Capitulo 2
Amanecer
Una semana después ya estaban en Lakewood, Albert y Candy viajaban solos estaban felices hacía mucho que no visitaban Lakewood, llegaron por la noche, se fueron a dormir, por la mañana Candy feliz se había levantado temprano y camino al lago, pues pensó que Albert estaría agotado por el trayecto, no quiso molestarlo. Mientras Albert sentía lo mismo, se fue a caminar atravesando el lago.
Candy sentada cerca del lago, en el pasto pensaba, se recostó un rato con sus brazos doblados en su cabeza, cerró los ojos después de haber presenciado un hermoso amanecer, se sentía muy relajada, soñadora y sonreía, pensaba en la última vez que había estado en aquel lugar, mientras se llegaba la hora del desayuno.
Albert caminaba rumbo a la mansión a buscar a Candy, cuando venía vio recostada a la más hermosa mujer, sonreía y admiraba esa dama tan bella, viéndola sin que ella se diera cuenta, gozo de verla sonreír en silencio y con sus ojos cerrados, la admiraba delicadamente con ese vestido tan delgado se hacían apreciar sus hermosas piernas, sus curvas, ese busto tan atractivo, por Dios, como cambio tanto mi pequeña… ya no hay nada de pequeña en ella, ni sus pecas se ven ahora, su carita tan aterciopelada, su tez tan blanca, oh Dios, suspiro.
-Candy no sabía que estuvieras por aquí, ya va a ser la hora de desayunar, pensé que con el viaje estarías dormida todavía…
Candy sorprendida, trato de incorporarse, se sentó -No Albert, creo que traigo un poco movido mi horario por los turnos del hospital, decidí venir a ver el amanecer, ¡estuvo hermoso!
-Si, lo vi pero te hacia dormida, estaba un poco más allá, cerca de la colina, se veía mejor…
-Bueno es hermoso ver un amanecer, ahora podremos verlo juntos otro día.
Albert se colocó frente a ella, estiró la mano para levantar a Candy e ir al desayuno, ella aceptó. Al levantarla Albert resbaló y casi cae encima de ella – ¡Lo siento Candy, resbalé! – Quedaron uno encima del otro y tan cerca que sus bocas se encontraron, sin más Albert cerró sus ojos y le beso. Candy sorprendida cerró sus ojos, disfruto el beso de Albert, él tratando de no despegarse se sentó a un lado de ella sin interrumpir el beso que tanto habían deseado ambos, no sabía cuánto tiempo paso, pero ambos se entregaron en ese beso, ella con sus manos tomo la cara de Albert acariciándola y él tomo su cabeza para no separarse de ella. Ambos sentados en el pasto, se besaban como deseándose sin medir nada, sin pensar en nada, el era aquel amor que la inspiro, ella la mujer que más cerca de él había estado, sufriendo por ella mucho tiempo, en silencio ahora juntos y ante ese beso accidental o no, el mejor beso del mundo.
Albert sentía sus manos acariciándolo, no quería que ese beso terminara, Candy se sentía tan feliz, sentía sus manos acariciando su cuello, su cabello definitivamente era la gloria, jamás en su vida se había sentido así. Regresó la prudencia, Candy bajo la cabeza un poco perdida, él buscaba su mirada, para saber qué decir. Se separaron un poco, el acarició el rostro de Candy, ella sonreía, feliz, no sabía cómo explicarse nada, es más no recordaba si él la había besado o ella lo había hecho. En silencio se miraban y en su mirada solo había amor, silencio sin ninguna explicación.
Albert no sabía que decir, sonreía, se quedaba sin palabras, ella no estaba avergonzada, o ruborizada, solo sonreía, ninguno decía nada y fue Albert el que por fin habló
– Candy… te amo.
- yo también te amo Albert.
