Una disculpa por el largo intervalo entre capítulos, pero la historia me ha llevado por senderos que no tenia intenciones de visitar
y por eso este capitulo me costo mas trabajo del que esperaba.

Javier Delgado


La orden de los Caballeros Mortales
Por Javier Delgado R.

Fan fiction, inspirado en "Oh mi diosa" de Kōsuke Fujishima.

Capítulo XI

Cielo e infierno

Un trueno resonó en este pequeño valle, si es que ese nombre se le podía dar a este extraño y agreste paisaje, que parecía más una cicatriz abierta en medio del bosque, que una formación natural. En la dura roca expuesta casi no crecía vegetación lo que aumentaba aun mas el contraste con respecto a bosque El sonido reboto una y otra vez entre sus paredes desnudas dándole un sonido irreal.

En una de las paredes del valle la roca se desintegro dejando un cráter, siguieron otra serie de explosiones, y cada una dejando un nuevo cráter similar al anterior.

Pero estos no eran los únicos. A lo largo de la pared se podían observar centenares de cráteres similares, algunos parecían ser muy antiguos, los mas antiguos eran mucho mas pequeños que los recientes.

Conforme el humo y polvo de la explosión comenzó a disiparse, se pudo distinguir una figura femenina flotando a algunos metros del suelo en medio del valle.

La hermosa mujer de largos cabellos blancos cerraba sus puños con furia, mientras examinaba con ojo critico su obra, en seguida profirió una maldición en un idioma incomprensible, al parecer estaba insatisfecha con el resultado. Levanto los brazos y murmuro un largo hechizo mientras sus manos brillaban con una luz eléctrica y pequeños destellos recorrían sus dedos. Un olor de ozono llenaba el medio ambiente, hubo un poderoso destello mucho mas intenso que los anteriores y pronto un nuevo cráter adorno la pared. Este era considerablemente mayor que los anteriores.

Finalmente Urd respiro un poco aliviada. Le servia bien liberar su frustración y el accidentado paisaje era un testigo mudo de cuantas veces había sido necesario hacerlo a lo largo de su vida.

Este lugar era de los pocos lugares agrestes que quedaban en este mundo perfecto y tal ves por eso le gustaba. Sin duda el cielo era un lugar hermoso lleno de orden y armonía, pero en la búsqueda de ese orden, los dioses habían subyugado y doblegado a la naturaleza de este lugar y al menos a los ojos de Urd, que había nacido en un paisaje completamente distinto, todo parecía un gigantesco y monótono jardín artificial.

El corazón de Urd se rebelaba ante un orden tan perfecto que parecía rozar en la tiranía. Se imaginaba que de ser posible el actual Kamisama, el titulo que recibía el dios regente de este universo, le habría dado certidumbre al principio de incertidumbre, e intentado quitarle lo caótico la teoría del caos.

Liberada la tensión, no pudo evitar en estallar en carcajadas ante estos pensamientos. No era la mejor forma de pensar respecto al "numero uno". Sus ideas eran casi heréticas en un mundo obsesionado por la perfección y el orden.

Tal ves ella no era la única en pensar así, pero si era de las pocas que expresaba abiertamente su rebeldía. Por alguna razón solo a ella le toleraban esas actitudes. Era una tiranía amable, pero finalmente se aceptaban pocas disensiones. Y mas de una vez se había enfrentado directamente a reglas que ella consideraba ridículas.

Y hoy era uno de esos días. Sus planes de tener acceso a Yggdrasil habían fracasado por las razones mas ridículas imaginables.

Lo había preparado todo. Dado que ella técnicamente estaba castigada en la tierra, Peorth la bella diosa de las rosas, era la administradora, y solo la llamaban a ella en casos de emergencia.

Aprovechando que desde su visita a la tierra, Peorth había desarrollado una gran afición a algunos productos de la tierra, en especial, los manga de contenido romántico, le había traído una buena cantidad de estos.. Urd sonrió, por experiencia propia, sabia lo adictivos que eran para las diosas estos productos del ingenio humano. Algún observador externo habría reconocido esto como un síntoma de insatisfacción con su modo de vida, pero Urd no era un observador externo.

