The Magical Files
Disclaimer:
Nada del mundo de Harry Potter me pertenece, todos los derechos son de J.K. Rowling; Mulder y Scully tampoco son míos, estos personajes así como todo lo relacionado con "Los Expedientes Secretos X" es obra de Chris Carter. La historia y uno que otro personaje despistado que aparece en ella, definitivamente son míos.
Capítulo XLIII. No hay como el hogar.
Harry se encontraba caminando por la playa nuevamente. Había estacionado la motocicleta voladora cerca de una palmera y miraba cómo el sol se iba ocultando lentamente. No había dormido muy bien, porque todo el tiempo se la había pasado soñando con Sirius y no podía dejar de pensar en él. Eso sin mencionar que, ese ya era el tercer día de ausencia de Dumbledore y Harry comenzaba a preocuparse. Se sentó sobre la arena y continuó observando el vaivén de las olas, abstraído en sus pensamientos cuando de repente escuchó una voz familiar que le decía:
-¡Linda motocicleta!
Harry sintió latir su corazón como si fuera a atravesarle el pecho. Se puso de pie y miró en la dirección de donde creyó escuchar la voz.
Un hombre alto, de cabello negro y muy largo se aproximaba hacia él, caminando despreocupadamente por la playa. Vestía unos pantalones de mezclilla y una playera negra con el estampado de lo que parecía un grupo de rock.
Harry no podía creer lo que estaba viendo. Su cerebro se revelaba, pero su corazón se llenaba al mismo tiempo de emoción. Esa voz era inconfundible, su cara, su forma de caminar... ¡pero no era posible! ¡No podía ser verdad!
Harry retrocedió unos pasos, negando con la cabeza. Sirius trató de acercarse pero Harry caminó más rápido aún.
-Harry...
-No. ¡No puede ser! ¡¡¡NO PUEDES SER TÚ!
-Harry, mírame. Soy yo. ¡Volví!
-¡¡¡NO!
Harry se dio la vuelta y se sentó en cuclillas, tapándose los oídos.
-Harry, por favor. -Repitió Sirius en tono de súplica.
-Tu estás muerto, estás muerto... no se puede volver de la muerte... -Entonces Harry se levantó bruscamente y apuntándole a Sirius con la varita, dijo: -¡Debes ser un mortífago! Aléjate de mí, o te juro que...
-¡¡¡HARRY JAMES POTTER! ¿No te das cuenta de que eso no es posible? Este sitio es inmarcable; yo ya estuve en esta isla, ¡es por eso que pude venir aquí! ¡Dumbledore me dijo que aquí te encontrabas, así que vine a buscarte!
Harry continuaba apuntando a Sirius con la varita mientras negaba con la cabeza y repetía en voz baja "¡No puede ser, no puede ser!". Estaba temblando de pies a cabeza y las lágrimas comenzaban a resbalarle por las mejillas.
Pasaron varios minutos así, hasta que Sirius se sentó en el suelo. Harry continuaba apuntándole pero no tenía ni la más mínima idea de lo que estaba pasando o de lo que haría si ese hombre intentaba acercársele.
Entonces Sirius habló:
-Lo siento mucho Harry. Lamento haberte sorprendido de esta forma... no era mi intención... supuse que te alegrarías de verme, y en mi ansiedad por estar otra vez contigo olvidé que me creías muerto... Comprendo que desconfíes pero... por favor... tienes que creerme, ¡mírame! Soy yo.
Harry había bajado la varita lentamente y entonces también él se sentó, pero sin acercarse más a Sirius.
No podía creerlo. No quería creerlo. Había soñado con esto durante mucho tiempo, después de que Sirius se fuera. Había tenido la esperanza de volver a verlo, aunque fuera sólo una vez, aunque fuera como un fantasma... Y justo ahora que finalmente había aceptado que Sirius no regresaría jamás, ahí estaba él, diciéndole que no había muerto en realidad...
-¿Pero cómo? Cómo es posible que no estés muerto... ¿dónde estuviste todo este tiempo? -Decía Harry más para sí mismo, resistiéndose a mirar a aquel hombre que parecía ser su padrino.
-Es algo complicado de explicar Harry; estaba perdido y no recordaba quien era... pero recibí ayuda de algunas buenas personas. Ellas me ayudaron a recuperar la memoria; gracias a ellas, logré recobrar mis recuerdos y fue cuando comprendí por qué no había muerto cuando atravesé el velo en la sala de muerte...
