Capitulo 15

Luna de miel

Mientras en otra parte del salón George ponía al tanto a William, este y Candy se escapaban para su luna de miel, en eso salió Sir Oscar, corrió a abrazar a su hija

-Prométeme que te cuidarás y volverás pronto a verme, prométemelo hijita.

– Si papito lindo, te portarás bien, dormirás bien, comerás sano y nos veremos en unos días.

– Tío, no se preocupe, George nos mantendrá al tanto de todo, cualquier cosa, comuníquese con él, estaré al pendiente, cuidaré de Alexandra más que mi vida, se lo prometo.

-Lo sé hijo, lo sé, en cuanto vuelvan a Escocia los esperaré en casa.

Afuera un auto, poco común en Escocia los esperaba, listo para embarcarse a su luna de miel en la zona norte de Escocia, salieron y llegaron a un hermoso barco, exclusivo, con luces y decorado bellamente, subieron sus equipajes, Albert y Candy se fueron al camarote principal, había todo un diseño de arreglos florales, alimentos, delicias, una habitación muy romántica, con velas encendidas, Albert al entrar, cargo a su esposa, pasaron por la puerta, la bajo y cerró con llave.

-Mi bella esposa, te esperado tanto tiempo, creo que desde que naciste, ambos se sonreían por lo sucedido en sus vidas.

-Albert, ayúdame a quitarme este enorme vestido por favor, no puedo desabrocharlo sola.

-Te quito lo que quieras, mi amor. Le dijo en tono seductor.

-Quisiera darme un baño, si me permites amor.

-Lo que desees mi vida, ven, le desabrocho el vestido, mientras él se dirigía a otra habitación para hacer lo mismo.

-Salió, después regresaba y se sirvió un trago, se asomó por las pequeñas ventanillas al mar. Recordó el día que durmió con Candy, como le acarició íntimamente, ella se excitaba, se estremecía con él, como ella no le daba pena cuando estaban juntos, ahora por fin se entregarían lo que ambos se han anhelado.

Candy salió de su baño en un pequeño camisón de seda, muy corto que apenas le tapaba las caderas, unas zapatillas blancas al suelo con peluche de conejo al frente, su cabello suelto y peinado, aun húmedo por el baño, lo observaba detenidamente.

El pensativo, sonreía sin ver que estaba Candy observándolo, de repente sintió un rico olor a rosas y jazmines divino lavanda mezclada con la humedad del baño que se había abierto, volteo, sonrió al ver a su princesa, sin moverse, de pie, sostenida en el marco de la puerta del baño, tímida, sin saber si acercarse o quedarse ahí, con la delicia de observar a su príncipe sin camisa, con un pantalón de algodón blanco, amarrado a la cintura con un listón.

Albert se puso de pie, se acercó a ella, excitado con solo verla, ella lo noto se sonrojo, cambiando su mirada, por una de deseos ante su ahora esposo. Extendió sus brazos a Candy sonriéndole corrió a sus brazos abrazándolo, él la recibió enamorado, levantando a su esposa para quedar de frente a frente sus caras y besarla, al levantarla sus brazos cruzados en sus caderas, dejaban bajar a Candy poco a poco rozándola con él, sintiendo el calor y el estremecimiento de sus cuerpos, ambos atraídos por el deseo de estar ahora juntos, se besaban y acariciaban a la orilla de la cama, la encamino, la recostó lentamente moviendo las sabanas de seda y edredones con plumas de almohadones bullidos, al verla ahí excitada frente a él, gozando de ese maravilloso momento la vio y sonreía feliz, de saber que por fin sería suya, solo suya de nadie más, ella apenada por la mirada de su esposo, lo miraba, lo deseaba, solo de ver su pecho desnudo, su boca, sus cabellos despeinados, ella estaba siendo poseída por la mujer que deseaba tanto a Albert desde hacía mucho tiempo, ahora ella se convertiría en esa mujer, la esposa de Albert, nada la separaría de él jamás, el temor que tanto tiempo la había oprimido ahora relajada frente a él, descansaban sus músculos después del tibio baño.