En ese momento solo sabia que no había resultado. Por alguna razón, había una alerta del sistema, pero nadie sabia o no quería decir la razón. Peorth la recibió con toda amabilidad, y la saludo como viejas amigas, a pesar de los roces que habían tenido en el pasado, había nacido un respeto entre ambas diosas. El recibir el paquete de revistas por supuesto había ayudado, ademas ante la insistencia de las demás operadoras, tuvo que prometer las compartiría con ellas. Con eso se había ganado la buena voluntad de las nuevas operadóras que no habían trabajado con ella. Pero ante la solicitud del acceder el sistema desde su consola de SYSOP, Peorth se había rehusado enfáticamente, argumentado que se encontraban en estado de alerta nivel índigo.

Según le había informado, estaban a la mitad de una crisis por lo que todos los accesos al sistema de Yggdrasil habían sido bloqueados o restringidos y solo se permitiría acceso a dioses de primera categoría de la sección administrativa, . y a pesar de ser oficialmente la Sysop, es decir la operadora de mas alto nivel, por no ser una diosa de primera categoría, ella no tenia permiso.

Eso por supuesto era ridículo, en momentos de crisis, ella es la que debía tener prioridad de acceso. Era una regla ridícula, pero no había convencido a Peorth de violarla. Pero entonces Urd recordó que ella misma había aprobado esa regla, pues nunca habia imaginado que se podria aplicar a ella. Y para darle un tono kafkiano, Urd tenia la autoridad de suprimir esa regla, excepto durante una alerta indigo.

Estuvo a punto de provocar un escándalo, cuando alcanzo a percibir un rastro de pánico en el rostro de la diosa. Urd había cedido finalmente, pero al salir, Peorth se le había acercado y susurrado una palabra "Giörel".

Y eso solo le había llevado a mas frustración. Conocía vagamente a Giörel, era una joven diosa de ´primera clase. Pero nunca había hablado con ella, no era una diosa importante y apenas era una aprendiz. ¿Que tendría que ver con la alerta del sistema?

Pero todo intento de contactarla había sido inútil. Se encontró con un muro de silencio. Como si nadie quisiera saber de ella. Simplemente parecía desaparecida sin rastro alguno.

Un suave viento se encargo de despejar los últimos restos del polvo que aun flotaba en el ambiente y Urd pudo contemplar toda la pared del valle.

No pudo evitar notar que pronto se quedaría sin espacio libre y sonrió con un poco de amargura. ¿Alguna vez podría encajar en este lugar?.

Se elevo un poco en el aire, y fue examinando los cráteres. No podía evitar sentir nostalgia ante algunos de ellos. Cada uno tenia una historia y cada uno también atestiguaba como había crecido su poder con el tiempo. Era como una especie de diario tallado en piedra.

Finalmente llego ante el primero de ellos.

Había dos pequeños cráteres, uno mas pequeño que el otro y Urd sonrió mientras se el humedecían los ojos. El pequeño era de una muy joven Belldandy, quien la había traído a este lugar. Siempre pensando en como ayudar a su hermana mayor, de alguna manera ella sabia que se sentiría a gusto en este lugar rocoso.

Pero junto a esos pequeños cráteres, había algo extraño. En medio de la pared llena de cicatrices, había un espacio extrañamente, que por alguna razón, parecía que había escapado a los accesos de ira de la diosa.

Urd suspiro, tenia tiempo que no entraba a su escondite. Elevo sus manos y canto la contraseña del lugar.

- "Þær austr ok vestr enda fálo: þar átti lofðungr land á milli "

La pared comenzó a disolverse, mostrando que solo era una ilusión detrás de ella, apareció un arco profusamente decorado. El arco estaba adornada con figuras completamente ajenas a este mundo, pertenecían a otro lugar, pertenencia a Hell.

La vista de ese arco, le produjo emociones contradictorias. Por un lado el dolor de la separación de su mundo natal, pero también había ternura.

Había sido Belldandy, la pequeña Belldandy quien había creado ese lugar para ella. La pequeña diosa que era, había realizado un esfuerzo inmenso, y todo por querer ayudar a su hermana mayor, que se sentía tan extraña en este mundo. No sabia de donde, pero había localizado una ilustración de una de las salas subterráneas del mundo de los demonios y había tallado una copia para su querida hermana mayor.

Había sido su lugar secreto. Un trozo de su otro hogar en este mundo ordenado. Urd dejo de flotar y descendió a la tierra. Camino lentamente hacia la entrada. Tenia mucho tiempo sin entrar y este lugar estaba lleno de recuerdos. Por unos momentos olvido para que estaba ahí.