Se hizo una breve pausa y entonces Harry se obligó a mirar hacia donde estaba Sirius; al mismo tiempo Sirius lo miró a él y sus ojos se encontraron, entonces dijo: -... fue por tí Harry. Mientras caía detrás del velo, oía como me llamabas desde el otro lado... yo no quería dejarte Harry... No quería fallarte, como le fallé a tus padres... traté de gritar, pero no podía hacerlo, todo lo que pedí fue una última oportunidad... un poco más de tiempo para estar contigo... alguien oyó nuestras súplicas y me permitió salir del umbral de la muerte... se que es difícil de creer, pero fue así como pasó.
Entonces Sirius sacó de su bolsillo un objeto que puso suavemente sobre la arena. Harry vio entonces que se trataba de un espejo. Era igual al que Sirius le había dado, aquella ocasión en que se despidieron.
Sirius se puso de pie entonces y se dispuso a alejarse. Entonces Harry se levantó también y sin detenerse a pensar más se aproximó un poco a él y lo sujetó por el hombro. Sirius se dio la vuelta y encaró a Harry de nuevo. Se miraron por algunos segundos y entonces sin decir más Harry se abrazó a Sirius con fuerza, quien correspondió al gesto de igual forma.
-¡Sirius! ¡Sirius! ¡¡Lo siento tanto! ¡¡¡Perdóname, por favor! -Repetía Harry entre sollozos. Era verdad. ¡Sirius estaba con vida! Casi tenía miedo de soltarlo porque pensaba que si lo hacía, Sirius se desvanecería en el aire.
Sirius no podía decir nada; sólo abrazaba a Harry deseando no tener que volver a separarse nunca. Había sido un viaje muy largo, pero ahora estaba de vuelta. Finalmente, estaba en casa.
-No tienes nada de qué disculparte, Harry... Comenzó a decir Sirius, pero Harry lo interrumpió.
-¡No es verdad! ¡Yo fui un estúpido! ¡Debí saber que todo era una trampa!
-Harry, no tenías forma de saberlo... Escucha, eso no tiene ya importancia. ¡Olvídalo!
Harry ya no dijo nada, simplemente permaneció abrazado de Sirius, por un poco más de tiempo. Finalmente se soltaron y se miraron, sonriendo ampliamente. Harry miró a su padrino de arriba a abajo. Era algo extraño; y no sólo por la playera de "Iron Maiden" que Sirius llevaba puesta, sino porque algo parecía haber cambiado en él. Era como si hubiese rejuvenecido durante el tiempo que estuvo ausente; tampoco pudo dejar de notar que llevaba un anillo en el dedo meñique de la mano derecha. Un anillo plateado que jamás le había visto usar.
Sirius también observaba a Harry; no tenía palabras para expresar la inmensa alegría que le invadía, y que le inflamaba el corazón; estaba conciente de que tal vez su hora no había llegado aún, pero estaba seguro de que su tiempo sería muy corto. Era algo que no podía explicarse a sí mismo y que no se había atrevido a exteriorizar, ni siquiera a Dumbledore. Pero había decidido que no se iba a preocupar por ello. Simplemente aprovecharía el tiempo que le quedara, ayudando a Harry tanto como le fuera posible y poniendo todas sus energías en combatir a Lord Voldemort.
Después de algunos minutos de haber permanecido en silencio observándose mutuamente, Sirius dijo:
-Veo que Remus te ha entregado la motocicleta. Siempre pensé que sería un buen obsequio para ti.
Harry asintió muy contento. Sirius se aproximó a la motocicleta, seguido por Harry.
-¿Sabes? Esa moto se la presté a Hagrid para que te llevara a casa de tus tíos. No la veía desde entonces. Recuerdo cuando la encontramos... tú padre decía que era la cosa más fea que había visto en su vida...
Harry reía, cómo no recordaba haberlo hecho en toda su vida.
A lo lejos, Remus Lupin observaba conmovido la escena. No pudo evitar derramar algunas lágrimas, pero se sentía muy alegre por los dos. Se alejó en silencio, dejando a Sirius y a Harry para que disfrutaran de este momento de dicha. Miró hacia el cielo, la luna comenzaba a brillar en todo su esplendor, dentro de pocos días estaría completamente llena y él tendría que recluirse para su transformación. No importaba; ya no significaba nada. Su amigo estaba bien y a salvo y Harry ahora podría sentirse respaldado de nuevo; ahora tenía una familia. ¿Qué más se podía pedir?
