Capitulo 4

Dama Enamorada

En Escocia, todos se reunían… Un hombre Enzo Mc Ollwen, delgado de cabello blanco, alto con una hija llamada Amelia de su primer matrimonio a quien había casado con Sir Héctor O´Donell Mc Kay, comentaba,

-Bueno la mansión de los Mc Ollwen está disponible para los que deseen que sean atendidos, le decía a un hombre a los organizadores del evento. El Padre de su yerno lo escuchaba Sir Oscar O´Donell Andrew, un hombre alto robusto rubio canoso con bigote, quién se encargaba de administrar los bienes de los Andrew en Europa, pronto se unieron más y más familia, todos ofreciendo lo que necesitaran a los Andrew, llegaban primero las personas de Europa, ansiosos por conocer a la prenda más bella, quien ocuparía el mejor lugar de la familia Andrew la esposa del Patriarca, una dama con todo el lujo y la estirpe de los Andrew ya que era la elegida por Sir William Albert Andrew, quien tendría la responsabilidad junto a él de ver por todos y cada uno de los miembros de la familia, de sus negocios y de sus tierras. Por esto y por mucho más, el honor, la unidad familiar y todo lo que significaban pertenecer a una de las mejores familias de Europa.

Oscar por su parte, lucía serio, el era quien manejaba los bienes en Europa, estaba tranquilo y pensativo, su cara reflejaba una tristeza interna, sin embargo, apoyaba en todo a William, quien ya había estado con él, le extrañaba que no le hubiese comentado nada de una dama, o que se comprometería, al menos el se consideraba su amigo y habían estado conversando mucho, pensaban pero al notar que todos estaban en la misma situación, no se sentía incomodo, por el contrario, todos pensaban que él sabía quién era, pues William Andrew había estado en su mansión un tiempo, conviviendo con su familia, todos lo trataban como si este fuera el patriarca, no solo por ser el mayor de los Andrew con vida, sino por la excelente administración que tenía del clan por completo, sus conocimientos, sus valores y sus principios, eran por mucho el hombre más respetado de Escocia, su familia, era la de mayor abolengo de los Andrew, pues después del patriarca , el era quien mayor fortuna tenía, su familia era considerada de las mejores y lo caracterizaba su forma juguetona de ser con su familia, pues en los negocios era tan serio y honrado que nadie podía reclamarle nada.

En el barco rumbo a Escocia se daba una complicación pues llevaban ya una semana de viaje y Tom ya estaba estresado, todo mareado, Candy lo cuidaba, le decía que hacer, para no tener malestares, hasta ese día por la noche en que Albert se acerca a presentar a una dama elegante a su prometida.

– Mi Amor, cuñado, quiero que conozcan a Lady Sussete Beumont, Duquesa de Dinamarca y amiga de mi familia, -Lady Sussete te presento a mi prometida Candy y su hermano Thomas Stevens.

Inmediatamente, Tom recupero la compostura, se enderezo, se presentó muy formal ante tan bella dama, una mujer de cabellos rubio, ojos azules intenso, piel blanca con un cuerpazo, alta y muy hermosa, quien no dejó de admirar a Tom con tal embobamiento que Candy se quedó sorprendida, pues parecía que Albert y ella salían sobrando cuando ambas miradas se lazaron, sintiéndose relegados, de inmediato Albert haciendo una media sonrisa, interrumpió.

-Lady Sussete si gusta esta noche nos haría el honor de acompañarnos al baile de disfraces del barco para seguir con tan amena presentación. – De inmediato y recuperando la compostura contestó Lady Beumont.

-Será un placer, ya que todo el trayecto lo viajaremos juntos, pues fui invitada a Escocia para su matrimonio Sir William.

Candy tomó el brazo de su prometido, se retiró al sentirse incómoda por la dama, que casi ni le saludo, pues sonreía por la forma en que tanto a Albert y a ella los habían ignorado, su hermano y la dichosa dama Lady Beumont, ya alejados ambos soltaban tremendas risas.

