The Magical Files
Disclaimer:
Nada del mundo de Harry Potter me pertenece, todos los derechos son de J.K. Rowling; Mulder y Scully tampoco son míos, estos personajes así como todo lo relacionado con "Los Expedientes Secretos X" es obra de Chris Carter. La historia y uno que otro personaje despistado que aparece en ella, definitivamente son míos.
Epílogo
-¿Cómo me veo Harry? ¿Crees que estoy bien así? -Preguntó Sirius mientras miraba su propio reflejo en el cristal de una ventana. Harry hizo un gesto de exasperación. Era la quinta vez que Sirius le hacía esa pregunta.
-Sirius, por última vez: ¡Sí! ¡Te ves muy bien! ¿Qué más quieres que te diga?
Remus sonrió abiertamente y dijo:
-Es cierto, Sirius. Te ves tan elegante que incluso me pareció que esas chicas que acaban de pasar te confundieron con un actor de cine.
-¡¿En serio?! -Harry sujetó a su padrino por el brazo, tratando de hacer que siguieran caminando.
-¡Vamos, Sirius! ¡Ya ha sido un viaje largo e incómodo y tú lo estás haciendo eterno!
Sirius accedió a seguir caminando, no sin antes acomodarse el cabello una vez más.
Continuaron andando por un largo rato. Harry no estaba muy seguro ahora de cómo se había dejado convencer de ir ahí; sin embargo veía a Sirius tan entusiasmado, que no pudo negarse a acompañarlo. No había sido un año muy bueno en Hogwarts y aún tenía muchas cosas por delante con las cuales tenía que lidiar... aún así, Sirius consideró que sería un cambio favorable y qué nada les vendría mejor que un pequeño viaje... Claro que, atravesar el Atlántico, no era la idea de Harry de un pequeño viaje.
Después de una larga caminata, finalmente llegaron al sitio. Sirius se acomodó el cabello por enésima vez, mientras miraba furtivamente hacia derecha e izquierda; sacó su varita y murmuró "¡orquídeus!" y en el acto apareció un ramo de hermosas flores.
Harry esperó pacientemente, recargado en la pared con los brazos cruzados. Remus estaba a su lado, con las manos en los bolsillos. Sirius cerró los ojos por un momento, tomó aire y finalmente llamó a la puerta.
Victoria se sentía sumamente cansada; casi no había dormido la noche anterior y estaba hecha un desastre. Llevaba puesto un pans que le quedaba muy holgado, una camisa de hombre (herencia de su ex-novio) y unos tenis viejos y sucios que solía usar para descansar los pies, después del trabajo. Para no tener que peinarse, se había puesto una gorra descolorida de los Bravos de Atlanta.
-¡Victoria, que fachas traes!
-Ya sé, ya sé. Ahorita voy a bañarme... ¿éste es mi café?
-Sí, pero ya ha de estar helado. ¿No quieres que te lo caliente?
-No, déjalo así.
Victoria se bebió el café como si fuera agua y se recargó en la mesa.
-¿Hija, por qué no te vas a dormir un rato?
-No, mamá. Mejor me voy a bañar. Además tengo cosas que hacer y...
Victoria se interrumpió cuando llamaron a la puerta. Su madre hizo ademán de ir a abrir, pero Victoria ya se había puesto de pie y se aproximó a la puerta.
-¿Quién es?
Después de algunos segundos, una voz que Victoria no había oído en más de un año, respondió entrecortadamente.
-¿Victoria...? Soy yo... Sirius.
Victoria no podía creerlo. ¡No podía ser verdad! Se recargó en la puerta y volteó a ver a su madre, aterrada.
-¡Es él! -Dijo con un hilo de voz.
-¿Te refieres a...?
Victoria afirmó enérgicamente con la cabeza. Se dio la vuelta, dispuesta a abrir la puerta, cuando se percató del lamentable aspecto que tenía.
-¡No puede verme así! Mamá abre la puerta y déjalo pasar, ¿sí? Yo voy a darme un baño rápido. ¡No tardo!
Victoria corrió a su habitación y salió como una exhalación con algo de ropa, metiéndose de inmediato al baño. Una vez que cerró la puerta del baño, su mamá se aproximó a la puerta del departamento, refunfuñando. No le hacía ninguna gracia, tener que abrirle la puerta al sujeto que había trastornado la vida su adorado retoño.