Albert se acercó a ella, tomando sus labios besándola apasionadamente, la acariciaba, la abrazaba, sentía sus deseos explotar, dejarse llevar por fin ante esa mujer que tanto había anhelado, beso su cuello, bajando suavemente por todo el cuerpo , quería recorrerla con sus labios toda, cada beso húmedo que le daba, a Candy la excitaba, bajo los tirantes de su pequeño camisón, dejando ver sus pechos erizados y priscos ante él, los toco con sus dedos, después los llevo a sus labios, besándolos, succionándole con caricias, siguió bajando por en medio de ellos a su vientre, mientras sacaba sus ropas, sus prendas íntimas, salían volando frente a él, le sonreía a Candy, como diciéndole ya la quite, ella mordía sus labios de deseo, ya desnuda frente a él, ella se sentó un poco , se acercó a él juntando sus pechos a su cuerpo y él se excitaba aun más, mientras Candy con sus manos hábilmente desanudaron el listón que amarraba la cintura de Albert , dejando suelto, ella gozaba de acariciar su espalda y bajar sus pantalones poco a poco tras de él y él sintiendo esa emoción, porque su esposa lo desnudaba, acariciándolo, la tomo de los hombros recostándola para que lo viera ahora de frente, ella se emociono , sonreía tímidamente, se mordía los labios, excitada, él al verla bajo a sus piernas y le dio pequeños besos, haciendo que ella se estremeciera, se extendía de placer, le dio pequeños besos a su fuente humedecida, ella no podía más, quería gritar de placer, solo salían pequeños gemidos que excitaban a Albert, él habiendo logrado, su propósito, se recostó entre sus piernas, beso sus pechos, con más amor y pasión, se acercó a sus oídos, le dijo

– Te amo tanto, que deseo estar unido a ti por el resto de nuestras vidas, ella se estremecía, movía instintivamente su cuerpo buscándolo excitada, se movía ardiente de deseo, sus manos acariciando su espalda baja, decidida a unirse a él bajo sus manos aun más y él al sentirla, se estremecía,

- Mi amor no soporto más dijo ella en su deseo, él le dijo

– trataré de cuidarte lo más que pueda mi amor. Se acomodo frente a ella, poco a poco, sin evitar su excitación, entro a su amor más anhelado, ella se estremeció, el beso su cara le decía, -te amo, te amo Candy, te amo tanto mi amor, quiero amarte más, demostrarte que soy tuyo, que nada me gusta más en el mundo que estar contigo, amarte, desearte, me provocas amarte, ella al sentir tanto amor de él, lo abrazó fuertemente, movía su cuerpo, para unirse a él, diciéndole

–También te amo, te deseo, te necesito como el aire, como el cielo, como la brisa, así es mi amor por ti, Albert al escucharla empezó a moverse, ella gemía de placer, quería seguir el ritmo de su amado, pero sus deseos la hacían tocarse ante él sus senos, ardiente de pasión, al verla Albert ya no podía más y envestía con fervor a su amada haciendo de sus gemidos de placer una locura, salía y entraba a su cuerpo, con tan gratos movimientos Candy con sus ojos cerrados se abrazo fuerte a él, dejando un orgasmo placentero grito con fuerza y él llegaba tensándose en ella, dejándose caer frente a su cuerpo ya cansado trato de moverse para no lastimarla, pero ella lo detuvo, lo abrazo, dándole besos y caricias en su cara, no dejaba que se moviera, sus manos le acariciaban el rostro, lo besaban con tanta delicadeza.

Le sonrío, dijeron al mismo tiempo –Te Amo. Ambos se envolvían entre las sabanas sedosas cuidando y cubriendo sus cuerpos extasiados por el deseo.

Mientras en la fiesta, todos se despedían, se daban cuenta que los novios habían desaparecido sin aviso alguno, Sir Oscar y Lady Elroy despedían a los invitados, los Mac Kay se dirigían a los carruajes pero esta vez para Irlanda en barco. Los O´Donell llevaban con ellos a Andrea acompañada de Amelia, abrazadas a los niños por tan tarde que era, otros carruajes salían y viajaban, muchos se quedaban en el castillo Andrew ya que se despedirían por la mañana después de tan grato honor de haber acompañado a la nueva familia Andrew.