-Que mujer tan despistada, dijo Candy a Albert. A lo que Albert sonreía, le contestó

-Lo ves mi amor, lo que una mujer puede llegar a hacer, hasta aliviar el mareo y el malestar de tu hermano, que lleva toda la semana quejándose y ahora ni un mínimo malestar. Ambos volvían a reír efusivos ante la situación que se les había presentado.

No dejaban de reírse y abrazarse, se retiraban, después de divertirse, se abrazaban y besaban, felices por llegar a Europa. Cuando Albert decidió hablar con Candy.

-Candy, mi amor, sabes cuando recibí el medallón que la señorita Poni tan amablemente me entregó, me recordó algo de Escocia, le pregunte a George, al parecer este medallón es de origen escoses, te gustaría saber de tus orígenes ahora que me enteró de tu hermoso medallón.

-Albert, mientras que no sea de la Tía Elroy y me diga que no puedo casarme contigo, no hay ningún problema.

Albert la miraba enamorado, pensaba la suerte que tenía con Candy, que después de amarla tanto este tiempo separados y pensando que eso los había distanciado, fue todo lo contrario, ambos ahora estaban libres, sin pasado, el había investigado si Candy había tenido alguna relación o amistad de algún caballero y no fue así, ella realmente se refugió en su trabajo al igual que él, ahora que se reencontraban ese amor jamás se había terminado, basto un beso accidental para iniciar lo que ellos creían imposible, tener esa suerte, hacía en el, amar desesperadamente a Candy. Sonriente y saliendo de sus pensamientos contestó

-Pues no creo que haya ningún problema, ya nadie me va a separar de ti mi amor, ya estamos comprometidos, pero sería muy buena idea que portarás tu medallón, tengo entendido que su diseño es exclusivo de dama y debe de portarlo siempre su dueña. Candy le contestaba

-Según la hermana María, me comento antes de salir, que el medallón no lo habían visto cuando llegue, sino que al cambiarme lo traía puesto en mi cuello y sujeto a mi ropa para que no se enredara conmigo, así que solo habían visto mi muñequita, que por cierto es tan linda, me encanta, sabes que dice la hermana María que de bebe dormía con ella. Que no la soltaba a nadie. Por eso la cuidaron mucho, para que no se me perdiera.

- ¡Mi Amor! Ahora ¿ya no soltarías a tu muñequita?

-Creo sinceramente, que lo cambie por mi principito. Candy besaba con tal amor a Albert, que ni el fresco que hacía fuera del barco lo sentían, al estar tan entregados en ellos mismos, Albert no podía creer tan hermosa bendición, el que ella quisiera complacerlo en casarse en Escocia, que al ir a pedir su mano, resultará que ella era también una Escocesa.

En Escocia ya habían llegado Archie y Ann con su dama pero estaba preocupado, no quería pasar tiempo lejos de ella, habló de inmediato con su padre, para ver que podían hacer y adelantar la boda lo más pronto posible, seguro de que no era ella ni él quien alargaba el plazo del matrimonio sino la madre, que con tal de estar cerca de todos los eventos sociales, no dejaba a su hija casar, pues ya casada ella no sería tan tomada en cuenta, eso es lo que Archie se imaginaba porque no entendía, ya no quería estar lejos de Ann

-Padre, es un favor que le pido, no es justo que Ann y yo estemos separados por la madre de ella, no sé que pretende, cada vez exige más detalles, que si la boda en Inglaterra, no mejor en Escocia y para finalizar en América de nuevo.

-Archivald, tendrás que esperar a que pase la boda de William, y si, con gusto intervendré, a un Cornwall, no se le dan largas, no somos juguete de nadie, no sabe con quién está tratando hijo, déjamelo a mí. Ya bastante es que haya perdido a Alister, que no piensa darme el gusto de conocer a mis nietos, al parecer a ellos no les interesa, pero en nuestra familia, debe haber un heredero hijo.