La puerta se abrió de golpe y Harry, Remus y Sirius retrocedieron un poco. Por un momento, Harry tuvo la impresión de que las flores que Sirius llevaba, se marchitaban ante la gélida mirada que la mujer que abrió la puerta, les dirigió.
-Hemmm... ¿está Victoria en casa? -Preguntó Sirius, tratando de sobreponerse.
La mujer observó a los recién llegados de arriba hacia abajo y por única respuesta, se hizo a un lado, abrió más la puerta y les hizo señas para que entraran.
Sirius titubeó unos instantes y en voz baja les dijo a Harry y a Remus:
-¡Vamos!
Ambos obedecieron y entraron al departamento de Victoria.
Se quedaron ahí de pie, junto a la puerta, mientras que la mujer que les había abierto se encaminaba hacia el comedor. Se paró en seco y volteó a ver a los tres visitantes, quienes parecían sumamente incómodos.
Sirius tragó saliva y armándose de valor, se dirigió a la mujer, tratando de sonar amable.
-Usted debe ser la mamá de Victoria, ¿verdad? Mi nombre es Sirius Black.
La mujer no contestó; permanecía observándolos con los brazos cruzados y un gesto severo en el rostro.
Harry comenzaba a pensar que todo esto había sido una pésima idea y estaba a punto de sugerirle a Sirius que se fueran de ahí, cuando se oyó el sonido de una puerta que se abría y unos pasos ligeros que se aproximaban.
Victoria se había bañado y se había vestido tan rápidamente como pudo. Su madre se quedó perpleja cuando la vio, porque no recordaba que su hija se hubiese dado tanta prisa en hacer algo que ella le pidiera.
Sirius se sintió muy aliviado cuando finalmente la vio. Estaba exactamente igual a como la recordaba y dejando atrás cualquier recato, corrió a abrazar a Victoria. Ella no disimuló en lo más mínimo la alegría que la embargaba y sin importarle quien estaba alrededor besó a Sirius.
Harry y Remus intercambiaron miradas de complicidad y se sonrieron mutuamente, mientras Sirius y Victoria continuaban besándose; eso hasta que la mamá de Victoria tosió sonoramente. Se separaron entonces y Victoria dijo:
-¡No puedo creerlo! Nunca imaginé que...
-Perdona que no haya podido venir antes, pero créeme, no he dejado de pensar en ti desde que nos despedimos... te dije que volvería. -Dijo Sirius, mostrándole el anillo plateado.
-Lo sé... jamás dudé que volvería a verte. Mira, quiero presentarte a mi mamá. -Dijo Victoria, haciendo un ademán hacia su mamá.
-Mucho gusto. -Dijo la mujer, aunque todo parecía indicar que no estaba precisamente contenta de conocer a Sirius. Entonces añadió. -Creo que voy a ir a la tienda. ¿No necesitas nada, hija?
-No mamá, gracias. Estaremos bien. –Dijo Victoria, al tiempo que tomaba las flores que Sirius le había tendido.
La mamá de Victoria salió entonces, sin decir nada, cerrando la puerta del departamento, tras de sí.
Sirius trató de despedirse, pero ella ni siquiera volteó a verlo. Se quedó algo perturbado, pero entonces recordó que aún no hacía las presentaciones pertinentes, así que dijo.
-¡Oh!¡Y mira! Mira a quien traje conmigo. -Dijo Sirius, señalando a Remus.
-¡Vaya! Espera, espera... Remus, ¿verdad? -Dijo Victoria, y Remus asintió sonriendo; le tendió una mano a Victoria, ella le dio la mano, luego lo abrazó y le dio un beso en la mejilla.
-Me alegra mucho verlos y veo que ha cumplido con el favor que le pedí. -Añadió en voz baja.
Sirius entonces, se acercó a Harry y dijo.
-Y este es mi ahijado: Harry. Harry, ella es Victoria.
Harry y Victoria se miraron por unos instantes; aparentemente, analizándose mutuamente. Por un momento Sirius pensó que tal vez debería haberlos preparado un poco para este encuentro; después de todo, Harry había sido la razón principal por la que él se había separado de Victoria y al mismo tiempo, Victoria ahora ocupaba un lugar especial en los pensamientos de Sirius... un lugar que desde hacía algunos años le pertenecía exclusivamente a Harry.
-Hemm... mucho gusto, soy Harry Potter. -Dijo, tendiéndole la mano a Victoria, quien después de una breve pausa, en lugar de aceptar su mano, lo abrazó tiernamente. Harry se sintió algo azorado y miraba un poco nervioso a Remus que reía por lo bajo y a Sirius que parecía aliviado.
