La orden de los Caballeros Mortales
Por Javier Delgado R.

Fan fiction, inspirado en "Oh mi diosa."

Capitulo III (rev 4)
Fantasmas del pasado

Era el año del señor 807, en algún lugar la península de Escandinavia, las tierras del norte de Europa. Estaba por amanecer, al frío de la mañana se añadía la cercanía del invierno. Era un camino donde el bosque se encontraba con una de las agrestes montañas. Ahí la naturaleza había proveído con un pequeño refugio, aprovechado por una pareja para protegerse, era apenas una oquedad, pero suficiente.

La joven, con rostro aun de adolescente, acaba de despertar. Su hermoso rostro con un extraño tono cobrizo, tenía cierta seriedad que no parecía corresponder a su edad. En ese momento, ella quería disfrutar de un poco de soledad. A pesar de que sentía fascinación por los humanos, había días en que hubiera preferido no tener contacto con ellos pues a veces la exasperaban, incluso Fafnir.

Retiró la mano del hombre que tenía a su lado y que aun acariciaba su pecho debajo de la espesa y cálida piel en la que dormían. Urd abandono la tibia piel y sintió el frió de la mañana contra su cuerpo. Le parecía estimulante. Ese frío hubiera resultado intolerable para un mortal, pero ella no lo era. Miro a su acompañante, cuyo cuerpo al descubierto se estremeció de manera involuntaria con el frió y sonrió antes de volverlo a cubrir.

Era un hermoso ejemplar de hombre. No era fornido, pero sus músculos eran firmes, sus cabellos rubios le caían en mechones sobre su rostro, enmarcando unas facciones casi perfectas: una nariz ligeramente aquilina y una barbilla sólida le daba un aire de decisión y tenacidad. Era un hombre de estas tierras, pero había algo diferente. No tenia el aspecto duro y algo sombrío de los campesinos, sino cierto aire de noble y eso lo remarcaba sus manos cuidadas.

Se alejo un poco del improvisado campamento, miró al horizonte y vio los primeros rayos del amanecer, aspiró profundamente y sintió los aromas de la foresta cercana. Las penetrantes emanaciones de los aceites de los pinos, las tímidas fragancias de las flores silvestres, la terrosa humedad de los musgos y que se mezclaban con el fuerte olor de la madera quemada del fuego de la hoguera. Aumentó un poco su concentración y comenzó a distinguir los componentes individuales. Había fenoles y alquitranes y tambien algunas aminas. Estas eran las notas aromáticas sobresalientes, pero había otros compuestos volátiles, débiles pero aun detectables.

Inició un pequeño canto, suave y monótono y se concentró. Comenzó a reconocer las pequeñas plantas que estaban ocultas por esos fuertes olores y sintió que algo la llamaba. Decidió acudir a su llamado. Avanzó hacia el interior del bosque. Sus pies descalzos apenas dejaban huellas, parecía como si flotara.

Se introdujo en el bosque y llegó a un gran árbol, a sus pies había algunas florecillas de color púrpura. ¡Eso era! Se acercó, las rodeó con sus manos para compenetrarse con la planta. ¡Si!, esa la pequeña planta que la había llamado. Se concentró y poco a poco, comenzó a sentir sus compuestos químicos y finalmente vio algo concentrado en sus flores. Ahí había una pequeña y divertida cadena de moléculas aromáticas, le parecía hermosa como toda la planta. Cambio su tonada y ahora pudo ver en su mente, como si fuera una avanzada simulación, que efectos tendría en un cuerpo humano. ¡Si eso era lo que buscaba.!

Repentinamente escucho pasos detrás. Era Fafnir, quien le habló con resignación:

—¿De nuevo buscando plantas?

Sin siquiera voltear a verlo, ella le pregunto

—¿Traes mi cuaderno de notas?

—Sí, aquí lo traigo. Y también tengo tu ropa. No deberías salir así, hace frío, además otros hombres te pueden ver y…

—No hay otros hombres a muchas horas de camino de aquí. ¿No será que te molesta mi cuerpo?.

La joven se irguió, su largo pelo de un purismo color blanco, la envolvió contrastando con su piel cobriza, pero ese magnifico manto blanco no hacia nada para cubrir su belleza, al contrario, solo la enmarcaba y aumentaba su sensualidad. El hombre no pudo resistir y bajó los ojos mientras sentía como se aceleraba su corazón. Se maldijo a si mismo. No era la primera mujer con la que estaba y aun así ella lo hacía sonrojar como un adolescente..

Urth sonrió, le fascinaba tener ese poder sobre los hombres. A pesar de que llevaban ya seis meses juntos, su cuerpo aun lo impresionaba. Finalmente se acercó a Fafnir y tomó sus ropas. Se rió, con una risa tan fresca como la mañana y comenzó a vestirse sin ninguna prisa. Finalmente le dijo al hombre de una manera coqueta:

—Ya puedes mirar.

No podía evitar el jugar con Fafnir, su blanco rostro delataba fácilmente cuando se llegaba a sonrojar y eso le encantaba.

Tomó la libreta, extrajo con cuidado la planta del suelo y comenzó a tomar notas. Su letra era clara y precisa, pero no usaba el alfabeto latino, o ningún otro usado por los hombres. Usaba las runas, letras mágicas, con varios niveles de significados ¡Era la escritura de Yggdrasil.