-Lo sé Padre, gracias por su apoyo. Archie sonrió, pensaba pues si sigue dando largas Ann y yo les daremos la sorpresa y ella se quedará con sus preparativos en un cajón.

Mientras Tom charlaba amenamente con Lady Beumont, ella le conto que no tenía familia que hace poco perdió a su padre, el ser que más ha amado en el mundo, que su madre murió cuando ella tenía doce años, su padre la convirtió en una heredera, que muchos la buscan ahora por el dinero, no menos preciando, sin embargo ella decidió ser libre, le gusta mucho la naturaleza,

- Si Tom, me forjo mi propia vida, cuando me separe de los protocolos, las insistencias de casarme por conveniencia, me sentí mejor. Mi tía tenía planeado casarme en Escocia, desconozco con quien, por eso me adelante, ella no sé si vendrá, pero no voy a permitir que decida por mí.

Ambos sonreían, Tom le beso suavemente en la mano, haciendo que ella se estremeciera, se sentía tan feliz, al terminar de escucharla, le conto de su vida, le dijo que es huérfano, fue adoptado por un buen hombre, que gracias a su cuñado y amigo, había hecho crecer el rancho de su padre, que tiene dos hermanos con los que ha crecido muy cerca en el hogar de niños, que gracias a ellos se siente como si siempre contará con una familia, que no es muy rico pero es muy feliz, que le gusta estar en su rancho, que el proceso administrativo se los dejó a los Andrew, a sus administradores, así es como he visto crecer nuestras procesadoras en América, después la invito

– Lady Sussete le gustaría ir a América, conocer de cerca la naturaleza, le encantará,

- Me gustaría mucho, pero no podría viajar con usted, debido a ser una dama viajo todo el tiempo con damas de compañía y guardaespaldas la verdad es un poco incómodo para las personas que me rodean,

- Bueno, me convertiré en su pretendiente interesado, estos se empezaron a reír. Lady Beumont le dijo

– Señor es usted muy agradable, con gusto lo aceptaré como mi pretendiente formal si usted lo desea, Tom se apeno le dijo

– Es un honor, nunca pensé tener que cortejar a una dama tan fina, cuando pertenezco a un rancho, soy un vaquero, por Dios si su tía se da cuenta me matará. Ambos sonreían.

– Ella jamás lo sabrá, le dijo Lady Beumont, ambos estaban cerca, Tom la beso. Ella le acaricio él rostro, el beso se torno muy apasionado. Ambos se atraían, se lo estaban demostrando.

Recuperando la compostura le dijo Lady Beumont,

- - Sabe, me estaba acompañando Sir William, todos mis vigilantes se alejaron para darme privacidad, jamás podré darle las gracias a Sir William, de que la privacidad de él, me sirviera para estar en privado con usted, es muy agradable estar cerca de usted Tom. Este emocionado por ser correspondido por una dama tan hermosa le dijo,

- Lo mejor es que mi hermana está con él, así podrá usted estar en privado y podré estar cerca de usted, Tom, le tomo sus manos, le dio un beso nuevamente.

– Ella sonrío estaba fascinada, se acerco metiendo su cabeza al pecho de Tom, se quedo muy protegida con él. Ella había perdido a su padre, Tom representaba no solo eso, sino todo lo que ella deseaba.

Albert y Candy se dirigieron a sus camarotes, así poder cambiarse para la cena con Lady Beumont y su hermano, que después de dejarlos solos, ya no sabían nada de ellos, Albert dejo a Candy con su dama de compañía una señora muy bajita llamada Betty para arreglarse y se fue a cambiar, inundado en sus pensamientos, que al ser hija de Sir Oscar, Candy era prima lejana de Albert, no imaginándose que tal vez desde hace mucho sus destinos estaban unidos, solo hasta ahora, lo podía ver más claro, su amor era verdadero, el ya conocía a Sir Oscar O´Donell, un hombre honesto, recto, sincero, muy agradable su hijo Sir Héctor muy parecido a Albert muy alto, cabello castaño claro ojos verdes profundos como los de Candy, pero al visualizarlos a ambos, se parecían en mucho a Candy, ahora entendía como la extrañaba y la veía en todos lados, no podía imaginar, más la cara de su Tía Elroy al ver que Candy era su prometida que llevaría el medallón de la Tía Abuela Andrew, tan conocido en Escocia y tan buscado en todo Europa y América. Increíble.