Entro en una amplia sala, con un elevado techo, semejante a los salones de su mundo natal. Había sido una caverna natural, reformada con magia. Las paredes estaba cubiertas de elaboradas figuras talladas, sin embargo cualquier demonio habría notado algo extraño. Algunas de las figuras eran delicadas flores, completamente ajenas a Hell. Belldandy no había podido evitar darle su toque personal a este lugar.

En el centro de la habitación, había un pedestal de piedra y en el, un cristal que brillaba suavemente, sin embargo conforme Urd se acerco a el, este aumento su brillo, como si la reconociera.

Tallados en las paredes había repisas con objetos extraños. Eran los objetos que se había traído, recuerdos de su niñez en otro universo que ahora parecía tan lejano. Pero también eran objetos que tenían un aura que asustaba a los dioses, y por ello los había tenido que ocultar aquí con ayuda de su hermana, quien con una habilidad impropia de su edad había logrado crear un escudo que impedía que su aura saliera de este lugar.

Entonces se acerco al cristal, el único objeto que le había dejado su madre. Sus sentimientos eran contradictorios y el que el cristal pareciera reconocerla solo los exacerbaba.

Urd sintió un espasmo de dolor e ira. Recordaba la admiración y el temor que en su niñez le había inspirado su madre y luego el dolor de ser separada.

Se había sentido como un rehén en un intercambio de poderes. Su madre nunca le había dicho la razón por la que la había alejado, pero solo después supo la tragedia era en parte debido a ella..


Era una amplia cámara excavada en roca, y con las paredes profusamente talladas. A un dios le habría parecido lúgubre debido sus grandes claroscuros, pero para un demonio era un lugar acogedor. Dos niñas jugaban y peleaban rabiosamente, una de ellas quería arrebatarle un juguete a la otra. Sin embargo era obvio que no eran niñas comunes. La cámara era lujosa y profusamente adornada, para los estándares de este lugar era extremadamente lujosa y estaba fuertemente custodiada. Unos grandes y hoscos demonios vigilaban el lugar. Sus músculos hipertrofiados y su mirada ausente los señalaba como la guardia personal de Hild. Eran demonios poderosos y pero también estúpidamente fieles.

. Había dos guardias en la entrada y tres mas en el interior. Miraban impasibles los juegos de las niñas, mientras estas discutían y peleaban. Su trabajo era protegerlas, no cuidarlas.

- Urd, eso es mio, yo lo traje – Al tiempo que de su pequeña mano salia un destello de luz. Urd lo esquivo fácilmente, y este dejo una marca en la pared, una marca mas de las centenares que ya había.

- Marler, yo lo quiero, y lo voy a conseguir.- Un destello salio de sus manos, un poco mayor que el de su compañera, quien también lo esquivo fácilmente, este se estrello contra uno de los guardias, que apenas y se movió.

- No, es mio, y yo lo voy a conservar.- En vista de la falta de éxito de su anterior ataque, la pequeña salto como una pequeña fiera sobre su compañera, y pronto rodaron las dos por el suelo de la cámara.

Solo se veía una furiosa confusión de brazos y piernas, pero finalmente las dos cayeron exhaustas, y se quedaron tiradas en el piso. Pronto comenzaron a reír juntas.

A pesar de la aparente ferocidad de su lucha, no se habían hecho ningún daño. Estos juegos que incluso un dios habría considerado violentos, eran estimulados en este mundo como un juego de niños, y parte de su aprendizaje. Sus cuerpos sobrehumanos difícilmente se podían dañar. Finalmente las dos se quedaron calladas y luego Marler lanzo un teatral bostezo de aburrimiento:

- Urd, no entiendo porque no puedes salir, es muy aburrido estar encerrada aquí.

- No puedo salir sin que estos – señalando a los guaridas- alejen a todos de mi. Salir no es divertido.

- Pero eres hija de la Daimakaichō , tu les debes poder dar ordenes.

- Ya lo intente, pero no funciona, mamá les debe haber puesto algún hechizo y no me hacen caso, mira:

Con su voz infantil emitió una maldición, levanto los brazos y lanzo su mas poderoso rayo, hacia uno de los guardias. Este se estremeció ligeramente, y le dirigió una breve mirada al sitio donde había recibido el impacto. A pesar de que salia algo de humo, no hizo ningún gesto.