Terminó sus notas que contenían: los componentes de la planta, sus propiedades terapéuticas, sus propiedades mágicas y mucha información más, codificada con toda precisión en esos símbolos . Ahí recolectadas, estaban sus notas de diez años. No todo era sobre plantas curativas, había preparaciones para hacerse fuerte o tener un velocidad inhumana, había un material que llamo oxigoma que permitía respirar bajo el agua, pociones para tener valor, o para olvidar, había infinidad de mezclas, ungüentos, pociones, emplastos, perfumes e incluso simples notas sobre la naturaleza. Ninguna pensada con algún fin determinado, sino solo... porque parecía divertido hacerlas.

El aislamiento, el contacto con la naturaleza, el estar libre de la supervisión de Ydrassil y de sus estrictos maestros, habían resultado en una explosión de creatividad. Sabía que había material peligroso y al principio la había ocultado de todos, incluso de Fafnir, hasta que descubrió que era un magnífico dibujante.

—Es tu turno —le dijo a Fafnir pasándole la libreta y sonriendole de una manera provocativa.

Sin dejar de expresar cierta exasperación, Fafnir tomó el cuaderno, sacó su estuche donde tenía guardado su material de dibujo y con habilidad comenzó a hacer un hermoso y fiel dibujo de la planta. Esto retrasaría su partida y él no entendía la razón, pero a esa sonrisa no le podía negar nada.

—¡Otra planta medicinal más! ¿para que la necesitamos?— mientras observaba con algo de desprecio esas humilde florecillas.

Urth mostró exasperación. Cuántas veces no habían discutido ya el tema.

—¿Qué es lo que quieres? ¿Algo que te de Inmortalidad, fuerza, valor, y otras cualidades de un guerrero?

—El mundo necesita grandes guerreros, para defenderse de...

—¿De otros guerreros?, ¿no hacen también falta campesinos, artesanos, comerciantes? Finalmente ellos son los que le dan de comer a los guerreros.

—Los guerreros expresan lo más alto del espíritu humano y — Urd apoyo súbitamente su mano en su hombro. Fafnir volteo a verla. Ella no se cohibió como cualquier mujer de esa época. Al contrario, lo miro directamente a los ojos, en actitud retadora.

— ¿Porqué los hombres solo piensan en guerras?

Fafnir no estaba acostumbrado a que una mujer lo cuestionara, así que le devolvió la mirada.

—No podemos evitar la guerra. Los francos, con Carlomagno están conquistando pueblo tras pueblo. Widukind y su gente han tenido que huir y refugiarse en estas tierras.

Por alguna razón la mención de Widukind provocaba emoción en el hombre, pero este continuo

— Los refugiados traen muchas historias terribles. ¡No sé qué pasará cuando esta gente este bajo el yugo del imperio!

—No estoy muy segura que te interese realmente esta gente ¿No me has dicho ya que sueñas con ser rey de estas tierras? ¿Para que?

—¿No te gustaría ser reina? Tener todo cuanto deseas, tener sirvientes, tener poder...

Urth sonrió, como decirle a este hombre que para una diosa el título de reina era algo tan infantil. Sus años de estar en la tierra le habían enseñado cosas que le parecían más valiosas.

—Tener las estrellas como techo, el universo como hogar, los perfumes del bosque en el cuerpo, y... un hombre apuesto y que me adora, a mi lado... eso es lo que quiero...

Fafnir no lo podía entender... hacia tiempo que sospechaba que Urth tenía grandes poderes, pero no comprendía porque no los quería usar para lo que él consideraba los más grandes sueños de un ser humano.

—Vamos... ya es tarde y tenemos una mujer que salvar…

—Sí, una mujer campesina más que...

Urth entrecerró los ojos con ira, casi se podía sentir la electricidad. Fafnir decidió callarse y puso una cara de resignación. Sabia que si no la presionaba más ella pronto se tranquilizaría.

Finalmente Fafnir terminó su dibujo y fueron por su desayuno, Fafnir como siempre, comió de manera abundante, Urth como de costumbre, solo probó algunos bocados pero salpicados de abundante cerveza. A Fafnir la parecía que vivía en base a la cerveza. Le habría sorprendido saber cuanta razón tenía.

Finalmente Fafnir recogió el campamento y se dirigió a Urth con aire ceremonioso.

—Mi señora Urth, todo está listo para partir…

Urth suspiró, tenía que aceptar la galantería de Fafnir la halagaba. Con eso se esfumo cualquier resto de disgusto. Cuando no discutían, este hombre la hacia sentirse bien. Entonces lo miro a los ojos, eran profundamente azules y lo hacían parecer soñador y frágil. Sus movimientos y su actitud eran muy distintas de los sencillos campesinos que vivían ahí. Su túnica y su ropa estaban desgastadas por el uso, pero aun así, parecían más apropiadas para una corte real. Sí, tenía que reconocer que era hermoso. Sabia que a pesar de todo, este hombre la adoraba y la seguía, sin importar si la entendía o si ella era una leyenda viviente.

Si, nada menos que una leyenda viviente. Tal vez había sido demasiado impulsiva pero ya era demasiado tarde para cambiarlo. en esos diez años de vivir en la tierra había tejido mitos y leyendas que la presentaban de una manera, remota y veces algo terrible. Por eso la respetaban y algunos le temían. Para el mundo ella era: Urth la Darraðarljoð, la hechicera que recorría los caminos, enseñando, sobre todo a las mujeres a usar mejor sus viejos conocimientos de tal manera que sus viejos remedios, ahora les parecían mágicos.

Mientras recorrian el camino, medito en lo que habia vivido. Aquí en la tierra se sentía tan libre. En el cielo siempre se había sentido vigilada, como si todos temieran que repentinamente se volvería demonio.