Ambos al escucharse sonrieron, ella se acercó, se refugió en su pecho, él la abrazo, sorprendido, no quería soltarla, sentado frente al lago, sus pensamientos explotaban, solo querían seguir ahí, sabían quiénes eran, que habían sido, se conocían tan bien, no había nada que contarse… y esto.
Candy en el calor del cuerpo de Albert enternecida por no saber que decir comenzó a hablar
- Albert, desde hace mucho me di cuenta que siento algo diferente por ti, aquella ocasión en que te fuiste de mi lado, al defenderme de Niel, en el hogar de Poni al saber que eras mi Príncipe… te había contado que me enamoré de ti de niña. Albert la miraba con ternura, el escucharla le hacía volver a la vida, el saber que lo amaba, era algo sorpresivo para ambos.
-Candy… te he querido mucho desde hace mucho tiempo, pero no quería interferir en tu vida y hace tiempo que siempre pienso mucho en ti, volví por que deseaba verte, si no lo hacía, me sentía solo, extraviado, en ese mundo de los negocios las personas calculan todo, a veces hasta los sentimientos, fui a Escocia y en todo te recordaba, deseaba que estuvieras conmigo, después de tu compromiso, la verdad quería que tu eligieras que hacer, no interferir mucho menos que te impusieran algo, la adopción legal concluyo, para que no te sintieras comprometida en una relación y que nadie te obligara por ser una Andrew, yo soy un Andrew desde que nací, mi camino está trazado conforme a mis responsabilidades, me gustaba pensar que eres libre de hacer lo que desees, te enamoraras o te casarás en total libertad y pensaba tanto en ti, Candy te amo y solo pensar que me presentarás a alguien más, no quería estar presente, no quería enfrentar eso. Antes de volver investigue que hacías, si tenías novio, tenía miedo descubrir que ya habías hecho tu vida, pero encontrarte ahí, sola trabajando día y noche, mejor volvía por ti, pensé en hacer un hospital en Escocia y llevarte para que trabajaras cerca de donde estaba, pero conociéndote, no creo que fueras.
-¡Albert! Siempre me han hecho ver que no soy adecuada para ser una Andrew, por eso di gracias por la anulación, la tía ha hecho mucho por mí y tú también, cuando te fuiste, también te extrañé, me dedique a trabajar muy duro, concentrarme en seguir adelante, pensar en ti me da fuerzas, sé que te gusta la libertad y ahora estar con tantas responsabilidades, me imagino que debe ser agotador.
Mientras Candy le explica, sus sentimientos, Albert sentía que era tiempo de darse una oportunidad entre ellos, sin pensar le dijo cariñosamente…
-Candy… ¿Quieres ser mi novia?
Candy al escucharlo y sorprendida sonreía, como si le hubiera leído sus pensamientos, ella que tanto deseaba estar cerca de él, que lo extrañaba cada día y no soportaba su ausencia…
-¡Albert!… claro que sí. Sonreía, no imaginaba que eso pasaría, no podía creerlo, le propuso ser su novia, como negarse ante esos hermosos ojos, que le dan alegría solo al mirarlo.
-Bueno hora de desayunar o tendremos que hacerlo almuerzo porque creo que ya se paso mucho tiempo, ¿nos vamos?
Albert levantó con ambas manos, la abrazo, se fueron en camino a la mansión. Ya en el almuerzo, había muchas sonrisas, pasaron al estudio de Albert para seguir platicando, les llevaron el té. La plática se extendía, ambos estaban en el mismo sillón, platicando de todo el tiempo que estuvieron separados, como se habían extrañado, Candy le comentaba que el departamento era muy triste sin él allí, que había regresado a trabajar, se la pasaba mucho tiempo en el trabajo, que se había especializado, que aprendía de medicamentos y de consultas, que ahora entraba a cirugías, que los pacientes cada vez tenían problemas diferentes. A veces la falta de doctores y sus ausencias tenía se tenía que tomar la iniciativa, se preguntaba si debía ser doctora, pues hacen mucha falta.