-¡Vez! Es inútil. Antes solo estaban los del la puerta, pero desde la ultima vez que nos escapamos ahora están también adentro. Mama estaba furiosa y les dio nuevas ordenes.

- Pues por lo que escuche, hoy esta mas furiosa que lo normal. Algo esta pasando, había mucha movimiento y no me dejaban pasar. Tuve que usar el pase especial.

Entonces vieron como los guardias se ponían rígidos. Sentían cercanía de su ama. Escucharon unas palabras airadas y en la puerta apareció Hild, la madre de Urd, acompañada de un demonio de aspecto importante.

- Shaik Aman-Reng, tu titulo no significa que deba aceptar insolencias. Los otros Shaik están de acuerdo conmigo. Ya sabemos lo que una guerra abierta puede provocar. Mi plan evitara que mueran más. Nos somos tantos, si mueren demasiados, nos extinguiremos.

- Por eso mismo debemos subyugarlos rápidamente. Algunos valientes arriesgaron su vida y dos de los dioses mas poderosos han muerto. Es nuestra oportunidad.

El impasible rostro de la Daimakaichō se altero con una expresión feroz.

- Esos rebeldes desobedecieron ordenes. Serán castigados y de eso, yo me encargare personalmente. si sobreviven, nunca mas me volveran a desobedecer.

Aman-Reng, se sorprendió por esa declaración:

- Pero ellos son considerados como héroes. Si lo haces los ataques contra ti y contra ella se incrementaran. ¿Cuantos guardias mas sacrificaras protegiéndola?.

- Ella es la futura Daimakaichō. Su vida es más valiosa. Ahora fuera de aquí. Tengo que hablar con ella.

El hombre miro con desprecio a la niña.

-No aceptaran como Daimakaichō a alguien que es mitad dios.

- Mide tus palabras. Aceptarán a quien tenga poder suficiente. Ella es mi hija y sera mas poderosa que yo. Recuerdalo, algún día tendrás que responder ante ella.

El hombre no pudo evitar mostrar una expresión momentánea de furia, que rápidamente cambio por una de sumisión.

- Mi señora, solo quiero ser un humilde consejero.

Hild miro directamente al demonio, este titubeo y desvió la mirada para no enfrentarse a esos ojos.

- Te conozco Aman-Reng. Conozco tus aspiraciones. Se que eres poderoso. El mas poderoso de todos los Shaik. Pero no tendrás mi puesto. Tu llevarías a nuestro pueblo a la extinción. No lo permitiré sin importar lo que tenga que hacer. Ahora vete, puedo llega a olvidar tu titulo y tratarte como a cualquier rebelde..

El demonio respiro profundamente, tratando de controlar su ira, pareció a punto de decir algo, pero finalmente se inclino ligeramente ante Hild, y se retiro.

Hild lo miro alejarse y luego se dirigió a su hija con toda la majestuosidad que indicaba su puesto. Su presencia era imponente. En términos humanos su belleza y sensualidad eran apabullantes, pero había mucho mas. Emanaba autoridad y poder. Su vestido estaba lleno de nudos y cierres, que le permitían mantener su poder bajo control, el gran numero de estos denotaba un poder que casi nadie en este mundo se atrevía a retar.

Su rostro ahora parecía sereno, pero sin embargo, sus mirada era penetrantes e inhumana, se sentía como un láser de alta potencia frió e inhumano. Nadie osaba enfrentar esa mirada, bastaban unos segundos para que cualquiera se sintiera con deseos de cubrirse y ocultarse. Solo había una persona capaz de soportar su mirada

- Madre- Urd adopto automáticamente un habla formal y altanera, que intentaba imitar a su madre mientras la miraba directamente a los ojos- ¿Porque nos interrumpes?. Estamos jugando.

Hild no cambio la expresión de su rostro altivo, sin embargo hubo un esbozo de sonrisa ante esa pequeña que se atrevía a hacer lo que nadie en este mundo. Ella podría ser una digna sucesora... si es que sobrevivía. Diez de sus guardias privado ya habían muerto protegiéndola. ¿Cuanto tiempo podría seguir así?

- Debes prepararte para partir. Tienes que ir al cielo. Te reunirás con tus hermanas.