Casi sentía que era por eso que la habían dejado estar en la tierra, sola, a pesar de ser una diosa tan joven y que aun no dominaba completamente la magia. Pero al parecer su propósito de buscar plantas mágicas y medicinales, les pareció algo tan infantil, que pensaron que no requería vigilancia.

Ahora se sentía libre, sin ataduras ni responsabilidades... o casi. En ese tiempo había comenzado a amar a esos tontos mortales. Tenia que reconocer que esa sensación de ser idolatrada, le parecía fascinante. Si embargo no olvidaba algunas enseñanzas elementales. Algunos dioses se habían perdido en esa fascinación y habían tenido que ser removidos de la tierra por la fuerza al intenta intervenir.

Ese era el principal problema, constantemente tenia que recordar que estaba prohibido intervenir, pero su rebeldía la impulsaba una y otra vez a tantear los limites de lo que podía hacer.

En el curso de sus viajes se había encontrado con Fafnir. Él decía que había nacido en estas tierras, pero que había vivido en una Roma ya algo decadente, no obstante aun culta. Era hermoso, culto, inteligente. Ella no estaba segura de sentir algo más profundo por él, sin embargo, sabía que le gustaba su compañía.

Se lanzaron al camino, Fafnir se sentía inquieto. Pensaba en las noticias que había recibido en la aldea anterior. Cada día llegaban más refugiados a estas tierras. Expulsados de sus hogares, por las olas "civilizadoras" de la expansión del imperio de Carlomagno. Esa gente había perdido sus hogares, sus riquezas, pero no habían querido perder sus antiguas creencias, ni su libertad.

Conocía el poder del imperio. Ni estos campesinos, ni sus reyezuelos podrían detenerlos. Debería estar organizando un ejército. Se imagino por un momento el dirigiendo ese ejercito y utilizando algo de los extraordinarios conocimientos que estaban atesorados en el libro de Urth. Con ellos podrían derrotar al imperio, incluso derrotarlo. En lugar de eso, se dirigían a salvar la vida de una campesina.

Horas después llegaron al poblado. Eran apenas un conjunto de casuchas, pero para esa gente, era su hogar. Una mujer les salio al paso. Llevaba un medallón que tenía tallado un elaborado símbolo. Debió llevar semanas de trabajo de algún artesano. Levanto los brazos para que Urth lo viera, a manera de identificación.

—Bienvenida a este pueblo, supimos de tu llegada, las parteras viene en camino como lo solicitaste, también recolectamos las hierbas indicadas.

—¡Guinda!. Desde cuando tan respetuosa, ¿Qué no somos viejas amigas?

—¿Mi señora aun me recuerdas? casi han pasado diez años. No has cambiado nada, aun tienes ese mismo rostro casi de adolescente. Tu magia es poderosa.

Fafnir se soprendio, ¿Realmente conocía Urth a esta mujer desde hace diez años?. ¿Seria otra demostración más de su poder?

—Y tú , te has convertido en una mujer sabia. —Urth la tomó de la manos, sentía ganas de abrazarla, —. Estoy feliz porque has seguido mis instrucciones, pero también estoy feliz de verte. —La mujer la miró a los ojos, pero no pudo mantener la mirada, no le cabía duda que había magia que la mantendría joven por siempre. Inclino la cabeza en actitud de respeto y siguió su lenguaje formal, lo que entristeció un poco a Urth, parecía que no podría tener un lazo permanente con los mortales.

—Respetamos tu sabiduría. Pero debo advertirte. La mujer que vas a tratar, no es una mujer que merezca tu atención. Tuvo a ese hijo pero nadie conoce al padre y ella no lo quiere decir. Nadie cuidará de ella, ni la protegerá, ese niño no tiene ninguna esperanza...

La ira se presentó en el rostro de Urth y la mujer se estremeció. Luego Urth se tranquilizó... como podía hacer cambiar estas actitudes que llevaban siglos... además de salvar la vida de la mujer tendría que ver por su futuro.

—Quiero que recuerdes estas palabras: "Toda vida merece respeto". Vamos, hay que atenderla, y quiero que aprendan y que compartan ese conocimiento con las otras mujeres de la hermandad.

Entonces sacó de su bolsa de viaje la humilde planta que había recogido y se la entregó a la mujer.

—Quiero que te familiarices con esta planta, separa estas flores y prepara una infusión. Cuando yo te lo indique, se la deberás dar a tomar, junto con todo los demás remedios.

Intrigada, la mujer examinó la planta, era unas humildes flores silvestres que ella ya conocía, pero no sabía que tuviera alguna propiedad medicinal, pero la Darraðarljoð en persona, se la había dado. No podía dudar de su palabra.

Finalmente fueron llevados al recinto comunal donde tenían a la mujer, rápidamente la examinó y el diagnóstico fue rápido. Como en tantos partos, la cabeza del niño era muy grande, y esta joven era primeriza, la cadera aun no se había abierto lo suficiente. Urth hizo un gesto de desagrado, pues en realidad no era una mujer, sino casi una niña, unos años más y un parto no hubiera significado ningún peligro. Luego recordó, que los médicos del imperio habrian realizado una operación cesárea, el niño se podría salvar, pero sin poder detener las hemorragias de la cirugía, las mujeres siempre morían.

Se sentó a los pies de la jovencita y comenzó a dar instrucciones. Ella no intervendría, así no violaría su palabra. Pero estaba decidida a salvar la vida de la joven.