Él le comentaba que en Escocia es maravilloso, que ahora que estuvo allá le encantó ver que todos sus pendientes no eran demasiado graves, que la verdad la familia valía oro y que todos los posibles problemas se habían solucionado, que cuando estuvo allá todo era mejor que antes, que algún día le encantaría decirle algunas cosas que cambiaron su forma de ver la vida, solo faltaban algunos detalles, que el trabajo se le hizo muy rápido, vio a su familia de Escocia y de varios lugares de Europa, que habían ido a conocerlo, lo visitaban, que muchos se preguntaban cuando contraería matrimonio, pues a su edad todo el mundo desea verte casado y feliz.
Ella le sonrío, le dijo, que no nada más a él, que si no recordaba el compromiso de ella, se soltaban a reír.
Después la invito a salir en el coche, prepararon una tarde de picnic lejos de la mansión para no ser tan vigilados, salieron a campo abierto, pasearon un rato y en un prado cercano al bosque estacionaron el auto, se adentraron para quedar en una colina hermosa, ya ahí, extendieron el mantel, siguieron su conversación y comieron…
-Sabes Candy, te acuerdas aquella vez que estabas en Inglaterra por la noche, no podía creerlo como habías cambiado tanto, parecías un ángel a esas horas y sola.
-El ángel fuiste tú, que si no te hubiese encontrado como encontraría medicamentos a esa hora, para venir a ver cuando regrese ya no tenía caso, ya nadie espero mis medicamentos, sonreía.
-Recuerdas cuando fuiste a verme en el zoológico, pase buenos tiempos ahí.
-Si, fue bello, pero no cambiaría nada de mi vida sabes, cuando te encontré en el hospital y te creían un criminal, sabía que no lo eras, después de ahí me esforcé más por terminar mi carrera de enfermera para curarte.
-Lo sé Candy, me da mucho gusto que me hayas rescatado y cuidado tanto, fue la época más bella que recuerdo, a veces cuando me siento presionado o cansado de trabajar, el solo recordar el departamento, me hace desear, volver a estar sin memoria.
-No digas eso Albert, la vida sigue, es verdad, estuve hace poco ahí y si te extrañe mucho, pero no cambiaría eso por estar hoy aquí, contigo, ha pasado tiempo y me siento feliz, toda mi vida la he pasado cerca de ti, sin saberlo en ocasiones como cuando me rescataste de México, de la cascada, del león, de mi tristeza, Albert, no regresaría al tiempo atrás, cada cosa te deja enseñanza para ser mejor, jamás me hubiera imaginado que un día no muy lejano mi príncipe , aquel jovencito que me impulso a querer ser adoptada y salir en su búsqueda, terminaría algún día siendo mi novio.
-¡Candy!, así como lo dices suena maravilloso, ¡si eres mi novia!
El se acerco, la abrazó y la beso, la cargo hasta en medio de sus piernas y la tenía tan cerca de él, el abrazo enternecía a ambos, no lo podían creer, parecía un sueño, Albert la abrazaba, pensaba que por fin todo cambiaría, hasta que le dijo -Candy, no me gustaría que tuviéramos un noviazgo largo, puesto que nos conocemos bien, me gustaría que nos casáramos pronto ¿Qué te parece?
-Albert, no sé que piense la Tía al respecto, sabes una de las cosas por las que quería dejar el apellido Andrew, es que ella no me cree capaz de merecer el apellido, soy muy diferente a las damas de la sociedad.
-Candy, esa diferencia es la misma que he tenido al ser un vagabundo libre y la verdad no me gustaría que cambiarás, además soy quien elige a su esposa, no la Tía Elroy, sabes puedo ir a pedir permiso para casarnos a tus madres en el hogar de poni y organizar nuestra boda lo más pronto posible, si me aceptarás, pero que otro motivo fue el que te hizo dejar el apellido Andrew.
-No te quería como padre Albert y si te casabas, no quería una madrastra, tener que visitarla y saberla mi familia, cuando se quedaba con mi Albert.
