijo Remus sin dejar de mirar a Sirius.

-¡No soy un fantasma! ¡Mírame bien! ¡Toma mi mano! -Dijo Sirius acercándose aún más a Lupin, extendiendo su mano hacia él.

Lupin, tendió entonces una mano temblorosa hacia Sirius y la sujetó. Efectivamente, no era un fantasma, aunque su mano estaba algo fría; era normal, apenas estaba amaneciendo y la mañana era fresca. Entonces se acercó hacia él y sin poder contenerse por más tiempo lo abrazó fraternalmente.

-¡Sirius! ¡Es increible! -Dijo Remus, mientras los ojos comenzaban a llenársele de lágrimas. Sirius correspondió al abrazo y le dijo en voz baja.

-No estaba listo para irme, amigo. Aún no.

Remus se separó un poco y miró a Sirius de pies a cabeza, aún sujetándolo por los hombros. Jamás pensó posible volver a ver a su amigo con vida y ahora estaba ahí, justo frente a él: sano y salvo.

-Ehmm... sabes, a mi también me da mucho gusto verte, pero van a comenzar a pensar que estamos enamorados. Creo que ya puedes soltarme -Dijo Sirius en tono de broma.

Remus se rió con ganas y asintió, soltando a Sirius y limpiándose las lágrimas.

-No, no eres mi tipo. -Dijo Remus muy contento.

Se dieron vuelta para mirar hacia Dumbledore que parecía estar hablando con la anciana; lo cual le pareció a Sirius bastante peculiar, ya que ella ni siquiera hablaba español. Pero entonces se dio cuenta que detrás de un árbol, alguien presenciaba la peculiar escena.

-¡Victoria! –Dijo Sirius.

Victoria se sobresaltó al oír su nombre e hizo un intento por alejarse, pero Jacinto la detuvo.

-¡Oiga! ¿No se va a despedir?

Ella lo miró atónita, tratando de hacer que la soltara, pero no lo suficientemente rápido como para evitar que Sirius llegara hasta ella.

-Victoria...

-Bueno, parece que ya vinieron por ti, así que... bueno creo que es momento de decir adiós... -Dijo ella, tratando de sonar alegre, pero evitando mirar a Sirius.

Remus se acercó también mirando a una y otro, con curiosidad.

-¡Espera Victoria! Quiero presentarte a mis amigos.

Victoria desistió de irse, pero seguía sin mirar a Sirius a la cara. Remus se acercó y se presentó.

-¡Hola! Me llamo Remus Lupin.

-Victoria Solis. -Dijo Victoria en voz baja, tendiéndole la mano a Remus.

-Ella me ayudó mientras estuve aquí, ¿sabes? -Dijo Sirius a Lupin, mientras éste observaba con detenimiento a Victoria.

-Es un verdadero honor conocerla. -Dijo Remus a Victoria, quien estaba azorada.

-Si, el gusto es mío. -Dijo Victoria tratando de sonreír, pero no podía ocultar que se sentía bastante incómoda. Entonces, Sirius prácticamente la arrastró hasta Dumbledore y dijo:

-Dumbledore. -Comenzó Sirius solemnemente. -Esta es Victoria. Estoy en deuda con ella. Desde que llegué aquí me acogió en su casa y fue gracias a ella que logré encontrar a esta admirable bruja que me ayudó a ponerme en contacto contigo.

Dumbledore miró a Victoria con admiración y le tendió una mano. Ella la sujetó, sintiendo como se ponía roja nuevamente. Dumbledore le besó la mano con delicadeza y entonces dijo.

-Es usted una mujer maravillosa. Jamás podría agradecerle lo suficiente todo lo que ha hecho por Sirius.

Victoria no sabía que contestar. Así que simplemente dijo:

-No... no hay de qué. -Se sentía como si fuese una especie de fenómeno de circo en exhibición. Especialmente porque Dumbledore parecía ver a través de ella.

-Deduzco que usted no es bruja. ¿Me equivoco? -Dijo Dumbledore sonriendo.

Victoria pensó que esa era una pregunta innecesaria, pero de todas formas, respondió.

-Si, quiero decir no. Bueno es decir, que... tiene usted razón. Yo no soy bruja. -Dijo Victoria nerviosa.

-Admirable. Verdaderamente admirable. -Dijo Dumbledore sin soltarla y sin dejar de mirarla. Entonces añadió. -Bueno, creo que podríamos tomar algún refrigerio antes partir. El viaje ha sido bastante largo y dudo que el regreso sea diferente.

Soltó a Victoria finalmente y entonces sacó su varita. Hizo unos cuantos movimientos y de la nada aparecieron varias sillas y una mesa. Un movimiento más y apareció una botella transparente, unos sandwiches y algunos vasos de cristal.

Todos tomaron asiento, incluso la anciana y Jacinto.

Victoria se dejó caer en una silla y miraba a todos sintiéndose completamente fuera de lugar. Dumbledore, Jacinto y la anciana comenzaron a comer y a beber; Lupin se sirvió un poco de la bebida que había ahí y le ofreció un vaso tanto a Victoria como a Sirius. Ellos lo aceptaron, pero Victoria no bebió. Todo le parecía ahora tan absurdo. "Ahora sólo falta que aparezca un conejo con traje de etiqueta, diciendo que se le hace tarde" Pensó Victoria distraídamente.

Durante algún tiempo nadie dijo nada. Jacinto comía sandwich tras sandwich, de manera desordenada. Lupin bebía tranquilamente, aparentemente metido en sus propios pensamientos. Dumbledore y la anciana hacían lo propio.