Ya que todo estaba listo, Urth les enseñó remedios para relajar los músculos, cantos para tranquilizar a la madre y manipulaciones para abrir un poco el hueso de la pelvis para que la cabeza del bebé pudiera pasar, finalmente un fuerte llanto se escuchó. Urth tuvo en sus brazos al bebé, era una pequeña vida, frágil, en un mundo terrible y aun así, representaba una esperanza, una promesa de que la vida continuaría.

Urth salió de la habitación. En un extremo opuesto de la aldea estaba Fafnir, seguramente discutiendo con estos hombres sobre las noticias y rumores de la inminente guerra. Fafnir la vio y se dirigió a ella, parecía quererle decir algo. Urth estaba convencida de que solo serian más noticias de la invasión, así que prefirió ignorarlo, y se dirigió al centro de la aldea.

Ahí se encontró con un fornido hombre, por su actitud jactanciosa y su paso firme, debía de ser el jefe de la aldea. Este la miró de una manera extraña. Urth se acercó y le dijo:

—Es un varón, tu pueblo crece.

La respuesta del hombre la tomó por sorpresa.

—Es un bastardo, ¿para que les salvaste la vida? También ella merecía morir.

Nuevamente la ira destelló en lo ojos de Urth.

—Son vidas humanas, son gente de tu pueblo, son tu responsabilidad — Urth escudriñó los ojos del hombre y adivinó la verdad. No se necesitaba ninguna magia para ello

—Incluso, me atrevería pensar que es tu hijo. Sé que esa joven fue tomada a la fuerza. Tú debes ser el padre y debes responder por ello.

El hombre se enderezo, para ostentar su fuerza física tenso sus poderosos músculos e incluso apoyo su mano sobre la corta, pero afilada espada que le colgaba del cinturón. Entonces hablo con aire amenazante:

—Darraðarljoð, no permitiré que me insultes. Te ordeno que te marches de aquí — luego sonrió mientras sus ojos recorrían el cuerpo de Urth con una tosca lascivia y se acerco a Urth. — o podrías quedarte conmigo, tu refinado amigo no te puede satisfacer como yo podría hacerlo.

El hombre intento tomarla por la cintura, pero ella simplemente lo tomo por la muñeca y con una sorprendente fuerza, lo arrojo hacia atrás.

Fafnir a lo lejos percibió el altercado. Sabía que Urth no podría medir su ira y ya había presenciado los resultados. Así que corrió para tratar de intervenir. Pero era demasiado tarde.

Urth cerro los puños con ira. No era la lascivia del hombre lo que la irritaba, ya estaba acostumbrada a eso. Sino su rechazo al pequeño ser que acababa de traer al mundo.

El sorprendido hombre recupero el equilibrio, se sintió humillado y eso acrecentó su furia. Saco su espada, dispuesto a atacar a Urth, pero ella ignoro completamente la amenaza:

—Qué clase de jefe eres, solo sabes usar la violencia.¡Y eso tendrás.!

Murmuró un conjuro inaudible, Extendió sus brazos hacia adelante y un destello apareció entre sus manos, el hombre salió disparado para estrellarse contra la pared de una casa, se escuchó un gran estruendo, y el hombre quedo inmóvil

El pueblo se reunió en torno al hombre, y comenzó a cuchichear señalándolo pero nadie le reclamó a Urth, al contrario, parecían muy satisfechos. Al parecer este líder no era muy apreciado.

El hombre lentamente comenzó a moverse, se levantó y miró a Urth, pero esta vez su rostro estaba lleno de terror. Al verla acercarse, corrió a arrodillarse frente a ella y abyectamente comenzó a pedir perdón. Había escuchado muchas historias sobre ella. Y ahora estaba convencido que eran ciertas.

Urth con su hermoso rostro lleno de ira divina, lo tomo por la mandíbula y con sorprendente fuerza, lo obligo a verla cara a cara para enfrentarse a sus iracundos ojos. Entonces le dijo:

—Basta, eso no solucionará nada. Cumple con tu deber, debes proteger a los habitantes de tu pueblo. Eres una persona fuerte, usa tu fuerza para ellos, no contra ellos.

¡El hombre se estremeció! Esa poderosa hechicera le estaba dando una oportunidad. Años más tarde, se contarían muchas historias sobre su transformación

Pero entre tanto, Urth se dio cuenta que lo había vuelto a hacer. No tardaría en llegar una nueva advertencia. Antes de que terminara de pensarlo un cegador rayo de luz salió del cielo y le impactó. Sintió una descarga, pero esta vez puso toda su voluntad en no ser derribada y apenas lo logró

Instantes después, vio en el suelo unos símbolos grabados por la luz. Los leyó, pero ya adivinaba su contenido. Era la última advertencia, si volvía a usar magia sin autorización, especialmente contra un ser humano, su licencia sería revocada inmediatamente y tendría que regresar.

El impacto la había dejado atontada, y estaba a punto de caerse, cuando sintió los brazos de Fafnir que la apoyaban para no caer. Hizo un gran esfuerzo para recuperarse. Cerro los puños con frustración, no quería dejar la tierra, pero sabía que difícilmente podría contenerse si algo así se repetía. Su carácter impetuoso era parte de ella y no lo podía controlar.

Mientras tanto, un niño pequeño se había acercado, sus ojos no expresaban miedo, sino maravilla.

—¡Te llego un mensaje del cielo! —exclamó con admiración—. ¿Los dioses van a castigar a Gundir?