-¿Tú Albert, Candy?
-Si, mi Albert, porque Albert no tenía familia, era como yo, el era mi familia, por eso le escribí a mi padre que me quitará el apellido Andrew, para no ensuciarlo, cuando vivía con un vagabundo.
Ambos se soltaron a reír, - Candy, mi Candy, que gusto saberte mía, mi amiga, mi enfermera, y mi novia, no me has contestado, te gustaría casarte pronto Candy.
-Albert, me lo estas proponiendo ya, o estas indagando para saber qué es lo que pienso, nadie anda con un hombre y se hace su novia para pasar el rato Albert.
Volvieron a reír, ella lo había dicho todo. El tenerla en sus brazos, hacia el momento más increíble, tanto haberla esperado, ahora la escuchaba hablar con una sensatez y madurez, tan bella, sincera, detallista y a la cual la conocía desde siempre, lo conocía también.
Candy y Albert recogieron todo, decidieron volver para ir a cabalgar, antes del atardecer y así de una vez si no vieron el amanecer podrían ver atardecer juntos y regresar a la mansión. Así lo hicieron llegaron, se cambiaron, se fueron con los caballos, Candy galopaba y se adelantaba, jugando con Albert para que le alcanzará, él no quería alcanzarla, tenerla frente a él, era un sueño hecho realidad, estaba pasando las mejores vacaciones de su vida, pasaron a distancia una hora y por fin llegaron a una colina que Candy reconoció, recordó a Anthony, se quedó pensativa y Albert le dijo. -Pasa algo Candy…
-Sabes aquí estuve con Anthony, poco antes de su fallecimiento, le gustaba esta colina y después empezó a galopar fuertemente me asustaba, sabes me comentó que él recordaba a alguien que pude haber confundido con él, me iba a comentar cuando ocurrió el accidente, al parecer algo lo distrajo y al evadirlo, su caballo calló en una trampa y el callo de golpe, por allá.
-¡Candy!, lo siento mi amor, no sabía que este lugar te traería esos recuerdos, bajo del caballo y se acercó para abrazarla.
-No te preocupes Albert, sabes lo recuerdo con mucho cariño, muy noble, sus rosas me lo recuerdan y la verdad hice lo que me pediste aquella vez, vivir y recordarlo como lo que es un valioso ser humano, es más hermoso recordarlo con sus rosas.
-Mi Amor, vamos a caminar un poco, así este lugar será más llevadero, ¿Te parece?, vamos desmonta. Empezaron a caminar tomando la rienda del caballo y ellos tomados de la mano, vieron el atardecer, con sus colores Albert la abrazo y la beso, el tiempo ya había sembrado flores en todo ese camino de llanto, ahora florecían otros caminos y con ellos… su amor. El pensaba en proponerle matrimonio, pero con el recuerdo de su sobrino, mejor es esperar.
-Candy, lo mejor es que regresemos antes de que anochezca para llegar a cenar, ¿galopamos?
-Sí Albert vamos.
- Galoparon cerca de media hora y empezaron a caer gotas de lluvia, se apuraban pero ya no podían galopar sin pensar en el cuidado de los caballos, Candy sígueme, vamos por acá, para resguardarnos, se dirigieron al refugio de Albert, dejaron los caballos, quitaron la silla y les pusieron alimento, pasaron a la cabaña y se quitaron sus prendas, Candy tomo una sabana para colgar sus ropas cerca de la chimenea, que Albert ya había encendido por su parte. Albert tomo un toalla y puso a secar sus ropas, ahí esperaban sentados en un sillón a que pasará la lluvia, ambos no les importaba lo que pensarán de ellos, pero Albert se preocupaba pues ya de por sí estaban solos y sabían que ellos no habían regresado.
-Candy, tenemos que esperar, si preguntan no resguardamos en el hogar con tus madres, ¿Te parece bien?