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El agente Fox Mulder, se encontraba en su departamento, sentado en un sofá frente al televisor, jugando distraídamente con un balón de básquetbol. Hacía un par de días que él y Scully habían vuelto de sus peculiares vacaciones en Inglaterra. Había pasado mucho tiempo, pensando en todo lo que había presenciado; así como en todas aquellas personas que había conocido. Tampoco podía dejar de pensar en lo que ese hombre Dumbledore le había dicho cuando se despidieron. Realmente no habían hablado mucho del tema, pero de algún modo, Mulder sabía que Dumbledore estaba al tanto de lo que él hacía y tal vez incluso hasta comprendiera sus motivos... ¿pero cómo podía saberlo?
El noticiero de las 10 comenzó entonces, dando algunas noticias de sucesos extraños en Londres y algunas otras ciudades del Reino Unido. Parecía como si cosas inexplicables estuviesen sucediendo. Se preguntaba si Lord Voldemort estaría detrás de esos incidentes. De vez en cuando recordaba los terribles momentos que había vivido al lado de ese hombre, lo cual lo conducía inexorablemente a pensar en Scully. Ella estuvo con él desde el primer instante en que se embarcaron en esa tenebrosa aventura y nunca lo había abandonado.
Recordaba ahora lo que Scully le había dicho en una ocasión, respecto a qué él se parecía al Capitán Ahab, que buscaba atrapar a "Moby Dick" y que ella era como "Starbuck" el contramaestre del "Pequod", dejándose arrastrar por Ahab a través de un demencial e insólito viaje, el cual no parecía tener un objetivo claro o siquiera alcanzable... por extraño que pareciera, en ocasiones Mulder se sentía como si efectivamente estuviese persiguiendo algún tipo de monstruo marino... como si esa verdad que desde hacía tantos años había estado buscando fuera un criatura fantástica que sólo existiese en su imaginación.
Dejó esos pensamientos de lado, sonriendo vagamente. "Suerte con su búsqueda..." esas habían sido las palabras de Dumbledore. Tal vez algún día lograra alcanzar esa verdad que había estado buscando desde hacía tanto tiempo... sí, tal vez algún día lograra cazar a su "monstruo"... Mientras, era hora de irse a dormir. Se alegraba de que al menos, ya no tendría que soñar con ese sujeto Sirius Black. La misteriosa conexión psíquica que se había creado entre ellos parecía haber desaparecido por completo, tan inexplicablemente, como había surgido.
Se estiró para desperezarse un poco, apagó el televisor y se fue a dormir, mientras botaba el balón de básquetbol, dirigiéndose a su dormitorio.
Dana Scully se despertó al rededor de las 2 de la mañana. Se había quedado dormida con el televisor encendido y el ruido de gritos y voces que provenían del aparato la hizo despertar. Se talló los ojos y se incorporó algo molesta para apagar el televisor; entonces se detuvo un momento al darse cuenta de que estaban exhibiendo una película en blanco y negro.
Le costó trabajo reconocerla, pero bastaron unos minutos para darse cuenta de qué película se trataba. Era "El Hombre-Lobo", una vieja película de 1941, dirigida por un "experto" en la materia: Curt Siodmak.
Scully miró la película por un rato, con una leve sonrisa en los labios. No quiso esperar al final; ya sabía como terminaba, así que apagó el televisor, y volvió a acostarse en su cama; aunque aún tardó mucho rato en volver a dormirse.
Le había dicho a Mulder que no quería hablar más de lo que les había ocurrido en Inglaterra, y él había aceptado no volver a mencionar el tema. Curiosamente, ella no había podido dejar de pensar en ello desde que habían regresado. Era como un sueño del que no había despertado por completo.
En fin... pronto volvería al trabajo y podría ocupar su mente en otras cosas. Aunque suponía que serían cosas tan extrañas como las que había vivido durante las últimas semanas. "Al menos no será nada que tenga que explicarse con un movimiento de varitas mágicas" pensó Scully distraídamente, bostezando y dándose la vuelta.
Antes de quedarse dormida, su último pensamiento lo dedicó a Lupin. Sabía que no volvería a verlo y lamentaba no haberse despedido apropiadamente de él. Después de todo, él procuró protegerlos tanto como pudo... claro que fue gracias a él que se metieron en aquél fenomenal embrollo... sin embargo, Scully creía que le costaría trabajo olvidar ese espontáneo beso que se habían dado...
Ya está en el pasado Se obligó a pensar Scully, mientras se daba vuelta de nuevo. La luz de la luna se filtraba por la ventana. Era una pálida luna creciente, opacada a momentos por el paso de las nubes.
¿Quién sabe? Tal vez en otro tiempo... en un mundo mejor... Pensó Scully sonriendo. Finalmente y visualizando en su mente el rostro sereno y amable de Remus Lupin, se quedó dormida.