- No las conozco, para que me quiero rehuir con ellos. A quien quiero es ver a mi padre. Hace tiempo que no viene.

Hild miro a la niña, su rostro estaba ensombrecido, como queriendo ocultar un dolor, y luego sin ningún intento de aminorar la noticia le dijo a la niña:

- Tu padre ha muerto. Murió junto con "ella". - Y luego espero a ver la reacción de la niña. Esta palideció, pero no cambio su expresión. Sabia que su madre no toleraría sentimentalismos.

- No... no te creo, el es un dios poderoso. Tu me lo dijiste, No habrías aceptado a alguien débil. Estas mintiendo para probarme.

- Si, el era poderoso, pero tenia un punto débil. El intento proteger a ... "ella". - El énfasis en esta palabra fue dicho con una frialdad que habría congelado los míticos infiernos de los mortales. - A pesar de mis esfuerzos, la tregua se ha roto. La guerra puede volver y yo... tengo también un punto débil que necesito proteger. Los dioses no son nuestros únicos enemigos. ¿Lo entiendes?

-No entiendo ¿Cual es ese punto débil?. Yo ya soy fuerte, quiero luchar conmigo.

Durante una fracción de segundo, hubo un brillo de orgullo en esos terribles ojos. Pero no podía permitirse algo así.

- Tu te iras de aquí. Tu eres mi punto débil. Ya arregle todo. Te iras al cielo.

Esta ves la niña no pudo evitar reaccionar

- No, por favor mamá! No quiero alejarme de ti. ¿porque me envías lejos? Puedo hacerme más fuerte.

- Ya tome mi decisión. El cielo considerara el tener a mi hija como una garantía y te tendrán que proteger. Aquí no puedo hacerlo.

La niña se quedo incrédula, y furiosa. No entendía que estaba pasando y le grito:

- ¿Entonces por eso me envías? Vas a comprar la paz conmigo. ¡Por eso dijiste que harías cualquier cosa?

- ¡No discutas!. Te dejare unos instantes. Prepara lo que tengas que llevarte, no podrás regresar.

La niña grito y su rostro se lleno de furia. Levanto sus brazos y grito un furioso hechizo y con todo su poder lanzo una descarga hacia su madre. Pero esta ni siquiera pareció notarlo, después de todo tenia poder para destruir un sistema solar con un gesto. Esa muestra de poder no era nada para ella. Pero lo que si le afectaba eran las palabras de la niña. Tras ese rostro impasible había una madre.

- Urd acércate. Tengo que darte algo. - La niña dudo, así que Hild recurrió a su voz de mando, que tenia poder que nadie podía resistir- ¡Es una orden! ¡Acércate!.

La niña no pudo resistir esa voz autoritaria, y se acerco a su madre. Esta tomo una joya de uno de sus aretes, y por una única vez en su vida, su voz mostró un pequeño destello de ternura.

-Toma este cristal, un día puedes necesitar regresar, esta es tu llave. Solo la podrás usar una vez y solo un demonio lo puede usar.

Tomo la mano de la niña y con una suavidad extraña le coloco el cristal en la mano. Y luego se inclino y le susurro algo en su oído.

-Y tendrás que hacer algo. Debes proteger a tus hermanas. Eres muy joven, pero esto es un contrato entre tu y yo.

- Yo no quiero hacerlo, no las conozco.

- Es una ord... no, espera... - Hild se inclino hasta que sus ojos quedaron al nivel de la niña. Esta se estremeció, no recordaba nunca haber estado tan cerca del rostro de su madre. Y esa mujer acostumbrada a ordenar y ser obedecida, hizo algo que la niña no esperaba. Le suplico:

-¿Lo harás por mi?, Es una promesa que hice y que tengo que transferirte- Urd se quedo sin habla, Sabia lo extraordinario de esa petición. Titubeo, pero finalmente dijo:

- Si, madre, lo haré.

-Ahora escúchame. Se que corro el peligro de que los dioses te pongan contra mi.. - La niña hizo un gesto de furia ante la sugerencia.- Por eso sellaremos un pacto.

Hild tomo a la pequeña y la levanto en vilo, como si fuera una muñeca, a pesar de sus protestas. Y luego comenzó a entonar una canción, que contenía complejas instrucciones mágicas. Estas tomaron forma, visible, penetrando en el cuerpo de la niña, finalmente devolvió a la niña a suelo y le dijo.