-Mucho gusto en conocerte. Sirius me ha hablado mucho de ti... pero, ¿qué hacemos todavía de pie? Siéntense, les traeré algo, ¿qué quieren? ¿Té, café? Té, ¿verdad? No me tardo, vuelvo en seguida.
Dijo Victoria, soltando finalmente a Harry y apresurándose hacia la cocina. Mientras, Sirius, Remus y Harry se sentaban en la sala, intercambiando miradas nerviosas. Después de algunos minutos en silencio, los tres se sobresaltaron cuando se escuchó lo que indudablemente, era el llanto de un bebé.
Victoria, se aproximaba en ese instante con una charola, una tetera y unas tazas; en cuanto oyó el llanto del bebé se detuvo, colocó la charola sobre la mesa y corrió hasta Sirius tomándolo de la mano, diciendo. -¡Ya despertó! ¡Ven rápido! ¡Tienes que verlo!
Sirius siguió a Victoria desconcertado y Harry y Remus lo imitaron.
Entraron entonces en una habitación, amueblada de manera sencilla, pero que incluía, junto a la ventana, una cuna de madera. Victoria soltó a Sirius y se aproximó a la cuna, hablando en susurros. Sirius estaba paralizado cerca de la puerta, sin atrever a moverse. El llanto del bebé cesó en cuanto Victoria se acercó a la cuna; ella le hizo señas a Sirius para que se acercara; sin embargo, él dudaba en hacerlo; Remus le dio un leve empujón, obligándolo a caminar.
Sirius llegó finalmente cerca de Victoria y entonces se asomó a la cuna. Una criaturita le miraba desde ahí, con curiosa atención. Sirius se había quedado petrificado; no atinaba a decir nada. Abría y cerraba la boca, tratando de encontrar las palabras necesarias.
Victoria le puso una mano en el hombro y entonces Sirius dijo:
-¿Es tú...? ¿Es mi...? ¿Es nuestro...?
Victoria asintió sonriente; Sirius se tapó la boca con las manos; a Harry le recordaba ahora a esas chicas que ganaban los concursos de belleza.
Remus se había acercado a Sirius y observaba también a la criaturita, con suma atención. Por un momento, pensó que Sirius se desmayaría.
Después de algunos minutos, Sirius pareció recuperar el aplomo y dijo, mirando alternativamente a Victoria y al bebé:
-¿Puedo...?
-¡Por supuesto! -Respondió Victoria.
Sirius se inclinó sobre la cuna y tomó al bebé en sus brazos. Harry se acercó también, para verlo mejor. Tal parecía que el bebé sabía quien era el que lo estaba cargando, porque estaba sumamente tranquilo. Sirius sólo atinaba a decir: "¡Míralo! ¿Ya lo viste? ¡Míralo! ¡Míralo!"
-¿Cómo se llama? -Preguntó Harry, aunque estaba seguro de conocer la respuesta.
-Se llama Albert... Albert Sirius. -Respondió Victoria sonriendo, mirando a Sirius.
Sirius no supo cuanto tiempo permaneció así, sosteniendo a su hijo, quien parecía complacido de conocer a su padre. Deseaba con todo el corazón que ese momento no terminara jamás.
Harry se había separado un poco y él y Remus salieron de la habitación disimuladamente, dejando a Sirius y a Victoria, disfrutando del momento.
Remus se sentó en un sillón y comenzó a beber el té que Victoria había dejado en la mesa. Harry, mientras tanto, miraba por la ventana, pensando. Se le ocurría que tal vez Sirius ya no quisiera volver a Inglaterra ahora, y aunque la idea le hacía sentir algo de tristeza, sabía que no podría culparlo, si es que esa fuera su decisión. Quería irse; sentía que no era correcto permanecer más tiempo ahí; no quería tener que despedirse de Sirius. Probablemente sería mejor si simplemente desapareciera, sin decir nada.
Remus debió notarlo porque se acercó a él y le dijo suavemente.
-Dudo que Sirius quiera que lo dejemos aquí, ¿sabes? No creo que esa fuera su intención al pedirnos que le acompañáramos.
-Eso era, porque él no sabía que tenía un hijo. -Respondió Harry en voz baja, evitando mirar a Remus.
-Al menos, deberías decirle lo que piensas.