Urth estaba aun atontada, pero Fafnir salio a su rescate. Afortunadamente nadie podía leer lo que decía la advertencia. Fafnir exclamó con poderosa voz, asegurándose que todo el pueblo lo escuchara:

—¡Gundir, lo has visto! Te han enviado una señal — Entonces señaló al hombre y luego a los símbolos en el piso — Ahora ve cuida a ese niño: es tu hijo, protege a esa mujer: es la madre de tu hijo.

El hombre tembló como una hoja ante un vendaval y corrió al cuarto común presa del pánico.

Urth tomo la mano de Fafnir y se la oprimió suavemente, mientras le sonreía débilmente para expresar su agradecimiento. Luego le pidió ayuda para arrodillarse junto al niño. Puso sus manos sobre los hombros del pequeño y le dijo:

—Eres muy valiente y te concederé un pequeño deseo, ¿dime qué quieres?, ¿un juguete, un hechizo, un relato?

El niño sonrió maravillado y contestó:

—Una historia, quiero una historia.

Sí, una historia sería un deseo fácil de conceder, señaló a los demás niños que se habían acercado.

—Vengan, les voy a contar una historia.

Poco a poco se fue reuniendo no solo los niños, sino la demás gente. Estaban maravillados: primero el malvado Gundir había sido castigado y ahora escucharían una maravillosa historia de los labios mismos de la Darraðarljoð.

Ahora Urth sonreía con cierta malicia, aun le dolía el cuerpo, pero ya estaba planeando una pequeña venganza, se acordó de las valquirias, a quienes asumía que eran las responsables de este castigo. Sabía que eran orgullosas.

—Les voy a contar una historia, sobre unas hermosas mujeres que viven en el cielo, y son las responsables de recompensar a los guerreros valientes... ¡Se llaman Valquirias!

Cuando Urth terminó su relato, todos estaban embelesados, sabía que pronto esta historia recorrería esas tierras... Ya se imaginaba lo que dirían en el cielo: "¡Recoger las almas de los guerreros muertos en combate.!, ¡Ser sirvientes de los hombres!" ¡Qué ridiculez!.

Al terminar su relato, volteo a mirar a Fafnir, quien notó que había estado tomando nota del relato y le dijo:

—Es tu turno...

Esa noche Urth tuvo la satisfacción de escuchar la hermosa voz de Fafnir, cantando una canción que ella le había dictado, sobre ella y sus hermanas. Le divertía incluirlas en sus historias. La canción hablaba sobre como ellas verían por las viudas, y los huérfanos, y como vigilarían que la gente cumpliera con sus obligaciones... Así Fafnir cantó:

Sundrbornar mjök segi ek nornir vera,
eigu—t þær ætt saman; sumar eru áskunngar,
sumar alfkunngar, sumar dætr Dvalins.

Þaðan koma meyjar margs vitandi
þrjár ór þeim sæ, er und þolli stendr;
Urð hétu eina, aðra Verðandi,
Skuld ina þriðju;
þær lög lögðu, þær líf kuru
alda börnum, örlög seggja

De muchos orígenes las nornas son,
y provienen de muchas razas,
algunas provienen de los dioses, otras de los elfos
y otras son las hijas de Dvalin ...

Y aquí vienen las doncellas, poderosas en sabiduría,
tres son las que viven bajo el árbol sagrado,
Urth es una de ellas nombrada, Verthandi es la que sigue
y Skuld es la tercera..

Leyes ellas hacen ahí,
y la vida proporcionan, a los hijos de los hombres
y fijan sus destinos.

La hermosa voz de Fafnir y la presencia de Urth, la "Darraðarljoð" en persona, que ya habían visto como se comunicaba con el poder de los cielos, conmovió a la gente. Y la canción pasaría de aldea en aldea y de generación en generación... ¡Salvando vidas!


Nuevamente Urth y Fafnir estaban en camino. Más de un año había pasado desde el episodio del pueblo. Gracias a Fafnir, quien ahora se apuraba a intervenir en caso de conflictos, Urth hasta ahora había logrado contener su ira. Fafnir tenia presencia, y cierta cualidad de líder. Con el tiempo había comenzado a respetar a la gente y esta le respondía. Ahora ya no los consideraba como "esos campesinos", sino se refería a ellos como "mi gente".

Urth estaba también aprendiendo que la ira no era la única solución y había formas de evitarla.

Pero la situación exterior se deterioraba. Comenzaban a llegar refugiados huyendo del imperio, Widukind el líder sajón y su gente, habían sido los primeros, pero tras él venían muchos más. Simples peones en la política, conforme Carlomagno comenzaba a anexarse más reinos.

El último en caer había sido el reino de Nordalbingia, con lo que el Imperio ahora estaba al otro lado de sus fronteras. El rey normando Godfred había comenzado la construcción del Danevirke, una gran serie de murallas y fortalezas y estaba organizando un ejército. Temía que pronto Carlomagno los invadiría, sin darles tiempo de terminar los trabajos. La amenaza se acercaba demasiado rápidamente.

Por su parte, Fafnir había comenzado a entender las runas de Urth y era cada día más consciente del poder que contenían. Cada día, volvía a insistir que debían utilizarlo para adquirir poder para derrotar al imperio.

Urth se rehusaba, ella apreciaba una buena pelea como diversión. ¡Pero la guerra! Eso era demasiado. Aun así aceptó en acercarse a la frontera, donde los ejércitos del imperio comenzaba a acumularse. Fafnir la convenció de que habría enfermedades y gente que necesitaría ayuda.