- Con este hechizo, la próxima vez que nos veamos y me llames "madre", se borrara cualquier alianza o sentimiento que puedas adquirir hacia los dioses. Es mi protección. No me arriesgaré a perder a mi sucesora. Ahora debes irte.

La niña estaba furiosa por lo que había hecho su madre. Aplicarle a ella. La hija de la gran Daimakaichō un hechizo de lealtad tal como lo hacia con sus estúpidos guardias.

- ¿Y si no quiero volver a decirte "madre"?

Hild no pude menos que sonreír ante esta rebeldía, ella había sido igual, pero ya no podía permitirse mas tiempo.

- Lo harás cuando llegue el momento. Todo esta listo. Pronto vendrá una escolta especial para protegerte. Yo ya no te veré.

Hild se enderezo y volvió a su actitud altiva.

Mientra tanto Marler había permanecido completamente inmóvil y congelada por el miedo a este poderoso ser, el mas temible de su mundo. Pero no pudo evitar hacer un movimiento, que le hizo recordar a Hild de su presencia.

- Marler, ven conmigo, tengo planes para ti.

Hild se retiro, sin siquiera voltear a ver a la niña. Sus ordenes siempre eran cumplidas, no necesitaba asegurarse de que la niña la seguida. Marler apenas alcanzo a hacer un gesto de despedida a Urd, y corrió detrás de la gran Daimakaichō

Urd entonces se quedo sola en su cuarto. A pesar de estar rodeada de guardias, sabia que estaba complemente sola. Todos los lazos con este mundo estaban rotos. A pesar de todo, no lloro. Hild le había enseñado bien. Solo cerro la mano apretando con fuerza el cristal. Se sentía traicionada al ser expulsada de ahí. Se formo una resolución. Nunca lo usaría, nunca la llamaría "madre". Le demostraría a su madre que no la necesitaba.

Horas mas tarde, esa niña se encontró frente a dos pequeñas y aterradas diosas. Solo entonces fue consciente de que su padre, uno de los dioses mas poderosos había muerto. Nunca había estado mucho con el, pero su breves visitas habían sido como un destello en ese mundo obscuro. Y ahora esas dos niñas aterradas, estaban ahí , desamparadas y solas como ella y reconoció que con ellas compartía algo. Su terror la decidió a protegerlas Pero no. No lo haría por Hild, lo haría por su padre y por ella misma. Nada las separaría.

Urd despertó de sus recuerdos, y floto hacia el cristal. Percibía su origen y sintió renacer el rencor hacia el y hacia su madre que la había obligado a alejarse, como un rehén en un juego de poder. Lo tomo y sintió sus emanaciones. Ningún dios se atrevería tocarlo. Pero ella era, después de todo, la hija de la Daimakaichō . Ese poder no le afectaba.

Y entonces recordó el susurro de Hild- "Debes proteger a tus hermanas"-

¿Proteger? ¿Proteger de que? Las únicas amenazas posibles solo podían venir de ella y su gente.

¿Tendría que ver con las amenazas que predecía Belldandy? Hell y el cielo, habían mantenido una tregua amarga y forzada, pero finalmente era mejor que la temible guerra que había estado a punto de destruir al multiverso. Pero Hild parecía de los pocos demonios que prefería esa paz que a la guerra.

Tal ves Hild temía una rebelión. Urd no quiso pensar mas. Le dolía pensar en su madre. Sintió que el cristal pulsaba. Se había prometido nunca usarlo... pero tenia que aceptar que podría llegar a necesitarlo.

De niña no había podido contener el poder del cristal, pero ahora era una diosa adulta. Tomo el cristal entre sus manos, y comenzó un canto mágico para sellar su poder y que ningún dios lo pudiera percibir. Le bastaron unos minutos.

Sonrió, pues ya era capaz de enseñarle algunos trucos a su madre. Tomo el cristal sellado y lo coloco en sus aretes. Finalmente dio una ultima mirada entre los objetos del cuarto, que estaba lleno de recuerdos. Repentinamente escucho un ruido de tras de ella. Había estado tan concentrada con el hechizo y se sentía a salvo en este lugar, que se había descuidado.

Volteo a ver el origen del ruido y la reconoció.

- ¡Lind!

- Fin del capitulo XI -