-Si, Albert no te preocupes, solo esperemos a que se sequen nuestras prendas.
Albert envuelto en una toalla a la cintura, Candy envuelta en una sabana con sus pies arriba del sillón.
-Quieres té o café para que entres en calor mientras esperamos, o tienes apetito para hacer algo, aquí debe haber fruta, tal vez galletas.
-Lo que tú quieras está bien.
Albert al quitarse la ropa escondió la cajita del anillo pues, por poco se le caía, ahora como le hacía, pensaba, sonreía, después se volteaba, se veía envuelto en toalla, más se reía por su suerte, tal vez sería bueno pedirle matrimonio al menos estoy seguro que no saldría corriendo en una cobija, ya que estaban tan felices y solos, recordó las veces que habían estado ahí, aquella vez que la pasaron juntos, ese lugar era únicamente de ellos.
-Candy, recuerdas cuando compartimos aquel sándwich en el parque en Chicago.
-Si Albert, cómo olvidarlo, me enterneció la idea de que un sándwich tuviera otro significado tan bello al compartirlo.
Albert se puso una rodilla en el suelo, se acercó y le dijo – Candy te gustaría compartir una vida juntos para siempre y no volver a separarnos –En ese momento abrió la cajita, le mostró el anillo, no estaba tan romántico envuelto en una toalla, ella en una cobija, pero eso sería inolvidable, de solo pensarlo recordaría como deseaba quitarle esa sábana.
-¡Albert! me encantaría compartir el resto de nuestras vidas juntos, le puso su anillo, le beso la mano, después ella se lanzo a sus brazos, en tan bella condición, que ambos se reían de felicidad, ambos se les olvido como estaban vestidos, sonreían, un beso y todo cambiaba entre ellos, el beso más amoroso que se hayan dado, ella sentía directamente la piel de su ahora prometido, él sabía que solo una sabanita separaban sus manos de su piel, ambos en ese abrazo, experimentaban otro vuelco de sensaciones divinas , que no deseaban detener, los besos se unían a las caricias, el calor de sus cuerpos, ambos subían a una excitación de amor, él trataba de controlarse, pero realmente ante esa situación, no quería hacerla sentir incómoda, pensar que tenía que calmarse, por eso ahora se daría prisa en casarse con ella, este deseo haría que la boda fuese más rápida, no se detendría hasta lograrlo y hacerla su mujer, en eso la tetera del té sonó, ambos sonrieron,
-Candy no traje para brindar, pero lo haremos en cuanto regresemos, por ahora tomaremos un poco de té—ambos volvían a sonreír—
-Albert ¿cuando quieres ir a hablar con mis madres?
-Te parece bien mañana.
-Albert ¿dónde nos casaremos?
-Me gustaría mucho donde mis padres se casaron, es un lugar muy romántico, pero eso estaría muy lejos para ti y tu familia así que, tal vez aquí en Lakewood.
-Para mi si es aquí o allá estará bien, mi familia serás tú, mis madres al dar su consentimiento, es como si me entregarán, imagínate ya me iban a casar con Niel sin aviso alguno. Además si te es muy grato en Escocia de dónde eres tú, para mí sería ideal, antes bien tu eres mi familia oficial, hasta hace un tiempo eras mi padre, sonreía.
-¡Candy!, no te importaría que no estuviera tu familia contigo
-Ya te lo dije, tú eres mi familia, a ellos con avisarles que soy y seré muy feliz, será maravilloso, podemos hacer una comida de compromiso y decirles que nos casaremos en Escocia. Ellos lo tomarán como mi familia lo decida, seré muy feliz contigo aquí o allá.
-Sabes mañana mismo mandaré un telegrama e iniciaré los preparativos para casarnos en Escocia, si tus madres desean ir, pagaré todo para que ellas y quienes deseen estar allá con nosotros puedan asistir ¿Te gusta la idea?
-El solo saber que me casaré contigo ya me es muy grato Albert.