Salió a buscar a Candy para la cena, llevando un antifaz para su prometida, pues la fiesta era de disfraces, solo se ponían un antifaz,

-¿lista mi amor? – ¡Santo Dios!, Albert se quedo asombrado, miraba a Candy con sus ojos desorbitados, el corazón le latía fuerte y agitado, su prometida lucía un vestido verde , pegado al cuerpo por completo resaltando los bellos atributos de su novia, traía unos taconcitos de cristales que brillaban, la parte baja se daba vuelo la falda, la parte de arriba mostraba totalmente su hombros, su dama le puso cinturilla, haciendo resaltar y mostrando parte de su busto, haciéndola ver más mujer que nunca, su cuello llevaba una gargantilla de brillantes con esmeraldas incrustadas combinando con sus aretes y sus ojos, sus labios tenían rojo rubí y un leve maquillaje, en medio de su vestido a la altura del busto llevaba el broche de los Andrew, mostrando a quien le pertenecía esta linda dama. Albert de solo verla se había quedado atónito.

Candy al verlo sonreía, pues le recordaba a su hermano y Sussete esta tarde cuando los presentaron, al ver que su prometido no reaccionaba, se acercó, le dijo al oído,

- Mi amor, ya es hora de irnos – de una manera que todo el cuerpo de Albert se estremeció, Candy lo sintió, sonrío descubriendo una debilidad de su amado ante ella, mordiéndose su labio inferior se apenaba por lo que había hecho.

-Cla... claro mi amor, la abrazo y ahora fue él quien en su oído le hablo.

-Vámonos mi amor, porque si no… no te dejo salir de aquí hasta hacerte mía. Candy se estremeció, se ruborizó por completo, noto que él ya había tomado el control, sonrió lo tomo de su brazo. Llevando su abrigo.

En otra sección del barco, alguien recibía a la hermosa Lady Beumont, le informaba a Tom que debería llevar antifaz, el traje que llevaba, lo hacía ver más atractivo, no podía negar que este hombre hacia perder la compostura de Sussete, para colmo se sentía torpe, ya había pensado en como ignoro a Candy y a William, cuando conoció a este hombre, por Dios, no podía dejar de admirarlo, su olor, su boca, su espalda, su altura, todo de él le atraía, se sentía perdida, jamás había pasado por una situación así, recordaba que hay muchos hombres pretendiéndola y que este hombre, nunca lo había visto, como era posible que la enloqueciera de tal modo, sentía que perdía el piso solo cuando le daba la mano, por su forma tan sencilla de ser, más la enloquecía, su nobleza y sus ojos al verla, la hacían sentir una mujer, sus sensaciones se multiplicaban al tenerlo cerca y el corazón subía su ritmo, quería controlarse, como todo lo que ella hacía en su vida, pero no lo lograba.

-Muy bien permítame colocar su antifaz Lady Beumont, y usted me ayuda con el mío ¿le parece?

-Claro Tom, por favor solo dime Sussete el decirme Lady Beumont es muy formal, usted es mi pretendiente, no es así.

-Como desees Sussete, soy lo que usted desee que sea. Ella sonrío, dijo

-Bueno entonces ¿podremos ser novios formales Tom?

- Por supuesto que sí, seremos novios, es un honor que una hermosa dama tan distinguida y bella, a la cual llevo conmigo, voy a presumirla que es mi novia, además sé quién está bajo ese antifaz y los del salón jamás lo sabrán. Sonreían por decir que la iba a presumir, Sussete se sentía enamorada de este hombre, imaginaba la cara de su tía al pensar que ella se pudo conseguir un novio formal, tan guapo, sin su esplendida ayuda.