Los Mac Kay estaban muy contentos de ver a Alexandra y William, que al verla el recuerdo de la Tía Clara, pues ella era la mayor de los Mac Kay. El Capitán se retiro y su esposa Marian, preparaban todo para irse junto con Eliot y Karen, lo mismo dijeron Aurora y Alfred que se irían juntos, pues no tenía caso quedarse cuando ya Alexandra no estaba, Marcus Mac Lead dijo a su tío Oscar que por favor cuando volviera Alexandra, ellos querían convivir con ella y que con gusto estaban disponibles para recibirlos en Irlanda. Ellos ya no regresaron a la mansión O´Donell ellos traían listo todo para salir a Irlanda.

Elroy se acercó a Sir Oscar, apenada le pidió disculpas, por no haber reconocido jamás a su hija y este le contesto

– Por supuesto Elroy, mi hija guarda gratos recuerdos de ti, le mintió al final. -Pero te advierto que en toda Escocia jamás permitiré que los Legan sean aceptados en mis tierras, ni en las de mi familia, no porque ella me haya dicho algo malo, sino que he sido informado de tantas infamias en su contra, pues mi hija goza de noble corazón al haber vivido cerca de sus esposo desde niña, como descendiente de los Andrew y mientras no esté William presente, el castillo Andrew no recibirá a los Legan, comprendido.

Elroy se quedaba con los labios temblando, ella siempre fue valorada por Sir Oscar, le dio un lugar casi como si fuera el mismo Patriarca, y sin embargo ahora, con Alexandra, ese lugar había quedado en el suelo, ya no había honor en ella, lo habían roto los Legan y ella al dejarse influenciar por ellos, por exigirse más en la ambición y el prestigio, que en los sentimientos de William, que al final eran mucho más acertados que los de ella.

Se retiró, se despidió de los Cornwall, les aviso a los muchachos acerca de lo que hablo con Lady Elroy, dejando a Guillermo Cornwall padre Archie encargado del castillo Andrew, mañana los espero en la mansión O´Donell para continuar con la celebración de la boda de mi hija y del compromiso de los Grandchester a lo que Archie se asombró, agrego Oscar que no pasará mucho tiempo en que haya otra descendiente Andrew casada en poco tiempo, mismo que Archie le pregunto a Alister de quien se trataba, este le confirmo de Andrea y Terry, molesto tomo a Ann y le dijo

-Mi cielo, lo mejor es que adelantemos la boda, esto me dice que si seguimos retrasándola, todos se casarán antes que nosotros, Alister al escuchar por haberse casado sin consentimiento de nadie, se sonreía le dijo,

-Nos estamos casando los más enamorados, burlándose de ellos, tomando a Patricia por la cintura, ayudándole con su hijo dormido para subir a su carruaje.

Al final los carruajes se encaminaban a la mansión O´Donell, quedando atrás Sussete y Tom solos, ya los demás se habían adelantado, entonces, ambos en uno de los carruajes se fueron abrazados, estaba fresca la noche, el carruaje era cerrado, ella cerro las pequeñas cortinas, sonriendo a Tom, él sabía lo que pretendía el camino era largo, por la obscuridad, tendía que irse muy despacio, comenzaron con besos, caricias, él estaba loco con esa mujer, su mujer, la amaba y la respetaba, pero su amor era mucho más que eso.

Ella le quito el saco, el cinturón dejando sentado a su amado, ella hábilmente, levanto su vestido, se sentó frente a él, lo excitaba, en silencio, ella se movía, sabía que si Tom se movía el carruaje también lo haría, se acomodo, la ayudaba moviéndola, no se veían sus caras, solo sentían su pasión desenfrenada, llegaban a la cúspide, ella le dijo

– Amor, ya no puedo más, me vuelves loca de deseos por ti, te amo cómo nunca pensé amar a un hombre, por favor ve a mi habitación esta noche, nadie lo notará, hay una puerta que enlaza a tu habitación con la mía, dime que sí.