Llegaron a un campamento donde se estaba reuniendo la gente reclutada por el rey Godfred. Habia un núcleo de guerreros experimentados, principalmente refugiados y mercenarios, hombres duros y decididos. Pero la mayor parte eran campesinos. Fafnir y Urth sabían que el valor individual podía poco ante un ejercido disciplinado. El rey Godfred hacia lo posible por convertir esa muchedumbre en un ejercito, pero parecía que quedaba poco tiempo

Cuando llegaron al campamento se comenzó a escuchar un clamor:

—La Darraðarljoð... viene la Norna... ¡Urth…!

Los hombres se llenaban de esperanza con su presencia, a su paso los hombres parecían perder el temor y le rendían tributo, parecía que esperaban que ella lanzara rayos divinos y acabara con el enemigo.

Fafnir le dijo a Urth:

—Escucha, los hombres te respetan, si tú los guías, si les das tus conocimientos, ellos lucharan y vencerán. Si no intervienes, la mayor parte de ellos morirán.

—Muerte, destrucción ¿Porqué los mortales parecen obsesionados con eso.? ¡No quiero ser parte en todo esto!

—Tú me has enseñado a respetar el valor de la vida… ¡Tienes que actuar!

—No puedo hacerlo, no debo...

—¿Te quieres llenar las manos de sangre?

Urth se sintió acorralada, ¿ayudarlos?, Si ya había recibido advertencias por lastimar un poco a algunos humanos, que sería si intervenía en una guerra. Y en cuanto a hacerlo sin magia, no había mucho tiempo, ella no les podría enseñar a luchar, ni a tener estrategia, ¡Era una locura!

¿Locura? Tal vez eso sería la solución. Recordó una de sus tantas pociones. No la había creado para luchar, pero podría servir. No les daría armas ni poderes, pero sí algo mas poderoso. En ese momento la idea de poder probar una de sus pociones la hizo feliz, al grado de olvidar sus posibles consecuencias.

—Fafnir. Está bien, haremos algo...

Fafnir sintió que su corazón se aceleraba, ¿Por fin la abría convencido? A estas alturas sabia que ella tenia poderes que no quería usar, que tenia una conexión con el cielo y que muchas de sus pociones tenían maravillosos poderes.

—¿Nos darás un arma, algo poderoso, para derrotarlos, y luego invadirlos?

—No… realmente no será un arma.. Será la locura. No puedo evitar que algunos mueran, pero el imperio no los derrotará.

—¿Qué harás? No entiendo...

—Algo terrible y maravilloso, Ya te lo dije: les daré la locura. No te diré más.

Urth miro a su alrededor. Pensar que la vida de esa muchedumbre dependía de ella la abrumaba. También resentía el ser presionada por Fafnir. Tal vez por eso no quería decirle lo que pensaba hacer.

Conocía los sentimientos de Fafnir por ella, pero no estaba segura de los suyos, Le agradaba Fafnir, la hacia sentirse bien y habían pasado tanto juntos. Pero no compartía sus ideas ni sus aspiraciones. No quería escuchar mas sobre guerras, invasiones y revanchas. Ese no era un camino que quisiera seguir.

Durante los siguientes días tuvo mucho que hacer. Se sentía extrañamente fría y alejada de todo. Llamo a la hermandad y les instruyo a traer plantas y como proceder a fabricar la poción.

Ahora tenia que hablar con los generales del rey Godfred. Eso resulto más fácil de lo esperado. Los rumores de que preparaba una magia especial ya se habían esparcido, y los generales no tenían otro opción. Incluso si no creían que sirviera de algo, sus hombres estaban tan convencidos que eso ya era una ayuda.

Se reunió en secreto con los generales. Les explico lo que haría. Estos estaban incrédulos, pero parecía su ultima esperanza y accedieron. Procedieron a preparar una fuerza élite, Las caracterizaras de esta fuerza parecían extrañas, pero solo ella sabían la razón: Los escogidos no debían ser padres o tener quien dependiera de ellos.

Fafnir inmediatamente se presento como voluntario. El cumplía con los requisitos y estaba seguro de ser un buen líder. Incluso podría ser una oportunidad de destacar y avanzar en el camino de tener su propio reino. Pero para su sorpresa fue rechazado. Solo le dijeron que Urth lo había prohibido.

Furioso, Fafnir busco a Urth. El creía que era debido a que ella estaba resentida por haber sido presionada. Pero ella no quiso hablar con el. Ella estaba resentida, pero la realidad es que no quería que Fafnir arriesgara su vida.

Había pasado una semana, las mujeres de la hermandad habían traído grandes cantidades de plantas y habían preparado una muchas dosis de un extraño líquido. Nadie sabia para que servia, y Urth había prohibido que lo tomaran. Sus amenazas habían sido tan terribles que nadie se habría atrevido.

Finalmente el ejército del imperio llegó a las fronteras. Pronto habría emisarios, exigiendo la rendición y sumisión de todos los reinos de la península de Jutlandia. Prometían respetarlos pero los refugiados de las tierras ya invadidas, traían otro tipo de historias.

Así que Urth dio instrucciones, los jefes se reunieron. Por un momento, dudó de su plan,pero no podía dar marcha atrás.

Fafnir mientras tanto recorría el campamento como animal enjaulado. Por fin había convencido a Urth para actuar, y ella no lo dejaba participar y se rehusaba a darle explicaciones. Fafnir no tenia duda de los poderes de Urth, estaba convencido ya de la próxima victoria y quería ser parte de ello.

Finalmente llego el día. El ejercito enemigo estaba ya a solo una jornada de distancia. Urth ordeno a los generales reunirse.