Victoria ya no pudo contenerse más, así que se puso de pie, pensando que prefería estar en cualquier otro lugar menos ahí. Sin decir una palabra, se dio la vuelta y comenzó a caminar de vuelta a la choza.

Sirius no se había percatado de esto, porque estaba junto a Dumbledore, haciéndole preguntas y comentando en voz alta cómo es que había atravesado el velo en la sala de la muerte; sin embargo, Lupin si se dio cuenta, así que se levantó de inmediato y fue tras ella.

Victoria había logrado alejarse un poco pero Remus le dio alcance y le habló.

-¡Espere, por favor!

Victoria se detuvo en el acto, pero no se dio la vuelta. Remus se acercó lentamente y entonces se puso frente a ella para encararla.

-Probablemente le pareceré un entrometido, pero creo que a Sirius le gustaría despedirse apropiadamente de usted.

Victoria lo escuchaba, pero permanecía con la mirada baja.

-Lo sé... es sólo que...

-¿... teme no volver a verlo más? -Dijo Remus, cautamente.

Victoria asintió en silencio. Remus la observaba con atención.

-Es simplemente que me había acostumbrado a su presencia... -Dijo Victoria que volvía a sentirse "radiografiada"

-Claro. -Dijo Remus, dándole a entender que comprendía sus sentimientos.

En eso Sirius comenzó a caminar hasta donde estaban ellos. Remus le tendió una mano a Victoria y dijo: -Ha llegado la hora de partir. Estoy seguro de que volveremos a vernos algún día. En verdad estoy muy agradecido con usted por lo que hizo por Sirius. Le deseo buena suerte. -Se aproximó a ella y le dio un beso en la mejilla.

Victoria estrechó la mano de Remus y le sonrió amigablemente y entonces dijo:

-Gracias. Buena suerte para usted también. -Entonces añadió en voz baja.-Cuide de él por mi, ¿quiere? y... manténgalo alejado de... velos misteriosos y esas cosas.

-Lo haré. -Dijo Remus sonriendo; le soltó la mano y regresó con los demás.

Sirius llegó hasta donde se encontraban ellos y le lanzó una mirada suspicaz a Remus. Éste simplemente le sonrió y continuó caminando hacia donde se encontraban Dumbledore, la anciana y Jacinto.

Victoria volvía a mirar hacia el suelo. Sintió la presencia de Sirius a su lado, pero seguía sin atreverse a mirarlo. Él se puso justo frente a ella y le hizo levantar la cara con suavidad. Entonces la miró a los ojos y Victoria no pudo contener más las lágrimas. Sirius la abrazó con fuerza y ella dio rienda suelta a su llanto, abrazándolo también. Entonces dijo entre sollozos.

-Sirius... ¡Sirius te amo!

-¡Yo también te amo Victoria! -Dijo él en voz baja, estrechándola con más fuerza aún.

-Pero sé que tienes que irte y no voy a detenerte. -Continuó Victoria, con dificultad.

-No voy a olvidarte nunca Victoria. Algún día volveré. Te lo prometo. Y tú sabes que cumplo mis promesas.

Entonces la besó con ternura; era un beso con sabor a sal, debido a las lágrimas de ella. Victoria deseaba con todas sus fuerzas que ese momento no terminara jamás; pero sabía que no había remedio.

Se separaron y permanecieron en silencio durante varios segundos. Victoria se limpió entonces las lágrimas y sacándose del dedo el anillo que ya antes le había dado a Sirius, le dijo:

-Toma. Quiero que lo conserves. -Él lo tomó entre sus dedos y de inmediato se lo colocó en el dedo meñique. Lo observó por algunos segundos y tomando las manos de Victoria en la suyas dijo:

-Te juro que algún día volveré.

Ella asintió un poco más animada y le sonrió.

-Sé que lo harás.

Sirius la tomó de la mano y se encaminaron juntos hacia donde estaba el fantástico carruaje.

Dumbledore los miraba con atención, se aproximó un poco hacia Victoria y tomó de nuevo su mano para besársela.

-Mil gracias de nuevo. Me gustaría que hubiera alguna forma de pagarle por lo que ha hecho.

-Oh, eso no es necesario. ¡De verdad! No hay mejor recompensa para mí, que él saber que Sirius se encontrará bien ahora; también es bueno confirmar que no estoy tan loca como a veces llegué a pensar. Usted sabe, creyendo en la magia y esas cosas. Ahora sé que realmente existen y creo que eso es más que suficiente para mí.

Dumbledore le sonrió con benevolencia.

-Adiós, entonces. ¡Y buena suerte! -Dijo finalmente Dumbledore y después de hacerle una última reverencia a la anciana bruja, subió al carruaje.

Remus se despidió también y siguió a Dumbledore.

Sirius se acercó entonces a la anciana y se agachó para darle un abrazo. Ella le correspondió e incluso le dio un beso en la mejilla.

Sirius se despidió de mano de Jacinto y este le correspondió de manera efusiva, diciendo en pésimo inglés:

-¡Bay, bay! ¡Gringo!

Finalmente se acercó a Victoria y le dio un beso breve y dijo:

-Volveré. -Ella simplemente asintió.

Entonces Sirius se metió también al carruaje y cerró la puerta tras de sí.

El carruaje comenzó a desaparecer; ya no se veía nada de éste, aunque se escuchaba un sonido como de cascos de caballos; lo cual ya no asombró a Victoria, quien estaba segura que de ahora en adelante la palabra "imposible" no volvería a figurar en su vocabulario.