–Sussete no puedo negarte nada amor, jamás podría rechazarte, eres la mujer más hermosa del mundo, soy tu esposo legalmente no soy un tonto, estoy enamorado. Pasaremos todos los días si lo deseas juntos hasta que la muerte nos separe amor mío. Ambos se fundieron en un beso, el tocaba en su intimidad, iba sentada encima de él y pensaba hacerla feliz en el camino tan largo. Al llegar, ella iba dormida, cansada del evento, él la cargó la dejo en su habitación, su dama, la ayudo y la dejo dormir, ya después de media hora, el se daba un baño, ella entraba por esa puerta que le había dicho, ella se bañaba encima de él, lo acariciaba, se sentía mujer solo con él. Hacían el amor no deseaban separarse. La saco de la tina secándola, acariciándola, desnudos, se fueron a su cama, se volvían hacer el amor, cansado Tom,

-Vas a acabar conmigo amor,

-Esto es… por no haber abierto la puerta antes, la tenías cerrada. Se besaban, ella se quedaba dormida encima de él.

Al día siguiente, en la mansión O´Donell, todo mundo se levantaba tarde, desayunaban y conversaban del incidente con Wagner, ahora esperaban en unos días a su hermana Adriana y a su esposo, pues estaba ayudando a despedir a todos en el castillo Andrew.

Por la mañana salía a cabalgar Terry, Tom, Jim, Héctor y Alister, jugando y ayudando a la vez con el trabajo de la mansión, hablaban de las razas que manejaban en América, le dijo Jim que en su rancho la raza del ganado que manejaban era para la engorda del Santa Gertrudis una raza muy elevada en calidad y que en su rancho contaban con más de cincuenta mil cabezas de ganado en promedio, Tom lo confirmaba, le decía que eran el mejor ganado a nivel nacional es el los Carthaway, mi ganado es lechero, actualmente se ha incrementado hasta en un 100%, pues es por mucho y con la orientación de Albert, ya hemos crecido, tenemos nuestras propias procesadoras de lácteos de América.

Héctor estaba orgulloso de los hermanos adoptivos de Alexandra, al oírlos y verlos como se llevaban también, sin competencia, tan honestos le daba gracias a Dios que ellos crecieran con su hermanita, Terry sonreía, estaba en las nubes, Héctor le empezó a hacer burla, le decía

– Te hicieron lo mismo que a mí

- ¿Que a ti? Dijo con sorpresa Terry

– Si, eligieron a la mejor mujer del mundo, sin darme cuenta ya estaba comprometido con ella, me amaba desde niña.

– ¿Eso es verdad?

– Si, estos hombres son muy especiales, saben adelantarse mejor que si uno lo planeará. Se sonreían animadamente.

Tom y Jim no sabían nada, preguntaron a lo que les dijeron que Terry se casaría más pronto de lo que ellos decidieran regresar a América, ambos se sonreían.

Regresaron a la mansión, estaban cerca, cuando la pequeña hijita de Héctor salió a recibir a su papito.

-Papi, papi ya llegaste. Tom al verla dijo - Mira Jim, ahí está mini Candy,

-Si es igual a ella, mi mini jefa, sonreían ambos, Terry la vio, pregunto

-¿Así recuerdan a Candy de niña?

– Si solo que Candy era más revoltosa y aventada, tenía a todos marcando el paso, una ocasión amarro a una serie de patitos a su madre y la regañaron, ella se justificó diciendo que era para que no la perdieran, como ella había perdido a su madre. Y ya no la pudieron regañar.

Héctor al escucharlos, bajo, cargo y abrazo a su hija, sin querer soltarla, escondiendo la cara para que no notarán su llanto, pues tanto Tom, Jim y Candy habían sido criados como huérfanos y ellos lo habían superado, pero ninguno tuvo jamás una madre.

Por un costado de la mansión salían dos damas a cabalgar, los caballeros las veían, la hermosa Sussete y Andrea solo competían entre ellas, saltando como unas amazonas, un par de hombres embobados las observaban, hasta que Terry, decidió ir tras su prometida, jugando con ella la perseguía haciendo que se separará, Jim bajo, fue a guardar el caballo y darse un baño, lento cabalgaba Tom con Sussete alejándose despacio y conversando.