Urth llego al lugar de la reunión. Era una tienda de campaña lujosamente preparada. En el centro se encontraban los generales del ejercito. Era un espectáculo extraño. Eran hombres recios, endurecidos por las guerras, pero que no dudaban en seguir las ordenes de esta joven, casi una adolescente.

Esta joven de extraordinaria belleza era su única esperanza y todos habían escuchado sobre su leyenda. Ahí estaba Urth, que había cambiado sus ropas de caminante por un atuendo más lujoso, pero no estaba adornado por joyas sino por elementos de la guerra. A los hombres les pareció una hermosa reina guerrera.

Esa mañana Urth había entrado en trance para poder percibir al ejercito enemigo. Así que cuando comenzó a explicarse a los generales las disposiciones del enemigo les pareció cosa de magia. Sus espías les habían dado algunas indicaciones, y todo coincida con lo que ella decía. Ahora todos esos hombres severos, acostumbrados a la guerra, ya no tenían dudas de sus palabras.

Solo faltaba la instrucción final. Llamo a su vieja amiga:

—Guinda. Por favor trae la poción.

Si señora. — Guinda desapareció y poco después trajo a varias mujeres con varios odres que fueron colocando en la mesa — Aquí esta todo. Gracias por lo que vas a hacer. Mi hermano esta entre los elegidos y te agradece ese honor

Urd palideció al escuchar esto último, pero ya no podía dar marcha atrás. Sin embargo, sentía que el corazón se le encogía.

—Aquí esta todo. Mañana, antes de que salga el sol, el ejercito debe salir a encontrar al enemigo. Antes de enfrentarse, los elegidos deben tomar una medida, solo una, de esta preparación, y toda la cerveza que puedan. El resto del ejercito, debe atacar los flancos, como distracción, pero una vez que la poción haga efecto, deben hacerse aun lado. Cuando el sol llegue al cenit, se unirán al ataque, y la victoria sera suya.

Hubo un murmullo de asombro. ¿solo eso? Ningún plan elaborado de batalla, ninguna gran estrategia ¿solo eso?

—mi señora Urth, ¿Es eso todo? — los hombres dudaron por un momento, pero ella solo endureció su rostro. Y le dijo.

—Si, eso es todo. Mañana la victoria sera suya. Guinda. Asegúrate que repartan los odres entre los hombres y que estos sepan que van a hacer. Ahora. Déjenme sola.

Los hombres se alejaron poco a poco. La seguridad con la que había hablado no les dejaba dudas. Ella había hablado, y harían lo que decía.

Justo cuando todos se había alejado, entro Fafnir. Había visto los preparativos y estaba furioso de no ser parte de ellos.

— Urth, ¿Que es todo esto? ¿Porque no me has dejado participar? ¡Esta es mi oportunidad de sobresalir, de mostrarles que puedo ser un líder y un guerrero!

—Ya no quiero saber nada de la guerra. No quiero saber nada de poder, luchas de imperios. Mañana va a morir gente. Haga lo que haga, si no los ayudo morirán, si los ayudo morirán. Esto es lo que yo quería. ¿No lo puedes entender?

—Estás confusa. Si dices que ganaremos, yo se que así será , ya he visto tu poder. Y Después de la victoria, con lo que dice tu libro.

—Mi libro, mi libro. ¡Maldito libro! ¡Lo voy a destruir!,. Entiende, mañana morirá gente y no quiero saber más.

Urth tomó entonces uno tarro de cerveza de la mesa y se puso a beber. Solo quería olvidar. Fafnir intento abrazarla, pero lo rechazo.

Fafnir, estaba confuso, no entendía y luego la amenaza de destruir el cuaderno. Intentó razonar con Urth. Pero todo era inútil y finalmente se fue.

Urth siguió tomando, tarro tras tarro, hasta que se quedó inconsciente...

Al día siguiente, Urth despertó. Estaba en la tienda de campaña que le habían proporcionado y ya era pasado medio día. Buscó a su alrededor, no veía a Fafnir. Entonces notó que faltaba su libreta, y se llenó de ira, comenzó a gritar por Fafnir.

Guinda apareció y estaba un poco atemorizada.

—¡Dónde está Fafnir!

—Salió esta mañana... con los soldados.

—¿Qué ? ¡Pero si yo lo prohibí!

— Los generales decidieron que por ser tu hombre, merecía el honor de estar con los escogidos. Estaban seguros que seria un honor para ti. Partió junto con mi hermano. El me dijo que confiaba en tu poder y dejó dicho que por favor lo perdonaras, pero que no podía permitir que destruyeras tu trabajo, y que cuando regresara el te demostraría que estas equivocada.

Urth gritó y se sintió desfallecer. En eso se escuchó un grito "regresan los guerreros" y salió corriendo.

Había un clamor, la gente gritaba victoria, los guerreros regresaban con una mirada extraña, parecían como en un sueño.. Faltaban muchos de ellos. Solo la mitad de los elegidos había regresado, pero la gente se regocijaba. Después de esperar una derrota total si peleaban solos, el que regresara la mitad parecía un milagro que le era atribuible a la hechicera.

Todos la rodeaban, y gritaban ¡victoria, victoria.! Pero ella no escuchaba nada. Solo veía por los que no habían regresado. Extrañamente había pocos heridos y solo ella sabía la razón.

Uno de los guerreros, cuyo rostro le pareció familiar, se le acerco. Era el hermano de Guinda. Tenia una cara de asombro, pero también de felicidad.