Harry asintió tristemente. Pasó una hora completa. Harry podía escuchar las voces amortiguadas de Sirius y Victoria. Trató de distraerse un poco, así que encendió la televisión. Le cambió a varios canales, pero sólo había programas de gente tonta, hablando de trivialidades; o al menos eso creía Harry, ya que él no sabía español, así que no comprendía nada de lo que estaba viendo. Después de media hora más, Sirius salió por fin de la habitación. Estaba muy pálido y caminaba con paso inseguro. Se detuvo cerca de la ventana y dijo:
-Bueno... creo que es hora de irnos.
Su voz sonaba algo hueca. Harry se puso de pie y apagó el televisor. Él y Remus se acercaron a Sirius, expectantes. Remus dijo entonces:
-¿Sirius... estás seguro de esto?
Sirius tardó algunos minutos en responder. Finalmente dijo:
-¿Cuánto tiempo piensas que tardarían los mortífagos en encontrarnos, Remus? -Dijo Sirius, mirando aún por la ventana. Sin esperar respuesta, continúo. -No puede ser. Simplemente no puede ser... Tarde o temprano darían con nosotros... No puedo hacerlo. No puedo exponerlos a ellos a esto.
-Pero Sirius... es tú hijo. ¿Cómo puedes pensar en abandonarlo? ¡Él te necesita! ¡Créeme, sé de lo que hablo! -Dijo Harry, quién no podía creer que Sirius estuviese hablando de esa forma.
-Harry, sé a lo que te refieres, y es precisamente por eso que no puedo quedarme. ¿Acaso crees que James no hizo hasta lo imposible por protegerte a ti y a tu madre? No es que desee abandonarlo, pero ¡date cuenta! ¿Qué clase de vida les espera a él y a Victoria? No se merecen algo así... ella no es... ella no es cómo nosotros. Ella tiene una vida normal y no tiene porque andar escondiéndose, temiendo que algún demente venga a tratar de acabar con ella o con nuestro hijo, sólo porque esa sea una excelente forma de vengarse de mí. No, Harry. No voy a hacerlo.
-Sirius... -Comenzó Harry, pero Sirius lo interrumpió.
-Harry, aún estamos en medio de una guerra. No era mi intención escapar de todo ello, cuando decidí venir aquí. Todo lo que deseaba era saber como se encontraba Victoria... no tenía idea de con lo que me iba a encontrar... Pero no puedo quedarme aquí, por más tiempo.
Los tres guardaron silencio. Minutos después, Victoria salió de la habitación. Tenía rastros indiscutibles de que había estado llorando; sin embargo, parecía tranquila. Se acercó entonces a los tres y dijo.
-Sirius, antes de irte, me gustaría que me hicieras un pequeño favor.
-Lo que sea. -Dijo Sirius mirándola.
-¿Podríamos... registrarlo?
-¡Por supuesto!
-Escucha, haré algunos arreglos; creo que podría ser mañana mismo... ¿podrías esperar hasta mañana, para irte?
-No creo que haya problema. -Dijo Sirius, tratando de sonreír.
-¿Puedo ser su padrino? -Preguntó Remus, animadamente.
-¡Claro! -Dijo Sirius, mirando de reojo a Harry; al parecer la decisión había sido algo precipitada y Sirius pensó que tal vez se lo tomara a mal; sin embargo, Harry dijo:
-No te preocupes Sirius, tomando en cuenta de que has sido como un padre para mí... bueno, me gustaría que me consideraras como su hermano mayor.
Sirius le sonrió agradecido y le dio un fuerte abrazo. Victoria, los dejó entonces y se fue a llamar por teléfono. Mientras tanto, Sirius y Harry volvieron a entrar en la habitación, para estar un rato más con el bebé. Remus se volvió a acomodar en un sillón, sumido en sus pensamientos.
Comprendía que la decisión que Sirius había tomado debía ser sumamente difícil para él, pero también tenía la esperanza de que tal vez no todo estuviera perdido. Tal vez, lograran vencer a Voldemort y a sus mortífagos... aunque admitía que el futuro no resultaba nada alentador.
Sin embargo, el hecho de saber que una nueva vida luchaba ahora por abrirse paso, era para él un símbolo de esperanza... Le daba más razones para creer que existían motivos para seguir peleando por un mundo mejor. Y él, así lo haría hasta el final.
Bueno, pues esto ha sido todo. Espero que lo hayan disfrutado y les doy las gracias por haberse leído mi fan-fic. Hasta otra!
Atte. Lunaticomoony, siriusxsiempre, siriusneverdie y spookylunatico... problemas de identidad? No! Sólo exceso de nicks.