—¡Salve Darraðarljoð! Te debemos la victoria. Aun no se como lo logramos, pero el enemigo huyo atemorizado. Eran muchos mas que nosotros. Yo no recuerdo nada. Tome tu poción y me sentí mejor que nunca, y luego cuando me di cuenta, estaban huyendo. Hay muchos de nuestros hombres muertos, pero la mayor parte de los muertos son del enemigo. Tu magia es poderosa.

Urth se estremeció al escuchar sobre los muertos. Ese estúpido hombre no entendía nada, lo tomo de los hombros, lo agito y le grito.

—Pero Fafnir, ¿donde esta Fafnir?

La cara del hombre se iluminó con una sonrisa, como recordando algo, luego dijo:

—Toma Darraðarljoð, te lo envía Fafnir — Al tiempo que le daba lo que había sido la capa de Fafnir, destrozada y cubierta de sangre y adentro, su estuche de dibujo, atravesado por una estocada.— Luchó junto con nosotros, pero quedo malherido. Me dio también un pergamino con garabatos, pero lo perdí. Él me pidió que te lo diera. Ahora vamos a celebrar nuestra victoria, que él también ya debe estar celebrando con las valquirias.

Urth recogió la capa ensangrentada, y no pudo reprimir un grito. Cerró los ojos e intentó recordar su hermoso rostro, pero solo veía esa capa ensangrentada. Había muerto y todo por su brillante idea.

Cayo de rodillas, y comenzó a sollozar. ¿porque se había metido en esto? ¿porque se había tenido que enamorar de ese hombre? Finalmente tenia que aceptarlo. Lo amaba, pero ya no importaba. El estaba muerto.

Entre tanto, los soldados comenzaban a rodearla. No entendían su dolor, pero aun así, les dolía. A ella le debían su victoria.

Urth poco a poco se levanto, una débil luz brillaba en su mente. Tal ves no estuviera muerto, Vio a los hombres que la rodeaban y les suplico:

- Llevenme al campo de batalla. ¡Puede haber sobrevivientes!

Los hombre negaron, aun estaban confundidos por lo que había pasado. Simplemente habían dejado todos los cuerpos atrás.

Urth tuvo una esperanza. Pidió un caballo y pronto le llevaron el más veloz,

Urth cabalgo esforzando al animal al máximo, la batalla había ocurrido a media jornada del campamento. Pero el animal al sentir el olor de la sangre se detuvo en seco al borde del campo de batalla. Urth quedo horrorizada. Había visto muertos por combates y duelos, pero no estaba preparada para la espantosa realidad de un campo de batalla.

Sangre, cuerpos destrozados, miembros cercenados, ojos en blanco mirando al cielo, cráneos reventados con su contenido expuesto, y el olor de la sangre. Los sentidos de Urth simplemente quedaron sobrepasados por el terrible tufo de la sangre coagulada. Intento sentir a Fafnir, pero ese terrible olor solo avasallaba su percepción. Se bajo y comenzó a caminar entre la desolación. Efectivamente, había muchos más muertos del enemigo, pero por aquí y por allá, vio rostros conocidos. Gente que unas horas antes estaba vivos y brindaban en su honor.

No podía más, se tapo los ojos con las manos cayo al suelo sollozando incontroladamente en medio de tanta destrucción. Pero sus sentidos sintieron algo. Débiles quejidos, pero no venían de un solo lugar. Cerro los ojos, y percibió débiles señales de vida, dispersos por el campo de batalla. Eran algunos moribundos, tal ves podría hacer algo por ellos, pero quedaba poco tiempo y eran muchos... ¡Alguno de ellos podría ser Fafnir!

Solo con magia, magia poderosa y prohibida podría lograr salvarlos. Conocía el hechizo, pero nunca lo había realizado, ni sabia si tendría la capacidad de lograrlo, pero solo le quedaba esa esperanza.

Finalmente se levanto, y se irguió con resolución. Comenzó un complejo canto, mientras los elementos a su alrededor parecía enloquecer. El viento soplaba, el cielo se obscurecía, y ella sentía que el poder fluía a través de ella. No sabia como, pero estaba funcionado. Atraía más y más energía vital, y comenzó a enviarla a donde percibiera la mas leve señal de vida. No importaba quien fuera, salvaría a todo aquel que pudiera. Sentía que se quemaba por dentro, pero no interrumpía su canto. Una brillante nube de electricidad la rodeaba. Pero finalmente todo exploto cuando ya no pudo controlar mas esa poderosa magia.

Cayó sin aliento, estaba agotada, y sabia que pronto seria castigada, pero no pudo evitar sonreír ante este ultimo acto de desacato, mientras su mente se nublaba. Después ya no supo más.

Recordaba vagamente que unas Valquirias había descendido a buscarla, Después de una breve pero espectacular lucha, pues no había manera que una joven y agotada diosa se enfrentara a ellas, se la habían llevado al cielo.

La justicia fue rápida.

Urd, diosa de segunda clase, licencia limitada como observadora, sería suspendida por 200 años, pero no sería la ultima vez...

(fin del capitulo III rev 04)


notas:

1) el rey Godfred . Por razones dramáticas, estoy omitiendo que este rey provocó a los francos invadiendo primero su territorio. Por otra parte, posiblemente evitó la invasión de los francos, gracias a la serie de fortalezas que construyó y no gracias a Urth.

2) Aparición de la mitología nórdica .Prácticamente no se sabe nada de las gentes de la región nórdica antes del siglo VIII. De manera que sugerir que toda esa mitología nació en el año 800, no es tan descabellado...

3) Widukind fue el principal líder sajón que se opuso a la conquista de Carlomagno. Solo lo menciono brevemente, pero es una figura casi legendaria, que volvere a mencionar.